30 de abril de 2008

Sindicalismo de bolsillo

OCTAVIO QUINTERO
El “aprendiz de emperadorcito”, como lo calificó el presidente Correa de Ecuador, también quiere sindicalismo de bolsillo.
El ilegítimo presidente Uribe, pues, ya es una verdad jurídica que sobornó a dos parlamentarios clave para alcanzar la mayoría en el Congreso que le permitió la reelección en el 2006, ahora promueve la creación de una nueva central obrera que le sirva de esquirol en Washington para tapar los asesinatos de sindicalistas adversos a su régimen y legitimar el desmantelamiento de la legislación laboral que ha devuelto los tiempos en Colombia a la esclavitud decimonónica.
Detrás de este rompimiento de la unidad sindical en Colombia, unidad al menos en combatir el régimen neoliberal que en Uribe alcanza su máxima expresión, está, a más del propio presidente, su obsecuente y perverso asesor José Obdulio Gaviria; el mismo que ha encasillado a todos los que combatimos por Internet el régimen del “emperadorcito” como integrantes del “sexto frente de las Farc”, calumniosa ligereza que le ha valido, junto a otras de la misma calaña, una protesta de más de 60 congresistas estadounidenses que tanto él como su amo han pasado de agache.
La llamada “ley de contrapesos”, soporte fundamental de toda organización democrática, ya no existe en Colombia. Se puede decir, sin ambages, que el régimen que gobierna en Colombia puede ser cualquier cosa, menos democrático. No sólo por la anulación de la “ley de contrapesos” merced a la reelección espuria de Uribe, sino por su propia política, irónicamente llamada de “seguridad democrática”, a través de la cual ha emprendido la más sangrienta carnicería física e ideológica contra todo lo que por acción u omisión, o simple sospecha, intente hacerle sombra.
Y tiene en este propósito de crear su propia central obrera de bolsillo, sus secuaces. En la ominosa tarea le acompañan algunos directivos de Utracún (Unión de trabajadores de Cundinamarca), otrora bastión de las reivindicaciones obreras nacionales y un tal Fernando Alameda Alvarado, director de un tal “Centro de Pensamiento, Primero Colombia”, quienes vienen sonsacando a incautos y oportunistas dirigentes sindicales que los han metido como carne de cañón en las comisiones que van a Washington a plañir ante el Congreso la aprobación del TLC.
Qué tristeza da presenciar el tiempo en reversa que transita la historia colombiana. Cuando en el mundo entero se abre paso la unidad sindical con la creación de la CSI (Confederación Sindical Internacional) en noviembre de 2006, a la que le siguió la constitución de la CSA (Confederación Sindical de América) el pasado marzo de 2008, y que debe impulsar la creación de una sola central obrera en Colombia que aglutine a la CGT, CUT, CTC y Fenaltrase, lo que hace este malhadado gobierno que le tocó en esta esquina de la historia a Colombia, es intentar quebrar la conciencia sindical y la solidaridad obrera con la creación a punta de sobornos, chantajes, amenazas y prebendas de una nueva central que nos retrotraiga al tiempo del sindicalismo patronal y politizado de los tiempos de Tulio Cuevas y José Raquel Mercado de quienes el ex presidente Lleras Restrepo dijo alguna vez que lo mismo cobraban por armar una huelga que por desmontarla; cuando el péndulo ideológico del mundo gira a la izquierda ante el embate del capitalismo salvaje aupado en el neoliberalismo, y en Suramérica se desgranan como mazorcas podridas los nefastos estafetas del Imperio, en Colombia se fortalece el emperadorcito al que por lo visto sólo le falta meterse en el bolsillo la Corte Suprema de Justicia y una central obrera. Y esa es ahora su obsesión al proponer un nuevo tribunal que reemplace a la Corte y una nueva central obrera que le haga tilín a la hora de la elevación.
Resulta al menos irónico que en la celebración de este Primero de Mayo de 2008, en que se conmemora la lucha y sacrificio de los “Mártires de Chicago”, caigamos en cuenta que en Colombia nuestros tiempos corren apenas por los años de 1886 cuando la clase obrera emprendió su emancipación con su célebre proclama de los tres ochos: ocho horas de trabajo, ocho horas de estudio, ocho horas de descanso por lo cual fueron ejecutados Parsons, Spies, Engel, Fisher, Lingg, Neebe, Bielden y Schuab, crímenes que supera Colombia en 1925 con la “Masacre de las bananeras” cuando centenares de obreros y sus familias fueron masacrados por el Ejército para acabar con la huelga de la multinacional United Fruit Company.
¡Qué Horror!: y la historia repitiéndose como calcada en versión 2002-2010 del “aprendiz de emperadorcito”.

