28 de mayo de 2008

A otro perro con ese hueso

OCTAVIO QUINTERO
Es una caricatura de mal gusto que Colombia ande librando una dura batalla jurídica de nivel internacional para lograr la extradición de Jair Klein, el mercenario judío que montó la estructura bélica y sanguinaria de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), que luego devinieron en paramilitares y posteriormente en parapolíticos, abriendo ese horrendo capítulo de crímenes selectivos y también a granel con los que montaron en el 2002 en la presidencia a Álvaro Uribe Vélez (AUV).
Dicen los juristas que asisten a AUV en esta batalla que el país tiene derecho de someter a su justicia al sujeto que tantos crímenes provocó en Colombia.
¿Pero de cuál sometimiento a la justicia hablamos? ¿Si este gobierno acaba de raparle a la justicia colombiana, 14 de los más avanzados discípulos de Klein para enviárselos a la justicia estadounidense por un delito que como el narcotráfico, con toda la carga de su daño social, no es, ni de lejos, comparable en horror y terror a los crímenes de lesa humanidad y lesa patria que estos egresados de la escuela del terror de Klein cometieron en Colombia?
A no ser, quizás esa puede ser la explicación, que se requiera un nuevo entrenamiento de AUC para apuntalar la segunda reelección y tercer período de Uribe, el mandatario que siendo apenas seccional de Antioquia, impulsó como nadie las cooperativas de autodefensas en su departamento, las mismas que más tarde lo auparon a la cúspide del gobierno nacional.
¿Y qué mejor que pedir su extradición para juzgarlo en Colombia a la manera, claro está, como venían juzgando a sus discípulos en celdas especiales y con las comodidades técnicas y logísticas que les permitió seguir dirigiendo desde la cárcel sus narcocarteles y cooperativas sanguinarias, actividad delictiva que se tomó como excusa para justificar su extradición a Estados Unidos pero que, soto voice, que es la voz del pueblo, se dice y se sabe que se trató solo de estrangular la verdad que los ‘niños de Klein’ venían develando en torno a la forma como el presidente Uribe montó su campaña mediante la combinación de todas las formas de lucha para alcanzar su primera presidencia en el 2002. Ya sabemos que la segunda también fue un dechado de artimañas que superó a la primera y debemos esperar que su tercer intento sea superior. Quizás para eso necesita de nuevo el as de Klein bajo la manga.
Pero Klein también pudiera ser útil para entrenar en sus horas “libres” de presidiario unas nuevas AUC de corte internacional que le sirviera a AUV de hostigamiento a los vecinos países de Venezuela y Ecuador y a Bush para dejar prendida la guerra en esta esquina de Suramérica donde florece una primavera social que incomoda al Imperio por sus excesos de autonomía e independencia política y económica.
¿Vamos a juzgar a Klein? ¡Qué payasada! Lo vamos a meter en una cárcel colombiana equipado de computadores, discos duros, unidades USB, celulares y sim cards como tenían a su libre albedrío los paramilitares extraditados a Estados Unidos. Y Klein, que no es bobo, está luchando en ese escenario jurídico porque no lo traigan a Colombia. Porque una cosa fue venir como invitado del mítico cartel de los Ochoa, socios de la familia Uribe, a venir forzado por AUV a una cárcel en la que, si no funciona en el sentido de su carcelero, puede considerarse hombre muerto por algún “justiciero”, hecho que, por demás, servirá a AUV en su momento para levantar otra humareda en torno de ese gran escándalo que tarde o temprano lo remitirá a juicio de las cortes internacionales.
Por cualquier otra cosa debe tener el autor intelectual de las AUC interés en traer de regreso a Jair Klein, menos por juzgarlo como instructor estratégico de su montaje. Si ese fuera su sincero interés, no habría soltado a los autores materiales del genocidio que resultaron ser más eficientes y eficaces que su maestro judío, aunque menos inteligentes que ese de quien el asesor presidencial José Obdulio Gaviria dice que goza de una inteligencia superior.

oquinteroefe@yahoo.com
28 – 05 – 08

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