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27 de septiembre de 2010

El fin del principio

El eterno retorno: Todo tiene un principio y un fin y todo fin es un principio de otro fin.
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La baja de Jojoy, como se esperaba, nos ha puesto muy optimistas en cuanto el final de la lucha del Estado contra la subversión. “Es el principio del fin”, acaba de decirlo el presidente Santos al pasar revista in situ a las tropas que coronaron la hazaña.
Por supuesto, nadie con razón podría desconocer que se trata de un golpe de gracia a las Farc. Lo que sigue en discusión es el hecho de que se venda la idea de que las Farc son el único y principal problema de la problemática nacional.
Creo que pensando también en esa victoria castrense, el analista, Salomón Kalmanovitz, sostiene en su columna de El Espectador que (…) “si la insurgencia es derrotada y se hace reforma agraria, Colombia podrá entrar al territorio de la anhelada paz y contará, además, con las bases de un profundo desarrollo económico”.
Aquí hay dos elementos condicionantes que nos hacen menos optimistas de lo que Kalmanovitz pretende porque, una cosa es derrotar la insurgencia y otra es hacer la reforma agraria. La primera no conlleva la segunda, y ni siquiera la facilita. Es decir, se puede derrotar la insurgencia y no hacer reforma agraria con lo que, es muy probable que con el tiempo otra insurgencia, o la misma pero de nuevo cuño, se fortalezca, precisamente por las injusticias sociales que conlleva la concentración de la tierra en pocas manos, casi siempre untadas de sangre.
Digamos, en gracia de discusión, que la baja de Jojoy pone en punto de no retorno el abatimiento de las Farc por la vía militar o por rendición.
¿Y de la reforma agraria qué?
La lucha apenas comienza; y comienza hacia atrás. Lo que la nueva y anhelada ley de tierras busca inicialmente es retrotraer las cosas como estaban hacia 1990. Es decir, desconocer prácticamente todas las operaciones que se dieron en los últimos 20 años, en los que se cree que los paramilitares, principalmente, se apoderaron de por lo menos 5 millones de hectáreas que arrancaron a pequeños y medianos propietarios y prósperos empresarios agropecuarios.
El primer anuncio en ese propósito se dio al revelarse que en esos años se conformó a lo largo y ancho del país un cartel de ladrones de tierras expandido ya no sólo por los tradicionales terratenientes que no han dejado hacer reforma agraria en Colombia (recuérdese la contrarreforma de Chicoral), sino por altos funcionarios públicos en los que se entremezclan políticos de alto vuelo; militares de alta gradación; testaferros bien conectados; mandos medios inamovibles y notarios casa fortunas.
“Es conocida la feroz reacción de los violentos propietarios frente a las víctimas que se atreven a demandar la restitución” de sus tierras, dice Kalmanavitz, quizás pensando también en Hernando Pérez, el humilde campesino asesinado en Apartadó, dos horas después de que el ministro de Agricultura le entregó la nueva escritura de la finca que le habían robado años atrás.
Tras los despojos de las Farc, si ese es el nuevo escenario al final de Jojoy, hay que emprender otra guerra más dura del Establecimiento legal contra un Establecimiento paralelo; y averiguar cuanto antes, dentro de este último, quién mandó matar a Pérez, antes de que, como sospecho, detrás de Pérez rueden muchas más cabezas hacia las nuevas tumbas de NNs que se abrirán en reemplazo de las que hasta ahora apenas estamos escarbando.

23 de septiembre de 2010

Réquiem también por él

Estaba terminando un “Réquiem por él”, para recodar la muerte de Hernando Pérez, el humilde campesino de Apartadó que asesinaron dos horas después de que el ministro de Agricultura le devolvió la finca que le habían robado los paramilitares, cuando los reflectores del mundo se enfocaban sobre el cadáver del mono Jojoy, “muerto en combate”, según el parte militar.
Se notaba el entusiasmo de los relatores de los medios masivos de comunicación quienes, al igual que millones de colombianos, han sido convencidos por el gobierno de que el único problema de Colombia es la guerrilla.
Ante el despojo mortal de Jojoy, que en este mismo instante cruza por las pantallas de televisión empacado en bolsa de polietileno, muchos darán en pensar que ahora sí ha llegado el “fin del fin”.
Con perdón, mi entusiasmo no llega a tanto. Esta muerte de Jojoy, no es más que un fin muy al estilo de José Asunción Silva quien, al llegar a la “cumbre prometida”, sólo alcanzó a ver “el sol tras otra cumbre más lejana”. Aquí, cuando cae una cabeza importante de la guerra, mil cabezas más andan en ciernes en el albañal de las injusticias sociales, que terminan por arrastrarlas a nuevas cumbres de soles imbatibles.
Cada vez que se le da un golpe de gracia a una de las tantas cabezas de la hidra, como la de Pablo Escobar, por ejemplo, se nos presenta como el fin del fin, en ese caso específico del narcotráfico. Quizás también la muerte de Carlos Castaño pudo tomarse a la ligera como el fin del fin del paramilitarismo. O, más lejos en la historia, la crucifixión de Espartaco y sus secuaces, era el fin del fin de la sublevación de los esclavos. O, más cerca de nosotros, el descuartizamiento de Galán pudo significar para el Pacificar Morillo (ahora que estamos tan de bicentenario) el fin del fin del anhelo independentista.
El fin del fin en el caso de la guerra –de cualquier guerra- no es la muerte o abatimiento del enemigo. Esto lo sabemos –o debiéramos saberlo- por la historia de muchos años. El fin del fin de toda guerra es la conquista de esos principios y valores subjetivos que son la sabia de toda sociedad civilizada, entre estos otros:
- La familia como núcleo esencial de la sociedad.
- La educación como motor de las transformaciones sociales requeridas.
- Políticas y culturas demográficas responsables y visionarias.
- Igualdad como objetivo moral y ético.
- La solidaridad y responsabilidad social.
- La superación del individualismo capitalista.
- El respeto por el medio ambiente y el desarrollo sostenible.
- La Justicia, la No Violencia y la Seguridad Ciudadana.
- El tratamiento de la drogadicción como una enfermedad, antes que como delito.
- El rechazo a la corrupción como viveza humana.
Fin de folio: No resultó oportuno el presidente Santos cuando desde Nueva York se sacó el clavo diciendo que la muerte del mono Jojoy, era su saludo a las Farc, en respuesta a rellenos de prensa que dicen que la escalada de actos terroristas de las Farc eran el saludo al nuevo gobierno. Si a ese nivel de metaforismo revanchista se eleva el diálogo con las Farc, también podría decirse que a más de las Farc, también los grupos violentos de otras pelambres, acaban de saludar la proyectada ley de tierras del presidente Santos, con el asesinato de Pérez, ese por quien lanzaba el réquiem cuando mataban a Jojoy, a quien también, humanamente extiendo mi lamento por su triste vida y muerte, por si le alcanza…

Réquiem por él

Pérez le estrechó la mano al ministro de Agricultura, Juan Camilo Restrepo, ese feliz domingo 19 de septiembre, al salir del salón comunal del centro de este pequeño municipio de Turbo, en el corazón del violento Urabá antioqueño, y se echó al bolsillo de atrás la escritura de la finca que años atrás le habían arrebatado los paramilitares, y que ese día, gracias a la nueva política del gobierno de Santos sobre la restitución de tierras a los campesinos, había podido rescatar.
Como en la canción del Jibarito, Pérez “salió, loco de contento”… Pero desgraciadamente, le fue peor que al Jibarito: dos horas más tarde lo hallaron asesinado en uno de los potreros de la finca que en antes, era “toda su ilusión”.
Este asesinato que, si el país recupera la memoria perdida, deberá recordarlo como el primero de una cadena que, hablando en términos hipotéticos, enlutó la triste historia de un nuevo intento de reforma agraria.
Paz en la tumba de Hernando Pérez que, al menos y para triste consuelo, se escapó de caer con sus huesos en una de esas tantas tumbas de NNs que a cielo raso pueblan la tierra de Colombia, como lo dijo la senadora Piedad Córdoba, ganándose un tremendo mentís del Presidente Santos y ofuscada desautorización de su ex glorioso Partido Liberal.
Un inmenso y criminal cartel de ladrones de tierras opera a lo largo y ancho del territorio nacional. Ya se sabía, pero que lo reconozcan las autoridades, no deja de tener su recóndita satisfacción en la psique de quienes por anticiparlo, también han sido perseguidos no sólo por los violentos de fusil en mano sino por la SD (Seguridad Democrática) del pasado gobierno, armada de lenguas viperinas que les colgó al cuello el título de “terroristas” de oficina y enemigos de la Patria…
Cartel integrado por inescrupulosos funcionarios públicos y alharaquientos políticos, como también acaba de denunciarlo en el propio Congreso el senador, Juan Manuel Galán, al matricularlos en el cuarto anillo de los Jinetes del apocalipsis que se atravesarán a la llamada ley de tierras de la actual administración. Otros “ilustres” integrantes de este cartel de ladrones de tierras, para que se tenga una idea del agazapado enemigo, son muchos notarios, jueces, testaferros, militares y paramilitares que sellaron o hicieron firmar escrituras a punta de bala, asesinatos y suplantaciones.
A manera de epitafio sobre la tumba de Pérez debiera inscribirse la declaración del ministro Restrepo en torno a su asesinato: “los enemigos de la ley de restitución de tierras están empezando a salir de sus escondites. Ya están empezando a sacar los dardos”.

9 de septiembre de 2010

La paz como problema económico

Fue Keynes quien aseguró que la Segunda Guerra Mundial le cayó como del cielo a Estados Unidos para ayudarlo a salir de la Gran Depresión del ’29. Desde entonces, nadie ha puesto en duda que la guerra es a las naciones más poderosas una palanca de desarrollo económico, sino la mejor.
Quizás haya mucha gente que no crea en esta tesis, e incluso, la considere una exageración de la extrema izquierda. El asunto es que hoy resulta de una evidencia incuestionable, a tal punto que ya ni siquiera los halcones se toman la molestia de velar a sus perros de guerra: las grandes corporaciones productoras de armas, desde una pistola a una ojiva, o una bomba nuclear.
Todavía nos preguntamos qué sería hoy del mundo gobernado por un paradigma hitleriano… Y la respuesta seguirá siendo una hipótesis imposible de resolver… Pero lo que sí nos queda claro es que la bomba de Hiroshima que detuvo la historia, dejó sembrada la teoría –también keynesiana- del belicismo como locomotora del enriquecimiento corporativo, y de vuelta, del enriquecimiento de las naciones poderosas.
En este orden de ideas, ya no debiéramos seguir llamando “gasto” a la inversión militar mundial que, según el informe de junio del Instituto Internacional de Estudios por la Paz con sede en Estocolmo (SIPRI), alcanzó la impresionante cifra de 4.194 millones de dólares diarios (1’530.810 miles de millones al año), con un crecimiento del 5,9 por ciento con respecto al gasto de un año atrás.
Y, obviamente, al frente del TOP TEN: Estados Unidos, seguido de China. Y ¡OJO! La proyección indica que China pronto alcanzará el primer lugar, pues, en la última década (1999/2008), es la nación que más ha hecho subir su presupuesto de inversión militar con un crecimiento del 194% en el período, seguida de –OJO también- Rusia, y de –más OJO- Arabia Saudí. Pareciera que la guerra fría está por hervir de nuevo.
Resultaría dispendioso, y no viene al caso, detenernos sobre la inversión de guerra de cada país. Pero el belicismo es algo que atrae a los halcones como la sangre a las pirañas. Las sucesivas escaramuzas que los perros de la guerra han lanzado en Suramérica, especialmente las belicosas bases militares impuestas por Estados Unidos a Uribe en Colombia (“Peón del Imperio”), fungieron de anzuelo para que gobiernos socialistas como Chávez y Lula hicieran sonar sus tambores de guerra: Venezuela, con una inversión de 4.400 millones de USD en misiles rusos “que no fallan”; y Brasil, 8.500 millones de euros en helicópteros franceses de última generación. Hasta Perú, Ecuador y Bolivia, metidos en esa zona de candela colombo-venezolana, se han lanzado a la compra de armamento.
Y los perros de la guerra, dichosos, facturando.

