No se podría defender a la senadora Piedad Córdoba diciendo, por ejemplo, que es falso que haya tenido contactos con las Farc; o que en desarrollo de esos contactos no les haya sugerido hacer una cosa en vez de otra. Inclusive, no se le puede negar su muy probable afecto por una lucha, a pesar de su evolución desde una posición de genuina ideología hacia una innegable conexión con el narcotráfico.
Pero es que la senadora no se ha escondido de nadie en los últimos 18 años que lleva como combativa y combatida militante de la izquierda liberal colombiana. Muchos de esos contactos los ha adelantado, inclusive, debidamente autorizada por el gobierno nacional, unas veces, y el resto, a plena luz del día y en presencia de todo el establecimiento.
Y esa lucha por la paz dialogada y negociada; por la liberación de los secuestrados y, aún, por el canje de presos de guerra de lado y lado, la ha enmarcado en un derecho constitucional prescrito en el artículo 22 de la Carta, que a la letra dice:
“La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”
Es decir, todos tenemos no sólo el legítimo derecho sino la obligación misma de luchar por la paz en la medida de nuestras capacidades y en el ámbito de nuestros escenarios de participación en la vida nacional. Y por hacer eso, sin traspasar la delicada línea que divide lo legal de lo subversivo, nadie puede ser sancionado, perseguido o estigmatizado, y menos con argumentos tan débiles y falaces, y por demás cargados de un repudiable subjetivismo, en boca de quien, por demás, debe ser el más imparcial juez de todos los jueces, pues, encarna nada más ni nada menos que el Ministerio Público.
Es una vergüenza pública que este Procurador, quien hace un año no halló méritos en una condena de cohecho expedida, no por cualquier juez, sino por la misma Corte Suprema de Justicia, para condenar a la contraparte de Yidis Medina, el ministro del Interior de entonces, Sabas Pretelt de la Vega, ahora venga a hallar méritos para destituir e inhabilitar por 18 años a la senadora Piedad Córdoba, basado en pruebas de un computador –el de Reyes- que ni siquiera ha sido reconocido por las autoridades nacionales e internacionales como prueba fehaciente de delito alguno, al punto que, hace poco, la misma Fiscalía General de la Nación desestimó esos archivos en el proceso que se le sigue a Liliany Obando, acusada de pertenecer a las FARC.
Así no, Procurador:
Si a Piedad no se le ha visto comandar, dirigir o integrar un grupo guerrillero; si no hay registros fehacientes de su militancia subversiva, como por ejemplo, fotos suyas empuñando un fusil, enfundada en un camuflado, con pasamontaña al rostro; si no se le tienen evidencias consistentes, serias, medibles, verificables y comprobables, su decisión de sancionarla es una infamia cargada de sevicia.
¡Su Ministerio Público es un asco nacional y una vergüenza internacional!

El primer signo real del fin de la humanidad será su desintegración social. A partir de entonces, nada ni nadie podrá hacer nada por salvarla de su extinción final. Tal como se lucha por preservar lo más intacto posible los recursos naturales, el medio ambiente, la flora y la fauna del mundo, debemos luchar por mantener la integración sociaL y la solidaridad entre los seres humanos. ¡ESA ES LA IDEA! HAGÁMOSLE Octavio Quintero
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3 de octubre de 2010
27 de septiembre de 2010
El fin del principio
El eterno retorno: Todo tiene un principio y un fin y todo fin es un principio de otro fin.
-
La baja de Jojoy, como se esperaba, nos ha puesto muy optimistas en cuanto el final de la lucha del Estado contra la subversión. “Es el principio del fin”, acaba de decirlo el presidente Santos al pasar revista in situ a las tropas que coronaron la hazaña.
Por supuesto, nadie con razón podría desconocer que se trata de un golpe de gracia a las Farc. Lo que sigue en discusión es el hecho de que se venda la idea de que las Farc son el único y principal problema de la problemática nacional.
Creo que pensando también en esa victoria castrense, el analista, Salomón Kalmanovitz, sostiene en su columna de El Espectador que (…) “si la insurgencia es derrotada y se hace reforma agraria, Colombia podrá entrar al territorio de la anhelada paz y contará, además, con las bases de un profundo desarrollo económico”.
Aquí hay dos elementos condicionantes que nos hacen menos optimistas de lo que Kalmanovitz pretende porque, una cosa es derrotar la insurgencia y otra es hacer la reforma agraria. La primera no conlleva la segunda, y ni siquiera la facilita. Es decir, se puede derrotar la insurgencia y no hacer reforma agraria con lo que, es muy probable que con el tiempo otra insurgencia, o la misma pero de nuevo cuño, se fortalezca, precisamente por las injusticias sociales que conlleva la concentración de la tierra en pocas manos, casi siempre untadas de sangre.
Digamos, en gracia de discusión, que la baja de Jojoy pone en punto de no retorno el abatimiento de las Farc por la vía militar o por rendición.
¿Y de la reforma agraria qué?
La lucha apenas comienza; y comienza hacia atrás. Lo que la nueva y anhelada ley de tierras busca inicialmente es retrotraer las cosas como estaban hacia 1990. Es decir, desconocer prácticamente todas las operaciones que se dieron en los últimos 20 años, en los que se cree que los paramilitares, principalmente, se apoderaron de por lo menos 5 millones de hectáreas que arrancaron a pequeños y medianos propietarios y prósperos empresarios agropecuarios.
El primer anuncio en ese propósito se dio al revelarse que en esos años se conformó a lo largo y ancho del país un cartel de ladrones de tierras expandido ya no sólo por los tradicionales terratenientes que no han dejado hacer reforma agraria en Colombia (recuérdese la contrarreforma de Chicoral), sino por altos funcionarios públicos en los que se entremezclan políticos de alto vuelo; militares de alta gradación; testaferros bien conectados; mandos medios inamovibles y notarios casa fortunas.
“Es conocida la feroz reacción de los violentos propietarios frente a las víctimas que se atreven a demandar la restitución” de sus tierras, dice Kalmanavitz, quizás pensando también en Hernando Pérez, el humilde campesino asesinado en Apartadó, dos horas después de que el ministro de Agricultura le entregó la nueva escritura de la finca que le habían robado años atrás.
Tras los despojos de las Farc, si ese es el nuevo escenario al final de Jojoy, hay que emprender otra guerra más dura del Establecimiento legal contra un Establecimiento paralelo; y averiguar cuanto antes, dentro de este último, quién mandó matar a Pérez, antes de que, como sospecho, detrás de Pérez rueden muchas más cabezas hacia las nuevas tumbas de NNs que se abrirán en reemplazo de las que hasta ahora apenas estamos escarbando.
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La baja de Jojoy, como se esperaba, nos ha puesto muy optimistas en cuanto el final de la lucha del Estado contra la subversión. “Es el principio del fin”, acaba de decirlo el presidente Santos al pasar revista in situ a las tropas que coronaron la hazaña.
Por supuesto, nadie con razón podría desconocer que se trata de un golpe de gracia a las Farc. Lo que sigue en discusión es el hecho de que se venda la idea de que las Farc son el único y principal problema de la problemática nacional.
Creo que pensando también en esa victoria castrense, el analista, Salomón Kalmanovitz, sostiene en su columna de El Espectador que (…) “si la insurgencia es derrotada y se hace reforma agraria, Colombia podrá entrar al territorio de la anhelada paz y contará, además, con las bases de un profundo desarrollo económico”.
Aquí hay dos elementos condicionantes que nos hacen menos optimistas de lo que Kalmanovitz pretende porque, una cosa es derrotar la insurgencia y otra es hacer la reforma agraria. La primera no conlleva la segunda, y ni siquiera la facilita. Es decir, se puede derrotar la insurgencia y no hacer reforma agraria con lo que, es muy probable que con el tiempo otra insurgencia, o la misma pero de nuevo cuño, se fortalezca, precisamente por las injusticias sociales que conlleva la concentración de la tierra en pocas manos, casi siempre untadas de sangre.
Digamos, en gracia de discusión, que la baja de Jojoy pone en punto de no retorno el abatimiento de las Farc por la vía militar o por rendición.
¿Y de la reforma agraria qué?
La lucha apenas comienza; y comienza hacia atrás. Lo que la nueva y anhelada ley de tierras busca inicialmente es retrotraer las cosas como estaban hacia 1990. Es decir, desconocer prácticamente todas las operaciones que se dieron en los últimos 20 años, en los que se cree que los paramilitares, principalmente, se apoderaron de por lo menos 5 millones de hectáreas que arrancaron a pequeños y medianos propietarios y prósperos empresarios agropecuarios.
El primer anuncio en ese propósito se dio al revelarse que en esos años se conformó a lo largo y ancho del país un cartel de ladrones de tierras expandido ya no sólo por los tradicionales terratenientes que no han dejado hacer reforma agraria en Colombia (recuérdese la contrarreforma de Chicoral), sino por altos funcionarios públicos en los que se entremezclan políticos de alto vuelo; militares de alta gradación; testaferros bien conectados; mandos medios inamovibles y notarios casa fortunas.
“Es conocida la feroz reacción de los violentos propietarios frente a las víctimas que se atreven a demandar la restitución” de sus tierras, dice Kalmanavitz, quizás pensando también en Hernando Pérez, el humilde campesino asesinado en Apartadó, dos horas después de que el ministro de Agricultura le entregó la nueva escritura de la finca que le habían robado años atrás.
Tras los despojos de las Farc, si ese es el nuevo escenario al final de Jojoy, hay que emprender otra guerra más dura del Establecimiento legal contra un Establecimiento paralelo; y averiguar cuanto antes, dentro de este último, quién mandó matar a Pérez, antes de que, como sospecho, detrás de Pérez rueden muchas más cabezas hacia las nuevas tumbas de NNs que se abrirán en reemplazo de las que hasta ahora apenas estamos escarbando.
23 de septiembre de 2010
Réquiem también por él
Estaba terminando un “Réquiem por él”, para recodar la muerte de Hernando Pérez, el humilde campesino de Apartadó que asesinaron dos horas después de que el ministro de Agricultura le devolvió la finca que le habían robado los paramilitares, cuando los reflectores del mundo se enfocaban sobre el cadáver del mono Jojoy, “muerto en combate”, según el parte militar.
Se notaba el entusiasmo de los relatores de los medios masivos de comunicación quienes, al igual que millones de colombianos, han sido convencidos por el gobierno de que el único problema de Colombia es la guerrilla.
Ante el despojo mortal de Jojoy, que en este mismo instante cruza por las pantallas de televisión empacado en bolsa de polietileno, muchos darán en pensar que ahora sí ha llegado el “fin del fin”.
Con perdón, mi entusiasmo no llega a tanto. Esta muerte de Jojoy, no es más que un fin muy al estilo de José Asunción Silva quien, al llegar a la “cumbre prometida”, sólo alcanzó a ver “el sol tras otra cumbre más lejana”. Aquí, cuando cae una cabeza importante de la guerra, mil cabezas más andan en ciernes en el albañal de las injusticias sociales, que terminan por arrastrarlas a nuevas cumbres de soles imbatibles.
Cada vez que se le da un golpe de gracia a una de las tantas cabezas de la hidra, como la de Pablo Escobar, por ejemplo, se nos presenta como el fin del fin, en ese caso específico del narcotráfico. Quizás también la muerte de Carlos Castaño pudo tomarse a la ligera como el fin del fin del paramilitarismo. O, más lejos en la historia, la crucifixión de Espartaco y sus secuaces, era el fin del fin de la sublevación de los esclavos. O, más cerca de nosotros, el descuartizamiento de Galán pudo significar para el Pacificar Morillo (ahora que estamos tan de bicentenario) el fin del fin del anhelo independentista.
El fin del fin en el caso de la guerra –de cualquier guerra- no es la muerte o abatimiento del enemigo. Esto lo sabemos –o debiéramos saberlo- por la historia de muchos años. El fin del fin de toda guerra es la conquista de esos principios y valores subjetivos que son la sabia de toda sociedad civilizada, entre estos otros:
- La familia como núcleo esencial de la sociedad.
- La educación como motor de las transformaciones sociales requeridas.
- Políticas y culturas demográficas responsables y visionarias.
- Igualdad como objetivo moral y ético.
- La solidaridad y responsabilidad social.
- La superación del individualismo capitalista.
- El respeto por el medio ambiente y el desarrollo sostenible.
- La Justicia, la No Violencia y la Seguridad Ciudadana.
- El tratamiento de la drogadicción como una enfermedad, antes que como delito.
- El rechazo a la corrupción como viveza humana.
Fin de folio: No resultó oportuno el presidente Santos cuando desde Nueva York se sacó el clavo diciendo que la muerte del mono Jojoy, era su saludo a las Farc, en respuesta a rellenos de prensa que dicen que la escalada de actos terroristas de las Farc eran el saludo al nuevo gobierno. Si a ese nivel de metaforismo revanchista se eleva el diálogo con las Farc, también podría decirse que a más de las Farc, también los grupos violentos de otras pelambres, acaban de saludar la proyectada ley de tierras del presidente Santos, con el asesinato de Pérez, ese por quien lanzaba el réquiem cuando mataban a Jojoy, a quien también, humanamente extiendo mi lamento por su triste vida y muerte, por si le alcanza…
Se notaba el entusiasmo de los relatores de los medios masivos de comunicación quienes, al igual que millones de colombianos, han sido convencidos por el gobierno de que el único problema de Colombia es la guerrilla.
Ante el despojo mortal de Jojoy, que en este mismo instante cruza por las pantallas de televisión empacado en bolsa de polietileno, muchos darán en pensar que ahora sí ha llegado el “fin del fin”.
Con perdón, mi entusiasmo no llega a tanto. Esta muerte de Jojoy, no es más que un fin muy al estilo de José Asunción Silva quien, al llegar a la “cumbre prometida”, sólo alcanzó a ver “el sol tras otra cumbre más lejana”. Aquí, cuando cae una cabeza importante de la guerra, mil cabezas más andan en ciernes en el albañal de las injusticias sociales, que terminan por arrastrarlas a nuevas cumbres de soles imbatibles.