oquinteroefe@yahoo.com
mayo 1º de 2008

29 de abril de 2008

Barajar y volver a repartir

OCTAVIO QUINTERO
Muy respetados analistas consideran que el actual Congreso colombiano no tiene autoridad moral para adelantar una reforma constitucional que blinde la política colombiana de las influencias que actualmente la dominan, a tal punto que Mancuso, el más popular de los comandantes paramilitares se declaró recientemente sorprendido de la abundante cosecha parlamentaria.
Resulta evidente que difícilmente puedan unos congresistas, afluentes políticos de los procesados y muchos de los cuales, inclusive, pueden llegar a hacerles compañía en el futuro inmediato en los estrados judiciales, adelantar una reforma que implique, primero, la certeza de que los responsables paguen por sus delitos y, segundo, que no puedan volver, ni personal ni por interpuesta persona, a participar o influir en la vida política del país. Es decir, en mi entierro, yo hasta pongo el cadáver, pero que además corra con el costo de los servicios funerarios, tampoco.
Recién iniciado el debate de la parapolítica algo dije al respecto en alguna de mis columnas, pues, desde entonces consideraba que si por la puerta de atrás salía un parlamentario con destino a los estrados judiciales y por delante se llamaba a su suplente, pues, nada se hacía porque quien lo reemplazara llegaba aupado en el mismo fraude electoral.
Me sorprende ahora que esos mismos analistas que descalifican al Congreso propongan que, quien debe liderar el proceso de la reforma política sea el presidente Uribe; como si el Presidente estuviera al margen de todo este aquelarre. En cierta forma, quieren, esos que tal liderazgo defienden, “entregarle las llaves al ladrón”. También lo he dicho en reiteradas ocasiones (y me complace ahora que tal tesis vaya abriéndose paso), que el presidente Uribe no podría, bajo ningún pretexto honrado y razonable, alegar ignorancia o inocencia en todo este proceso de combinación de formas de lucha posibles, incluyendo la de las armas, que lo llevó al poder en el 2002 y lo sostuvo en el 2006 mediante una reelección impulsada a punta de cohechos.
Muchos de nosotros nos esforzamos, con natural lógica, en evitar las catástrofes, incluyendo las naturales. Por eso nos hemos inventados los pararrayos para protegernos del bombardeo de arriba; y si pudiéramos le pondríamos tapas herméticas a los volcanes y diques indesbordables a los ríos y los mares .
Lo mismo ocurre con nuestras acciones humanas. Cuando las cosas salen mal no pensamos primero en hacerlas mejor sino en taparlas. Como el gato con sus heces. Sobre el particular, el pocker tiene un solución salomónica cuando para destramar la mano todos los jugadores se ponen de acuerdo en que lo mejor es “barajar y volver a repartir”.
La solución de la problemática colombiana no tiene otra salida que la catarsis. Y esta no se alcanza si, primero, se evita la crisis con paños de agua tibia como esa que proponen de un gran acuerdo nacional pegado con babas, y, segundo, si no pasamos por una refundación de la República que implique una constituyente y una nueva elección de todos los órganos de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial que nos devuelva la autonomía de las ramas del poder público que merced a la corrupción y la reelección ha venido cooptando el presidente Uribe en todos los órganos del Estado, incluyendo el monetario, con el Banco de la República y el judicial con la Corte Constitucional y la Fiscalía, escapándosele de momento la Corte Suprema de Justicia, y de ahí sus embates contra ella porque, al parecer su urgencia es tal, que no puede esperar a diciembre cuando podrá imponer a obsecuentes magistrados salidos de sus axilas.
Que el presidente Uribe pueda fungir como líder natural de esos profundos cambios que requiere el país, es como si a los católicos se les apareciera algún día el diablo haciendo hostias, lo cual hasta podría ocurrir, dadas las insondables argucias del patas, pero que además el Santo Padre le sirviera de acólito, sería la tapa.

oquinteroefe@yahoo.com
29-04-08

22 de abril de 2008

El fin del mundo

OCTAVIO QUINTERO
Se Pueden asociar correctamente los conceptos que encuentro hoy 22-04-08, Día de la Tierra, sobre el sistema capitalista como depredador del universo.
Mauricio Rivadeneira, (maurivadeneira@yahoo.es), un físico-economista debate hace años con la academia colombiana sobre la equivocada teoría monetaria que nos tiene impuesta el capitalismo. Ya son muy pocos los espacios que tiene Mauricio para exponer sus puntos de vista, pues, la ortodoxia académica le ha venido cerrando las puertas a su muy bien bautizada lucha “Herejía económica”.
A su vez, en este mismo día, el presidente Boliviano, Evo Morales, en su encendido discurso ante la ONU con ocasión del Foro Permanente de Pueblos Indígenas, que veo en el despacho de Aporrea.org, dice que (…) "No es posible que el capitalismo convierta a la madre tierra en una mercancía. Si no acabamos con el sistema capitalista será imposible salvar la tierra".
¿Por qué creo firmemente que el presidente Evo tiene toda la razón y que su sentencia va más allá de ser un apocalíptico anatema contra el capitalismo? Porque coincide con lo que en este mismo día nos recuerda Rivadeneira sobre las predicciones de Nostradamus cuando dice:
(…) “La gran carestía que siento aproximarse se repetirá a menudo para luego hacerse universal: tan grande será y de tan larga duración que ellos comerán raíces y arrancarán a los recién nacidos del pecho de sus madres… La inflación afectará a los simulacros del oro y de la plata, que tras el robo serán arrojados al lago, al descubrirse que todo ha sido destruido por la deuda. Todos los títulos y valores serán cancelados.”
Pues, vean las coincidencias de dos personas tan distantes y disímiles como Rivadeneira en Colombia y Evo en Bolivia. Mientras el presidente sostiene que “los países del norte paguen la deuda ambiental, en vez de los países pobres pagar la deuda externa”, lo que propone Rivadeneira es que se eliminen las tasas de interés del sistema financiero que es lo que nos ha llevado a endeudarnos una y otra vez en una cadena sin fin que terminará por ahogarnos.
Me resulta interesante la tesis de Rivadeneira y a título de información, y también de discusión, me parece que debiera concedérsele una oportunidad al menos en este mundo virtual de los medios alternativos que parecen escapar, de momento, del dominio capitalista.
Según nos recuerda, la deuda pública estatal comienza con la tasa de interés que maneja la banca central sobre el dinero que emite con destino a los banqueros particulares que luego prestan a los gobiernos, claro con una tasa de interés superior a la que recibieron del Emisor.
Ahí nada más tenemos un primer giro del dinero bien curioso: el Estado que supuestamente tiene soberanía monetaria, emite a favor de unos particulares para que esos particulares se dignen posteriormente prestarle plata a una tasa de interés que finalmente pagaremos todos los contribuyentes por la vía de los impuestos.
Tanto Rivadeneira como el presidente Evo afirman cada uno a su manera que ese es un robo que el capitalismo le hace a la sociedad, robo que ya siglos atrás había previsto que ocurriría Nostradamus y que, lo más preocupante es que el legendario monje predice que llevará el mundo a una hambruna tal que la gente comerá raíces y arrancará a los recién nacidos del pecho de sus madres…
La crisis ya la palpamos en la quiebra del sistema financiero estadounidense que va llevando a la quiebra a todo el sistema financiero internacional; y sobre la hambruna, la FAO nos previene cuando avisa que en 37 países ya hay problemas, en 10 de los cuales la gente ya come raíces y poco falta para que veamos arrancar del pecho de las madres a los recién nacidos.
La solución: Rivadeneira dice que debe eliminarse la tasa de interés del sistema financiero con lo cual desaparecerá de inmediato la deuda y la inflación y con ella todos los títulos valores que hacen parte del robo capitalista. “Es decir, eliminaremos la especulación y, adicionalmente, cuando los gobiernos recuperen la soberanía monetaria y emitan, no en beneficio de unos pocos particulares sino en provecho de la sociedad entera, entonces todo volverá a ser normal y mucho mejor”. El presidente boliviano dice que es perentorio que los ricos paguen la deuda ambiental antes que los pobres la deuda pública. Yo digo que es necesario acentuar nuestra lucha contra el neoliberalismo con el fin de que sea la misma sociedad, después de Dios, la única dueña de su destino, como lo han hecho los pueblos de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y últimamente Paraguay.
Sobre los diez mandamientos sugeridos por el presidente Evo para salvar el planeta, la vida y la humanidad, yo digo que sólo basta uno, el primero: “Acabar con el sistema capitalista” causa y efecto de la gran tragedia humana.

oquinteroefe@yahoo.com
22 – 04 – 08

21 de abril de 2008

De Stiglitz a Uribe

OCTAVIO QUINTERO
Cuando los primeros países que firmaron TLC con Estados Unidos vienen de regreso, como México, por ejemplo, en donde crece el descontento y se presiona al gobierno para que emprenda una renegociación, Colombia lucha por entrar a la corriente de los TLC, como dicen por acá en estos lares “a la hora de la capada”.
No cabe duda que Stiglitz, premio Nobel de Economía, sabe más de economía que el presidente Uribe. Por eso, aunque Uribe sea “My Presidente”, me convencen más los argumentos de Stiglitz sobre los TLC impulsados por Estados Unidos para imponerle al mundo, especialmente a su “Patio Trasero”, una visión comercial muy a su medida y particular conveniencia en todos los campos: industrial, comercial, científico, ambiental y ecológico y muy especialmente el político porque, óigase bien, los TLC son esencialmente instrumentos de penetración ideológica del Imperio que herramientas de carácter comercial.
Cuando Uribe y su séquito doblan rodillas en Washington implorando al Congreso estadounidense que “por amor a Dios” nos ratifique el TLC porque, si no, vamos a perder el tiquete al mejor de los mundos posible, Mr. Stiglitz afirma que el Imperio sólo busca fortalecer su proyecto económico y político. (…) “Por lo tanto, no existe negociación en los tratados de libre comercio, sino una imposición de contratos elaborados de manera unilateral”.
¿Dígame alguien cuál condición de las muchas que debe tener ese mamotreto ha sido impuesta por Colombia a contraprestación de las muchas, esas sí suficientemente conocidas, que ha impuesto Estados Unidos? ¿Estaría dispuesto el Imperio a suscribir un TLC con Colombia, o con cualquier otro país del mundo, que le obligara a eliminar los multimillonarios subsidios que le asigna anualmente a su propia agricultura? ¿O sería capaz de desprenderse de su esclavizante imposición de marcas y patentes, por demás letal a millones de pobres que no tienen acceso a los altos precios de medicamentos que monopolizan los laboratorios multinacionales?
Como reza la sentencia judicial “Dígalo ahora o calle para siempre”. Cualquier persona que quiera discutir honestamente la mutua conveniencia de un tratado de libre comercio entre Estados Unidos y su país, empiece por encontrar alguna cláusula en donde el Imperio se desprenda siquiera de tenue ventaja comercial a favor de su contraparte.
Ahora que por estos lares colombianos se agita el tema de traición a la patria, y como según la particular teoría de los abyectos al Imperio, traición a la patria podría ser estar de acuerdo con Stiglitz en contra de Uribe, nos dimos a la tarea de buscar en el Código Penal qué era eso, y encontramos ocho causales de configuración de ese delito, entre otras, ésta que nos resulta bien pertinente a la hora de juzgar esa expresión de “cueste lo que cueste” que alguna vez pronunció el presidente Uribe cuando en términos desafiantes a la sociedad le notificó que iba a firmar por encima de quien se opusiera el TLC con E.U:
- El tercer cargo que puede configurar traición a la patria se encuentra establecido para la persona que encargada de gestionar algún asunto de Estado con gobierno extranjero o con persona o con grupo de otros países o con organismo internacional, actúe en perjuicio de los intereses de la República.
Algunos ahora en Colombia baten palmas porque los demócratas se han atravesado a la ratificación por el Congreso estadounidense del TLC que hace año y medio ratificó nuestro subjúdice Congreso a la topa tolondra.
También me complace que los demócratas hayan frenado el TLC. Pero siento que es de momento. Cuando las aguas políticas de la presente campaña presidencial estadounidense hayan vuelto a su cauce, los demócratas retomarán el asunto del TLC, y probablemente con alguna barnizada superficial, lo ratifiquen en el Congreso porque en eso de imponer su particular visión al mundo, tanto burros como elefantes abrevan en la misma acequia.
Resulta así apenas obvio que si no tumbamos el régimen neoliberal que nos domina, tengamos TLC ahora o más adelante porque, entre otras cosas, la soga al cuello nos la echamos nosotros mismos al tener ya firmado y ratificado el convenio y, por demás, declarado exequible por la Corte Constitucional.