Epílogo

Acabo de leer un sesudo artículo de Miguel Guaglianone de ‘Barómetro Internacional’, especial para ARGENPRESS.info.
Tras analizar con mucho tino lo que él, a manera de interrogante se pregunta en el artículo… “¿Cuál y cómo será el próximo conflicto?: Perros de la guerra”, concluye que (…) “Muchos de los puntos de tensión han “aflojado”. Y en una muy apretada síntesis (mía), destaca: (1) la distensión colombo-venezolana; (2) La invasión a Somalia se encuentra demorada o suspendida; (3) Las coreas parecen estar de acuerdo en no caer en la posibilidad de un enfrentamiento armado; (4) El devastador invierno en Pakistán, donde entre seis y ocho millones de personas quedaron a la intemperie, sin comida ni ningún tipo de atención, ha provocado de hecho un alejamiento de toda posibilidad de conflicto; (5) La retirada de Estados Unidos de Irak y, (6) Los acercamientos entre Israel y Palestina que, aunque sin mucho entusiasmo, de todas maneras alivia la tensión en la franja de Gaza.
La macabra conclusión de Guaglianone, es que (…) “Aparentemente vamos directo a un conflicto en Irán, un conflicto convencional que constituiría una peligrosa aventura para los Estados Unidos e Israel. Un conflicto con resultados muy difícilmente previsibles”.
Quizás Guaglionone terminó su artículo sin que hubiera aparecido la más sutil, provocadora y eficiente gasolina al eterno conflicto entre Occidente y el Islam: un desconocido pastor de una pequeña iglesia evangélica de Florida –Terry Jones- ha saltado a la cresta de los mass media, al proponer que el próximo sábado, novena conmemoración del 11S, se queme el Corán frente al sitio en donde una vez se elevaba el orgullo del “Destino Manifiesto”: las Torres Gemelas.
Fue precisamente un poeta judío, Heinrich Heine, quien dijo que “Donde los libros son quemados, al final la gente será quemada”.
El diario GARA, se refiere a este hecho en contundente epílogo: (…) “El Corán es el libro sagrado depositario de la historia, la identidad y los valores del mundo islámico. No serán pocos los que prefieran quemarse vivos o inmolarse antes de ver el Corán quemándose. No se trata de un pastor más o menos en sus cabales. Poderosas agendas, en ambas partes, están utilizando estas cuestiones altamente inflamables y emocionalmente explosivas para alimentar una política fundamentada en el paradigma de un conflicto abierto entre Occidente y el Islam, con fines que nada tienen que ver con el espectro religioso”.

3 de septiembre de 2010

Vuelve el "Bolígrafo"

“Todo pasa y todo queda”, dice Serrat en una de sus aplaudidas interpretaciones extraídas de la pluma del filósofo español Antonio Machado.
Es el caso del llamado “Bolígrafo” (así con mayúscula), expresión con la que se describía en la política colombiana, la conformación de las listas en las jornadas electorales de antes de la Constitución del ’91 que introdujo el llamado “voto preferente”.
En verdad, el voto preferente fue recibido con aplausos en la galería, pues, le daba la oportunidad a los electores de votar por el candidato de sus preferencias, independientemente del puesto que ocupara en la lista del Partido. Era lo contrario del bolígrafo con el que los llamados “Caciques” imponían a sus “guerreros” preferidos, ubicándolos a la cabeza de la lista o en renglones fuera de peligro. Así que los primíparos tenían que empezar de la cola hacia arriba hasta que, al cabo de una larga tarea de “cargar ladrillo”, podían ir subiendo hasta coronar.

Vuelve y juega

El bolígrafo vuelve y juega, enganchado a la reforma política que se está cocinando en la Comisión Primera del Senado en busca de depurar de dineros sucios las elecciones de gobernadores, alcaldes, diputados y concejales del año entrante.
Resulta que el voto preferente, en vez de seleccionar a los mejores y los preferidos del electorado, terminó por imponer en las administraciones seccionales y locales a unos testaferros del poder económico –en su mayoría- que terminaron corrompiendo con tejas, ladrillos, comida y pola a los electores. A tal punto llega la corrupción que ahora las campañas no se miden por las propuestas políticas sino por la cantidad de plata que fulano o zutano tenga disponible para la elección. Es decir, las elecciones hoy en día no se ganan sino que se compran… Y se pagan después con contratos.

Se vende canapé

Se dice también con sarcasmo que cuando el cornudo descubre el engaño de la mujer pone en venta el canapé que servía de tálamo.
Es así. Las autoridades electorales y las de vigilancia y control, que son muchas: la Registraduría, el Consejo Electoral, la Procuraduría, la Fiscalía, el Defensor del Pueblo y las personerías municipales, no pudieron, no quisieron o hicieron manguala con los corruptos y, en vez de meterlos en cintura, lo que se decide ahora es…volver al viejo vicio que intentó corregirse con el voto preferente.
La Unidad Nacional (de aquí en adelante, la aplanadora de Santos), está tan decidida a dar marcha atrás en este campo, que ahora se habla de una reforma política de un solo artículo: la eliminación del voto preferente (o sea el retorno al bolígrafo), con el fin de que pueda surtir los cuatro debates en la presente legislatura; darle los otros cuatro en la legislatura del año entrante y ponerla en vigencia en las elecciones seccionales y locales del 2011.
En este orden de ideas, veremos resurgir también los directorios departamentales y municipales de los distintos partidos, porque de ellos dependerán la conformación de las listas cerradas o únicas, y los avales de las próximas elecciones.
“Caminante no hay camino”, llama esta canción del “Todo pasa y todo queda…

31 de agosto de 2010

No permitas que te frustren

No permitas que nadie
le diga NO a tus sueños

Sin entrar a analizar qué tanto y en qué dirección ha cambiado Colombia tras la expedición de la Constitución del 91, lo que todavía puede recogerse como ejemplo es la decisiva participación en ese magno evento de los jóvenes, la mayoría estudiantes, que lograron la inclusión de la llamada ‘Séptima Papeleta’ en las elecciones parlamentarias de ese mismo año en que se aprobó la convocatoria de la Asamblea Constituyente.
A esos jóvenes los movió el cataclismo político de los años 80, encendido por el tristemente célebre narcotraficante, Pablo Escobar, que culminó en 1989 con el magnicidio de su líder, Luis Carlos Galán.
“Misión cumplida”, podrían decir los estudiantes de entonces… ¿Y los de hoy, qué dicen?...
Porque resulta evidente que si hoy no levantamos cuerpos de mártires ilustres, sí asistimos al desvelamiento de fosas comunes –la de la Macarena, por ejemplo- con miles de NNs que al igual que Galán, han derramado su sangre por clamar por un país “más justo y más igualitario”, como reza la cantinela electoral.
El triste legado del narcotráfico de los ‘80 nos arropa, y basta mirar al Congreso, untado hasta los tuétanos de “honorables” que han vuelto a asomar su cabeza por encima de la dignidad nacional, alcanzando con el PIN (reducto y herencia de la desvergüenza legislativa que anda por fuera de las cárceles), un escaño en el Consejo Nacional Electoral, aplastando las aspiraciones y el derecho constitucional del único partido declarado en oposición: el PDA.
Es, por demás, un demo bien diciente de la “Unidad Nacional” de Santos que, a diferencia de Uribe, no sólo cuenta con las mismas fuerzas que le empujaron su aplanadora, incluyendo al repatriado Cambio Radical de Vargas Lleras, sino con la doble (hablando en términos mecánicos) del Partido Liberal, sin contar los escarceos políticos, no bien disimulados, de visibles figuras del Polo y los Verdes.
En este vuelo de la Unidad Nacional, a los del Polo debieran encenderles esa alarma de los aviones cuando se aproximan turbulencias: ¡Fasten your belts!
Lástima grande que la Ola Verde, junto con su Girasol, no hayan sido más que flor de un día, al parecer y esto es lo macabro, creación de los medios de comunicación para capitalizar momentáneamente la inmensa inconformidad social que a lo largo de ocho años había acumulado el régimen de Uribe.
Por eso resulta interesante la conmemoración anual que de este símbolo conocido como la “Séptima Papeleta” hace la fundación que lleva su nombre, dedicada a fortalecer el espíritu cívico de las nuevas generaciones y a mantener su compromiso en el debate público.
El asunto es que la presencia de los estudiantes y los jóvenes en la vida nacional no debe circunscribirse solo a esporádicas manifestaciones en las que la violencia, inducida a veces por las mismas fuerzas del orden, termina por imponer la foto de primera página, el video en las pantallas de los noticieros o el perifoneo matutino de los medios radiales.
Los jóvenes tienen otros caminos a su vera que deben transitar en busca del poder que es lo que finalmente mueve toda conducta humana. Entre otros, la Fundación Líderes y Emprendedores que orientan destacados protagonistas de la Séptima Papeleta del 91 (como la periodista Claudia López), quienes con el apoyo de la revista Semana, acaban de concluir el llamado Foro de Bogotá 2010 con una nutrida participación de 1.700 estudiantes universitarios de todo el país.
El próximo encuentro de los universitarios alrededor de esta fundación será en Pereira y ojalá que hasta entonces les acompañe esa estrofa de J. Balvin que les amenizó el cierre en Bogotá cuando dice: “No permitas que nadie le diga NO a tus sueños. Cada vez que te cierren una puerta, que sea gasolina que te impulse a perseguir lo que quieres, siempre hacia arriba”.

26 de agosto de 2010

El motor de las contradicciones

Jorge Majfud
Escritor uruguayo
Tomado de GARA 26/08/10
http://www.gara.net/index.php

Las diferentes tendencias ideológicas ligan el valor de las contradicciones a sus adversarios «sin advertir la naturaleza diversa de las contradicciones, como las bacterias», afirma el autor, el cual sospecha que, sin embargo, no habría historia sin cierto tipo de contradicciones sustanciales, y se muestra convencido de que en los individuos «las contradicciones son una condición humana», y en los pueblos «abren y cierran caminos».
Siempre que nos enfrentamos a un fenómeno físico o cultural buscamos en el aparente caos de datos y de observaciones el orden subyacente que lo explica. Una paradoja, por ejemplo, es una contradicción aparente que exige el descubrimiento de su lógica interna, la proeza intelectual, según Ernesto Sábato, de advertir que «una piedra que cae y la Luna que no cae son el mismo fenómeno».
La unidad y el orden han sido premisas en casi todas las teorías y cosmogonías a lo largo de la historia humana. La palabra «cosmos», de origen griego, significa «orden» (maat para los antiguos egipcios). En numerosos mitos cosmogónicos el universo surge del caos, incluso en aquellos que afirman la intervención de un Creador personal. Para la tradición judeocristianomusulmana, el bien es la unidad, Dios, Uno. El demonio era el Heterodoxo o era la dualidad, el dos, la maldición de lo femenino que lo masculino, el tres, repara (Dorneus, 1602).
Sin embargo, sin el conflicto, sin la dualidad y la diversidad no hubiese historia bíblica ni hubiese Dios creando el mundo. Los conflictos y las contradicciones son un atributo de la diversa narrativa bíblica que nunca sería reconocido por un creyente tradicional.
Desde un punto de vista teológico, también la dualidad, la creación y el pecado, el Bien y el Mal inevitablemente surgen del Uno, Dios. Lo mismo podemos entender de las religiones asiáticas. No así las religiones amerindias, sobre todo las prehispánicas, donde el conflicto es, de forma explícita, combustible del Cosmos, orden casi amoral del equilibrio de lo diverso y de los opuestos.
La ciencia moderna, surgida del neoplatonismo de los copérnicos y los galileos, no podía ser una excepción. Einstein se maravillaba que el mundo sea inteligible y nunca dejó de buscar la teoría que unificara el macro y el microcosmos y evitara el juego de probabilidades e incertidumbres. Uno de los principios de esa razón inteligible es el principio de unidad, que no permitía a la naturaleza (mejor dicho, a las representaciones de la naturaleza) afirmaciones contradictorias. Algo no podía ser y no ser al mismo tiempo, como la luz no podía ser onda y fotón a principios del siglo XX.
Stephen Hawking, en «A Brief History of Time» (1988), resolvió estas perplejidades epistemológicas con una tautología: «vemos el universo de la forma que es porque existimos». El Universo posee un orden del cual extraemos leyes generales o las leyes generales, las teorías y hasta los actos de fe, son la forma que tenemos los humanos de relacionarnos con ese Universo diverso, cúmulo caótico de impresiones sobre nuestros sentidos.
Ahora, en la naturaleza física las contradicciones son apenas fuerzas opuestas. En filosofía clásica las contradicciones eran pruebas de un razonamiento defectuoso cuyo nombre ha pasado a la lista de palabras obscenas. En la naturaleza psicológica las contradicciones son expresiones de represión.

Pero para la historia, quizás las contradicciones sean el motor creador.

Los ejemplos abundan. Norman Cantor ha observado en «The American Century» (1997) una incompatibilidad sustancial entre el marxismo y el modernismo. Como la teoría de Charles Darwin, el marxismo es heredero no sólo del heguelismo sino del pensamiento victoriano en general desde el momento en que explica un fenómeno recurriendo a su historia. La Modernidad o, mejor dicho, el movimiento moderno de finales de siglo XIX y principios del siglo XX representado particularmente en el Art Nouveau y las vanguardias que le siguieron, desde el futurismo hasta el surrealismo, es una reacción «por agotamiento» del pensamiento y la moral victoriana. El pensamiento victoriano se funda en el historicismo y su miedo y reacción ante el caos de las primeras etapas de la Revolución Industrial -pobreza, criminalidad y diversos movimientos sociales- funda la policía moderna y la moral rígida, al menos en el discurso, el sermón y el castigo.
El pensamiento moderno no. Fue parricida; por momentos pretendió establecerse como una nueva historia y una nueva naturaleza, como una fórmula matemática que es producto de una larga historia pero no la reconoce en sí misma ni la necesita para evidenciarse verdadera.
El marxismo y el pensamiento moderno, el primero de raíz victoriana (lo cual es por lo menos otra paradoja) y el segundo antivictoriano, antiautoritario por lo que tenía de iluminista, fueron socios en su ataque al orden burgués y conservador, sobre todo en el siglo XIX y hasta el tercer cuarto del siglo XX. Sin embargo este conflicto se evidencia con la condena al arte moderno y al resto del pensamiento moderno luego del triunfo de la revolución rusa de 1917 y, sobre todo, del posterior estalinismo que condenó las vanguardias y la libertad creadora del individuo moderno.
El arte y el pensamiento moderno apuntaron contra el poder establecido de los estados, se enfocaron -aquí el aspecto romántico del que carecía la mentalidad victoriana y el marxismo científico- en la subjetividad y la libertad del individuo sobre las fuerzas deterministas de la historia, de la economía o de la religión.
En el siglo XX, sobre todo en América Latina, podemos encontrar esta unión conflictiva de ambas fuerzas. Bastaría con leer las acciones y toda la obra escrita de Ernesto Guevara y de los intelectuales de izquierda más importantes del continente: el modernismo en la valoración de la libertad creativa del individuo y la época victoriana en el valor de la moral sobre las condiciones económicas; la realidad de cierto determinismo económico en la cultura popular que hunde sus raíces en el marxismo y el romanticismo del individuo que quiere ser pueblo pero ante todo es un individuo vanguardista. La razón marxista del progreso de la historia a través de una clase industrial, proletaria, y la valoración del origen perdido, de los valores agrícolas propio de los pueblos originarios.
Éstas y otras contradicciones serán valoradas por los militantes de izquierda como inexistentes o circunstanciales o propias de un contexto contradictorio, como lo es el capitalismo y el orden burgués. Y como defectos de la narrativa política e ideológica, por la derecha. Todos unirán el valor de las contradicciones a sus adversarios sin advertir la naturaleza diversa de las contradicciones, como las bacterias o los tipos de colesterol.
Sospecho que no habría historia, de la buena y de la mala, sin cierto tipo de contradicciones sustanciales.
En nosotros, los individuos, las contradicciones son una condición humana. En nosotros, los pueblos, las contradicciones abren y cierran caminos, provocan revoluciones y largos períodos de statu quo.
¿Qué seríamos sin nuestras contradicciones? ¿Quién puede reclamar una perfecta coherencia en su vida y en sus ideas? ¿Qué sería la historia sin esa permanente tensión que la mantiene en marcha, en un estado de fiebre inestable, siempre en búsqueda de la lógica de la perfecta coherencia, que es el mayor de todos los delirios?

24 de agosto de 2010

Noticias de otra parte

El Estado español, que tanta influencia tiene sobre nuestras vidas y conductas en Colombia, acaba de culminar un exitoso proceso de negociación que le permitió rescatar con vida, de manos de declarados terroristas, a dos importantes miembros de la sociedad española.
El suceso viene al caso, junto con los hechos que le precedieron (como el pago de un abultado rescate y la liberación de un importante activista de Al-Qaeda), en momentos en que, henchido el pecho y altiva la cerviz, el ministro de Defensa de Colombia, Rodrigo Rivera, se apresura a dictar norma de conducta a UNASUR en torno a la solicitud de una audiencia de las FARC para intentar reabrir la vía política del diálogo de paz en Colombia.
El diario GARA (http://www.gara.net/index.php), en su edición de hoy 24 de agosto, registra el hecho en los siguientes términos:
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Desenlace feliz del secuestro de Pascual y Vilalta.
Al-Qaeda libera a los cooperantes tras nueve meses de negociación.

268 días después de que fueran secuestrados por Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), los miembros de la ONG Barcelona Acció Solidària Roque Pascual y Albert Vilalta fueron rescatados y viajaban ya ayer a casa. En una breve intervención para felicitarse por la noticia, el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, no hizo ninguna referencia a ello, pero diversas fuentes aseguran que se han pagado entre 5 y 10 millones de euros como rescate.
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Y, a renglón seguido, el diario catalán suelta este editorial que es el que, a juicio nuestro, nos debe poner a pensar en estas latitudes latinoamericanos en donde diversos grupos revolucionarios, con mayor o menor énfasis en unos y otros países, persisten en empuñar las armas como único medio –según ellos-, de presionar el cambio de las cosas que ciertamente no son buenas, o mejor, están muy mal llevadas, al decir de tirios y troyanos, esto es, desde una honesta perspectiva de derecha hasta el apasionado análisis de la izquierda:
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Dogmas y lecciones de un desenlace feliz

Los cooperantes catalanes de la ONG Barcelona Acció Solidaria, Roque Pascual y Albert Vilalta, fueron liberados ayer tras 268 días de secuestro a manos de Al Qaeda del Magreb Islámico. El feliz desenlace de este secuestro ha confirmado que se han satisfecho ciertas demandas políticas y económicas de los secuestradores. Y a su vez, vuelve a destrozar el mito, que algunos quieren elevar a categoría de dogma, que dice que el estado «no negocia con terroristas» y «nunca cede al chantaje». La entrega del considerado cerebro del secuestro, Omar Sahraoui, desde Mauritania a su país natal, Mali, y el pago de un rescate millonario, que es un secreto a voces, así lo atestiguan. El Estado español ha cumplido con lo que pedían los secuestradores; económicamente con el pago del rescate, y facilitando mediante presión diplomática el cumplimiento de la demanda política, el traslado del cerebro de la operación. No lo confirmará, como no lo hace ningún estado, pero sí lo ha hecho, como lo han hecho todos los estados.
Canadá, Austria o Alemania ya habían actuado de la misma forma cuando sus ciudadanos estaban en poder del mismo grupo. Israel negocia con Hamas la liberación de su soldado Shalit o con Hizbulah la recuperación de los restos óseos de sus pilotos derribados. Estados Unidos negocia y paga a Abu Sayyaf por la liberación de sus misioneros en Filipinas; Corea del Sur, China o los armadores vascos negocian y pagan a los piratas somalíes. Los ejemplos no tendrían final posible. Y demuestran que cuando se trata de resolver problemas, la negociación y el hacer concesiones son instrumentos de sentido común y, no por ser negados u ocultados, ampliamente utilizados.
Hoy es un día para celebrar la suerte de los dos cooperantes catalanes. La fortuna, sin embargo, es una rueda cuyo movimiento nunca deja gozar largo tiempo de felicidad. Volverán a producirse hechos de este tipo. Que la cultura de la negociación se imponga siempre a los dogmas y tabúes de estado. Lo celebraríamos todos.
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Epílogo
En nuestro caso colombiano, podría agregarse al editorial de GARA, la liberación del canciller de las Farc, Rodrigo Granda, como anticipo de la liberación de Ingrid Betancourt que finalmente parece que, inclusive con la venia de las Farc, se disfrazó de ingenioso rescate (Operación Jaque) que ya anda por ahí en el celuloide, como se le decía antes a la industria de Hollywood,

23 de agosto de 2010

Sacando las uñas

Quizás, el presidente JM Santos deba su elección más a Pastrana que Uribe. Quizás, también, ello explica el porqué la alta cuota que “sin querer queriendo”, ha alcanzado en el nuevo gobierno el ex presidente Pastrana.
Es evidente que la nueva administración arranca dominada en partes muy sensibles de la formación de gobierno por la élite pastranista: Juan Carlos Echeverri, en Hacienda; Juan Camilo Restrepo, en Agricultura; Hernando José Gómez, en Planeación y, si nos apuramos, el mismo presidente Santos quien fue su ministro de Hacienda.
En la trama de la política cruzan caminos que sólo la especulación explica y la historia recoge como hipótesis… Nada más.
En ese orden de ideas, al caer el referendo reeleccionista que daba a Uribe una segunda oportunidad de reelección, saltaron del partidor aspiraciones presidenciales que se mantuvieron represadas a lo largo de –y largos- ocho años. Era un manojo de candidatos sedicentes uribistas mientras Uribe mantuviera el cetro… Nada más.
El único realmente uribista hasta los tuétanos –y es aquí donde empieza la trama- era “Uribito”, ese ministro de Agricultura que al cabo del tiempo pocos recuerdan ya por su propio nombre de Andrés Felipe Arias.
Todos los demás; Santos, Noemí y Vargas Lleras tenían –y tienen- su historia antiuribista: Santos le hizo oposición desde el predio liberal hasta que lo reclutó a su cauda; Noemí llegó a decir que elegir a Uribe era elegir a Carlos Castaño (el poderoso paramilitar) y, Vargas Lleras se atravesó como ningún otro a su reelección, al punto de jugarse un retiro anticipado del gobierno, lo que le costó un ojo de la cara, metafóricamente hablando y, literalmente, dos dedos de la mano.
En algún momento de la campaña estos aspirantes tuvieron que llegar a la lapidaria conclusión de que el candidato a derrotar era Uribito, y por nock out en el primer round, si de verdad querían ganarle el pulso a Uribe.
La especulación que sigue es sencilla: si Uribito hubiera ganado la consulta interna del conservatismo a Noemí, es indudable que las fuerzas uribistas se habrían ido con Uribito antes que con Santos… Y, colorín colorado, el cuento para el delfín de El Tiempo, habría terminado.
En el escenario entra entonces Pastrana. Agrupa a sus insobornables generales en torno a Noemí. La lucha se torna cerrada. Casi, casi de hecatombe. Finalmente, en alguna mesa electoral del Valle, precisamente donde el gobernador Abadía jugo su corazón a Uribito y le costó el puesto, a Noemí le aparecieron los “milagrosos” 33 mil votos con los que derrotó al clon.
De aquí en adelante, la historia ya resulta lógica: Uribe- Santos conforman un matrimonio de conveniencia, es decir, a la fuerza y por sólo tres meses que durará la campaña. Por eso, al llegar a la Presidencia, Santos empieza a desprenderse del cohete-madre como las cápsulas espaciales cuando alcanzan la órbita. Ahí se mantendrán algunas formalidades, como resultan ser esos encuentros sociales entre parejas divorciadas… Nada más…
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Sacando las uñas: Mientras mis asesores están siendo llamados al nuevo gobierno, los de Uribe están siendo llamados a indagatoria: Andrés Pastrana.