Cada vez que se le da un golpe de gracia a una de las tantas cabezas de la hidra, como la de Pablo Escobar, por ejemplo, se nos presenta como el fin del fin, en ese caso específico del narcotráfico. Quizás también la muerte de Carlos Castaño pudo tomarse a la ligera como el fin del fin del paramilitarismo. O, más lejos en la historia, la crucifixión de Espartaco y sus secuaces, era el fin del fin de la sublevación de los esclavos. O, más cerca de nosotros, el descuartizamiento de Galán pudo significar para el Pacificar Morillo (ahora que estamos tan de bicentenario) el fin del fin del anhelo independentista.
El fin del fin en el caso de la guerra –de cualquier guerra- no es la muerte o abatimiento del enemigo. Esto lo sabemos –o debiéramos saberlo- por la historia de muchos años. El fin del fin de toda guerra es la conquista de esos principios y valores subjetivos que son la sabia de toda sociedad civilizada, entre estos otros:
- La familia como núcleo esencial de la sociedad.
- La educación como motor de las transformaciones sociales requeridas.
- Políticas y culturas demográficas responsables y visionarias.
- Igualdad como objetivo moral y ético.
- La solidaridad y responsabilidad social.
- La superación del individualismo capitalista.
- El respeto por el medio ambiente y el desarrollo sostenible.
- La Justicia, la No Violencia y la Seguridad Ciudadana.
- El tratamiento de la drogadicción como una enfermedad, antes que como delito.
- El rechazo a la corrupción como viveza humana.
Fin de folio: No resultó oportuno el presidente Santos cuando desde Nueva York se sacó el clavo diciendo que la muerte del mono Jojoy, era su saludo a las Farc, en respuesta a rellenos de prensa que dicen que la escalada de actos terroristas de las Farc eran el saludo al nuevo gobierno. Si a ese nivel de metaforismo revanchista se eleva el diálogo con las Farc, también podría decirse que a más de las Farc, también los grupos violentos de otras pelambres, acaban de saludar la proyectada ley de tierras del presidente Santos, con el asesinato de Pérez, ese por quien lanzaba el réquiem cuando mataban a Jojoy, a quien también, humanamente extiendo mi lamento por su triste vida y muerte, por si le alcanza…
Réquiem por él
Pérez le estrechó la mano al ministro de Agricultura, Juan Camilo Restrepo, ese feliz domingo 19 de septiembre, al salir del salón comunal del centro de este pequeño municipio de Turbo, en el corazón del violento Urabá antioqueño, y se echó al bolsillo de atrás la escritura de la finca que años atrás le habían arrebatado los paramilitares, y que ese día, gracias a la nueva política del gobierno de Santos sobre la restitución de tierras a los campesinos, había podido rescatar.
Como en la canción del Jibarito, Pérez “salió, loco de contento”… Pero desgraciadamente, le fue peor que al Jibarito: dos horas más tarde lo hallaron asesinado en uno de los potreros de la finca que en antes, era “toda su ilusión”.
Este asesinato que, si el país recupera la memoria perdida, deberá recordarlo como el primero de una cadena que, hablando en términos hipotéticos, enlutó la triste historia de un nuevo intento de reforma agraria.
Paz en la tumba de Hernando Pérez que, al menos y para triste consuelo, se escapó de caer con sus huesos en una de esas tantas tumbas de NNs que a cielo raso pueblan la tierra de Colombia, como lo dijo la senadora Piedad Córdoba, ganándose un tremendo mentís del Presidente Santos y ofuscada desautorización de su ex glorioso Partido Liberal.
Un inmenso y criminal cartel de ladrones de tierras opera a lo largo y ancho del territorio nacional. Ya se sabía, pero que lo reconozcan las autoridades, no deja de tener su recóndita satisfacción en la psique de quienes por anticiparlo, también han sido perseguidos no sólo por los violentos de fusil en mano sino por la SD (Seguridad Democrática) del pasado gobierno, armada de lenguas viperinas que les colgó al cuello el título de “terroristas” de oficina y enemigos de la Patria…
Cartel integrado por inescrupulosos funcionarios públicos y alharaquientos políticos, como también acaba de denunciarlo en el propio Congreso el senador, Juan Manuel Galán, al matricularlos en el cuarto anillo de los Jinetes del apocalipsis que se atravesarán a la llamada ley de tierras de la actual administración. Otros “ilustres” integrantes de este cartel de ladrones de tierras, para que se tenga una idea del agazapado enemigo, son muchos notarios, jueces, testaferros, militares y paramilitares que sellaron o hicieron firmar escrituras a punta de bala, asesinatos y suplantaciones.
A manera de epitafio sobre la tumba de Pérez debiera inscribirse la declaración del ministro Restrepo en torno a su asesinato: “los enemigos de la ley de restitución de tierras están empezando a salir de sus escondites. Ya están empezando a sacar los dardos”.
Como en la canción del Jibarito, Pérez “salió, loco de contento”… Pero desgraciadamente, le fue peor que al Jibarito: dos horas más tarde lo hallaron asesinado en uno de los potreros de la finca que en antes, era “toda su ilusión”.
Este asesinato que, si el país recupera la memoria perdida, deberá recordarlo como el primero de una cadena que, hablando en términos hipotéticos, enlutó la triste historia de un nuevo intento de reforma agraria.
Paz en la tumba de Hernando Pérez que, al menos y para triste consuelo, se escapó de caer con sus huesos en una de esas tantas tumbas de NNs que a cielo raso pueblan la tierra de Colombia, como lo dijo la senadora Piedad Córdoba, ganándose un tremendo mentís del Presidente Santos y ofuscada desautorización de su ex glorioso Partido Liberal.
Un inmenso y criminal cartel de ladrones de tierras opera a lo largo y ancho del territorio nacional. Ya se sabía, pero que lo reconozcan las autoridades, no deja de tener su recóndita satisfacción en la psique de quienes por anticiparlo, también han sido perseguidos no sólo por los violentos de fusil en mano sino por la SD (Seguridad Democrática) del pasado gobierno, armada de lenguas viperinas que les colgó al cuello el título de “terroristas” de oficina y enemigos de la Patria…
Cartel integrado por inescrupulosos funcionarios públicos y alharaquientos políticos, como también acaba de denunciarlo en el propio Congreso el senador, Juan Manuel Galán, al matricularlos en el cuarto anillo de los Jinetes del apocalipsis que se atravesarán a la llamada ley de tierras de la actual administración. Otros “ilustres” integrantes de este cartel de ladrones de tierras, para que se tenga una idea del agazapado enemigo, son muchos notarios, jueces, testaferros, militares y paramilitares que sellaron o hicieron firmar escrituras a punta de bala, asesinatos y suplantaciones.
A manera de epitafio sobre la tumba de Pérez debiera inscribirse la declaración del ministro Restrepo en torno a su asesinato: “los enemigos de la ley de restitución de tierras están empezando a salir de sus escondites. Ya están empezando a sacar los dardos”.
9 de septiembre de 2010
La paz como problema económico
Fue Keynes quien aseguró que la Segunda Guerra Mundial le cayó como del cielo a Estados Unidos para ayudarlo a salir de la Gran Depresión del ’29. Desde entonces, nadie ha puesto en duda que la guerra es a las naciones más poderosas una palanca de desarrollo económico, sino la mejor.
Quizás haya mucha gente que no crea en esta tesis, e incluso, la considere una exageración de la extrema izquierda. El asunto es que hoy resulta de una evidencia incuestionable, a tal punto que ya ni siquiera los halcones se toman la molestia de velar a sus perros de guerra: las grandes corporaciones productoras de armas, desde una pistola a una ojiva, o una bomba nuclear.
Todavía nos preguntamos qué sería hoy del mundo gobernado por un paradigma hitleriano… Y la respuesta seguirá siendo una hipótesis imposible de resolver… Pero lo que sí nos queda claro es que la bomba de Hiroshima que detuvo la historia, dejó sembrada la teoría –también keynesiana- del belicismo como locomotora del enriquecimiento corporativo, y de vuelta, del enriquecimiento de las naciones poderosas.
En este orden de ideas, ya no debiéramos seguir llamando “gasto” a la inversión militar mundial que, según el informe de junio del Instituto Internacional de Estudios por la Paz con sede en Estocolmo (SIPRI), alcanzó la impresionante cifra de 4.194 millones de dólares diarios (1’530.810 miles de millones al año), con un crecimiento del 5,9 por ciento con respecto al gasto de un año atrás.
Y, obviamente, al frente del TOP TEN: Estados Unidos, seguido de China. Y ¡OJO! La proyección indica que China pronto alcanzará el primer lugar, pues, en la última década (1999/2008), es la nación que más ha hecho subir su presupuesto de inversión militar con un crecimiento del 194% en el período, seguida de –OJO también- Rusia, y de –más OJO- Arabia Saudí. Pareciera que la guerra fría está por hervir de nuevo.
Resultaría dispendioso, y no viene al caso, detenernos sobre la inversión de guerra de cada país. Pero el belicismo es algo que atrae a los halcones como la sangre a las pirañas. Las sucesivas escaramuzas que los perros de la guerra han lanzado en Suramérica, especialmente las belicosas bases militares impuestas por Estados Unidos a Uribe en Colombia (“Peón del Imperio”), fungieron de anzuelo para que gobiernos socialistas como Chávez y Lula hicieran sonar sus tambores de guerra: Venezuela, con una inversión de 4.400 millones de USD en misiles rusos “que no fallan”; y Brasil, 8.500 millones de euros en helicópteros franceses de última generación. Hasta Perú, Ecuador y Bolivia, metidos en esa zona de candela colombo-venezolana, se han lanzado a la compra de armamento.
Y los perros de la guerra, dichosos, facturando.
Epílogo
Acabo de leer un sesudo artículo de Miguel Guaglianone de ‘Barómetro Internacional’, especial para ARGENPRESS.info.
Tras analizar con mucho tino lo que él, a manera de interrogante se pregunta en el artículo… “¿Cuál y cómo será el próximo conflicto?: Perros de la guerra”, concluye que (…) “Muchos de los puntos de tensión han “aflojado”. Y en una muy apretada síntesis (mía), destaca: (1) la distensión colombo-venezolana; (2) La invasión a Somalia se encuentra demorada o suspendida; (3) Las coreas parecen estar de acuerdo en no caer en la posibilidad de un enfrentamiento armado; (4) El devastador invierno en Pakistán, donde entre seis y ocho millones de personas quedaron a la intemperie, sin comida ni ningún tipo de atención, ha provocado de hecho un alejamiento de toda posibilidad de conflicto; (5) La retirada de Estados Unidos de Irak y, (6) Los acercamientos entre Israel y Palestina que, aunque sin mucho entusiasmo, de todas maneras alivia la tensión en la franja de Gaza.
La macabra conclusión de Guaglianone, es que (…) “Aparentemente vamos directo a un conflicto en Irán, un conflicto convencional que constituiría una peligrosa aventura para los Estados Unidos e Israel. Un conflicto con resultados muy difícilmente previsibles”.
Quizás Guaglionone terminó su artículo sin que hubiera aparecido la más sutil, provocadora y eficiente gasolina al eterno conflicto entre Occidente y el Islam: un desconocido pastor de una pequeña iglesia evangélica de Florida –Terry Jones- ha saltado a la cresta de los mass media, al proponer que el próximo sábado, novena conmemoración del 11S, se queme el Corán frente al sitio en donde una vez se elevaba el orgullo del “Destino Manifiesto”: las Torres Gemelas.
Fue precisamente un poeta judío, Heinrich Heine, quien dijo que “Donde los libros son quemados, al final la gente será quemada”.
El diario GARA, se refiere a este hecho en contundente epílogo: (…) “El Corán es el libro sagrado depositario de la historia, la identidad y los valores del mundo islámico. No serán pocos los que prefieran quemarse vivos o inmolarse antes de ver el Corán quemándose. No se trata de un pastor más o menos en sus cabales. Poderosas agendas, en ambas partes, están utilizando estas cuestiones altamente inflamables y emocionalmente explosivas para alimentar una política fundamentada en el paradigma de un conflicto abierto entre Occidente y el Islam, con fines que nada tienen que ver con el espectro religioso”.
Quizás haya mucha gente que no crea en esta tesis, e incluso, la considere una exageración de la extrema izquierda. El asunto es que hoy resulta de una evidencia incuestionable, a tal punto que ya ni siquiera los halcones se toman la molestia de velar a sus perros de guerra: las grandes corporaciones productoras de armas, desde una pistola a una ojiva, o una bomba nuclear.
Todavía nos preguntamos qué sería hoy del mundo gobernado por un paradigma hitleriano… Y la respuesta seguirá siendo una hipótesis imposible de resolver… Pero lo que sí nos queda claro es que la bomba de Hiroshima que detuvo la historia, dejó sembrada la teoría –también keynesiana- del belicismo como locomotora del enriquecimiento corporativo, y de vuelta, del enriquecimiento de las naciones poderosas.
En este orden de ideas, ya no debiéramos seguir llamando “gasto” a la inversión militar mundial que, según el informe de junio del Instituto Internacional de Estudios por la Paz con sede en Estocolmo (SIPRI), alcanzó la impresionante cifra de 4.194 millones de dólares diarios (1’530.810 miles de millones al año), con un crecimiento del 5,9 por ciento con respecto al gasto de un año atrás.
Y, obviamente, al frente del TOP TEN: Estados Unidos, seguido de China. Y ¡OJO! La proyección indica que China pronto alcanzará el primer lugar, pues, en la última década (1999/2008), es la nación que más ha hecho subir su presupuesto de inversión militar con un crecimiento del 194% en el período, seguida de –OJO también- Rusia, y de –más OJO- Arabia Saudí. Pareciera que la guerra fría está por hervir de nuevo.
Resultaría dispendioso, y no viene al caso, detenernos sobre la inversión de guerra de cada país. Pero el belicismo es algo que atrae a los halcones como la sangre a las pirañas. Las sucesivas escaramuzas que los perros de la guerra han lanzado en Suramérica, especialmente las belicosas bases militares impuestas por Estados Unidos a Uribe en Colombia (“Peón del Imperio”), fungieron de anzuelo para que gobiernos socialistas como Chávez y Lula hicieran sonar sus tambores de guerra: Venezuela, con una inversión de 4.400 millones de USD en misiles rusos “que no fallan”; y Brasil, 8.500 millones de euros en helicópteros franceses de última generación. Hasta Perú, Ecuador y Bolivia, metidos en esa zona de candela colombo-venezolana, se han lanzado a la compra de armamento.
