Todos los analistas de las recientes elecciones parlamentarias de la UE coinciden en decir que, la gran abstención que se presentó es fruto del desaliento electoral producido por una corriente que al final resultó seudosocialista que ascendió al poder en los diferentes países de la Unión con el propósito de encontrar una Tercera Vía, como se preludió en los albores del primer ministro Tony Blair: aclimatar un capitalismo con responsabilidad social; o como pragmáticamente la definió en España Felipe González: tanto Estado como sea necesario y tanto mercado como sea posible.
¡Pamplinas! Al cabo de los años esa Tercera Vía resulta cooptada por la extrema derecha. Y las clases europeas, que por aquí en estas tierras amerindias considerábamos con una elevada cultura política, despiertan hoy de una pesadilla que viven con los ojos abiertos: el neoliberalismo.
Alguien dice que no es bruto el que se equivoca una vez sino el que se equivoca dos veces en la misma cosa. Pues, si eso es cierto, como creo, los ilustres europeos resultaron más brutos que nosotros los sobrevivientes de sus descubrimientos y conquistas; y de sus guerras y herencias malditas, como el sistema capitalista que nos impusieron a través de los anglosajones que echaron bien y profundas raíces en nuestros vecinos usamericanos.
Se equivocaron por primera vez con el capitalismo salvaje que los llevó a la guerra de 1914/18 que ellos llamaron “Primera Guerra Mundial” y que por mal arreglada los volvió a poner en la guerra de 1939/45 que luego bautizaron “Segunda Guerra Mundial” y que, como tal, sí fue pero después de que USA metió sus narices. Y se equivocaron por segunda vez con el capitalismo salvaje impuesto en la década de 1970 por la Thatcher y el Reagan (y su SS Juan Pablo II), cuando muy bien bautizado neoliberalismo económico (lo mismo que antes) puso las clases más vulnerables de Europa a competir con las que, en mayor abundancia, habitan esos que despectivamente ellos llaman “países subdesarrollados”.
Tal como a nosotros se nos impuso el “Consenso de Washington” preparado por los chicagoboys a partir de la administración Reagan, allá (“al otro lado del charco”) se impuso otro consenso llamado “Tratado Constitucional” preparado por los manchesterianos y aprobado por los jefes de Estado y de Gobierno a partir de la administración de Thatcher.
Tal como aquí con el Consenso de Washington, como allá con el Tratado Constitucional no se permitió la discusión y menos la participación de la ciudadanía. Y tal como aquí y allá y acullá, porque globalizado el Consenso pudo extenderse con celeridad a la Europa Oriental tras la caída del Muro de Berlín (en buena parte gracias al papa Karol Józef Wojtyła) Japón y China (la del inmortal Mao), el modelo económico no ha podido proporcionar respuesta alguna a los problemas sociales y en cambio sí, ha introducido la más profunda amoralidad de que se tenga información en la ya larga y cruenta historia del capitalismo.
Jaime Richart, analizando las elecciones en España a través de ARGENPRESS.info (09-06-09) dice que ganó la derecha a pesar de la corrupción que acompaña al PP y a toda España, y a Europa en general: “la empresarial, la bancaria, la dueña de las fincas, de los pazos, de los cotos de caza, de los latifundios, de los huertos solares y de las arcas públicas; de la mayor parte del dinero circulante y fiduciario. En fin”.
Corrupción que de paso –agrega- potencia el poder de hecho: cuanto más corrupto más poderoso, más éxito político, más euforia y más sensación de estar en posesión de la verdad ellos y sus secuaces.
Otro analista, Alejandro Teitelbaum, también en ARGENPRESS.info (08-06-09) dice que (…) “al amparo de la « libre circulación de mercancías, servicios, industrias, personas y capitales » la formación de enclaves industriales modernos en los países pobres del Este de Europa con salarios entre 5 y 10 veces inferiores a los de los países ricos del Oeste, la persistencia de una alta tasa de desocupación en esos mismos países y, como contrapartida, la caída de los salarios, el deterioro de los derechos laborales y el aumento de la jornada de trabajo y de la desocupación” es la constante que se vive actualmente en los países de la Unión Europea.
“Yo no me alegro pero siento un fresco”, diría por ahí cualquier guasón. No me alegro por su empobrecimiento sino porque creo que su arribo al Tercer Mundo, a este mundo de los desempleados; de los sin techo y sin tierra; sin salud y mala educación; al mundo laboral flexibilizado por y para mejores provechos empresariales, constituye un aporte importante a esa masa crítica que anda en formación y que hará posible la vieja proclama de Marx-Engels: “Proletarios de todos los países, uníos: no tenéis nada que perder mas que sus cadenas; y en cambio, un mundo que ganar”.
Ciertamente pareciera que hoy más que en la época de Marx, un “Fantasma recorre a Europa”: el fantasma de la abstención electoral que en las parlamentarias de la Unión ha subido del 40 al 60 por ciento entre junio de 1979 y junio de 2009.
No cabe duda que tan alta abstención electoral promedio en el Viejo Continente es la primera y más inmediata reacción que las capas medias y bajas encuentran como respuesta a una clase política que les impuso un mundo ultraliberal (el peor de los mundos posible) al servicio del gran capital infectado de una profunda decadencia moral como preludio de la catástrofe social que se avecina que en mi libro “La mentira organizada” defino como la “Globalización de la Bastilla”, esta vez contra el feudalismo económico que a través de las multinacionales gobierna los destinos políticos y sociales de la humanidad.
Aunque la abstención de momento juegue en su favor, pues, mientras menos gente acuda a las urnas más fácil llegarán y se atornillarán a sus puestos los políticos corruptos, yo creo, y es de esperar, que cuando la abstención es mayoría, como de suyo ha sido en este Nuevo Mundo empobrecido del entorno latinoamericano, y ahora también en el Viejo Continente, es porque el sistema democrático, ese que Churchill definió como el menos malo de los sistemas políticos, está enfermo de muerte, no ya atacado por dictaduras de traje verde oliva, botas media caña y pistola al cinto, sino por emperadorcitos de bolsillo del gran capital con traje inglés, zapatos de charol y una proclama más peligrosa que una bizcoreta con una escopeta de dos cañones: las encuestas de opinión como fase superior de la democracia, es decir, ya no es el gobierno de la mitad más uno sino el gobierno de las muchedumbres efervescentes de pasión y escasas de razón.
Qué peligro y que horror. No es fácil lucha, ni imposible; y aunque lo fuera, lo único que no se debe admitir frente a lo imposible es no hacer nada.
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