4 de agosto de 2010

El legado de Uribe

Dentro de poco terminará oficialmente el gobierno del presidente más popular de todos los tiempos que haya ocupado el solio de Bolívar en Colombia: Álvaro Uribe Vélez. Ese sólo hecho podría catapultarlo a la historia sin más comentarios.
Su legado indiscutido entre sus fan –y el más discutible para mi- es la seguridad democrática, entendida ésta como cada quien quiera entenderla y acomodarla a su propia circunstancia, conveniencia e inteligencia. Una clara definición de esta ‘Seguridad Democrática’ podría ser algo tan maquiavélico y anticristiano como que el fin justifica los medios. Algo que en términos castrenses como los que rigieron al país en estos ocho años que han pasado a llamarse “la era de Uribe”, podría calificarse como el gobierno de… primero los resultados antes que las reglas. Y eso le bastó para pasarse por la faja –como se dice vulgarmente hablando- toda la cultura ética y moral, y la estructura jurídica de este país que acaba de cumplir dizque 200 años de independencia.
Se que no resulta agradable la comparación, pero la despedida que los colombianos del montón le están dando a Uribe, a pesar de los escándalos de sus allegados, de sus familiares y de él mismo, es muy parecida a la despedida bañada en lágrimas que los antioqueños dieron a Pablo Escobar, el capo de capos de todos los tiempos a quien, pese a todo, aún le llevan flores al cementerio y prolongarán su recuerdo más allá de Gardel.
Uribe vivirá en el recuerdo de esos colombianos que hacen perdurable la historia porque la guardan en el corazón y la transmiten con candorosa ingenuidad de boca en boca hasta la eternidad… Pero si alguien pudiera amarrar su existencia a la longevidad de la misma historia podría contar que la gente de su tiempo adoró a Uribe a pesar de…
1.- Haber llegado a la Presidencia en el 2002 combinando todas las formas de lucha, especialmente la armada a manos de paramilitares que ahogaron en sangre a los opositores, cuyas tumbas a cielo abierto apenas empiezan a aflorar.
2.- Haberse tejido la idea de que la muerte “accidental” o el asesinato de otrora cercanos amigos suyos cuyas investigaciones murieron también en las gavetas judiciales (Pedro Juan Moreno, por ejemplo), se debieron a que sabían demasiado.
3.- Haber comprado mediante cohecho una reforma constitucional que le permitió su reelección en el 2006.
4.- El escandaloso enriquecimiento ilícito de sus hijos mediante el uso de información privilegiada, el tráfico de influencias y el favoritismo de autoridades que se plegaron a sus intereses por orden o insinuación del papá-presidente; o mera lambonería subalterna.
5.- Abrir las puertas del Palacio de los Presidentes a mafiosos (el alias Job –que se sepa hasta ahora), entrando por detrás a llevarle información o recibirle órdenes sobre el espionaje que montó contra la oposición, la Corte Suprema de Justicia, los periodistas críticos de su gestión, los sindicalistas inconformes y hasta contra sus propios servidores inmediatos.
6.- El pago de recompensas por manos amputadas como prueba fehaciente de traiciones entre guerrilleros que supera con creces la conquista del Viejo Oeste a manos de los pistoleros gringos.
7.- Las interceptaciones ilegales del DAS que servirán de guiones a los futuros cinematógrafos nacionales e internacionales hasta bien entrada esta centuria del XXI, y que estimularán el masoquismo de futuras generaciones de la misma forma y manera como nos atraen hoy las sangrientas historias judías y su dios protector; las conquistas romanas y, más acá para abreviar, los bombazos de Hiroshima y Nagasaki, el exterminio judío o las clamorosas y a veces glamorosas Brigadas Rojas…
8.- Los escándalos de las yidis-políticas (en plural) para resumir todo lo que fue la profunda corrupción que Uribe inoculó a un Congreso que prometió curar o cerrar.
9.- Los agros-ingresos-seguros (también en plural) para resumir todo el favoritismo clientelista que hasta última hora de su gobierno (literalmente hablando) se practicó.
10.- La entrega total de la soberanía nacional al Imperio estadounidense, prestándose además como pívot para golpear a los vecinos indisciplinados.
La más somera puntualización de la era Uribe resultaría extensa y no queda más que poner punto final en cualquier parte, en tratándose como es el caso, de una mera columna periodística.
Pero sería bueno –finalmente- preguntarle a los hombres sabios si en su inteligencia se explican la adoración popular a Uribe por parte de un pueblo que deja en el más alto desempleo del continente latinoamericano; con la pobreza manifiesta en uno de cada dos colombianos; con los enfermos muriéndose a la puerta de los hospitales por falta de atención médica; con una diáspora de 5 millones de desplazados; 30 millones de pordioseros viviendo de “Familias en Acción” y del Sisbén; ciudades como su propia Medellín en poder de las mafias o la Cali de hoy bañada en sangre.
Quisiera preguntarle a quien sepa responderme si la seguridad democrática de la que tanto se ufana no le dio ni para salir de Palacio a vivir en paz con su familia, como lo hicieron todos sus antecesores, y tener que refugiarse en un bunker de la policía con dos anillos de seguridad a su alrededor para que sólo tengan acceso al ex presidente los mismos que le rodearon como presidente que no fueron propiamente los colombianos de mayor pudor… de los que también habrá que abrir capítulos anexos a la historia de Uribe para que las futuras generaciones no se pierdan ni un detalle del candidato a la inmortalidad.
Mientras no se me explique este contrasentido, seguiré creyendo que el poeta Epifanio Mejía, el mismo que compuso ese hermoso himno antioqueño que dice (…) “llevo el hierro entre las manos porque en el cuello me pesa”, tenía razón cuando en sus atardeceres se paraba en el balcón de su casa en Yarumal diciendo… “Todos estamos locos, dice la loca, qué verdad tan amarga dice su boca”.

16 de julio de 2010

El concierto de Santos apenas comienza

Uno pudiera llamar locos a unos espectadores que en el preámbulo de un concierto empezaran a aplaudir la templada de los instrumentos.
Hay mucho entusiasmo mediático con el nombramiento de Juan Camilo Restrepo en el Ministerio de Agricultura; como hay mucho entusiasmo, también mediático, con el acercamiento de Petro a Santos sobre la base de comprometer al nuevo Presidente con una política de tierras que resarza a los campesinos de la vieja deuda que desde los lejanos años de sus ancestros aborígenes hasta hoy, los dueños del establecimiento han venido acumulando con ellos.
Me supongo que el entusiasmo de los opinantes mediáticos se debe más a la emoción personal y grupal que sienten por las nuevas caras en los carros oficiales, que en el caso de Juan Camilo proviene de otro trono, el de Pastrana (Hijo), que va pasando a la historia con más pena que gloria.
Si alguien con buen juicio nos dice que el desempeño de Juan Camilo como ministro de Hacienda fue bueno, obviamente desde el punto de vista social, en lógica esperemos también que sea bueno su ejercicio, socialmente hablando, como ministro de Agricultura.
En esos términos sociales de Juan Camilo como ministro de Hacienda, podríamos recordar que enfrentó la caída del UPAC (Unidad de Poder Adquisitivo Constante) decretada por la Corte Constitucional con ponencia del magistrado, José Gregorio Hernández, con la creación de otro UPAC (la UVR: Unidad de Valor Real), que hoy tiene a los deudores hipotecarios tan ensartados en una deuda sin fin como lo estaban antes; y que diseñó un plan de rescate financiero que le costó al Estado unos 12 billones de pesos de 1998, en vez de haber diseñado un plan de rescate social de los deudores hipotecarios que habría logrado con la mitad de lo que le costó el financiero.
Es difícil entusiasmarse con un neoliberal en el Ministerio de Agricultura, adelantando una política social agraria que por necesidad tiene que basarse en subsidios agrícolas y créditos de fomento (para los campesinos, se sobreentiende), que precisamente es lo que ha mandado a recoger el neoliberalismo en estos últimos 20 años, a pedido del FMI, el Banco Mundial y la OMC. Retornar a esa política, sería romper con la ortodoxia económica impuesta por estos organismos, y no creo que el entusiasmo llegue a tanto.
El caso Petro-Santos alcanza la misma connotación por el lado de Santos: un neoliberal que ha hecho neoliberalismo desde el inicio mismo desde su ya lejana carrera burocrática. No se por qué dicen que lo adoran en la Federación de Cafeteros ya que, en su ejercicio como representante de Colombia ante la OIC (Organización Internacional del Café), Estados Unidos le dio el golpe de gracia a esa organización que mantenía la estabilidad de los precios por fuera de la especulación del mercado. La OIC era a los países cafeteros, y Colombia era alternativamente con Brasil el primer país cafetero del mundo, como lo es hoy en día la OPEP a los países petroleros.
Si uno admite que Petro es inteligente (y Petro es inteligente), no se entiende entonces por qué se acerca a Santos dizque a que le compre el discurso de tierras. Eso es como comprar un tiquete al infierno y esperar ir al cielo. A no ser que Petro ande más bien en busca de un interés particular y haya puesto de mampara esta solemne y maltratada bandera social.
En su columna de El Tiempo (15-07-10), Hommes da unas puntadas muy sutiles sobre la difícil tarea que le espera a Juan Camilo, especialmente en el orden legal, si es que quisiera entregar parte de las tierras en poder de los narcos y los paramilitares a los campesinos.
En sus propias palabras, lean: (…) “La solución no es solamente un reto jurídico, sino que se ha convertido en un problema político porque los grandes propietarios temen que con ella se le abra un boquete al derecho de propiedad (que en Colombia ha sido mucho más sagrado que la vida). No se augura, entonces, que el Congreso facilite una solución. Pero si alguien puede lograrlo es Santos durante su luna de miel, porque cuenta con una mayoría abrumadora. Si a lo anterior se le suma que el ministro a cargo es un prestigioso conservador con aspiraciones presidenciales, es mayor la probabilidad de éxito del proyecto. Si este se traduce efectivamente en un programa exitoso de distribución de tierras a los campesinos con adecuado respaldo técnico y financiero, puede llevar a Restrepo a la Presidencia en un futuro”.
Y ahí es donde se equivoca Hommes. Nadie en Colombia ha llegado a la Presidencia porque lo quieran los campesinos, sino porque lo imponen a conveniencia los empresarios, entre quienes están, y por supuesto, los terratenientes con esa reverencia tan sagrada a la propiedad privada que hizo que en 1978 impusieran a Turbay por encima de Lleras Restrepo, a quien ya le habían revocado su reforma agraria mediante el Acuerdo de Chicoral con el que le pagó Pastrana (padre) todo lo que hizo, hasta robarse las elecciones, para que él fuera Presidente.
Colofón: cito con frecuencia a un locutor argentino que cuando la pelota pega en el palo y la gente se levanta a celebrar, con el mismo entusiasmo con que venía narrando la jugada le dice a los fanáticos: “no lo griten, no se besen no se abracen”…

7 de junio de 2010

El estado y el crimen

Antonio Alvarez-Solis
Periodista

Comienza su reflexión Alvarez-Solís poniendo en tela de juicio la definición de la palabra «crimen» si su acepción viene determinada por lo que establece un Estado deslegitimado por la situación social actual. Un Estado que no duda en calificar de «viciado y abusivo [...] donde la justicia es transeúnte y capciosa».


Lo más inconveniente del momento histórico que vivimos es la desmedulación de las palabras, su pérdida de identidad. ¿Verdaderamente qué quiere decir lo que se dice? Por ejemplo, a qué se refiere concretamente la voz «crimen». Según la lengua castellana certificada por la Real Academia, que la cela y la esclarece, «crimen» equivale a algo tan amplio como la comisión de un delito grave. Pero para definir el delito es preciso, ante todo, saber cómo ha de contrastarse con la justicia y con la forma en que el Estado -ese gran coto de caza en donde actúan las escopetas poderosas- concibe e interpreta esa justicia. Ahí empieza Cristo a padecer ¿Estamos viviendo un mundo justo? Es decir: ¿puede el Estado actual decir que administra con veracidad algo a lo que debamos llamar justicia? ¿Qué significan la Trilateral, el Club Bilderberg, la Ronda Doha, el poder judío internacional...?

La situación social desmiente que la justicia real sea ese conjunto de normas y métodos que maneja el Estado. El Estado siempre ha sido una herramienta de la clase dominante puesta en manos de sus minorías depredadoras. Pero en el momento actual esa depredación ha alcanzado su máximo límite de descaro, de impudicia. Es una depredación doble y ostensiblemente armada. Una impudicia que se corresponde con el grado de deterioro moral que corroe el sistema orgánico estatal. ¿A qué llaman realmente justicia los maquinistas del monstruo estatal, con vida propia e independiente?

Busque cada cual, en la historia de la filosofía del Derecho, el metro de iridio para definir la justicia. Para mi visión iusnaturalista, la justicia enraíza en la igualdad. Pero también debemos tener un concepto claro de la igualdad. Yo me quedo con la definición de Cesare Beccaria, el gran creador del Derecho penal moderno: dice el maestro Beccaria que la justicia tiene como base una voluntad de convivir con los prójimos de modo que todos tengamos dignidad de personas, de forma tal que podamos construir con ella la ciudad de los pares. Dignidad.

A propósito de esto último, el profesor Recasens Siches cita a Antonio Genovesi, humanista también italiano del siglo XVIII «que pone como fundamento de la justicia -la principal administración del Estado- la igualdad de los hombres en cuanto tales» y añade el Dr. Recasens una frase textual del gran Genovesi: «En todo país donde se cree que los hombres no son de una misma especie sino que unos son hombres-dioses, otros hombres-bestias y, otros, semihombres, no puede reinar sino la injusticia».

Bien, ya hemos llegado a Pénjamo. Ya se ven las negras cúpulas de su Estado viciado y abusivo. Un Estado donde la justicia es transeúnte y capciosa, donde la igualdad es una otorgación unilateral de los que conceden a los que mendigan, donde la libertad está encorsetada en leyes en las que el interés de los pocos o el capricho forman su sistema cardiovascular. ¿Es eso a lo que llaman los hierofantes Estado de Derecho? Tengamos valor para el lenguaje, sobre todo ante quienes dicen batirse desde el blocao sindical por los trabajadores a los que no sabemos si consideran hombres-bestias o semihombres.

Espero que algún día los dirigentes de Comisiones Obreras o de la UGT hayan de explicar el sistema de señales que unía sus corazones con la cúpula del poder irrestricto. Dirigentes hechos con los recortes del latón con que protegen su Estado los que dicen tener la ley dictada en el Sinaí.

Creo, sin embargo, que estamos perdiendo el tiempo ocupándonos de quienes dicen dirigir el Estado en vez de ocuparnos del Estado mismo. Mientas exista ese Estado, tres veces secular, el crimen, y con ello volvemos al principio de esta modesta meditación, seguirá creciendo como «un delito grave». Hablamos del crimen social, que es mucho más grave y sangriento que el crimen al menudeo definido de mil maneras distintas en los códigos penales.

La identificación de este tipo de crimen es el crimen universal: la explotación del hambriento hasta su muerte física, la deslegitimación de los pueblos hasta dejarlos inermes moralmente, la extensión del negocio de la guerra como una donación de seguridad, la conversión del trabajo en una mercancía absolutamente desprovista de su dimensión humana, la globalización cultural como esterilización de las conciencias generadas en la sucesión del tiempo y en la identidad del lugar, la eliminación de las referencias para sumirlas en una única y dogmática exigencia, la imposición del negocio sobre las necesidades, la lógica construida tras el fin que se desea alcanzar, las iglesias que eliminan con los catecismos el sentimiento religioso como un «religare» del alma con el mundo... Todo eso es un «delito grave». Todo eso es crimen. Todo eso es Estado, fuerza bruta, acción armada, justicia prevaricadora, economía de asalto.

¿Pero quién puede restaurar la política para que constituya una conjunción realmente democrática; una República en todos sus precedentes históricos frente a la autocracia, la monarquía, la dictadura, el fascismo moral y material? No pueden culminar esa aventura las naciones que se han travestido de Estados. Esas naciones han destruido su creadora horizontalidad social para alzar una exánime pirámide que se exige a sí misma para sostenerse. Lo que sustituya al Estado ha de estar formado por confederaciones de intereses que rijan la nación libre y la etnicidad que sirva de molde a los acuerdos multigenerados en encuentros de base y en activas participaciones. Hacer lo que realmente se desea solamente es posible si se sabe en profundidad lo que se desea. En el contacto de todas las instituciones que han brotado del quehacer y el deseo cotidiano de una comunidad surge la perfección de lo que se hace.

Pero esas instituciones seculares y naturales han sido agostadas por el Estado y sus órganos rígidos y soberanos. Los parlamentos ya no valen, la justicia se tambalea, el poder ejecutivo está intervenido por quienes viven al margen de las urnas y tienen los recursos suficientes para encontrar quienes las rellenen. La división de los poderes ahora clásicos es una coartada para gobernar al margen de las auténticas ideas que viven acobardadas en la cueva de una intimidad pocas veces revelada. Hay que eliminar esos tres poderes -del que sólo uno es realmente válido por su capacidad de creación normativa, aunque sea sirviéndose del parlamento y la administración de justicia- y retornarlos al control auténticamente popular.

La ejecutividad del poder ha de trocearse de forma que la ciudadanía pueda personificarlo de modo directo y trabarla en acuerdos con auténtico contenido de conciencia. Dirán que se pierde efectividad con esa multiplicación de instituciones y formas sociales, pero pregunto ¿de qué efectividad hablan los que piensan en esa extraña eficacia que nos ha llenado de automovilistas y nos ha privado de peatones? Necesitamos refundar la libertad de opinión pública, pero necesitamos con mayor urgencia crear esa opinión pública que ahora se ha convertido en mostrenca. ¿Quiénes pueden encargarse de construir el arca para superar el diluvio que nos lleva? Evidentemente naciones y pueblos que no estén agusanados por el Estado; es irritante decirlo, pero se trata paradójicamente en muchos casos de pueblos que están bajo el pie de la ley por cometer todos los días el «crimen» de la libertad. Naciones sin Estado capaces de construir la república del Ática o el pueblo de las colinas de Roma. No se trata de retroceder en la historia sino de liberarla de sus plagas. Hacen falta pueblos en la calle. Pueblos para entender a los pueblos, gentes, ciudadanos capaces de recuperar el pulso libre, que siempre es un pulso peligroso. Pero...

31 de mayo de 2010

Todo sí vale

Resulta difícil incluir en un somero análisis todos los elementos que pueden influir en unos resultados electorales, y más en un país como Colombia, atravesado por unos ejes culturales escasos de moral ciudadana, o mejor, devoto de la “Virgen de los sicarios” del escritor Fernando Vallejo.
En un país, donde el 60 por ciento de la población laboral es informal, las elecciones no son ese momento en que “todos somos iguales” en el altar de la democracia, sino la oportunidad de levantarse unos cuantos pesos para echarle algo caliente al estómago.
A los desahuciados de la salud y la educación; de la vivienda y la justicia y del sinnúmero de derechos sociales y económicos que rezan en la Constitución (¡nada más!), no les interesa quien gane o pierda una presidencia: ellos hace años concuerdan con León de Greiff en que su vida… de todas maneras la tienen perdida.
Esta masa inmersa en el potencial electoral conforma la abstención que de 15 confrontaciones presidenciales en los últimos 52 años, ha ganado 12. Así que por una u otra causa, estos ensimismados no juegan: ¡pero meten unos goles desde la banca!…
Dentro de la minoría que elije, está el secreto. Dentro de esos 14.5 millones (para el caso colombiano), que salen al campo electoral a disputarse el triunfo, lo primero que sobresale son los árbitros de la contienda: el gobierno que es el juez central, y luego los medios de comunicación que fungen de laterales, junto con sus encuestas que podrían ser algo así como los recoge-bolas.
El ingenio popular, que resulta patético siempre, ha acuñado la frase que sirve de epílogo: el que escruta elije.
Ahí es donde uno se topa con unas reflexiones políticas inescrutables: gente que no tiene en qué caer muerta votando por la “seguridad democrática”, dizque porque de pronto se nos vuelve a meter la guerrilla; gente votando por quien le diga el patrón porque si no pierde el puesto que le dieron hace 15 días, que de todas formas perderá una vez pasen las elecciones; gente votando por el que más garantías ofrezca de romperle la cara a Chávez…
Esos son los ejes de la campaña electoral. Quien no juegue así, está perdido. Hablar de legalidad democrática o de equidad; de desmontar los privilegios empresariales y de racionalizar los impuestos; de castigar la tierra ociosa y devolvérsela a sus verdaderos dueños, no, qué va; de avanzar en la gratuidad educativa o en desprivatizar la salud; de procurarle vivienda digna a los pobres o de volver a tapar los ojos de la justicia: no hombre, sea serio: aquí el problema que atraviesa toda la política colombiana es Chávez y Tiro Fijo. Y la gente no percibe que por entre los intersticios de esos ejes se nos meten los paramilitares y narcotraficantes con más fuerza hoy que ayer pero menos que mañana, como dice el tango, y “el gringo ahí”, con más poder, injerencia y dominio sobre lo que resta de nuestra soberanía nacional que se pone patas arriba cuando le hablan de Chávez y mansita, como una gata en celo, cuando del imperio se trata.
Tras los resultados electorales de ayer en Colombia en donde el continuismo de todo este lodo moral y desastrosa gestión social que anega al país ha sido refrendado en las urnas, no queda más que admitir que en Colombia, el todo, sí vale.
Por supuesto, este análisis no exime a la oposición de sus errores. Hace cuatro años, el Polo se asomó a la alternativa de poder más seria que haya tenido Colombia en los últimos años, pero Lucho y Petro se encargaron de retrasar el reloj de la historia.

16 de mayo de 2010

El miedo como herramienta política

Los riesgos de las sociedades en transición postmiedos
Colombia ante el proceso electoral
Robinson Salazar Pérez
Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa, México
Especial para ARGENPRESS.info
Sábado 15 de mayo de 2010


El miedo

El miedo es un factor político efectivo al ser utilizado como herramienta política de control social por regímenes autoritarios, para amedrentar las voluntades colectivas predispuestas a la protesta, asimismo sirve para neutralizar al adversario, confinar a los habitantes de un territorio al ambiente de la vida privada y desalojar los foros públicos de voces opositoras.

Existen miedos ancestrales vehiculizados a través de la tradición oral y los aprendizajes entre comunidades y generaciones; algunos otros tienen residencia permanente en la memoria infantil e incluso prolongados hasta los años de la senectud, provocan pánico, temores e inseguridad; no desdeñemos los que provienen de libros y novelas y adquieren la configuración moldeada por nuestro imaginario de acuerdo a las circunstancias materiales en las cuales vivimos, la coyuntura durante la lectura y los vínculos de la historia escrita con algunos retazos de nuestra vida cotidiana.

La memoria tiene la doble virtud de por un lado, almacenar cantidades de imágenes, información, cifras y rostros a través del devenir de la persona quien la ejercita, y por otro, relacionar, enlazar y construir escenarios con todos los objetos memorizados e imaginar cuadros dantescos u horrorosos que vulneran la estabilidad del sujeto portador. De ahí la memoria como factor estratégico para reflexionar pero a su vez zona de vulnerabilidad en el ser humano.

En esta perspectiva, el miedo se ha convertido en un mito, sin ninguna atrevida pretensión humana a desafiarlo acumuló fuerza y se coloco inalcanzable, amenazador, vigilante y al asedio, sin posibilidad de ser alterado pero codiciado por muchos para utilizarlo como herramienta de dominio, control o imposición de voluntad sobre los demás.

Cada vez que la sociedad en general da muestra de avance, ya sea en el campo de las ciencias, las artes, el desarrollo inmobiliario, la democracia o uso de nuevos instrumentos en materia de tecnología, el miedo aparece como sombra del pasado y fantasma del futuro para atrapar las mentes débiles y orientar a grandes segmentos de la sociedad a actuar con cautela, temerosas y hasta aferradas a creencias y signos del pasado que le roban el derecho de ser libre.

Por lo anterior, el miedo lo hemos colocado en la bandeja de entrada de nuestro software humano para temerle a la vejez, la violencia, la muerte, al hambre, los accidentes, las multitudes, las riñas, los desastres naturales entre otros hechos fuente de dolor, desengaño, fracaso o pérdida material.

Sociedades que viven con miedo

Con el advenimiento del neoliberalismo y la tendencia universal de la globalización, cuyos resultados más notorios fueron el debilitamiento del estado, la reducción de los campos de acción donde operaba, la desregulación del mercado y la difuminación de las fronteras, el concepto de soberanía y autonomía estatal quedó desvanecido, los gobiernos se asentaron sobre tierra movediza y la gobernabilidad estuvo sujeta a las pretensiones de los organismos internacionales y empresas financieras que cada día ganan mayor control sobre las naciones y el mundo de las finanzas, actúan como poder de facto y ponen en entredicho la función de un gobierno nacional.

El Estado no tuvo capacidad para atajar los grandes problemas, dejó de orientar la economía, renunció a cargar de subjetividades a la ciudadanía y dedicó su esfuerzo en administrar la cosa pública sin un horizonte definido, una meta a medio y largo plazo y a sufrir los vaivenes que el mercado y “su mano invisible” generan a cada momento.

La sociedad no tuvo un referente de interlocución, pues en estas condiciones el estado no dialoga, sino impone, los partidos se convirtieron en espacios de trabajo y generadores de actos ilícitos, acciones fraudulentas y a representar a las empresas sin importarles ser electos por segmentos de la sociedad que aun estaba impávida por carecer de representación política.

La auto representación sustituyo el lugar de los partidos, en otras ocasiones los movimientos sociales reivindicaron la representación múltiple y defendieron lo que los partidos no hacen o están imposibilitados de hacer porque renunciaron a mantener el lazo social con los grupos humanos y prefirieron las reuniones y juntas con lobistas y representantes de empresas para legislar a favor de los intereses empresariales.

La sociedad paulatinamente se ausento de lo público, las calles, parques, esquinas, espacios de recreación, junta de vecinos y asociaciones comunales perdieron fuerza y capacidad de aglutinamiento, el individualismo forjó la idea del hombre libertario en la medida del consumo sin restricción alguna, que puede comprar y vender todo lo deseado como el ejercicio pleno de la libertad del mercado, de ahí puede realizar sin menoscabo la venta y a su vez compra de sus servicios, sexo, órganos, propiedades e hijos, por ello es común que la justicia, las nuevas legislaciones, las decisiones de estado, puedan ser subastadas en el mercado de la ilicitud y adquiridas por todo aquel que goza de los recursos económicos y los vínculos con el crimen organizado.

Con el mercado como vector social de nuestra sociedad afrontamos todos los riesgos, vivimos un Estado esquizoide, desarraigado de la sociedad, sin lazo social, sus discursos no tienen resonancia social, no describen los asuntos torales de la sociedad, tampoco dibujan la representación política en el imaginario del ciudadano; sus tramas están ligadas a situaciones caóticas o certezas lejanas, no deposita cemento social entre Estado y sociedad, exige obediencia pero desobedece el mandato de las normas morales instauradas y válidas, en fin, es un ente administrativo sin presencia en la subjetividad colectiva y percibido como nocivo para el futuro de la gran mayoría.

Sin representación política ni garantía de sus derechos, la sociedad contemporánea se desliza entre miedos y terrores, incertidumbre y nostalgia, silencios ocultos y confinamiento privado y evade todo aquello que lo coloca cerca del peligro, de ahí la elección de espacios menos institucionalizados, y la preferencia a actuar la mayor parte de su vida en la cotidianidad, los debates públicos no son círculos llamativos para ordenar nuevas ideas y prefieren permitir que la televisión o radio le forje la opinión pública y eso le basta para tejer tema de conversación con otros.

El miedo reside en la persona y ella tiene como refugio el espacio privado, ahí se esconde, rumia, duerme con esa pesadilla que lo encierra en sí mismo, pero si colapsa el espacio privado y la frontera porosa entre lo público y privado es diluida, el terror hace presa a la persona, la visibiliza ante los ojos escrutadores de la autoridad pública, es controlada en todos los desplazamientos y llega a un estado de ostracismo enfermizo hasta la autodestrucción.

Existen otras derivaciones de miedo provenientes del grifo de la política, caso tal de la traición como algo extraño y peligroso que vulnera las fibras sensibles de todo andamiaje institucional; el terrorista una figura creada por el Estado para aplicarla a todos quienes estén en contra de las políticas y leyes impuestas aun cuando no gocen de legitimidad, en busca ante todo de destruir la opción de la acción directa como recurso de la oposición para deponer un gobernante alejado de la confianza ciudadana.

Militarismo y miedo en América Latina

América Latina desde los años sesenta ha soportado los experimentos y aplicaciones de políticas hegemónica que los Estados Unidos instrumenta para defender sus intereses, blindar sus fronteras para “evitar” que los acontecimientos de nuestros pueblos incidan en su territorio, controlar los flujos migratorios, apoyar los inversores norteamericanos y fomentar el miedo en los lugares donde nacen focos de resistencia a la política del despojo; a su vez imponen una política de sometimiento férrea para domesticar a los gobiernos, privatizar los recursos naturales, apropiarse de las riquezas que producen los países latinoamericanos y desvertebrar las luchas populares de esta parte del continente.

La primera estrategia militar instrumentada en la desestructuración de los movimientos populares entre los años 1960-1970, fue la golpista, apoyados en la organización castrense nacional dependiente de la asistencia económica, logística e instrucción de los centros de apoyos que suministraban los recursos necesarios, asimismo los organismos internacionales guardaban vínculo estrecho con el Departamento de Estado Norteamericano, la Central de Inteligencia –CIA- y el Pentágono con la intención de cerrar pinzas sobre el país a atacar. A su vez, abrieron un zaguán informativo y de inteligencia militar para que los organismos de Estado de Norteamérica, acopiaran información, elaboraran parte de la política exterior hacia las naciones del sur y sometiera la política de los gobiernos latinoamericanos a las prioridades del coloso del norte.

La revolución cubana en 1959 fue el pretexto que enarbolaron para desatar la militarización creciente en nuestras naciones, bajo la bandera del virus rojo, el castrocomunismo, el interés de la URSS en la región y la proliferación de las guerrillas. Este ramillete de argumentos desató la primera guerra de exterminio por todo el subcontinente, a pesar de que no existía, por las condiciones reales de existencia en la población por las incipientes estructuras políticas y el trabajo organizativo débil para una insurrección, no contaban tampoco con organicidad radial propia por la dispersión de las fuerzas que anulaban la posibilidad de cambio revolucionario, lo sucedido en Cuba tenía ingredientes genéricos y muy específicos de la isla, no era una circunstancia repetible ni cabía la clonación para las otras naciones.

El interés invisible de la primera acción intervencionista militar a través de los golpes castrenses fue el de aniquilar la incipiente organicidad que venía constituyéndose en los sindicatos, descabezar los nacientes movimientos comunitarios y proscribir a los partidos de izquierda, llámese comunista o socialista. La fortaleza industrial de países como Argentina y Brasil fue objetivo a desmantelar, destruyendo las iniciativas que los gobiernos nacionalistas habían heredado a su pueblo; las minas de Chile, Bolivia y Colombia fueron punto de atención para desaparecer los sindicatos mineros y desalojar las ideas nacionalistas que en ellos gravitaban. La cintura centroamericana, repúblicas que surtían el mercado norteamericano y centro de inversión en productos agrícolas, fue presa de “coronelazos” que se sentaron en el poder para garantizar las propiedades de las compañías norteamericanas.

El predominio económico, el fortalecimiento de la dependencia industrial y militar y la apertura de los mercados de manera inmisericorde para la inversión extranjera, principalmente norteamericana, fue el principio básico que orientó la política hegemónica de los Estados Unidos en la región.

Aun así, bajo ese estado de terror, los movimientos populares y las organizaciones de izquierda persistieron en su lucha y de la guerrilla sembrada (A) inducida y sin un trabajo previo de organicidad y logística militar, se pasó a la guerrilla creciente (B) donde esta segunda etapa trazó puentes dialoguistas entre sindicatos-partidos de izquierda, movimientos campesinos-estudiantes.

Ante la recomposición de los movimientos insurgentes y la combinación de todas las formas de lucha, pero con énfasis en dos ejes: la movilización popular y la lucha armada, la estrategia norteamericana mutó y se situó en la Doctrina de Seguridad Nacional (DSN), cuyas coordenadas de la represión giraron en: desestabilizar gobiernos no afines a su política hemisférica, desindustrializar a los países que habían iniciado una tendencia de organización de las economías nacionales, redireccionó el uso de los medios masivos de comunicación en tareas desinformativas para boicotear gobiernos mediante acontecimientos guardados en el silencio, noticias descontextualizadas, estigmatizaciones, criminalizaciones sensacionalistas que encubrían la saña de los militares contra el pueblo.
En ese tenor las tareas de espionaje tomaron mayor relevancia para secuestrar, eliminar o desaparecer líderes populares, pero ante todo identificar como países problemas a todos aquellos con recursos estratégicos que garantizaran la reproducción del sistema imperial capitalista norteamericano: petróleo, minerales, recursos naturales estratégicos y genuflexión por parte de los gobernantes para modificar leyes y garantizar la inversión foránea.

La DSN coincidió con dos factores importantes: La crisis del petróleo y la configuración de la Trilateral en 1973, donde los países potencia, bajo la égida norteamericana definían el rumbo del capitalismo y la guerra frontal contra la alternativa del campo socialista.

Con la estrategia de DSN se abrió el capítulo de guerra psicológica (psicosocial-Miedo), cuyo núcleo era sembrar el miedo y terror en la ciudadana; la oposición frontal ante todo indicio de reforma o gobiernos nacionalista, acotación en todos los espacios de maniobra del Estado, la imposición de la ideología del libre mercado y la extensión de la ideología del terror y grupos paramilitares en varias esferas de la sociedad, para que desempeñaran la labor sucia que el ejército no quería maniobrar, como eran las desapariciones de líderes comunitarios, sindicales y estudiantiles, profilaxis social, secuestros y atentados, grupos de delación y falsos positivos. Es necesario resaltar que la mejor ilustración empírica de la aplicación de la guerra psicológica es Colombia, quien se ha convertido en pionera para ejecutar al pie de la letra los planes represivos en Latinoamérica.

La institucionalización de la represión gubernamental, entiéndase premilitar, en Colombia se inició en 1965, con la gestión del presidente Guillermo León Valencia, tras la expedición del decreto legislativo número 3398, “por el cual se organiza la defensa nacional”, de carácter transitorio después adoptado como legislación permanente. En ese decreto fueron creados los “grupos de autodefensas”, desde entonces arma gubernamental y de los grandes terratenientes de ese país para desatar la ola de violencia que todavía hoy soporta el pueblo colombiano, a la cual se sumó como elemento fundamental la organización de grupos armados de narcotraficantes y contraguerrillas que son parte de la guerra en el país sudamericano (1).

El punto central de la guerra psicológica-Miedo consistía en detener la propaganda devenida de la extinta Unión Soviética, China, Albania, Vietnam y Cuba; fomentar los valores cristianos y religiosos en comunidades pobres y rurales para desterrar la ideología de las clases sociales y la insurrección armada, infiltrar clandestinamente los órganos colegiados de gobierno, universidades, sindicatos y partidos políticos para detectar los agentes antigubernamentales o simpatizantes de ideologías extranjeras contrarias a los intereses norteamericanos; involucrarse en las huelgas, marchas y paros cívicos y provocar desordenes, y tener pretextos para imponer un Estado de Excepción o ley marcial y finalmente, promover un nacionalismo exacerbado para limitar ideológicamente las ideas de izquierda que provenían de otros países, puesto que sembraba el odio y el rencor en la población al señalarse al promotor de la insubordinación como agente antinacionalista que buscaba destruir al país, todo esto dio origen a la política de delación que hoy existe.

La DSN arrojó un saldo de contraguerrilla y ejércitos mercenarios en Centroamérica, paramilitarización en Colombia, golpes de Estado en Argentina, Chile, Uruguay, Brasil, Bolivia y Perú, cadena de hombres y mujeres desaparecidos, liquidación de fábricas, despojo inmisericorde de tierras en el campo agentes privados y sicariato, críticas a los gobiernos por el endeudamiento y exigencias internacionales con relación a moldear la política económica, ajustar el gasto, desregular los mercados e imponer restricciones en la aplicación de las políticas públicas y finanzas.

Para proseguir el exterminio de toda oposición, la Guerra de Baja Intensidad (GBI) fue la prolongación de la represión de la Seguridad Nacional pero con mayor énfasis en la parte ideológica y en la intromisión norteamericana como factor indispensable para apaciguar la inestabilidad política de un país latinoamericano. Los componentes de esta “nueva “estrategia eran Contrainsurgencia: derrotar movimientos de rebelión popular. Reversión: derrocar gobiernos revolucionarios o los que no se ajustan plenamente a los intereses estadounidenses y Prevención: ayudar a gobiernos aliados de Estados Unidos a evitar su desestabilización.

