30 de marzo de 2006

Inmigrantes: ni de aquí ni de allá

Nota de MIS-XXI:

Se escucha y se lee por estos días en Colombia que al menos 2,5 millones de colombianos viven legal y/o ilegalmente en Estados Unidos.

La noticia cobra interés en momentos en que en el Senado de E.U. se discute un candente tema sobre la inmigración, que en ese país alcanza una inmensa masa de 12 millones de personas, focalizadas principalmente en los estados de Florida, Nueva York, Arizona, Illinois, Nueva Jersey y Carolina del Norte, en orden de magnitud demográfica.

En la web de la BBC encontramos una síntesis interesante sobre quiénes son los inmigrantes afectados por la reforma, y aunque Colombia no figura en la lista de los países más representados en tal inmigración, para el análisis particular de este país, sí resulta importante conocer la magnitud del problema que se enfrenta en E.U.

Es en este sentido que les dejamos con el tema en cuestión.

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Miércoles, 29 de marzo de 2006


Claves: reforma migratoria

http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/news/

En el Senado de Estados Unidos avanzan las discusiones acerca de la reforma legal en el tema de la inmigración. Este martes el Comité Judicial de la instancia legislativa aprobó un programa de trabajadores temporales propuesto por el presidente, George W. Bush, dentro del proyecto marco.

La propuesta jurídica ha recibido críticas de diferentes sectores, incluso dentro del mismo Partido Republicano del gobierno de Bush.

Unos rechazan el proyecto porque consideran que sería el preludio de una nacionalización masiva de las millones de personas indocumentadas en el país.

Otros condenan la modificación legislativa porque se penalizaría criminalmente a los inmigrantes sin permiso, lo que hasta ahora constituye sólo una ofensa civil.

¿Pero quiénes son las personas que se pueden ver más afectadas por los cambios en la ley? ¿De dónde vienen? ¿Qué trabajo hace? BBC Mundo les presenta las claves de esta situación, basadas en un informe recopilado por el Pew Hispanic Center en Estados Unidos, elaborado con datos estadísticos del censo nacional (EE.UU.) del año 2000 y el censo poblacional de marzo de 2006.

¿Cuántos son los indocumentados en Estados Unidos?

La información estadística oficial indica que hay entre 11,5 y 12 millones de indocumentados en el país.

Inmigración protesta

La mayoría de los inmigrantes ilegales son de origen mexicano.

Además se registra una creciente tendencia que muestra cómo entre el año 2000 y marzo de 2005 la cifra pasó de 8,4 millones a 11,1 millones de personas sin permiso para permanecer en EE.UU.

En Estados Unidos hay más de 288 millones de habitantes, por lo que quienes se encuentran sin autorización representarían poco más de 4% del total de la población.

En total hay más de 35 millones de habitantes de origen extranjero en el país, lo cual representa un 12% de la cifra global.

¿Cuál es el país de origen de los indocumentados?

De acuerdo a la información recopilada por el Pew Hispanic Center, la mayoría de los inmigrantes procede de México -un 56%- lo que se ha calculado en unos 6,2 millones de personas.

Además, 22% del total llega del resto de América Latina, principalmente de Centroamérica.

En cifras globales, 78% de los residentes estadounidenses no autorizados son de origen latino.

¿Qué trabajos hacen los indocumentados?

Se calcula que los indocumentados representan casi 5% de la fuerza laboral en Estados Unidos, es decir, unos 7,2 millones del total de 148 millones de trabajadores.

Inmigrantes protesta

Muchos de los inmigrantes son jóvenes.

La mayor parte de las personas no autorizadas a permanecer en el país se encuentra trabajando en el sector de construcción, mientras que un 15% en el área de manufactura y un 4% en agricultura.

El Pew Hispanic Center indica que 24% de los trabajadores en el sector de agricultura son indocumentados; así como 17% de los que trabajan en actividades de limpieza; 14% en construcción y 12% en la industria de los alimentos.

También se estima que uno de cada cinco trabajadores en labores de construcción no tiene un estatus legal, mientras que uno de cada 6 empleados en la industria del turismo se encuentra en las mismas circunstancias.

Además 21% de los empleados domésticos son indocumentados.

¿Dónde suelen residir en Estados Unidos?

Un 24% de los indocumentados se encuentra en el estado de California.

En Florida hay 9%, u 850.000 personas; 7% o 650.00 personas en Nueva York; 5% o 500.000 personas en Arizona; 4% o 400.000 en Illinois; casi un 4% o 350.000 en Nueva Jersey; y 3% o 300.000 inmigrantes en Carolina del Norte.

En total, el 68% de las personas que no tienen permiso para permanecer en Estados Unidos se concentra en ocho estados.

¿Cuáles son sus características?

Las estadísticas oficiales señalan que 54% de los indocumentados son hombres, mientras 39% son mujeres y 16% son niños.

Al cierre de 2005, se estima que existían en Estados Unidos unas 6,6 millones de familias en la que una de las dos cabezas se encontraba bajo una situación irregular de inmigración.

Además casi dos tercios de los infantes viviendo con familias no autorizadas son ciudadanos estadounidenses por nacimiento, lo que significa unos 3,1 millones de niños.

29 de marzo de 2006

Récord de mentiras (recomendado)

Nota de MIS-XXI

Esta mañana (29-03-06-7:00 am), la cadena Caracol trasmitió una entrevista con una señora cuyo nombre protegió, quien desde hace 20 años vive indocumentada en Estados Unidos. Cuando el periodista le preguntó que si pensaba vivir hasta el fin de sus días en Estados Unidos, la señora respondió llorando que lo que más deseaba en su vida era regresar al país en el que había nacido.

De inmediato, es difícil entender cómo una persona quiere dejar de vivir “el sueño americano”, que en el mundo Occidental nos han idealizado en las más diversas formas de la comunicación social: prensa, radio, cine, televisión, libros, videos, revistas, caricaturas, pinturas, poemas, cuentos, fábulas, farándula y un largo etcétera por los que restan.

El sueño americano, dicho de otra forma, es la mentira más popular en la que todos creemos, aunque muchos-muchos, hayan sido, sean y serán víctimas de la ilusión que estalla ante los ojos, cuando uno lee lo siguiente:

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Las anteojeras del pueblo estadounidense

Howard Zinn

The Progressive

Howard Zinn es el autor de "A People's History of the United States" y de "Voices of a People's History of the United States", junto a Anthony Arnove.´

Texto original:

http://progressive.org/mag_zinn0406

Traducción del inglés por S. Seguí

Ahora que la mayor parte de estadounidenses ya no cree en la guerra, ahora que ya no confían en Bush y su gobierno, ahora que la evidencia del engaño se ha hecho abrumadora (tan abrumadora que incluso los principales medios de comunicación, tarde como siempre, han comenzado a mostrar una cierta indignación), podríamos preguntarnos: ¿cómo ha podido engañarse a tanta gente durante tanto tiempo?

La pregunta es importante porque podría ayudarnos a comprender porqué nuestro pueblo, tanto los miembros de los medios de comunicación como el ciudadano corriente, corrió a manifestar su apoyo a un presidente que estaba enviando tropas al otro lado del mundo, a Irak.

Un pequeño ejemplo de la inocencia (servilismo, para ser más exactos) de la prensa es el modo como reaccionó a la presentación de Colin Powell, en febrero de 2003, en el Consejo de Seguridad, un mes antes de la invasión, un discurso que puede haber establecido un récord mundial de falsedades dichas de un tirón. En dicho discurso, Powell enumeró, con toda confianza, sus "pruebas": fotografías tomadas desde satélites, conversaciones grabadas, informes de espías con estadísticas muy precisas de cuántos litros de esto y de lo otro había disponibles para la guerra química. El New York Times se quedó sin aliento de pura admiración. El editorial del Washington Post consideraba las pruebas "irrefutables" y declaraba tras la charla de Powell: "Es difícil imaginar que alguien pueda dudar que Irak posee armas de destrucción masiva."

Considero que hay dos razones, profundamente enraizadas en nuestra cultura nacional, que contribuyen a explicar la vulnerabilidad de la prensa y la ciudadanía ante este tipo de crudas mentiras cuyas consecuencias han supuesto y suponen la muerte de decenas de miles de personas. Si somos capaces de comprender estas razones, podremos protegernos mejor de los engaños.

La primera es la dimensión temporal, es decir, la falta de perspectiva histórica. La segunda es la dimensión espacial, es decir, una incapacidad de pensar más allá de los límites del patriotismo. Estamos encerrados por la arrogante idea de que este país es el centro del universo, y de que es excepcionalmente virtuoso, admirable y superior.

