Edgard Morin
Sociólogo y filósofo. Nacido en 1921, es director de investigaciones emérito en el CNRS, presidente de la Agencia europea para la cultura (Unesco) y presidente de la Asociación para el pensamiento complejo. En 2009, publicó «Edwige, l’inseparable» (Fayard).
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Cuando un sistema es incapaz de tratar sus problemas vitales, se degrada, se desintegra o suscita un meta-sistema capaz de tratarlos: se metamorfosea. El sistema Tierra es incapaz de organizarse para tratar sus problemas vitales: peligros nucleares que se agravan con la difusión y tal vez la privatización de las armas atómicas; la degradación de la biosfera; una economía mundial sin verdadera regulación; la reaparición de las hambrunas; los conflictos étnico-político-religiosos que tienden a convertirse en guerras de civilización. El crecimiento y la aceleración de todos estos procesos pueden ser considerados como el desencadenamiento de un formidable feed-back negativo, que desintegrará irremediablemente el sistema. Lo probable es la desintegración. Lo improbable pero posible es la metamorfosis.
¿Qué es una metamorfosis?
Vemos innumerables ejemplos en el reino animal. La oruga que se encierra en una crisálida comienza un proceso de autodestrucción y de autorreconstrucción a la vez, tomando la forma de una mariposa, distinta a la de la oruga, aún siendo la misma. El nacimiento de la vida puede ser concebido como la metamorfosis de una organización fisicoquímica que, llegando a su punto de saturación, crea la métaorganización viva, que aunque incluya los mismos componentes fisicoquímicos, produce nuevas cualidades.
La formación de las sociedades históricas en Medio Oriente, la India, la China, México, Perú procede de una metamorfosis que partiendo de un agregado de sociedades arcaicas; de cazadores-recolectores, produjo las ciudades, el Estado, la clase social, la especialización del trabajo, las grandes religiones, la arquitectura, las artes, la literatura, la filosofía. Y también para peor: la guerra, la esclavitud. A partir del siglo XXI se plantea el problema de la metamorfosis de las sociedades históricas en una sociedad-mundo de un nuevo tipo, que englobaría a los Estados-naciones sin eliminarlos. Porque la continuación de la historia, es decir de las guerras, por Estados que disponen de armas de destrucción, conduce a la casi aniquilación de la humanidad. Mientras que, para Fukuyama, las capacidades creativas de la evolución humana se han agotado con el establecimiento de la democracia representativa y la economía liberal, es necesario creer, por el contrario, que es la historia la que está agotada y no las capacidades creativas de la humanidad.
La idea de la metamorfosis, mucho más rica que la idea de revolución, lleva en su seno la radicalidad transformadora, pero la liga a la conservación (de la vida, de la herencia de las culturas).
¿Cómo cambiar de rumbo para ir hacia la metamorfosis?
Aunque parezca posible corregir ciertos males, es imposible frenar la ola tecnocientifica-économica- civilizatoria que esta conduciendo al planeta al desastre. Y sin embargo, la Historia humana ha cambiado a menudo de rumbo. Todo comienza, siempre, por una innovación, un nuevo mensaje diferente, marginal, modesto, a menudo invisible para los contemporáneos. Así comenzaron las grandes religiones: budismo, cristianismo, islamismo. El capitalismo se desarrolló como parásito de las sociedades feudales para tomar finalmente vuelo y desintegrarlas con la ayuda de las monarquías.
La ciencia moderna se formó a partir de algunos espíritus diferentes y dispersos, Galileo, Bacon, Descartes, creando luego sus redes y sus asociaciones, introduciéndose en las universidades durante el siglo XIX, y luego en el siglo XX en las economías y en los Estados hasta convertirse en uno de los cuatro poderosos motores de la nave espacial Tierra. El socialismo nació en el siglo XIX en espíritus autodidactas y marginados hasta llegar a ser en el siglo XX una formidable fuerza histórica. Hoy, todo está para ser repensado. Hay que recomenzarlo todo.
De hecho, ya todo ha comenzado de nuevo aunque no nos estemos dando cuenta. Estamos en un punto de partida de comienzos modestos, invisibles, marginales, dispersos. Porque el hervidero creativo ya existe en todos los continentes, una multitud de iniciativas locales, vinculadas a la regeneración económica, o social, o política, o cognitiva, o educacional, o ética, o reformadora de la vida.
