29 de junio de 2006

Colombia hoy

Nota de MIS-XXI (II)

En la segunda parte de esta nota de José Steinsleger, sobre la Colombia de Álvaro Uribe, en la Jornada de México, el cronista revela estadísticas que sobrecogen y reflejan lo lejos que está Colombia de considerarse un país medianamente representativo de una sociedad justa y equitativa

Cuando se dice que menos del 4% de los propietarios posee el 67 por ciento de las tierras cultivables, estamos hablando de un virtual feudalismo, tanto económico como social, si se tiene en cuenta el trato, o mejor la explotación, que estos señores dan a sus administradores y obreros de las fincas.

El sartal de estadísticas metidas en la crónica son harto suficientes para explicar todos los fenómenos sociales que agobian a un país que ha determinado buscar su destino a través del neoliberalismo, con toda la carga del capitalismo salvaje que encierra. Y, como si fuera poco, dirigido por un gobernante que ha decidido apostar la suerte externa del país al mandatario estadounidense más controvertido y desprestigiado, tanto interna como internacionalmente.

La segunda parte del trabajo periodístico nos fue remitida por Rodrigo Jaramillo, director de Columnistas libres.

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Miércoles 21 de junio de 2006

La Colombia de Alvaro Uribe (II)

José Steinsleger

En Colombia, la "violencia de los unos y los otros" se desarrolla dentro de un Estado oligárquico donde "los unos" son dueños de 67 por ciento de las tierras cultivables (menos de 4 por ciento de lospropietarios) y "los otros" esperan desde 1810 que la democracia "más-antigua-de-América" (sic) sea algo más que imaginación de políticos, escritores y periodistas cómplices o despistados.

Datos recientes de Naciones Unidas estiman que de un total de 43 millones de habitantes, 31 por ciento subsiste en la indigencia, 64.2 anda por debajo de la línea de pobreza, 17 está desempleada (2.5 millones), 40 vive del subempleo (6.8 millones) y 4.1 millones se desenvuelven en la informalidad.

Más de la mitad de los colombianos económicamente activos (22 millones) vive de lo que puede, en tanto, según el Banco Mundial, la relación rico-pobre es 1-80, cuando en el decenio de 1990 era 1-52. Y del total de 8 millones que trabajan, sólo la mitad gana el salario mínimo o tiene contrato de trabajo.

En un país célebre por sus brujos y hechiceros, los gobernantes colombianos parecen haber encontrado la alquimia perfecta de la injusticia estructural: delegación del mando a través de conjuros "democráticos", criminalización de la protesta social, exterminio sistemático de dirigentes y militantes de las causas democráticas y populares, masacres en campos y ciudades a plena luz del día y total y absoluta impunidad de los asesinos entre los varios recursos, quizá tan misteriosos, del exterminio social.

Sin guerras de invasión que lo justifique, las oligarquías colombianas han causado en el pasado medio siglo la muerte violenta de 200 mil personas, aproximadamente. En 1996, mil 900 precandidatos renunciaron a presentarse a comicios locales, 49 alcaldes y concejales murieron asesinados y más de 80 fueron secuestrados.

Un informe de la policía, publicado por un diario de Bogotá (El Espectador, 24/4/99), reveló que en 1998 fueron asesinadas 23 mil 96 personas, otras 2 mil 609 secuestradas y en 115 masacres murieron 685 personas. Medellín aparecía como la ciudad más violenta, seguida por Bogotá (2 mil 439 personas asesinadas) y Cali (mil 871).

Colombia es líder mundial en asesinatos selectivos de dirigentes populares y sindicales. Mil 500 de 1987 a 1992, 3 mil de entonces a la fecha. Si bien escasa, en términos comparativos, la violencia de la resistencia también se hace sentir. Las FARC retienen cerca de 3 mil secuestrados, figurando entre éstos la candidata presidencial Ingrid Betancourt, varios legisladores, oficiales del ejército y de policía y tres agentes yanquis espías de la CIA de un avión abatido por fuego rebelde.