Si no conocemos la historia, entonces somos presas fáciles de políticos carnívoros y de los intelectuales y periodistas que les facilitan la cubertería. Y no hablo aquí de la historia que estudiamos en la escuela, una historia servil hacia nuestros líderes políticos, desde los tan admirados Padres Fundadores hasta los presidentes de estos últimos años. Hablo de una historia que trate con honestidad el pasado. Si no conocemos esa historia, entonces cualquier presidente puede dirigirse a nosotros desde una hilera de micrófonos y declarar que debemos ir a la guerra, y no tendremos fundamento alguno para cuestionarlo. Nos contará que la patria está en peligro, que la democracia y la libertad están en juego y que, por consiguiente, debemos enviar buques y aviones para destruir a nuestro enemigo, y no tendremos razones para no creerlo.

Pero si conocemos la historia, si sabemos cuántas veces otros presidentes han hecho similares declaraciones al país, y cómo resultaron ser mentira, entonces no nos van a engañar. Aunque algunos de nosotros podamos decir con orgullo que no nos hemos dejado engañar nunca, también podríamos aceptar como deber cívico la responsabilidad de apoyar a nuestros conciudadanos contra la mendacidad de nuestros más altos funcionarios.

Podríamos recordarles que el presidente Polk mintió a la nación sobre las razones para ir a la guerra con México en 1846. No era que éste país hubiera "derramado sangre estadounidense en nuestro propio suelo", sino que Polk, y nuestra aristocracia esclavista, deseaban apoderarse de la mitad del territorio de México.

Podríamos señalar que el presidente McKinley mintió en 1898 sobre las razones para invadir Cuba, diciendo que queríamos liberar la isla del control de España, cuando la verdad era que efectivamente queríamos que España abandonara Cuba para poder ofrecérsela a la United Fruit y otras corporaciones de EE UU. Mintió también sobre las razones de nuestra guerra en las Filipinas, cuando afirmó que sólo buscábamos "civilizar" a los filipinos, cuando la razón real era hacerse con un buen pedazo de tierra en el Pacífico occidental, aunque para ello tuviéramos que matar a miles de filipinos.

Nuestro presidente Thomas Woodrow Wilson –con tanta frecuencia calificado en nuestros libros de historia de "idealista"– mintió sobre nuestras razones para entrar en la I Guerra Mundial, afirmando que era una guerra para "hacer el mundo seguro para la democracia", cuando realmente era una guerra para hacer el mundo seguro para los poderes imperiales occidentales.

Harry Truman mintió cuando dijo que la bomba atómica fue lanzada sobre Hiroshima porque esta ciudad era "un objetivo militar".

Todos mintieron sobre Vietnam: Kennedy sobre la magnitud de nuestra implicación, Johnson sobre el incidente del Golfo de Tonkín, Nixon sobre el bombardeo secreto de Camboya, todos ellos asegurando que se trataba de mantener Vietnam del Sur libre de comunismo, cuando lo que realmente querían era mantener ese país como avanzadilla estadounidense en el confín del continente asiático.

Reagan mintió sobre la invasión de Grenada, afirmando, falsamente, que era una amenaza para nuestro país.

Bush padre mintió sobre la invasión de Panamá, que tuvo como consecuencia la muerte de miles de civiles de ese país. Luego volvió a mentir sobre la razón para atacar Irak en 1991: no se trataba de defender la integridad de Kuwait –¿es alguien capaz de imaginar a Bush afligido por la invasión de este país por Irak?– sino de afirmar el poder de EE UU en un Oriente Próximo rico en petróleo.

Teniendo en cuenta este abrumador récord de mentiras destinadas a justificar guerras, ¿cómo se puede creer al joven Bush cuando expone sus razones para invadir Irak? ¿No deberíamos rebelarnos, instintivamente, contra el sacrificio de nuestras vidas a cambio de petróleo?

Una lectura atenta de la historia podría darnos otros elementos de protección contra la mentira. Podríamos entender que siempre ha habido, y sigue habiendo, un profundo conflicto de intereses entre el gobierno y el pueblo de los Estados Unidos. Este pensamiento resulta perturbador para una mayoría de personas, por cuanto va en contra de todo lo que nos han enseñado.

Se nos ha inducido a creer que, desde el principio, tal como nuestros Padres Fundadores inscribieron en el Preámbulo de la Constitución, éramos "nosotros, el pueblo" quienes establecimos el nuevo gobierno tras la Revolución. Cuando el eminente historiador Charles Beard sugirió, hace ya cien años, que la Constitución representaba no al pueblo trabajador, no a los esclavos, sino a los esclavistas, a los mercaderes y los rentistas, fue objeto de un editorial indignado en el New York Times.

Nuestra cultura exige, en su lenguaje mismo, que aceptemos la comunidad de intereses que nos une los unos a los otros. No debemos hablar de clases. Sólo los marxistas lo hacen, aunque James Madison, "Padre de la Constitución", afirmara ya, treinta años antes del nacimiento de Karl Marx, que había un conflicto inevitable en la sociedad entre aquellos que eran propietarios y los que no lo eran.

Nuestros actuales líderes no son tan francos. Nos bombardean con términos como "interés nacional" "seguridad nacional" y "defensa nacional" como si todos estos conceptos se aplicasen de la misma manera a todos nosotros, blancos o negros, ricos o pobres; o como si General Motors y Halliburton tuvieran los mismos intereses que el resto de nosotros, o como si los de George Bush fueran los mismos que los de los jóvenes que envía a la guerra.

No cabe duda de que, de todas las mentiras dirigidas a nuestro pueblo, esta es la mayor. En la historia de los secretos escondidos al pueblo estadounidense, este es el mayor de ellos: que hay clases sociales que tienen diferentes intereses. Ignorarlo –desconocer que la historia de nuestro país es la historia del propietario de esclavos contra el esclavo, del propietario contra el inquilino, de la corporación contra el trabajador, del rico contra el pobre– es dejarnos desarmados ante todas las mentiras menores que nos cuenta la gente que detenta el poder.

Si nosotros como ciudadanos partimos del entendimiento de que esa gente de arriba –el presidente, el Congreso, el Tribunal Supremo, todas esas instituciones que se supone que garantizar el "equilibrio de poder"– no está pensando en nuestros intereses, entonces estaremos en el buen camino hacia la verdad. Desconocer esto es dejarnos a nosotros mismos desarmados ante una serie de mentirosos a plena dedicación.

La creencia tan firmemente imbuida –no desde nuestro nacimiento, pero sí por medio del sistema educativo y de nuestra cultura en general de que Estados Unidos es una nación particularmente virtuosa, nos deja particularmente vulnerables ante los engaños de nuestro gobierno. Los engaños comienzan pronto, en el primer curso de educación básica, cuando nos obligan a "jurar fidelidad" (antes incluso de que sepamos qué quiere decir esa palabra), y nos fuerzan a proclamar que ésta es una nación con "libertad y justicia para todos".

Y luego están las innumerables ceremonias, en parques o recintos cerrados, en las que se supone que debemos ponernos de pie y agachar la cabeza mientras suena nuestro himno nacional, que anuncia que somos "la tierra de los libres, el hogar de los valientes". Y hay también el himno oficioso "Dios bendiga a América", y la gente te mira con mala cara si te atreves a preguntar por qué Dios debería escoger a esta nación en particular –el 5% de la población mundial para bendecirla con su gracia.

Si partimos de este punto de vista en la evaluación del mundo, es decir, del firme convencimiento de que este país ha sido dotado por la Providencia de cualidades únicas que lo hacen moralmente superior a todos los demás sobre la Tierra, entonces no es probable que cuestionemos al presidente cuando nos comunica que enviaremos a nuestras tropas a este o aquel país, o que bombardearemos por aquí o por allá, a fin de extender nuestras virtudes –la democracia, la libertad y, no lo olvidemos, la libre empresa a cualquier lugar del mundo literalmente dejado de la mano de Dios.

En ese momento, es preciso, si queremos protegernos a nosotros mismos y a nuestros conciudadanos contra políticas que son desastrosas no solo para otros pueblos sino también para el nuestro, que tengamos a mano los datos que ponen en cuestión la idea de una nación virtuosa como ninguna.

Los datos son perturbadores, pero debemos asumirlos si queremos ser honestos. Debemos asumir nuestra larga historia de limpieza étnica, en la que millones de indios fueron arrojados de sus tierras por medio de matanzas y deportaciones forzadas. Y nuestra larga historia, que no hemos dejado aún atrás, de esclavismo, segregación y racismo. Debemos tener presente nuestra larga tradición de conquistas imperiales, en el Caribe y en el Pacífico, nuestras vergonzosas guerras contra países de tamaño inferior a una décima parte del nuestro: Vietnam, Grenada, Panamá, Afganistán, Irak. Y la permanente memoria de Hiroshima y Nagasaki. No es una historia de la que podamos estar orgullosos.

