22 de febrero de 2007

Se despierta el Oso

Nota de MIS-XXI

La sorpresiva intervención del presidente ruso, Vladimir Putin, en la Conferencia de Seguridad celebrada en Munich (Alemania) el pasado 16 de febrero de 2007, ha provocado toda suerte de lucubraciones desde entonces, y se nota que las interpretaciones, análisis, especulaciones y expectativas seguirán creciendo con el correr del tiempo.

En Colombia el asunto no había tenido mayor trascendencia hasta cuando el diario El Tiempo editorializó, sobre el tema, insinuando que el mundo parecía entrar de nuevo en la Guerra Fría.

Cómo, tras la caída del Muro de Berlín nos dimos cuenta que, paradójicamente, es mejor tener dos amos enfrentados que uno solo, es por lo que nos parece importante que se conozca el texto completo del discurso de Putin, divulgado por todos los medios, pero que, para nuestro caso, lo hemos obtenido de la versión que encontramos en voltairenet , a cuyo texto nos acogemos.

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Querer regentar el mundo de manera unipolar es ilegítimo e inmoral

Por Vladimir V. Poutine

En su discurso pronunciado el 10 de febrero 2007 en la conferencia de Seguridad de Munich (Alemania), el presidente ruso Vladimir Putin denunció categóricamente el fantasma estadounidense de querer regentar el mundo de manera unilateral como algo siendo carente de base jurídica y de todo principio moral. También criticó la entidad OSCE y la utilización abusiva y subversiva que hacen algunos estados de organizaciones que no tienen nada de no-gubernamentales, sólo tienen el nombre. Reproducimos a continuación el texto integral de este interesante discurso que marca un cambio mayor en la política exterior de la Federación de Rusia.

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16 de febrero de 2007

Desde Munich

¡Muchas gracias, estimada señora canciller federal, señor Telchik, señoras y señores!

Les agradezco mucho por haberme invitado a participar en esta conferencia tan representativa, en la que se dieron cita políticos, militares, empresarios y expertos de más de 40 países del mundo.

El formato de conferencia me permite evitar “excesivas ceremonias” y la necesidad de utilizar tópicos diplomáticos, agradables al oído, pero hueros. El formato de conferencia me permite decir aquello que yo pienso realmente sobre los problemas de la seguridad internacional. Si mis razonamientos les parecen demasiado polémicos o no muy exactos, pido que no se pongan bravos, pues estamos en una conferencia solamente. Espero que tras dos o tres minutos de mi intervención el señor Telchik no encienda la “luz roja”.

Empecemos, pues. Es sabido que la problemática de la seguridad internacional es mucho más amplia que el tema de la estabilidad político-militar, porque abarca la estabilidad de la economía mundial, la eliminación de la pobreza, la seguridad económica y el desarrollo del diálogo entre civilizaciones.

El carácter universal e indivisible de la seguridad está recogido en su principio básico: “la seguridad de cada uno es la seguridad de todos”. Según dijo Franklin Roosevelt pasados unos días desde que fue desencadenada la segunda guerra mundial, “la paz quebrantada, no importa dónde, pone en peligro y bajo amenaza al mundo entero”.

Estas palabras no han perdido su actualidad. Lo viene a confirmar el tema de nuestra conferencia, que está anotado aquí: “Crisis globales – responsabilidad global”.

Hace dos decenios todavía, el mundo estaba escindido en lo ideológico y lo económico, su seguridad se garantizaba por los inmensos potenciales estratégicos de dos superpotencias. La confrontación global desplazaba a la periferia de las relaciones internacionales y la agenda acuciantes problemas económicos y sociales. Igual que sucede en toda guerra, la “fría” nos dejó sus “minas sin explotar”, figuradamente dicho. Me refiero a los criterios ideológicos estereotipados, la política de doble rasero y otros clichés de la mentalidad de la época de bloques. El mundo unipolar que se proponía establecer después de terminada la “guerra fría” tampoco se hizo realidad.

La Historia de la Humanidad conoce, desde luego, períodos de unipolaridad y aspiraciones a alcanzar el dominio mundial. Hubo tanto en la Historia de la Humanidad.

¿Pero qué es un mundo unipolar? Por mucho que se intente adornar ese término, en la práctica ello tiene sólo una significación: existencia de un solo centro del poder, de un solo centro de fuerza y un solo centro de la toma de decisiones.

Es el mundo en que hay un solo dueño, un solo soberano. Al fin y al cabo, ello resulta pernicioso no sólo para aquellos que se encuentren dentro de los marcos de tal sistema, sino también para el propio soberano, pues ese sistema lo destruye desde dentro. Además, tal estado de cosas no tiene nada que ver con la democracia. Porque la democracia, como es sabido, es el poder de la mayoría, en el que se consideran los intereses y las opiniones de la minoría.

Quiero señalar a propósito que a Rusia, a nosotros, nos intentan aleccionar constantemente, enseñándonos democracia. Pero quienes lo hacen, ellos mismos no muestran muchas ganas de aprender.

En mi opinión, el modelo unipolar no sólo es inadmisible para el mundo contemporáneo sino que imposible. Y no solamente porque a un líder único en el mundo contemporáneo – precisamente en el contemporáneo – no le van a alcanzar recursos militar-políticos ni económicos. Sino porque – y ello es áun más importante – se trata de un modelo que no puede funcionar por estar carente de la base moral propia de nuestra civilización.

Es de señalar, al propio tiempo, que cuanto sucede en nuestro mundo (y sólo hace poco empezamos a debatirlo) es consecuencia de los intentos de imponer la concepción del mundo unipolar en los asuntos internacionales.

¿Qué resultado tenemos?

Las acciones unilaterales, a menudo ilegítimas, no permitieron solucionar ni un solo problema. Es más, generaron nuevas tragedias humanitarias y nuevos focos de tensión. Juzguen Ustedes mismos: no ha disminuido el número de guerras ni el de conflictos locales y regionales. El señor Telchick hizo una mención muy suave de ello. Hoy día en tales conflictos perece no menos gente que antes, y hasta más. ¡Mucho, mucho más!

Actualmente estamos observando un empleo hipertrofiado de la fuerza en los asuntos internacionales, un empleo casi desenfrenado de la fuerza militar, lo que sume el mundo en una vorágine de conflictos que estallan uno tras otro. Como resultado, no alcanzan fuerzas para dar solución integral a ninguno. Resulta imposible hallarles soluciones políticas.

Somos testigos de un siempre mayor menosprecio a los principios básicos del Derecho Internacional. Es más, determinadas normas o casi todo un sistema del Derecho vigente en un país, en primer lugar en Estados Unidos, ha excedido sus marcos nacionales en todos los campos: en la economía, la política y la esfera humanitaria, y se impone a otros Estados. ¿A quién puede gustar tal estado de cosas?

En los asuntos internacionales con cada vez mayor frecuencia se observa la aspiración a resolver uno u otro problema partiendo de las consideraciones políticas, de la coyuntura del momento presente.

Ello es muy peligroso. En tal situación ya nadie se siente seguro. Quiero subrayarlo: ¡nadie se siente seguro! Nadie se siente protegido ni puede tener firme confianza en el Derecho Internacional. Tal política actúa, por supuesto, como catalizadora de la carrera armamentista.

El dominio del factor fuerza inevitablemente estimula a determinados países a aspirar a poseer un arma de exterminio en masa. Es más, han surgido amenazas que eran conocidas ya antes, pero hoy día adquieren un carácter global, tales como el terrorismo.

Estoy convencido de que nos hemos llegado a un etapa crucial en la que debemos ponernos a reflexionar seriamente sobre la arquitectura que ha de tener la seguridad global.

Hace falta buscar un equilibrio sensato entre los intereses de todos los sujetos de relaciones internacional, teniendo en cuenta que el “paisaje internacional” cambia rápidamente debido al dinámico desarrollo de varios Estados y regiones.