Y los perros de la guerra, dichosos, facturando.
Epílogo
Acabo de leer un sesudo artículo de Miguel Guaglianone de ‘Barómetro Internacional’, especial para ARGENPRESS.info.
Tras analizar con mucho tino lo que él, a manera de interrogante se pregunta en el artículo… “¿Cuál y cómo será el próximo conflicto?: Perros de la guerra”, concluye que (…) “Muchos de los puntos de tensión han “aflojado”. Y en una muy apretada síntesis (mía), destaca: (1) la distensión colombo-venezolana; (2) La invasión a Somalia se encuentra demorada o suspendida; (3) Las coreas parecen estar de acuerdo en no caer en la posibilidad de un enfrentamiento armado; (4) El devastador invierno en Pakistán, donde entre seis y ocho millones de personas quedaron a la intemperie, sin comida ni ningún tipo de atención, ha provocado de hecho un alejamiento de toda posibilidad de conflicto; (5) La retirada de Estados Unidos de Irak y, (6) Los acercamientos entre Israel y Palestina que, aunque sin mucho entusiasmo, de todas maneras alivia la tensión en la franja de Gaza.
La macabra conclusión de Guaglianone, es que (…) “Aparentemente vamos directo a un conflicto en Irán, un conflicto convencional que constituiría una peligrosa aventura para los Estados Unidos e Israel. Un conflicto con resultados muy difícilmente previsibles”.
Quizás Guaglionone terminó su artículo sin que hubiera aparecido la más sutil, provocadora y eficiente gasolina al eterno conflicto entre Occidente y el Islam: un desconocido pastor de una pequeña iglesia evangélica de Florida –Terry Jones- ha saltado a la cresta de los mass media, al proponer que el próximo sábado, novena conmemoración del 11S, se queme el Corán frente al sitio en donde una vez se elevaba el orgullo del “Destino Manifiesto”: las Torres Gemelas.
Fue precisamente un poeta judío, Heinrich Heine, quien dijo que “Donde los libros son quemados, al final la gente será quemada”.
El diario GARA, se refiere a este hecho en contundente epílogo: (…) “El Corán es el libro sagrado depositario de la historia, la identidad y los valores del mundo islámico. No serán pocos los que prefieran quemarse vivos o inmolarse antes de ver el Corán quemándose. No se trata de un pastor más o menos en sus cabales. Poderosas agendas, en ambas partes, están utilizando estas cuestiones altamente inflamables y emocionalmente explosivas para alimentar una política fundamentada en el paradigma de un conflicto abierto entre Occidente y el Islam, con fines que nada tienen que ver con el espectro religioso”.
24 de agosto de 2010
Noticias de otra parte
El Estado español, que tanta influencia tiene sobre nuestras vidas y conductas en Colombia, acaba de culminar un exitoso proceso de negociación que le permitió rescatar con vida, de manos de declarados terroristas, a dos importantes miembros de la sociedad española.
El suceso viene al caso, junto con los hechos que le precedieron (como el pago de un abultado rescate y la liberación de un importante activista de Al-Qaeda), en momentos en que, henchido el pecho y altiva la cerviz, el ministro de Defensa de Colombia, Rodrigo Rivera, se apresura a dictar norma de conducta a UNASUR en torno a la solicitud de una audiencia de las FARC para intentar reabrir la vía política del diálogo de paz en Colombia.
El diario GARA (http://www.gara.net/index.php), en su edición de hoy 24 de agosto, registra el hecho en los siguientes términos:
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Desenlace feliz del secuestro de Pascual y Vilalta.
Al-Qaeda libera a los cooperantes tras nueve meses de negociación.
268 días después de que fueran secuestrados por Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), los miembros de la ONG Barcelona Acció Solidària Roque Pascual y Albert Vilalta fueron rescatados y viajaban ya ayer a casa. En una breve intervención para felicitarse por la noticia, el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, no hizo ninguna referencia a ello, pero diversas fuentes aseguran que se han pagado entre 5 y 10 millones de euros como rescate.
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Y, a renglón seguido, el diario catalán suelta este editorial que es el que, a juicio nuestro, nos debe poner a pensar en estas latitudes latinoamericanos en donde diversos grupos revolucionarios, con mayor o menor énfasis en unos y otros países, persisten en empuñar las armas como único medio –según ellos-, de presionar el cambio de las cosas que ciertamente no son buenas, o mejor, están muy mal llevadas, al decir de tirios y troyanos, esto es, desde una honesta perspectiva de derecha hasta el apasionado análisis de la izquierda:
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Dogmas y lecciones de un desenlace feliz
Los cooperantes catalanes de la ONG Barcelona Acció Solidaria, Roque Pascual y Albert Vilalta, fueron liberados ayer tras 268 días de secuestro a manos de Al Qaeda del Magreb Islámico. El feliz desenlace de este secuestro ha confirmado que se han satisfecho ciertas demandas políticas y económicas de los secuestradores. Y a su vez, vuelve a destrozar el mito, que algunos quieren elevar a categoría de dogma, que dice que el estado «no negocia con terroristas» y «nunca cede al chantaje». La entrega del considerado cerebro del secuestro, Omar Sahraoui, desde Mauritania a su país natal, Mali, y el pago de un rescate millonario, que es un secreto a voces, así lo atestiguan. El Estado español ha cumplido con lo que pedían los secuestradores; económicamente con el pago del rescate, y facilitando mediante presión diplomática el cumplimiento de la demanda política, el traslado del cerebro de la operación. No lo confirmará, como no lo hace ningún estado, pero sí lo ha hecho, como lo han hecho todos los estados.
Canadá, Austria o Alemania ya habían actuado de la misma forma cuando sus ciudadanos estaban en poder del mismo grupo. Israel negocia con Hamas la liberación de su soldado Shalit o con Hizbulah la recuperación de los restos óseos de sus pilotos derribados. Estados Unidos negocia y paga a Abu Sayyaf por la liberación de sus misioneros en Filipinas; Corea del Sur, China o los armadores vascos negocian y pagan a los piratas somalíes. Los ejemplos no tendrían final posible. Y demuestran que cuando se trata de resolver problemas, la negociación y el hacer concesiones son instrumentos de sentido común y, no por ser negados u ocultados, ampliamente utilizados.
Hoy es un día para celebrar la suerte de los dos cooperantes catalanes. La fortuna, sin embargo, es una rueda cuyo movimiento nunca deja gozar largo tiempo de felicidad. Volverán a producirse hechos de este tipo. Que la cultura de la negociación se imponga siempre a los dogmas y tabúes de estado. Lo celebraríamos todos.
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Epílogo
En nuestro caso colombiano, podría agregarse al editorial de GARA, la liberación del canciller de las Farc, Rodrigo Granda, como anticipo de la liberación de Ingrid Betancourt que finalmente parece que, inclusive con la venia de las Farc, se disfrazó de ingenioso rescate (Operación Jaque) que ya anda por ahí en el celuloide, como se le decía antes a la industria de Hollywood,
El suceso viene al caso, junto con los hechos que le precedieron (como el pago de un abultado rescate y la liberación de un importante activista de Al-Qaeda), en momentos en que, henchido el pecho y altiva la cerviz, el ministro de Defensa de Colombia, Rodrigo Rivera, se apresura a dictar norma de conducta a UNASUR en torno a la solicitud de una audiencia de las FARC para intentar reabrir la vía política del diálogo de paz en Colombia.
El diario GARA (http://www.gara.net/index.php), en su edición de hoy 24 de agosto, registra el hecho en los siguientes términos:
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Desenlace feliz del secuestro de Pascual y Vilalta.
Al-Qaeda libera a los cooperantes tras nueve meses de negociación.
268 días después de que fueran secuestrados por Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), los miembros de la ONG Barcelona Acció Solidària Roque Pascual y Albert Vilalta fueron rescatados y viajaban ya ayer a casa. En una breve intervención para felicitarse por la noticia, el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, no hizo ninguna referencia a ello, pero diversas fuentes aseguran que se han pagado entre 5 y 10 millones de euros como rescate.
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Y, a renglón seguido, el diario catalán suelta este editorial que es el que, a juicio nuestro, nos debe poner a pensar en estas latitudes latinoamericanos en donde diversos grupos revolucionarios, con mayor o menor énfasis en unos y otros países, persisten en empuñar las armas como único medio –según ellos-, de presionar el cambio de las cosas que ciertamente no son buenas, o mejor, están muy mal llevadas, al decir de tirios y troyanos, esto es, desde una honesta perspectiva de derecha hasta el apasionado análisis de la izquierda:
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Dogmas y lecciones de un desenlace feliz
Los cooperantes catalanes de la ONG Barcelona Acció Solidaria, Roque Pascual y Albert Vilalta, fueron liberados ayer tras 268 días de secuestro a manos de Al Qaeda del Magreb Islámico. El feliz desenlace de este secuestro ha confirmado que se han satisfecho ciertas demandas políticas y económicas de los secuestradores. Y a su vez, vuelve a destrozar el mito, que algunos quieren elevar a categoría de dogma, que dice que el estado «no negocia con terroristas» y «nunca cede al chantaje». La entrega del considerado cerebro del secuestro, Omar Sahraoui, desde Mauritania a su país natal, Mali, y el pago de un rescate millonario, que es un secreto a voces, así lo atestiguan. El Estado español ha cumplido con lo que pedían los secuestradores; económicamente con el pago del rescate, y facilitando mediante presión diplomática el cumplimiento de la demanda política, el traslado del cerebro de la operación. No lo confirmará, como no lo hace ningún estado, pero sí lo ha hecho, como lo han hecho todos los estados.
Canadá, Austria o Alemania ya habían actuado de la misma forma cuando sus ciudadanos estaban en poder del mismo grupo. Israel negocia con Hamas la liberación de su soldado Shalit o con Hizbulah la recuperación de los restos óseos de sus pilotos derribados. Estados Unidos negocia y paga a Abu Sayyaf por la liberación de sus misioneros en Filipinas; Corea del Sur, China o los armadores vascos negocian y pagan a los piratas somalíes. Los ejemplos no tendrían final posible. Y demuestran que cuando se trata de resolver problemas, la negociación y el hacer concesiones son instrumentos de sentido común y, no por ser negados u ocultados, ampliamente utilizados.
Hoy es un día para celebrar la suerte de los dos cooperantes catalanes. La fortuna, sin embargo, es una rueda cuyo movimiento nunca deja gozar largo tiempo de felicidad. Volverán a producirse hechos de este tipo. Que la cultura de la negociación se imponga siempre a los dogmas y tabúes de estado. Lo celebraríamos todos.
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Epílogo
En nuestro caso colombiano, podría agregarse al editorial de GARA, la liberación del canciller de las Farc, Rodrigo Granda, como anticipo de la liberación de Ingrid Betancourt que finalmente parece que, inclusive con la venia de las Farc, se disfrazó de ingenioso rescate (Operación Jaque) que ya anda por ahí en el celuloide, como se le decía antes a la industria de Hollywood,
12 de agosto de 2010
¡Terroristas!: ¿Quiénes son y qué diablos quieren?
Ahora no nos vengan a decir, ni siquiera como hipótesis, que el carro-bomba que estalló esta madrugada en las instalaciones de Caracol-Radio fue puesto por las Farc.
Un principiante en investigaciones comenzaría por sorprenderse que a los pocos días de concluir los ocho largos años del gobierno de la “Seguridad Democrática”, subsista un grupo terrorista con la logística capaz de llegar hasta el corazón de la capital colombiana; y hasta el corazón mismo del imperio radial más importante del país; poner un carro-bomba y desaparecer sin más ni más…
Atando cabos, ese principiante podría interpretar el hecho como un “saludo” al nuevo gobierno de Santos que ha dado puntadas hacia un rápido distanciamiento de su antecesor, a pesar de haber sido su principal elector.
Y, una tercera suspicacia holmesiana es que el acto terrorista haya ocurrido pocas horas después que Santos-Chávez estrecharan sus manos en señal de paz.
A partir de estas suspicacias surgen inevitablemente cavilaciones más profundas que sólo podrían formularse como preguntas en ausencia de información confidencial y buena fuente:
¿Y si no fueron las Farc, entonces quién?
¿Quién quiere saludar en forma tan macabra al gobierno del presidente Santos?
¿De qué “Seguridad Democrática” nos hablaban en el pasado gobierno?
¿Tiene algo que ver esto con el evidente distanciamiento Santos-Uribe?
¿O, tiene más bien qué ver con el acercamiento Santos-Chávez?
¿La rápida reconciliación de Chávez con el nuevo gobierno es un mensaje al mundo de que “el palo en la rueda” era Uribe?
¿O, tiene que ver algo con la muy próxima sentencia de la Corte Constitucional declarando inconstitucional el Acuerdo Uribe-Bush sobre las bases militares en Colombia, en aviso de que Santos pueda “flexibiliar” el Convenio?
¿O, quizás también tenga algo que ver este mensaje con el hecho de que tanto Colombia como Venezuela hayan privilegiado a UNASUR en su pasado encuentro presidencial, en evidente mensaje al Imperio de que sin su intromisión también pueden arreglar sus cargas?
¿Y si no quiere decir nada de lo anterior, entonces qué diablos quiere decir?
Se reciben respuestas en oquinteroefe@yahoo.com
Un principiante en investigaciones comenzaría por sorprenderse que a los pocos días de concluir los ocho largos años del gobierno de la “Seguridad Democrática”, subsista un grupo terrorista con la logística capaz de llegar hasta el corazón de la capital colombiana; y hasta el corazón mismo del imperio radial más importante del país; poner un carro-bomba y desaparecer sin más ni más…
Atando cabos, ese principiante podría interpretar el hecho como un “saludo” al nuevo gobierno de Santos que ha dado puntadas hacia un rápido distanciamiento de su antecesor, a pesar de haber sido su principal elector.
Y, una tercera suspicacia holmesiana es que el acto terrorista haya ocurrido pocas horas después que Santos-Chávez estrecharan sus manos en señal de paz.