Son iniciativas que se ignoran entre sí, ninguna administración las toma en cuenta, ningún partido se da por enterado. Pero ellas son el vivero del futuro. Se trata de reconocerlas, censarlas, compararlas, catalogarlas y conjugarlas en una pluralidad de caminos reformadores. Son vías múltiples que desarrollándose conjuntamente podrán conjugarse para conformar el camino nuevo que podría llevarnos hacia la todavía invisible e inconcebible metamorfosis. Para elaborar los caminos que se reunirán en el Camino, debemos liberarnos de las alternativas limitadas, a las que nos fuerza el mundo del conocimiento y del pensamiento hegemónico. De modo que hay que mundializarse y desmundializarse, crecer y decrecer, desarrollarse y enrollarse al mismo tiempo.
Mundialización/desmundializacion
La orientación «mundialización/desmundializacion» significa que, si bien es necesario multiplicar los procesos de comunicación y de planetarización cultural, que aunque hiciere falta constituir una conciencia de “Tierra-patria”, hay que promover también, de una manera la desmundialización, la producción de alimentos de proximidad, las actividades artesanales los comercios cercanos, las huertas periurbanas, las comunidades locales y regionales.
Crecimiento/decrecimiento
La orientación «crecimiento/decrecimiento» significa que hay que aumentar los servicios, las energías verdes, los transportes públicos, la economía plural o sea la social y solidaria, la humanización de las megalópolis, la agricultura y la ganadería campesinas y biológicas, reducir al mismo tiempo las intoxicaciones consumistas, el alimento industrializado, la producción de objetos desechables y no reparables, el tránsito automotor (en beneficio del ferroviario) .
Crecimiento/decrecimiento
La orientación «crecimiento/decrecimiento» significa que el objetivo ya no es más fundamentalmente el desarrollo de los bienes materiales, de la eficacia, de la rentabilidad, de lo calculable, sino que también está el retorno de cada uno sobre sus necesidades interiores, el gran retorno a la vida interior y al primado de la comprensión del otro, del amor y de la amistad.
Ya no basta con denunciar. Ahora debemos enunciar. No basta con recordar la urgencia. Hay que comenzar también por definir los caminos que conducirán al Camino. Es a eso a lo que tratamos de contribuir.
Principios esperanzadores
¿Cuales son las razones que tenemos para esperar? Podemos formular cinco principios esperanzadores:
1. La aparición de lo improbable. Así como la resistencia dos veces victoriosa, cinco siglos antes de nuestra era, de la pequeña Atenas frente al formidable poderío persa, fue altamente improbable y permitió, sin embargo, el nacimiento de la democracia y el de la filosofía. Del mismo modo fue inesperada la congelación de la ofensiva alemana frente a Moscú en el otoño de 1941, luego improbable la contraofensiva victoriosa de Joukov que comenzara el 5 de diciembre, seguida el 8 del mismo mes por el ataque de Pearl Harbor que decidió la entrada de los Estados Unidos en la guerra mundial.
2. Las virtudes generadoras/creadoras inherentes a la humanidad. De la misma manera como existen en todo organismo humano adulto células madres dotadas de aptitudes polivalentes (totipotentes) propias de las células embrionarias, pero inactivas, también existe en todo ser humano, en toda sociedad humana virtudes regeneradoras, generadoras y creativas en estado latente o inhibido.
3. Las virtudes de la crisis. Junto a las fuerzas regresivas o desintegradoras, se despiertan las fuerzas generadoras creativas en la crisis planetaria de la humanidad.
4. Es como se combinan las virtudes del peligro: «Allí donde crece el peligro, crece también la salvación». La posibilidad suprema es inseparable del riesgo supremo.
5. La aspiración multimilenaria de la humanidad a la armonía (paraíso, luego utopías, luego ideologías libertarias/socialista/comunista, luego aspiraciones y rebeliones juveniles de los años 1960). Esta aspiración renace en el hormigueo de las iniciativas múltiples y dispersas que podrán alimentar los caminos reformadores, destinados a reunirse en el camino nuevo.
