“La CGT apoya a Gustavo Petro”, dice un comunicado de esa central obrera expedido el 11 de febrero a raíz de la renuncia del senador al Comité Ejecutivo del Polo dizque por falta de garantías.
En forma diligente, actitud que ahorra en otros menesteres más propios de su razón de ser, la CGT da por cierto que Petro es víctima (pocrecito él) de un complot dentro de su partido para cerrarle el paso a una eventual candidatura presidencial.
Para poner en contexto a los lectores, debemos recordar que el Secretario General de la CGT, Julio Roberto Gómez, es (o fue) miembro del Comité Ejecutivo Central del Polo Alternativo Democrático (PDA) y ese respaldo a Petro no parece gratis, o no parece, al menos, basado en una conveniencia de interés nacional y ni siquiera de interés gremial, pues, no se conoce en Petro ningún liderazgo en defensa de los derechos de los trabajadores.
Su liderazgo, si se tratara de resumirlo, se ha construido, primero como guerrillero del M-19; segundo como senador (crítico acervo del presidente Uribe y del paramilitarismo) y, ahora, como pragmático militante de un movimiento en busca de aguas más propicias al solio de Bolívar, sin tener que confrontar discusiones de tipo social, económico y político con Uribe que sigue rodeado por una derecha dispuesta a todo, con tal de mantenerse en el poder.
Debe entenderse que el respaldo de la CGT a Petro es un respaldo a su precandidatura presidencial, lo que comporta de entrada un apresuramiento, pues, la CGT, como cuerpo sindical suprapartidista por esencia que es no se puede parcializar tan a la carrera en pro de uno de los aspirantes, y en segundo lugar, sin tener en cuenta que lo propio de la lucha interna entre los partidos cuando de candidaturas presidenciales se trata, es la confrontación entre los aspirantes.
No está bien que a esta lucha trate de dársele un cariz fratricida. Es, y para poner un ejemplo de moda, como si el sindicalismo estadounidense que se identifica con el partido Demócrata se hubiera agarrado de las mechas, y aún estuviera echándose vainas entre los que querían a Obama y los querían a Hillary.
En el Polo hay dos aspiraciones concretas a la candidatura presidencial: Gaviria y Petro. Y puede que en el transcurso del debate otros caimanes quieran echarse al agua. Y lo que debe esperarse es que entre los aspirantes haya una lucha democrática por la nominación; primero dentro del Comité Ejecutivo y luego en el Congreso de la colectividad.
Parece que Petro perdió la primera batalla y, como mal perdedor, corre dizque a renunciar al Comité por falta de garantías. En esa misma línea debiera esperarse que también renuncie al Partido si pierde la segunda batalla en el Congreso del Polo.
En alguna oportunidad el ex presidente López, para inducir en el inconsciente colectivo de los colombianos la candidatura presidencial de Virgilio Barco (1986-1990) se preguntó: “¿Si no es Barco quién?”, y resultó efectivo y contundente.
Ahora Petro, parodiando a López y actuando en interés propio, es decir, de manera megalómana, parece decir a los colombianos de izquierda, de cara a las próximas elecciones presidenciales… “¿Si no soy yo, quién?”.
Y en el caso de la CGT, tacó burro. No está bien que una central obrera tome partido por un precandidato, considerando que como organización suprapartidista, puede estar hiriendo susceptibilidades ideológicas de muchos de sus afiliados que quizás tengan prelación por otros aspirantes.
Por demás, en el momento actual, la CGT debiera estar más pendiente de ver cómo va a enfrentar la prolongación de un régimen neoliberal que le ha venido robando en los últimos tiempos un incremento salarial justo y equitativo a los trabajadores, y que en el último año fue ostensible; un régimen que ha profundizado el desmantelamiento de la seguridad social y que se propone culminar la obra con otra reforma laboral que acabe con el Salario Mínimo, y que en el campo internacional persiste en la instauración del TLC que nos endosa al capitalismo multinacional como colonia económica, antes que andar echando baza en disquisiciones partidistas.
Por ejemplo, un comunicado de la CGT apoyando las últimas críticas que al gobierno colombiano hizo la audiencia en el Congreso de E.U. sobre los crímenes de sindicalistas, de amplia divulgación en nuestro medio, hubiera caído mejor entre los trabajadores colombianos que esa parrafada final de su comunicado apoyando a Petro en la que sentenciosa y arrogantemente dice:
(…) “El compañero GUSTAVO PETRO, es un líder emblemático, es de lejos el mejor congresista que tiene el Parlamento colombiano (SIC) y en la práctica, ha demostrado coherencia y objetividad a la hora de actuar y si él resulta incómodo para el PDA, entonces somos muchos los que sobramos”.
¿Asume la CGT el derecho a pensar ideológicamente por todos sus afiliados? ¿No hay en la CGT simpatizantes de Carlos Gaviria o de otros partidos y otros candidatos?
¡Ojo, que con ese comunicado, la CGT puede estar coartando la libertad de pensamiento de muchos de sus afiliados! Y, quizás, entrometiéndose en algo que no está en manos del Polo resolver, como es el hecho de que ANCOL, una agencia de noticias, sirva de vocera de las Farc y al mismo tiempo opine libremente sobre el devenir político del PDA.
Todo lo contrario: si el PDA pudiera contener la lucha armada de las Farc y orientar en la forma que quieren Petro y la CGT las noticias y opiniones de ANCOL, estaría mostrando que efectivamente tiene mando y voz en esos confines de la problemática nacional.
Ni Petro ni la CGT, y por supuesto tampoco el Polo, pueden prohibir la libertad de opinión a un medio que, en tanto en cuanto se mantenga dentro de los parámetros legales y constitucionales, puede difundir libremente su pensamiento, como lo hacen los medios afectos al gobierno, buena parte de ellos por medios electrónicos que pertenecen al Estado, es decir, a todos los colombianos; y financiados por abundantes recursos públicos provenientes de impuestos que pagamos todos nosotros.
Finalmente, el comunicado de la CGT apoyando a Petro parece inspirado por el mismo Petro cuando coincide con él en que (…) “El PDA debe ser algo más que un proyecto antiuribista”. Recuérdese la entrevista de Petro a la revista Cambio en el mismo sentido en la que abrió el hueco por donde ahora se escapa no sólo la unidad del Polo sino la mayor aproximación que ha tenido la izquierda colombiana en toda su historia de convertirse en verdadera alternativa de poder.
Y ahí sí, parodiando a López, podría preguntarse… “¿Si no es contra Uribe, entonces contra quién?” ¿Acaso la CGT duda a estas alturas que Uribe es la cabeza visible de todas nuestras vicisitudes?
Petro, primero, y ahora la CGT, parecen meterle palos a las ruedas del cambio de corriente ideológica, y por ende de gobierno en Colombia, un país que parece condenado a quedarse a la vera de las reformas políticas y sociales que se respiran en otras latitudes Latinoamericanas, y particularmente en Suramérica.
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