Nuestros líderes han dado por sentado, y han implantado esta creencia en las mentes de mucha gente, que tenemos derecho, por nuestra superioridad moral, a dominar el mundo. Al finalizar la II Guerra Mundial, Henry Luce, con una arrogancia apropiada a su figura de propietario de las revistas Time, Life y Fortune, acuñó el término de "el siglo americano", con lo que quería decir que la victoria en la guerra daba a Estados Unidos derecho a "ejercer sobre el mundo toda la fuerza de su influencia, para los fines que creamos convenientes y por los medios que creamos convenientes."

Tanto el partido republicano como el demócrata han hecho suya esta idea. George Bush, en su discurso de toma de posesión, el 20 de enero de 2005, afirmó que difundir la libertad por todo el mundo era la "exigencia de nuestro tiempo". Años antes, en 1993, Bill Clinton, hablando en una ceremonia de entrega de diplomas en la academia militar de West Point, declaró: "Los valores que han aprendido ustedes aquí (...) podrán difundirlos por todo nuestro país y por todo el mundo, y dar a otras personas la posibilidad de vivir como ustedes han vivido y desarrollar las capacidades que Dios les ha concedido."

¿En qué se basa la idea de nuestra superioridad moral? Sin duda, no en nuestro comportamiento hacia otros pueblos en otros lugares del mundo. ¿Se basa entonces en el alto nivel de vida de la gente en Estados Unidos? En 2000 la Organización Mundial de la Salud publicó su clasificación de países en términos de situación sanitaria general, y EE UU ocupaba el lugar 37 de la lista, aunque gasta más dinero por persona en cuidados de salud que cualquier otro país del mundo. Uno de cada cinco niños de este país, el más rico del mundo, nace en la pobreza. Hay más de cuarenta países que tienen una mortalidad infantil más reducida, entre ellos Cuba. Y hay otro signo evidente de enfermedad social: tenemos la mayor población reclusa del mundo, más de dos millones de personas.

Una estimación más honesta de nosotros mismos como pueblo podría prepararnos para la próxima batería de mentiras que acompañará a la próxima propuesta de imponer nuestro poderío en algún otro lugar del mundo. También podría inspirarnos la elaboración de una historia diferente de nosotros mismos, arrancar nuestro país de las manos de los mentirosos y asesinos que lo gobiernan, y –mediante el rechazo del nacionalismo arrogante unirnos al resto de países de la raza humana en la causa común de paz y justicia.

La mentira organizada

Nota de MIS-XXI

Buscando información en wikipedia topamos esta perla: “Por qué Wiston Churchil fue un criminal”, seguida de esta frase: “Las mentiras de la historia las han escrito siempre los vencedores”.

Nada tan cierto ni tan vehemente para reforzar la tesis sobre la que hemos venido trabajando en los últimos años y que denominamos: “La mentira organizada”.

Desde lo político hasta lo económico, y quizás comenzando por lo religioso, una mentira organizada cubre la realidad de los hechos como forma de gobernar a miles de millones de personas que a través de la historia han sido despojadas de sus derechos humanos, primero que nada, y luego de sus derechos económicos y sociales, hasta empobrecerlas al punto de convertirlas en cosas que se compran y venden en el mercado, al mejor postor.

Un ejemplo de esa mentira organizada es el sistema de gobiernos democráticos que rige al mundo Occidental y que el señor Bush trata de reproducir en Oriente, no importa a que precio: Irak es apenas una muestra de la carne humana que habrá que poner en el altar de este moderno Yahvé.

La democracia es la constitución de unos gobiernos de minorías en los que, la minoría mayor lleva la batuta y la minoría menor le sigue el paso; y en determinados momentos se relevan para darle sensación a la gente de que todo cambia cuando en realidad, todo sigue igual.

La mentira económica es otro adefesio que permite considerar bien alimentada una población de dos personas en donde una de ellas se come al día dos pollos mientras la otra pasa saliva, con lo que las estadísticas nos dirán que esa población tiene un consumo de un pollo diario per cápita.

En la medida en que vayamos cazando estas perlas e interiorizándolas en nuestra razón razonada, podrá irse develando esa caverna platónica que nos tiene encadenados al dominio de unas mentiras por las cuales hoy en día nos hacemos hasta matar.

Bienvenidos a la biografía no autorizada de Wiston Churchil.

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POR QUÉ WISTON CHURCHIL FUE UN CRIMINAL

Las mentiras de la historia las han escrito siempre los vencedores

La Historia perdonó a Churchill; ¿por qué no a Blair y a Bush?

Mickey Z

El 17 de julio de 2003, el Primer Ministro del Reino Unido, Tony Blair, pronunció un discurso ante una sesión conjunta de la Cámara de Representantes y el Senado de los Estados Unidos. El tema de las armas de destrucción masiva estaba, por supuesto, en primer plano.

"Si nos hemos equivocado, habremos destruido una amenaza que fue, como mínimo, responsable de sufrimientos y carnicerías inhumanas", dijo Blair. "Estoy seguro de que la Historia nos perdonará".

La confianza de Blair está bien justificada: la Historia ha sido pródiga en perdones hacia los dirigentes de su país. ¿Cómo explicar, si no, que la revista U.S. News and World Report haya llamado a Winston Churchill "El último héroe" en un artículo de portada del año 2000? Dicho artículo nos informaba de que Churchill creía en la "libertad, el imperio de la ley y los derechos de la persona".

Como el mismo Sir Winston declaró: "la Historia se portará bien conmigo, porque pienso estar entre los que la escriben."

Y precisamente por eso somos tan pocos los que hemos hablado alguna vez de Churchill como criminal de guerra o como racista. En 1910, en su calidad de Ministro del Interior, presentó una propuesta para esterilizar a aproximadamente 100.000 "degenerados mentales" y enviar a otros varios miles de personas a campos de concentración estatales. El objetivo de este proyecto era salvar a la raza británica de la inevitable decadencia en que se sumiría al permitir la reproducción de sus especimenes más ruines.

La Historia ha perdonado a Churchill por su papel en la invasión aliada de la Unión Soviética en 1917. Ministro de Guerra y del Aire en esa época, Churchill describió aquella misión como un intento de "estrangular en su nacimiento" al estado bolchevique. En 1929 escribió: "¿Estaban los Aliados en guerra contra Rusia? Por supuesto que no. Pero le disparaban a los rusos soviéticos nada más verlos. Penetraron como invasores en suelo ruso. Proporcionaron armas a los enemigos del gobierno soviético. Bloquearon sus puertos y hundieron sus barcos de guerra. Desearon su caída y conspiraron concienzudamente para tratar de conseguirla."

Dos años más tarde, Churchill era secretario de estado del gabinete de guerra cuando la Royal Air Force le pidió permiso para utilizar armas químicas contra "árabes recalcitrantes", a modo de experimento. Churchill dio su autorización sin tardanza (sí, como gaseador de kurdos, Churchill se adelantó a Sadam Hussein en más de 70 años).

"Estoy enfáticamente a favor del uso de gas venenoso contra tribus incivilizadas", declaró. Y defendió de nuevo esta misma doctrina en julio de 1944, cuando propuso a sus jefes de estado mayor que utilizaran gas venenoso "o cualquier otro método de guerra del que nos hayamos abstenido hasta ahora" contra los alemanes. A diferencia de lo que ocurrió en 1919, su propuesta fue rechazada... aunque indudablemente la historia lo habría absuelto de todos modos.

En un lenguaje adoptado después por los israelíes, Winston Churchill dijo lo siguiente acerca de los palestinos en 1937: "Yo no creo que un perro en un comedero adquiera derechos sobre el comedero, aunque haya estado tumbado allí mucho tiempo. Yo no reconozco ese derecho. No reconozco, por ejemplo, que se haya cometido una gran injusticia contra los indios de América o los aborígenes de Australia. Niego que se haya cometido una injusticia contra estos pueblos sólo porque una raza más fuerte, una raza de categoría superior -una raza más mundana, para decirlo de otra forma- haya venido a quitarlos de su sitio."

Cuando no estaba ocupado conspirando contra los bolcheviques, gaseando a los incivilizados o comparando a los palestinos con perros, Churchill encontraba tiempo para escribir cartas a su alma gemela, Benito Mussolini. En enero de 1927, Sir Winston le confesaba al Duce, "si yo fuera italiano, estoy seguro de que lo habría apoyado a usted desde el principio hasta el final en su lucha victoriosa contra los apetitos y pasiones bestiales del leninismo". Incluso después de iniciada la segunda guerra mundial, Churchill reservaba un lugar en su corazón para el dictador italiano. En 1940 dijo ante el Parlamento: "No me cabe duda de que es un gran hombre, pero se convirtió en un criminal cuando atacó a Inglaterra."

Independientemente de la criminalidad de Mussolini, Churchill tomó nota de las tácticas del Eje y señaló con indiferencia que "todo el mundo" bombardea civiles. "Es simplemente una cuestión de moda" -explicó- "como los vestidos, que a veces se llevan cortos y a veces largos."

