31 de octubre de 2009

La humildad de garabato

“La humildad ante Dios es el único orgullo legítimo del ser humano”, dice Charliie Ventura, un dilecto amigo virtual, en respuesta a mi columna “Mientras menos Dios, mejor”, que resulta ser una abreviación de la frase completa “mientras menos cantidad de Dios necesitemos, más humanos seremos”.
El pensamiento de Charliie hace parte de otras reflexiones bien interesantes que se dieron en torno al mismo tema, provenientes de quienes forman parte también de mi aprecio personal hace ya varios años: Carlos Piñeros, periodista de importante trayectoria en el sector público y privado, Lilia Beatriz Sánchez, presidenta de la Asociación Colombiana de Economistas y Mario Lamo, escritor y periodista. Y junto a ellos, otra amiga virtual de reciente “conquista”, Leda Méndez, activista de izquierda en Costa Rica.
Agradezco a ellos la deferencia dada al tema, y aprovecho para aclarar que el artículo de Saramago que cito a la entrada, fue escrito por el Nobel, el 18 de septiembre de 2001, justo ocho días después del 11S que, entre otras cosas, Mario sostiene que fue un autoataque, y dice que está en mora de poner en orden sus ideas sobre el particular.
Carlos dice que “el tema Dios es complejo”.
Yo tengo una particular definición de “complejo”. Me parece que complejo es todo aquello sobre lo que no queremos hacer mayor esfuerzo mental por entender y lo mandamos al archivo “Complejo”, como mandamos al archivo de “Pendientes”, todo aquello que no podemos borrar de inmediato sin algún remordimiento.
El término complejo tiene una variante: es como la puerta de escape por la que sale el erudito cuando no quiere perder tiempo explicándole a alguien algo que de antemano sabe que no entenderá.
Creo que con Dios usamos indistintamente las dos variantes: (1).- lo tenemos aplazado para ver si después de muertos es verdad que existe y (2), quienes fueran capaces de explicarnos científicamente por qué no existe, no van a perder tiempo con nosotros porque de antemano saben que no entenderíamos, entre otras cosas, porque hay un inmenso aparato religioso de diversas tendencias haciendo una muy eficaz propaganda sobre nosotros para que no entendamos.
Lilia dice que el tema es “de suyo espinoso”, un término que para el caso parece sinónimo de ‘complejo’. Y avanza en algo que parece ser una de las causas del “Factor Dios”: “Los seres humanos tenemos la tendencia de clavarle a Dios todas las culpas de todo aquello que no queremos responsabilizarnos”…
Claro, esa pudo haber sido la génesis de Dios. Es decir, Dios era para los antiguos que lo crearon, algo así como el “Mono de la Pila”, un decir que parece hacer parte también de una leyenda que corre por aquí entre los habitantes de la Sabana cundiboyacense colombiana, que pone fin a lo insoluble de la gente cuando alguien aconseja ir a quejarnos “al Mono de la Pila”. Leyendas de estas ruedan por todo el mundo, y la más conocida universalmente es, quién lo duda, Dios.
La “humildad ante Dios”, de la que habla Charliie, como “único orgullo legítimo del ser humano”, parece tomar como soberbio el título de la columna: “Mientras menos Dios, mejor”. Y no es así. No podemos tener soberbia contra algo en que no creemos. No creer es neutral; no creer es algo así como no amar – no odiar.
Ahora bien, cuando en la frase original digo “mientras menos cantidad de Dios necesitemos, más humanos seremos”, pienso, por el contrario, que resulta crasa soberbia creer en Dios y maltratar tanto a los hombres, muchas veces en nombre de ese dios y en la más de las veces, hacerle creer a los humillados que su suerte son cosas de Dios.
El escritor, Germán Castro Caicedo, condensó magistralmente esto en uno de sus primeros pinos literarios en donde trató lo de un cura misionero en el Amazonas con este título: “Siervo de Dios y amo de los indios”. Todos los dioses de todas las pelambres, son soberbios, y sus siervos también, por el sólo hecho de sentirse representantes divinos, “hechos a su imagen y semejanza”.
Semánticamente, la humildad es humillación a toda hora. Así que, por lo visto en esta tierra, y por lo visto como nos comportamos con y ante los demás, sobre todo con los pobres y los menos afortunados, la humildad de estos soberbios ante Dios, no viene a ser un “orgullo legítimo” sino una humildad de garabato.
Pero acepto que el tema es “complejo” y “espinoso”. Por eso me parece un portento Saramago que en un escrito de no más de una cuartilla nos hace ver que una cosa es Dios y otra bien distinta “el factor Dios”. Para él no resultó complejo ni espinoso hacernos ver como “El Rey desnudo”.
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P.D. No he leído a Caín, y salgo a buscarlo

