27 de septiembre de 2010

El fin del principio

El eterno retorno: Todo tiene un principio y un fin y todo fin es un principio de otro fin.
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La baja de Jojoy, como se esperaba, nos ha puesto muy optimistas en cuanto el final de la lucha del Estado contra la subversión. “Es el principio del fin”, acaba de decirlo el presidente Santos al pasar revista in situ a las tropas que coronaron la hazaña.
Por supuesto, nadie con razón podría desconocer que se trata de un golpe de gracia a las Farc. Lo que sigue en discusión es el hecho de que se venda la idea de que las Farc son el único y principal problema de la problemática nacional.
Creo que pensando también en esa victoria castrense, el analista, Salomón Kalmanovitz, sostiene en su columna de El Espectador que (…) “si la insurgencia es derrotada y se hace reforma agraria, Colombia podrá entrar al territorio de la anhelada paz y contará, además, con las bases de un profundo desarrollo económico”.
Aquí hay dos elementos condicionantes que nos hacen menos optimistas de lo que Kalmanovitz pretende porque, una cosa es derrotar la insurgencia y otra es hacer la reforma agraria. La primera no conlleva la segunda, y ni siquiera la facilita. Es decir, se puede derrotar la insurgencia y no hacer reforma agraria con lo que, es muy probable que con el tiempo otra insurgencia, o la misma pero de nuevo cuño, se fortalezca, precisamente por las injusticias sociales que conlleva la concentración de la tierra en pocas manos, casi siempre untadas de sangre.
Digamos, en gracia de discusión, que la baja de Jojoy pone en punto de no retorno el abatimiento de las Farc por la vía militar o por rendición.
¿Y de la reforma agraria qué?
La lucha apenas comienza; y comienza hacia atrás. Lo que la nueva y anhelada ley de tierras busca inicialmente es retrotraer las cosas como estaban hacia 1990. Es decir, desconocer prácticamente todas las operaciones que se dieron en los últimos 20 años, en los que se cree que los paramilitares, principalmente, se apoderaron de por lo menos 5 millones de hectáreas que arrancaron a pequeños y medianos propietarios y prósperos empresarios agropecuarios.
El primer anuncio en ese propósito se dio al revelarse que en esos años se conformó a lo largo y ancho del país un cartel de ladrones de tierras expandido ya no sólo por los tradicionales terratenientes que no han dejado hacer reforma agraria en Colombia (recuérdese la contrarreforma de Chicoral), sino por altos funcionarios públicos en los que se entremezclan políticos de alto vuelo; militares de alta gradación; testaferros bien conectados; mandos medios inamovibles y notarios casa fortunas.
“Es conocida la feroz reacción de los violentos propietarios frente a las víctimas que se atreven a demandar la restitución” de sus tierras, dice Kalmanavitz, quizás pensando también en Hernando Pérez, el humilde campesino asesinado en Apartadó, dos horas después de que el ministro de Agricultura le entregó la nueva escritura de la finca que le habían robado años atrás.
Tras los despojos de las Farc, si ese es el nuevo escenario al final de Jojoy, hay que emprender otra guerra más dura del Establecimiento legal contra un Establecimiento paralelo; y averiguar cuanto antes, dentro de este último, quién mandó matar a Pérez, antes de que, como sospecho, detrás de Pérez rueden muchas más cabezas hacia las nuevas tumbas de NNs que se abrirán en reemplazo de las que hasta ahora apenas estamos escarbando.

