26 de febrero de 2008

Colombia: una guerra sin fin

He aquí una deliciosa historia política de Colombia que encaja bien en “La mentira organizada” de la que me he ocupado en los últimos años.

Con un cordial saludo…

Octavio Quintero

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La historia de los pactos políticos

en la república de Carimagua

Por: Alberto Pinzón Sánchez

(especial para ARGENPRESS.info)

Fecha publicación: 25/02/2008

Conocí las sabanas de Carimagua en 1970, durante el cierre famoso de un año de la Universidad Nacional de Bogotá. Con un compañero de curso, quien hoy goza de su pensión de profesor de antropología. Compramos sendos morrales en la tienda de la calle 19, donde se vendían los sobrantes de la película 'Queimada' que por esa fecha filmaba Marlon Brando en Colombia, empacamos unos cuantos chiros, cuadernos para el diario de campo, y sonrientes nos dispusimos inducidos por nuestra profesora Doña Blanca Ochoa, esposa de Gerardo Molina, a conocer lo que quedaba de las comunidades indígenas guahibas del río Meta y en los inmensos pajonales de Planas.

En un viaje de tres días seguidos, la flota Macarena nos llevó en medio de una nube de polvo rojo hasta el caserío (en aquel entonces) de Puerto Gaitán, donde debimos esperar un día más al trasbordador del ministerio de obras públicas, que nos cruzó el río Manacacías. Una vez al otro lado, en el extenso fundo o hacienda Santafé de los Riobueno, comenzó una aventura de tres meses y medio, que todavía no me explico como pudimos superar con vida. Por el río Meta hasta Orocué. Luego en el camión repartidor de cerveza hasta la granja experimental del gobierno que tenía en las sabanas de Carimagua, llamada Gaviotas y que poco después de lo del Palacio de Justicia, Belisario Betancur convirtió en la base militar de Marandúa. Luego en el yip de su cuasi-dueño Paolo Lugari hasta el bajo de la culebra a donde él iba a comprar un lote experimental de 300 reses llaneras (bajo la formula latifundista probada de una res por cada 5 hectáreas), y finalmente varias semanas a caballo hasta Puerto Carreño, en donde pudimos tomar un avión DC3 amarado con cabuyas de la flota Urraca, para regresar a Bogotá. El trabajo de campo etnológico con dibujos porque no tuve cámara fotográfica, creo que si no lo han destruido reposa en la biblioteca de la facultad. Doña Blanca lo calificó como, ¡muy bien hecho muchachos!

La historia de la región, ha seguido el mismo patrón sangriento descrito muy bien para todo Colombia por Héctor Mondragón, para la ampliación a sangre y lodo del mercado interno en el campo, recomendado a mediados del siglo 20 por el economista norteamericano-canadiense L. Currie: Despojar mediante todos los medios al alcance del Estado, de sus tierras a los campesinos, para impulsar el desarrollo industrial del agro, desplazándolos obligatoriamente hacia las grandes ciudades, para jalonar allí el desarrollo económico del país sobre la base de la llamada industria de la construcción. Poco después del genocidio oficial de los indígenas guahibos de Planas, ocurrido a partir de 1971 y documentado por el sacerdote Gustavo Pérez Ramírez en su libro 'Planas: Las contradicciones del capitalismo' los hermanos Riobueno dueños del fundo de Santafé, fueron asesinados por los paramilitares de don Víctor Carranza, llamados 'carranceros' y efectivamente el desarrollo llegó toda la región: Hubo carreteras, puentes, Puerto Gaitán, Orocué, San Pedro de Arimena y demás caseríos se convirtieron en semi-ciudades con burdeles, llegaron las cercas de alambre, partición de fundos, ganadería intensiva de cebú rojo, abonos, tractores, ensayos de cultivos industriales, y, Narcotráfico.