A partir de estas suspicacias surgen inevitablemente cavilaciones más profundas que sólo podrían formularse como preguntas en ausencia de información confidencial y buena fuente:
¿Y si no fueron las Farc, entonces quién?
¿Quién quiere saludar en forma tan macabra al gobierno del presidente Santos?
¿De qué “Seguridad Democrática” nos hablaban en el pasado gobierno?
¿Tiene algo que ver esto con el evidente distanciamiento Santos-Uribe?
¿O, tiene más bien qué ver con el acercamiento Santos-Chávez?
¿La rápida reconciliación de Chávez con el nuevo gobierno es un mensaje al mundo de que “el palo en la rueda” era Uribe?
¿O, tiene que ver algo con la muy próxima sentencia de la Corte Constitucional declarando inconstitucional el Acuerdo Uribe-Bush sobre las bases militares en Colombia, en aviso de que Santos pueda “flexibiliar” el Convenio?
¿O, quizás también tenga algo que ver este mensaje con el hecho de que tanto Colombia como Venezuela hayan privilegiado a UNASUR en su pasado encuentro presidencial, en evidente mensaje al Imperio de que sin su intromisión también pueden arreglar sus cargas?
¿Y si no quiere decir nada de lo anterior, entonces qué diablos quiere decir?
Se reciben respuestas en oquinteroefe@yahoo.com
10 de agosto de 2010
Con los dedos cruzados
Es impensable una guerra a punta de misilazos entre Colombia y Venezuela. Eso no cabe ni en la cabeza más calenturienta –sin hablar de Uribe.
Pero, que no se dispare un solo tiro, no significa que muchas personas puedan morir –o ya estén muriendo- de hambre a cuenta de un nacionalismo insano puesto en boga por Uribe-Chávez y/o Chávez-Uribe. Es decir, unas veces el uno, otras el otro. Las relaciones colombo-venezolanas entre estos dos enfermos de opinión popular, fueron utilizadas para cultivar el más crudo y peligroso instinto del ser humano: el fanatismo.
Resulta evidente que la salida de Uribe comenzó a apaciguar los ánimos de Chávez, al punto que anda echando candela contra las Farc… Y eso es bueno, porque, ¿quién duda hoy que Uribe en el fondo tenía razón al reclasificar la insurgencia colombiana devenida en grupos de terroristas y narcotraficantes?
Pasada la página de Uribe –y ojalá lo más pronto posible la de Chávez-, Colombia y Venezuela tienen que formalizar sus relaciones, no porque se quieran mucho, sino porque la simbiosis establecida entre los dos resulta insuperable.
Es inexplicable la pasividad de los industriales y comerciantes colombianos frente a este tema, que confirma, además, la pusilanimidad que se ha apoderado de la dirigencia nacional.
Yo –y usted-, me imagino la “descabezada” que el sector privado estadounidense le pegaría a Obama el día en que por cualquier gracia nacionalista ponga en riesgo el comercio con la China, del cual depende hoy en día como el pez del agua.
Aquí no pasó nada, aunque todo pasó: las exportaciones a Venezuela cayeron de 6.000 a 4.000 millones de dólares entre el 2008/09; y en lo corrido del 2010, la caída va por arriba del 80 por ciento.
Entre los sectores más afectados se encuentran los de confecciones, autopartes, textiles, cosméticos, perfumería, carne, leche, derivados lácteos y en general las llamadas exportaciones menores. Mención especial merece el sector automotriz por constituir un verdadero record Guiness “irrepetible” –como el mismo Uribe- al decir del presidente del Congreso, Armando Benedetti: las exportaciones de automóviles y camiones pasaron de 45.000 unidades en el 2007 a 0 (SÍ, CERO) unidades en el 2009.
Vimos todos al presidente de la ANDI en repetidas ocasiones decir que la caída del comercio con Venezuela era fácil de sustituir con otros mercados. El más ilustre vocero de los empresarios colombianos debe saber lo difícil que resulta –y más en este mundo globalizado e internacionalizado- abrir y sostener nuevos mercados. La realidad es tozuda: de esos casi 4.000 millones de dólares que se han perdido en el comercio con Venezuela en los últimos dos años, sólo unos 20 o 30 millones se han podido reponer con mercados sustitutivos.
Estos “ilustres” dirigentes del sector privado también debieran estar de salida…
Buena parte del alto desempleo que registra el país –12%, la tasa más alta de Latinoamérica- se debe a la pérdida del mercado venezolano.
Por eso, esa comunidad empresarial y esos millares de desempleados colombianos, deben tener los dedos cruzados hoy rogando a Santos-Chávez que arreglen el problema “civilizadamente”, como dice la gente, y no a los gritos de “quédese, sea varón” o “lárgate pa’l carajo”, que fue la tónica de ayer entre estos atizadores de vanidosas hogueras.
Pero, que no se dispare un solo tiro, no significa que muchas personas puedan morir –o ya estén muriendo- de hambre a cuenta de un nacionalismo insano puesto en boga por Uribe-Chávez y/o Chávez-Uribe. Es decir, unas veces el uno, otras el otro. Las relaciones colombo-venezolanas entre estos dos enfermos de opinión popular, fueron utilizadas para cultivar el más crudo y peligroso instinto del ser humano: el fanatismo.
Resulta evidente que la salida de Uribe comenzó a apaciguar los ánimos de Chávez, al punto que anda echando candela contra las Farc… Y eso es bueno, porque, ¿quién duda hoy que Uribe en el fondo tenía razón al reclasificar la insurgencia colombiana devenida en grupos de terroristas y narcotraficantes?
Pasada la página de Uribe –y ojalá lo más pronto posible la de Chávez-, Colombia y Venezuela tienen que formalizar sus relaciones, no porque se quieran mucho, sino porque la simbiosis establecida entre los dos resulta insuperable.
Es inexplicable la pasividad de los industriales y comerciantes colombianos frente a este tema, que confirma, además, la pusilanimidad que se ha apoderado de la dirigencia nacional.
Yo –y usted-, me imagino la “descabezada” que el sector privado estadounidense le pegaría a Obama el día en que por cualquier gracia nacionalista ponga en riesgo el comercio con la China, del cual depende hoy en día como el pez del agua.
Aquí no pasó nada, aunque todo pasó: las exportaciones a Venezuela cayeron de 6.000 a 4.000 millones de dólares entre el 2008/09; y en lo corrido del 2010, la caída va por arriba del 80 por ciento.
Entre los sectores más afectados se encuentran los de confecciones, autopartes, textiles, cosméticos, perfumería, carne, leche, derivados lácteos y en general las llamadas exportaciones menores. Mención especial merece el sector automotriz por constituir un verdadero record Guiness “irrepetible” –como el mismo Uribe- al decir del presidente del Congreso, Armando Benedetti: las exportaciones de automóviles y camiones pasaron de 45.000 unidades en el 2007 a 0 (SÍ, CERO) unidades en el 2009.
Vimos todos al presidente de la ANDI en repetidas ocasiones decir que la caída del comercio con Venezuela era fácil de sustituir con otros mercados. El más ilustre vocero de los empresarios colombianos debe saber lo difícil que resulta –y más en este mundo globalizado e internacionalizado- abrir y sostener nuevos mercados. La realidad es tozuda: de esos casi 4.000 millones de dólares que se han perdido en el comercio con Venezuela en los últimos dos años, sólo unos 20 o 30 millones se han podido reponer con mercados sustitutivos.
Estos “ilustres” dirigentes del sector privado también debieran estar de salida…
Buena parte del alto desempleo que registra el país –12%, la tasa más alta de Latinoamérica- se debe a la pérdida del mercado venezolano.
Por eso, esa comunidad empresarial y esos millares de desempleados colombianos, deben tener los dedos cruzados hoy rogando a Santos-Chávez que arreglen el problema “civilizadamente”, como dice la gente, y no a los gritos de “quédese, sea varón” o “lárgate pa’l carajo”, que fue la tónica de ayer entre estos atizadores de vanidosas hogueras.
2 de mayo de 2010
Diagnóstico de las violencias
Gregorio Peces-Barba
El País de Madrid
01 – 05 - 2010
Catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Carlos III de Madrid
-
Sólo es justa la violencia racionalizada que monopoliza la fuerza legítima del poder político democrático que es además proporcionada y moderada. Las demás violencias, incluido el monopolio de la fuerza en otras formas de poder político no democrático no son legítimas. Son rechazables, denunciables y condenables. Desde la opinión pública, desde los medios de comunicación, desde las instancias internacionales y desde los poderes democráticos hay que estar alerta, publicar las denuncias de las violencias y combatirlas sin descanso. Las fuentes intelectuales, y los motores de todas esas formas de violencia se impulsan desde el fanatismo, el realismo y el fatalismo. Son la expresión de mentalidades cerradas, de sociedades herméticas que sólo creen en su verdad y se consideran poseedoras de la única respuesta correcta. Generan conflicto y violencia, desde una perspectiva excesiva y patológica de una concepción del bien o de una filosofía comprensiva. Desde la concepción del bien, y el mejor ejemplo es la Iglesia católica institucional en países como España, se trata de convertir a la ética de sus creyentes en la ética pública y común de todos los ciudadanos. Cuando se trata de una filosofía comprensiva incompatible como el fascismo o el comunismo es pretender convertir a sus ideas en únicas y exclusivas de todos los ciudadanos como militantes de sus excesos, identificando militantes y creyentes e impidiendo la libertad de conciencia.
Desde este punto de vista es incomprensible y fuera de toda razón que un magistrado del Tribunal Supremo legitime a gente de ese cariz para impulsar una acusación contra un juez, criticable como todos, pero que ha hecho servicios impagables de justicia al país. Esa tendencia a la benevolencia frente a esos sectores intransigentes y de imposible pedigrí democrático escandaliza y llama la atención. Que jueces se pongan del lado de los infractores, de los delincuentes, y de las ideologías violentas y cuyos antecesores produjeron daños y crímenes durante la guerra y durante "la paz" posterior y persigan a quienes les combaten, e incluso les aconsejan para que mejore la calidad de su acusación francamente llama poderosamente la atención y genera sentimientos de estupor, de desprecio y de rechazo. No parece que la filosofía del odio y del enemigo sustancial pueda ser guía para impartir justicia. Es más bien expresión de sentimientos reprobables e inconfesables. Es también un brote de violencia, aunque se encubra con fórmulas de justicia.
Entre las violencias existe una pluralidad multiforme y omnipresente que abarca niveles individuales, familiares, entre grupos sociales, en las relaciones entre ideologías políticas y entre Estados, con la peor de todas que es la guerra. Puede ser violencia bru-tal, violencia insidiosa, oculta, racionalizada, planificada, consentida y justificada. También puede consistir en un no hacer, en una pasividad culpable de silencio, de contemplar indulgentemente violencia de corrupción y de daños sociales irreparables.
A veces esos tibios como Rajoy hacen más daño que los autores materiales de violencias directas. La violencia brutal es la del terrorismo, la de la tortura, la de la guerra y la que se ejerce frente a seres más débiles como mujeres, niños y ancianos.
Entre los hechos más odiosos están el holocausto de millares de judíos que no podemos olvidar como decía Paul Èluard: "Si l'echo de leur voix faiblit nous perirons" (si el eco de su voz se debilita pereceremos). Todos olvidamos, incluidos los que sufrieron en su raza aquel crimen. Es un sarcasmo que ahora utilicen también la violencia brutal contra otro pueblo indefenso. Es verdad que su crimen, no justifica tampoco la respuesta criminal de algunas minorías palestinas. Quizás sea una maldad y una raíz de violencia que está en nuestra propia condición.
En España tenemos nuestro holocausto propio que fue la Guerra Civil originada por un levantamiento militar que encabezó Franco contra el Gobierno constitucional de la República. Fue un compendio de crueldad, de injusticia, de mezquindad, con comportamientos heroicos, altruistas y de grandeza.
Los ganadores vieron compensado su sufrimiento y quienes les dañaron criminalmente fueron castigados. Los perdedores no fueron compensados por las injusticias sufridas y recibieron represión y muerte acabada la guerra. Muchos fueron condenados por un delito, auxilio a la rebelión, que se aplicó con efectos retroactivos, burlándose de todos los principios penales civilizados y la transición para ser posible no reparó esa injusticia.
No se comprende que la derecha no acepte la recuperación de la memoria histórica que sólo quiere paliar aquella brutal represión devolviendo la inocencia y la dignidad a aquellas personas. Cuando acabó la guerra no empezó la paz, sino que continuó el intento de destruir a las ideologías perdedoras, acabando con sus portadores.
La prescripción y la muerte de los responsables reduce la justicia y, deberá, sobre todo enterrar dignamente a los miles de muertos que aún yacen en las cunetas y en los campos y declarar la nulidad de aquellos juicios sumarísimos con leyes penales aplicadas retroactivamente y de las demás ejecuciones sin juicio.
La violencia insidiosa y oculta es la que padecen los pobres, los analfabetos, los extranjeros y los demás oprimidos. Es también la violencia de la mentira institucionalizada en algunos medios, esas técnicas de envilecimiento de que hablaba Gabriel Marcel.
No podemos tampoco olvidar la violencia de la clasificación de las personas y la personificación de las cosas, ni la idea de la persona como un lugar para el consumo expresión de la alineación opulenta que Marx no pudo prever. Es la situación de la persona que se convierte en propiedad de sus propiedades y pierde toda su humanidad.
Hay que rechazar también la violencia intelectual, la guerra de los sistemas, las interpretaciones excluyentes, la arrogancia de los poderosos y la agresión de los dogmatismos golpeando con sus verdades aplastantes. La violencia colectiva, propia de sociedades cerradas y excluyentes se utiliza y aplica para crear y fijar la conciencia y la identidad del grupo en defensa de su identidad racial, nacional o religiosa. Pretende destruir al enemigo, con el que no cabe ningún acuerdo. Ejemplos son el genocidio, la persecución de los heterodoxos, el exilio, la deportación o los campos de exterminio.
Frente a esas miles de realidades, la democracia ofrece el consentimiento como origen del poder, la separación de poderes, el gobierno de las leyes, el respeto a las mayorías y a las minorías y el sufragio universal, el reconocimiento de los derechos y una educación para la ciudadanía que integra el respeto y la tolerancia como formas de convivencia en paz y libertad.
