26 de febrero de 2010

Gambito político a la colombiana

Estoy de acuerdo con el presidente Uribe. Políticamente pareciera lógico que seamos todos los colombianos quienes debamos decidir si queremos que Uribe continúe o no gobernándonos. El engendro de la “Seguridad Democrática” no saldrá derrotado con un fallo de la Corte Constitucional adverso a la reelección presidencial. Este es un asunto de Soberanía Electoral que, si de mi dependiera, no delegaría en nadie por ningún motivo.
Cualquiera que analice el funcionamiento de las instituciones colombianas, especialmente tras la reelección de Uribe, hallará que el daño ya está hecho. Y el resarcimiento no corre por cuenta de una Corte que en el 2006 consintió la reelección, a sabiendas de que procedía de mala fuente, tanto legal como constitucional.
Nuestra historia no puede quedar signada por un sátrapa a punto de proyectarse a la historia como el Presidente que, infortunadamente, no alcanzó a curarnos de todos los males del alma y del cuerpo porque la Corte Constitucional, en un acto de irresponsable desconocimiento de la voluntad popular, se lo impidió.
¡No, pues, qué Bolívar ni qué nada!…
Que Uribe salga a decir que… "Creo que está bien que los colombianos digan si están de acuerdo o no con la reelección", no es más que el inicio de una cantaleta que nos perseguirá hasta la muerte, y pasará a la historia como el más grande estigma de lo brutos que fuimos. Kant se levantará de su tumba y nos proclamará como el pueblo alienado más grande de la historia al actuar en contra aún de nuestro propio beneficio. Ya el presidente Uribe se lo anticipó a los alcaldes del país cuando les dijo: “Ojalá el próximo Presidente los quiera tanto como yo”.
¡No, qué tierno!
Que la Corte venga a decirnos ahora lo que debió haber dicho hace cuatro años cuando la primera reelección, no me hace gracia. La violación de la Constitución, en una parte tan esencial dictaminada por el Constituyente de 1991 cuando prohibió la reelección, ya fue dada. Y puede repetirse con el mismo argumento. Si la Corte del 2006 fue capaz de desconocer la voluntad del constituyente primario, qué tanta diferencia haría que la Corte del 2014 desconociera la sentencia de la Corte del 2010, dando nuevamente vía libre a la reelección de quien, para entonces, nos gobierne a nombre de la “Seguridad Democrática” que esa sí, con o sin Uribe, será reelegida.
El tate quieto a dejarnos seguir manoseando por Uribe o su reencarnación, sólo puede quedar cerrado si fuéramos capaces de derrotar en las urnas el engendro de la “Seguridad Democrática” que, tras el plausible motivo de garantizarle a los más ricos la movilidad a sus fincas y haciendas, y con ella, la verdad sea dicha, la nuestra, de vez en cuando a visitar un familiar fuera de la ciudad, nos ha cercenado todos los demás derechos, entre ellos los más esenciales: salud, educación, trabajo y vivienda.
Lo irónico y paradójico de todo esto es que, si la Corte declara inconstitucional el referendo, ciertamente saca de competencia a Uribe, pero a renglón seguido deja escapar del cubilete una caterva de uribitos, todos confesos y dispuestos a seguir con el embeleco de la seguridad democrática.
Esto parece un gambito favorable al régimen, y vamos derecho a la trampa.