Pero como no se puede hablar de la historia de Colombia, sin hablar de la compleja sucesión de los pactos políticos en las alturas del poder, que se remonta al año de 1828, cuando se disolvió la gran Colombia de Bolívar y surgió la actual nación colombiana; iniciaremos el recuento del largo e ininterrumpido ciclo de guerra-pacto y nueva guerra, en 1958, cuando llega a la presidencia de Colombia ese gran locutor llamado Alberto Lleras Camargo, quien venía de ocupar la dirección de la Organización de Estados Americanos en Washington.

Cuando Lleras Camargo tomó posesión como el primer presidente del Frente Nacional, la mayoría de los colombianos en la casa, frente a esa cajita de madera llamada radio, guardaron silencio y expectación. Nunca nadie pudo diferenciar entre la factura del texto o la lectura de su discurso. Pausada, razonada y pronunciada con la entonación de los hombres exquisitos de Bogotá. Alguien comentó: 'Es el hombre contrario a Gaitán'. Hoy después de tantos años entiendo ese comentario. Introdujo en Colombia una palabra que todavía perdura: Reformas.

Su primera reforma y talvez de más largo alcance y profundidad, consistió en sentar las bases para un nuevo pacto entre el poder militar controlado estrechamente desde comienzos del siglo 20 por el gobierno Norteamericano y el llamado poder civil. Se pactó la centralización del mando civil del presidente de la república sobre las fuerzas armadas, a cambio de un sin numero de gabelas llamados fueros militares. En adelante no hubo una fuerza armada obedeciendo a la dirección liberal y otra, a la dirección conservadora y en contradicción entre si, sino un solo cuerpo armado subordinado nominalmente al Presidente y al partido del Frente Nacional. Los asuntos del alto gobierno fueron formalmente separados de los asuntos militares llamados del orden público de la nación, previamente enmarcados dentro de la estrategia universal de la guerra fría contra el comunismo, adoptado públicamente en 1947 el gobierno del Presidente Truman en los Estados Unidos.

Las Fuerzas Armadas colombianas así fueron transformadas en un destacamento contrainsurgente tutelado, dirigido y apertrechado por el gobierno estadounidense, algo así como un Partido Anticomunista Armado para la guerra fría, sobre la base orgánica del Batallón Colombia, que había sido creado por un pacto de sangre sellado entre el gobierno del dictador civil conservador y anticomunista Laureano Gómez, con el gobierno de los Estados Unidos, para que el ejército colombiano (entre Junio de 1950 y Julio de 1953) participara directamente en combate en la guerra de Corea. La lealtad del batallón Colombia con el poder presidencial, había sido ya comprobada por el dictador Rojas Pinilla, con la masacre de estudiantes el 8 y 9 de junio de 1957 en Bogotá.

Todavía se escuchan los ecos doctrinarios de la lectura del discurso restringido, pronunciado ante el alto mando militar por el Presidente Lleras Camargo, el 9 de Mayo de 1958, en el teatro patria de Usaquén:

'Las Fuerzas Armadas, dijo, no pueden deliberar en política porque la acción política se hizo para toda la nación, porque la nación si distinción de grupos raza o afiliación religiosa o política les ha otorgado sus armas, el poder físico, junto a la obligación de defender los intereses comunes, les ha conferido derechos especiales, les ha exonerado de muchas reglas que gobiernan la vida civil, bajo una sola condición: No permitir que todo el peso de su poder recaiga sobre los ciudadanos inocentes'.

De esta manera, las verdaderas reformas de toda índole, que la sociedad estaba necesitando con carácter urgente, pasaron a ser impulsadas por el ejército como institución bajo la subordinación política del partido del Frente Nacional, con la concepción expresada por uno de sus jefes militares más destacados el general Ruiz Novoa, quien las había aprendido durante su destacada participación de la guerra de los Estados Unidos en Corea y que bien pronto se convirtió en consigna: 'La defensa contra el comunismo no reside tan solo en la fuerza de las armas; ella se encuentra en la eliminación de las desigualdades sociales siguiendo las normas democráticas y cristianas'.

