OCTAVIO QUINTERO
09-03-09
Los analistas que se detienen en las cuestiones puramente de la guerra y la paz en Colombia dicen que el gobierno de Uribe tiene la obsesión de extinguir las Farc de la faz de la tierra, y a esa lucha (su lucha), destina todo lo que llamamos “seguridad democrática”: Antonio Caballero, en Semana.
En cambio, los que se dedican a los análisis económicos señalan que la principal obsesión de este gobierno es seguir en busca de la prueba reina que muestre las bondades del libre mercado, a pesar de que su principal víctima hoy sea Estados Unidos, su propio progenitor: Eduardo Sarmiento/Paul Krugman, El Espectador.
Y de contera, los analistas de relaciones internacionales acaban de descubrirle otra obsesión: mantener viva la doctrina Bush y su guerra preventiva, y hasta llegar a acompñar al Imperio en su función de “policía del mundo”, al autoasignarse el ministro de Defensa Juan Manuel Santos la facultad de poder cazar terroristas aquí y/o en cualquier lugar del mundo.
Así que este pobre país colombiano está en manos de un obsesivo, aconsejado por un séquito de paranoicos, instigados por José Obdulio Gaviria.
Y es apenas lógico que en ese caldo de cultivo se den escándalos tan exuberantes como las chuzadas del DAS que terminan por meterse hasta en el teléfono de José Obdulio (como para que no parezcan ordenadas por él). Si el truco no fuera tan viejo resultaría hasta ingenioso.
Y “como para no creer”, dicen las señoras, un magistrado de la Corte Constitucional (el joven Manuel José Cepeda), quien enmendó su voto sobre la reelección presidencial instantes antes de la votación final, y que por cambiar del NO al SI, su padre es desde entonces embajador en Paris, termina su período el próximo viernes 13 de marzo y a partir de entonces puede entrar a gozar de un contrato de más de 90 millones de pesos que le acaba de extender Telecom por servir de asesor e intérprete de una sentencia expedida por la Corte, cuyo ponente fue él mismo. Sin palabras.
Los ejemplos anteriores son apenas una “muestra gratis” de ese “Jardín de las dudas” en que pelechan las flores de este gobierno.
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