Sólo caben esas recetas para combatir las violencias a través del Derecho. Hay que seguir la línea recta y no caben atajos en esas tareas.
El País de Madrid
01 – 05 - 2010
Catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Carlos III de Madrid
-
Sólo es justa la violencia racionalizada que monopoliza la fuerza legítima del poder político democrático que es además proporcionada y moderada. Las demás violencias, incluido el monopolio de la fuerza en otras formas de poder político no democrático no son legítimas. Son rechazables, denunciables y condenables. Desde la opinión pública, desde los medios de comunicación, desde las instancias internacionales y desde los poderes democráticos hay que estar alerta, publicar las denuncias de las violencias y combatirlas sin descanso. Las fuentes intelectuales, y los motores de todas esas formas de violencia se impulsan desde el fanatismo, el realismo y el fatalismo. Son la expresión de mentalidades cerradas, de sociedades herméticas que sólo creen en su verdad y se consideran poseedoras de la única respuesta correcta. Generan conflicto y violencia, desde una perspectiva excesiva y patológica de una concepción del bien o de una filosofía comprensiva. Desde la concepción del bien, y el mejor ejemplo es la Iglesia católica institucional en países como España, se trata de convertir a la ética de sus creyentes en la ética pública y común de todos los ciudadanos. Cuando se trata de una filosofía comprensiva incompatible como el fascismo o el comunismo es pretender convertir a sus ideas en únicas y exclusivas de todos los ciudadanos como militantes de sus excesos, identificando militantes y creyentes e impidiendo la libertad de conciencia.
Desde este punto de vista es incomprensible y fuera de toda razón que un magistrado del Tribunal Supremo legitime a gente de ese cariz para impulsar una acusación contra un juez, criticable como todos, pero que ha hecho servicios impagables de justicia al país. Esa tendencia a la benevolencia frente a esos sectores intransigentes y de imposible pedigrí democrático escandaliza y llama la atención. Que jueces se pongan del lado de los infractores, de los delincuentes, y de las ideologías violentas y cuyos antecesores produjeron daños y crímenes durante la guerra y durante "la paz" posterior y persigan a quienes les combaten, e incluso les aconsejan para que mejore la calidad de su acusación francamente llama poderosamente la atención y genera sentimientos de estupor, de desprecio y de rechazo. No parece que la filosofía del odio y del enemigo sustancial pueda ser guía para impartir justicia. Es más bien expresión de sentimientos reprobables e inconfesables. Es también un brote de violencia, aunque se encubra con fórmulas de justicia.
Entre las violencias existe una pluralidad multiforme y omnipresente que abarca niveles individuales, familiares, entre grupos sociales, en las relaciones entre ideologías políticas y entre Estados, con la peor de todas que es la guerra. Puede ser violencia bru-tal, violencia insidiosa, oculta, racionalizada, planificada, consentida y justificada. También puede consistir en un no hacer, en una pasividad culpable de silencio, de contemplar indulgentemente violencia de corrupción y de daños sociales irreparables.
A veces esos tibios como Rajoy hacen más daño que los autores materiales de violencias directas. La violencia brutal es la del terrorismo, la de la tortura, la de la guerra y la que se ejerce frente a seres más débiles como mujeres, niños y ancianos.
Entre los hechos más odiosos están el holocausto de millares de judíos que no podemos olvidar como decía Paul Èluard: "Si l'echo de leur voix faiblit nous perirons" (si el eco de su voz se debilita pereceremos). Todos olvidamos, incluidos los que sufrieron en su raza aquel crimen. Es un sarcasmo que ahora utilicen también la violencia brutal contra otro pueblo indefenso. Es verdad que su crimen, no justifica tampoco la respuesta criminal de algunas minorías palestinas. Quizás sea una maldad y una raíz de violencia que está en nuestra propia condición.
En España tenemos nuestro holocausto propio que fue la Guerra Civil originada por un levantamiento militar que encabezó Franco contra el Gobierno constitucional de la República. Fue un compendio de crueldad, de injusticia, de mezquindad, con comportamientos heroicos, altruistas y de grandeza.
Los ganadores vieron compensado su sufrimiento y quienes les dañaron criminalmente fueron castigados. Los perdedores no fueron compensados por las injusticias sufridas y recibieron represión y muerte acabada la guerra. Muchos fueron condenados por un delito, auxilio a la rebelión, que se aplicó con efectos retroactivos, burlándose de todos los principios penales civilizados y la transición para ser posible no reparó esa injusticia.
No se comprende que la derecha no acepte la recuperación de la memoria histórica que sólo quiere paliar aquella brutal represión devolviendo la inocencia y la dignidad a aquellas personas. Cuando acabó la guerra no empezó la paz, sino que continuó el intento de destruir a las ideologías perdedoras, acabando con sus portadores.
La prescripción y la muerte de los responsables reduce la justicia y, deberá, sobre todo enterrar dignamente a los miles de muertos que aún yacen en las cunetas y en los campos y declarar la nulidad de aquellos juicios sumarísimos con leyes penales aplicadas retroactivamente y de las demás ejecuciones sin juicio.
La violencia insidiosa y oculta es la que padecen los pobres, los analfabetos, los extranjeros y los demás oprimidos. Es también la violencia de la mentira institucionalizada en algunos medios, esas técnicas de envilecimiento de que hablaba Gabriel Marcel.
No podemos tampoco olvidar la violencia de la clasificación de las personas y la personificación de las cosas, ni la idea de la persona como un lugar para el consumo expresión de la alineación opulenta que Marx no pudo prever. Es la situación de la persona que se convierte en propiedad de sus propiedades y pierde toda su humanidad.
Hay que rechazar también la violencia intelectual, la guerra de los sistemas, las interpretaciones excluyentes, la arrogancia de los poderosos y la agresión de los dogmatismos golpeando con sus verdades aplastantes. La violencia colectiva, propia de sociedades cerradas y excluyentes se utiliza y aplica para crear y fijar la conciencia y la identidad del grupo en defensa de su identidad racial, nacional o religiosa. Pretende destruir al enemigo, con el que no cabe ningún acuerdo. Ejemplos son el genocidio, la persecución de los heterodoxos, el exilio, la deportación o los campos de exterminio.
Frente a esas miles de realidades, la democracia ofrece el consentimiento como origen del poder, la separación de poderes, el gobierno de las leyes, el respeto a las mayorías y a las minorías y el sufragio universal, el reconocimiento de los derechos y una educación para la ciudadanía que integra el respeto y la tolerancia como formas de convivencia en paz y libertad.
Sólo caben esas recetas para combatir las violencias a través del Derecho. Hay que seguir la línea recta y no caben atajos en esas tareas.
26 de diciembre de 2009
Las FARC: de terroristas a brutas
Yo comparto la combinación de las distintas formas de lucha para tumbar un tirano. Cuando las circunstancias de opresión social y persecución política no dejan más alternativa, se justifica empuñar las armas contra el régimen que en tal forma se comporta, según se contempla en el derecho que explica la desobediencia civil.
Quienes conmigo así piensen, nos diferenciamos en esto del sistema capitalista a ultranza que combina las distintas formas de lucha, pero para derrocar a los gobiernos socialistas que democráticamente han accedido al poder en Latinoamérica, solamente porque son socialistas.
Para el capitalismo salvaje nada importa cómo lleguen al poder los gobiernos de su estirpe, y prueba reciente nos da el golpe de Estado en Honduras, instigado inicialmente por la embajada estadounidense, y finalmente consentido y avalado por Estados Unidos.
En ese orden de ideas se justificó durante mucho tiempo que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, hoy conocidas como FARC, se hubieran armado y echado al monte, primero para defenderse del exterminio que los esbirros del gobierno conservador emprendieron contra todo aquel que no fuera de su parecer y, segundo, en procura de tumbar ese régimen de oprobio que hundió al país desde el asesinato de Gaitán en la barbarie que hoy nos deshonra.
Nadie discutiría ahora con razón que esa razón de existir de las FARC se ha diluido en unos intereses de poder, aparentemente más de tipo económico que político. Ya los guerrilleros de la primera generación de Tirofijo no son guerrilleros en el estricto sentido de la palabra, sino unos mercenarios que ni siquiera tienen vocación de poder.
Si las FARC de veras intentaran tumbar el régimen, otro sería su accionar. Por ejemplo, es inaudito que ahora anden mostrando su poder de daño en momentos en que el país discute si continuamos con un régimen tan belicoso como el de Uribe. Resulta más que obvio que si la sociedad percibe que la guerrillera no quiere diálogo, Uribe siga siendo la carta a jugar.
En momentos en que el Presidente parecía arrinconado y agotado en sus argumentos para no abrir la posibilidad de liberaciones como las que se venían en navidad, venir a secuestrar y asesinar al gobernador del Caquetá, no me parece ninguna muestra de fuerza sino de estupidez.
Las FARC, de momento, han condenado a los secuestrados que están en su poder a seguir secuestrados porque no hay riesgo de que ahora Uribe vaya a poner a discreción a las Fuerzas Armadas mientras se dan las liberaciones; han ahogado el grito de felicidad de unas familias que ya veían cerca la oportunidad de estrechar a unos seres queridos por los que tantos años llevan sufriendo, y al paso que van, nos van a condenar a todos los colombianos a seguir sufriendo la seguridad democrática con Uribe en vivo y en directo o reencarnado en algún candidato que la sociedad perciba de su misma calaña.
Si hacia la derecha se ven las FARC como terroristas, hacia la izquierda creo que han comenzado a verse como brutas, o al menos lejanas y alejadas del objetivo político que inicialmente las inspiró.
Quienes conmigo así piensen, nos diferenciamos en esto del sistema capitalista a ultranza que combina las distintas formas de lucha, pero para derrocar a los gobiernos socialistas que democráticamente han accedido al poder en Latinoamérica, solamente porque son socialistas.
Para el capitalismo salvaje nada importa cómo lleguen al poder los gobiernos de su estirpe, y prueba reciente nos da el golpe de Estado en Honduras, instigado inicialmente por la embajada estadounidense, y finalmente consentido y avalado por Estados Unidos.
En ese orden de ideas se justificó durante mucho tiempo que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, hoy conocidas como FARC, se hubieran armado y echado al monte, primero para defenderse del exterminio que los esbirros del gobierno conservador emprendieron contra todo aquel que no fuera de su parecer y, segundo, en procura de tumbar ese régimen de oprobio que hundió al país desde el asesinato de Gaitán en la barbarie que hoy nos deshonra.
Nadie discutiría ahora con razón que esa razón de existir de las FARC se ha diluido en unos intereses de poder, aparentemente más de tipo económico que político. Ya los guerrilleros de la primera generación de Tirofijo no son guerrilleros en el estricto sentido de la palabra, sino unos mercenarios que ni siquiera tienen vocación de poder.
Si las FARC de veras intentaran tumbar el régimen, otro sería su accionar. Por ejemplo, es inaudito que ahora anden mostrando su poder de daño en momentos en que el país discute si continuamos con un régimen tan belicoso como el de Uribe. Resulta más que obvio que si la sociedad percibe que la guerrillera no quiere diálogo, Uribe siga siendo la carta a jugar.
En momentos en que el Presidente parecía arrinconado y agotado en sus argumentos para no abrir la posibilidad de liberaciones como las que se venían en navidad, venir a secuestrar y asesinar al gobernador del Caquetá, no me parece ninguna muestra de fuerza sino de estupidez.
Las FARC, de momento, han condenado a los secuestrados que están en su poder a seguir secuestrados porque no hay riesgo de que ahora Uribe vaya a poner a discreción a las Fuerzas Armadas mientras se dan las liberaciones; han ahogado el grito de felicidad de unas familias que ya veían cerca la oportunidad de estrechar a unos seres queridos por los que tantos años llevan sufriendo, y al paso que van, nos van a condenar a todos los colombianos a seguir sufriendo la seguridad democrática con Uribe en vivo y en directo o reencarnado en algún candidato que la sociedad perciba de su misma calaña.
Si hacia la derecha se ven las FARC como terroristas, hacia la izquierda creo que han comenzado a verse como brutas, o al menos lejanas y alejadas del objetivo político que inicialmente las inspiró.
27 de octubre de 2009
Mientras menos Dios, mejor
El 18 de septiembre de 2001, una semana después del atentado a las Torres, el Nobel José Saramago escribió un lúcido ensayo sobre lo que llamó el “factor Dios”, para describir lo que en mi libro inédito “Después de…”, considero como algo normal dentro de la violenta anormalidad que ha vivido el mundo desde Caín y Abel hasta los Talibanes y las Torres Gemelas.
Lo que pasa es que, como digo en ese ensayo, “el exceso del vengador hace olvidar la responsabilidad del agresor”.
Dice Saramago en el “factor Dios” que los muertos se van acumulando “estos de las torres gemelas de Nueva York y todos los demás que, en nombre de un Dios convertido en asesino por la voluntad y por la acción de los hombres, han cubierto e insisten en cubrir de terror y sangre las páginas de la Historia”.
No hubo entonces mayor reacción sobre ese ensayo de Saramago que vapulea a Dios como nadie antes lo había hecho en el presente de los tiempos, en términos literarios, aunque en términos reales el terrorismo democrático de gobernantes como Uribe lo vuelvan mierda al decir que su eventual tercer mandato depende de Dios, confirmando la tesis del iluminado Nobel cuando agrega que los dioses todos han sido capturados por un ‘factor Dios’, “que ha intoxicado el pensamiento y abierto las puertas a las intolerancias más sórdidas, ese que no respeta sino aquello en lo que manda creer, el que después de presumir de haber hecho de la bestia un hombre acabó por hacer del hombre una bestia”.
Saramago ha vuelto ayer 26 de octubre de 2009 con otro nuevo libro llamado “Caín”, en el que trata a Dios como siempre lo ha tratado y debe tratarlo un ateo: meramente una ilusión creada por los hombres a su imagen y semejanza: “cruel, mala persona y vengativo”.
Por alguna razón se ha desatado una reacción mundial contra el escritor al que ahora llaman “Diablo”, algo que resulta ser la contracarátula de Dios, ambos unidos en la imaginación de la gente como la cara y sello de las monedas.