La señora canciller federal ya lo ha mencionado. Por ejemplo, el PIB sumario de la India y China, en cuanto a su capacidad adquisitiva paritaria, ya es mayor que el de Estados Unidos. El PIB de los países del grupo BRICh: Brasil, Rusia, la India y China, calculado según este mismo principio, excede el PIB sumario de la Unión Europea. En opinión de expertos, en una perspectiva histórica previsible, ese desnivel irá en aumento.

No cabe duda de que el potencial económico de los nuevos centros del crecimiento mundial va a redundar inevitablemente en aumento de su influencia política y fortalecer el carácter multipolar del mundo.

En relación con ello, aumentará mucho la importancia de la diplomacia multivectorial. La apertura, la transparencia y el carácter predecible de la política no tienen alternativa, el empleo de la fuerza debe enfocarse como una medida excepcional, análoga a la pena de muerte que sigue existiendo en sistemas judiciales de ciertos Estados.

Pero hoy día estamos observando que los países en que la pena de muerte no se aplica ni a los asesinos ni otros criminales peligrosos aceptan fácilmente participar en unas operaciones militares que difícilmente pueden catalogarse como legítimas. Y es que en tales conflictos muere gente de paz, ¡mueren centenares y miles de personas!

Al propio tiempo surge la pregunta: ¿acaso podemos contemplar con indiferencia y apatía los conflictos internos que surgen en determinados países, el proceder de los regímenes autoritarios y el de los tiranos, así como la propagación de armas de exterminio en masa? Esta era la esencia de la pregunta que el estimado señor Liebermann [1] formuló a la canciller federal. ¿Comprendí bien la pregunta de usted (dirigiéndose a Liebermann)?

Es una pregunta seria. ¿Podemos mirar con indiferencia a aquello que está sucediendo? Intentaré responder yo también a la pregunta de usted. Desde luego, no debemos hacerlo. Claro que no.

¿Mas tenemos recursos para hacer frente a tales retos? Sí, los tenemos. Baste con recordar la Historia reciente. En nuestro país se realizó una transición pacífica hacia la democracia. ¿No es así? Se operó una transformación pacífica del régimen soviético. ¡Un régimen que poseía colosales arsenales, incluida el arma nuclear! ¿Y por qué ahora, siempre que sucede algo, hace falta arrojar bombas y disparar? Parece que en el contexto de ausencia de la amenaza del exterminio mutuo nos faltan cultura política y respeto a los valores democráticos y al Derecho.

Estoy convencido de que como el único mecanismo de la toma de decisiones sobre el empleo de la fuerza militar puede actuar solamente la Carta de la ONU. En relación con ello quiero señalar: o entendí mal lo que dijo hace poco nuestro colega, el ministro de Defensa de Italia [2], o la expresión de él no fue muy correcta.

Lo que oí fue lo siguiente: que el empleo de la fuerza puede considerase legítimo en caso si la respectiva decisión fue tomada por OTAN, la Unión Europa o la ONU. Si él de veras así lo cree, tenemos distintos pareceres. O lo oí mal. El empleo de la fuerza puede considerase legítimo si la decisión de hacerlo se tomó en el marco de la ONU y en pie de su Carta. No se puede suplantar Naciones Unidas ni por la OTAN ni por la Unión Europea.

Cuando la ONU logre aunar realmente las fuerzas de la comunidad mundial, capaces de reaccionar a los acontecimientos que se desarrollen en unos u otros países, cuando nos liberemos del menosprecio al Derecho Internacional, entonces la situación podrá cambiar. En caso contrario, sólo vamos a tener atolladeros sin salida y multiplicar errores graves. Además, es necesario insistir en que el Derecho Internacional tenga un carácter universal, tanto en la interpretación como en la aplicación de sus normas. No se debe olvidar que el proceder democrático en la política supone sostener debates y elaborar decisiones con meticulosidad. Estimados señoras y señores:

El potencial peligro de la desestabilización de relaciones internacionales está vinculado con un obvio estancamiento que se observa en materia de desarme. Rusia se manifiesta a favor de reanudar el diálogo sobre este importantísimo problema.

Importa conservar la solidez de la base jurídica internacional en esta cuestión, así como garantizar la continuidad del proceso de reducciones del armamento nuclear.

Hemos acordado con Estados Unidos haber reducido nuestros potenciales nucleares sobre vectores estratégicos hasta unas 1.700-2.200 unidades hacia el 31 de diciembre de 2012. Rusia está dispuesta a cumplir estrictamente los compromisos asumidos.

Esperamos que la contraparte actúe también de modo transparente y que no se le ocurra guardar unos dos centenares de ojivas por si acaso, para los malos tiempos. Si el nuevo secretario de Defensa de EEUU nos declara que Estados Unidos no va a esconder esas cargas en unos almacenes, ni “bajo almohada” o “bajo manta”, propongo que nos levantemos todos y aplaudamos parados tal decisión. Pues sería una declaración muy importante.

Rusia se atiene estrictamente y seguirá ateniéndose al Tratado de No Proliferación del Arma Nuclear y al régimen del control multilateral sobre las tecnologías misilísticas. Los principios sobre los que descansan estos documentos tienen el carácter universal. En relación con ello quisiera hacer recordar que en los años 1980, la URSS y EEUU firmaron el Tratado de Liquidación de toda una clase de cohetes de mediano y corto alcance.

Pero a este documento no le fue comunicado el carácter universal. Por ello hoy día los países como la República Democrática Popular de Corea, la República de Corea, la India, Irán, Pakistán e Israel ya tienen tales misiles. Otros muchos Estados están desarrollando sistemas análogos y prevén incorporarlos a sus fuerzas armadas. Tan sólo Estados Unidos y Rusia están cumpliendo el compromiso de no desarrollarlos.

Se entiende que en tal contexto nos vemos obligados a pensar en las garantías de nuestra seguridad. Al propio tiempo, no se puede permitir el desarrollo de nuevos tipos de armas basadas en altas tecnologías, lo que desestabilizaría la situación.

Sobra decir que también hace falta adoptar medidas para prevenir el surgimiento de nuevos focos de confrontación, especialmente en el espacio. Como es sabido, las “guerras de las Galaxias” ya no son ciencia ficción, sino una realidad. Ya a mediados de la década del 80 (del siglo pasado) EEUU realizó en la práctica la intercepción de su propio satélite.

En opinión de Rusia, la militarización del espacio podría provocar consecuencias impredecibles para la comunidad mundial, comparables con aquellas que tuvo el comienzo de la era nuclear. Nosotros en más de una ocasión promovíamos iniciativas dirigidas a no admitir el emplazamiento de armas en el espacio.

Quisiera informarles hoy que Rusia ha elaborado un proyecto de tratado internacional de prevención de la colocación de armas en el espacio, el que en los próximos tiempos será dirigido a otros países como una propuesta oficial. Propongo trabajar juntos en ello.

A nosotros no nos pueden menos que preocupar los planes de desplegar elementos del sistema de defensa antimisiles en Europa. ¿A quién le conviene una nueva vuelta de la carrera armamentista, inevitable en tal caso? Dudo mucho de que sean los propios europeos.

Ninguno de los llamados “países problemáticos” tiene misiles que realmente puedan presentar amenaza para Europa, con alcance de 5 a 8 mil kilómetros. Ni lo tendrá en un futuro previsible. También es obvio que un hipotético lanzamiento de un misil de Corea del Norte contra EE.UU. vía Europa Occidental contradice las leyes de la balística. En Rusia decímos en tal caso que ello equivale a “alcanzar la oreja izquierda con la mano derecha”.

Al encontrarme aquí, en Alemania, no puedo dejar de mencionar el estado crítico en que se encuentra el Tratado de las Fuerzas Armadas Convencionales en Europa (FACE).

El FACE adaptado fue firmado en 1999, partiendo de una nueva realidad geopolítica: la liquidación del Bloque de Varsovia. Desde aquel entonces han transcurrido 7 años, pero sólo 4 Estados han ratificado este documento, incluida la Federación de Rusia.

Los países de la OTAN manifestaron abiertamente que no iban a ratificar este Tratado, incluida la tesis de las limitaciones de flanco (concerniente al emplazamiento en los flancos de una determinada cantidad de tropas) mientras que Rusia no retire sus bases de Georgia y Moldavia. Estamos retirando nuestras tropas de Georgia, además lo hacemos de modo acelerado. Hemos resuelto nuestros problemas con la parte georgiana, lo sabe todo el mundo.

