28 de septiembre de 2009

Unas elecciones para olvidar

Resultó desalentadora la jornada electoral del pasado 27 de septiembre en la que el liberalismo y el Polo eligieron popularmente a sus candidatos presidenciales con una lánguida votación de menos de un millón 500 mil votos que escasamente supera el 5 por ciento del potencial electoral estimado en 29 millones.
La lectura de esos resultados puede tener muchos ángulos. Todo depende del color del cristal con que se mire.
Los uribistas podrán decir que el único ganador fue Uribe y los antiuribistas que el único perdedor fue el país.
Digan lo que digan, las elecciones desde todo punto de vista fueron un fracaso que le costó al Estado 57.000 millones de pesos que seguramente habrían quedado mejor invertidos en vivienda de interés social; en salud, educación o empleo; en cualquier cosa de tantas que adolece la sociedad colombiana, menos en ese embeleco electoral.
Los elegidos, Rafael Pardo por el liberalismo y Gustavo Petro por el Polo no pasan de ser unos ‘candidaticos’ que ni siquiera alcanzaron la mitad más uno de los votos registrados por sus partidos en la consulta del 2006 en donde el liberalismo obtuvo 2,5 millones de votos y el Polo 1,5 millones.
El ganador liberal, en esta oportunidad Rafael Pardo, triunfa con una votación de 376.739 votos, es decir el 15 por ciento; y en el Polo, Gustavo Petro obtiene 223.627 que representan menos del 15 por ciento.
El resultado liberal, visto en conjunto es algo así como de… “no te lo puedo creer”. Los siete precandidatos: Pardo, Aníbal Gaviria, Gómez Méndez, Cecilia López, Héctor Helí, Marulanda y Alfonso López III no sacaron ni siquiera el millón y medio de votos que registró Serpa en el 2006.
Desde el punto de vista oficial, difícilmente puede sacarse pecho ante unos resultados que muestran, en pleno auge de la “seguridad democrática”, a la esencia misma de la democracia (la elección popular), en su más baja expresión.
En las huestes liberales, sí que debieran estar preocupados con el otrora “glorioso partido” que se vuelve agua entre las manos del ex presidente César Gaviria.
Y en las manos de Petro, el réquiem es por el Polo. Camino cogió a ser cola de león, inmerso en una coalición de bajas aspiraciones burocráticas.
No se requiere bola de cristal para pronosticar que Petro será derrotado en la consulta interpartidista, bien por Pardo Rueda o Vargas Lleras. Ni tampoco echar las cartas para ver quién gana las próximas elecciones presidenciales: La derecha colombiana seguirá en el poder con o sin Uribe.

25 de septiembre de 2009

Colombia: paradoja política

Paradójicamente los prosélitos del Partido Conservador y los movimientos uribistas tienen en sus manos la decisión de elegir el próximo domingo a los candidatos presidenciales del liberalismo y del Polo.