Churchill debía de ser un esclavo de la moda, ya que no tardó en ordenar el bombardeo incendiario sobre Hamburgo, en julio de 1943, durante el cual mató a un mínimo de 48.000 civiles. Luego reclutó a varios científicos británicos para que preparasen "un nuevo clima" en otra ciudad alemana más grande [Dresden].

En sus memorias de la guerra, Winston Churchill se absolvió a sí mismo de las innumerables víctimas civiles que había causado en la matanza de Dresden. "En el último mes realizamos un fuerte bombardeo sobre Dresden"-escribió eufemísticamente- "que entonces era el centro de comunicaciones del frente oriental alemán".

Seguramente los nazis escondían allí armas de destrucción masiva.

28 de marzo de 2006

Alca y TLC para neófitos

Nota de MIS-XXI

Algo muy poderoso y atractivo tiene que estar impulsando a los gobiernos de Colombia y Ecuador a firmar un tratado de libre comercio con Estados Unidos en contra de la inmensa mayoría de sus poblaciones.

El caso más aberrante es el de Ecuador, un país incendiado de punta a punta por la población que se opone al TLC, no obstante lo cual, su gobierno, en medio de ese infierno social, envió a Washington a lo más granado de su tecnocracia a la última ronda de negociaciones.

Semejante desprecio por la opinión popular de un país debe quedar inscrito en la historia nefasta de los tiranos que han ido entregando al neoliberalismo el completo dominio de sus economías a cambio de unas lentejas que el imperio les conserva a sus familiares y amigos más cercanos.

Sobre la estrategia comercial dominante de Estados Unidos sobre Latinoamérica ha corrido mucha tinta. Incluso pareciera atosigante. El Movimiento de Integración Social (MIS-XXI), quisiera entender que ya tenemos suficiente ilustración. Pero el siguiente análisis del economista de izquierda, Claudio Katz, especial para Argenpress http://www.argenpress.info/, es una especie de epílogo que bien vale la pena meditarlo, especialmente por aquellos de buena fe, o incluso movidos por beneficios personales y particulares que en el tiempo serán insostenibles.

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Marzo 27 de 2006

NAUFRAGA EL ALCA

Emergen los bilaterales

Claudio Katz

Economista y profesor de la UBA. Investigador del Conicet y miembro del EDI (Economistas de Izquierda). Especial para ARGENPRESS

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La versión original del ALCA ha fracasado por conflictos entre empresarios, divergencias entre gobiernos y resistencias populares. Este proyecto intentaba reforzar la dominación integral de Estados Unidos sobre Latinoamérica mediante privilegios a los exportadores y corporaciones del norte. La iniciativa fue apoyada dentro y fuera de Estados Unidos por las firmas más internacionalizadas y objetada por los sectores más dependientes de cada mercado interno.

Estados Unidos ya ha lanzado una contraofensiva para suscribir tratados bilaterales que radicalizan la agenda neoliberal y aumentan la indefensión de las economías latinoamericanas. El antecedente de México ha sido nefasto en materia agrícola, laboral y ambiental. El convenio con Chile acentuó la primarización exportadora y las asimetrías con el gigante norteamericano son monumentales en los TLCs negociados con Centroamérica y los países andinos.

La primera potencia busca bloquear la concurrencia europea que se canaliza a través de España. Pero este rival no desafía la hegemonía norteamericana, ni ofrece condiciones de librecomercio más benévolas para América Latina. A diferencia de Europa, Estados Unidos no necesita conformar una estructura estatal asociada para reforzar su hegemonía. Por eso impulsa tratados que desnivelan los mercados de trabajo, impiden monedas comunes y desconocen la existencia de fondos de compensación regional.

En las negociaciones multilaterales de la OMC se verifican las mismas tensiones que han estancado al ALCA. Pero también allí las grandes potencias recurren a alianzas bilaterales para replantear sus exigencias. América Latina no ha perdido relevancia para Estados Unidos, especialmente en el contexto actual de cuestionamiento al neoliberalismo y renacimiento del antiimperialismo.

El proyecto norteamericano de constituir una Area de Libre Comercio para las Américas (ALCA) atraviesa una severa crisis. Una negociación que debía concluir el año pasado está paralizada desde el 2003 por el efecto combinado de conflictos entre grupos capitalistas, divergencias entre gobiernos y resistencias populares.

Las tratativas quedaron definitivamente bloqueadas cuando las disidencias alcanzaron una dimensión inmanejable en torno a 5.300 puntos de conflicto (corchetes en los documentos discutidos). Estas discrepancias obligaron a suspender las conversaciones.

A fines del 2005 Bush intentó relanzar la negociación en la cumbre de Mar del Plata. Lanzó un repentino ultimátum, exigió reiniciar de inmediato las tratativas y logró el apoyo de un significativo bloque de mandatarios. Pero su demanda generó también fuertes críticas y condujo al naufragio del encuentro. Todos los comentaristas resaltaron este fracaso y algunos evaluaron que constituyó un desastre político mayúsculo para el presidente norteamericano (1). Este resultado confirmó que -al menos en su versión original- el ALCA agoniza. ¿Pero cuál es la envergadura de este fracaso? La respuesta depende de la caracterización del tratado.


Significado y funciones


El ALCA es un proyecto de dominación norteamericana de la región. Retoma una meta estratégica de Estados Unidos que asumió distintas formas en los siglos XIX y XX. A diferencia de varios ensayos precedentes el ALCA enfatiza la dimensión económica de esta sujeción. Por eso la iniciativa no es impulsada con los argumentos militares de la guerra fría (“un bloque contra el comunismo”), ni con sus equivalentes actuales (“la batalla contra el terrorismo”). Se resalta, en cambio, la conveniencia del librecomercio con el espejismo de un proyecto optativo. Sus promotores incluso sugieren que una exigencia del imperialismo está sujeta a la decisión soberana de los países latinoamericanos. Pero basta comparar el PBI estadounidense con el vigente en cualquier economía de la región, para notar cuán ridícula es la creencia de una negociación entre pares.

La difusión del ALCA como un proyecto económico oculta que su corolario sería un proceso de recolonización política norteamericana, sostenido en un mayor despliegue del Pentágono. La creciente apertura comercial y las privatizaciones al servicio de las corporaciones estadounidenses requerirían esta cobertura político-militar.

Todos los gobiernos norteamericanos han buscado el control absoluto de la región. Esta tendencia se ha verificado desde los Congresos Panamericanos hasta la formación de la OEA y el “Consenso de Washington”. El impulso hacia esta sujeción deriva de la dinámica expansiva del capital metropolitano sobre sus vecinos más cercanos. Estos territorios forman parte de un área que Estados Unidos siempre incluyó entre sus pertenencias. (2)

El ALCA es la etiqueta contemporánea de esta ambición imperialista, que se expresó en el reiterado intento de constituir la Unión Panamericana (1899, 1902, 1906, 1923, 1933, 1936). Por esa vía se buscó erigir una zona de convenios arancelarios y financieros que garantizaran la primacía de las corporaciones norteamericanas. Este objetivo ha sido explícitamente reconocido en la actualidad por las principales figuras de la Casa Blanca. (3)

El ALCA pretende brindar a esas empresas amplias seguridades de ganancias por sus inversiones. Por eso el convenio incluye controvertidos pagos de patentes, nuevas retribuciones por servicios y ciertos privilegios en futuras privatizaciones. El tratado le otorga status constitucional a estos beneficios y asegura su cumplimiento a través de pactos, obligaciones y verificaciones supranacionales.

El ALCA abre los mercados a los exportadores estadounidenses y establece cambios impositivos y laborales que reducen los costos de las corporaciones radicadas en la zona. Induce, además, el abaratamiento de los salarios que se pagan en Estados Unidos, ya que potencia el chantaje que practican los patrones en las negociaciones con sus trabajadores (amenazas de trasladar plantas a Latinoamérica si no se aceptan menores retribuciones).

El tratado facilita la circulación irrestricta de los productos entre las filiales de las grandes firmas y estimula la re-localización de los procesos de fabricación en las áreas que toleran formas de explotación extrema de los trabajadores. Para eso garantiza la plena movilidad del capital y la creciente inmovilidad de la fuerza de trabajo. El ALCA favorece a los grupos capitalistas más internacionalizados en su competencia con rivales menos globalizados.

Al cabo de varios años de crítica y denuncia, estas finalidades regresivas del ALCA ya no constituyen ningún secreto (4). Lo novedoso ha sido la imposibilidad de implementar el proyecto. ¿Por qué naufragó una iniciativa tan vital para el imperialismo norteamericano?


Las causas de un fracaso


En las negociaciones del ALCA Estados Unidos planteó fuertes demandas, rechazó cualquier concesión y buscó ajustar todos los ítems del convenio a las conveniencias de sus compañías. Esta inflexibilidad condujo al estancamiento de las tratativas. Los negociadores latinoamericanos intentaron mantener las negociaciones, pero a partir del año 2002 objetaron su continuidad.