Era fundamental hacer irreversible el pacto político frente nacionalista que daba por concluida la tradicional guerra entre liberales y conservadores, poniendo a marchar la administración del Estado debidamente reorganizada y repartida entre los hombres de estos dos partidos. Retirar a los militares de los altos cargos de gobierno. Recuperar la economía de las zonas de conflicto mediante acciones cívica-militares y planes económicos de rehabilitación emprendidos por el ejército, con las alcaldías militarizadas. Normalizar mediante tribunales especiales los problemas de titulación de tierras surgidos de la confrontación bipartidista anterior y sobre todo, dejar marchar la economía general del país conforme a la doctrina desarrollista, que bajo la supervisión de los Estados Unidos se estaba aplicando en todo el continente latinoamericano. Entonces el economista anglosajón L. Currie, llegó a Colombia.

Pero este famoso pacto firmado en las playas de Cataluña en 1957, entre el jefe conservador falangista y profundamente anticomunista Laureano Gómez y el propio jefe liberal Alberto Lleras, que dio por concluido políticamente el periodo llamado de la 'violencia bipartidista' entre liberales y conservadores, también inició una larga y tortuosa etapa de la vida colombiana, que los politólogos de hoy día denominan 'el post-conflicto de la violencia', pero que el pueblo laborioso siempre recordará como el Frente Nacional liberal-conservador.

La guerra sectaria entre liberales y conservadores, fue ganada plenamente por los conservadores 'laureanistas', pues en lo militar ni una sola de sus estructuras armadas entregó una navaja o se desmovilizó, mientras que todos los grupos orientados por los gaitanistas liberales entregaron sus fusiles y se desmovilizaron, y en lo político, se impusieron las ideas anticomunistas y corporativistas del nacional-catolicismo de Laureano Gómez, ajustadas con el 'panamericanismo maltusiano ' del presidente Lleras Camargo.

La institución militar inducida, cerró una estrecha vinculación económica con a los gremios de la producción para desarrollar el mercado interno del país. Se garantizó el reparto equitativo de la burocracia entre los miembros de los dos partidos según lo pactado y se consolidó el poder político central del gobierno sobre las regiones, en especial las conflictivas. Se abrió un proceso de titulación y legalización del despojo de las tierras obtenidas en el enfrentamiento que acababa de concluir, constituyendo para ello tribunales y jueces especiales. Se creó la poderosa institución estatal de Profamilia encargada de adelantar una política maltusiana para el control de la natalidad. Y se reformó la legislación laboral para concluir la demolición de los sindicatos de orientación comunista, hacer abortar el proceso de toma de conciencia clasista dentro movimiento campesino de orientación gaitanista, que había apoyado la lucha guerrillera anterior.

Los militares como institución reformada fueron marginados de las llamadas 'contiendas electorales' y de la administración pública reorganizada, para ser integrados directamente mediante los sonados planes de acción 'cívico-militar y rehabilitación', al desarrollismo que los Estados Unidos impulsan para toda la América Latina, y puntualmente el economista L. Currie en Colombia. Los llamados gremios de la producción colombiana (cafeteros, ganaderos, industriales, exportadores, grandes comerciantes, banqueros financistas etc.), cobraron el apoyo brindado al presidente Lleras Camargo en su lucha exitosa contra el gobierno militar anterior de Rojas Pinilla, y con el eficaz apoyo de las acciones cívico-militares, pusieron en marcha sus planes corporativos para llevar el desarrollo del mercado interno del país hasta el ultimo rincón del territorio nacional.