oquinteroefe@yahoo.com
21-04-08

16 de abril de 2008

Del estómago a los tanques

OCTAVIO QUINTERO
Nos acecha el hambre. En los últimos días esta noticia ronda por ahí atribuida con propiedad al capitalismo dominante, el de la especulación financiera y las empresas multinacionales que nos tienen, precisamente, al borde de la hambruna.
Los medios de comunicación han prendido alarmas sobre las frecuentes huelgas y manifestaciones en distintos países del mundo contra el hambre. Consultando fuentes de insospechable credibilidad, como la FAO, se dice que la escasez de alimentos afecta ya, en estos momentos, a 37 países y los disturbios derivados de esta causa se han prendido en el último mes en diez naciones.
Una de las razones del hambre que acecha al mundo es el impulso que Estados Unidos ha venido dando a los biocombustibles como resultado del fracaso que tuvo en el intento de apoderarse del petróleo del mundo a través de la guerra, especialmente esta última de Bush-hijo, contra Irak.
Primero estimuló a los productores de cereales que impulsados por incentivos estatales y de precios de mercado, han dado en quitar el pan de la boca a los hambrientos para metérselos por la boca de los tanques de gasolina a los carros. De hecho, opinan los expertos, convertir cereales en alcohol es una medida descabellada debido a que la eficiencia en peso no sobrepasa el 10%, es decir, se desperdicia el 90% del material empleado.
Es evidente que el estar destinando gran parte de la producción de cereales a la producción de biocombustible es lo que está llevando a la escasez de alimentos de lo que da cuenta la FAO en 37 países del mundo, en 10 de los cuales la gente ya empieza rebotarse.
Conquistada la producción de cereales para el vientre de los carros, ahora se dice que lo mejor para producir biocombustibles es la palma africana con lo que ya vamos a tener dos problemas: uno, la escasez de aceites comestibles y otro el acaparamiento de tierras aptas para la agricultura con el fin de sembrarlas de palma africana que es un producto de tardío rendimiento. Pero como el gran capital, a diferencia del agricultor de pan coger, se puede dar el lujo de esperar, qué le importa.
Ese es el quid, entre otras cosas, del gran debate que se prendió en Colombia recientemente cuando el acucioso ministro de Agricultura reversó unos terrenos que inicialmente se habían destinado en los Llanos Orientales para el asentamiento de 300 familias desplazadas por los paramilitares con el fin de entregárselos en concesión a unos empresarios amigos del gobierno dizque para el cultivo de palma africana con destino a materia prima de biocombustible. Y ese mismo fin de quitarle tierras a la agricultura tradicional es lo que hace que en los Llanos Orientales, quien como yo lo visita con frecuencia, vea cada vez más hermosas tierras ganaderas, o en antes dedicadas a la siembra de maíz, sorgo, plátano, cacao, arroz, yuca y otras cosechas propias de la alimentación cotidiana, sembradas de nuevos cultivos de palma. Y los pobres llaneros orgullosos del renacer de su tierra bajo el mágico influjo de la “seguridad democrática”, ignorando que los verdaderos dueños de esos cultivos son en su mayoría terratenientes muy probablemente untados de paramilitarismo, o empresas multinacionales que nada aportarán al desarrollo nacional porque, a más de recibir esas tierras en concesiones y libres de impuestos, tanto la materia prima como las utilidades volarán en pingues réditos de sus acciones en Wall Streat.
Pero la invasión del Imperio con su palma africana a los Llanos es sólo un experimento porque su verdadero objetivo está, óigase bien, en las selvas del amazonas. Ese es el coqueteo del gringo con el Uribe y los abrazos con el Lulla; y las angustias que pasa con el Correa y especialmente con ese “entrometido” de Chávez que se atraviesa en todos sus propósitos.
Desde Brasil llegan denuncias de que las multinacionales ya tienen jugosas ofertas para derribar por lo menos el 50% de la selva amazónica brasileña para destinarla al cultivo de palma africana con destino al revolucionario biocombustible que llenará de gas los tanques de los carros no importa que para eso tenga que vaciar el estómago de las gentes.
Cuando en algunas oportunidades critiqué a Chávez por su estilo chafarote, que luego me explicaron que era muy propio de su vida militar y cuna caribeña; y cuando en el inicio del enfrentamiento con Uribe me pareció en demasía agresivo y arrogante, ahora debo convenir que gracias a Chávez tenemos contenida la invasión neocolonial del Imperio yanqui al sur de América y que, con respecto a mi primera visión del mismo Chávez, debo decir con el proverbio Chino que “no importa que el gato sea pardo con tal que cace ratones”.
Ojalá Chávez conserve su carácter personal y su ideología socialista; y ojala, más importante que todo, que los venezolanos de las clases medias y bajas; los pequeños y medianos empresarios y el pueblo-pueblo, siga apoyando esta revolución que es la esencia misma del sueño bolivariano y el despunte de esa primavera suramericana que desde entonces muchos soñamos.
oquinteroefe@yahoo.com
16-04-08