En términos generales, las discrepancias en torno al ALCA oponen a los grupos exportadores y las firmas internacionalizadas con los sectores menos globalizados y más dependientes de cada mercado interno. Esa división rige dentro y fuera de Estados Unidos y se expresa en un complejo enjambre de intereses.

Los promotores del convenio son las compañías que actúan en la órbita del comercio exterior, las empresas con inversiones regionales y las firmas con mayor competitividad internacional. El grueso de las corporaciones norteamericanas se ubica en alguno de estos segmentos, pero no todas ganarían con la reducción de aranceles.

En el bando latinoamericano promueven el ALCA las empresas que lograrían un mayor acceso al mercado estadounidense. Rechazan el convenio las compañías que perderían posiciones frente a sus competidores foráneos. Pero esta pulseada entre grupos internacionalizados y no globalizados presenta características muy específica en cada bloque.

Dentro de Estados Unidos, el ALCA ofrece grandes ventajas para los grupos exportadores y las compañías ya instaladas en Latinoamérica. Promete importantes lucros para las firmas que operan en los servicios (especialmente financieros) y en actividades muy dependientes de los contratos de propiedad intelectual (informática, farmacéuticos). El convenio en cambio desfavorecería a los sectores protegidos de la industria (acero) y el agro (azúcar), que deberían afrontar la concurrencia de los exportadores latinoamericanos.

Aunque el sacrificio de apertura que debe ofrendar Estados Unidos es muy pequeño en comparación a lo que obtiene, los negociadores de Bush no tuvieron contemplaciones. Colocaron sobre la mesa el poderío imperialista para imponer sus demandas sin ninguna contrapartida, porque necesitaban utilizar las concesiones de Latinoamérica para compensar a los perdedores norteamericanos del acuerdo. Por esa vía esperaban asegurar la aprobación legislativa del ALCA. Pero esta política de tensar al máximo las tratativas desembocó en un gran fracaso.

El ALCA conduciría a ampliar los convenios de librecomercio que ya tienen varios países con Estados Unidos. En México promueven esta extensión los sectores locales asociados con la fabricación en las maquiladoras y en Chile alientan la misma ampliación, los exportadores de productos agrícolas (minería, fruticultura, madera, energía o insumos industriales básicos). En cambio, resisten el ALCA en ambos países, los grupos empresarios locales que ya sufrieron los demoledores efectos de la apertura arancelaria.

Los países del Cono Sur están menos integrados a la esfera comercial norteamericana y frente al ALCA las clases dominantes oscilan entre la tentación y el terror. Observan el ingreso al mercado estadounidense como una gran oportunidad de negocios, pero temen las consecuencias de la liberalización importadora.

En Brasil y Argentina los sectores exportadores más favorables al tratado (acero, jugo de naranja, soja, carne) chocan con la oposición de muchos grupos industriales y financieros locales. Estas fracciones mantienen ventajosas relaciones con el sector público y perderían influencia con la ampliación de las normas de competencia que contempla el ALCA. La concurrencia con los grupos foráneos afectaría su dominio de los mercados nacionales y también la preponderancia lograda en los países vecinos.

En este intrincado contexto el gobierno norteamericano no pudo encarrilar la negociación. Las alianzas que intentó forjar Bush con presidentes y latinoamericanos fracasaron, porque la capacidad de Estados Unidos para garantizar obediencia en su patio trasero ha decrecido significativamente en los últimos años.

La resistencia popular que suscitó el ALCA transformó las discrepancias de los negociadores en un conflicto irresoluble, especialmente cuándo las tratativas perdieron carácter secreto. Sin este rechazo de los movimientos sociales las negociaciones habrían continuado y quizás prosperado.

La crisis actual del ALCA obedece a este empalme de divergencias por arriba y cuestionamientos por abajo. Es importante registrar ambos procesos para no sobrevalorar uno u otro condicionante. Los funcionarios rechazaron el convenio bajo la presión conjunta de ambas situaciones. No podían firmar el tratado con el aval exclusivo de los grupos empresarios, ni actuaron tomando únicamente en cuenta la opinión de la población. Bajo el efecto conjunto de las tensiones entre capitalistas y las objeciones populares, el ALCA no se aprobó. ¿Pero ha sido definitivamente derrotado?


Convenios bilaterales


El imperialismo ya lanzó un programa sustituto. Esta contraofensiva promueve el reforzamiento de los tratados de librecomercio ya existentes (México y Chile), la ratificación de nuevos convenios (Centroamérica y Republica Dominicana) y la negociación de otros acuerdos (Panamá, Perú, Colombia y Ecuador). Esas iniciativas indican que solo la versión inicial del tratado o su parche posterior (un “ALCA Light”) quedaron fuera de la escena. Estados Unidos ya ha lanzado el mismo producto con un nuevo envase. Es cierto que el “ALCA ha sido derrotado”, pero únicamente en la desmesurada modalidad original que contemplaba “un solo tratado desde Alaska hasta Tierra del Fuego”. El gran número de acuerdos bilaterales que está suscribiendo Estados Unidos con países latinoamericanos ilustra como se recrea esta iniciativa. (5)

En la cumbre de Mar del Plata Bush comprometió a número importante de gobiernos con la defensa de esos tratados (TLCs). Incluso logró sustituir las conversaciones en bloque por tratativas bilaterales que favorecen las exigencias de un gigante frente a interlocutores débiles y dispersos. Estos acuerdos radicalizan la agenda neoliberal e incorporan reclamos que los norteamericanos mantuvieron en reserva durante las conversaciones del ALCA.

Los nuevos TLCs introducen inéditas obligaciones (privatizaciones de la salud), extienden los derechos de propiedad intelectual a sectores impensados (plantas, animales) e incluyen temas soslayados en convenios anteriores (servicios financieros y telecomunicaciones). (6)

Estados Unidos obtiene con más facilidad sus objetivos en los convenios con pequeños socios que en las negociaciones con todo un bloque. Además puede impedir por este camino la eventual renegociación de lo ya suscripto. Un conjunto de cláusulas garantizan la continuidad de los tratados, aunque sus efectos sean catastróficos para los países latinoamericanos.

Los acuerdos bilaterales apuntan hacia dos situaciones diferentes. Por un lado jerarquizan la instalación de plantas de ensamblaje industrial (electrónica, indumentaria, automotores) en los países de Centroamérica próximos al mercado estadounidense. En otros casos (Sudamérica) se promueve la exportación de los recursos naturales más requeridos por la economía metropolitana. Ambos cursos acentúan la dependencia de la estructura productiva latinoamericana del ciclo de negocios estadounidense. (7)

Las clases dominantes latinoamericanas que firman convenios bilaterales no desconocen estos nocivos efectos, pero aspiran a compensarlos mediante un significativo aumento de exportaciones hacia Estados Unidos. Los ganadores y perdedores de esta ecuación son grupos económicos muy distintos, pero el balance es invariablemente adverso para las mayorías populares. Cada nuevo TLC aumenta la pobreza, la desocupación, la degradación de los salarios y la polarización del ingreso en la región. Cuánto más pequeños son los países suscriptores, mayor es la desprotección frente al coloso norteamericano. Esta indefensión se traduce en la destrucción de la pequeña agricultura y la pulverización de las viejas (e integradas) industrias locales.

El nuevo empleo que generan las maquiladoras no compensa la destrucción de puestos de trabajo que provoca la masiva importación de productos foráneos. Por eso la emigración se multiplica y se generaliza una relación de dependencia entre los convenios y las remesas que envían los trabajadores expatriados. Los negociadores estadounidenses han convertido el otorgamiento de visas de trabajo en un gran instrumento de presión en cualquier tratativa.

Las remesas de los emigrantes latinoamericanos involucran sumas que ya superan la inversión extranjera directa (45.800 millones de dólares frente a 44.000 millones en el 2004) (8). Estas divisas son principalmente giradas hacia México, Brasil y Colombia, pero representan una porción más significativa de los recursos que arriban a los pequeños países de Centroamérica o del Area Andina. En estos casos los ingresos superan ampliamente a cualquier rubro de exportación. Los bancos norteamericanos están actualmente interesados en formalizar la circulación internacional subterránea de estos fondos. Buscan controlar el tránsito de estos flujos para apropiarse -a través del cobro de comisiones- de una porción significativa de estos ahorros.

Con la firma de cada TLC se agrava el problema de los emigrantes porque estos convenios aumentan el empobrecimiento, que obliga a los desamparados a escapar hacia el Norte. Estados Unidos pretende lograr tres objetivos contradictorios: controlar la afluencia de trabajadores, manejar las remesas y regular la explotación laboral de los indocumentados. Por eso ajusta permanentemente las cláusulas de las negociaciones bilaterales y enfrenta creciente dilemas en cada tratativa.

Balance de los antecedentes

Una forma de evaluar los tratados bilaterales es observar que sucedió con el convenio que mantiene México con Estados Unidos (NAFTA). Este tratado rige desde hace más de una década y sus defensores resaltan que ha facilitado la modernización del país. Afirman que permitió duplicar las exportaciones y triplicar la inversión extranjera, sin aclarar como se alcanzaron esas metas. (9)

Desde la vigencia del convenio la tasa de crecimiento ha sido inferior al promedio de las décadas precedentes y la creación de empleo fue muy baja en comparación con el incremento de 45% que registró la productividad. Más de un tercio de la población trabaja en el sector informal y el aumento de la pobreza acompañó a la contracción de los salarios. La crisis rural se multiplicó bajo el impacto de importaciones masivas de alimentos y el desastre provocado por el descontrol de las inversiones ya alcanza proporciones alarmantes. Entre 1985 y 1999, la erosión del suelo aumentó 89% y la polución del aire se incrementó en un 97%. Ningún beneficio del NAFTA compensa este desastre ambiental. (10)

El convenio afianzó el modelo de especialización exportadora. Este esquema se basa en el intercambio intrafirma y la adquisición de insumos extranjeros. Sustituyó formas embrionarias de articulación industrial interna por un modelo de ensamblaje fabril, controlado por las corporaciones norteamericanas que operan a ambos lados de la frontera. Las maquilas obstruyen el desarrollo del mercado interno y desarticulan las cadenas productivas preexistentes.

Este esquema se nutre de la explotación de una fuerza de trabajo joven, mal remunerada, poco calificada y sometida a exigencias laborales infrahumanas (11). El avasallamiento de los derechos laborales es cotidiano y se sostiene en la ausencia (o mal funcionamiento) de los organismos que debían controlar los atropellos patronales.

El convenio con Chile jerarquiza otro aspecto de las tratativas bilaterales: la exportación de recursos naturales. A cambio de ciertos beneficios para vender fruta, pescado, maderas y minerales, el país mantiene un nivel de protección arancelaria inferior al promedio de cualquier país sudamericano. Por eso los pequeños comerciantes e industriales soportan una competencia externa devastadora. Este esquema acentúa la primarización y potencia la desigualdad social. La quinta parte más rica de la población chilena se apropia actualmente del 56% del ingreso nacional, mientras que el quinto más pobre solo obtiene el 4% de ese total. (12)

Los tratados que vertiginosamente se han firmado con Centroamérica (CAFTA) combinan delo de la maquila con la exportación primarizada. Bush logró a mitad del 2005 la aprobación legislativa de estos convenios. Sancionan una asimetría escandalosa con seis economías que no equivalen siquiera al 1% del PBI norteamericano. Los acuerdos incluyen todas las exigencias estadounidenses en materia de propiedad intelectual, compras gubernamentales, aperturas de servicios y facultades de tribunales extranjeros, que no prosperaron con el ALCA Además, implican la erección de una infraestructura de puertos, canales y carreteras (Plan Puebla Panamá), rodeadas de bases militares estadounidenses y adaptada a las necesidades de las corporaciones norteamericanas. (13)

Finalmente se encuentran muy avanzadas las negociaciones de los TLCs Andinos. Estados Unidos suscribió un convenio con Colombia que incorpora cláusulas muy adversas para la agricultura de ese país. La expectativa de un tratamiento más benévolo hacia el gobierno sudamericano predilecto de Bush ha quedado completamente defraudada. (14)

Es probable también que las tratativas progresen con Ecuador si se concluye el acuerdo con Perú. La letra chica de estos compromisos es más draconiana de lo suscripto en el CAFTA. A cambio de concesiones muy puntuales para exportaciones de baja relevancia (espárragos, flores), Estados Unidos impone el ingreso masivo de sus productos y capitales en los dos países. (15)

Notas:

1) No se logró consensuar una declaración conjunta y la cumbre concluyó sin una nueva agenda a la vista. Oppenheimer Andrés. “En camino hacia la división del hemisferio”. La Nación, 6-11-05.

2) Morgenfeld describe este expansionismo. Morgenfeld Leandro. “ALCA: ¿a quién le interesa?”. Ediciones Cooperativas, Buenos Aires, 2006.

3) El propósito del ALCA es “garantizar a las empresas estadounidenses el control de un territorio que se extiende desde el Artico hasta la Antártida y el libre acceso sin ninguna clase de obstáculos para nuestros productos, servicios, tecnologías y capitales por todo el hemisferio”. Colin Powell, citado por Boron Atilio. “La mentira como principio de política exterior de Estados Unidos hacia América Latina”. Foreign Affaire (en español) enero-marzo 2006.

4) Hemos expuesto nuestra visión en: Katz Claudio-“El abismo entre las ilusiones y los efectos del ALCA”. Revista Nueva Sociedad, n 174, julio-agosto 2001, Editorial: Nueva Sociedad, Caracas

5) Algunos analistas resaltan solo la derrota de Bush y otros la combinación de fracaso y contraofensiva. Benedetti Jorge. “2005: el año que derrotamos el ALCA”. El Economista de Cuba, enero 2006. La Habana.

6) Gudynas Eduardo. “Regresa la sombra del ALCA” Correspondencia de prensa n 9039, 10-11-05

7) Un análisis de estas negociaciones ofrecen: Lander Edgardo. “¿Modelos alternativos de integración? Proyectos neoliberales y resistencia populares. Revista OSAL, n 15, enero 2005, Buenos Aires. Estay Reyno Jaime. “América Latina en las negociaciones comerciales multilaterales y hemisféricas”. La economía mundial y América Latina, Clacso libros, Buenos Aires, 2005.

8) Puyana Alicia. “Introducción”. La integración económica y la globalización. Nuevas propuestas para el proyecto latinoamericano. Plaza y Janés, México, 2003.

9) Jubileo. Auditoria de la deuda-América Latina y el Caribe. Folleto al FSM-Caracas enero 2006.

10) Esta defensa plantea: Delvin Robert. “El área de libre comercio de las Américas. Expectativas de largo plazo”. La integración económica y la globalización. Nuevas propuestas para el proyecto latinoamericano. Plaza y Janes, México, 2003.

11) Wise Timothy. “NAFTA Untold Stories”, IRC, June 2003

12) Garza Toledo Enrique. “NAFTA, manufactura y trabajo”. NAFTA y MERCOSUR. Procesos de apertura económica y trabajo, FLACSO, 2003.

13) Restivo Néstor. “Estampa de una economía rica y un reparto desigual”. Clarín, 6-1-06.

14) Aguilar Carlos. “Mesoamérica en la hora de la resistencia popular”. OSAL n 13, enero-abril 2004, Buenos Aires.

15) RECALCA. “Colombia: Entrega total” Red Colombiana de Acción frente al Libre Comercio y el ALCA”, Bogotá, 3-2-06

16) Ruiz Caro Ariela. “Repercusiones del fracaso de la OMC en Cancún en la conformación del ALCA”. Estay Jaime, Sánchez Germán. El ALCA y sus peligros para América Latina, CLACSO libros, Buenos Aires, 2005.

27 de marzo de 2006

Democracia al banquillo

Nota de MIS-XXI

El ex candidato a la Cámara por Bogotá, Eduardo Sarmiento, denuncia que en Colombia se acabó el voto de opinión. A su juicio, por lo menos el 90 por ciento del electorado nacional está influenciado de distintas formas, entre otras, por el dinero mal y bien habido.

Sarmiento, uno de los economistas latinoamericanos más sólidos en su cuestionamiento al modelo neoliberal, explica que en la política colombiana se está dando eso que en economía se conoce como ‘información asimétrica’ porque, en su opinión (…) “las empresas electorales tienen una información clara de los beneficios de la compra del voto y el vendedor no tiene ninguna información sobre su valor de mercado”.

El análisis de Sarmiento está contenido en su habitual columna de la edición impresa de El Espectador www.elespectador.com, sección ‘negocios’, (25-03-06).

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Bogotá, lunes 27 de marzo de 2006

La estadística de las elecciones


Eduardo Sarmiento

Sin duda, el resultado más alarmante en las elecciones al Congreso fue la extinción del voto de opinión. El sistema electoral, por la vía de la confusión, retornó al país a las épocas de peor clientelismo y utilización del dinero lícito e ilícito en la contienda. La abstención en las listas del Senado correspondió a 65% y la de la Cámara a 70%. Aún más diciente, las personas conocidas por sus contribuciones a la nación y su comportamiento ético, corrieron con menor fortuna que aquellas cuestionadas por sus vínculos con los grupos ilegales.

En Bogotá, considerada como la ciudad del electorado de opinión, la votación para la Cámara de Representantes bajó considerablemente en relación con 2002. El representante más votado apenas alcanzó el 1,5% de la votación total, lo que revela el predominio de pequeños crepúsculos electorales. En algunos partidos, las primeras votaciones las obtuvieron los candidatos con empresas electorales y relaciones familiares con el Concejo y otros grupos políticos.