Concluido el proceso de control político sobre las regiones en conflicto y el despojo de tierras en las zonas cafeteras, esmeraldera y llanera había concluido con el gobierno de Lleras Camargo; el pacto frente nacionalista selló la suerte de los chulavitas, bandoleros y pájaros oficiales, quienes ya sin el apoyo de los gamonales de los directorios regionales liberal fueron fácilmente eliminados por el gobierno y el ejército. Los más notorios y sanguinarios son dados de baja, mientras que a otros como Zarpazo Buitrago o mariachi Oviedo, van a servir de guías civiles en la lucha contra los reductos guerrilleros gaitanistas y comunistas sobrevivientes de la guerra de Villarrica y el oriente tolimense, desatada por el derrocado dictador Rojas Pinilla, y quienes habían aceptado la desmovilización pero no la entrega de armas.

Esta lucha por desarmarlos, la continuará con mayor despliegue el siguiente presidente del Frente Nacional, el gamonal conservador caucano Guillermo León Valencia, bajo la consigna de destruir las republicas comunistas de Marquetalia y Ríochiquito, y adquirirá bajo la orientación y dotación del gobierno norteamericano, un desarrollo y carácter diferente: Se tornará en una Guerra contrainsurgente anticomunista, que el ejercito colombiano, asistido por planes militares recurrentes elaborados en Washington y sin ninguna idea propia ha prolongado tercamente hasta el día de hoy, anclado en su caduca experiencia de la guerra de Corea, muy a pesar de los cambios tan ostensibles que ha tenido el mundo en su globalización neoliberal.

Guillermo León Valencia, en 1962 da por concluida oficialmente la violencia liberal conservadora, que dejó más de 300.000 muertos de guerra y aun no se sabe cuantos millones de desplazados internos campesinos propietarios y pobladores, para dar inicio a la guerra contrainsurgente anticomunista del Estado, planeada milimétricamente y dotada por los gobiernos de los EEUU; inicialmente en el Latin American Security Operation (laso), pero continuada sin ninguna interrupción con el nombre del plan de guerra correspondiente por los diferentes gobiernos liberales o conservadores, hasta ir sentando lentamente las bases militares-económicas y políticas, sobre las que el actual Narcotráfico Paramilitar ha construido su poder y se ha apoderado del Estado colombiano. Hoy se contabilizan cerca de 200.000 muertos de guerra y más 4 millones de desplazados internos.

¿Cuál es ese hilo conductor, o si se prefiere esencial y excepcional de nuestra historia, que incluso el gran historiador marxista inglés Eric Hobsbawm en alguna de sus obras escritas en aquellos años (1960), había sugerido y que luego la practica real del llamado conflicto colombiano ha dejado al descarnado?

Sencillamente que al contrario de lo establecido para Europa, por ese otro gran historiador alemán von Clausewitz; en Colombia como excepción Universal, la política ha sido la continuación de una guerra ininterrumpida, impuesta desde 1828 por la clase dominante desde el poder, sobre el pueblo trabajador, para dominarlo y explotarlo.

El conflicto armado actual ha obligado en la practica, a hacer comprensible todos esos estudios de caso que la escuela sociológica estructural funcionalista, imprimió bellamente para ser lanzados como tinta de calamar, con el fin expreso de enturbiar o nublar la conciencia histórica de la sociedad, y presentar cada 'guerra civil' como un pintoresco hecho aislado o único, sin vinculación con el siguiente o con el precedente.

Sin embargo la terrible contradicción social de la guerra contrainsurgente actual, ha dejado al descubierto claramente el protuberante hilo histórico que la une con la guerra civil que disolvió a la gran Colombia soñada por el Libertador Bolívar. Ha quedado al descubierto, cómo desde la disolución de la Gran Colombia los hacendados esclavistas y exportadores de oro y luego de café, enfrentaron hasta 1.962 sus peonadas sectarizadas, en guerras que llamaron civiles, resueltas mediante pactos bipartidistas en las alturas, con el fin de cambiar la Constitución de Colombia y acomodarla a sus particulares intereses.