Mientras a la consulta para seleccionar candidatos presidenciales no acudan todos los partidos y movimientos con vocación de poder, los resultados no pueden ofrecer garantías confiables. Así, cualquiera de los que quedan con las manos libres, pueden votar por el candidato del contrario que le resulte más conveniente, de cara a la siguiente elección presidencial.
Algo parecido ocurrió en el 2006 con la candidatura presidencial del hoy gobernador de Santander, Horacio Serpa, arduamente luchada en la respectiva consulta frente a sus copartidarios Rafael Pardo, Rodrigo Rivera y Andrés González, dado que el conservatismo y los movimientos uribistas apoyaron a sus contendores de turno con el sólo propósito de debilitarlo y hacerlo quedar ante la opinión pública como un retador sin peso específico para combatir por el cetro ante el campeón de los pesos pesados. Como diría hoy el propio Serpa, resultó ser una pelea de toche con guayaba madura.
Si yo fuera uribista (y Dios me guarde), probablemente tendría mucho interés en estos momentos en salir el domingo a votar en la consulta de los partidos Liberal y del Polo.
Y la decisión sería de simple lógica: Si voto por Pardo, a pesar de que nos está sacudiendo algunos cueros, esto es como en las carreras de caballos: basta mirar su retrospectiva para darnos cuenta de que se trata de un pura sangre del régimen, proveniente de las aras de Gaviria, Samper, Pastrana y el mismo Uribe. En algún instante este magnífico ejemplar tendrá que sacar su casta y volver por sus fueros. Pardo sería mi apuesta.
Si miro al Polo, la elección sería Petro. Su voltereta de hace justamente dos años en célebre reportaje a la revista Cambio (10.09.07), en donde afirma que (…) “La lucha del Polo no debe ser contra Uribe”, me deja tranquilo; no porque piense que puede ganarle al favorito de todas las estadísticas, sino porque con su eventual candidatura, yo, con mi voto, puedo matar dos pájaros con una piedra: saco de taquito a Gaviria, ese “sucio” chavista, y dejo al Polo ahí sí al borde del ‘nock out’, en manos de un candidato que ya viene de regreso al redil por el camino del “todo vale”, inclusive dispuesto a hacer alianzas con los explotadores sociales de siempre. Del tercer candidato del Polo, ni del nombre me acuerdo ni falta que hace.
Sobre los otros precandidatos liberales, pues sí, muy querido Héctor Elí pero, como dicen los mismos boyacenses, no tiene carne pa’ un tamal; Alfonso López Caballero, da grima que la casa de dos ex presidentes haya puesto su divisa en manos de un petardo… “heredero de una gloria que le aplasta”. Cecilia López… ¿cuántas oportunidades le ha dado el establecimiento como ministra, como directora de planeación y nada de nada; o sí?
En la consulta del próximo domingo, Salvo Gaviria, a quien los movimientos uribistas y el conservatismo pueden fácilmente neutralizar –y pienso que lo van a hacer- todos los demás no pasan de ser harina del mismo costal.
Como diría Votaire “Piensa mal y acertarás”. Y aquí y ahora se me ocurre pensar que salvo el ex magistrado, todos los demás precandidatos parecen burdas hormas de alguien que pretende hacernos ver a Uribe como efectivamente el de la “inteligencia superior” necesaria para conducir a Colombia –pienso yo-, finalmente al abismo.

18 de septiembre de 2009

¡Dios te salve Corte Suprema!

Cuando yo digo tres, estoy sumando tres unidades una por una que me dan tres. Cuando yo digo terna, estoy sintetizando a tres en una unidad llamada terna porque comprenden afinidades que de suyo requieren para que por tal hecho puedan considerarse terna.

