14 de mayo de 2008

Asesinato con fumigaciones

OCTVIO QUINTERO
En Colombia los hechos nos atropellan de tal forma y manera que nos obligan a pasar a la carrera sobre atrocidades que en otras circunstancias nos debieran frenar en el detalle a ver qué pasó. Aquí la noticia del hallazgo de una fosa común con 100 o más restos humanos queda cubierta a las pocas horas con la sorprendente noticia de que el Presidente ha decidido amordazar la verdad de los paramilitares sobre los orígenes de la parapolítica extraditándolos por narcotraficantes, dando prelación a la justicia de Estados Unidos sobre la justicia colombiana que clama la verdad y las víctimas que reclaman Paz y reparación.
Íbamos en esa crítica de la extradición de unos tipos que el Estado colombiano no fue capaz de someter al orden a pesar de tenerlos presos en una celda, desnudando entre otras cosas el fracaso de su guerra contra el narcotráfico; el fracaso de su política de seguridad democrática (la joya de la corona) y el fracaso de su política de “paz y sometimiento de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), otro discurso manido del gobierno, cuando nos llega por la vía de Columnistas Libres la dramática carta abierta de monseñor Gustavo Girón Higuita, obispo titular de la diócesis de Tumaco que obliga a dejar de lado aquello tan importante para contribuir a la divulgación de tan escabrosas denuncias.
En síntesis, dice Monseñor:
Primero: Somos testigos de nuevas y seguidas fumigaciones aéreas en varias municipios de la Costa Pacífica que dejan un sinnúmero de familias afectadas. En la comunidad indígena Eperara-Siapidaara, de los 115 habitantes se enfermaron 45 niños y niñas de vómito, diarrea, manchas en la piel, afecciones de las vías respiratorias y neumonía. Los habitantes se están muriendo de hambre porque las fumigaciones aéreas, en un territorio que nos consta no tiene plantaciones de coca, en cambio han arrasado con todos los cultivos de pan coger de la comunidad.
Nos preocupa de manera especial la muerte el 9 de abril del niño indígena Awá, Janer Esteban Nastacuás Canticús, de catorce meses de edad, y la hospitalización de cinco menores más, quienes pertenecen a una comunidad indígena de la Guayacana, zona rural del municipio de Tumaco. El niño falleció posterior a una fumigación, presentando los mismos síntomas arriba mencionados. Aún están en estudio los resultados de la necropsia y autopsia.
Segundo: A pesar de múltiples comunicados, denuncias, llamados a la población y acciones en defensa de la vida realizados por la Diócesis, no paran los asesinatos y muertes selectivas diarias en todos los municipios de la costa Pacífica. Según medicina legal, sólo en Tumaco tenemos que lamentar la muerte violenta de 98 personas en los primeros cuatro meses de este año, curiosamente cuando todo el municipio se encuentra virtualmente militarizado.
Es impresionante la forma como la Policía Nacional ejecutó el pasado 21 de abril al señor Jairo Javier Montaño Rengifo, de 33 años, a pesar de sus súplicas, de 7 tiros en la espalda en presencia de pobladores adultos y menores, tan sólo porque había espantado un perro con un tiro al aire.
Tercero: El narcotráfico ha permeado con gruesos tentáculos toda la Costa Pacífica. Ya no se trata de luchas por ideologías, sino de buscar ventajas económicas con el dinero fácil y el control de los territorios y rutas de la economía ilegal a cualquier precio, que pasa por encima de la vida humana y su dignidad.
Comunidades y ríos enteros están sometidos a un confinamiento severo por parte de grupos paramilitares que controlan la entrada y salida al territorio, coaccionan a la población, sin que se vea alguna reacción contundente de parte de las autoridades legales quienes hacen poca presencia. En otros sitios es la guerrilla de las FARC que busca controlar el territorio, exponiendo a la población al terror que causan los enfrentamientos con la Fuerza Pública, lo que conlleva el desplazamiento masivo de los habitantes, amén de las presiones a que son sometidos quienes se arriesgan a quedarse sobre el tipo de proyectos económicos que se pueden o no desarrollar.
Ahí quedamos con las denuncias de Monseñor. Y mientras les envío esta nota, seguramente otra del mismo corte me tocará empezar de nuevo porque el crimen no descansa ni deja descansar en Colombia.

oquinteroefe@yahoo.com
14-05-08

No hay comentarios: