11 de septiembre de 2008

Historia de invasiones

OCTAVIO QUINTERO
oquinteroefe@yahoo.com
11-09-08
El escritor y periodista mexicano, Pedro Echeverría, me ha hecho caer en cuenta que la historia de invasiones de Estados Unidos en Latinoamérica, es más extensa y criminal que el resto de invasiones internacionales, como las de Irak y Afganistán, que por ser las últimas ocupan de momento nuestra atención.
Igual que Echeverría de México, escritores y periodistas de la región podrían navegar de memoria en la historia de las invasiones gringas a sus países, como aquí en Colombia con “I took Panamá”, o los chilenos con el derrocamiento y asesinato de Allende y ni se diga Cuba o los países centroamericanos y del Caribe.
El tema de Echeverría se suscitó a raíz de mi columna “11S: ojo por ojo”, en la que recordaba la frustración de un libro escrito que nunca publiqué titulado “Después de…” porque, a manera de excusa decía en esa columna que “los acontecimientos eran tantos y tan precipitados que cada día que pasaba hacia viejos los datos de ayer y siempre nuevos los de mañana”.
El hecho es que haciendo como de abogado del diablo, mi tema central de dicho cuasi libro era que el mundo se estaba asombrando, y con razón, de un acto terrorista como el de las Torres, transmitido por los medios en vivo y en directo, olvidando actos terroristas más violentos y devastadores ejecutados antes por los que ese día posaban de víctimas, como la bomba atómica de Hiroshima que de un solo ¡pum! dejó 120.000 mil muertos.
Decía entonces y se reivindica hoy que ““El exceso del vengador hace olvidar la responsabilidad del agresor”.
Por ejemplo: ¿Quién justificaría hoy en día que un mexicano cualquiera volara Wall Street de un bombazo? Nadie. Quizás hasta veríamos con placer su electrocución en la silla como castigo ejemplar.
Pero, si miramos atrás y recreamos la invasión y el despojo de Estados Unidos a México, entonces veríamos que allá en ese pasado histórico que la memoria se resiste a olvidar, habría motivo y razón de ese o cualquier mexicano de proceder a vengar la afrenta a su raza.
En esta “Semana de la Memoria” que se celebra en Colombia, veamos el caso típico de México, de quien alguien dijo que su desgracia consistía en estar tan lejos de Dios y tan cerquita de Estados Unidos…

Por
Pedro Echeverría V.
pedro@cablered.net.mx
11-09-08

El 13 el ejército yanqui tomó Chapultepec y desde el 14 izó su bandera en Palacio Nacional