Yo puedo decir una terna de abogados, como la que remitió el presidente Uribe a la Corte Suprema de Justicia para que dentro de uno de ellos eligiera el nuevo Fiscal General. En este caso estoy diciendo que las tres personas son abogados. Y hasta ahí vamos bien. Es decir, cumplen uno de los requisitos exigidos para ser Fiscal.
Supongamos que otro de los requisitos sea la nacionalidad. Y entonces encontramos que los tres son abogados y son colombianos y por tanto cumplen el primero y el segundo requisito y por tanto siguen siendo terna.
Ahora digamos que los tres deben tener una conducta intachable. Ahí ya el asunto empieza a complicarse porque si los tres candidatos no tienen una conducta intachable, entonces la terna deja de ser terna para volver al rebaño de unos candidatos que son abogados, que son colombianos pero que, en al menos uno de ellos, se puso en tela de juicio su conducta intachable. En ese punto la terna retorna a la simple condición de unidades que contadas suman tres.
Ahora supongamos que otro requisito sine qua non es que los nominados deban tener por lo menos un conocimiento más avanzado en derecho penal que el común de los abogados del país.
Y aquí volvemos a la conclusión del punto anterior. Si alguno de los tres no sobresale del común en derecho penal, debe concluirse con Perogrullo que la terna ha dejado de existir por sustracción de materia.
De lógica se deduce también que cuando uno recibe una terna para escoger a uno de tres, debe entenderse que el nominador está en la obligación de enviar candidatos homogéneos que le permita al elector escoger al mejor, y no, como sería el caso en la ausencia de homogeneidad, al menos malo.
Si tal caso se da, el elector queda en derecho de exigirle al nominador que le cambie la terna con el fin, a su vez, de poder cumplir cabalmente con su responsabilidad.
Si ello no fuere así, el poder del elector quedaría reducido al capricho del nominador quien, por la simple artimaña de desquilibrar la terna en favor de alguno de ellos, estaría dando dirección (o ‘direccionando’, como se dice en las licitaciones) la decisión.
Si la Constitución establece que el Fiscal General debe ser elegido de una terna enviada por el Presidente de la República, con tales y cuales características, alguna función discrecional debe tener esa facultad de la Corte como, por ejemplo, la de considerar si la terna nominada cumple o no con los requisitos mínimos.
Es que la democracia no debe ser simplemente una cuestión de forma sino un principio de fondo, y mientras más profundo, mejor.
El debate público que a lo largo de tres meses se dio en torno a los nominados a Fiscal General, no deja dudas del buen juicio que asistió a la Corte para rechazar los nominados por el Presidente.
Esto no debe calificarse como un “choque de trenes” porque, si en ausencia de prudencia del nominador el elector no tiene autonomía para juzgar, entonces uno de los dos sobra.
Finalmente, también en el episodio caben algunas suspicacias. Por recordar un par: (1) uno nunca se explica como es que un Presidente, con toda la capacidad de información e investigación que tiene, haya ‘ternado’ a uno de ellos que a los pocos días empieza a soportar en los medios el bochornoso incidente de ser un vulgar intermediario de fallos jurídicos ante las altas cortes. Y, la pregunta del millón es, ¿quién filtró a los medios la información? Quizás el mismo gobierno que quiso con semejante patraña quitar del medio a quien profesionalmente hablando resultaba el peor enemigo de su amigo. (2) ¿No fuera hora de que el Presidente se declarara impedido de conformar la terna a Fiscal debido a que en la Fiscalía cursan varios procesos en los que el Presidente tiene inocultable e innegable interés personal y familiar?
Pero es evidente que la ética dejó de ser norma en este gobierno desde que por la vía del cohecho se hizo reelegir en el 2006, y los delincuentes no se han caído de sus cargos porque son como los peces que cuando mueren flotan.
Cuando el Presidente Uribe intenta darle dirección al nombramiento del Fiscal General de la Nación, en favor de un subalterno suyo; un incondicional como es el caso, lo que prosigue es acabar de cerrar el broche por donde pueda escapar algún aliento del fementido Estado de Derecho que agoniza en Colombia.
En este sentido, propio sería decir… ¡Dios te salve Corte Suprema!
Coro: Amén (respondamos todos).

11 de septiembre de 2009

El esplendor uribista

No se corre ningún riesgo de calumnia si se augura que en los próximos días veremos venir la corrupción en su mayor esplendor, dispuesta a dar el último asalto en pro de la segunda reelección de Uribe.