En Moldavia sigue presente nuestro contingente de mil quinientos efectivos, el que está cumpliendo funciones de mantenimiento de la paz y de la custodia de los almacenes de municiones que han quedado de la época de la URSS. Estamos debatiendo regularmente este problema con el señor Solana, él conoce la posición que mantenemos nosotros. Estamos dispuestos a seguir trabajando en este derrotero.

¿Y qué es lo que está sucediendo en este mismo tiempo? En este mismo tiempo en Bulgaria y Rumania surgen las llamadas bases ligeras de EE.UU., de 5 mil efectivos en cada una. Resulta que la OTAN destaca sus unidades de vanguardia hacia nuestras fronteras nacionales, mientras que nosotros, al cumplir estrictamente el Tratado en cuestión, no respondemos de ningún modo a tal proceder.

Creo que es obvio que la ampliación de la Alianza Atlántica no tiene nada que ver con su modernización ni con las garantías de la seguridad en Europa. Al contrario, se trata de un factor provocador que merma la confianza mutua. Con pleno derecho podemos preguntar: ¿contrá quién está apuntada tal ampliación? ¿Y qué ha sido de las aseveraciones que nos daba Occidente tras la disolución del Pacto de Varsovia? ¿Dónde están ahora esas aseveraciones, de lasque ni se acuerda nadie?

Me permitiré hacer recordar a este auditorio lo que fue dicho. Quiero aducir una cita de la intervención del secretario general de la OTAN, el señor Werner, en Bruselas el 17 de mayo de 1990. Él dijo: “El propio hecho de que estemos dispuestos a no emplazar las tropas de la OTAN más allá del territorio de la RFA es una firme garantía que se da a la Unión Soviética”. ¿Dónde está esa garantía?

Las piedras y bloques del Muro de Berlín desde hace mucho están repartidos en souvenirs. Pero no se debe olvidar que su caída se hizo posible, entre otras causas, también gracias a la opción hecha por el pueblo de Rusia a favor de la democracia y la libertad, la apertura y la sincera cooperación con todos los miembros de la numerosa familia europea.

Mas hoy día nos intentan imponer nuevas líneas divisorias y unos muros – aunque virtuales – que fragmentan nuestro continente común. ¿Volveremos a necesitar largos años y decenios, así como la sucesión de varias generaciones de políticos para poder “desmontar” esos nuevos muros?

Estimados señoras y señores:

Nos manifestamos sin reservas por fortalecer el régimen de no proliferación. El Derecho Internacional permite desarrollar tecnologías de elaboración de combustible nuclear destinado para el uso pacífico. Muchos países, con pleno fundamento, aspiran a crear su propia rama de energía nuclear como base de su independencia energética. Pero sabemos que no se necesita mucho tiempo para transformar tales tecnologías en unas que permiten obtener material militar.

Ello origina una seria tensión a escala internacional. Un palmario ejemplo de ello es la situación que existe en torno al programa nuclear iranio. Si la comunidad mundial no encuentra una sensata solución para este conflicto de intereses, las crisis desestabilizadoras como ésta seguirán sacudiendo el mundo, porque no sólo Irán es capaz de hacerlo.

Lo sabemos todos perfectamente. Si no lo hacemos, vamos a chocar constantemente con la amenaza de propagación de armas de exterminio en masa.

El año pasado, Rusia promovió la iniciativa de instituir centros multinacionales de enriquecimiento de uranio. Estamos abiertos para que tales centros se creen no sólo en Rusia sino también en otros países, en los que la energía nuclear exista sobre una base legítima. Los Estados que deseen desarrollar la energía nuclear podrían recibir de modo garantizado el combustible por medio de participar en la labor de tales centros bajo estricto control de la Agencia Internacional de Energía Atómica.

Con la propuesta rusa se hacen eco las recientes iniciativas del presidente de EEUU, George Bush. Creo que Rusia y EEUU están interesados objetivamente y en igual medida en que se recrudezcan los regímenes de no proliferación de las armas de exterminio en masa y sus vectores. Nuestros países, al ocupar posiciones de líderes en cuanto a su potencial nuclear y misilístico, también deben ponerse a la cabeza de la elaboración de unas medidas nuevas, más rigurosas, en materia de no proliferación. Rusia está preparada a acometer tal labor. Estamos realizando consultas con nuestros amigos estadounidenses.

Debe tratarse de crear todo un sistema de palancas políticas y estímulos económicos, que permitan que los Estados sean capaces de desarrollar su energía nuclear y fortalecer su potencial energético, sin la necesidad de tener sus propias plantas de fabricación de combustible nuclear.

En relación con ello, quiero tratar de un modo más detallado el tema de la cooperación energética internacional. La señora canciller federal también lo tocó. En materia energética Rusia se orienta a elaborar las reglas de mercados únicas para todo el mundo y a trabajar en condiciones de transparencia. Es obvio que el precio de los agentes energéticos debe determinarse en el mercado, pero no ser objeto de especulaciones políticas, presión económica ni chantaje.

Estamos abiertos para la cooperación. Compañías extranjeras ya participan en grandes proyectos energéticos que se realizan en nuestro país. Según diversas valoraciones, hasta un 26% de la extracción de petróleo en Rusia – piénsenlo bien, hasta un 26% - le corresponde al capital extranjero. ¿Pueden ustedes aducirme ejemplos de una presencia tan amplia del capital ruso en ramas clave de la economía de los Estados occidentales? ¡Tales ejemplos no existen! No existen.

Quiero mencionar también la correlación entre las inversiones que llegan a Rusia y aquellas que se dirigen de Rusia a otros países: es de 15 a 1, aproximadamente. Aquí está otro palmario ejemplo del carácter abierto y estable de la economía rusa.

La seguridad económica es un campo en que debemos atenernos todos a unos principios únicos y competir honestamente entre sí. La economía rusa tiene siempre mayores posibilidades para hacerlo. Lo confirman tanto expertos patrios como extranjeros. Hace poco, la OECD elevó el rating de Rusia: del cuarto grupo de riesgo al tercero. Aprovechando la ocasión de encontrarme en Munich, quisiera expresar agradecimiento a nuestros colegas alemanes por haber contribuido a la toma de tal decisión.

Como sabrán ustedes, el proceso de adhesión de Rusia a la OMC se ha acercado a la etapa final. Quiero señalar que durante largas y nada fáciles conversaciones que estuvimos sosteniendo más de una vez nos hablaron de la libertad de palabra, libertad de comercio y posibilidades iguales, pero siempre lo decían refiriéndose solamente a nuestro mercado, el de Rusia.

Hay otro tema importante que tiene que ver directamente con la seguridad global. Hoy día se habla mucho de la lucha contra la pobreza. ¿Y qué está pasando realmente? Por una parte, para los programas de ayuda a los países más pobres se asignan cuantiosos recursos financieros. Pero muchos de los presentes sabrán que a menudo ese dinero se dirige sólo a compañías de los países donantes. Por otra parte, los países industrializados subsidian su agricultura, limitan acceso hacia altas tecnologías para otros Estados.

Vamos a llamar las cosas con sus propios nombres: resulta que con una mano se distribuye “ayuda de beneficencia”, pero con la otra tanto se conserva el atraso económico como también se recolecta la ganancia.

La tensión social que surge en las regiones depresivas desemboca inevitablemente en el aumento del radicalismo y el extremismo, así como nutre el terrorismo y los conflictos locales. Y si ello sucede, por ejemplo, en Oriente Próximo, donde el entorno exterior se percibe de modo exacerbado como un mundo injusto, surge el riesgo de una desestabilización global. Los principales potencias deberían ver esta amenaza y respectivamente edificar un sistema de relaciones económicas mundiales más justo y más democrático, en el que todo el mundo tenga las perspectivas de desarrollo.