La esperanza había muerto. Las viejas generaciones se sienten desengañadas por las falsas esperanzas. Las jóvenes generaciones se afligen porque ya no existen causas como la de nuestra resistencia durante la segunda guerra mundial. Pero la misma causa incluía su contrario. Así como decía Vassili Grossman sobre Stalingrado, la victoria más grande de la humanidad es al mismo tiempo su más grande derrota, en la que el totalitarismo estaliniano salía vencedor. La victoria de las democracias restablecía al mismo tiempo su colonialismo. Hoy, la causa es, sin duda alguna sublime: se trata de salvar à la humanidad.
La verdadera esperanza sabe que no es certeza. Es la esperanza no en el mejor de los mundos, sino en un mundo mejor. El origen está delante de nosotros, decía Heidegger. La metamorfosis sería efectivamente un nuevo origen.
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Traducción Carlos Debiasi
El primer signo real del fin de la humanidad será su desintegración social. A partir de entonces, nada ni nadie podrá hacer nada por salvarla de su extinción final. Tal como se lucha por preservar lo más intacto posible los recursos naturales, el medio ambiente, la flora y la fauna del mundo, debemos luchar por mantener la integración sociaL y la solidaridad entre los seres humanos. ¡ESA ES LA IDEA! HAGÁMOSLE Octavio Quintero
27 de abril de 2010
26 de abril de 2010
Acumulación y fuerzas productivas, hoy
La economía es una ciencia inexacta
Acumulación y fuerzas productivas, hoy
Ricardo San Esteban
(Desde Buenos Aires, Argentina. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)
Viernes 23 de abril de 2010
Como hemos visto, el modelo de acumulación ha variado a través de los tiempos, aunque sin perder su esencia. También lo han hecho las fuerzas productivas, con la ciencia aplicada como uno de sus componentes más notorios, y con ello, también, el desplazamiento del centro de acumulación de capitales hacia el este y, especialmente, la profundización de la crisis cíclica y general en el mundo desarrollado. Naturalmente que la gran burguesía internacional nos dice -refiriéndose a dicha crisis- que ya se superó e infla con entusiasmo su nuevo gran globo y de paso, nos provee de globitos multicolores.
Para entender qué es lo que está pasando, veamos, en primer término, la categoría excedente de producción. La categoría excedente de producción fue muy estudiada por los clásicos, denominándola net produce o surplus of produce, diferenciando así entre el producto bruto y las necesidades de vida de todos aquellos que se encuentran relacionados con la producción, según escribía, por ejemplo, John Stuart Mill en sus Principles (1).
Cuando Carlos Marx logró desentrañar lo misterioso de esta categoría, derivando de la misma el concepto de índice de explotación de la clase obrera, los economistas burgueses –en primer lugar el propio Stuart Mill- la dejaron de lado y haciéndose los distraídos, hablaron entonces del producto social como costo de factores, y consideraron que el ahorro que implica no es consecuencia de la plusvalía sino de una loable acción de abstinencia de la burguesía.
Es más que notorio: la acumulación resulta de la explotación de los trabajadores –y del pobrerío en general- y no de la moral circunspecta de los patrones. Cualquier sistema productivo viable se halla en condiciones de proporcionar un excedente, es decir, un producto mayor del que resulta necesario para mantener a la totalidad de la población. Es también notorio que el excedente de producción implica excedente de población, pues el uno no podría darse sin el otro.
En casi todas las sociedades divididas en clases han existido grupos sociales minoritarios que, astutamente, se las ingeniaron para apropiarse del excedente de producción. Recordemos aquel grito desgarrado de Túpac Amaru: “campesino, el patrón no comerá más de tu sudor” Creo que nadie puede negar este hecho que si es moralmente detestable, es también necesario para que pueda darse la acumulación y el avance de las fuerzas productivas capitalistas.
Michel Aglietta (2), en su teoría de la regulación, puso el acento en el proceso de valorización que trascendía las formas mercantiles de apropiación del plusvalor (absoluto y relativo), formas que se ampliaban con las modalidades de organización de la fuerza de trabajo, las cuales posibilitaban intensificar su uso en el proceso productivo mediante mecanismos de reducción de tiempos muertos.