“¡Es el colmo!”, se dice, cuando uno piensa que razonablemente más allá no se puede llegar ni existir cosa parecida. Pues, no: la corrupción que va detrás del referendo reeleccionista podría ser algo así como “el colmo de los colmos”. Algo nunca imaginado y, por eso, siempre tiene un paso más que dar hacia abismo.
En algún tiempo, cuando la historia se atreva a contarnos esta negra y larga noche uribista, dirá que eso que nos horrorizó en la primera reelección: una reforma constitucional conseguida a punta de sobornos, cohechos y chantajes, y que los de entonces consideramos “el colmo”, iba a tener tres años después manifestaciones superiores, pues, ya no implicarían a unos cuantos, como Yidis y Teodolindo, sino al Parlamento en pleno, a gobernadores y alcaldes, convertidos por la magia del incentivo y la persuasión al mejor estilo uribista, en jefes de campaña de la reelección.
Y, más allá de lo común y corriente en que se nos ha convertido la corrupción oficial en Colombia, debemos prepararnos para lo extraordinario que viene en nombre de la reelección y de la mano de un experto: el ministro del Interior, Fabio Valencia Cossio quien, por supuesto, no es el aprendiz de brujo como su antecesor, Sabas Pretelt de la Vega ni como el obsecuente ministro de Salud y Protección Social, Diego Palacio. No, este es, frente aquellos, PhD en corrupción, con una vasta experiencia personal y familiar.
También puede avizorarse, como en la “Crónica de una muerte anunciada”, de García Márquez, la muerte de muchos colombianos a manos de los prosélitos armados de la reelección de Uribe: los paramilitares que ya a somatén andan igualmente en su propia reinstalación de grupos dominantes en ciudades, barrios, veredas y regiones como terribles y temibles asesinos extraídos de los más protervos inicios de la especie humana.
Es, en otras palabras, el preludio del “Estado de Opinión” en su esplendor.
¡Aleluya!

8 de septiembre de 2009

… Mientras lo meten a la cárcel

A mi, pues, no me emociona mucho la pelea mediática emprendida entre el ex presidente César Gaviria y el ministro de Protección Social, Diego Palacio, que más que pulso ideológico parece un ajuste de cuentas entre bandidos que han dado en pisarse las mangueras en medio de la conflagración política que consume a Colombia.

Como parece que el régimen ha hecho un alto en su pelea con los vecinos que le tienen la cuerda cogida con eso de las bases militares que no ha podido explicar, este rifirrafe entre el ex presidente y el ministro no es más que una comedia de las muchas montadas por el presidente Uribe y su cohorte para beneplácito de la galería enardecida al paroxismo como en el circo romano cuando los leones devoraban a los cristianos.
Como en la socorrida frase atribuida en su momento al director de la selección Colombia, Francisco Maturana, “perdiendo también se gana”, lo contrario resultaría igualmente válido: “ganando también se pierde”.
Es curioso que les haya dado a este par de antisociales por enfrentarse en torno a un tema que como el empleo digno y la salud pública ambos han destruido, a cual más: El ex presidente preparó el terreno legislativo con las leyes 50 de 1990 y 100 de 1993, que le han servido precisamente a este último para convertir a todos los colombianos de pata al suelo en unos parias mendicantes de un infeliz trabajo aquí y una miserable gragea allá, mientras la muerte les llega en las calles por inanición o a la puerta de los hospitales por desatención.
Nunca me quedó tan clara la equivocación de eso que a muchos todavía parece emocionarles en el Arte de la Guerra: “el enemigo de tu enemigo es tu amigo”. ¡No señor! No puede estar tranquilo nadie que en medio de una pelea entre caníbales espere a ver quien será el vencedor que va a convertirle en su cena.
Yo creo que se trata de un falso positivo en donde el ex presidente quiere llegarnos con la cabeza del ministro como ese asesino que llegó con la mano de otro asesino tan sólo por cobrarse la recompensa. Pero no creo que por tal acción, alguien honrado pueda dormir tranquilo con el asesino del asesino de guardaespaldas.
Esta larga noche de desvelo no se disipa con la posibilidad de que el ex presidente Gaviria retorne al poder por sí o por interpuesta persona, porque ya sabemos de la tragedia social que vive Colombia al cabo de su arribo el poder en 1990 con una frase que hoy es macabro sarcasmo: “Bienvenidos al futuro”.
Y ni se diga del fracasado ministro a quien seguramente su jefe debe estar instruyendo con algo parecido a lo que hace tres años ordenó a los parlamentarios: háganme caso “mijitos” mientras los meten a la cárcel.
Y el pueblo soporta con irritante paciencia a estos estercoleros, quizás esperando que, así como a los parlamentarios en la premonición de Uribe, a ellos también les llegue el tiempo de parar con sus "huesitos" en la cárcel. Y mientras tanto: ¡hágale mijito!