Afortunadamente lo del “diablo Saramago”, apenas es un apodo intrascendente. En cambio lo de los sátrapas que invocan a Dios para afianzarse en sus cargos o justificar sus crímenes, estos si son de una terrible trascendencia del ser hacia la más brutal animalidad.
En ambos temas, Saramago lucha como nunca por arrancar a Dios de la imaginación humana, al punto que llega a pedirle a la gente que si cree en Dios, crea en uno solo y que en su relación con él, “lo que menos importa es el nombre que le han enseñado a darle”. Pero que desconfíe del ‘factor Dios’.
Es entonces cuando cobra validez la sentencia que consigno en el ensayo “Después de…”: “Mientras menos cantidad de Dios necesitemos, más humanos seremos”.
Lo que pasa es que, como digo en ese ensayo, “el exceso del vengador hace olvidar la responsabilidad del agresor”.
Dice Saramago en el “factor Dios” que los muertos se van acumulando “estos de las torres gemelas de Nueva York y todos los demás que, en nombre de un Dios convertido en asesino por la voluntad y por la acción de los hombres, han cubierto e insisten en cubrir de terror y sangre las páginas de la Historia”.
No hubo entonces mayor reacción sobre ese ensayo de Saramago que vapulea a Dios como nadie antes lo había hecho en el presente de los tiempos, en términos literarios, aunque en términos reales el terrorismo democrático de gobernantes como Uribe lo vuelvan mierda al decir que su eventual tercer mandato depende de Dios, confirmando la tesis del iluminado Nobel cuando agrega que los dioses todos han sido capturados por un ‘factor Dios’, “que ha intoxicado el pensamiento y abierto las puertas a las intolerancias más sórdidas, ese que no respeta sino aquello en lo que manda creer, el que después de presumir de haber hecho de la bestia un hombre acabó por hacer del hombre una bestia”.
Saramago ha vuelto ayer 26 de octubre de 2009 con otro nuevo libro llamado “Caín”, en el que trata a Dios como siempre lo ha tratado y debe tratarlo un ateo: meramente una ilusión creada por los hombres a su imagen y semejanza: “cruel, mala persona y vengativo”.
Por alguna razón se ha desatado una reacción mundial contra el escritor al que ahora llaman “Diablo”, algo que resulta ser la contracarátula de Dios, ambos unidos en la imaginación de la gente como la cara y sello de las monedas.
Afortunadamente lo del “diablo Saramago”, apenas es un apodo intrascendente. En cambio lo de los sátrapas que invocan a Dios para afianzarse en sus cargos o justificar sus crímenes, estos si son de una terrible trascendencia del ser hacia la más brutal animalidad.
En ambos temas, Saramago lucha como nunca por arrancar a Dios de la imaginación humana, al punto que llega a pedirle a la gente que si cree en Dios, crea en uno solo y que en su relación con él, “lo que menos importa es el nombre que le han enseñado a darle”. Pero que desconfíe del ‘factor Dios’.
Es entonces cuando cobra validez la sentencia que consigno en el ensayo “Después de…”: “Mientras menos cantidad de Dios necesitemos, más humanos seremos”.
26 de octubre de 2009
¿Retardado mental o idiota útil?
No parecen gratis las papayas que los altos funcionarios del gobierno colombiano, empezando por el propio presidente Uribe, le ofrecen a Chávez para que de venida se despache de tanto en tanto contra ellos.
Es evidente que tanto en Colombia como en Venezuela, sus gobiernos se benefician popularmente de las irresponsables acusaciones que se lanzan y de las inoportunas declaraciones que se emiten, muchas veces sin soportes técnicos o pruebas contundentes.
Vaya uno a medir en este momento la imagen de Chávez una vez le dice “retardado mental” al ministro de Defensa de Colombia, Gabriel Silva, por haber declarado que “la mayoría de los vuelos ilegales al servicio del narcotráfico con destino a Centroamérica y Estados Unidos, proceden de Venezuela”, y verá que es abrumadora. Todo el mundo en ese país debió haberse sentido ofendido con el infundio.
Y de vuelta, vaya mida ahora la aceptación popular del ministro de Defensa colombiano, a quien probablemente poca gente distinguía hace unas cuantas semanas, y verá el salto que acaba de pegar la imagen pública del nuevo azuzador de la guerra con el hermano país, que por cierto, fue la ficha que impuso en ese cargo su bélico antecesor, Juan Manuel Santos.
Uribe-Chávez o Chávez-Uribe, han montado un negocio político de gana-gana como se dice en el argot empresarial. Cada vez que uno de los dos quiera elevar su imagen interna o ahumar algún debate incómodo, sólo necesita zaherir de alguna forma al otro, para que se prenda la mecha.
No puede un ministro, y menos el de Defensa, con tan urticarias relaciones como las que se tienen con Venezuela, emitir unas declaraciones, traídas de los cabellos, sin pruebas, sin soportes investigativos o estadísticos, afirmando que el vecino país se ha convertido en el epicentro del narcotráfico internacional.
Puede que el ministro Silva no sea un retardado mental, como dice Chávez, pero lo que si no cabe duda es que con tales declaraciones, le está haciendo un mandado a alguien, y el tal caso, lo que vendría a ser sería un “idiota útil”, y ojalá inútil, en el sentido en que, como esperamos todos, su irresponsable declaración no pase a mayores.
Es evidente que tanto en Colombia como en Venezuela, sus gobiernos se benefician popularmente de las irresponsables acusaciones que se lanzan y de las inoportunas declaraciones que se emiten, muchas veces sin soportes técnicos o pruebas contundentes.
Vaya uno a medir en este momento la imagen de Chávez una vez le dice “retardado mental” al ministro de Defensa de Colombia, Gabriel Silva, por haber declarado que “la mayoría de los vuelos ilegales al servicio del narcotráfico con destino a Centroamérica y Estados Unidos, proceden de Venezuela”, y verá que es abrumadora. Todo el mundo en ese país debió haberse sentido ofendido con el infundio.
Y de vuelta, vaya mida ahora la aceptación popular del ministro de Defensa colombiano, a quien probablemente poca gente distinguía hace unas cuantas semanas, y verá el salto que acaba de pegar la imagen pública del nuevo azuzador de la guerra con el hermano país, que por cierto, fue la ficha que impuso en ese cargo su bélico antecesor, Juan Manuel Santos.
Uribe-Chávez o Chávez-Uribe, han montado un negocio político de gana-gana como se dice en el argot empresarial. Cada vez que uno de los dos quiera elevar su imagen interna o ahumar algún debate incómodo, sólo necesita zaherir de alguna forma al otro, para que se prenda la mecha.
No puede un ministro, y menos el de Defensa, con tan urticarias relaciones como las que se tienen con Venezuela, emitir unas declaraciones, traídas de los cabellos, sin pruebas, sin soportes investigativos o estadísticos, afirmando que el vecino país se ha convertido en el epicentro del narcotráfico internacional.
Puede que el ministro Silva no sea un retardado mental, como dice Chávez, pero lo que si no cabe duda es que con tales declaraciones, le está haciendo un mandado a alguien, y el tal caso, lo que vendría a ser sería un “idiota útil”, y ojalá inútil, en el sentido en que, como esperamos todos, su irresponsable declaración no pase a mayores.
11 de octubre de 2009
La paz preventiva
Si Bush inauguró eso que ahora conocemos como “guerra preventiva”, Estocolmo acaba de responder con algo que debemos comprender como “paz preventiva”.
En la asignación del Premio Nobel de Paz al presidente Obama no debe mirarse lo que Obama ha hecho por la paz (que ha sido nada) sino lo que puede hacer (que es mucho).
En ese sentido, me parece un giro estratégico importante del jurado que pudiéramos definir como el inicio de los Nobel de Paz “preventivos”. Quizás no puedan aplicarse a otras modalidades como en Economía, Química o Medicina. Pero en el tema de la paz sí, porque esto es algo que toca más con los anhelos de la gente que con los méritos de las personas. No es lo mismo tener en las manos la posibilidad de hacer la paz o la guerra, que en la mente la inteligencia para demostrar que la tierra es redonda o que todo es relativo.
A mí me parece que el Nobel de Paz a Obama puede generar una de dos cosas: (1) Si realmente busca la paz, le potencia la fortaleza que indudablemente requerirá para enfrentar a los halcones del Pentágono que quieren no sólo seguir con las guerras del momento como en Irak, en Afganistán y el Oriente Medio, sino avivar las chispas prendidas en Latinoamérica, especialmente en el Sur, en donde Colombia les ofrece en bandeja de plata un excelente ambiente para hostigar a los gobiernos de Venezuela, Ecuador y Bolivia, principalmente, que andan fuera de madre. (2) Si lo que el presidente de Estados Unidos tenía en mente era un cuento soterrado de paz, ese premio le ata las manos para continuar con la treta. Vamos a ver si por encima de tan importante distinción, Obama sigue permitiendo la existencia de prisiones del Imperio en el exterior en donde, como en Guantánamo, lo que se tiene son fábricas de torturas y violaciones a los derechos humanos; vamos a ver si el nuevo Premio Nobel de Paz, sigue engavetando el acuerdo firmado con Colombia sobre las bases militares que apuntan más (¿quién lo duda ya?), a una provocación militar a los vecinos que a una “guerra” contra el narcotráfico. Y vamos a ver, quizás con horror, si esto de la paz mundial es puro cuento
Finalmente, como dice Castro en sus “Reflexiones del compañero Fidel” (09. 10. 09), el Nobel de Obama encierra una crítica a la política genocida que ha seguido a lo largo del tiempo el Imperio llevando el mundo a la encrucijada actual en que se encuentra. Puede, y ojalá sea, un premio anticipado que Obama recibe por su contribución a la paz mundial.
--
P.D. (1) Pero además, el premio a Obama me refleja otra cosa que me gusta: la portentosa dimensión de la senadora Piedad Córdoba: tuvieron que apelar al más alto representante del Imperio para poderle arrebatar a la negra más grande de Colombia una distinción que ella sí ha trabajado como nadie más lo haya hecho en Colombia por la paz. (2) Charliie Ventura, un amigo virtual, dice que lo que más le gustó de la candidatura de Piedad al Nobel de Paz fue la forma como debió haber hecho sufrir a Uribe.
En la asignación del Premio Nobel de Paz al presidente Obama no debe mirarse lo que Obama ha hecho por la paz (que ha sido nada) sino lo que puede hacer (que es mucho).
En ese sentido, me parece un giro estratégico importante del jurado que pudiéramos definir como el inicio de los Nobel de Paz “preventivos”. Quizás no puedan aplicarse a otras modalidades como en Economía, Química o Medicina. Pero en el tema de la paz sí, porque esto es algo que toca más con los anhelos de la gente que con los méritos de las personas. No es lo mismo tener en las manos la posibilidad de hacer la paz o la guerra, que en la mente la inteligencia para demostrar que la tierra es redonda o que todo es relativo.
A mí me parece que el Nobel de Paz a Obama puede generar una de dos cosas: (1) Si realmente busca la paz, le potencia la fortaleza que indudablemente requerirá para enfrentar a los halcones del Pentágono que quieren no sólo seguir con las guerras del momento como en Irak, en Afganistán y el Oriente Medio, sino avivar las chispas prendidas en Latinoamérica, especialmente en el Sur, en donde Colombia les ofrece en bandeja de plata un excelente ambiente para hostigar a los gobiernos de Venezuela, Ecuador y Bolivia, principalmente, que andan fuera de madre. (2) Si lo que el presidente de Estados Unidos tenía en mente era un cuento soterrado de paz, ese premio le ata las manos para continuar con la treta. Vamos a ver si por encima de tan importante distinción, Obama sigue permitiendo la existencia de prisiones del Imperio en el exterior en donde, como en Guantánamo, lo que se tiene son fábricas de torturas y violaciones a los derechos humanos; vamos a ver si el nuevo Premio Nobel de Paz, sigue engavetando el acuerdo firmado con Colombia sobre las bases militares que apuntan más (¿quién lo duda ya?), a una provocación militar a los vecinos que a una “guerra” contra el narcotráfico. Y vamos a ver, quizás con horror, si esto de la paz mundial es puro cuento
Finalmente, como dice Castro en sus “Reflexiones del compañero Fidel” (09. 10. 09), el Nobel de Obama encierra una crítica a la política genocida que ha seguido a lo largo del tiempo el Imperio llevando el mundo a la encrucijada actual en que se encuentra. Puede, y ojalá sea, un premio anticipado que Obama recibe por su contribución a la paz mundial.
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P.D. (1) Pero además, el premio a Obama me refleja otra cosa que me gusta: la portentosa dimensión de la senadora Piedad Córdoba: tuvieron que apelar al más alto representante del Imperio para poderle arrebatar a la negra más grande de Colombia una distinción que ella sí ha trabajado como nadie más lo haya hecho en Colombia por la paz. (2) Charliie Ventura, un amigo virtual, dice que lo que más le gustó de la candidatura de Piedad al Nobel de Paz fue la forma como debió haber hecho sufrir a Uribe.
16 de agosto de 2009
Mambrú se va a la guerra
Quizás si Estados Unidos instalara más bases aéreas en su propio territorio para controlar el narcotráfico de estupefacientes y el tráfico de armas hacia países en donde por efectos de una larga lucha armada, por y en defensa del poder se acude al terrorismo, no requeriría utilizar territorios extranjeros para dar esa lucha allende sus fronteras, que fuera lo lógico.
Suena a romanticismo decimonónico la propuesta porque ya sabemos que las bases aéreas de Estados Unidos en el exterior, como en Colombia, son instaladas para elevar su expansionismo geopolítico y su dominio imperial, y que eso de luchar contra el narcotráfico es apenas una excusa, tanto más si como se sabe, el negocio de las drogas y las armas al que primero beneficia económicamente es al propio Estados Unidos, campeón del consumo y meca industrial de la fabricación de todo tipo de armas.
Hay dichos convertidos en lugares comunes, tan comunes, que nos evidencian limitaciones intelectuales para expresarnos diferente. Pero es que ese de que “quien no conoce la historia está condenado a repetirla”, resulta tan patético al debate hoy en Colombia sobre las bases militares de Estados Unidos, que no deja escape, sobre todo a quienes recordamos los términos y los argumentos de hace 10 años entre estos mismos protagonistas en torno al Plan Colombia.