Pactos que luego rompían, para así pretextar una nueva guerra civil, que se volvía a concluir con otro nuevo pacto bipartidista liberal-conservador y así sucesivamente, en un círculo vicioso infernal de guerra-pacto- guerra, que ha terminado por denominarse conflicto armado histórico colombiano. Veamos sus principales desarrollos:

En 1829 se alían los generales caucanos y grandes propietarios de esclavos José Hilario López, José Maria Obando, ambos del grupo liberal llamado de los exaltados, con el general vicepresidente Domingo Caicedo, del grupo de los liberales moderados, contra el general venezolano Rafael Urdaneta amigo fiel del Libertador Simón Bolívar, con el fin de restaurar en el Poder por medio de una guerra, al general Francisco de Paula Santander, disolver la Gran Colombia y establecer la Constitución de la Nueva Granada. En esta guerra hubo cerca de 600 muertos.

Luego vino la segunda guerra civil llamada de los supremos, iniciada en 1839 y concluida en 1842. Durante 27 meses el gobierno liberal moderado de José Ignacio Márquez, aliado con los también generales hacendados y esclavistas del partido liberal moderados Tomas Cipriano Mosquera y Pedro Alcántara Herrán, se enfrenta encarnizadamente contra los generales liberales exaltados Francisco Carmona, antiguo enemigo de Bolívar en la costa Caribe, Salvador Córdoba en Antioquia, Manuel González en el Socorro y Vicente Vanegas en Vélez, quienes se sumaron al alzamiento que el general Obando hizo cuando era conducido detenido a la ciudad de Pasto, para ser juzgado por el asesinato de posible sucesor de Bolívar el mariscal de ayacucho Antonio José Sucre y quien cayó asesinado el 5 de Abril de 1828 en las montañas de Berruecos.

El general Obando se levanta en el Cauca con doscientos peones y esclavos suyos, se declara jefe supremo de la guerra del sur y restaurador y defensor de la religión del crucificado. Una mediación del ministro plenipotenciario Ingles en Colombia Robert Stewart en Ocaña, concluye con el pacto de los dos grupos para expedir la constitución de 1843. Los liberales moderados poco después se llamarán conservadores y los exaltados tomaron el nombre de liberales a secas. En esta guerra hubo 3.400 muertos.

La tercera guerra civil en 1851, duró 10 meses. El general hacendado caucano José Hilario López, presidente liberal, se une con el general Obando, para hacer frente al alzamiento conservador armado que comandan en su contra, el tratante de esclavos caucano Julio Arboleda aliado con el hacendado de Guasca Mariano Ospina Rodríguez. La confrontación termina en septiembre de 1851, con un pacto que indulta a los jefes conservadores, sienta las bases para la constitución de 1853 y deja más de 1.000 muertos.

La cuarta guerra civil dura 8 meses y se inicia en Abril de 1854. Cinco hacendados generales liberales moderados, convocados por el vicepresidente José de Obaldía; Tomás Cipriano de Mosquera, José Hilario López, Tomás Herrera, Joaquín Posada Gutiérrez y Joaquín París, hacen una gran coalición con los hacendados conservadores Julio Arboleda, los hermanos Pastor y Mariano Ospina y Manuel Briceño, para derrocar al general Melo, quien apoyado por los artesanos bogotanos le había arrebatado la Presidencia de la república al general Obando. La gran coalición de generales triunfa. Destierran al General Melo, aplastan a los artesanos que lo habían apoyado, y pactan las condiciones de la Constitución federal Granadina de 1858. El número de muertos llega a más de 4.000.

La quinta guerra civil dura 16 meses y la inicia el gobernador del Estado federal del Cauca general Tomás Cipriano de Mosquera, en Mayo de 1860, representando una coalición electoral de liberales y conservadores llamada Partido Nacional. Derrotado el gobierno conservador hegemónico del hacendado de Guasca Mariano Ospina Rodríguez, pacta las bases de la Constitución Radical de 1863. Hubo cerca de 6.000 muertos.