1. El enorme poder económico y militar yanqui, que se impuso al mundo durante el siglo XX, creció en gran parte en lo que fue territorio mexicano. Sin los más de dos millones de kilómetros cuadrados que nos arrebataron a la mala invadiéndonos, EEUU sería quizá una nación poderosa, pero no jugaría el papel de gran imperio invasor y policía mundial. Santa Ana, el general mexicano más importante de la época, tanto para liberales y conservadores, nada pudo contra la política criminal y expansionista del presidente yanqui James Polk y su ejército de decenas de miles de regulares y voluntarios comandado por Scott. El expansionismo yanqui ya se había escrito en la Doctrina Monroe desde 1823 y en el Destino Manifiesto que justificaba en 1845 la superioridad de raza y cultura de los EEUU sobre México.
2. Por esos principios racistas de dominación, en septiembre de 1847 el gobierno gringo, usando su poderoso ejército invasor (de 100 mil elementos del ejército regular y voluntarios) tomó con mucha facilidad Tlalpan, Padierna, San Ángel, el convento de Churubusco, Molino de Rey y el 13 de septiembre, al amanecer, comenzó a bombardear el cerro de Chapultepec antes de asaltarlo. La resistencia fue muy débil, pues, como dice el historiador Alfonso Toro, “muchos soldados desertaron provocando un gran desorden”. De Chapultepec el ejército yanqui organizó dos columnas (una por San Cosme y otra por la calzada de Belem) para ocupar el Zócalo de México e izar su funesta bandera de las barras y las estrellas. La realidad es que el pueblo se sintió ofendido causándoles posteriormente algunas bajas a los yanquis
3. En febrero de 1848 se firmó el tratado de Guadalupe Hidalgo con el que México perdió, no sólo Texas con sus límites hasta el Río Bravo, sino Nuevo México y Alta California, una extensión superior a la República Mexicana actual. Los yanquis, que invadieron el país en mayo de 1846, lo dejaron hasta junio, cumpliendo así dos años y un mes de haberlo ocupado. La realidad es que por ese sólo hecho de nuestra historia el sentimiento de México debería ser profundamente antiyanqui, pero no. A partir del fin la Segunda Guerra los yanquis impusieron en México su dominación económica e ideológica, impusieron los medios de información y un pensamiento en los sectores medios y altos de la población, que siguiera el modo de vida de Norteamérica.
4. Los yanquis de entonces representaban “la modernidad” capitalista frente a los viejos países europeos infestados de conservadurismo feudal y eclesiástico. Es la causa por la que muchos de los mismo liberales no condenaron abiertamente la invasión gringa de 1846/48. Al parecer sólo Melchor Ocampo llamó a la defensa del país mediante la organización de guerrillas, pero la idea predominante de la época la expresaba Miguel Lerdo : “Era inevitable que una nación extranjera interviniera en México, y mejor que fueran los EEUU que, al fin y al cabo, constituían el modelo de sociedad con que soñaban los liberales mexicanos”. Quizá eso explique la débil resistencia del pueblo mexicano a la invasión que sufrió nuestro país por más de dos años.
5. En esos mismo años (1847/48) sería proclamado el Manifiesto Comunista escrito por Marx y Engels en el que se analizaba la situación mundial y se proponían una serie de ideas de organización para los trabajadores del mundo. Para los autores de Manifiesto y las diferentes corrientes obreros a su alrededor, el sistema feudal de explosión estaba en proceso de desaparición dando paso al sistema de explotación capitalista. Incluso, pasado algún tiempo, los mismos Marx y Engels llegaron a ver que México, ante su miseria económica, su atraso productivo, por estar expuesto a permanentes amenazas de países que buscan saquearlo (España, Inglaterra, Francia), no veían mal que el país más libertario de la época, los EEUU, intervinieran en México.
6. Pero si estos científicos revolucionarios (Marx y Engels) que vivieron a mediados del siglo XIX estuvieran hoy presentes, estarían a la vanguardia de la lucha contra el imperio de EEUU y la dominación del capitalismo mundial. No se equivocaron al decir que los EEUU eran la nación más progresista, con más perspectivas de transformación, hace siglo y medio, pero no pudieron prever (no eran adivinos, sólo trabajaban con las tendencias) que en el siglo XX habrían dos grandes guerras mundiales en las que los yanquis, aplicando estrategias hacia el dominio mundial (desarrollando con éxito el armamentismo y la nuclearización) serían con ello los amos del mundo. Como Marx, sus seguidores hoy están en la vanguardia de la lucha contra las intervenciones de EEUU en Irak, Afganistán, Palestina, Venezuela, Bolivia, en todo el mundo.
7. El viejo mito de los “niños héroes que sacrificaron sus vidas envolviéndose en la bandera mexicana para defenderla del invasor”, es sólo un cuento que se difunde en las escuelas, en los discursos y en los medios informativos para desviar la atención y para no condenar al imperio yanqui. El historiador Toro apunta que los defensores del Castillo (500 soldados abajo y 200 arriba) prefirieron huir en medio del desorden que venía manifestándose desde que el ejército yanqui se instaló en Tlalpan. ¿Qué se dice acerca de las condiciones económicas, de las confrontaciones entre liberales, conservadores y clero, sobre todo de la iglesia católica (la institución más poderosa del momento) que no quiso gastar dinero en la defensa del país? La realidad es que en estas historias hay mucho que se esconde a propósito.
8. La superioridad de la raza aria proclamada por Hitler en Alemania, en los años treinta del pasado siglo, según puede verse, no era nada nuevo. Esa idea llevó al mundo a una gran guerra y al sacrificio de millones de seres humanos. Pero un siglo antes los expansionistas yanquis habían proclamado esa misma superioridad de raza, cultura y derechos sobre México y demás pueblos en su Destino Manifiesto. Así que ese comportamiento del gobierno y el ejército yanqui que invade y amenaza al mundo sin tomar en cuenta a la ONU ni ninguna otra idea, no es otra cosa que continuar con su pensamiento original. Por eso cuando he visto o escucho a los presidentes de la República agitar la bandera y hablar del nacionalismo mexicano en abstracto me parece de lo más ridículo. Sólo me hace recordar que la tan cacareada independencia de México no existe ni en algún momento de la historia la hemos tenido.

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