La GBI eximió de toda atadura jurídica y de trámite ante los Congresos la intervención estadounidense en los asuntos internos de América Latina; incluso, justificó por parte de los gobiernos en turno como necesaria y legal su presencia para contener los conflictos internos. Aunque en la letra el significado de baja intensidad alude el uso limitado de la fuerza para someter al adversario, cabe también la posibilidad, que en caso de recrudecimiento del conflicto, se pase a una guerra de mediana intensidad, donde se emplearían mayores recursos logísticos y militares. El escenario de la GBI es amplio, abarcativo y atalayador, buscando a toda costa que no quedara nada fuera del circulo represivo, de ahí que asociaran con la GBI las situaciones de inestabilidad, contención agresiva, paz armada, conflictos militares perentorios, antiterrorismo, antisubversión, conflictos internos, guerra de guerrillas, insurrecciones, guerras civiles, guerra irregular o no convencional, guerra encubierta, guerra psicológica, operaciones paramilitares, operaciones especiales e invasión con objetivo específico.

El límite de la GBI se advierte cuando el conflicto es mayor y rebasa las proporciones del armamento convencional y exige el uso de una fuerza mayor. Se pasa de la GBI a la declaración formal de guerra entre dos naciones y/o cuando se emplean masivamente fuerzas de intervención militar convencionales. Éste fue el caso de la intervención militar estadounidense en Irak, al transformarse la operación Escudo del Desierto en Tormenta del Desierto. En Centroamérica, la GBI sigue funcionando, sólo que bajo reglas distintas a la década ochenta, pero con mayor peso en lo ideológico policial.

El éxito parcial de la GBI en Centroamérica se debió a “la complicidad histórica”, porque al caer el Muro de Berlín y la descomposición de la URSS coadyuvó a favor de los intereses norteamericanos y dio apertura de los procesos de “pacificación” y desarme en Nicaragua, El Salvador y Guatemala.

Guerra preventiva: estrategia para sembrar miedos

Desde las postrimerías del Siglo XX la guerra de Irak, la estrategia afinada por los Halcones del Pentágono de militarizar el mundo para garantizar la perdurabilidad del capitalismo financiero y mantener el neocolonialismo en los países latinoamericanos, la guerra preventiva y la instauración del Estado policial en varios países del mundo, el miedo obtuvo el espacio privilegiado en la política y como nube de ambientación se cargo de suficientes dispositivos de poder y se posesionó de las subjetividades colectivas de la gran mayoría de los ciudadanos subordinados.

Para la década de los noventa la GBI pasó a otro orden de operatividad y manejo logístico conducente hacia un perfeccionamiento del control social. La invisibilización de manifestaciones en plano militar, salvo si la ocasión y el nivel de conflictividad era riesgoso; sólo priorizarían la inteligencia y la manipulación mediática con el juego del "terrorismo" y la "seguridad".

Las nuevas respuestas de los Estados Unidos al escenario naciente latinoamericano fue aplicar los dispositivos de poder para una guerra sutil pero efectiva, donde los medios de comunicación, con mayor énfasis la televisión y el Internet, desempeñaran un papel importante para desmentalizar a los jóvenes, desestructurar los imaginarios sociales e imponer un nuevo cuadro de subjetividades colectivas, donde el predominio del tiempo instantáneo, lo impronta, la resistencia a vivir procesos y la inclinación por desistir a construir el futuro basado en inversión de ideas, tiempo, trabajo colectivo y redes asociativas fuese el tipo ideal a construir. Con este esquema configuraba un ciudadano mediático, insular, fragmentado de toda red asociativa y con rupturas severas en el eje conectivo del tiempo, donde el pasado no tenía ninguna significancia en su vida y el futuro era un referente lejano, por lo que el presente se perpetuaba y prolongaba.

Paralelamente y como pieza complementaria de la estrategia global, se instrumentó el Plan B de contingencia que consistía en la activación de los conectores del poder que condujeran hacia la constitución de un Estado Policial que vigilara, mediante el uso de la electrónica, los vínculos entre los gobiernos y el incremento de ejércitos privados para eliminar todo intento desestabilizador; Los acuerdos intergubernamentales permitieron armar bancos de datos, transferir información, enlazar policías para atender casos de flujos de migrantes, pandillas y movimientos populares e indígenas que van más allá de las fronteras nacionales, dar seguimiento a sucesos delictivos y políticos ajenos a los intereses privados y ante todo, prestar asesoría para desestructurar los movimientos antisitémicos, como lo hace Colombia en Paraguay y el área centroamericana.

Después de Colombia, Centroamérica es la región de experimentación mas activa en probar el Plan B o Estado Policial (EP), Naomi Klein le denomina “Democracia Big Brother”, cuyo objetivo central es llevar la GBI hacia la ciudadanía, eliminar los derechos políticos, recortar los derechos sociales, anular las políticas públicas, acotar los espacios de maniobra para defender sus derechos y conquistas laborales, reformar las leyes, criminalizar las protestas en las calles y confinarle en un rincón en donde tenga un estatus de indefensión absoluta.

El Estado policial cuenta con un holograma que grafica subjetivamente al enemigo: la lucha contra el terrorismo, El populismo radical, el crimen organizado y Tráfico de drogas y los enemigos del orden global.

Estado policial y el miedo

El recurso ideológico del EP es el miedo, que busca, y ha logrado hasta ahora, sembrar la incertidumbre como una estrategia constructora de escenarios de riesgo insertados en la subjetividad de los colectivos humanos. El objetivo es alterar los estados de ánimo en las personas que conduzcan a desordenarle las coordenadas que dan estabilidad a la vida cotidiana, puesto que la angustia, el temor y la sensación de estar en peligro los lleva a estados depresivos y de angustia colectiva. Además, el miedo insulariza a las personas, las confina al espacio privado o intimo y re-aparece como garantía de la vida dado que por miedo a los males el futuro se anticipa y entra aislacionismo permanente y concede todas las facultades al estado para conservar la seguridad necesaria para reproducirse socialmente y obtener la preservación de la vida y la felicidad.

Ahora bien, la estrategia de fracturar a la sociedad, de insularizarla y dejarla como archipiélago humano, no es descabellada porque puede rendirle frutos tempranos a los apetitos de los empresarios y políticos sometidos al gran capital. Si el aislamiento prolongado conlleva a la perdida concomitante de seguridad personal y reducción de las capacidades afectivas, entonces provoca en la sociedad la sensación de autismo social, nadie se interesa por el otro y afloran las estrategias de sobrevivencia personales o individuales, alejándose de toda posibilidad de ejecutar alguna acción colectiva; lo otro que puede sumarse es el atrofiamiento de las capacidades de concentración, memoria y vigilancia.

Lo reseñado puede derivar en disturbios mentales y/o psicológicos que incrementen los suicidios o, por otro lado, que el confinamiento atrofie la fortaleza cognitiva y lo deje sin posibilidad de enfrentar situaciones complejas de emergencia, pierda habilidades para resolver problemas de la vida cotidiana y se aleje de buscar innovaciones o alternativas en la resolución de circunstancias adversas en su vida.

Con el miedo los gobiernos de derecha y el depredador neoliberalismo tienen la intención de redireccionar la mirada y las vidas de los seres humanos, principalmente los desposeídos, hacia un solo sentido, donde el camino sea irreversible y no haya la oportunidad de ser re-pensado porque ya está trazado y no hay alternativa paralela.

Inculcan en las subjetividades la inexistencia del futuro, porque este está ligado a la duración de la vida y no trasciende después de la muerte en el individuo, de ahí que el presente se perpetúa en la agonía, se prolonga en las necesidades y se contrae al pensarlo. Es una estrategia para que el presente sea encapsulado y el futuro corto e insignificante.

La otra pieza discursiva es el uso del terrorismo como un enemigo impredecible, invisible y súbito lo posiciona en el subconsciente colectivo como algo que desconocemos, que jamás lo vamos a controlar y que está siempre presente en nuestras vidas, provocando un estado persecutorio permanente en nuestras vidas. Ya no controlamos nuestro espacio particular privado, necesitamos de la protección de un salvador, un guerrero o un Estado que sepa usar la fuerza, la autoridad y los recursos necesarios para eliminar al enemigo imaginario, a costa de perder o permitir la invasión en nuestra vida privada.

Así se auto-representa el EP, y con la amenaza del terrorismo ha encarcelado a la sociedad, limitándola a atrincherarse en su individualismo, a temer de los semejantes, a ver al otro como potencial agresor, a vivir con la incertidumbre pegada a la vida y alejada de toda posibilidad de hacer vida comunitaria, porque cada vez que lo hace, el riesgo aumenta. La fragmentación, el alejamiento de los espacios públicos de deliberación y convivencia, la necesidad de estar ligados a la televisión para recibir la información visual permanente y mantenerse preocupado por contratar un seguro, compañías de seguridad personal, etc., son los síntomas de una sociedad enferma que se dejó impregnar por el virus del terrorismo mítico.

Ahora bien, no sólo por razones políticas y económicas el Estado Policial busca, para legitimar el uso de la fuerza e invadir la privacidad de las personas, encontrar culpables –aunque sean ficticios o ajenos a las acciones que se les imputan-, sino también por un recurso defensivo orientado a reducir la tensión que produce pensar algo terrible, lesivo de nuestra seguridad y nuestras vida; el Estado (2) como agente que intenta demostrar que controla y proporciona certidumbre, en esta contienda antiterrorista, en coyunturas propicias hace visible al enemigo, aunque esa visibilidad no está ligada al control o la destrucción absoluta de enemigo, sino como un elemento distractor que lo habilita como un ente capaz de atacar, imponer leyes, recortar las garantías constitucionales, etc., en favor de la “seguridad”.

La lucha contra el crimen organizado y miedo es el eje ideológico; reformas en el ámbito judicial para hacer las aprehensiones más efectivas y sin mediar proceso para demostrar la falta imputada, son parte del eje represivo; hostigamiento, intervenciones de líneas de comunicación (Telefónica, Internet o grabaciones ilegales) son los componentes del eje coactivo y despidos laborales sin justificación alguna y ordenes de aprehensión por participar en protestas callejeras o desobediencias civiles, conforman eje coercitivo; las cuatro bielas estructuran el cuadrante de la nueva GBI contra la ciudadanía.

Riesgos del postmiedo en Colombia

Colombia desde 1997 a la fecha está convertida en la plataforma hostigadora para todos los movimientos y gobiernos que intentan salir del círculo de dominio norteamericano, asimismo empresa bélica que surte a países del continente de material humano capacitado en labores de espionaje, sicariato, paramilitarismo, profilaxis social, infiltraciones comunitarias y vínculos de redes de ilicitud del narcotráfico con militares, de ahí que existan acuerdos y presencia de exterminadores en Honduras, El Salvador, Paraguay, Perú y Costa Rica, y en otros países de la región están presente sin acuerdo de gobierno pero bajo custodia de empresarios y complicidades de agentes gubernamentales locales, como en México, Guatemala, en la zona limítrofe de Venezuela y Argentina.

El Plan Colombia, las bases militares recién aprobadas que instalaran una sofisticado equipo de comunicación digital-satelital, acompañado por asesoría de empresas que prestan el servicios de ejércitos privados, brindaran la oportunidad a los gobernantes colombianos para provocar, apoyar, intervenir en los asuntos de los países vecinos, algunos bajo pretexto del fabuloso contenido del computador de Raúl Reyes y otras veces bajo la argumentación falaz de incursiones de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia –FARC- en territorio fronterizo, secuestros o atentados que en la mayoría de las veces son cometidos por el gobierno en turno y lo adjudica a los alzados en armas. Es una práctica añeja en la clase gobernante del país andino.

Indudablemente que toda acción militar que desarrolle Colombia contra los países colindantes cuenta con el aval de la administración Clinton, dado que Obama sólo cumple lo que ordena el matrimonio tras el poder, dado que los conservadores no lo aceptan como presidente y es tolerado por los oficios de los Clinton que son la mediación entre gobierno norteamericano y poder militar y financiero.

Los arreglos entre gobiernos (Estados Unidos y Colombia) va más allá de lo formal, hay implicaciones de lo que discursivamente combaten, el trafico de drogas y lavado de dinero. Los empresarios que en la administración de Álvaro Uribe fueron detenidos por narcotráfico y blanqueo de fortunas, al igual que capos de la droga que protegía el gobierno colombiano no son juzgados ni condenados con largas penas como lo hacen con otros apresados, sino que en menos de un año se declaran Testigos Protegidos, cambian de identidad, obtienen residencia en Estados Unidos u otro país y revelan a los norteamericanos las fuentes y redes del trafico de drogas, negocio en el que cada día los agentes norteamericanos tienen mayor participación y jugosas ganancias.