Estimados señoras y señores, al intervenir en una conferencia dedicada al tema de seguridad, es imposible silenciar la actividad que está desarrollando la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa. Como es notorio, ésta fue instituida para analizar todos los aspectos de la seguridad, todos, quiero subrayarlo: militar-políticos, económicos y humanitarios, además en su relación mutua.

¿Y qué vemos hoy? Vemos que este equilibrio está alterado. A la OSCE la intentan transformar en un instrumento vulgar utilizado para garantizar los intereses de un país o un grupo de países en detrimento de los de otros países. Respectivamente fueron “cortados” tanto el aparato burocrático de la OSCE, el que no está relacionado de ningún modo con los países fundadores, como también el procedimiento de la toma de decisiones y el uso de las llamadas “organizaciones no gubernamentales”, las que son independientes sólo de pura forma, porque se financian por unas fuerzas concretas y, por ende, están controladas.

Según documentos estatutarios, en la esfera humanitaria la OSCE está llamada a prestar cooperación a los países miembros - a solicitud de ellos – en la observancia de las normas internacionales en materia de derechos humanos. Es una tarea importante. La estamos apoyando. Mas ello no significa practicar injerencia en los asuntos internos de otros Estados, ni menos aún dictarles cómo ellos deben vivir y desarrollarse.

Es evidente que tal injerencia no contribuye, ni mucho menos, a la maduración de unos Estados auténticamente democráticos. Al contrario, los hace dependientes y, como consecuencia de ello, inestables en los aspectos político y económico.

Esperamos que la OSCE se guíe en su proceder por sus tareas directas y estructure relaciones con los Estados soberanos sobre los principios del respeto, confianza y transparencia. Estimados señoras y señores:

Para concluir, quisiera señalar lo siguiente. Escuchamos a menudo, en particular yo en persona, los llamamientos por parte de otros países, incluidos los europeos, a que Rusia empiece a desempeñar un papel más activo en los asuntos internacionales.

A la luz de ello quiero hacer una pequeña observación. Creo que no existe mucha necesidad de estimularnos ni empujarnos. Rusia es un país con una Historia de más de mil años, y de hecho siempre ha gozado del privilegio de aplicar una política exterior independiente.

Tampoco hoy día tenemos planes de abandonar esta tradición. Al propio tiempo, vemos cómo ha cambiado el mundo, valoramos de modo realista nuestras posibilidades y nuestro potencial. Y, por supuesto, quisiéramos tener que ver con unos consocios también independientes y con sentido de responsabilidad, para poder edificar juntos un orden mundial justo y democrático, capaz de garantizar la seguridad y prosperidad no sólo para unos elegidos sino para todo el mundo. Agradezco su atención.

Vladimir V. Poutine

15 de febrero de 2007

Golpe centralista

UN Periódico (de la Universidad Nacional), No. 100


Recomendado

La contrarreforma a las transferencias

intergubernamentales, ¿un ejercicio de patafísica?

Álvaro Martín Moreno Rivas (1)

Óscar Quiroga Traslaviña (2)

La reforma del régimen de transferencias intergubernamentales se presenta a la opinión pública como una medida puramente fiscal y preventiva sin la cual sería imposible asegurar la sostenibilidad de las finanzas del Gobierno Nacional Central y la prestación de los servicios públicos básicos en las regiones. Sin embargo, el discurso retórico y sofisticado de las autoridades parece ser más bien un ejercicio de patafísica, disciplina inventada por Alfred Jarry, dedicada al estudio de las “soluciones imaginarias” y de las “leyes que regulan las excepciones”(3). Al mirar críticamente los postulados de la modificación de la norma constitucional se encuentran enormes fisuras, que hacen lucir endeble su justificación esencialmente fiscalista. Ignorando el pasado, los defensores de la contrarreforma intentan situar el debate en un dilema maniqueo: reforma o catástrofe, ajeno a una discusión coherente y profunda sobre su real contenido y alcance. En realidad, lo que se quiere restablecer es la vieja “teología política” de Carl Schmitt (4) para quien “el soberano es aquel que decide la excepción”. Ahora lo importante son las “decisiones”, las normas y las reglas. Es decir, las instituciones no prueban nada. Esta es la filosofía política del Ministerio5.

Las principales justificaciones de la contrarreforma son: (i) de no cambiarse la regla constitucional vigente el país quedaría al borde de una crisis fiscal en el 2009; (ii) la reforma garantizaría a las regiones un flujo de recursos permanente y estable para financiar de manera sostenible el gasto social, en contraste con la situación actual que se caracteriza por la incertidumbre y volatilidad. Los defensores sostienen que de aprobarse los cambios en las reglas que rigen el sistema de transferencias, el Gobierno Nacional dispondría del margen de maniobra para disminuir su déficit fiscal, las regiones asegurarían el financiamiento de los gastos de salud y educación y el proceso de descentralización previsto en la Constitución de 1991 se podría consolidar sin mayores traumatismos. Olvidan los técnicos del Ministerio, lo que exige el teorema básico del diseño de políticas económicas óptimas: para alcanzar tres objetivos se requiere de un igual número de instrumentos linealmente independientes. En nuestro caso, se viola el principio y algunas de las metas no se podrán alcanzar.

Los postulados de la contrarreforma dejan de lado los principios de descentralización y democratización explícitos en la “Norma de normas” y en la ley de transferencias. La insistencia del ejecutivo de hacer permanente la desvinculación del Sistema General de Transferencias (SGP) de los ingresos corrientes de la nación (INC) es contraria al Estado unitario descentralizado definido en el núcleo constitucional de 1991, y ratifica la negativa y la resistencia del ejecutivo de ceder poder económico y político a las regiones. En este orden de ideas, el logro de la llamada “sostenibilidad fiscal” mediante la reforma del SGP luce más como un pretexto que como un objetivo alcanzable. Cabe preguntarse, más allá de los maquillajes contables: ¿por qué habría de reducirse el déficit fiscal del sector público consolidado a partir de 2009, si además de los gastos de seguridad, servicio de la deuda y pago de pensiones, el Gobierno Central asume también de forma permanente la provisión de bienes y servicios locales, en sectores como infraestructura urbana y vías rurales?

De otro lado, si la mayor parte de la inversión de las entidades territoriales queda definida por leyes y planes de gobierno de origen nacional (el soberano hace las excepciones), la descentralización sería más un discurso formal (imaginario) que una realidad capaz de transformar los comportamientos sociales desde lo local, tal como está previsto en la Constitución de 1991. De esta manera se subordinan las decisiones regionales a los caprichos del príncipe moderno. Por supuesto, la orientación de los “reformadores” es clara. Es necesario centralizar el manejo de los recursos para alcanzar ese balance frágil entre dominación y dirección o, como lo definió Antonio Gramsci, el trade off entre fuerza y consenso. Sin embargo, en “ciertas ocasiones, en las que el uso de la fuerza encierra un riesgo demasiado elevado, entre el consentimiento y la fuerza se sitúa la corrupción-fraude” (6). Así las cosas, en su afán de asestar un golpe mortal al modelo organizacional estatal y de toma de decisiones definido en la Constitución de 1991, reversando el modelo a un esquema presidencial y centralista, los defensores del Acto legislativo 011 se esfuerzan en sobrestimar los costos de no reformar. Se afirma, por ejemplo, que sin la reforma a partir de 2009 el déficit del gobierno nacional aumentaría en 5,2 billones de pesos.

Estas proyecciones sobrestiman el gasto real de transferencias que define la fórmula vigente. Los técnicos del Ministerio maquillan el dato al no tener presente que los recursos del FEC (transferencias complementarias para educación por situado fiscal) incorporados en el régimen de transición que cubre el periodo 2002-2008 no forman parte del cómputo para el cálculo del SGP a partir de 2009. Tampoco lo son los ingresos tributarios de carácter transitorio (impuestos al patrimonio), los impuestos establecidos bajo la declaratoria de emergencia económica y los tributos con destinación específica. En efecto, al incluir los recursos del FEC se sobrestima para el 2009 el valor de las transferencias en $2,1 billones. Del mismo modo, el gobierno guarda silencio respecto a otros instrumentos que podría utilizar para conjurar una crisis fiscal. Por ejemplo, los recaudos del impuesto al patrimonio, de naturaleza transitoria, estimados en $8 billones de pesos sin reforma a las transferencias no harán parte de la base de liquidación de las transferencias.

