18 de febrero de 2008

Neofisiocratismo

OCTAVIO QUINTERO

Antes de continuar con el debate de la hacienda Carimagua y su viabilidad agropecuaria en manos de terratenientes poderosos y pudientes y/o desplazados en la inopia y perseguidos, debiéramos echar una mirada a ras de lo que fue la reforma agraria de los años 60 en Colombia y lo que quedó de ese inmenso esfuerzo político, social y económico que hizo el país a pesar del cual las estadísticas de hoy nos revelan que el 61 por ciento de las mejores tierras están en poder de unos pocos terratenientes.

Si uno se ubica en un punto objetivo desde el cual pueda mirar y sopesar todos los argumentos en pro y en contra que se han dado sobre Carimagua, encuentra que son razonables unos y otros y que, lo que los diferencia es el enfoque ideológico que se impone de un lado y del otro.

Por eso sería conveniente echar esa mirada sobre la reforma agraria y ver ¿dónde están y qué hacen esos miles de campesinos que recibieron tierras del Incora… bueno, al menos los que sobrevivan; y a qué están dedicadas y en manos de quiénes esas tierras? Y el punto más importante de analizar, obviamente con la mayor objetividad, es por qué no funcionó la reforma agraria del siglo pasado.

El tema Carimagua no debiera enfocarse sólo desde la perspectiva de si se entregan esas tierras a 200 familias desplazadas o a cuatro ilustres empresarios agropecuarios amigos y parientes del alto gobierno. Es indudable e indiscutible que las tierras de Carimagua en manos de unos menesterosos van a fracasar; o que, en manos de unos poderosos, van a echar para adelante. El tema debiera servir más para profundizar en la necesidad de una reforma agraria integral, término que empleo recordando que quedó tan gastado en la época del furor del Incora que una vez Álvaro Gómez dijo con su fina ironía que el debate de la reforma agraria parecía una cocina, por lo de “integral”.

Y me parece que como lo dijo el ministro de Agricultura, el debate de Carimagua sí es ideológico, y es lo que debe debatirse. Debe fijarse muy claramente una política sobre reforma agraria. Si la ideología fuese social, y enmarcada en el ya tristemente célebre Estado Social de Derecho que prescribe la Constitución Nacional, esa política debiera tener como centro del mejor bienestar posible al ser humano (hombres y mujeres), no sólo desplazados sino campesinos a secas, porque es bien cruel que en este país sólo cuando la violencia del hombre o el infortunio de la naturaleza se apoderan de los campesinos, son cuando se vuelven visibles. Y si tiene como enfoque ese bienestar general por encima del particular, entonces el Estado debiera no sólo entregarles tierras a los campesinos (todos víctimas del desplazamiento desde años ha), sino también proveerles y facilitarles las condiciones requeridas para que esas tierras sean productivas en términos económicos. Eh ahí en donde el ministro de Agricultura tiene razón, y una razón perversa, por supuesto, porque entregarle unas mangas a unos campesinos en los llanos (o en cualquiera otra parte del país), sin cercar, sin arar, sin abonar, sin vías de comunicación, sin semillas, sin ganados, sin transporte, sin créditos de fomento y sin… ¿qué más digo?, es como si a uno le entregaran un avión sin gasolina en pleno vuelo y, por demás, sin saberlo manejar.

Y especialmente por lo que sigue, es por lo que el ministro de Agricultura tiene toda la razón y le sobra: como estamos en un régimen capitalista y, por demás, a ultranza, esas tierras quedan mejor en manos de unos terratenientes que tengan los recursos suficientes, y si por acaso les llegare a faltar algo, el Estado lo proveerá en muy favorables condiciones, porque en un régimen neoliberal, el interés de los ricos se sobrepone al interés de los pobres. Prueba está en las noticias de hoy 17-02-08 en donde se anuncian miles de millones de pesos para subsidiar a los empresarios afectados por la revaluación, mientras sigue sin desenredarse la madeja jurídica que se armó con un fallo de la Corte Constitucional sobre la quiebra del Upac que dejó sin vivienda a miles y miles de damnificados y que fue culpa también y por demás del mismo Estado.

Eh ahí el quid del asunto: no es que el debate sobre Carimagua esté ideologizado porque se trate de unos desplazados por el paramilitarismo del que no se ha podido despercudir el gobierno del presidente Uribe, sino que ese debate de la reforma agraria está ideologizado desde que el gobierno liberal de Carlos Lleras Restrepo (1966-70), impulsó una reforma agraria con algunas bondades sociales y el conservador de Misael Pastrana (1970-74) la echó atrás con acentuada ideología fisiócrata.

Claro que el debate es ideológico, ministro; y en medio de él está la ideología de quienes queremos un Estado social de derecho, incluyente, tolerante y en paz contra quienes nos siguen imponiendo un Estado de hecho insocial y asocial; clasista y violento, que a lo largo de los años ha degenerado en un interminable enfrentamiento entre unos pocos que lo quieren todo y otros muchos que demandan al menos el derecho natural que les asiste de subsistir en condiciones dignas.

Es casi seguro que cuando el gobierno de Uribe anunció la entrega de Carigmagua a unos desplazados sólo fue para arrancar aplausos de la galería, es decir, fue un acto de demagogia, como todo lo que corona en lo social la frente de este régimen; como seguro será que si se le arrienda a los pudientes empresarios por 50 años es con el claro propósito de que se queden con esas tierras por lo siglos de los siglos. Y es también muy dable pensar que este debate inocuo lo destapa El Tiempo para menoscabar la imagen de quien pudiera ser un duro hueso de roer de los Santos (Juan Manuel y Pacho), en el próximo debate presidencial. Es decir, el interés de El Tiempo, más que por los desplazados sin tierra, parece ser por los desplazados del “corazón grande” de Uribe en sus guiños de sucesión presidencial.

Señores: no funcionó la reforma agraria de los 60, con toda la voluntad política de un gobierno como el de Lleras Restrepo, va a funcionar ahora la parcelación de un lote de terreno que de darse, va a ser contra la misma voluntad del gobierno. Si yo estuviera en los zapatos de uno de esos desplazados que están siendo utilizados por la derecha para probar que la tierra en manos de pobres no pelecha y por los críticos de Uribe como punta de lanza contra el régimen, y más crudamente como carne de cañón contra el establecimiento, diría a la luz de mi propia experiencia: “no gracias”.

oquintero@yahoo.com

17-02-08

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