No parecen gratis las papayas que los altos funcionarios del gobierno colombiano, empezando por el propio presidente Uribe, le ofrecen a Chávez para que de venida se despache de tanto en tanto contra ellos.
Es evidente que tanto en Colombia como en Venezuela, sus gobiernos se benefician popularmente de las irresponsables acusaciones que se lanzan y de las inoportunas declaraciones que se emiten, muchas veces sin soportes técnicos o pruebas contundentes.
Vaya uno a medir en este momento la imagen de Chávez una vez le dice “retardado mental” al ministro de Defensa de Colombia, Gabriel Silva, por haber declarado que “la mayoría de los vuelos ilegales al servicio del narcotráfico con destino a Centroamérica y Estados Unidos, proceden de Venezuela”, y verá que es abrumadora. Todo el mundo en ese país debió haberse sentido ofendido con el infundio.
Y de vuelta, vaya mida ahora la aceptación popular del ministro de Defensa colombiano, a quien probablemente poca gente distinguía hace unas cuantas semanas, y verá el salto que acaba de pegar la imagen pública del nuevo azuzador de la guerra con el hermano país, que por cierto, fue la ficha que impuso en ese cargo su bélico antecesor, Juan Manuel Santos.
Uribe-Chávez o Chávez-Uribe, han montado un negocio político de gana-gana como se dice en el argot empresarial. Cada vez que uno de los dos quiera elevar su imagen interna o ahumar algún debate incómodo, sólo necesita zaherir de alguna forma al otro, para que se prenda la mecha.
No puede un ministro, y menos el de Defensa, con tan urticarias relaciones como las que se tienen con Venezuela, emitir unas declaraciones, traídas de los cabellos, sin pruebas, sin soportes investigativos o estadísticos, afirmando que el vecino país se ha convertido en el epicentro del narcotráfico internacional.
Puede que el ministro Silva no sea un retardado mental, como dice Chávez, pero lo que si no cabe duda es que con tales declaraciones, le está haciendo un mandado a alguien, y el tal caso, lo que vendría a ser sería un “idiota útil”, y ojalá inútil, en el sentido en que, como esperamos todos, su irresponsable declaración no pase a mayores.
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