15 de abril de 2008

Jaque al Halcón

La Corte Suprema de Justicia ha anunciado la apertura de investigación sobre la sorpresiva decisión de los entonces parlamentarios Teodolindo Avendaño y Yidis Medina de cambiar su voto en contra de la reelección presidencial. Si no hubiera sido por esa voltereta de última hora, Uribe no sería presidente en estos momentos de Colombia. De ese tamaño fue la decisión de Teodolindo y Yidis.
Desde entonces la picaresca nacional ha tejido muchas historias alrededor. Pero es que la picaresca es una cosa y la investigación formal es otra. La picaresca nacional también sabía desde hace muchos años la infiltración del narcotráfico en la política con lo que se vino a crear la narco-parapolítica. Pero ahora esto tiene fondo debido precisamente a que se asumió la investigación formal con los resultados que todos conocemos de encontrarnos con casi la tercera parte de nuestro augusto Congreso en la cárcel y los que quedan de la coalición uribista dizque viendo a ver cómo le arman un debate a Piedad Córdoba por “traición a la Patria”. ¡Vaya arrogancia!
Me parece, porque así lo he visto desde hace tiempos, que esta investigación de la Corte, si es que prospera, tiene mucho más fondo que la misma investigación sobre la parapolítica. Porque aquí no vamos por las ramas del árbol podrido sino por el tronco mismo; por el halcón, como en otras oportunidades he dicho.
Personalmente no guardo muchas esperanzas de que la investigación progrese. Ojalá estuviera equivocado. Nada desearía más que eso. Si logramos arrancarles a Teodolindo y Yidis la verdad de su cambio de voto, vamos a ver la almendra de la “democracia profunda” de la que ha empezado a hablar últimamente el presidente Uribe. Una democracia profunda en clientelismo; una democracia profunda en corrupción y una democracia profunda en la elección de un presidente que contó con el apoyo de un fuerte grupo de criminales físicos e intelectuales inescrupulosos que decidieron combinar todas las formas de lucha para alcanzar el poder en el 2002.
Como lo he dicho, y repito, lo que necesitamos es castigar ejemplarmente al halcón de esa causa. A mi que no me vengan a decir que si ahora tenemos casi 60 ilustres parlamentarios presos unos y seriamente comprometidos otros con aberrantes crímenes; parlamentarios todos uribistas, salvo las excepciones que son más bien pocas, que esos amigos de Uribe no llegaron a sus feudos con la consigna política respaldada por las armas, no sólo de hacerse elegir ellos sino de hacer elegir a su candidato presidencial porque para qué poder sin el poder total.
El profesor Miguel Ángel Herrera Zgaib, de la Universidad Nacional, anda recogiendo opiniones entre los miembros de “La otra movida”, un centro de pensamiento socializante que coordina desde Italia la dinámica Sonia Mirella Pico sobre el estado de la actual situación política de Colombia.
Acogiendo esa invitación del profesor Herrera Zgaib me he permitido escribirle que en mi opinión, Colombia es un país de pedazos de poder que unas veces compiten por el poder total y otras se asocian para no hacerse daño unos a otros y poder mantener su correspondiente pedazo de poder.
Dentro de esa conformación de pedazos de poder el problema no es cambiar el Congreso, pues, siempre seguirá teniendo la misma conformación del poder que lo elije. Tampoco de Presidente, pues, este también seguirá siendo fruto de la misma concertación dominante.
En este primer concepto, podríamos convenir que en Colombia el orden político es mafioso y pertenece a la misma cultura política mafiosa como lo plantean algunos académicos. Sin embargo, los últimos acontecimientos nos podrían llevar a creer que el actual gobierno, no sólo mezcló la fuerza mafiosa que venía sustentando a sus antecesores, sino que le agregó el poder de los ‘paras’, esos que decidieron a finales del siglo pasado combinar todas las formas de lucha para alcanzar el poder. Eso explica en buena parte, si no en toda, la reelección de Uribe rompiendo una tradición política, de esa política mafiosa de alternarse en el poder con el sólo fin, como lo dijo el muy conspicuo ex presidente López Pumarejo, de meter caras nuevas a los carros oficiales.
El problema es más complejo de lo que aparenta porque, una desgracia que ronda a Colombia, es que cuando uno de esos políticos trata de salirse del establecimiento, lo asesinan, como a Gaitán y tantos otros hacia atrás y hacia delante que sólo han quedado como recorderis de ilusiones y nostalgias socialistas; o simplemente cuando alcanzan el poder se voltean, como digamos, el caso específico de López Michelsen en lo nacional o de Lucho Garzón en Bogotá.
Es necesario, como lo decía Álvaro Gómez en sus últimos días de lúcido pensador, cuando vio que ya ese Estado mafioso no le iba a dar por ningún motivo el chance, “tumbar el régimen”, por lo que sea muy probable que ese régimen haya decidido tumbarlo antes a él. Con el régimen tiene que caer el Estado narcotraficante, con el que caerá también el Estado guerrillero y el Estado parapolítico; y dentro del nuevo Estado habría que construir un régimen político distinto al que tenemos, digamos un régimen parlamentario que haga posible el cambio de conductores de la política y del Estado tan rápido como el mismo ejercicio del poder o su propia incapacidad lo haga necesario.
Hay que proclamar también la independencia económica y rescatar el principio de justicia social que consiste en dar tratamiento desigual a desiguales porque mientras sigamos creyendo que la justicia tributaria se logra por la vía del IVA y no de los impuestos directos a la renta y al capital seguiremos creyendo muy justo que el rico pague por una botella de leche lo mismo que paga una pobre madre cabeza de familia que encierra dos o tres hijos en un cambucho de cartón, plásticos y latas mientras sale a rebuscarse la vida en el supermercado del semáforo.
Si prospera la investigación de la Corte, esa puerta al cambio quedaría abierta. Por eso, a pesar de que me emociona enormemente la posibilidad, es que soy tan pesimista. El Halcón, ciertamente, está en jaque, pero no mate. Tiene muchas otras movidas. Y lo que uno ve sobre el tablero es que la partida va para largo. Quizá, ese jaque de la Corte puede llevar sólo a un simple cambio de piezas para despejar un poco el juego y seguir viendo a ver como se pueden seguir moviendo las restantes fichas.
Pero a decir verdad, sea lo que sea que haya detrás de esta decisión de la Corte, resulta de momento interesante.

oquinteroefe@yahoo.com
15-04-08

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