La sexta guerra civil dura 10 meses y comienza en 1876. El partido conservador pacta con el liberalismo de Rafael Núñez en contra del gobierno de los liberales radicales. Concluye con la derrota de los conservadores, y con la perdida del predominio de los radicales dentro del Partido liberal y del gobierno. Se contabilizaron 9.000 muertos.

La séptima guerra civil dura 13 meses, y la inician en 1885 los liberales radicales de Santander, contra el gobierno de coalición liberal conservador presidido por Rafael Núñez. Concluye con la derrota de los liberales radicales, el triunfo del gobierno y la promulgación de la Constitución regeneradora de 1886. El número de muertos sobre pasó los 3.000.

La octava guerra civil dura 2 meses, de Marzo a Mayo de 1895, y enfrenta a una fracción del liberalismo, contra el gobierno conservador de Miguel Antonio Caro, José María Sanclemente y José Manuel Marroquín. Triunfan las fuerzas del gobierno comandadas por el cauchero exportador Rafael Reyes convertido en general. Es el fin del predominio del conservatismo Nacional del presidente Núñez en manos de Caro, y la incubación de la guerra de los mil días que se iniciaría 4 años después. El número de muertos fue alrededor de 2.000.

La novena guerra civil llamada 'de los mil días' pero que en realidad duró 1.130. Enfrenta a los liberales radicales con el gobierno conservador de Marroquín y se inicia el 17 de octubre de 1899, con la toma de la vecina ciudad del Socorro, que realiza con los peones de su propia hacienda, el general Juan Francisco Gómez Pinzón, perteneciente a la fracción radical del liberalismo. Pronto se le unen los demás jefes liberales del radicalismo en todo el país: Uribe Uribe, Benjamín Herrera, Vargas Santos. El gobierno refuerza su ejercito con los generales Peña Solano, González Valencia, y Próspero Pinzón y la guerra se torna en una carnicería prolongada que moviliza en un país de escasos 4 millones de habitantes a más de 500.000 campesinos y aldeanos, causando la muerte de otros 100.000 peones de ambos partidos. La indefinición militar hace surgir al final la forma de guerra de guerrillas, que como experiencia social que persistirá largos años en la memoria colectiva de los colombianos.

La guerra termina por mediación del gobierno de los Estados Unidos en el buque de guerra Wisconsin que se hallaba anclado en la bahía de Panamá, donde se presiona la firma de un pacto que incluye entre otras cláusulas, la negociación para la separación de la provincia de Panamá. El 12 de noviembre de 1902 firman, el general Benjamín Herrera por parte de los liberales radicales y el general conservador Nicolás Perdomo a nombre del gobierno. El resultado final, además de la traumática y masiva movilización social especialmente campesina que se prolonga durante varias décadas posteriores, significa la ruina del país en especial de la región comunera del actual departamento de Santander, en donde se libraron los más mortíferos combates, la perdida de la provincia de Panamá, el asenso fraudulento a la presidencia de la república del dictador bipartidista de la Unión Republicana Rafael Reyes y su reforma constitucional de 1905.

Así, la probada táctica de los pactos entre los dirigentes de uno y otro partido, también se continúa sin modificaciones durante todo el siglo 20 y hasta la actualidad, constituida en una verdadera ideología colombiana para gobernar: En 1909 se pacta la Alianza bipartidista que derroca al general Reyes, cuando se le agota su arbitraria política de gobierno y su favoritismo para convertir a los grandes latifundistas exportadores de café en industriales, mediante generosos subsidios oficiales, y para apoyar la presidencia del rival cafetero antioqueño Carlos E Restrepo.