Lo más preocupante es la enorme discrepancia entre las encuestas y la realidad. En todas las encuestas, la abstención correspondía al 30% de los votantes y la cifra real fue del doble.

El primer golpe al voto de opinión provino de la Registraduría. En abierta contradicción con la Constitución, que establece el voto preferente como un medio para que los electores escojan el nombre del candidato, la Registradora redujo este mandato a una sigla del partido y a un número. Personas que construyeron un nombre durante treinta años, se vieron abocadas a incurrir en cuantiosos gastos de publicidad para que los electores memorizaran su número. En la práctica, el sistema electoral es tan absurdo como una lista telefónica en la cual aparece primero el barrio y la dirección de la casa, y luego el nombre del ciudadano.

El aspecto más grave es el del poder del dinero en un juego en donde unos pocos individuos están en condiciones de explotar a muchos asediados por las necesidades. Es la típica situación de información asimétrica, que constituye una de las teorías económicas modernas de mayor aceptación general. Las empresas electorales tienen una clara información de los beneficios de la compra del voto y el vendedor no tiene ninguna información sobre su valor de mercado y está expuesto a grandes presiones por la subsistencia. En la práctica adquieren un poder monopólico que redunda en un incentivo infinito para adquirir y comprar los votos. Por eso, no son extrañas las altas votaciones de los candidatos cuestionados por vínculos con el paramilitarismo.

Lo anterior fue exacerbado por la reforma política que institucionalizó la comercialización del voto. En la actualidad los candidatos obtienen una reposición de 3.500 pesos por cada voto. Quienes tienen mayor disponibilidad de recursos para comprar votos, son los mismos que reciben una mayor subvención del Estado.

En las últimas décadas el país adoptó todo tipo de reformas para fortalecer el voto de opinión. Se modificaron los sistemas electorales, se introdujo el voto preferente, se estableció la financiación de las campañas, se adopto la cifra repartidora para desestimular las operaciones avispa. Al igual que ocurrió en muchos frentes de la vida nacional, las reformas han sido un total fracaso. El sistema electoral, el ingreso del dinero en las campañas políticas y la financiación introducida por la reforma política incrementaron la influencia del clientelismo, las empresas electorales y la compra de votos, y terminaron bloqueando el voto de opinión. El balance no podía ser más preocupante. La abstención electoral representa el 65% de los votantes, el 15% de los votos son anulados y más de las dos terceras partes de la votación provienen de maquinarias electorales y de la movilización de recursos para influir el voto.

No es aventurado afirmar que la votación libre para Congreso no corresponde a más de 10% de la población. En tales condiciones, no puede haber corte de cuentas sobre la gestión de los congresistas, ni sanciones por el comportamiento ético y profesional, ni fidelidad entre lo que se promete y lo que se hace.

Definitivamente, los congresos no son capaces de reformarse a sí mismos. La sociedad colombiana quedó en deuda de acudir al constituyente primario para adelantar una gran reforma que amplíe la participación ciudadana en las elecciones, le ponga freno a la afluencia de los recursos privados y públicos y proteja el voto de opinión.

Bush, el terrorista

NOTA DE MISS-XXI

El excelente escritor en que se ha convertido William Ospina con su primera novela Ursúa, no le ha ‘robado’ al periodismo al magistral columnista.

Ospina se caracteriza por ser uno de los escritores mejor documentados del país. Es decir, no sólo marca sus escritos con su impronta ideológica, sino que los soporta con estadísticas incuestionables y comillas precisas.

Este análisis del embrollo armado por Bush y sus secuaces en Irak es de lo mejor que podamos encontrar desde todo punto de vista objetivo, incluso haciendo abstracción de posiciones ideológicas.

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Cromos, 26 de marzo de 2006

EL NAUFRAGIO

WILLIAM OSPINA

Los Estados Unidos todavía siguen llamando posguerra a la espantosa guerra de ocupación que libran en Iraq y que según Iyad Allawi se ha convertido ya en la guerra civil que todos temían.

"Perdemos cada día entre 50 y 60 personas -dijo el ex primer ministro-, si eso no es guerra civil, entonces solo Dios sabe qué será".

Mientras en la Casa Blanca Bush reafirmaba en un dialecto cada vez más pobre y ante una opinión pública cada vez más escéptica la validez de la guerra preventiva, mientras Dick Cheney se esforzaba por demostrar que la guerra civil no ha estallado todavía, mientras Donald Rumsfeld explicaba que los Estados Unidos no pueden retirarse de Iraq porque eso sería como entregarles nuevamente Europa a los nazis, Francis Fukuyama, ex filósofo del neoconservatismo y uno de los ideólogos de la estrategia de supremacía global de los Estados Unidos tras la guerra fría, que tanto ha fascinado a Bush y sus muchachos, daba marcha atrás en su nuevo libro Estados Unidos en la encrucijada, donde declara que la guerra fue un error y que es preciso "abandonar la retórica de la guerra global contra el terrorismo y promover el desarrollo político y económico en el exterior".

Pero eso no es todo, para malestar de los huéspedes de la Casa Blanca, Fukuyama ha declarado que esto ya no puede hacerlo Bush: "Reparar la credibilidad estadounidense no será un asunto de mejores relaciones públicas; requiere un nuevo equipo y nuevas políticas".

Ello sólo significa que ya empezó la desbandada, ante la inminencia del hundimiento.

George Hill, del Washington Post, ha declarado que "Iraq es ahora más peligroso que antes", y Andrew Sullivan, de The New Republic, expresó que ante el tamaño del fracaso "la respuesta correcta no es más propaganda sino un sentido de vergüenza y tristeza".

Esas reacciones no son hechos aislados. La popularidad del presidente Bush se ha despeñado de tal manera que sólo lo respalda el 33 por ciento de los ciudadanos, en el mismo momento en que su aliado de siempre, Tony Blair, por causa de la corrupción en su partido, ha descendido al 36 por ciento.

La coalición invasora se deshace, con el retiro sucesivo de las tropas de varios países, y hasta Italia, que tendrá elecciones en abril, vive la expectativa del retiro de sus 2.600 soldados en caso de ganar la alianza de oposición a Berlusconi.

En la conmemoración de los tres años de la invasión, miles de manifestantes han vuelto a salir a las calles en Roma y en Londres, en Corea y en Australia: no ya, como al comienzo, para tratar de hacer entrar en razón a los Estados Unidos del peligro de hundirse en un pantano bélico sin horizontes, sino para exigir a los estúpidos invasores que paren su inútil carnicería y que dejen de insistir en el discurso irreal de una lucha contra el terrorismo que hace rato se transformó en lo que decía combatir, que hace rato es una guerra terrorista, emprendida por el odio, justificada por la mentira, agravada por la torpeza y perpetuada por la soberbia de una camarilla ignorante y prepotente.

En efecto, la guerra fue una retaliación a ciegas contra el primer cordero expiatorio que Bush encontró en su camino, después del holocausto del 11 de septiembre.

El petróleo estaba en el trasfondo de esa invasión, pero, para justificarla, los gobernantes argumentaron la patraña de las armas de destrucción masiva, y sostuvieron la mentira a sabiendas hasta cuando ya no era posible ocultar las evidencias.

Pero después del magno crimen de la invasión vino la torpeza de reemplazar al viejo general retirado Jay Garner, quien había rechazado con sensatez la idea de disolver las instituciones operantes del país invadido, entre ellas el ejército iraquí, todo lo que garantizaba hasta entonces una precaria estabilidad.

Garner fue reemplazado el 9 de mayo de 2003 por Paul Bremen "el elegante procónsul", como lo llaman los periodistas franceses, "que no entiende una gota de árabe y que lo ignora todo de la historia del Medio Oriente". Bremen se dejó arrullar por una corte de exiliados iraquíes, los mismos que convencieron a la administración de la existencia de las armas de destrucción masiva, y bajo el mando de este procónsul fueron disueltos el ejército, la policía, la administración y todas las instituciones indispensables para la supervivencia del país.

Fue así como, además del bombardeo masivo y de las incontables muertes civiles, Iraq se disgregó en la anarquía, y centenares de miles de hombres de guerra se hallaron sin trabajo, listos para engrosar las filas de las guerrillas de resistencia y de venganza.

Las cifras oficiales hablan de casi 40.000 muertos civiles en tres años de ocupación, pero las cifras no oficiales temen que puedan ser cuatro veces más.

Los soldados muertos de los Estados Unidos han superado ya la cifra de 2.300 y los heridos se acercan a 17.000, lo que agrava el creciente malestar de la opinión pública norteamericana, que ahora rechaza mayoritariamente la guerra.

