18 de septiembre de 2009

¡Dios te salve Corte Suprema!

Cuando yo digo tres, estoy sumando tres unidades una por una que me dan tres. Cuando yo digo terna, estoy sintetizando a tres en una unidad llamada terna porque comprenden afinidades que de suyo requieren para que por tal hecho puedan considerarse terna.

Yo puedo decir una terna de abogados, como la que remitió el presidente Uribe a la Corte Suprema de Justicia para que dentro de uno de ellos eligiera el nuevo Fiscal General. En este caso estoy diciendo que las tres personas son abogados. Y hasta ahí vamos bien. Es decir, cumplen uno de los requisitos exigidos para ser Fiscal.
Supongamos que otro de los requisitos sea la nacionalidad. Y entonces encontramos que los tres son abogados y son colombianos y por tanto cumplen el primero y el segundo requisito y por tanto siguen siendo terna.
Ahora digamos que los tres deben tener una conducta intachable. Ahí ya el asunto empieza a complicarse porque si los tres candidatos no tienen una conducta intachable, entonces la terna deja de ser terna para volver al rebaño de unos candidatos que son abogados, que son colombianos pero que, en al menos uno de ellos, se puso en tela de juicio su conducta intachable. En ese punto la terna retorna a la simple condición de unidades que contadas suman tres.
Ahora supongamos que otro requisito sine qua non es que los nominados deban tener por lo menos un conocimiento más avanzado en derecho penal que el común de los abogados del país.
Y aquí volvemos a la conclusión del punto anterior. Si alguno de los tres no sobresale del común en derecho penal, debe concluirse con Perogrullo que la terna ha dejado de existir por sustracción de materia.
De lógica se deduce también que cuando uno recibe una terna para escoger a uno de tres, debe entenderse que el nominador está en la obligación de enviar candidatos homogéneos que le permita al elector escoger al mejor, y no, como sería el caso en la ausencia de homogeneidad, al menos malo.
Si tal caso se da, el elector queda en derecho de exigirle al nominador que le cambie la terna con el fin, a su vez, de poder cumplir cabalmente con su responsabilidad.
Si ello no fuere así, el poder del elector quedaría reducido al capricho del nominador quien, por la simple artimaña de desquilibrar la terna en favor de alguno de ellos, estaría dando dirección (o ‘direccionando’, como se dice en las licitaciones) la decisión.
Si la Constitución establece que el Fiscal General debe ser elegido de una terna enviada por el Presidente de la República, con tales y cuales características, alguna función discrecional debe tener esa facultad de la Corte como, por ejemplo, la de considerar si la terna nominada cumple o no con los requisitos mínimos.
Es que la democracia no debe ser simplemente una cuestión de forma sino un principio de fondo, y mientras más profundo, mejor.
El debate público que a lo largo de tres meses se dio en torno a los nominados a Fiscal General, no deja dudas del buen juicio que asistió a la Corte para rechazar los nominados por el Presidente.
Esto no debe calificarse como un “choque de trenes” porque, si en ausencia de prudencia del nominador el elector no tiene autonomía para juzgar, entonces uno de los dos sobra.
Finalmente, también en el episodio caben algunas suspicacias. Por recordar un par: (1) uno nunca se explica como es que un Presidente, con toda la capacidad de información e investigación que tiene, haya ‘ternado’ a uno de ellos que a los pocos días empieza a soportar en los medios el bochornoso incidente de ser un vulgar intermediario de fallos jurídicos ante las altas cortes. Y, la pregunta del millón es, ¿quién filtró a los medios la información? Quizás el mismo gobierno que quiso con semejante patraña quitar del medio a quien profesionalmente hablando resultaba el peor enemigo de su amigo. (2) ¿No fuera hora de que el Presidente se declarara impedido de conformar la terna a Fiscal debido a que en la Fiscalía cursan varios procesos en los que el Presidente tiene inocultable e innegable interés personal y familiar?
Pero es evidente que la ética dejó de ser norma en este gobierno desde que por la vía del cohecho se hizo reelegir en el 2006, y los delincuentes no se han caído de sus cargos porque son como los peces que cuando mueren flotan.
Cuando el Presidente Uribe intenta darle dirección al nombramiento del Fiscal General de la Nación, en favor de un subalterno suyo; un incondicional como es el caso, lo que prosigue es acabar de cerrar el broche por donde pueda escapar algún aliento del fementido Estado de Derecho que agoniza en Colombia.
En este sentido, propio sería decir… ¡Dios te salve Corte Suprema!
Coro: Amén (respondamos todos).

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