13 de junio de 2008

Habemus coca

OCTAVIO QUINTERO
oquinteroefe@yahoo.com
13-06-08

Nos pone los pelos de punta que una diva francesa venida a más por haberse casado con un presidente en ejercicio que se está viniendo a menos, cante canciones relativas a la producción y consumo de coca en Colombia. Y nuestro deslucido canciller, también venido a más por habérsele volado a las Farc pocos días después de que precluyera una investigación en su contra por haberle robado una tierrita a los más pobres de su natal Cartagena, protesta “enérgicamente” diciendo que “"eso pasa por combinar la política con la farándula".
Esperemos que ningún acucioso analista haga extensiva esa apreciación del canciller a los conciertos de Juanes, nuestra lumbre artística internacional (y esto es en serio), por haber armado el gigantesco concierto fronterizo colombo-venezolano en momentos en que las tensiones entre Uribe-Chávez y Correa, estaban en su climax.
Viene a lugar mencionar también en este contexto de ardorosa defensa patriótica, la glosa bien lograda que nuestro general Naranjo, director de la Policía Nacional, hace a un guión televisivo que viene transmitiendo a modo de documental el canal Caracol TV denominado “El Cartel” que recoge la vida y obra de los más importantes capos de la droga en Colombia.
“Mi general” dice que el guionista, un narcotraficante confeso y convicto, deja a la policía por el suelo y pone a los narcos por las nubes.
Es lo que acaba de confirmar, “mi general”, el Sistema Nacional de Monitoreo (SIMCA) en su última medición: que el cultivo de coca en Colombia, a pesar de la muy “eficiente” labor policial y de los cuantiosos recursos del Plan Colombia se disparó al cierre del 2007 en un 25 por ciento, retrotrayendo su nivel al de hace seis años.
Es decir, y para revolverle farándula a esta política, los “años dorados” de Uribe en materia de lucha contra el narcotráfico han pasado sin pena ni gloria. Pero eso sí, los muchos millones de dólares que le ha insuflado Estados Unidos a través del Plan Colombia a cuenta de esa lucha, le han servido para prenderle candela al rancho de las Farc, y sobrado para hacer que algunas chispas de esta guerra interna flameen peligrosamente sobre las fronteras con Venezuela y Ecuador.
Es el quid del asunto. Es lo que en palabras de Luigi Ferrajoli, padre del garantismo penal, llama “intereses muy fuertes para mantener las drogas prohibidas”. ¿A quién más que a Estados Unidos le conviene política y económicamente esta lucha? Mientras más lejos estemos de ganarla más injerencia del Imperio en nuestros asuntos internos y más utilidades devengarán las transnacionales que se dedican a la comercialización de químicos precursores del alcaloide y del tráfico de armas para la guerra contra el narcotráfico hoy; entre los países bolivarianos, mañana.
Bajo la presión de Estados Unidos se ha desarrollado en el mundo una legislación antidroga “totalmente irracional”, dice Ferrajoli en declaraciones al periodista Carlos Rodríguez de Página 12, un portal argentino.
¿Pero, totalmente irracional para quién? No es, por supuesto, para el Imperio, porque eso es lo que busca: que irracionalmente nos matemos en estos países andinos en el altar de sus furibundos consumidores; en beneficio de las arcas de sus transnacionales y en camino de su expansión geopolítica.
La guerra contra las drogas no está acabando con los cultivos ni con los narcotraficantes ni con los consumidores. Por el contrario, éstos: cultivos, narcotraficantes y consumidores siguen aumentando aquí y acullá. Esa guerra, lo que está acabando es con la dignidad de estos países –Colombia y México-, por ejemplo.
Pero de nada valen estos llamados a la reflexión, hechos hoy por Ferrajoli y ayer por premios Nobel de literatura y economía como García Márquez y Stiglitz. Mientras esta guerra siga siendo un gran negocio económico y una estrategia política que juega a favor del Imperio: habemus coca per secula seculorum con sus fuertes cargas de crímenes y corrupción.

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