OCTAVIO QUINTERO
Alguna parte importante del empresariado colombiano ha alertado a su jauría de analistas económicos en contra de las medidas fiscales a la carta que ha venido implementando el gobierno en pro de otro grupo de empresarios que deben tener más juego en los futuros intereses políticos del presidente Uribe.
A juzgar por los términos de sus denuncias, el asunto es grave, y puede pensarse que Uribe se está jugando una carta importante en su futura imagen pública fabricada, como todos sabemos, a partir de encuestas que se adelantan entre la mínima parte de la población que ha resultado beneficiada del exclusivo y excluyente modelo neoliberal.
No se puede albergar mucha objetividad en los comentarios de los mastines neoliberales que ahora que sus amos se alejan del centro del poder han dado en encontrar odiosos favoritismos fiscales, pero sirven para validar las críticas que de tiempo atrás hemos hecho al modelo quienes a un alto costo personal y profesional nos hemos sostenido en la inviabilidad de un modelo que ha despojado al Estado de su contenido y responsabilidad social para endosárselo a la que hoy con gracia irónica llaman “capitalismo social” en un, hasta brillante esfuerzo alquímico de mezclar el agua con el aceite.
A partir de las críticas ya suficientemente comentadas del ex ministro Hommes y del ex director de Planeación Armando Montenegro, mastines neoliberales del ex presidente Gaviria, aparece después otro peso pesado del régimen, el ex ministro Juan Camilo Restrepo, un encanto de analista político y económico, de clara estirpe social (cuando está sin puesto) descubriendo, desde su perspectiva de futuro candidato presidencial que (…) “La política tributaria de la administración Uribe se ha caracterizado porque le encanta cargarle la mano sin piedad a las rentas de trabajo, y a los consumidores a través del IVA y de la altísima tributación sobre los combustibles. Pero cede ante las presiones de quienes piden tratamientos de privilegio para sectores poderosos (…). Tiene toda la razón el ex ministro Rudolf Hommes cuando en reciente artículo señalaba que por estos tiempos "los traficantes de influencias montan y desmontan en Palacio".
Una de las razones que hacen muy interesantes los comentarios de Hommes es que él siempre escribe con conocimiento de causa porque, nadie como él ha sido siempre un “traficante de influencias”, unas veces desde el sector privado a través de fundaciones patrocinadas por generosos contratos de prestación de servicios con el Estado o, directamente desde el mismo “Palacio” al cual alude en la cita que le toma Juan Camilo, otro “traficante de influencias” especialmente para la empresa privada antioqueña y también desde “Palacio” a todo lo largo y ancho de su vasta carrera pública.
Pedro Medellín como que tiene menos que arriesgar en el lance porque su lanza en ristre apunta al corazón de Uribe:
(…) “Como si la reforma laboral y las exenciones de impuestos no fueran suficientes estímulos para los empresarios, el Gobierno ha convertido los aranceles en un mecanismo recurrente para mantener los apoyos políticos y, de paso, favorecer a algunas empresas. El asunto es tan notorio que, con el aumento de los aranceles para la tela, la ropa y los zapatos anunciado por el Gobierno, los economistas han encendido las alarmas. Armando Montenegro afirmó que "la iniciativa de subir los aranceles de un puñado de empresas selectas es altamente inconveniente". Y mientras que el ex ministro Hommes afirmaba: "Suben aranceles para que suban los precios de algunas acciones", Alejandro Gaviria, ex subdirector del DNP, alertaba sobre la desinstitucionalización que entrañaba la medida: "En el pasado, estas decisiones eran discutidas en el Consejo Superior de Comercio Exterior, una importante instancia técnica. Pero con el deterioro de los contrapesos internos, las decisiones se toman ahora en reuniones cerradas en Palacio, de frente a los beneficiados y de espaldas al país". Es la microeconomía de los favores políticos, con la que el Gobierno moviliza apoyos y garantiza alta rentabilidad a los empresarios. El modelo es sencillo: invocando la necesidad de aumentar la protección de los productores nacionales, altos funcionarios del Gobierno asumen el papel de agentes o promotores empresariales. Utilizando o no los canales institucionales, toman las medidas que no solo favorecen a ciertas empresas, sino que, además, los convierten en inigualables candidatos a dirigentes empresariales una vez salgan del Gobierno”.
Qué bueno que ahora vean esto. Casi en los mismo términos la denuncia está hecha en mi libro “La mentira organizada”, escrito hace 10 años:
(…) “¿Qué es lo que motiva la doble moral de hoy? La explicación es la connivencia que existe entre los sectores público y privado, dirigidos por capas predominantes en lo político y en lo económico que se corrompen unas a otras, aunque, para los intereses del sector privado toda la culpa se haga recaer sobre el sector público. Al igual que privatizan las utilidades y socializan las pérdidas, también las virtudes son privadas y las culpas públicas. Como si pudiera haber corrompido sin corruptor. Es sorprendente, y cuando menos sospechoso, que por mal que le vaya a un ministro, gerente o director de empresa estatal, al dejar el cargo se le abran exclusivas puertas del sector privado, especialmente en aquellas entidades privadas que más tuvieron qué ver con su gestión pública”. (Págs. 91/92).
Es indudable que estas críticas reflejan la caída del sol que está poniéndose a la espalda del presidente Uribe.
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