El representante demócrata John Murtha exigió en noviembre de 2005 una retirada inmediata de las tropas que ocupan Iraq, porque algunos oficiales le explicaron que el ejército estaba al borde de la ruptura. Pero Bush y Cheney y Rumsfeld saben que abandonar a Iraq después de haberlo destruido, y sin dejar allí impuesto ningún control real, es dejar suspendida una amenaza sobre Occidente mucho peor de la que existía la víspera del 11 de septiembre.

La verdad es que el ejército norteamericano cuenta con un millón de hombres, pero menos de 400 mil pertenecen a unidades combatientes, ya que el resto corresponde sobre todo a soporte logístico o está en la aviación y en la marina.

Al parecer, sólo 150 mil hombres de esas tropas de primera línea son unidades de activo, las otras proceden de la Guardia Nacional y de la Reserva.

Los Estados Unidos son todopoderosos por su tecnología militar, sus bombarderos, sus barcos de guerra y sus arsenales, pero no tiene su costado fuerte en las tropas de combate, no sólo porque hay que justificar ante la sociedad el riesgo de muerte, y la muerte, sino porque cada brigada en acción requiere una, o dos, listas a tomar el relevo.

Los expertos saben que "es muy difícil y muy costoso mantener un ejército de 150 mil hombres por un largo período en un frente de guerra".

"El sistema -añaden- no está concebido para mantener a la distancia, largo tiempo y en condiciones de combate difíciles, a unidades no profesionales". Ello sin contar con que Estados Unidos no sólo tienen tropas en Afganistán y en Iraq.

Como consecuencia de la guerra de Vietnam el reclutamiento forzoso fue abandonado en 1973, pero la campaña de reclutamiento de voluntarios en el 2005 fue tan difícil que de 80 mil soldados que se esperaban sólo se consiguieron 73 mil.

Ya les está tocando reclutar muchachos entre los 17 y los 23 años, y están reduciendo las exigencias de preparación física y de nivel educativo. A esto lo ha llamado Fred Kaplan "el embrutecimiento del ejército estadounidense".

El Pentágono, incluso, ha pedido llevar a los 42 años el límite de edad para los enrolados, que hoy está en 35. Por eso los Estados Unidos prefieren guerras fulminantes y relámpago como la del Golfo de hace 15 años, con un máximo de precisión en los blancos y un mínimo de víctimas propias, y temen como al diablo los combates cuerpo a cuerpo como los que impone la guerra de guerrillas.

De modo que la prolongación del conflicto resulta algo grave para el ejército norteamericano. Y haber permitido que la guerra llegara a esta fase puede haber hecho de Iraq una catástrofe irreversible.

Pero sobre todo es grave cuando la guerra se torna cada vez más injustificada, y cuando al gobierno le toca orquestar partituras tan complicadas como la de esta semana, cuando a siete voces los miembros de la administración vociferaban aquí sobre las ventajas de la guerra preventiva, negaban allá la existencia de una guerra civil, argumentaban más allá la inconveniencia de retirarse, amenazaban a Irán, amonestaban a Corea, hacían advertencias a China, lanzaban exhortaciones a Rusia y denunciaban a Cuba y a Venezuela, como tratando de convencerse de que son de verdad los superhombres que ya todo el planeta sabe que no son, y tratando de convencer a su propio pueblo de que lo suyo es una estrategia política y no un caos de costosas improvisaciones.

Todas esas voces que gritan y claman de la proa a la popa, que hacen discursos altisonantes que nadie cree, que invocan unas certezas cada vez menos evidentes, que se aferran de unos manifiestos que han envejecido décadas en unos cuantos años, no son el coro de un ejército triunfal que impone su ley sobre el mundo, son más bien el bullicio destemplado que se abre camino cuando empieza a tomar cuerpo la evidencia del naufragio.

HACE RATO ES UNA GUERRA TERRORISTA, EMPRENDIDA POR EL ODIO, JUSTIFICADA POR LA MENTIRA, AGRAVADA POR LA TORPEZA Y PERPETUADA POR LA SOBERBIA

24 de marzo de 2006

Preguntas de más del millón

Nota de la redacción

Ramón Elejande presidió el Directorio Liberal de Antioquia hasta las pasadas elecciones con gran éxito, pues, no sólo fue de los pocos departamentos en donde el liberalismo sacó una mayoría determinante, sino que es bien meritorio derrotar en su propia tierra al dominante Uribe.

Sus columnas que publica en primera instancia ‘Periodistas Asociados’, bajo la dirección del incansable Rodrigo Jaramillo, son picantes, tajantes y expresivas, pero sobre todo, muy bien documentadas.

Esta última es de una contundencia inapelable:

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Por
Ramón Elejalde Arbeláez

Me inquietan algunos interrogantes que le voy a plantear a mis amables lectores: ¿Cómo hicieron los grupos económicos que dirigen los empresarios Sarmiento Angulo y Santodomingo para triplicar sus fortunas en dos años, según la revista internacional Forbes? ¿Cómo un empresario o un conglomerado económico pueden incrementar su riqueza de mil quinientos millones a cuatro mil quinientos millones de dólares, en tan corto tiempo? ¿Los negocios que realizaron fueron tan buenos? ¿Las actuales políticas económicas del Gobierno Uribe Vélez en materia de exenciones tributarias, venta de bancos y activos del estado, reformas laborales y exoneración de pagos de impuestos (léase negocio de Sab Miller) fueron las que permitieron este milagro económico? ¿No es afrentoso y doloroso que mientras los medios de comunicación reseñan los éxitos económicos de dos poderosas familias, por otro lado nos digan y cuenten esos mismos medios del enorme abandono y miseria que viven los habitantes del Chocó y el sesenta por ciento de los colombianos? ¿Cómo explicar que triunfadores económicos y miserables compartan la felicidad frente al Gobierno que protege y beneficia únicamente a los primeros? ¿Terminará el "Banco de los pobres" o "De las Oportunidades", que piensa fundar el Gobierno, entregado en pocos años al señor Sarmiento Angulo?

Pero tengo más preguntas de otro orden: ¿Quién mueve a los columnistas y a los medios de comunicación afectos al Gobierno a iniciar una campaña en contra de Horacio Serpa y por consiguiente del partido Liberal, haciendo ver a Carlos Gaviria como una mejor opción que la de Serpa? ¿A los creadores de esta perversa estrategia se les vendrá en contra? ¿Está en manos de los asustadizos el partido Liberal? ¿Es posible aceptar unas reglas de juego dentro de un partido político pero cuando los resultados no les son afectos a algunas personas, desconocer esas reglas de juego?

¿Quién nos explica de dónde salió tanto dinero para unas campañas en las pasadas elecciones parlamentarias? ¿Cómo así que el partido de la "U" gastó el día anterior al certamen electoral una suma cercana a los mil millones de pesos en publicidad? ¿Recibirá nuevamente el Presidente Uribe Vélez a los "purgados" de las listas uribistas? ¿Es tan cierto su amor por los votos, como lo afirmó en una reunión con los conservadores, que ya le perdonó y purificó a Colombia Viva y a Convergencia Ciudadana? ¿En este caso también jugará el Presidente como suele hacerlo?

ramone@epm.-net.co

El Ministerio de Comunicaciones en prueba contrarreloj

Por Frat Quintero

El gobierno colombiano, en particular el Ministerio de Comunicaciones, ha venido postergando la definición política de una serie de temas estructurales que indudablemente requieren de un proceso profundo de análisis y de una pronta resolución.

En primer lugar está la reglamentación de todos aquellos servicios, tradicionales y nuevos que hagan uso del protocolo Internet (IP) como la Telefonía IP; está también el tema de la distribución de los recursos del Fondo de Comunicaciones a los programas de servicio universal y el mecanismo de subsidios y contribuciones, y por último, las necesarísimas reformas a los servicios postal y de televisión (incluida la Comisión Nacional de Televisión en el paseo).

La demora en fijar posiciones frente a cada uno de los anteriores temas influye negativamente en la confianza de los inversionistas y de los operadores establecidos, y aunque lo anterior pudiera sonar paradójico debido a que en estos momentos inversionistas como TELMEX, TELEFONICA y VODAFONE han declarado su interés en invertir en el sector (subastas de TELECOM y OLA), lo cierto es que lo anterior corresponde a una estrategia de mercado en el continente y no a méritos propios del mercado nacional de las telecomunicaciones.

En últimas, la desconfianza de los inversionistas y operadores mueve hacia abajo la valoración de los servicios y activos del sector con la consecuente destrucción y pérdida de valor de las empresas.

El sector colombiano de las telecomunicaciones está a punto de sufrir, tal vez la más grande transformación desde que se liberalizó la prestación de lo servicios y el uso de las redes hace ya más de un decenio. Ahora, las grandes ligas van a competir en nuestro patio, es decir, con nuestras reglas de juego; con todo su poder económico y político. Si no encuentran un sector estructurado, bien parado y fortalecido, van a pasarnos por encima.

Espero que no sea demasiado tarde.