Del cinismo neoliberal

De la fe en el mercado a la fe en el Estado.
Incluso los neoliberales más radicales suplican ahora el intervencionismo del Estado en economía y mendigan las donaciones de los contribuyentes.
Eso sí, cuando había beneficios, los consideraban diabólicos
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ULRICH BECK
Sociólogo y profesor de la Universidad de Múnich y de la London School of Economics.
Traducción: Martí Sampons
15/04/2008 - El País, Madrid

Primer acto de la obra
La sociedad del riesgo global: Chernóbil.

Segundo acto
La amenaza de la catástrofe climática.

Tercer acto
El 11-S.

Cuarto acto
Se abre el telón: los riesgos financieros globales.

Entran en escena los neoliberales del núcleo duro, quienes ante el peligro se han convertido de repente desde la fe en el mercado a la fe en el Estado. Ahora rezan, mendigan y suplican para ganarse la misericordia de aquellas intervenciones del Estado y de las donaciones multimillonarias de los contribuyentes que, mientras brotaban los beneficios, consideraban obra del diablo.
Qué exquisita sería esa comedia de los conversos que se interpreta hoy en la escena mundial si no tuviera el resabio amargo de la realidad. Porque no son los trabajadores, ni los socialdemócratas o los comunistas, ni los pobres o los beneficiarios de las ayudas sociales quienes reclaman la intervención del Estado para salvar a la economía de sí misma: son los jefes de bancos y los altos directivos de la economía mundial. Esta crisis es la historia del fracaso de un mercado que ocultó los riesgos del crédito inmobiliario. Por el interés común, al Estado sólo le queda intervenir y proponer una regulación supranacional.
Para empezar, tenemos a John Lipsky, uno de los dirigentes del Fondo Monetario Internacional y reconocido fundamentalista del libre mercado, quien de pronto exhorta con una llamada alarmista a los gobiernos de los Estados miembros a hacer exactamente lo contrario de lo que ha predicado hasta ahora, esto es, evitar un derrumbe de la economía mundial con programas de gasto masivos. Como es sabido, el optimismo es inherente al mundo de los negocios. Cuando incluso él habla de que los políticos tendrían que "pensar lo impensable" y prepararse para ello, queda claro lo grave de la situación.
El fantasma de lo "impensable", que ahora es una amenaza en todas partes, debe por supuesto despertar el recuerdo de las crisis mundiales de los siglos pasados, y salvar a los bancos del abismo. Entra en escena Josef Ackermann, jefe del Deutsche Bank, quien confiesa que él tampoco cree ya en las fuerzas salvadoras del mercado. Al mismo tiempo, se retracta de su abjuración y afirma que no tiene dudas sobre la estabilidad del sistema financiero. Eso suena tranquilizador. ¿O no? Si el distinguido economista fuera sincero, tendría que admitir dos cosas: que la historia de esta crisis es una historia del fracaso del mercado, y que en todas partes gobierna el desconcierto, o más bien la brillante ignorancia.
El mercado ha fracasado porque los riesgos incalculables del crédito inmobiliario y de otros préstamos se ocultaron intencionadamente, con la esperanza de que su diversificación y ocultación acabaría reduciéndolos. Sin embargo, ahora se demuestra que esta estrategia de minimización se ha transformado en lo opuesto: en una estrategia de maximización y extensión de riesgos cuyo alcance es incalculable. De repente, el virus del riesgo se encuentra en todas partes, o por lo menos su expectativa. Como en un baño ácido, el miedo disuelve la confianza, lo cual potencia los riesgos y provoca, en una reacción en cadena, un autobloqueo del sistema financiero. Nadie tiene mejores certidumbres. Pero de pronto, ahora se sabe en todas partes que ya nada funciona sin el Estado.
¿En realidad qué significa riesgo? No hay que confundir riesgo con catástrofe. Riesgo significa la anticipación de la catástrofe. Los riesgos prefiguran una situación global, que (todavía) no se da. Mientras que cada catástrofe tiene lugar en un espacio, un tiempo y una sociedad determinados, la anticipación de la catástrofe no conoce ninguna delimitación de esta índole. Pero al mismo tiempo, puede convertirse en lo que desencadena la catástrofe, siempre en el caso de los riesgos financieros globales.
Es cierto que los riesgos y las crisis económicas son tan antiguos como los propios mercados. Y, por lo menos desde la crisis económica mundial de 1929, sabemos que los colapsos financieros pueden derrocar sistemas políticos, como la República de Weimar en Alemania. Pero lo que resulta más sorprendente es que las instituciones de Bretton-Woods fundadas después de la Segunda Guerra Mundial, que fueron pensadas como respuesta política a los riesgos económicos globales (y cuyo funcionamiento fue una de las claves para que se implantara el Estado del bienestar en Europa) hayan sido disueltas sistemáticamente desde los años 70 del siglo pasado y reemplazadas por sucesivas soluciones ad hoc. Desde entonces estamos confrontados con la situación paradójica de que los mercados están más liberalizados y globalizados que antes, pero las instituciones globales, que controlan su actuación, tienen que aceptar drásticas pérdidas de poder.
Como se ha demostrado con la "crisis asiática", además de la "crisis rusa" y la "crisis argentina", y ahora también con los primeros síntomas de la "crisis americana", los primeros afectados por las catástrofes financieras son las clases medias. Olas de bancarrotas y de desempleo han sacudido estas regiones. Los inversores occidentales y los comentaristas en general observan las "crisis financieras" solamente bajo la perspectiva de las posibles amenazas para los mercados financieros. Pero las crisis financieras globales no pueden "encasillarse" dentro del subsistema económico, como tampoco las crisis ecológicas globales, ya que tienden más bien a generar convulsiones sociales y a desencadenar riesgos o colapsos políticos. Una reacción en cadena de estas características durante la "crisis asiática" desestabilizó a Estados enteros, a la vez que provocó desbordamientos violentos contra minorías convertidas en cabezas de turco.
Y lo que era todavía impensable hace pocos años se perfila ahora como una posibilidad real: la ley de hierro de la globalización del libre mercado amenaza con desintegrarse, y su ideología con colapsarse. En todo el mundo, no sólo en Sudamérica sino también en el mundo árabe y cada vez más en Europa e incluso en Norteamérica los políticos dan pasos en contra de la globalización. Se ha redescubierto el proteccionismo. Algunos reclaman nuevas instituciones supranacionales para controlar los flujos financieros globales, mientras otros abogan por sistemas de seguros supranacionales o por una renovación de las instituciones y regímenes internacionales. La consecuencia es que la era de la ideología del libre mercado es un recuerdo marchito y que lo opuesto se ha hecho realidad: la politización de la economía global de libre mercado.
Existen sorprendentes paralelismos entre la catástrofe nuclear de Chernóbil, la crisis financiera asiática y la amenaza de colapso de la economía financiera. Frente a los riesgos globales, los métodos tradicionales de control y contención resultan ineficaces. Y a la vez, se pone de manifiesto el potencial destructivo en lo social y político de los riesgos que entraña el mercado global. Millones de desempleados y pobres no pueden ser compensados financieramente. Caen gobiernos y hay amenazas de guerra civil. Cuando los riesgos son percibidos, la cuestión de la responsabilidad adquiere relevancia pública.
Muchos problemas, como por ejemplo la regulación del mercado de divisas, así como el hacer frente a los riesgos ecológicos, no se pueden resolver sin una acción colectiva en la que participen muchos países y grupos. Ni la más liberal de todas las economías funciona sin coordenadas macroeconómicas.
Las élites económicas nacionales y globales (los dueños de los bancos, los ministros de finanzas, los directivos de las grandes empresas y las organizaciones económicas mundiales) no deberían sorprenderse de que la opinión pública reaccione con una mezcla de cólera, incomprensión y malicia. Pero el convencimiento certero de que, en una crisis, el Estado al final acabará salvándoles, permite a los bancos y a las empresas financieras hacer negocios en los tiempos de bonanza sin una excesiva conciencia de los riesgos.
No tiene que ver con la envidia social el recordar que los exitosos banqueros ganan al año importes millonarios de dos cifras, y los exitosos jefes de firmas de capital riesgo y de fondos especulativos incluso mucho más. En los tiempos que corren, los banqueros actúan como los abogados defensores del libre mercado. Si el castillo de naipes de la especulación amenaza con desmoronarse, los bancos centrales y los contribuyentes deben salvarlo. Al Estado sólo le queda hacer por el interés común lo que siempre le reprocharon quienes ahora lo reclaman: poner fin al fracaso del mercado mediante una regulación supranacional.