27 de octubre de 2009

Mientras menos Dios, mejor

El 18 de septiembre de 2001, una semana después del atentado a las Torres, el Nobel José Saramago escribió un lúcido ensayo sobre lo que llamó el “factor Dios”, para describir lo que en mi libro inédito “Después de…”, considero como algo normal dentro de la violenta anormalidad que ha vivido el mundo desde Caín y Abel hasta los Talibanes y las Torres Gemelas.
Lo que pasa es que, como digo en ese ensayo, “el exceso del vengador hace olvidar la responsabilidad del agresor”.
Dice Saramago en el “factor Dios” que los muertos se van acumulando “estos de las torres gemelas de Nueva York y todos los demás que, en nombre de un Dios convertido en asesino por la voluntad y por la acción de los hombres, han cubierto e insisten en cubrir de terror y sangre las páginas de la Historia”.
No hubo entonces mayor reacción sobre ese ensayo de Saramago que vapulea a Dios como nadie antes lo había hecho en el presente de los tiempos, en términos literarios, aunque en términos reales el terrorismo democrático de gobernantes como Uribe lo vuelvan mierda al decir que su eventual tercer mandato depende de Dios, confirmando la tesis del iluminado Nobel cuando agrega que los dioses todos han sido capturados por un ‘factor Dios’, “que ha intoxicado el pensamiento y abierto las puertas a las intolerancias más sórdidas, ese que no respeta sino aquello en lo que manda creer, el que después de presumir de haber hecho de la bestia un hombre acabó por hacer del hombre una bestia”.
Saramago ha vuelto ayer 26 de octubre de 2009 con otro nuevo libro llamado “Caín”, en el que trata a Dios como siempre lo ha tratado y debe tratarlo un ateo: meramente una ilusión creada por los hombres a su imagen y semejanza: “cruel, mala persona y vengativo”.
Por alguna razón se ha desatado una reacción mundial contra el escritor al que ahora llaman “Diablo”, algo que resulta ser la contracarátula de Dios, ambos unidos en la imaginación de la gente como la cara y sello de las monedas.
Afortunadamente lo del “diablo Saramago”, apenas es un apodo intrascendente. En cambio lo de los sátrapas que invocan a Dios para afianzarse en sus cargos o justificar sus crímenes, estos si son de una terrible trascendencia del ser hacia la más brutal animalidad.
En ambos temas, Saramago lucha como nunca por arrancar a Dios de la imaginación humana, al punto que llega a pedirle a la gente que si cree en Dios, crea en uno solo y que en su relación con él, “lo que menos importa es el nombre que le han enseñado a darle”. Pero que desconfíe del ‘factor Dios’.
Es entonces cuando cobra validez la sentencia que consigno en el ensayo “Después de…”: “Mientras menos cantidad de Dios necesitemos, más humanos seremos”.

26 de octubre de 2009

¿Retardado mental o idiota útil?