De igual manera se pretende convencer a los ciudadanos de que sin reforma los ingresos de las transferencias estarán sujetos a la alta volatilidad de los ingresos corrientes de la nación. En verdad, el acto legislativo del 2001 minimizó este riesgo al establecer como base de liquidación para el crecimiento anual del SGP la variación promedio del ICN de los cuatro años anteriores. Si aplicamos dicha regla para el periodo 1994-2005, un periodo difícil desde todo punto de vista, las transferencias muestran un comportamiento relativamente estable, incluso incorporando el año 1999 cuando se redujeron sustancialmente los ingresos corrientes de la nación. En este orden de ideas, la contrarreforma a las transferencias está lejos de ser la tabla de salvación para ampliar el margen de maniobra fiscal del Gobierno Nacional a fin de conjurar su creciente déficit. La Constitución de 1991 contiene los mecanismos idóneos para que el gobierno nacional financie la ampliación de los gastos inherentes a sus competencias, como los relacionados con el conflicto interno, sin que ello implique cambios drásticos en el modelo de democratización política pactado en 1991. Pretender resolver el problema de la “captura del Estado” por medio de la centralización de recursos es, sin duda, una “solución imaginaria” que desconoce el proceso de reversión de derechos políticos, civiles y sociales que han sufrido los ciudadanos colombianos, lo cual amerita soluciones políticas dirigidas a fortalecer las instituciones y las organizaciones democráticas de la población. Vale la pena recordar la advertencia hecha por uno de los economistas más brillantes del siglo XX, Nicholas Kaldor: “Pienso que pocas personas podrían disentir de la visión de que la centralización del poder es indeseable para la sociedad humana, pues generalmente ello conduce a la corrupción moral y material de quienes ejercen el poder” (7).

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1 Profesor Asociado de la Universidad Nacional de Colombia

2 Economista de la Universidad Nacional de Colombia

3 Alfred Jarry (1980). Todo Ubú, Editorial Bruguera.

4 Héctor Orestes Aguilar (2001). Carl Schmitt, Teólogo de la Política. Prólogo y Selección de Textos, Fondo de Cultura Económica.

5 A pesar de que el Ministro insista en que él no es politólogo, y que no existe crisis política

6 Antonio Gramsci, Cuadernos de la Cárcel, Editorial Era.

7 Citado por A. Thirlwall (1987), Nichollas Kaldor, The Harvester Press Publishing

13 de febrero de 2007

Ángeles y demonios

Por Israel Adán Shamir

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Ya sabíamos que no está bien endiosarnos; ahora ya es tiempo además de aprender a no demonizar al prójimo.

La demonización del enemigo es un invento relativamente reciente. En los buenos tiempos de antaño, la gente se peleaba pero después se hacía amiga, y después se volvía a pelear, como los valientes héroes de la Ilíada o como los briosos caballeros del rey Arturo. Los guerreros que combatían y se mataban los unos a los otros, beberán luego la ambrosia y se desafiarán en la misma mesa en el Valhala.

Por cierto, el Antiguo Testamento se esmera en contarnos de Josué que fue el primer rey que inauguró un tribunal de Nuremberg, matando a cinco reyes cautivos, siempre en nombre del Señor, porque "odiaban a los judíos y peleaban contra ellos" (Josué 10). Pero, desde el tiempo de Josué, y hasta el siglo 20, a los reyes derrotados como enemigos no se les ajusticiaba, y una buena pelea no tenía mucho que ver con el odio. Las guerras ideológicas por la fe, -las Cruzadas- no eran excepcionales desde este punto de vista, pues ni los guerreros musulmanes ni los cristianos olvidaban que eran tan humanos como sus enemigos. Don Rodrigo de Vivar, el famoso Cid, estuvo al servicio del rey de Castilla y del emir de Zaragoza; la pagana Clorinda fue la heroína de la Jerusalén liberada de Torcuato Tasso. En la famosa boda que tuvo lugar en el castillo asediado de Kerak, los cruzados habían enviado al turco Saladino, que los asediaba, una tajada del pastel de bodas, y Saladino por su parte preguntó en qué torre iban a dormir los recién casados, para que su ejército desviara sus catapultas hacia otra parte. El príncipe Igor, de la Rusia de Kiev, atacó a los Kipchaks, la gente de la meseta, fue derrotado y capturado, pero estando preso se casó con la hija del Kan (el Rey) Kipchak. En el siglo XIX, Goethe de Germania y Lermontov de Rusia admiraron a Napoleón, quien era enemigo de sus países, mientras Kamal y el hijo del coronel intercambiaban regalos después de intercambiar tiros en el Fort Bukloh lo que se evoca en la balada de Kipling.

Las cosas empezaron a cambiar hace unos cien años, con el advenimiento de la democracia y los medios masivos, porque surgió la necesidad de convencer a un montón de gente de que la guerra es algo necesario y justificado. La simplificación de "buenos o malvados" a lo Hollywood sustituyó la vieja división entre amigo y enemigo, y el enemigo se convirtió en el malo, intrínseca e irremediablemente malo. Esto fue una mala noticia, porque un enemigo se puede convertir en un amigo, pero un malvado no puede volverse bueno. Había que matarlo, y, efectivamente, se le solía matar a plena luz del día. La admiración por el enemigo se volvió imposible; cada guerra se convirtió en una guerra entre "hijos de la luz" versus "hijos de la oscuridad. En semejante guerra, no cabe la compasión, se exige la crueldad hacia los civiles.

Un brote serio de demonización del enemigo fue implementado por los medios angloamericanos con vistas a lograr empujar a la reticente América a la primera guerra mundial contra Alemania, logro que fue prometido por [el judío] Weitzman al inglés Lord Balfour a cambio del apoyo de éste de entregar Palestina a los judíos sionistas. En palabras de Benjamín Freedman, "después que los sionistas vieron la posibilidad de apoderarse de Palestina, todo cambió, como un semáforo que pasa de la luz roja a la verde. [En Estados Unidos,] dónde los diarios habían estado a favor de Alemania, casi unánimemente los alemanes dejaron de ser buenos, de golpe se convirtieron en los malos. Eran los Hunos, asesinaban a las enfermeras de la Cruz Roja y les cortaban las manos a los niños de teta.” [(http://www.israeliwatch.com/2007/02/01/a-jewish-defector-warns-america/]. A los alemanes se los acusó de hacer jabón con los soldados británicos (pues sí, el cuento de Nuremberg acerca del jabón humano no era más que un refrito del viejo disparate), de atravesar a los nenes de Bélgica con sus bayonetas (esto lo volvieron a escenificar en 1991 cuando a los iraquíes se les acusó de sacar a los recién nacidos de Kuwait fuera de sus incubadoras), de hundir a un buque de pasajeros (cargado con municiones, pero esto se consideró una atrocidad, treinta años antes de la destrucción de Dresden). Hay un afiche de tiempos de guerra que muestra al alemán arquetípico con facha de horrible gorila secuestrando a una doncella rubia, como un precursor de King Kong.

La demonización de los alemanes empezó a crecer en los años 1930, autorizando al boicot de los productos alemanes, con la Palestina sionista como salida de emergencia, y después de la guerra cristalizó en una nueva jerarquía del mal con Hitler encarnando a un nuevo Satanás de carne y hueso. Desde entonces, los malvados nazis aparecieron más a menudo que los mismísimos vaqueros en innumerables películas de Hollywood, y seguimos viviendo hoy en día en un mundo donde la más mínima referencia a Hitler equivale al colmo del mal.