Una comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas precisó que "... en 2005 se concretó la más grave operación de impunidad, especialmente frente a miles de violaciones cometidas por grupos paramilitares". Un informe de la Cruz Roja Internacional estima que en el mismo año se registraron 55 mil 327 desplazados y 317 desapariciones forzosas (aumento de 13.6 por ciento en relación a 2004).

Según testimonio de Rafael García, ex director de informática del DAS (seguridad del Estado), existen listas negras de profesores, sindicalistas y activistas de derechos humanos elaboradas por esta institución, y luego asesinados. Alfredo Correa de Andreis, ingeniero agrónomo, sociólogo y ex rector de la Universidad de Magdalena, fue desaparecido y muerto el 17 de septiembre de 2004 cuando trabajaba en una investigación sobre despazados en Bolívar y Atlántico.

De las cinco nacionalidades que representan la mitad de los refugiados atendidos en 2005 por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas (ACNUR, 8.4 millones), Afganistán ocupa el primer lugar (2.9 millones), seguido de Colombia (2.5 millones), Irak (1.8 millones), Sudán (1.6 millones) y Somalia (839 mil). En "desplazados internos" (20.8 millones) Colombia ocupa el primer lugar (2 millones), seguido de Irak (1.6 millones), Paquistán (1.1 millones), Sudán (1 millón) y Afganistán (912 mil).

El uso de minas "antipersonales" representa otra variable atroz de la guerra. Colombia encabeza desde 2005 el primer lugar en registrar víctimas por la siembra de este tipo de artefactos. La guerrilla fabrica minas artesanales (quiebrapatas) y el ejército y los paramilitares usan las Kleymore, vendidas por Estados Unidos.

Desde 1990, cuando se produjo el primer accidente con una mina, mil 60 colombianos han quedado mutilados (más víctimas que en Afganistán y Kampuchea). Actualmente, se calcula que entre 70 y 100 mil minas han sido sembradas en 31 de los 32 departamentos (provincias) del país.

Una mina antipersonal tiene una vida de 50 años. Armarla cuesta un dólar. Desarmarla, 400 dólares.

En Bogotá, un informe del corresponsal sueco Dick Emanuelsson observó que la televisión muestra niños mutilados o heridos por las esquirlas de las minas, pero jamás se permite mostrar a los soldados desangrados en los campos de minas. Excepto cuando salen del hospital en sillas de ruedas, sin piernas.

El casino financiero

NOTA DE MIS-XXI


El sistema financiero se ha convertido en un casino internacional, y sus mejores clientes deben ser llamados, como todos los clientes de un casino, tahúres de la riqueza puesta en sus manos por un modelo que privilegia el interés particular por encima del interés general, y que potencia la eficiencia por encima de la equidad.

El estallido de la burbuja bursátil en Colombia, pocos días después de reelegido el presidente Uribe es clara muestra de cómo se puede manejar la política monetaria para conseguir resultados electorales.

En Colombia el ardid no es nuevo. Ya en 1998, durante las elecciones presidenciales que enfrentaron a Serpa con Pastrana, la autoridad monetaria hizo subir la tasa de interés a límites esquizofrénicos: 90%, y un codirector del Banco Emisor llegó a decir que si era preciso se alargaría hasta el 150% con tal de frenar la fuga de capitales que amenazaba al sistema monetario interno frente a la expectativa de que las elecciones fueran ganadas por el candidato Horario Serpa.

El mensaje político fue muy efectivo: en la segunda vuelta, una coalición de derecha, argollada por un abrazo de Pastrana-Tirofijo, le entregó al primero la Presidencia de la república.

La historia vuelve a repetirse en el 2006, y en la siguiente nota de Aurelio Suárez Montoya para Argenpress.info, publicada el 27/06/06, y que nos hizo llegar nuestra asociada al MIS-XXI, Lilia Beatriz Sánchez, es lo suficientemente ilustrativa y didáctica para la comprensión de todos.