No parecen gratis las papayas que los altos funcionarios del gobierno colombiano, empezando por el propio presidente Uribe, le ofrecen a Chávez para que de venida se despache de tanto en tanto contra ellos.
Es evidente que tanto en Colombia como en Venezuela, sus gobiernos se benefician popularmente de las irresponsables acusaciones que se lanzan y de las inoportunas declaraciones que se emiten, muchas veces sin soportes técnicos o pruebas contundentes.
Vaya uno a medir en este momento la imagen de Chávez una vez le dice “retardado mental” al ministro de Defensa de Colombia, Gabriel Silva, por haber declarado que “la mayoría de los vuelos ilegales al servicio del narcotráfico con destino a Centroamérica y Estados Unidos, proceden de Venezuela”, y verá que es abrumadora. Todo el mundo en ese país debió haberse sentido ofendido con el infundio.
Y de vuelta, vaya mida ahora la aceptación popular del ministro de Defensa colombiano, a quien probablemente poca gente distinguía hace unas cuantas semanas, y verá el salto que acaba de pegar la imagen pública del nuevo azuzador de la guerra con el hermano país, que por cierto, fue la ficha que impuso en ese cargo su bélico antecesor, Juan Manuel Santos.
Uribe-Chávez o Chávez-Uribe, han montado un negocio político de gana-gana como se dice en el argot empresarial. Cada vez que uno de los dos quiera elevar su imagen interna o ahumar algún debate incómodo, sólo necesita zaherir de alguna forma al otro, para que se prenda la mecha.
No puede un ministro, y menos el de Defensa, con tan urticarias relaciones como las que se tienen con Venezuela, emitir unas declaraciones, traídas de los cabellos, sin pruebas, sin soportes investigativos o estadísticos, afirmando que el vecino país se ha convertido en el epicentro del narcotráfico internacional.
Puede que el ministro Silva no sea un retardado mental, como dice Chávez, pero lo que si no cabe duda es que con tales declaraciones, le está haciendo un mandado a alguien, y el tal caso, lo que vendría a ser sería un “idiota útil”, y ojalá inútil, en el sentido en que, como esperamos todos, su irresponsable declaración no pase a mayores.

11 de octubre de 2009

La paz preventiva

Si Bush inauguró eso que ahora conocemos como “guerra preventiva”, Estocolmo acaba de responder con algo que debemos comprender como “paz preventiva”.
En la asignación del Premio Nobel de Paz al presidente Obama no debe mirarse lo que Obama ha hecho por la paz (que ha sido nada) sino lo que puede hacer (que es mucho).

En ese sentido, me parece un giro estratégico importante del jurado que pudiéramos definir como el inicio de los Nobel de Paz “preventivos”. Quizás no puedan aplicarse a otras modalidades como en Economía, Química o Medicina. Pero en el tema de la paz sí, porque esto es algo que toca más con los anhelos de la gente que con los méritos de las personas. No es lo mismo tener en las manos la posibilidad de hacer la paz o la guerra, que en la mente la inteligencia para demostrar que la tierra es redonda o que todo es relativo.
A mí me parece que el Nobel de Paz a Obama puede generar una de dos cosas: (1) Si realmente busca la paz, le potencia la fortaleza que indudablemente requerirá para enfrentar a los halcones del Pentágono que quieren no sólo seguir con las guerras del momento como en Irak, en Afganistán y el Oriente Medio, sino avivar las chispas prendidas en Latinoamérica, especialmente en el Sur, en donde Colombia les ofrece en bandeja de plata un excelente ambiente para hostigar a los gobiernos de Venezuela, Ecuador y Bolivia, principalmente, que andan fuera de madre. (2) Si lo que el presidente de Estados Unidos tenía en mente era un cuento soterrado de paz, ese premio le ata las manos para continuar con la treta. Vamos a ver si por encima de tan importante distinción, Obama sigue permitiendo la existencia de prisiones del Imperio en el exterior en donde, como en Guantánamo, lo que se tiene son fábricas de torturas y violaciones a los derechos humanos; vamos a ver si el nuevo Premio Nobel de Paz, sigue engavetando el acuerdo firmado con Colombia sobre las bases militares que apuntan más (¿quién lo duda ya?), a una provocación militar a los vecinos que a una “guerra” contra el narcotráfico. Y vamos a ver, quizás con horror, si esto de la paz mundial es puro cuento
Finalmente, como dice Castro en sus “Reflexiones del compañero Fidel” (09. 10. 09), el Nobel de Obama encierra una crítica a la política genocida que ha seguido a lo largo del tiempo el Imperio llevando el mundo a la encrucijada actual en que se encuentra. Puede, y ojalá sea, un premio anticipado que Obama recibe por su contribución a la paz mundial.
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P.D. (1) Pero además, el premio a Obama me refleja otra cosa que me gusta: la portentosa dimensión de la senadora Piedad Córdoba: tuvieron que apelar al más alto representante del Imperio para poderle arrebatar a la negra más grande de Colombia una distinción que ella sí ha trabajado como nadie más lo haya hecho en Colombia por la paz. (2) Charliie Ventura, un amigo virtual, dice que lo que más le gustó de la candidatura de Piedad al Nobel de Paz fue la forma como debió haber hecho sufrir a Uribe.