Hoy en día, para demonizar a alguien, basta con dibujar una semejanza cualquiera con Hitler, y la cosa funcionará. Los árabes y musulmanes combaten a los judíos, por lo tanto son nazis y pueden ser considerados como encarnación del mal. En 1956, el general Macmillan describió a Jamal Abd el Nasser como un "nuevo Hitler" porque nacionalizó el canal de Suez. En 1982, Begin llamó a Yasser Arafat "el nuevo Hitler", porque tenía que justificar su agresión y el bombardeo de Beirut. Stalin era "peor que Hitler", según un discurso del presidente Bush. Ahora le toca a Irán, cuyo presidente suele ser evocado como el "nuevo Hitler" y su pueblo como "islamofascista". Irónicamente, los que defienden a Irán comparan a Bush con Hitler, y a los bushistas con los nazis. Esto recuerda a Huey Long de Luisiana; cuando se le preguntó si el fascismo podría llegar hasta América, contestó: "por supuesto que sí, con la única diferencia de que se le llamará antifascismo".

Hollywood produjo algunas películas de curas que exorcizan a los demonios; pueden hacer otra sobre un rabino demonizador, basándose en Shmuley Boteach, autor de un libro sobre La necesidad de odiar el mal, quien escribiera: "Ajmadineyad es una abominación internacional que puede aspirar a ser reconocido como el hombre en vida más desbordante de odio". Los políticos no se quedaron atrás, así por ejemplo Netanyahu: "Hitler primero se dio a conocer por una campaña mundial, y después trató de hacerse con el armamento atómico. Irán está tratando de empezar por dotarse de las armas nucleares primero." Y Gringrich: Estamos en 1935 y Mahmud Ajmadinejad es lo más cercano a Adolf Hitler que hayamos visto jamás".

Los israelíes se vuelven lívidos como la cera cuando se les compara con nazis. Inmediatamente empiezan una argumentación interminable para "puntualizar la diferencia": los nazis usaban botas, nosotros llevamos zapatos, ellos graznean en alemán mientras nosotros cantamos en melódico hebreo, los nazis se oponían a los maravillosos judíos, nosotros nos oponemos a los bestiales árabes. No cabe duda que los israelíes son distintos de los nazis; tampoco que era preferible ser un francés en la Francia ocupada por los alemanes, en vez de ser hoy un palestino en la Palestina ocupada por los judíos. Si no ha surgido ningún Céline palestino, ni un Sartre palestino o un André Gide para sentarse junto al poder ocupante, es porque la ocupación judía es mucho más insoportable que la de los propios nazis.

A los angloamericanos les gusta considerarse a sí mismos como los buenos contra los malos de Hitler. Pero hablando objetivamente, no había mucho para escoger entre ambos lados. Los angloamericanos fueron bestias a más no poder: hicieron cenizas a Dresde, vitrificaron a Hiroshima, hambrearon a millones de alemanes. Incluso su racismo fue bastante comparable: en USA, una unión sexual entre un ario y un negro se consideraba una ofensa criminal muchos años antes de las leyes de Nuremberg, y siguió siendo así durante muchos años después que las leyes de Nuremberg fueron anuladas [el Estado de Alabama abolió semejantes leyes recién ¡en el año 2000!].

No quiero ni siquiera empezar a hablar del bando soviético en la guerra, pues se ha convertido en un lugar común igualar a Stalin con Hitler en lo moral, y a los comunistas con los nazis, a pesar de que esta hipótesis se basa en unas pocas estadísticas locas de la guerra fría, y en realidad, el GULAG de Stalin nunca llegó a tener tantos internados como las prisiones de George Bush.

Ahora bien, la demonización es siempre cosa de bárbaros. Esta es la lección que tenemos todos que aprender ahora con todas las cosas que están pasando. Sólo un arrogante y desalmado puede en su hybris pretender una superioridad moral inherente, por encima de otro mortal. Por esto es que la demonización era una barbarie que no se conocía, hasta que la iglesia fue marginalizada. No es mejor demonizar la carne y la sangre que idolatrarlas. Ya sabíamos que no debemos endiosarnos; ahora es tiempo de aprender además a no demonizarnos. Seamos criaturas bendecidas con nuestros amigos, y lo mismo con nuestros enemigos. Ni somos ángeles, ni nuestros enemigos son demonios.

Si entendemos estas cosas, aprenderemos de los judíos que se han negado sabia y obstinadamente a demonizar a los suyos. Ariel Sharon fue un asesino brutal de mujeres y niños, que se supone quiso ser "un Hitler para los palestinos"; pero el New York Times de la familia Sulzberg no hizo caso a nuestras inocentes tentativas por demonizarlo, fue bien recibido por los de arriba y la gente poderosa, y está quedando en la historia como un buen veterano cualquiera. Los judíos no permitieron la demonización de los responsables judíos de la policía secreta de Stalin, ni tampoco de matones judíos despiadados, sino que los mantienen en el recuerdo a todos como "hombres que amaban a sus madres judías".

Los judíos no caen en la trampa de la demonización porque saben que cualquiera puede ser demonizado. Esta lección la da el Talmud con el ejemplo de Job, que "era perfecto y recto y temía a Dios prescindiendo del mal". Sin embargo los sabios lo tacharon [a modo de ejercicio intelectual] de malvado, en broma. Las sagradas escrituras dicen que Job no pecó de palabra. Los sabios contestaron: "pero sí pecó mentalmente, de corazón". Por si fuera poco, Job había dicho que "aquél que desciende al infierno no podrá volver", con lo cual estaba "negando la resurrección de los muertos", dijeron los talmudistas, y así sucesivamente. Así se demuestra que cualquiera puede ser demonizado, y por lo tanto a nadie se le debería demonizar.

Más aún, los judíos sabios no demonizaban ni siquiera a Satanás. ¿Por qué >empujó Satanás a Dios a ensañarse con Job?, preguntó un sabio talmudista, y contestó a continuación: es que Dios se entusiasmó con Job, y por poco se le olvida el amor de Abraham. Satanás se entrometió entonces por la mejor razón posible, para preservar el justo lugar que le corresponde a Abraham. "Cuando Satanás hubo oído esta homilía, vino y le besó los pies al sabio", dice el Talmud (Baba Bathra 15). Esto fue sabio, porque Satanás no es igual a Dios, y tiene su lugar en los planes de El.

La falacia teológica de la demonización la entendió bien el especialista en ciencia política Carl Schmitt, católico y alemán. Se le presenta a menudo como un hombre sin escrúpulos morales; pero es porque no se le entiende bien. Para él, la distinción entre amigo y enemigo no puede descansar en la moralidad. Es una cuestión de nosotros contra los otros, no de malos contra buenos. Los dos lados son humanos, de modo que un político que los caracteriza a "ellos" como moralmente inferiores o "malos" peca de la hybris de la arrogancia, pero además está blasfemando pues niega que Dios sea el creador de todos. El poder del Señor reina sobre todos, incluso sobre nuestros enemigos personales. Sería blasfemia tratar a nuestros enemigos como infrahumanos. Todos somos moralmente iguales, en la óptica de Schmitt, aún cuando la política hace que sea a veces "necesario" matar a los enemigos de uno, según la introducción corta, pero acertada, del filósofo americano moderno Newton Garver. (www.buffaloreport.com/2004/040630garver.humiliation.html). Scout Horton se equivocó tanto en la interpretación de Schmitt que uno se puede preguntar si se trataba realmente de un yerro [ http://balkin.blogspot.com/2005/11/return-of-carl-schmitt.html ]. Por ejemplo, escribió: "para Schmitt, la clave para la salida exitosa de la guerra contra semejante enemigo es la demonización.. Según Schmitt, las normas de la ley internacional con respecto a los conflictos armados reflejan las ilusiones románticas de una edad caballeresca." Es al revés: Schmitt estaba a favor de una guerra de uniformes, llevada a cabo entre dos ejércitos, donde los civiles quedan fuera de la contienda. Estaba en contra de la demonización, porque es algo inaceptable para una persona religiosa. Horton se da cuenta que su lectura de Schmitt es defectuosa, y escribe correctamente : "Schmitt expresa desde el inicio las reservas morales más severas en cuanto a su concepto de demonización. Teme que se preste a 'altas manipulaciones políticas' que deben evitarse a toda costa". Utiliza a Schmitt para atacar a John Yoo, un seguidor de Bush que después se convirtió en un seguidor de Alan Dershowitz en cuanto a autorizar la tortura, pero en vez de referirse a Dershowitz el sionista, apela a Schmitt que puede ser presentado como un "pensador nazi legal". El objetivo (de atacar a Yoo) es válido, pero los medios (la referencia a Schmitt) son disparatados. El artículo de Horton se puede entender como una prolongación de la extrema demonización de la Alemania de los años 1930. Se refiere a Leo Strauss "admirador de toda la vida y comentarista de Carl Schmitt ante sus estudiantes" pero no logra ver la gran diferencia. Schmitt creía en Dios, mientras que Strauss carece tanto del sentido de lo divino que les resultó chocante a los sionistas en la Jerusalén de los años 1930, por su ateísmo total. De estos dos hombres, Strauss el precursor de los neo conservadores y Schmitt el pensador nazi legal, Schmitt era el que abogaba por una actitud humana hacia el enemigo, mientras que Strauss los deshumanizaba a todos sin piedad.