15 de abril de 2008

Jaque al Halcón

La Corte Suprema de Justicia ha anunciado la apertura de investigación sobre la sorpresiva decisión de los entonces parlamentarios Teodolindo Avendaño y Yidis Medina de cambiar su voto en contra de la reelección presidencial. Si no hubiera sido por esa voltereta de última hora, Uribe no sería presidente en estos momentos de Colombia. De ese tamaño fue la decisión de Teodolindo y Yidis.
Desde entonces la picaresca nacional ha tejido muchas historias alrededor. Pero es que la picaresca es una cosa y la investigación formal es otra. La picaresca nacional también sabía desde hace muchos años la infiltración del narcotráfico en la política con lo que se vino a crear la narco-parapolítica. Pero ahora esto tiene fondo debido precisamente a que se asumió la investigación formal con los resultados que todos conocemos de encontrarnos con casi la tercera parte de nuestro augusto Congreso en la cárcel y los que quedan de la coalición uribista dizque viendo a ver cómo le arman un debate a Piedad Córdoba por “traición a la Patria”. ¡Vaya arrogancia!
Me parece, porque así lo he visto desde hace tiempos, que esta investigación de la Corte, si es que prospera, tiene mucho más fondo que la misma investigación sobre la parapolítica. Porque aquí no vamos por las ramas del árbol podrido sino por el tronco mismo; por el halcón, como en otras oportunidades he dicho.
Personalmente no guardo muchas esperanzas de que la investigación progrese. Ojalá estuviera equivocado. Nada desearía más que eso. Si logramos arrancarles a Teodolindo y Yidis la verdad de su cambio de voto, vamos a ver la almendra de la “democracia profunda” de la que ha empezado a hablar últimamente el presidente Uribe. Una democracia profunda en clientelismo; una democracia profunda en corrupción y una democracia profunda en la elección de un presidente que contó con el apoyo de un fuerte grupo de criminales físicos e intelectuales inescrupulosos que decidieron combinar todas las formas de lucha para alcanzar el poder en el 2002.
Como lo he dicho, y repito, lo que necesitamos es castigar ejemplarmente al halcón de esa causa. A mi que no me vengan a decir que si ahora tenemos casi 60 ilustres parlamentarios presos unos y seriamente comprometidos otros con aberrantes crímenes; parlamentarios todos uribistas, salvo las excepciones que son más bien pocas, que esos amigos de Uribe no llegaron a sus feudos con la consigna política respaldada por las armas, no sólo de hacerse elegir ellos sino de hacer elegir a su candidato presidencial porque para qué poder sin el poder total.
El profesor Miguel Ángel Herrera Zgaib, de la Universidad Nacional, anda recogiendo opiniones entre los miembros de “La otra movida”, un centro de pensamiento socializante que coordina desde Italia la dinámica Sonia Mirella Pico sobre el estado de la actual situación política de Colombia.
Acogiendo esa invitación del profesor Herrera Zgaib me he permitido escribirle que en mi opinión, Colombia es un país de pedazos de poder que unas veces compiten por el poder total y otras se asocian para no hacerse daño unos a otros y poder mantener su correspondiente pedazo de poder.
Dentro de esa conformación de pedazos de poder el problema no es cambiar el Congreso, pues, siempre seguirá teniendo la misma conformación del poder que lo elije. Tampoco de Presidente, pues, este también seguirá siendo fruto de la misma concertación dominante.
En este primer concepto, podríamos convenir que en Colombia el orden político es mafioso y pertenece a la misma cultura política mafiosa como lo plantean algunos académicos. Sin embargo, los últimos acontecimientos nos podrían llevar a creer que el actual gobierno, no sólo mezcló la fuerza mafiosa que venía sustentando a sus antecesores, sino que le agregó el poder de los ‘paras’, esos que decidieron a finales del siglo pasado combinar todas las formas de lucha para alcanzar el poder. Eso explica en buena parte, si no en toda, la reelección de Uribe rompiendo una tradición política, de esa política mafiosa de alternarse en el poder con el sólo fin, como lo dijo el muy conspicuo ex presidente López Pumarejo, de meter caras nuevas a los carros oficiales.
El problema es más complejo de lo que aparenta porque, una desgracia que ronda a Colombia, es que cuando uno de esos políticos trata de salirse del establecimiento, lo asesinan, como a Gaitán y tantos otros hacia atrás y hacia delante que sólo han quedado como recorderis de ilusiones y nostalgias socialistas; o simplemente cuando alcanzan el poder se voltean, como digamos, el caso específico de López Michelsen en lo nacional o de Lucho Garzón en Bogotá.
Es necesario, como lo decía Álvaro Gómez en sus últimos días de lúcido pensador, cuando vio que ya ese Estado mafioso no le iba a dar por ningún motivo el chance, “tumbar el régimen”, por lo que sea muy probable que ese régimen haya decidido tumbarlo antes a él. Con el régimen tiene que caer el Estado narcotraficante, con el que caerá también el Estado guerrillero y el Estado parapolítico; y dentro del nuevo Estado habría que construir un régimen político distinto al que tenemos, digamos un régimen parlamentario que haga posible el cambio de conductores de la política y del Estado tan rápido como el mismo ejercicio del poder o su propia incapacidad lo haga necesario.
Hay que proclamar también la independencia económica y rescatar el principio de justicia social que consiste en dar tratamiento desigual a desiguales porque mientras sigamos creyendo que la justicia tributaria se logra por la vía del IVA y no de los impuestos directos a la renta y al capital seguiremos creyendo muy justo que el rico pague por una botella de leche lo mismo que paga una pobre madre cabeza de familia que encierra dos o tres hijos en un cambucho de cartón, plásticos y latas mientras sale a rebuscarse la vida en el supermercado del semáforo.
Si prospera la investigación de la Corte, esa puerta al cambio quedaría abierta. Por eso, a pesar de que me emociona enormemente la posibilidad, es que soy tan pesimista. El Halcón, ciertamente, está en jaque, pero no mate. Tiene muchas otras movidas. Y lo que uno ve sobre el tablero es que la partida va para largo. Quizá, ese jaque de la Corte puede llevar sólo a un simple cambio de piezas para despejar un poco el juego y seguir viendo a ver como se pueden seguir moviendo las restantes fichas.
Pero a decir verdad, sea lo que sea que haya detrás de esta decisión de la Corte, resulta de momento interesante.