El tema planteado por éste -en cuanto a que el salario o valor mercantil del trabajo no depende sólo de la forma institucional en que ha sido pactado- estaba ya previsto por Marx. Aglietta señalaba que dicho salario se hallaba supeditado a lo que ocurría en la esfera de la circulación, con la baja del salario real debido a la inflación, pero ya el marxismo había formulado innumerables veces la tesis de que el salario depende de muchas variables y no equivale al valor de la fuerza de trabajo. La inflación logra una redistribución a favor de los capitalistas, pero –obviamente- no crea nuevo valor. El poder adquisitivo real de los asalariados dependía y depende, entre otras cosas, de los precios de mercado y de la capacidad de negociación de las asociaciones de trabajadores.
El regulacionismo, pues, entendía al Estado según su forma de intervención, bajo las particulares instituciones que surgían en cada régimen de acumulación y por su relación con cada momento específico de un determinado tipo de regulación social. Ejemplificaba, por ejemplo, que en el caso del fordismo, la forma de intervención estatal era la de proveer a su estado de bienestar o welfare state de mecanismos reguladores propios. Esta corriente consideraba las crisis como etapas superables, negando la crisis final, por lo que proclamaba rearticular la relación capital-trabajo para cada momento concreto en las distintas fases de la acumulación, tarea que correspondía al Estado capitalista, utilizando métodos sutiles como la “inflación controlada”, los mecanismos supranacionales e inclusive, el discurso legitimador. Este detalle fue el que no vio, lamentablemente, nuestro querido Antonio Gramsci cuando pregonaba las bondades del fordismo como modelo para armar.
En una entrevista realizada en el 2007 Aglietta –sin renunciar a su prédica a favor de las regulaciones- admitía que, ahora, se pasa de burbuja en burbuja porque el sistema carece de cualquier freno interno.
El sistema de acumulación ha cambiado y así declaraba que China es el pivote de la integración asiática y Asia el lugar adonde se trasladan los fenómenos más significativos. China es el taller industrial del mundo que recibe las materias primas de Australia, los bienes de equipo de Corea, de Taiwán y de Japón y los servicios financieros de Hongkong y de Singapur. Diez años después de sus crisis, Asia se ha convertido en un polo ineludible de la acumulación capitalista. El mundo se ha polarizado por la relación entre los EEUU y el grupo de países emergentes, entre ellos China. Esa relación es de colusión tácita y de rivalidad latente a causa de la inversión de los movimientos de capitales y de la deuda norteamericana.
Aglietta proponía la necesidad de un equilibrio ordenado en EEUU, restableciendo la tasa de ahorro. En Asia, un reajuste de las tasas de cambio y el crecimiento de las demandas internas. Europa, -decía- a falta de una política monetaria exterior, se verá muy perjudicada si el reequilibrio se traduce sólo en una presión sobre el euro, ya sobrevaluado. Son las monedas asiáticas las que tienen que revaluarse. Por consiguiente –continuaba Aglietta- el error en Europa es separar las políticas macro de las políticas micro. Urge su conexión para definir dinamismos industriales y sostener las innovaciones con políticas de crecimiento.
En estas fechas China acaba de declarar que no devaluará pese a los sueños de Aglietta y por otra parte, pensamos nosotros, la crisis no se superará con piruetas monetaristas porque ése no es el fondo de la cuestión. Por caso, la economía de la eurozona se mantuvo en los mismos niveles en el cuarto trimestre de 2009 en comparación con los tres meses anteriores, según informó la oficina estadística de la Unión Europea (UE), Eurostat, publicando que en toda la Unión Europea (27 países), el PBI experimentó un crecimiento trimestral de 0,1 por ciento. Pero, medido en términos interanuales, se contrajo 2,3 por ciento. Según Eurostat, el mayor crecimiento trimestral del PBI se produjo en Eslovaquia, con un 2 por ciento, seguido por Malta (0,9 por ciento) y Francia (0,6 por ciento). En cambio, las mayores contracciones del PBI se registraron en Irlanda (2,3%), Grecia (0,8%) e Italia (0,3%).
Estas mediciones resultan engañosas porque en el mejor de los casos se trata de rebotes momentáneos. Y a más, como hemos sostenido, las mediciones tomando en cuenta el PBI son falaces, porque la que debería estimarse es la renta nacional, para con ello obtener datos más precisos. El PBI engloba cifras comerciales, industriales y de servicios y de esa manera infla la cifra real, que es la que, en cambio, muestra la renta nacional basada solamente en la producción del capital genuino. La recuperación de la economía mundial se ralentizará durante el primer semestre de 2010, según adelantó la OCDE en un informe publicado en París.