Horton escribe : "Carl Schmitt era un hombre racional, pero marcado por un odio a América que rayaba en lo irracional. El veía la forma en que USA trastocaba la ley internacional como viciada por la hipocresía, y veía en la conducta Usamericana de fines del siglo XIX y principios del XX una nueva forma de imperialismo amenazante". ¿En qué se puede calificar de irracional este planteamiento? ¿Cómo es posible que una persona del mismo lado nuestro de la barricada (como es el caso de Horton) no puede admitir que el Estado que veta cualquier resolución de condena a Israel y llama a la guerra contra Irán es el colmo de la hipocresía? ¡Si Moliere se enterase, tendría que reescribir su Tartufo! La actitud de Horton, típicamente judía, según la cual "si nos critican, tiene que ser por culpa de un odio irracional" se ha convertido en la marca distintiva del pensamiento Usamericano que germinó a partir de la demonización del enemigo.

Pues no se puede demonizar sólo a una persona y parar la cosa ahí mismo: la demonización de una persona conlleva la demonización de muchas otras más. Los ataques contra musulmanes, árabes, iraníes son la consecuencia inevitable de los ataques anteriores contra los alemanes. Por esto el columnista canadiense y judío Mordecai Richler escribió: "Los alemanes son para mí aborrecibles. Me alegro de que se bombardeara a Dresden sin ningún objetivo militar. Para mi gusto, los rusos no retuvieron y maltrataron a los prisioneros de guerra alemanes lo suficiente".

Y el premio Nobel de la Paz, Elie Wiesel, añadió, a su vez: "Cada judío debería preservar en algún rincón de su ser íntimo, una zona de odio, odio viril y saludable, hacia lo que personifica el alemán y lo que persiste en el alma del alemán." http://www.counterpunch.org/dasgupta07292006.html] A partir de ahí no había más que un paso hasta llegar a Dan Gillerman, representante israelí en la ONU, que llamó a los combatientes de Hezbollah "animales desalmados e imposibles de diferenciar", o al jefe del consejo israelí, Rafael Eitan, proponiendo tratar a los palestinos como "se trata a las cucarachas drogadas dentro de una botella". Pero ahora, hasta los alemanes siguen alegremente este estilo de acusaciones contra su finado Führer, y se unen a la universal condena de Irán y los árabes. "El presidente Mahmud Ajmadineyad es un Adolf Hitler en pleno auge con su obstinación en un programa nuclear par Irán", dijo la amazona anglosajonizada Ángela Merkel, canciller alemana. [www.archive.gulfnew.com/indepth/irancrisis/more_stories/10016391html]. Pues sí, las gentes que han padecido asaltos de hostilidad tienden a unirse al grupo y procuran ser hostiles a su vez contra otros, no es más que un rasgo humano, o tal vez simio. El encantador pintor mexicano Miguel Covarrubias menciona un caso semejante en su libro inmensamente divertido sobre Bali. En una vivienda balinesa, un mono domesticado pero iracundo se subió a un árbol y empezó a arrojar cocos por doquier. En vano los amos trataron de bajar al mono ofreciéndole caramelos. Hasta que acorralaron a un lastimoso enano, un criado, y escenificaron de manera harto convincente una paliza al pobre enano. Ahí mismo el mono bajó velozmente para unirse a los verdugos en el zafarrancho. Al poco rato el tonto bruto ya estaba enjaulado. Para mantenerse fuera de la jaula, el mono debió haber resistido la tentación de unirse a un ataque permitido sobre cualquier otro blanco. Pero por lo visto, hasta a los humanos les cuesta.

Pues bien, si queremos restaurar la paz en el mundo, debemos rechazar cualquier demonización, incluyendo al Malvado cenital, Adolf Hitler. Sinceramente me tiene sin cuidado Hitler, tanto como malo como en tanto que bueno. Ni lo admiro ni lo demonizo, ni lo odio ni lo amo, como tampoco a Napoleón o a Genghis Khan. Están requetemuertos estos flagelos, ya está. Le tengo un cariño especial al Hitler de nuestro tiempo, Ajmadineyad; me importan tres pepinos los hítleres del pasado, llámense Saddam Hussein, Nasser o Yasser Arafat. Mi padre peleó por Stalin, y el presidente Bush nos enseñó que Stalin es peor que Hitler. Para mí "Hitler" es el nombre genérico de los enemigos de judíos, ni más ni menos que "Amalek".

Y, en realidad, el hombre que se apasiona tanto por Hitler es un renegado, pues niega a Dios y elige como dios personal y demonio personal a gente de carne y hueso. Por esto los judíos muy respetuosos de la ley como lo son los del Neturei Karta pudieron ir a la conferencia de Teherán, mientras otros, ateos, se asustaron simplemente con el nombre del célebre austriaco muerto. La demonización de Hitler causó la deificación de los judíos, y así es cómo se creó la nueva teología del auténtico paganismo neojudaico.

La creación de un polo del mal a nivel de humanos es causante de una infinidad de anomalías en el discurso público. La demonización del racismo es uno de los resultados. Uno puede desaprobar a un tonto que se considera a sí mismo de mejor estirpe que otros. Pero no deja de ser un estilo muy corriente de vanidad, que comparte mucha gente de las "castas de arriba", por ejemplo descendientes de nobles, sacerdotes y judíos en nuestra sociedad. La creencia en la superioridad de la raza blanca, o de la estirpe anglosajona, no es más que una versión democrática de la vanidad de clase dominante, que vale para que la use gente que no puede pretender ser de origen noble o judío. El día en que estas personas de una clase pretendidamente superior renuncien a su vanidad, a sus títulos y hagan una hoguera con el libro de Deborah Lipstadt, La amenaza de la asimilación, entonces sí podrán fijarse en la paja que se halla en el ojo del vecino más humilde que ellos.

El racismo cotidiano, de menor cuantía, no es mayor problema en nuestra sociedad. Yo, bigotudo de piel oscura y tipo mediterráneo, nunca he tenido queja por ello en mis sesenta años de andanzas. Pero tampoco he intentado molestar a los autóctonos subiendo al máximo el volumen de una música extranjera, practicando extrañas costumbres en público o portándome de manera conspicua. En Israel hay ciertos reflejos tribales de amor y desamor, principalmente entre las diversas tribus judías, y por supuesto que es bastante asqueroso, pero no estoy seguro que tenga eso que ver con el viejo racismo infame. El racismo es tan poco problemático, que la búsqueda de un racista sacrificial es un fracaso completo. Al diputado Georges Freche lo echaron de su partido porque dijo que el equipo nacional de fútbol de Francia no debería ser todo negro. Dijo públicamente : "nueve de once jugadores en nuestro equipo nacional de fútbol son negros. Tres o cuatro jugadores negros sería una proporción normal. Los negros son superdotados en deportes y música, como los griegos de Homero, pero tal vez a los franceses nativos les interese y tengan las aptitudes necesarias para jugar al fútbol en la selección de país . Claro, esta frase está fuera de lo políticamente correcto, pero no por ello deja de ser la expresión del sentido común más extendido.