4 de octubre de 2009

¡Eureka: habemus uribismo!

Bueno: o no sabemos de política quienes nos las damos de analistas; o la política no se inscribe en el reino de lo racional. Pero no es lógico que el presidente Uribe, sin un solo resultado importante de tipo económico o social, siga en la mira de una inmensa opinión pública, según las encuestas.
Si votar por tal o cual candidato fuera una decisión personal, el Presidente no debiera tener tanta opción popular en medio de tantos millones de desempleados; de tantos millones de pobres que han venido creciendo a pesar de que el Presidente ha gobernado en unos esplendorosos años de bonanza económica, y en medio tantos golpes sociales como los que Uribe le ha infringido a la clase menos privilegiada del país. Mejor dicho, es que Uribe no debió haber sido Presidente de Colombia ni la primera vez, si los colombianos más necesitados de la ayuda del Estado hubieran sido capaces de discernir que no podía ejercer un buen gobierno quien como senador de la república había dado el golpe de gracia con la Ley 100 a lo más sensible de la población: la salud.
Esto se puede analizar por partes:
La política hoy en día ya no se rige tanto por principios ideológicos como por motivos económicos. En este orden de ideas, la fuerte opinión uribista está soportada en quienes derivan del régimen pingues ganancias, bien desde la burocracia o desde ciertos negocios que como los de la salud y la educación han caído en manos de unas familias privilegiadas, empezando por la del propio Presidente.
Es apenas obvio que si ello es así, esas élites no quieran soltar la teta.
En la parte burocrática, sí que habría motivos para que la “seguridad democrática” se quedara “otro ratico”, como acaba de manifestarlo el propio Presidente.
Piénsese no más en la burocracia castrense que se mueve alrededor de un jugoso presupuesto nacional, buena parte de él sin control fiscal, porque hace parte de secretos de Estado como por ejemplo los muchos millones de dólares que se mueven a través del Plan Colombia o Plan Patriotas; la compra de armas y equipos de guerra: barcos, lanchas, helicópteros, camiones, tanques; las cuantiosas partidas presupuestales que discrecionalmente se destinan para mantener el “cartel de los sapos” o los zánganos que se han enquistado en esa torta burocrática como desplazados, reinsertados y “Familias en Acción”, programa a través del cual se ha venido introduciendo una cultura pordiosera en las gentes que encuentran más fácil vivir de dádivas oficiales que del esfuerzo propio del trabajo y el emprendimiento.
Debe haber mucho uribismo también alrededor de las obras públicas. Lo poco que se ha logrado filtrar de la corrupción en este campo, lo último en Inco, por ejemplo, es índice de que poderosos empresas y familias quieren mantener sus privilegios. El último escándalo del Ministerio de Agricultura con su programa “Agro, ingreso seguro”, también nos dice que los poderosos agricultores cobraron caro su apoyo, o al menos su silencio, sobre la entrega del agro colombiano a los intereses de Estados Unidos. Y si quiere entrar a otra “cueva de Rolando”, métase en la educación. Y más adentro, en lo que parece caminar ya sobre el filo de lo penal, piénsese en la parapolítica, el paramilitarismo, el narcotráfico y los juegos de suerte y azar, todos productores de fabulosas ganancias, tributarias a su vez de los intereses uribistas que controlan el poder.
Podemos dejar de lado el DAS y, quizás, otros sutiles manejos del uribismo a través del Congreso, la Procuraduría, la Contraloría y la Fiscalía General; o del sector financiero a través de decisiones del Banco de la República o de los medios de comunicación con la jugosa propaganda oficial y las decisiones de la Comisión Nacional de Televisión, todas impulsadas por el índice del uribismo.
Sí, en efecto, tenemos que admitir que hay mucho uribismo habilidosamente mostrado en encuestas que siempre encuestan a estos privilegiados del régimen que, como también vivimos en un mundo de oportunistas, “jalonan” a la masa de gente que, por instinto, cada quien quiera estar entre los primeros y con el primero.
Ahora, después de comprobar esta abrumadora masa de opinión uribista (¡el 63%!), según la última encuesta de la FM y Radio Sucesos RCN, sólo se me ocurre decir:
Bien aventurados aquellos que no saben de qué mueren porque de ellos será el reino de la ingenuidad.