2 de octubre de 2008

Y el gringo ahí

OCTAVIO QUINTERO
oquinteroefe@yahoo.com
02-10-08

En la campaña presidencial colombiana de 1998 que enfrentó a Horacio Serpa con Andrés Pastrana, se denunció que muchas empresas estaban amenazando a los trabajadores con botarlos del puesto si votaban por Serpa, el candidato que más garantías le daba a los trabajadores por su ascendencia socialdemócrata.
Entre las muchas triquiñuelas que contribuyeron al triunfo de Pastrana en esas elecciones, es indudable que esa amenaza surtió efecto entre los trabajadores a la hora de meter la papeleta en las urnas.
Esa práctica, hasta hoy, me pareció propia de países subdesarrollados con democracias imperfectas que manipulan no sólo a los electores sino también los resultados en caso necesario.
Pero hoy que leo en Wall Street Journal que Wal-Mart Stores, Inc, está amenazando a sus miles de trabajadores si votan por Obama, puedo sospechar que hace 10 años en Colombia no se inventó el chantaje laboral como herramienta política sino que fue estrategia sugerida por los asesores de Pastrana, todos gringos, que apuntalaban su triunfo en Colombia como causa propia para poder entronizar en este país la feroz y sucia guerra que nos desangra alrededor de la lucha contra el narcotráfico.
Wal-Mart no es cualquier empresa. En la enciclopedia Wikipedia se informa que es la más grande tienda minorista del mundo. Y por sus ventas, aproximadamente 400.000 millones de dólares el año pasado; y número de empleados, cerca de dos millones de personas, es la mayor compañía del mundo.
Según se lee también en Wikipedia, un comité ético noruego concluyó en un informe remitido en noviembre de 2005, que Wal-Mart "viola de forma sistemática los derechos humanos y los derechos laborales de sus trabajadores; emplea de forma sistemática a menores de edad en condiciones de trabajo peligrosas, discrimina a la mujer y no compensa las horas extras de los empleados".
El Journal informa que los gerentes de recursos humanos encargados de llevar el chantaje a los trabajadores, no sugieren directamente por quién votar en las elecciones del 4 de noviembre, pero les dejan claro que votar a Obama equivaldría a permitir el ingreso de sindicatos.
A buen entendedor, pocas palabras.
No me habría despertado tanto interés este asunto, pues, ya advertí en anterior columna que para mi Obama o McCaín resulta apenas un cambio de ritmo dentro del concierto capitalista, si no fuera porque otra noticia que me parecía propia del trópico colombiano, y que con el tiempo hemos dado en descubrir que hace parte de la escalada de violencia del Imperio en Colombia, ha prendido motores en Venezuela: los falsos positivos de los que ya se tiene un dominio de sentido internacionalmente.
En la campaña de Uribe los falsos positivos llegaron hasta fabricar atentados contra el candidato Uribe y atribuírselos a las Farc, con dos fines: inducir el rechazo de la gente a la guerrilla y elevar la imagen pública del candidato que por entonces ofrecía acabar con esos “bandidos” en su primer año de gobierno.
La estrategia electoral funcionó, no así la promesa, pues, el elegido lleva seis años echando plomo a diestra y siniestra como cualquier Pecos Bill, y la guerrilla ahí.
Si yo fuera autoridad en Venezuela, le estaría prestando mucha atención a esa noticia que hoy circula por el mundo en alas de EFE en la que se dice que el dirigente estudiantil opositor, Julio Soto, fue asesinado en Maracaibo, capital del Estado de Zulia.
No basta con que las autoridades hayan dicho que no descansarán “hasta dar con los responsables de este crimen y colocarlos a la orden de la justicia”.
Así se nos empezó a decir a los colombianos en el ascenso de Uribe al poder, y este es el momento en que ahora convertimos en tragedia nacional, desde el presidente para abajo, el horrendo asesinato de un niño de once meses a manos de su propio padre, pero no nos parece igual de horrendo, y quizás superior, la matanza de centenares de miles de colombianos a manos de los paramilitares para quienes se expidió una ley que les permite purgar en cárceles “cinco estrellas”, apenas unos cuantos años por beber la sangre de sus víctimas y jugar fútbol con sus cabezas.
Este crimen en Venezuela me huele a trampa gringa que se le tiende a Chávez en el desespero por desestabilizar su gobierno, No creo que el régimen venezolano necesite matar a un estudiante para sostenerse en el gobierno, él que todo lo puede con sus más de 60.000 millones de dólares que le entran al año por petróleo. Sería absurdo. Chávez ha dado muestras de ser frentero hasta la imprudencia, pero de bobo, ¡nunca¡
El Imperio no descansa: revuelve en su vientre la imagen de Obama porque no le resulta tan apetitoso como McCaín y prosigue socavando el gobierno de Chávez porque definitivamente le cae como sal en herida.
Fue Chomsky quien dijo a principios de este año que cuando el Partido Republicano despliegue sus enormes operaciones de difamación, basadas en mentiras, “veremos qué tan efectivo es Obama”.
Yo no alcanzo a percibir por qué, en principio, fue el mismo Partido Republicano el que puso mayoría en la Cámara en la negación del plan de rescate del sistema financiero de cuya decisión, los iniciados en informaciones confidenciales, debieron capturar enormes ganancias pecuniarias; y el candidato McCaín, también paradójicamente, tomar un segundo aire.
Lo que sí me queda claro, a la distancia de esa campaña sucia de Pastrana en 1998, o en la cercanía de este crimen del estudiante venezolano, que en todo esto, el gringo está ahí, como siempre.

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