23 de septiembre de 2010

Réquiem también por él

Estaba terminando un “Réquiem por él”, para recodar la muerte de Hernando Pérez, el humilde campesino de Apartadó que asesinaron dos horas después de que el ministro de Agricultura le devolvió la finca que le habían robado los paramilitares, cuando los reflectores del mundo se enfocaban sobre el cadáver del mono Jojoy, “muerto en combate”, según el parte militar.
Se notaba el entusiasmo de los relatores de los medios masivos de comunicación quienes, al igual que millones de colombianos, han sido convencidos por el gobierno de que el único problema de Colombia es la guerrilla.
Ante el despojo mortal de Jojoy, que en este mismo instante cruza por las pantallas de televisión empacado en bolsa de polietileno, muchos darán en pensar que ahora sí ha llegado el “fin del fin”.
Con perdón, mi entusiasmo no llega a tanto. Esta muerte de Jojoy, no es más que un fin muy al estilo de José Asunción Silva quien, al llegar a la “cumbre prometida”, sólo alcanzó a ver “el sol tras otra cumbre más lejana”. Aquí, cuando cae una cabeza importante de la guerra, mil cabezas más andan en ciernes en el albañal de las injusticias sociales, que terminan por arrastrarlas a nuevas cumbres de soles imbatibles.
Cada vez que se le da un golpe de gracia a una de las tantas cabezas de la hidra, como la de Pablo Escobar, por ejemplo, se nos presenta como el fin del fin, en ese caso específico del narcotráfico. Quizás también la muerte de Carlos Castaño pudo tomarse a la ligera como el fin del fin del paramilitarismo. O, más lejos en la historia, la crucifixión de Espartaco y sus secuaces, era el fin del fin de la sublevación de los esclavos. O, más cerca de nosotros, el descuartizamiento de Galán pudo significar para el Pacificar Morillo (ahora que estamos tan de bicentenario) el fin del fin del anhelo independentista.
El fin del fin en el caso de la guerra –de cualquier guerra- no es la muerte o abatimiento del enemigo. Esto lo sabemos –o debiéramos saberlo- por la historia de muchos años. El fin del fin de toda guerra es la conquista de esos principios y valores subjetivos que son la sabia de toda sociedad civilizada, entre estos otros:
- La familia como núcleo esencial de la sociedad.
- La educación como motor de las transformaciones sociales requeridas.
- Políticas y culturas demográficas responsables y visionarias.
- Igualdad como objetivo moral y ético.
- La solidaridad y responsabilidad social.
- La superación del individualismo capitalista.
- El respeto por el medio ambiente y el desarrollo sostenible.
- La Justicia, la No Violencia y la Seguridad Ciudadana.
- El tratamiento de la drogadicción como una enfermedad, antes que como delito.
- El rechazo a la corrupción como viveza humana.
Fin de folio: No resultó oportuno el presidente Santos cuando desde Nueva York se sacó el clavo diciendo que la muerte del mono Jojoy, era su saludo a las Farc, en respuesta a rellenos de prensa que dicen que la escalada de actos terroristas de las Farc eran el saludo al nuevo gobierno. Si a ese nivel de metaforismo revanchista se eleva el diálogo con las Farc, también podría decirse que a más de las Farc, también los grupos violentos de otras pelambres, acaban de saludar la proyectada ley de tierras del presidente Santos, con el asesinato de Pérez, ese por quien lanzaba el réquiem cuando mataban a Jojoy, a quien también, humanamente extiendo mi lamento por su triste vida y muerte, por si le alcanza…

Réquiem por él

Pérez le estrechó la mano al ministro de Agricultura, Juan Camilo Restrepo, ese feliz domingo 19 de septiembre, al salir del salón comunal del centro de este pequeño municipio de Turbo, en el corazón del violento Urabá antioqueño, y se echó al bolsillo de atrás la escritura de la finca que años atrás le habían arrebatado los paramilitares, y que ese día, gracias a la nueva política del gobierno de Santos sobre la restitución de tierras a los campesinos, había podido rescatar.
Como en la canción del Jibarito, Pérez “salió, loco de contento”… Pero desgraciadamente, le fue peor que al Jibarito: dos horas más tarde lo hallaron asesinado en uno de los potreros de la finca que en antes, era “toda su ilusión”.
Este asesinato que, si el país recupera la memoria perdida, deberá recordarlo como el primero de una cadena que, hablando en términos hipotéticos, enlutó la triste historia de un nuevo intento de reforma agraria.
Paz en la tumba de Hernando Pérez que, al menos y para triste consuelo, se escapó de caer con sus huesos en una de esas tantas tumbas de NNs que a cielo raso pueblan la tierra de Colombia, como lo dijo la senadora Piedad Córdoba, ganándose un tremendo mentís del Presidente Santos y ofuscada desautorización de su ex glorioso Partido Liberal.
Un inmenso y criminal cartel de ladrones de tierras opera a lo largo y ancho del territorio nacional. Ya se sabía, pero que lo reconozcan las autoridades, no deja de tener su recóndita satisfacción en la psique de quienes por anticiparlo, también han sido perseguidos no sólo por los violentos de fusil en mano sino por la SD (Seguridad Democrática) del pasado gobierno, armada de lenguas viperinas que les colgó al cuello el título de “terroristas” de oficina y enemigos de la Patria…
Cartel integrado por inescrupulosos funcionarios públicos y alharaquientos políticos, como también acaba de denunciarlo en el propio Congreso el senador, Juan Manuel Galán, al matricularlos en el cuarto anillo de los Jinetes del apocalipsis que se atravesarán a la llamada ley de tierras de la actual administración. Otros “ilustres” integrantes de este cartel de ladrones de tierras, para que se tenga una idea del agazapado enemigo, son muchos notarios, jueces, testaferros, militares y paramilitares que sellaron o hicieron firmar escrituras a punta de bala, asesinatos y suplantaciones.
A manera de epitafio sobre la tumba de Pérez debiera inscribirse la declaración del ministro Restrepo en torno a su asesinato: “los enemigos de la ley de restitución de tierras están empezando a salir de sus escondites. Ya están empezando a sacar los dardos”.