Cualquiera puede revisar la prensa de 1999 en adelante y verá que tanto los presidentes Clinton y Pastrana, como sus secuaces, decían, repetían y juraban que la ayuda militar y económica ofrecida a través de ese Plan, sería exclusivamente dirigida a combatir el narcotráfico. Hoy ya es vox populli que la plata, los equipos y las armas son las que está utilizando el gobierno colombiano para cazar guerrilleros, inclusive en los territorios vecinos, que es lo que tiene hecho un manojo de nervios las relaciones con Venezuela y Ecuador.
“Y un espíritu en la sombra se reía, se reía”, nos dice el poeta cuando de mostrarnos la conexión entre la marioneta y su titerero se trata.
El asunto de las tales bases aéreas de Estados Unidos en Colombia ha dado lugar a otro fenómeno más cruel: ahora todos somos uribistas, o chavistas o correistas, según la divisa nacional que nos haya deparado el destino.
No importa que Colombia se llene de bases militares gringas y que, como elemental respuesta de defensa preventiva, al fin y al cabo el principio lo hemos implantado en la praxis castrense internacional desde la criminal invasión a Irak, los vecinos se llenen de bases rusas, o chinas o árabes, si de lo que se trata es que el patriotismo nos hinche los pulmones y vayamos a la guerra como Mambrú, que nunca regresó.
“Y un espíritu en la sombra se reía, se reía”.
Suena a romanticismo decimonónico la propuesta porque ya sabemos que las bases aéreas de Estados Unidos en el exterior, como en Colombia, son instaladas para elevar su expansionismo geopolítico y su dominio imperial, y que eso de luchar contra el narcotráfico es apenas una excusa, tanto más si como se sabe, el negocio de las drogas y las armas al que primero beneficia económicamente es al propio Estados Unidos, campeón del consumo y meca industrial de la fabricación de todo tipo de armas.
Hay dichos convertidos en lugares comunes, tan comunes, que nos evidencian limitaciones intelectuales para expresarnos diferente. Pero es que ese de que “quien no conoce la historia está condenado a repetirla”, resulta tan patético al debate hoy en Colombia sobre las bases militares de Estados Unidos, que no deja escape, sobre todo a quienes recordamos los términos y los argumentos de hace 10 años entre estos mismos protagonistas en torno al Plan Colombia.
Cualquiera puede revisar la prensa de 1999 en adelante y verá que tanto los presidentes Clinton y Pastrana, como sus secuaces, decían, repetían y juraban que la ayuda militar y económica ofrecida a través de ese Plan, sería exclusivamente dirigida a combatir el narcotráfico. Hoy ya es vox populli que la plata, los equipos y las armas son las que está utilizando el gobierno colombiano para cazar guerrilleros, inclusive en los territorios vecinos, que es lo que tiene hecho un manojo de nervios las relaciones con Venezuela y Ecuador.
“Y un espíritu en la sombra se reía, se reía”, nos dice el poeta cuando de mostrarnos la conexión entre la marioneta y su titerero se trata.
El asunto de las tales bases aéreas de Estados Unidos en Colombia ha dado lugar a otro fenómeno más cruel: ahora todos somos uribistas, o chavistas o correistas, según la divisa nacional que nos haya deparado el destino.
No importa que Colombia se llene de bases militares gringas y que, como elemental respuesta de defensa preventiva, al fin y al cabo el principio lo hemos implantado en la praxis castrense internacional desde la criminal invasión a Irak, los vecinos se llenen de bases rusas, o chinas o árabes, si de lo que se trata es que el patriotismo nos hinche los pulmones y vayamos a la guerra como Mambrú, que nunca regresó.
“Y un espíritu en la sombra se reía, se reía”.
7 de agosto de 2009
Vientos de guerra
Así como no existe la plena libertad individual, tampoco existe una plena soberanía nacional, o autonomía. Si mi libertad va hasta donde empieza la del otro, la soberanía nacional se extiende hasta la frontera del vecino. Es más: en un mundo globalizado e internacionalizado como el actual, ya no existe casi en nada plena soberanía nacional.
Realmente eso de autonomía o soberanía, tanto en el campo individual como en lo nacional, sólo han sido píldoras reconstituyentes del ego que no tienen más efecto que el emocional. Cuando uno las confronta con la realidad se encuentra con limitaciones y dependencias que van construyendo otra figura más cercana a la realidad: la “servidumbre voluntaria”.
Pero no es ahora que estamos descubriendo la dependencia simbiótica que nos impone la naturaleza como necesaria a la supervivencia, y probablemente, en la medida en que más nos alejemos de este imperativo universal, mayor será el acercamiento al final de la raza humana sobre la tierra.
Seguramente en la historia habrá ejemplos muchos de la solidaridad como elemento fundamental para vivir en paz y asegurarnos un sitio en el planeta. Pero uno que me gusta mucho es el del poeta John Donne (1572 – 1631), en su popular inspiración “Por quién doblan las campanas”: Ninguna persona es una isla. La muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad. Por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas: doblan por ti”.
Así, para volver al tema, ningún país puede, por ejemplo, tomar decisiones de comercio exterior que vayan en contra de normas internacionales elevadas a convenios por la CMC o contenidas en acuerdos regionales o subregionales como sería el caso de MERCOSUR o la CAN en Suramérica.
También en el campo del medio ambiente se han ido instrumentando decisiones que limitan la autonomía nacional. El caso del llamado Trapecio Amazónico es buen ejemplo para ilustrar el aserto. En la selva amazónica brasileña, colombiana o peruana, ninguno de estos gobiernos puede tomar decisiones autonómicas como por ejemplo convertirlas en cultivos de palma africana para producir etanol, por rentable que resulte.
En muchos otros aspectos de la vida de las naciones su autonomía se ha ido restringiendo y reduciendo a la nada, como también por ejemplo en el caso de la justicia vigilada ahora por una Corte Penal Internacional (CPI) que va poco a poco extendiendo su órbita aquende las fronteras de todos los países.
Si ello es así, como sin discusión parece, menos podría hablarse de autonomía nacional en la toma de decisiones que puedan amenazar la paz internacional.
No por otra cosa se han suscrito tratados que prohíben a todos los países el desarrollo de armas de destrucción masiva como las nucleares o químicas. Otra cosa es que se cumplan por aquellos arrogantes que como en el pasaje bíblico de la Torre de Babel, quisieran escapar al destino indivisible de la humanidad.
Por eso resultó ridícula la posición de los presidentes, entre ellos los de Brasil y Chile, que saludaron la gira “muda” de Uribe, intentando explicar lo inexplicable en el caso de los territorios que le ofrenda a Estados Unidos para las bases militares, con la salmodia declaración de que eran respetuosos de la autonomía nacional. Tan ridículo como si uno pretendiera guardar respeto a la inconcebible libertad que puede tener un atracador de ponerle a uno un cuchillo en el vientre y decirle: “la bolsa o la vida”.
Si fuera válida la autonomía nacional colombiana para llenar su territorio de bases militares estadounidenses, mañana resultaría válida también la autonomía nacional venezolana para montar en su territorio enclaves militares de Rusia o en Brasil de China. Y a nadie con mediana inteligencia escaparía el destino bélico que mediante estas falsas autonomías emprendería Suramérica, si no es que en ese sentido, ya está en marcha.
Realmente eso de autonomía o soberanía, tanto en el campo individual como en lo nacional, sólo han sido píldoras reconstituyentes del ego que no tienen más efecto que el emocional. Cuando uno las confronta con la realidad se encuentra con limitaciones y dependencias que van construyendo otra figura más cercana a la realidad: la “servidumbre voluntaria”.
Pero no es ahora que estamos descubriendo la dependencia simbiótica que nos impone la naturaleza como necesaria a la supervivencia, y probablemente, en la medida en que más nos alejemos de este imperativo universal, mayor será el acercamiento al final de la raza humana sobre la tierra.
Seguramente en la historia habrá ejemplos muchos de la solidaridad como elemento fundamental para vivir en paz y asegurarnos un sitio en el planeta. Pero uno que me gusta mucho es el del poeta John Donne (1572 – 1631), en su popular inspiración “Por quién doblan las campanas”: Ninguna persona es una isla. La muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad. Por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas: doblan por ti”.
Así, para volver al tema, ningún país puede, por ejemplo, tomar decisiones de comercio exterior que vayan en contra de normas internacionales elevadas a convenios por la CMC o contenidas en acuerdos regionales o subregionales como sería el caso de MERCOSUR o la CAN en Suramérica.
También en el campo del medio ambiente se han ido instrumentando decisiones que limitan la autonomía nacional. El caso del llamado Trapecio Amazónico es buen ejemplo para ilustrar el aserto. En la selva amazónica brasileña, colombiana o peruana, ninguno de estos gobiernos puede tomar decisiones autonómicas como por ejemplo convertirlas en cultivos de palma africana para producir etanol, por rentable que resulte.
En muchos otros aspectos de la vida de las naciones su autonomía se ha ido restringiendo y reduciendo a la nada, como también por ejemplo en el caso de la justicia vigilada ahora por una Corte Penal Internacional (CPI) que va poco a poco extendiendo su órbita aquende las fronteras de todos los países.
Si ello es así, como sin discusión parece, menos podría hablarse de autonomía nacional en la toma de decisiones que puedan amenazar la paz internacional.
No por otra cosa se han suscrito tratados que prohíben a todos los países el desarrollo de armas de destrucción masiva como las nucleares o químicas. Otra cosa es que se cumplan por aquellos arrogantes que como en el pasaje bíblico de la Torre de Babel, quisieran escapar al destino indivisible de la humanidad.
Por eso resultó ridícula la posición de los presidentes, entre ellos los de Brasil y Chile, que saludaron la gira “muda” de Uribe, intentando explicar lo inexplicable en el caso de los territorios que le ofrenda a Estados Unidos para las bases militares, con la salmodia declaración de que eran respetuosos de la autonomía nacional. Tan ridículo como si uno pretendiera guardar respeto a la inconcebible libertad que puede tener un atracador de ponerle a uno un cuchillo en el vientre y decirle: “la bolsa o la vida”.
Si fuera válida la autonomía nacional colombiana para llenar su territorio de bases militares estadounidenses, mañana resultaría válida también la autonomía nacional venezolana para montar en su territorio enclaves militares de Rusia o en Brasil de China. Y a nadie con mediana inteligencia escaparía el destino bélico que mediante estas falsas autonomías emprendería Suramérica, si no es que en ese sentido, ya está en marcha.
27 de mayo de 2009
Las guerras de Obama
La granja de los animales de Obama
Guerras mayores y más sanguinarias equivalen a justicia y paz
James Petras*
Desde Nueva York
20 de mayo de 2009
Tomado de http://www.voltairenet.org
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Estados Unidos ha forzado a su general David D. McKiernan a la renuncia por considerarlo incapaz de cumplir su misión y viene de nombrar como sucesor al general del ejército Stanley McChrystal, quien se convierte entonces en el nuevo comandante de las fuerzas armadas estadounidenes, de la OTAN y en Afganistán. De esta manera, Obama nombra a un militar que tiene un oscuro pasado reciente: Stanley McChrystal no sólo creó la JSOC (Joint Special Operations Command), un comando especial y secreto implicado en una serie de abusos y otras barbaridades, cómo las torturas en las prisiones en Irak, sino que este brutal militar es un ferviente seguidor de las doctrinas neoconservadoras de la era Bush. Todo esto promete más escalada militar en Afganistan y más guerra en la agenda imperialista.
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«Los Deltas son unos psicópatas… Tienes que ser un psicópata acreditado para unirte a la Fuerza Delta...», me dijo en Fort Bragg, allá por los años ochenta, un coronel del ejército estadounidense.
Ahora, el Presidente Obama acaba de ascender al más infame de los psicópatas, el General Stanley McChrystal, a la jefatura del mando militar estadounidense y de la OTAN en Afganistán.
El ascenso de McChrystal para ese papel dirigente ha venido marcado por el papel fundamental desarrollado en la dirección de los equipos de operaciones especiales encargados de ejecutar asesinatos extrajudiciales, torturas sistemáticas, bombardeos de comunidades civiles y misiones de búsqueda y destrucción. Incardina totalmente la brutalidad y la afición a la sangre que acompaña la construcción del imperio dirigida por el ejército. Entre septiembre de 2003 y agosto de 2008, McChrystal estuvo al Mando de las Operaciones Especiales Conjuntas del Pentágono (JSO, por sus siglas en inglés) que se sirven de equipos especiales para perpetrar asesinatos en el exterior.
El punto a destacar de los equipos de «Operaciones Especiales» (SOT, por sus siglas en inglés) es que entre sus opositores no distinguen entre civiles y militares, entre activistas y sus simpatizantes y la resistencia armada. Los SOT están especializados en establecer escuadrones de la muerte y reclutar y entrenar fuerzas paramilitares para aterrorizar a las comunidades, barrios y movimientos sociales que se opongan a los regímenes clientelistas de EEUU. El “contraterrorismo” de los SOT es terrorismo al revés, dedicándose a perseguir a los grupos sociopolíticos existentes entre los apoderados de EEUU y la resistencia armada.
Los SOT de McCrystal seleccionaron como objetivos a los dirigentes de la resistencia nacional y local en Iraq, Afganistán y Pakistán, atacándoles a través de acciones de comandos y bombardeos aéreos. Durante los últimos cinco años del período Bush-Cheney-Rumsfeld, los SOT estuvieron profundamente implicados en las torturas a prisioneros políticos y sospechosos. McChrystal era especialmente el favorito de Rumsfeld y Cheney por estar encargado de las fuerzas de “acción directa” de las “Unidades de Misiones Especiales”.
Los operativos de “Acción Directa” están constituidos por torturadores y escuadrones de la muerte y el único deber que sienten para con la población local es el de desencadenar el terror, no el de hacer propaganda. Se comprometen en la “propaganda a partir de los muertos”, en los asesinatos de dirigentes locales con objeto de “enseñar” a la población local a obedecer y someterse a la ocupación. El nombramiento por Obama de McChrystal para el mando supremo refleja una grave y nueva escalada militar de su guerra de Afganistán frente a los avances de la resistencia por todo el país.