oquinteroefe@yahoo.com
15-04-08

8 de abril de 2008

Tan querido Bush

Tan querido Bush…

OCTAVIO QUINTERO

Pocas personas pueden decir que se han leído completo el TLC entre Colombia y Estados Unidos. De pronto, el ministro que lo amasó, Humberto Botero, y el negociador colombiano que lo manoseó, Hernando Gómez. Y quizás, un puñado de técnicos que en todas estas negociaciones de convenios y tratados comerciales hacen el papel del eterno “soldado desconocido”. De resto, todos los expertos y políticos que se pronuncian sobre el TLC lo hacen sobre los aspectos concretos que tocan o afectan sus propios intereses y, en tales casos, lo apoyan o critican desde una perspectiva evidentemente subjetiva en lo económico y politizada en lo ideológico.

Quizás esa sea mi propia circunstancia. Me parece que todo lo que provenga de la ideología neoliberal tiene marcado el principio del capitalismo salvaje. Y con eso tengo bastante para dudar de que el TLC beneficie a Colombia en la proporción y manera que dicen, desde el presidente Uribe hacia abajo.

Por eso, las pocas veces que he hablado sobre el TLC lo he hecho apoyado en la praxis y la lógica. Yo no he visto que México, por ejemplo, haya derivado los grandes beneficios que se le anunciaron en el proceso de negociación. Tampoco Chile se encuentra como diciendo que gracias al TLC su país es ahora más eficiente, más dinámico y más encaminado hacia el pleno desarrollo económico.

Por el lado de la lógica, es apenas obvio que dar tratamiento de igual a desiguales es, como decimos por acá, una pelea de tigre con burro amarrado. Poner a competir de igual a igual a unos productores estadounidenses con unos colombianos es como casar un match entre un peso pluma y un peso pesado, o poner a competir una liebre con una tortuga. Aunque la fábula resista que una vez la tortuga le ganó a la liebre y David a Goliat, eso no es más que fábula, y como tal debe permanecer y entenderse.

Por eso, es una absoluta irresponsabilidad que tanto el gobierno como el Congreso hayan firmado un TLC hace año y medio desoyendo las quejas de nuestros connacionales. Pero es que, al respecto, tampoco me canso de repetir que es muy difícil hacer que alguien entienda algo en tal forma cuando alguien le está pagando para que entienda lo contrario. Más que de irresponsabilidad o ignorancia, aquí tenemos que hablar más bien de corrupción y de traición a la Patria de la que el Congreso debiera ocuparse más que de andar poniéndole palos a Piedad Córdoba en su humanitaria labor por los secuestrados en poder de las Farc.

Tampoco me voy a creer que los demócratas andan defendiendo a Colombia en su oposición al TLC dizque por los asesinatos de sindicalistas en el país. Esa es una disculpa. Si fuera por el dolor que sienten de que colombianos mueran asesinados a manos de unos asesinos que no tienen más poder de convicción que la boca de sus fusiles, entonces los demócratas también debieran oponerse al Plan Colombia que destina los más altos recursos de guerra que Estados Unidos destina a un país en guerra civil que se desangra hace ciertamente mucho tiempo, pero más desde que a los gringos, precisamente en una administración demócrata, les dio por financiarnos la muerte a punta de metralla y glifosato desde el aire.

Los demócratas se oponen al TLC porque en estos momentos, el Tratado se les ha convertido en una cuestión política. Los poderosos sindicatos estadounidenses en su mayoría afectos al Partido Demócrata, no están defendiendo a sus colegas colombianos, asesinados, unos y muertos de hambre todos, sino a sus propios intereses derivados de una mano de obra barata, y más que barata, esclavizada, que podría poner en serio peligro sus ingresos a la hora de entrar en competencia con los productores colombianos. Eso es todo.

Pero todas mis dudas sobre los beneficios económicos para Colombia provenientes del TLC quedan confirmadas con la posición asumida por Bush al desafiar a los demócratas que ahora son mayoría y dominan el Congreso enviándoles ese Tratado por la vía rápida, que es como cuando aquí decimos el carácter de urgencia que el gobierno le imprime a un proyecto.

No me vengan a decir que Bush anda al final de su mandato muy preocupado de que Colombia se quede sin ese inmenso favor. El TLC, como bien lo ha dicho el político que más se ha aproximado a un debate serio y honrado, Jorge Enrique Robledo, es el remate de lo poco que ha podido librar el país del embate de la apertura económica del ex presidente Gaviria y su ministro de Hacienda, Rudulf Hommes, que ahora anda hablando, el muy cínico, dizque de seguridad social.

El TLC, por simple sospecha, no le conviene a Colombia. No se dónde vaya a parar ese globo de Bush. Pero sí se que una vez pasadas las elecciones en Estados Unidos, cuando el TLC pueda despolitizarse allá, tanto demócratas como republicanos, gane quien gane, volverán sobre el asunto porque la política exterior de Estados Unidos es una y misma cosa en cabeza de los Elefantes o los Burros.


oquinteroefe@yahoo.com

08-04-08