17 de septiembre de 2010

¿Cuánto debe valer un dólar?

El problema del dólar es un asunto muy complejo. Y utilizo este término plenamente consciente de que unas veces se puede usar como excusa de algo que uno no sabe explicar, y entonces se escapa diciendo que es un asunto “muy complejo”, o que no quiere explicar, porque el asunto resulta tan “complejo” que se corre el riesgo de que la consiguiente explicación no se entienda.
Me explico: si uno defiende la apreciación del dólar frente a la moneda local, está a favor de las empresas y los trabajadores que se dedican especialmente a las exportaciones; y si uno defiende la depreciación, está a favor de aquellas empresas y trabajadores cuyo radio de operaciones se circunscribe especialmente al mercado interno.
Es preciso matizar este comentario con una anécdota que creo haber citado varias veces: Un ministro de agricultura le pidió a su departamento técnico que le preparara un documento sobre la reforma agraria para un debate que esa noche tenía en el Congreso. El técnico asignado no pudo comenzar el estudio hasta que el ministro no le dijo si lo que pedía lo quería favorable o desfavorable.
Eso resume todo el debate sobre el dólar. Cualquier comentario que se haga sobre la relación puede ser favorable o desfavorable. Ahí sí, como se dice, depende del cristal con que se mire.
Los comentaristas enfrente de estas ambivalencias analíticas debiéramos ser lo más honestos posible. Yo estoy seguro que todos los analistas que se sumergen en este tema saben las ventajas y desventajas de una u otra dirección del precio del dólar. Y sabemos también, como se pregona, que todo extremo es vicioso.
En palabras más simples, la autoridad monetaria debe mantener una relación que no sea ni tan, tan; ni muy, muy. Eso es lo que hace, o debe hacer, el Banco Central: comprar o vender dólares en el mercado, según las circunstancias de apreciación o depreciación.
No hay que ser apologéticos en uno u otro sentido. Y menos aseverar cosas que no son ciertas, en aras de pasar de eruditos.
En el caso colombiano, algunos analistas han dado en decir que somos presa del virus holandés. ¡Por Dios!
En reciente columna expliqué que la apreciación del peso frente al dólar obedece a la adopción de una política económica, la neoliberal, que nos ha hecho muy competitivos con los productos colombianos, gracias a la miserabilización de los salarios de los trabajadores, de un lado; y a la generosidad tributaria y jurídica, en materia económica, con que estamos premiando a las empresas extranjeras que vienen a comprar nuestras empresas insignias, especialmente las estatales, a precios de gallina vieja.
No puedo cerrar este comentario sin mostrar, muy sucintamente, que la apreciación del peso frente al dólar, y en general de cualquier moneda local, tiene sus bondades, y muy buenas, si uno quisiera mostrar, objetivamente, la otra cara de la moneda:
1) Hace menos costosa la financiación externa, tanto del gobierno como de las empresas privadas. 2) Incentiva la inversión y mitiga los costos, induciendo competitividad e incremento en la producción. 3) Hace menos costoso el pago de la deuda externa pública y privada, lo que permitirá tener, en el caso de la deuda pública, un ahorro fiscal que podría redireccionarse a una mayor inversión social. 4) Incentiva a las empresas a adquirir materias primas y bienes de capital de origen importado a un bajo costo, aumentando por esa vía la productividad y posiblemente incrementando los niveles de empleo. 5) la moneda local revaluada genera beneficios para la sociedad, dados los efectos positivos que esto tiene sobre el nivel de precios y de ingresos.
En resumen, lo que debe discutirse es si la relación es equilibrada o no. Si lo es, de malas los exportadores. Lo que tienen que hacer es revisar sus procesos de producción a fin de volverse más competitivos, no a punta de salarios bajos y subsidios a través de la tasa de cambio, sino de sus propios méritos productivos, y punto.
Y esto último lo digo consciente de que se trata de una utopía económica, ya que no sólo en Colombia sino en todo el mundo capitalista, la competitividad de los empresarios siempre viene dada por unos subsidios directos e indirectos del Estado, es decir, de todos los contribuyentes, y por unos salarios que roban, cuanto más, mejor, la plusvalía laboral.