Tema: Situación en Colombia

¿Cómo se construyó la burbuja especulativa?

Por: Aurelio Suárez Montoya (Fecha publicación:27/06/2006)

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Cuando el presidente Uribe anunció en 2002 el “cambio de cartilla” de la política económica, era previsible que, dejando en pié la esencia de los postulados neoliberales, se corregirían las políticas de contracción monetaria con las cuales el equipo de gobierno de Pastrana y los miembros de la junta directiva del Banco de la República de entonces impusieron la más pura ortodoxia cuantitativa del dinero con el fin prioritario de lograr una baja inflación a costa del empleo, la inversión y la producción. Lo que nadie imaginó es que el “impulso monetario”, tal como lo denomina el actual gerente del banco central, J. Uribe, sería pieza clave para construir una burbuja especulativa en Colombia en los últimos cuatro años. A dicho propósito ayudaron además las condiciones de los mercados financieros movidos a desplazarse a las “economías emergentes” por las bajas tasas de interés del dólar fijadas por la Reserva Federal estadounidense.

Los datos de importantes variables macroeconómicas en este periodo permiten corroborar lo antes dicho. En diciembre de 2001, la oferta monetaria en Colombia, que es el volumen de dinero que se encuentra disponible en la economía en un momento determinado, era de $68,7 billones. Para diciembre de 2005 había subido a $ 112 billones, casi un 64% más, $43,8 billones. Es importante mirar cuál fue el destino que tuvo tal incremento del efectivo en poder del público y de los depósitos en cuenta corriente de la banca, máxime cuando él se originó mediante operaciones entre el sistema financiero y Banrepública. Si la cartera de colocación de créditos apenas alcanzó a subir en ese lapso de $47,5 billones a $ 65,5 billones, tan sólo $18 billones, ¿a dónde fue a parar el saldo del dinero no colocado? Los Títulos del Tesoro, TES, se incrementaron de $41,5 a $ 85 billones, más del doble; ahí quedaron buena parte de los recursos no entregados a la clientela bancaria y otra corrió para la valorización de acciones de las empresas en la Bolsa de Valores, las cuales vieron, en el mismo cuatrienio, subir el índice de sus precios de 1.070 puntos a 9.513. Las tendencias anteriores fueron reforzadas por los fondos de inversión extranjera quienes en marzo de 2006, antes del estallido, tenían ya más de 1.900 millones de dólares en acciones de las empresas y en junio de 2006 poseían 2.093 millones de dólares en TES, cuando hace un año sus inversiones en estos papeles valían 961, menos de la mitad.

La especulación desatada llevó a que títulos bursátiles como los de Tablemac, una empresa bajo el esquema concordatario de la Ley 550, se valorizaran en 2005 en un 25% y otros de firmas con reconocidas dificultades como Fabricato, y Coltejer, ponderadas en un escrito periodístico por Rudolf Hommes, lo hicieran en el 26% y el 44% respectivamente. Ahora, en el desplome, a quienes se les vendieron dichos valores al alza se les compra a la baja, causando pérdidas entre el público y ganancias por punta y punta entre los especuladores profesionales, quienes, dicho sea de paso, son fácilmente identificables por su posición dominante en las lonjas. El gobierno, por su parte, obtuvo a cambio, con la venta de TES, el financiamiento de su gasto, dedicado en gran proporción al pago del servicio de la deuda con los mismos especuladores, a defensa y seguridad y a la compra de la reelección a través de los estímulos que robustecieron el número de sus electores.