Luego se da el pacto de gobierno bipartidista de convivencia, dirigida por los conservadores moderados, que durante el periodo llamado hegemonía conservadora (1914 -1930) de los gobiernos de José Vicente Concha, Marco Fidel Suárez, Pedro Nel Ospina y Miguel Abadía Méndez; se caracteriza por la continuación del desarrollismo industrial subvencionado por el Estado, por la ilimitada expansión agrícola y ganadera, y por la implantación de los enclaves Norteamericanos en las zonas bananeras y petroleras.

En 1930 los liberales pactan con un grupo minoritario de los conservadores, la Concentración Nacional con la que ganan y sostienen el gobierno de Enrique Olaya Herrera. En 1946 el dirigente liberal Alberto Lleras Camargo, pacta con los conservadores, la Unión Nacional con el fin de superar el impase producido por la renuncia del gobierno del presidente liberal reformista Alfonso López Pumarejo, controlar el creciente conflicto en el campo reflejado en la ley agraria de 1936, las agitaciones obreras en los enclaves bananero, petrolero y en transporte por el río Magdalena, y para apoyar el gobierno el gobierno conservador liberal, presidido por el cafetero antioqueño Mariano Ospina Pérez. Hay paridad en el gabinete ministerial y gobernaciones departamentales cruzadas y se constituye en la premonición del futuro Frente Nacional.

En 1948, el gobierno pactado de mayoría conservadora y participación de los liberales, aplasta la insurrección popular desencadenada a partir del asesinato del dirigente liberal de Izquierda Jorge Eliécer Gaitán. En 1953, se da el pacto del conservatismo moderado dirigido por Ospina Pérez con los liberales, para destituir al Presidente conservador doctrinario Laureano Gómez y apoyar al general Rojas Pinilla como primer mandatario del país. Y en 1956, se pacta un Frente Civil entre los liberales dirigidos por Alberto Lleras Camargo con la fracción doctrinaria del conservatismo dirigida por Laureano Gómez, con el fin de reemplazar la dictadura del general Rojas Pinilla.

En 1957 se pacta un gobierno bipartidista liberal conservador de las Fuerzas Armadas llamado Junta militar, para preparar la transición al Frente Nacional, iniciado en 1958 con la presidencia liberal de Alberto Lleras Camargo, surgida del pacto firmado en Cataluña en 1957, y en donde iniciamos este análisis.

Pero como si fuera poco, en 1991 durante el gobierno de Cesar Gaviria, a la manera de otro episodio más de esta ideología de gobierno, se selló el Pacto de Silencio sobre la barbarie acontecida en el Palacio de Justicia 6 años atrás, entre los guerrilleros del M-19-Alianza Democrática y los partidos liberal-conservador, para expedir la Constitución del 91 actualmente vigente, la que ha permitido otro periodo de pacto bipartidista-ampliado, guerra contrainsurgente y ampliación del mercado interno hasta Carimagua y la base militar aledaña de Marandúa, en la frontera con Venezuela.

Y hoy después de 16 años, como en Colombia no hemos tenido historia reconocida, se intenta repetir la tragedia con otro pacto entre gobierno de la seguridad democrática y algunos sectores de la llamada oposición democrática, autonombrados de izquierda democrática, con el fin de legitimar la ley de justicia y paz y dejar impune el necesario juicio histórico y jurídico al genocidio democrático de siglos, ocurrido en la republica democrática de Carimagua.

Pero quienes sueñan con otro pacto por las alturas, siempre deberán tener presente que según lo enseñanza la verdadera y terrible historia colombiana; únicamente se podrá superar definitivamente esta pesadilla cíclica de guerra-pacto bipartidista y nueva guerra, mediante un pacto Soberano y Justo socialmente llamado Salida Política al conflicto histórico colombiano, que desde abajo y hacia arriba, contando con el pueblo trabajador victima del despojo y la explotación, reconstruya la verdadera democracia en el país.

Con ese espíritu los invito a participar en la marcha por la dignidad convocada por las victimas del terror del Estado, que se realizará en todo el mundo este próximo 6 de marzo.


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