9 de septiembre de 2010

La paz como problema económico

Fue Keynes quien aseguró que la Segunda Guerra Mundial le cayó como del cielo a Estados Unidos para ayudarlo a salir de la Gran Depresión del ’29. Desde entonces, nadie ha puesto en duda que la guerra es a las naciones más poderosas una palanca de desarrollo económico, sino la mejor.
Quizás haya mucha gente que no crea en esta tesis, e incluso, la considere una exageración de la extrema izquierda. El asunto es que hoy resulta de una evidencia incuestionable, a tal punto que ya ni siquiera los halcones se toman la molestia de velar a sus perros de guerra: las grandes corporaciones productoras de armas, desde una pistola a una ojiva, o una bomba nuclear.
Todavía nos preguntamos qué sería hoy del mundo gobernado por un paradigma hitleriano… Y la respuesta seguirá siendo una hipótesis imposible de resolver… Pero lo que sí nos queda claro es que la bomba de Hiroshima que detuvo la historia, dejó sembrada la teoría –también keynesiana- del belicismo como locomotora del enriquecimiento corporativo, y de vuelta, del enriquecimiento de las naciones poderosas.
En este orden de ideas, ya no debiéramos seguir llamando “gasto” a la inversión militar mundial que, según el informe de junio del Instituto Internacional de Estudios por la Paz con sede en Estocolmo (SIPRI), alcanzó la impresionante cifra de 4.194 millones de dólares diarios (1’530.810 miles de millones al año), con un crecimiento del 5,9 por ciento con respecto al gasto de un año atrás.
Y, obviamente, al frente del TOP TEN: Estados Unidos, seguido de China. Y ¡OJO! La proyección indica que China pronto alcanzará el primer lugar, pues, en la última década (1999/2008), es la nación que más ha hecho subir su presupuesto de inversión militar con un crecimiento del 194% en el período, seguida de –OJO también- Rusia, y de –más OJO- Arabia Saudí. Pareciera que la guerra fría está por hervir de nuevo.
Resultaría dispendioso, y no viene al caso, detenernos sobre la inversión de guerra de cada país. Pero el belicismo es algo que atrae a los halcones como la sangre a las pirañas. Las sucesivas escaramuzas que los perros de la guerra han lanzado en Suramérica, especialmente las belicosas bases militares impuestas por Estados Unidos a Uribe en Colombia (“Peón del Imperio”), fungieron de anzuelo para que gobiernos socialistas como Chávez y Lula hicieran sonar sus tambores de guerra: Venezuela, con una inversión de 4.400 millones de USD en misiles rusos “que no fallan”; y Brasil, 8.500 millones de euros en helicópteros franceses de última generación. Hasta Perú, Ecuador y Bolivia, metidos en esa zona de candela colombo-venezolana, se han lanzado a la compra de armamento.
Y los perros de la guerra, dichosos, facturando.