Colombianos anónimos pagaron el costo de la burbuja, los de siempre volvieron a ganar, Uribe Vélez consiguió los beneficios políticos derivados de tan oscura maniobra y el resto de la opinión, ignorante de tan pérfidas truculencias, queda impasible ante la realidad virtual que se ha impuesto en el país, en este caso en forma de burbuja especulativa y de donde derivó sus utilidades el puñado, que en evidente connivencia con las autoridades, a la hora de repartir los frutos del crecimiento carga con más de la mitad de ellos. Vienen nuevos hechos y ya se hacen graves premoniciones, falta ver si ellos les permitirán a las mayorías calar la verdadera personalidad de estos tahúres de la riqueza nacional.

redaccion@argenpress.info

info@argenpress.info

14 de junio de 2006

Colombia: historia patria

Nota de MIS-XXI

La historia patria de todo país es la versión autorizada de los que triunfan en los enfrentamientos que se dan en la lucha por el poder. Y esa historia patria es la que se enseña en las escuelas, colegios y universidades. Es decir, se socializan, y sus héroes y villanos pasan a ser verdad sabida y buena fe guardada.

Todo país tiene una historia patria no autorizada. Es la que revela las suciedades de las guerras que se dieron alrededor del control del Estado. Cuando esa otra historia se desvela y socializa, ya los próceres han sacado sus mugres de la lavandería y sus sucesores continúan detentando el poder con ropa nueva, escribiendo la nueva historia patria, obviamente llena igualmente de inmundicias que se revelarán a las nuevas generaciones cuando los hechos hayan sido consumados.

La siguiente es una pieza, quizás insignificante, de la trama que forma la historia no autorizada de Colombia, aparecida en el diario la Jornada, de México, porque, entre otras cosas, esas historias sucias siempre comienzan por denunciarse en el exterior.

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José Steinsleger

La Jornada-México, D.F.

14 de junio de 2006

La Colombia de Alvaro Uribe (I)

Irreducible lucha la de Colombia y sus pueblos que, siguiendo el ejemplo de la insurrección de los comuneros de Paraguay (1717-35) preanunciaron la independencia política de América (1780), así como hoy preanuncian la emancipación económica y social de nuestros pueblos.

En el país que desde 1886 lleva el nombre del conquistador, la violencia republicana empezó el día en que un grupo de patriotas redactó en Cartagena la primera constitución liberal del mundo hispánico (un año antes que la de Cádiz, 1811), y cuando socialmente fue institucionalizada por los enemigos de la confederación bolivariana (1830).

Sin embargo, las luchas populares de Colombia se han ganado el derecho a ser entendidas con referentes más creíbles que los recurrentes anuncios de su inviabilidad o extinción: realismos mágicos de exportación, quevedos de corto alcance, diálogos tramposos de paz y sesudos debates en torno a la feroz violencia de clase que las combaten.

"Por izquierda" y "por derecha" predomina aún el enfoque positivista ajustado a conveniencia. Interpretación falaz que en la historia colombiana del siglo XIX hizo de ocho guerras civiles y medio centenar de alzamientos armados, una sucesión incomprensible de luchas entre caudillos perdidos por causas sin motivos, y hechos a los que se fue despojando de vigencia y legitimidad dialéctica.

No obstante, quien trate de entender desprejuiciadamente las guerras sociales de Colombia, se detendría en tres presidentes líderes del Partido Conservador: Mariano Ospina Rodríguez (1805-85), Pedro Nel Ospina (1858-1927) y Mariano Ospina Pérez (1891-1976).

El primer Ospina participó en el intento de asesinato de Simón Bolívar (septiembre de 1828); su sobrino Pedro intervino en la entrega de Panamá a Estados Unidos y dirigió el consejo de guerra verbal contra Pedro Prestán, mulato cartagenero que en 1885 defendió la ciudad panameña de Colón contra una invasión yanqui. Y Mariano, nieto de aquél, despojó de su carta de ciudadanía a los campesinos del Partido Liberal, indispensable para votar (1946).