Internamente en Colombia se impuso un régimen de terror bajo la administración Uribe, la Seguridad Democrática se transformó en securitización de la vida cotidiana, donde el gobierno vigiló, controló, persiguió y exterminó a todo aquel que consideraba enemigo de la nación, del régimen y del proyecto de gobierno, de ahí que sindicalistas, intelectuales, líderes comunitarios, profesores de zonas marginadas, gestores sociales, miembros de redes solidarias, comunidades en resistencia y militantes de izquierda fueron desapareciendo hasta dejar un ambiente umbrío, alejado de las reciprocidades, temeroso de la delación que se convirtió en fuente de ingreso para muchos desempleados que abusaron de esa práctica sin importarle la vida del señalado, las familias fueron confinándose al espacio público y los espacios públicos fueron convertidos en lugares mudos, ausentes, carente de dialogo y estigmatizados como peligrosos.

La política paso de lo colectivo y plural a lo singular; la persona, su sonrisa, los favores de la televisión, la parafernalia en los actos públicos y la venta de un mundo inexistente a través del discurso oficial que impuso la norma tácita (quien no la cumplía era perseguido o exterminado) que la globalización es oportunidad, el neoliberalismo es sinónimo de calidad y competitividad y los tratado comerciales ventajosos para consumir lo mejor y más barato, cargó la subjetividad colectiva de los colombianos y abrumó sus esperanzas hasta llevaros a niéveles de esquizofrenia política que obnubiló las mentes y bajo el delirio mediático destacaban valores, virtudes, fuerza y capacidad del presidente Uribe; cegados estaban ante la ola privatizadora, la pulverización de los derechos laborales, el golpe de timón que dio a la educación hasta convertirla en capacitación laboral y ajena a la búsqueda de hallazgos científicos; nutrió a los buitres que comían en su mesa e invitó a numerosas empresas a invertir en el país sin importarle la contaminación y destrucción de reservas ecológicas, de aguas y cambios de cultivos que impactaban de manera drástica en las comunidades locales y regionales.

Los fraudes, desfalcos, desvíos de recursos, desatención de demandas de los pueblos y comunidades, la carencia de servicios básicos y el flujo de desplazados por la guerra interna llegó a 4 millones de personas que perdieron su lugar, propiedades, abandonaron sus tradiciones, costumbres, reciprocidades y tramas sociales que día tras días tenia con sus congéneres. Nada de esas exigüidades y destrozos transitaban por los medios de comunicación ni por la televisión, principales aliados de Uribe. La uribización ideológica cargaba de sentido el ambiente político y cultural de Colombia.

Al final de su administración, la colcha de retazos ideológicos no alcanzaba para tapar tanta ineptitud, robos, tráficos de influencias, despojos y muertes; dos administraciones apagaban la flama de pebetero que los norteamericanos habían colocado en Colombia para alumbrar invitar a la obra mayúscula de sadismo y sin pudor: uribelandia, un episodio largo imitando la obra de Donatien Alphonse François, pero fue la paga que dio un testigo protegido No 82 desde 1991, cuando fue senador y colaborador de Pablo Escobar, lo afirma el documento de la Central de Inteligencia Americana-CIA-.

Indudablemente, la euforia, el carnaval de dinero en los medios y la fanfarronería de que acabaría con la insurgencia en Colombia embriagaron las expectativas de los ciudadanos, cada día eran cifras que adornaban los noticieros de guerrilleros caídos, decían que eran menos de 8 mil los alzados en armas, los muertos superaban los 30 mil y aun mantenían el tenor discursivo, las cuentas no cuadraban. El fenómeno Chávez en Venezuela sirvió de pretexto para ampliar el radio de acción bélico, la represión abrió el compas de acción y los resultados eran los mismos, se acercaba el fin de la era Uribe.

Es claro para los especialistas en ciencias sociales, que el miedo atemoriza, confina a un espacio reducido al hombre y mujer hasta arrinconarlo en un estadio de parálisis, inmovilidad y con la capacidad dialógica atrofiada, porque ve en el otro un potencial agresor y el mundo exterior lo percibe como adverso a sus intereses.

En este estado catatónico relacional, las redes sociales no importan, las reciprocidades desaparecen lentamente y nos induce a un estadio de autismo social, que al permanecer por largo tiempo, nos impide ver donde se fraguan u ordenan las construcciones políticas novedosas que puedan negar la adversidad existente, entre ellas las acciones colectivas de algunos movimientos sociales, la guerra de posiciones, las aperturas de arcos convergentes, los núcleos de subjetividades de rupturas, los avances de la oposición armada, las acciones de intercambio humanitario, las comunidades de base y las voluntades populares en disposición movimientista.

Justo ahí aparece el quiebre de la tendencia silenciosa de la política instaurada por Uribe, la imposibilidad jurídica que la Corte Suprema de Justicia emite contra la re-elección toma por sorpresa a los electores que no habían oteado un Plan B ni una construcción política distinta a la difundida por el gobernante en turno y, ante monumental oquedad, el personaje osado, Antanas Mockus, con discurso vacío, con énfasis en lo moral, ética política, el manejo con transparencia de los recursos públicos, el respeto a la tolerancia, la crítica a los fraudes, la impunidad, la necesidad de reconstituir las instituciones públicas atrae cual imán en caja de clavos, los desesperados anhelos de los colombianos que viven dentro de un espectro dantesco donde… mueren anualmente más de 20 mil niños menores de 5 años por desnutrición aguda, de cada 100 madres desplazadas gestantes, 80 padece desnutrición crónica, el desplazamiento forzado supera los 4.5 millones de personas y con un PEA (Población Económicamente Activa) cesante que supera el 60%; no obstante el gobierno se esfuerza en presentar como un logro de su estrategia política y social los 20,5 millones de colombianos y colombianas pobres y a 7,9 millones en extrema pobreza o miseria. Según la línea de pobreza oficial, son pobres los miembros de un hogar de cuatro personas que el año pasado acumulaban un ingreso mensual máximo de 1'086.000 pesos; si el ingreso percibido es inferior a 468.000 pesos, se considera en extrema pobreza. 23 de cada mil niños en la costa Caribe mueren de hambre (PUND). 25 infantes de cada 100 en la Guajira, presentan desnutrición crónica. Cifras de Unicef.(3)

La postura de Mockus ante las demandas de los habitantes del país mencionado es esquiva, de ahí que la lectura que manda a los lectores es la de un candidato de racionalidad neoliberal, con discurso irreal y vacuo que dibuja una Colombia con perfil de país nórdico (Finlandia, Noruega Suecia, Dinamarca…) que propone sustentabilidad ante las nuevas obras y cuidado de la naturaleza, mercados emergentes, presión militar para promover la desmovilización de los insurgentes, calidad de vida, promoción de la salud en zonas marginadas, respeto y tolerancia, integración familiar y formación de nuevos ciudadanos con alta cultura política; asimismo, comparte la Seguridad Democrática y mantendrá el apoyo, en caso de ser electo, a las fuerzas castrenses, la presencia militar y bases de operaciones de los norteamericanos, la agenda de las privatizaciones mantendrá la entrega de los recursos públicos y estratégicos de la nación, las inversiones en agua, represas, minas, biodiversidad con la industria farmacéutica al frente, será vital para los inversores extranjeros.

No asume ningún compromiso de retornar los derechos sindicales despojados. Todo indica que alentará el empleo indirecto, sin carga a los empresarios, esquilmador de laborales prestaciones y con salarios reprimidos. En educación no hay un planteamiento claro del papel de la universidad en el desarrollo socio-económico y cultural del país y elemento coadyuvante en la solución de miles de problemas que debe enfrentar el estado. Y en política de seguridad no hace propia la voz reclamante de desenterrar los enclaves paramilitares incrustados a lo largo y ancho del país, donde empresarios, comerciantes, grupos musicales, medios de comunicación representantes políticos, empresarios deportivos, universidades privadas y públicas comparten responsabilidad para mantener el miedo, el terror y exterminar a todo colombiano que piense distinto al gobierno.

Los interrogantes que hace Milton Caballero los hago propio y socializo:

* ¿Gastará, como Uribe en 2009, $19,2 billones anuales del Presupuesto Nacional en la “seguridad democrática” que ha prometido continuar?
* ¿Privatizará el 15% de Ecopetrol, la principal empresa del Estado, como propuso Sergio Fajardo?
* ¿Vender las entidades públicas más productivas es una herramienta válida para financiar la educación y otros ámbitos sociales?
* ¿Continúa siendo partidario del cobro escalonado de matrículas, como cuando fue rector de la Universidad Nacional?
* ¿Sigue creyendo que los decretos de Uribe sobre salud “son legítimos” y que la crisis del sector se resuelve con más impuestos?
* ¿Los gravámenes a todos los estratos son la vía para afrontar los problemas del país?
* ¿Dónde están las grandes estrategias de defensa del medio ambiente que se supone son el fuerte de un partido Verde?
* ¿Su respaldo a la reforma laboral de 2003, que atenta contra derechos de los trabajadores, sigue en pie?
* ¿Por qué se fue a la sombra de Opción Centro, el grupo amigo del procesado senador Gil, y no optó por construir partido propio?
* ¿Cree en realidad que “las balas también son un recurso pedagógicas” como dijo hace poco?
* ¿Por qué se atemoriza ante los regaños de Uribe y ruega que lo siga considerando “un firme timonel de la seguridad”? (3)

La imagen del lituano-colombiano es emotiva, colorea la organicidad con verde esperanza y equilibrio de la naturaleza, con perfil parco, alejando del consumo y estricto ahorrador, apegado a la familia, sistémico en su trabajo y matemático por profesión ofrecen un gobernante puntual, transparente, eficiente en las tareas y eficaz para actuar y transparente en el manejo de las finanzas públicas. Sin embargo la Colombia necesita más que una imagen de niño bueno y aplicado, requiere un gobernante audaz, capaz de confrontar a los sectores latifundistas que han acaparado tierras y empobrecidos grandes segmentos de campesinos y pequeños productores; reclama el país un mandatario que ejerza la autonomía frente a las imposiciones norteamericanas que abusan de Colombia cada vez que la necesitan para agredir a país vecino.

La alusión a las relaciones comerciales con Venezuela, el discurso esconde la responsabilidad de los Estados Unidos en el conflicto quien ha involucrado al gobierno de Uribe como gatillo provocador y hostigador para vulnerar la frontera extensa con los bolivarianos y desgastar la administración de Chávez, disfrazando la intromisión con vínculos con las FARC y tráfico de drogas; hoy el país es el vertebrador de la política norteamericana en la región y no es un hecho en cuestión por los diversos actos de participación en eventos de trascendencia en la política latinoamericana.

Y el problema toral de Colombia no es pieza importante en el discurso Mockusiano, la guerra se mantiene, los enclaves actorales requieren de oficio, inteligencia, trabajo en redes y empleo para desestructurarlos y poco a poco ir modificando los estilos de vida y cultura de la muerte que prevalece en ellos. De igual manera los enclaves culturales del conflicto han dejado un registro profundo en la subjetividad que podríamos denominar el síndrome de la violencia, cuya manifestación es el uso de la fuerza para despojar al otro de sus pertenencias, sacar ventaja sin competir y en algunos casos esperan que otro resuelva lo que corresponde resolver el implicado. Necesitamos que la esperanza colombiana sea la flama del sujeto colectivo, de todos los que ansían erradicar la violencia, el despojo y el paramilitarismo debe asumirse como sujeto colectivo y no delegar en Mockus que matemáticamente resuelva lo que corresponde a todos los colombianos enfrentar como reto en el Siglo XXI.

Notas:
1) Fundación CEPS (Centro de Estudios Políticos y Sociales, 2007, Análisis en profundidad de la realidad de Colombia y su conflicto
2) Salazar, Robinson, 2006, Visibilizando al enemigo: EE.UU vs América Latina, en Revista Utopía y praxis latinoamericana, Venezuela.
3) AP. Crítico, 2010, Desnutrición por empobrecimiento asesina anualmente a 20.000 niños menores de 5 años en Colombia. Guerra económica
4) Caballero, Milton, 2010, Mockus más allá de los mitos: más guerra y privatizaciones