Epílogo

Acabo de leer un sesudo artículo de Miguel Guaglianone de ‘Barómetro Internacional’, especial para ARGENPRESS.info.
Tras analizar con mucho tino lo que él, a manera de interrogante se pregunta en el artículo… “¿Cuál y cómo será el próximo conflicto?: Perros de la guerra”, concluye que (…) “Muchos de los puntos de tensión han “aflojado”. Y en una muy apretada síntesis (mía), destaca: (1) la distensión colombo-venezolana; (2) La invasión a Somalia se encuentra demorada o suspendida; (3) Las coreas parecen estar de acuerdo en no caer en la posibilidad de un enfrentamiento armado; (4) El devastador invierno en Pakistán, donde entre seis y ocho millones de personas quedaron a la intemperie, sin comida ni ningún tipo de atención, ha provocado de hecho un alejamiento de toda posibilidad de conflicto; (5) La retirada de Estados Unidos de Irak y, (6) Los acercamientos entre Israel y Palestina que, aunque sin mucho entusiasmo, de todas maneras alivia la tensión en la franja de Gaza.
La macabra conclusión de Guaglianone, es que (…) “Aparentemente vamos directo a un conflicto en Irán, un conflicto convencional que constituiría una peligrosa aventura para los Estados Unidos e Israel. Un conflicto con resultados muy difícilmente previsibles”.
Quizás Guaglionone terminó su artículo sin que hubiera aparecido la más sutil, provocadora y eficiente gasolina al eterno conflicto entre Occidente y el Islam: un desconocido pastor de una pequeña iglesia evangélica de Florida –Terry Jones- ha saltado a la cresta de los mass media, al proponer que el próximo sábado, novena conmemoración del 11S, se queme el Corán frente al sitio en donde una vez se elevaba el orgullo del “Destino Manifiesto”: las Torres Gemelas.
Fue precisamente un poeta judío, Heinrich Heine, quien dijo que “Donde los libros son quemados, al final la gente será quemada”.
El diario GARA, se refiere a este hecho en contundente epílogo: (…) “El Corán es el libro sagrado depositario de la historia, la identidad y los valores del mundo islámico. No serán pocos los que prefieran quemarse vivos o inmolarse antes de ver el Corán quemándose. No se trata de un pastor más o menos en sus cabales. Poderosas agendas, en ambas partes, están utilizando estas cuestiones altamente inflamables y emocionalmente explosivas para alimentar una política fundamentada en el paradigma de un conflicto abierto entre Occidente y el Islam, con fines que nada tienen que ver con el espectro religioso”.

3 de septiembre de 2010

Vuelve el "Bolígrafo"

“Todo pasa y todo queda”, dice Serrat en una de sus aplaudidas interpretaciones extraídas de la pluma del filósofo español Antonio Machado.
Es el caso del llamado “Bolígrafo” (así con mayúscula), expresión con la que se describía en la política colombiana, la conformación de las listas en las jornadas electorales de antes de la Constitución del ’91 que introdujo el llamado “voto preferente”.
En verdad, el voto preferente fue recibido con aplausos en la galería, pues, le daba la oportunidad a los electores de votar por el candidato de sus preferencias, independientemente del puesto que ocupara en la lista del Partido. Era lo contrario del bolígrafo con el que los llamados “Caciques” imponían a sus “guerreros” preferidos, ubicándolos a la cabeza de la lista o en renglones fuera de peligro. Así que los primíparos tenían que empezar de la cola hacia arriba hasta que, al cabo de una larga tarea de “cargar ladrillo”, podían ir subiendo hasta coronar.

Vuelve y juega

El bolígrafo vuelve y juega, enganchado a la reforma política que se está cocinando en la Comisión Primera del Senado en busca de depurar de dineros sucios las elecciones de gobernadores, alcaldes, diputados y concejales del año entrante.
Resulta que el voto preferente, en vez de seleccionar a los mejores y los preferidos del electorado, terminó por imponer en las administraciones seccionales y locales a unos testaferros del poder económico –en su mayoría- que terminaron corrompiendo con tejas, ladrillos, comida y pola a los electores. A tal punto llega la corrupción que ahora las campañas no se miden por las propuestas políticas sino por la cantidad de plata que fulano o zutano tenga disponible para la elección. Es decir, las elecciones hoy en día no se ganan sino que se compran… Y se pagan después con contratos.

Se vende canapé

Se dice también con sarcasmo que cuando el cornudo descubre el engaño de la mujer pone en venta el canapé que servía de tálamo.
Es así. Las autoridades electorales y las de vigilancia y control, que son muchas: la Registraduría, el Consejo Electoral, la Procuraduría, la Fiscalía, el Defensor del Pueblo y las personerías municipales, no pudieron, no quisieron o hicieron manguala con los corruptos y, en vez de meterlos en cintura, lo que se decide ahora es…volver al viejo vicio que intentó corregirse con el voto preferente.
La Unidad Nacional (de aquí en adelante, la aplanadora de Santos), está tan decidida a dar marcha atrás en este campo, que ahora se habla de una reforma política de un solo artículo: la eliminación del voto preferente (o sea el retorno al bolígrafo), con el fin de que pueda surtir los cuatro debates en la presente legislatura; darle los otros cuatro en la legislatura del año entrante y ponerla en vigencia en las elecciones seccionales y locales del 2011.
En este orden de ideas, veremos resurgir también los directorios departamentales y municipales de los distintos partidos, porque de ellos dependerán la conformación de las listas cerradas o únicas, y los avales de las próximas elecciones.
“Caminante no hay camino”, llama esta canción del “Todo pasa y todo queda…