Un historiador liberal sería más "objetivo": destacaría, por caso, que Pedro Nel Ospina era "progresista" y fue el primero gobernante del mundo en emplear el avión para misiones oficiales. O bien que ante las estridencias" de la política, Ospina Pérez era muy respetado porque hablaba bajito, ya que de niño se había tragado en la hacienda de su papá una semilla de café que le rasgó las cuerdas vocales.

Empero, durante los gobiernos de Ospina Pérez (1946-50), Laureano Gómez (1950-51) y Roberto Urdaneta Arebláez (1951-53), apoyados por Estados Unidos, Colombia fue envuelta en llamas en el nombre del "corazón de Jesús" y los "filocomunistas" del Partido Liberal. Cientos de masacres de campesinos y un crimen emblemático: el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, líder y candidato presidencial del Partido Liberal (1948).

El magnicidio coincidió con el nacimiento de la OEA, cuya acta fue suscrita por los embajadores en un garage de Bogotá a causa del levantamiento popular que la historia popular llama bogotazo. En el monte, los gaitanislas liberales se enfrentaron a las "partidas de Chulavista" (paramilitares), terroristas del Partido Conservador que asolaron varios departamentos (provincias) del país: Boyacá, Santander, Cundinamarca, Huila, Tolima y Valle de Cauca.

Trescientos mil muertos después, la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla (1953-57) no fue menos dura y su derrocamiento llevó a la "alternancia" liberal-conservadora de los 12 años siguientes. Pero en 1961, una misión de Estados Unidos, encabezada por el general Yarbourough, se volcó a entrenar grupos de paramilitares en las áreas rurales, sirviendo de pruebas "piloto" en los inicios de la guerra de Vietnam.

Proceso desatendido por los movimientos democráticos de América Latina, las luchas populares de Colombia guardan experiencias sin par. En primer lugar, el ejército insurgente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARC, 1964), que surgido del semillero liberal rebelde representa algo más que sus 20 mil efectivos dirigidos por Manuel Marulanda Vélez (Tirofijo), quien tiene bajo fuego más años que Mao Tse Tung y Ho Chi Minh.

Colombia es un país clave en la guerra de Washington contra los pueblos latinoamericanos. Bogotá representa, exactamente, el espacio geopolítico idóneo para reclutar a hombres como Francisco de Paula de Santander, primer presidente de Colombia y de los primeros en traicionar los ideales puestos al día por la revolución bolivariana del venezolano Hugo Chávez.Naturalmente, si Washington decidiese la intervención abierta debería juntar soldados para pelear en un territorio dos y media y 52 veces mayor que Vietnam y El Salvador, y 11 y dos veces y media mayor que Yugoslavia e Irak.

La intervención yanqui en Colombia requiere de trabajo político y de consenso de masas. Y el presidente Alvaro Uribe, relecto en las urnas el 28 de mayo pasado, será su ejecutor.

6 de junio de 2006

El otro Galbraith

NOTA DE MIS-XXI

Los economistas, y en general los apólogos del capitalismo, trabajan el sentido común de la gente como el cincel al mármol: labran en la mente ideas fijas que se transmiten de generación en generación y se convierten en verdades reveladas, las que nadie pone en cuestión.

Cuando de tiempo en tiempo surge un pensamiento diferente, los cancerberos del capitalismo se encargan de lastrarlo, y no importa la talla de quien se les oponga: lo vencen, y si no pueden, se unen a él para formar los pensamientos post que son la tergiversación del pensamiento original del marginado.

Dos ejemplos son suficientes: keynnes y Galbraith. Sobre Keynnes, todo parece estar dicho. Mostró y demostró que no hay estarte más poderoso al desarrollo que la inversión pública al debe interno, es decir, un bien administrado déficit fiscal.

Sobre Galbraith, se armó un desprestigio alrededor de la ironía comandada por nadie más que Samuelson, quien afirmó y repetía con frecuencia haciendo saltar la carcajada de sus contertulios que… “era el economista más querido por aquellos que no son economistas”.