Las ideas de igualdad deberían tener su lugar, pero no ocupar todo el espacio. Para los suecos está bien tener un pastor mujer de vez en cuando, pero es que ya no hay pastores hombres, y muy pocos feligreses además. De la misma forma, si todos los jugadores de fútbol fueran negros, tal vez los franceses nativos perderían el interés en seguir los partidos de fútbol. El equipo nacional de fútbol no debería ser predominantemente negro y tampoco deberían ser todos, o casi todos, judíos los periodistas y los personajes estelares en los debates de la televisión francesa. También es cierto que africanos y judíos vinieron a Francia, que agradecen la hospitalidad francesa, y no intentan desplazar a los autóctonos. Si los socialistas franceses siguen siendo tan estrictos con sus miembros, desaparecerán del mapa como dinosaurios en retirada; y Segolene Royal no será recordada sino como la figura que impidió que le Pen venciera a Sarkozy en las elecciones para presidente en 2007.

En Inglaterra, la bailarina clásica Simone Clark expresó su opinión de que el país tenía suficiente inmigración, que el proceso sin fin de importar trabajadores debería ser frenado o incluso concluir. Pues bien, es un punto de vista, y posiblemente razonable, cuadra dentro de la Carta de los derechos, el Bill of Rights, o cualquier texto que en nuestros días autorice la libertad de palabra. Algunos antirracistas locos organizaron una protesta contra el hecho de que la contratara el Ballet. La bailarina es una buena persona, no es ninguna racista en el sentido propio de la palabra; no viene al caso, pero además está casada con un bailarín chino; pero para los demonizadores de Hitler obsesivos y renegadores de Dios, ni siquiera un punto de vista moderado debe expresarse, y a la persona que lo exprese, habría que echarla a la calle, quitándole el trabajo y la vivienda. En tanto comunista, defiendo el derecho de Simone Clarke a pertenecer al British National Party y a bailar Giselle en el escenario de la Opera nacional inglesa; los furibundos que protestan deberían primero protestar contra el hecho de que Bárbara Amiel siga escribiendo en el Daily Telegraph.

En Alemania, los antirracistas y antinazis desfilan con la bandera israelí y exigen que no se use más el pañuelo palestino, como Schneider de Leipzig: "Lo que todos compartimos es el apoyo a Israel y luchamos contra cualquier forma de antisemitismo, fascismo y sexismo", dice el director del centro, Christian Schneider, de veintiséis años.

Un buen ejemplo de la actividad pro israelí en Leipzig es la campaña pública contra los kaffiyehs, que fue en un tiempo un accesorio esencial en la vestimenta de los activistas de izquierda. "¿Es que tienes un problema con los judíos, o simplemente sientes frío en el pescuezo?" Esta fue la consigna en la campaña organizada por el centro en años recientes. La campaña apuntaba a impedir que los jóvenes usaran lo que el centro percibía como un símbolo de la identificación con los palestinos y el antisemitismo, informó Haaretz. [http://www.haaretz.com/hasen/spages/806069.html].

Estas cosas de locos son el resultado de la demonización extrema, obsesiva de Hitler. Una vez más, debemos aprender de los judíos, que expulsan a los inmigrantes por lotes en los aviones, combaten el mestizaje y la asimilación sin dejar de añadir que "esto no es racismo". ¿Por qué no es racismo? En un chiste judío, un rabino se encuentra retrasado, se da cuenta que ya va empezar el shabbat, y se pone a rezar, hasta que sucede el milagro: fue shabbat dondequiera, pero siguió siendo viernes en el Cadillac del rabino. De la misma forma, oponerse a la palabra mestizaje (o musitar el término antiguo de miscegenación) es algo racista salvo, milagrosamente, ¡cuando lo hace un judío! (http://www.haaretz.com/hasen/spages806069.html). "Racismo", es decir la preferencia dada por el autóctono a otro nativo a costas de un extranjero es una conducta normal y normativa. Esta actitud es un mandamiento de la Biblia, es una actitud que protege la relación íntima entre el hombre y el suelo. En la oración judía, se le pide a Dios que haga llover y no atienda a las oraciones del extranjero que pide un tiempo seco. Un mal llamado racismo es la mejor forma de proteger la tierra, y no hay motivo para preocuparse por ello; cosi fan tutti: todos hacen lo mismo.

Fíjaos que "racismo" no figura entre las virtudes del libro cristiano. Pero tampoco figuran como virtudes la codicia, la gula, el orgullo, la envidia ni la lujuria. Y no vemos el caso de políticos expulsados del partido socialista, por ejemplo, por escribir una columna gastronómica, dar una advertencia en la bolsa de valores, por marchar en una gay pride, o por comprarse un carro mejor que el del vecino. Hay leyes "contra el odio", pero no "contra la vanidad".

Piense uno lo que quiera de los racistas de antaño, hoy en día este mote se le pone a cualquiera que no reniegue de las raíces y del afecto de una persona por su tierra y su comunidad. El racista arquetípico de nuestros días, digamos, la santidad "racista", sería Simone Weil, quien consideraba el arraigarse como una virtud, y el desarraigo como un pecado (y se opuso con fuerza a la demonización de Alemania por Francia en 1939). Así, cualquiera que respalde la inmigración peca, porque está impulsando al desarraigo. De modo que cabe preguntarse si es mejor ser bueno con el vecino autorizándolo a venir y acomodarse, o prohibiéndole que deje su país natal. No hay respuesta a prueba de fuego para esta pregunta, y lo digo en tanto soy un perpetuo inmigrante. Y si te dicen que eres racista porque te opones a la inmigración masiva contesta : "y tú eres el propagador del veneno del desarraigo", como hizo Simone Weil. (http://www.hermenaut.com/a47.shtml). Por ser incapaces de devolver la demonización a judíos y angloamericanos , es que los nacionalistas y gente de la extrema derecha demonizan a los rusos, los soviéticos y los comunistas. No tienen mucho éxito que digamos, así que no es necesario gastar pólvora en ello. Basta con decir que los números fantásticos de "millones de muertos" por culpa de Stalin, Mao o Pol Pot no son más que producto de la imaginación. Ninguno de ellos mató a tantos como el imperio americano antes y ahora. Ninguno arrojó a tantos al exilio como hicieron los israelíes.

No hay imperios del mal, sólo están los imperios que nos mantienen a raya. La Rusia soviética no fue un imperio del mal, ni tampoco el comunismo personificado por Stalin y el GULAG. Sholojov, Antón Blok, Boris Pasternak, Eisenin, Mayakovsky y Deineka abrazaron la revolución y expresaron sus ideas en formas artísticas. Fue la tierra del magno experimento, exitoso en parte, de la igualdad y la fraternidad entre los hombres, de la tentativa bravía para derrocar al espíritu de la codicia. Los comunistas y los que los apoyaban trataron de liberar el trabajo, llevar el reino celestial a la tierra, erradicar la pobreza y liberar el espíritu humano. Y el comunismo hizo avanzar la democracia social europea.

Alemania no era el imperio del mal, ni tampoco Hitler y Auschwitz encarnaron en exclusividad el espíritu del tradicionalismo orgánico. Los tradicionalistas trataron de establecer un paradigma alternativo basado en Wagner, Nietzsche y Hegel, de ir a las raíces y a las tradiciones del pueblo. No en vano, los mejores pensadores y escritores de Europa, desde Knut Hamsun hasta Louis Ferdinand Celine, desde Ezra Pound hasta William Butler Yeats y Heidegger vieron el elemento positivo en el punto de vista orgánico y tradicionalista. Si a Rusia y Alemania no se las hubiese demonizado, posiblemente no habrían llegado a los extremos que vimos.

Tenemos que restaurar el equilibrio del pensamiento y el discurso que fueron barridos a raíz de la Segunda guerra mundial, debido a la victoria demasiado completa del pensamiento burgués "judeoamericano". Mientras condenamos los excesos y crímenes de guerra, deberíamos volver a apoderarnos del reino del espíritu, que abarca desde Mayakovsky hasta

Ezra Pound. No hay hombres malvados, somos criaturas hechas a la imagen y semejanza de Dios, y se necesitan todas las ideas para producir pensamientos nuevos.