El deterioro de la posición de EEUU se pone de manifiesto en el endurecimiento del cerco alrededor de todas las carreteras que entran y salen de la capital afgana, Kabul, así como en la expansión del control e influencia talibán a través de la frontera entre Pakistán y Afganistán. La incapacidad de Obama para reclutar nuevos refuerzos por parte de la OTAN significa que la única oportunidad con que cuenta la Casa Blanca para progresar en su avance imperial militarista es aumentar el número de tropas estadounidenses e incrementar la ratio de muerte entre todos y cada uno de los supuestos sospechosos civiles en los territorios controlados por la resistencia armada afgana.
La Casa Blanca y el Pentágono afirman que el nombramiento de McCrystal se debe a las “complejidades” de la situación sobre el terreno y a la necesidad de “un cambio en la estrategia”. El término “complejidad” es un eufemismo para tratar de ocultar el incremento masivo de la oposición a EEUU, que complica las operaciones tradicionales de “barrido militar y bombardeos” en alfombra. La nueva estrategia practicada por McChrystal necesita de “operaciones especiales” a largo plazo y a gran escala para devastar las redes sociales locales y asesinar a sus dirigentes, que son quienes proporcionan el sistema de apoyos que necesita la resistencia armada.
La decisión de Obama de impedir la publicación de decenas de fotografías que documenta las torturas a los prisioneros llevadas a cabo por las tropas y los “interrogadores” estadounidenses (especialmente bajo el mando de las “Fuerzas Especiales”) está directamente relacionada con el nombramiento de McChrystal, cuyas fuerzas “SOT” están profundamente implicadas en las extensas prácticas de tortura ejecutadas por todo Iraq. De igual importancia es que bajo el mando de McChrystal, el DELTA, SEAL y los Equipos de Operaciones Especiales tendrán un papel mayor en la nueva “estrategia de contrainsurgencia”. La afirmación de Obama de que la publicación de esas fotos afectaría adversamente a las “tropas” tiene un significado especial: La exposición gráfica del modus operandi de McChrystal durante los últimos cinco últimos años del mandato del Presidente Bush minaría su eficacia a la hora de ejecutar idénticas operaciones bajo Obama.
La decisión de Obama de recuperar los “tribunales militares” secretos de los prisioneros políticos extranjeros que se establecieron en la prisión del campo de Guantánamo no es una simple repetición de las políticas de Bush-Cheney, que Obama había condenado y prometido eliminar durante su campaña presidencial, sino parte de su política más amplia de militarización y coincide con la aprobación de las mayores operaciones secretas de vigilancia policial desencadenadas contra ciudadanos estadounidenses.
Poner a McChrystal a cargo de las extendidas operaciones militares afgano-pakistaníes significa colocar a un tristemente célebre profesional del terrorismo militar –de la tortura y asesinato a cuantos se oponen a las políticas estadounidenses- en el centro de la política exterior de EEUU. La expansión cuantitativa y cualitativa de Obama de la guerra de EEUU en el Sur de Asia significan cifras masivas de refugiados escapando de la destrucción de sus campos, hogares y pueblos; decenas de miles de muertes de civiles y la erradicación de comunidades enteras. Todo esto es lo que se va a ver ejecutar a la administración Obama en su intento de “atrapar el pez (activistas e insurgencia armada) vaciando el lago (desplazar poblaciones enteras)”.
La restauración por Obama de todas las políticas más nefastas de la Era Bush y el nombramiento de su más brutal comandante se basan en su total abrazo de la ideología de construcción del imperio a través del ejército. Una vez que uno cree (como hace Obama) que el poder y la expansión estadounidense se basan en la contrainsurgencia y en las conquistas militares, cualquier otra consideración económica, moral, diplomática e ideológica estará subordinada al militarismo. Al centrar todos los recursos en conseguir triunfar en la conquista militar, apenas podrá prestarse atención a los costes soportados por los pueblos machacados por la conquista ni a las necesidades de la economía interna y del Tesoro estadounidenses. Esto ha quedado claro desde el principio: En medio de una importante recesión/depresión, con millones de estadounidenses perdiendo sus empleos y hogares, el Presidente Obama aumentó el presupuesto militar en un 4%, elevándolo por encima de los 800.000 millones de dólares.
El abrazo al militarismo de Obama quedó patente a partir de su decisión de ampliar la guerra en Afganistán a pesar del rechazo de los países de la OTAN a comprometerse enviando más tropas. Y resulta obvio ante la designación del General de las Fuerzas Especiales más duro e infame desde la era Bush-Cheney para encabezar un mando militar que tiene la misión de doblegar las zonas fronterizas de Pakistán.
Es lo mismo que George Orwell describía en su Granja de Animales: Los Cerdos demócratas están ahora embarcados en las mismas brutales políticas militaristas de sus predecesores, los porquerizos republicanos, sólo que ahora todo se hace en nombre de los pueblos y de la paz. Orwell podría parafrasear la política del Presidente Barack Obama diciendo: “Guerras mayores y más sanguinarias equivalen a justicia y paz”.
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* James Petras es profesor emérito de sociología en la universidad de Binghamton (New York). Intelectual emblemático de la izquierda estadounidense, es autor de numerosas obras. James Petras es miembro de la conferencia «antiimperialista» Axis for Peace que organiza la Red Voltaire.
Guerras mayores y más sanguinarias equivalen a justicia y paz
James Petras*
Desde Nueva York
20 de mayo de 2009
Tomado de http://www.voltairenet.org
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Estados Unidos ha forzado a su general David D. McKiernan a la renuncia por considerarlo incapaz de cumplir su misión y viene de nombrar como sucesor al general del ejército Stanley McChrystal, quien se convierte entonces en el nuevo comandante de las fuerzas armadas estadounidenes, de la OTAN y en Afganistán. De esta manera, Obama nombra a un militar que tiene un oscuro pasado reciente: Stanley McChrystal no sólo creó la JSOC (Joint Special Operations Command), un comando especial y secreto implicado en una serie de abusos y otras barbaridades, cómo las torturas en las prisiones en Irak, sino que este brutal militar es un ferviente seguidor de las doctrinas neoconservadoras de la era Bush. Todo esto promete más escalada militar en Afganistan y más guerra en la agenda imperialista.
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«Los Deltas son unos psicópatas… Tienes que ser un psicópata acreditado para unirte a la Fuerza Delta...», me dijo en Fort Bragg, allá por los años ochenta, un coronel del ejército estadounidense.
Ahora, el Presidente Obama acaba de ascender al más infame de los psicópatas, el General Stanley McChrystal, a la jefatura del mando militar estadounidense y de la OTAN en Afganistán.
El ascenso de McChrystal para ese papel dirigente ha venido marcado por el papel fundamental desarrollado en la dirección de los equipos de operaciones especiales encargados de ejecutar asesinatos extrajudiciales, torturas sistemáticas, bombardeos de comunidades civiles y misiones de búsqueda y destrucción. Incardina totalmente la brutalidad y la afición a la sangre que acompaña la construcción del imperio dirigida por el ejército. Entre septiembre de 2003 y agosto de 2008, McChrystal estuvo al Mando de las Operaciones Especiales Conjuntas del Pentágono (JSO, por sus siglas en inglés) que se sirven de equipos especiales para perpetrar asesinatos en el exterior.
El punto a destacar de los equipos de «Operaciones Especiales» (SOT, por sus siglas en inglés) es que entre sus opositores no distinguen entre civiles y militares, entre activistas y sus simpatizantes y la resistencia armada. Los SOT están especializados en establecer escuadrones de la muerte y reclutar y entrenar fuerzas paramilitares para aterrorizar a las comunidades, barrios y movimientos sociales que se opongan a los regímenes clientelistas de EEUU. El “contraterrorismo” de los SOT es terrorismo al revés, dedicándose a perseguir a los grupos sociopolíticos existentes entre los apoderados de EEUU y la resistencia armada.
Los SOT de McCrystal seleccionaron como objetivos a los dirigentes de la resistencia nacional y local en Iraq, Afganistán y Pakistán, atacándoles a través de acciones de comandos y bombardeos aéreos. Durante los últimos cinco años del período Bush-Cheney-Rumsfeld, los SOT estuvieron profundamente implicados en las torturas a prisioneros políticos y sospechosos. McChrystal era especialmente el favorito de Rumsfeld y Cheney por estar encargado de las fuerzas de “acción directa” de las “Unidades de Misiones Especiales”.
Los operativos de “Acción Directa” están constituidos por torturadores y escuadrones de la muerte y el único deber que sienten para con la población local es el de desencadenar el terror, no el de hacer propaganda. Se comprometen en la “propaganda a partir de los muertos”, en los asesinatos de dirigentes locales con objeto de “enseñar” a la población local a obedecer y someterse a la ocupación. El nombramiento por Obama de McChrystal para el mando supremo refleja una grave y nueva escalada militar de su guerra de Afganistán frente a los avances de la resistencia por todo el país.
El deterioro de la posición de EEUU se pone de manifiesto en el endurecimiento del cerco alrededor de todas las carreteras que entran y salen de la capital afgana, Kabul, así como en la expansión del control e influencia talibán a través de la frontera entre Pakistán y Afganistán. La incapacidad de Obama para reclutar nuevos refuerzos por parte de la OTAN significa que la única oportunidad con que cuenta la Casa Blanca para progresar en su avance imperial militarista es aumentar el número de tropas estadounidenses e incrementar la ratio de muerte entre todos y cada uno de los supuestos sospechosos civiles en los territorios controlados por la resistencia armada afgana.
La Casa Blanca y el Pentágono afirman que el nombramiento de McCrystal se debe a las “complejidades” de la situación sobre el terreno y a la necesidad de “un cambio en la estrategia”. El término “complejidad” es un eufemismo para tratar de ocultar el incremento masivo de la oposición a EEUU, que complica las operaciones tradicionales de “barrido militar y bombardeos” en alfombra. La nueva estrategia practicada por McChrystal necesita de “operaciones especiales” a largo plazo y a gran escala para devastar las redes sociales locales y asesinar a sus dirigentes, que son quienes proporcionan el sistema de apoyos que necesita la resistencia armada.
La decisión de Obama de impedir la publicación de decenas de fotografías que documenta las torturas a los prisioneros llevadas a cabo por las tropas y los “interrogadores” estadounidenses (especialmente bajo el mando de las “Fuerzas Especiales”) está directamente relacionada con el nombramiento de McChrystal, cuyas fuerzas “SOT” están profundamente implicadas en las extensas prácticas de tortura ejecutadas por todo Iraq. De igual importancia es que bajo el mando de McChrystal, el DELTA, SEAL y los Equipos de Operaciones Especiales tendrán un papel mayor en la nueva “estrategia de contrainsurgencia”. La afirmación de Obama de que la publicación de esas fotos afectaría adversamente a las “tropas” tiene un significado especial: La exposición gráfica del modus operandi de McChrystal durante los últimos cinco últimos años del mandato del Presidente Bush minaría su eficacia a la hora de ejecutar idénticas operaciones bajo Obama.
La decisión de Obama de recuperar los “tribunales militares” secretos de los prisioneros políticos extranjeros que se establecieron en la prisión del campo de Guantánamo no es una simple repetición de las políticas de Bush-Cheney, que Obama había condenado y prometido eliminar durante su campaña presidencial, sino parte de su política más amplia de militarización y coincide con la aprobación de las mayores operaciones secretas de vigilancia policial desencadenadas contra ciudadanos estadounidenses.
Poner a McChrystal a cargo de las extendidas operaciones militares afgano-pakistaníes significa colocar a un tristemente célebre profesional del terrorismo militar –de la tortura y asesinato a cuantos se oponen a las políticas estadounidenses- en el centro de la política exterior de EEUU. La expansión cuantitativa y cualitativa de Obama de la guerra de EEUU en el Sur de Asia significan cifras masivas de refugiados escapando de la destrucción de sus campos, hogares y pueblos; decenas de miles de muertes de civiles y la erradicación de comunidades enteras. Todo esto es lo que se va a ver ejecutar a la administración Obama en su intento de “atrapar el pez (activistas e insurgencia armada) vaciando el lago (desplazar poblaciones enteras)”.
La restauración por Obama de todas las políticas más nefastas de la Era Bush y el nombramiento de su más brutal comandante se basan en su total abrazo de la ideología de construcción del imperio a través del ejército. Una vez que uno cree (como hace Obama) que el poder y la expansión estadounidense se basan en la contrainsurgencia y en las conquistas militares, cualquier otra consideración económica, moral, diplomática e ideológica estará subordinada al militarismo. Al centrar todos los recursos en conseguir triunfar en la conquista militar, apenas podrá prestarse atención a los costes soportados por los pueblos machacados por la conquista ni a las necesidades de la economía interna y del Tesoro estadounidenses. Esto ha quedado claro desde el principio: En medio de una importante recesión/depresión, con millones de estadounidenses perdiendo sus empleos y hogares, el Presidente Obama aumentó el presupuesto militar en un 4%, elevándolo por encima de los 800.000 millones de dólares.
El abrazo al militarismo de Obama quedó patente a partir de su decisión de ampliar la guerra en Afganistán a pesar del rechazo de los países de la OTAN a comprometerse enviando más tropas. Y resulta obvio ante la designación del General de las Fuerzas Especiales más duro e infame desde la era Bush-Cheney para encabezar un mando militar que tiene la misión de doblegar las zonas fronterizas de Pakistán.
Es lo mismo que George Orwell describía en su Granja de Animales: Los Cerdos demócratas están ahora embarcados en las mismas brutales políticas militaristas de sus predecesores, los porquerizos republicanos, sólo que ahora todo se hace en nombre de los pueblos y de la paz. Orwell podría parafrasear la política del Presidente Barack Obama diciendo: “Guerras mayores y más sanguinarias equivalen a justicia y paz”.
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* James Petras es profesor emérito de sociología en la universidad de Binghamton (New York). Intelectual emblemático de la izquierda estadounidense, es autor de numerosas obras. James Petras es miembro de la conferencia «antiimperialista» Axis for Peace que organiza la Red Voltaire.
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