Su reciente muerte ha servido para ir develando ese pensamiento profundo, social y solidario que a lo largo de su larga vida se mantuvo comprimido en los estancos del pensamiento capitalista.

Una síntesis iluminante del otro Galbraith es la que insertamos en la siguiente nota, tomada de Portafolio (http://www.portafolio.com.co/) en su edición 05-06-06, remitida por nuestra corresponsal, Lilia Beatriz Sánchez.

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Por

Beethoven Herrera Valencia / Profesor de las U. Nacional y Externado

El otro Galbraith

Los obituarios publicados con ocasión de la muerte de John Keneth Galbraith, destacan su elevada estatura, haber vivido casi un siglo, ser el economista que más libros vendió, la fluidez de su escritura, y el sarcasmo e ironía que usó en sus escritos. Otros más lo censuraron por llamar ‘vacas sagradas’ a los ricos, al mismo tiempo que llevaba una vida suntuaria.

Pero el juicio quizá más crudo fue el de The Economist, donde se afirma que pese a no ser un buen economista, se reconoce como el más leído, en razón del lenguaje accesible que utilizaba. Samuelson afirmó que "un tipo como Galbraith no puede ganar el Premio Nobel, porque no es en realidad un economista profesional, sino un filósofo social o no sé qué". Pero Galbraith fue elegido en 1971 como presidente de la Asociación Americana de Economistas.

En 1999 la Modern Library ubicó su obra La Sociedad Opulenta como el libro No. 49 entre los 100 libros de no ficción en inglés, a lo largo del siglo. Galbraith fue asesor de los presidentes demócratas desde Roosevelt hasta Clinton, quien le otorgó la Medalla de la Libertad. Sus ideas sobre la inadecuación de las teorías convencionales para tratar el problema de los países en desarrollo han sido retomadas por los pensadores post keynesianos. En una entrevista concedida en los años noventa afirmó que "el destino de los países en desarrollo es llegar a un equilibrio de pobreza, y esa es la tragedia de las economías post coloniales.

En ninguno de los referidos obituarios se destacó su oposición a la Guerra de Vietnam -que lo condujo a la ruptura con el presidente Johnson, de quien era asesor el apoyo al movimiento feminista, a la reducción de la semana laboral por debajo de 40 horas y su vinculación efectiva a los movimientos de acción afirmativa y discriminación positiva en favor de las minorías.

En una audiencia en el Senado, en 1955, advirtió que una nueva Gran Depresión económica estaba próxima a ocurrir. Al día siguiente se derrumbó la Bolsa y Galbraith fue gravemente cuestionado. Galbraith era sólo un liberal que creía que el Estado debe actuar para defender al mercado y la democracia y llegó a afirmar "soy una persona conservadora y tengo la tendencia a buscar antídotos para las tendencias suicidas del capitalismo. Pero por la típica inversión del lenguaje, uno tiende a ganarse la reputación de radical".

Galbraith hizo duras críticas a las grandes corporaciones que concentran el poder en tanto que el Estado descuida la salud, la educación y la infraestructura vial. No creía, además, que en la realidad operase la competencia perfecta y que sus postulados no son útiles para entender la economía actual, pues dejan de lado el problema del poder y el contenido político de la economía. Pese al desprecio que le profesaban los economistas convencionales y que fue expresado por Samuelson cuando afirmó que Galbraith era el economista más querido por aquellos que no son economistas. Los casos de Enron, Halliburton, Parmalat y Arthur Andersen terminarían por darle la razón.

Partiendo del análisis de los inicios de la economía americana de los farmers, Galbraith mostró la llegada de los grandes monopolios. Por ello consideraba un mito el libre mercado y demostró la forma en que operan los monopolios. En toda su obra, criticó el abismo que separa los modelos abstractos y teóricos de la realidad económica, y por ello se ganó la animadversión de los economistas convencionales.