En Estados Unidos la recuperación seguirá siendo, igual que en Japón y en los países de la zona del euro, un sueño, y su ritmo será menos vigoroso en los dos primeros que el registrado a finales de 2009. Dice que el aumento del PBI estadounidense será "más sostenido" que el de los países de la zona euro, donde se detectan aún "importantes desequilibrios externos", indicó la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). "Los países de la OCDE se beneficiarán en los primeros seis meses de 2010 del empuje de las economías emergentes", destacó el economista jefe de la Organización, Pier Carlo Padoan. "Los países de la OCDE se han beneficiado, por medio de los intercambios comerciales, de la viva expansión de la actividad en las grandes economías emergentes, especialmente China, India y Brasil", precisó en su informe la Organización.
En realidad, se trata de un espejismo porque los problemas centrales no sólo no se han resuelto, sino que se han profundizado, y nuevamente se infla la burbuja financiera con récords en las cotizaciones ocurridas en las Bolsas del mundo, pero que, como suele repetirse en esas mismas Bolsas, los árboles no crecen hasta el cielo. La emisión desenfrenada de dólares y bonos del tesoro, cuya paridad es sostenida por el mundo, tarde o temprano terminará por sincerarse.
El caso argentino
En Argentina, a partir del primer peronismo hubo salarios de nivel más alto pero también una inflación importante y fue inútil el llamado de Perón para controlarla. Con la caída del peronismo y la subsiguiente adhesión del gobierno militar al FMI y al Banco Mundial se aplicó un modelo que llevaba a equiparar aquel nivel salarial con el más bajo del continente, aún por debajo del mínimo psicológico.
Esta rebaja salarial fue parte de un paquete encaminado a redefinir la estructura productiva de la Argentina de acuerdo a la división internacional del trabajo, y el resultado quedó a la vista pues hubo una acelerada desinversión y con ello, pues, un retroceso hacia la etapa pastoril con un adicional en el sector servicios. La clase obrera junto con el aparataje industrial habría de ser prácticamente demolida, y el campo, despoblado de arrendatarios y obreros rurales, reprodujo la gran extensión latifundista y la agricultura extensiva.
No se puede borrar impunemente la estructura socioeconómica de un país, so pena de incurrir en el peligro de su desintegración y la Argentina estuvo muy cerca, sobre todo cuando culminó este proceso de desmantelamiento, en el año 2001, proceso que al bloque dominante le había tomado cincuenta años realizarlo.
Leyendo esto, uno recuerda aquella expresión de Juan Carlos Pugliese, Ministro de Economía de Raúl Alfonsín, cuando exclamó: yo les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo.
Cuando el desarrollo de los sectores productivos I y II no guardan una determinada sincronía y ocurre una deliberada desintegración productiva, los desequilibrios resultan nefastos, máxime si ha existido una destrucción casi total del sector I (medios de producción de la industria de punta).
Sabido es que en la economía capitalista clásica se verificaban dos tendencias. Por un lado, una creciente demanda de mano de obra especializada, y por el otro, un ejército de reserva de trabajadores, conformado este último –en general- por la gente de menor calificación.
La introducción de la técnica en la agricultura, el régimen de tenencia de la tierra y las crisis agrícolas desalojaron hacia las ciudades a una parte creciente de la población que se sumó al remanente ya instalado –sobre todo- en los barrios marginales, fruto del cierre masivo de empresas industriales. Como ya dijimos, durante la cruel y estúpida dictadura de Onganía se produjeron centenares de miles de desalojos rurales, la destrucción de las cooperativas y de las Juntas nacionales de granos y de carnes.
No se dio, como en la época de los clásicos, una disgregación de la economía precapitalista sino una destrucción masiva de fuerzas productivas (más allá de un nivel de destrucción que es normal en todo avance tecnológico capitalista). Con ello se fortaleció la estructura atrasada. Indudablemente, se trató de una desacumulación, de una colosal descapitalización nacional, del saqueo y desguace.
La ley de flexibilización laboral aprobada en la época del gobierno de De la Rúa, en realidad constituía una de las exigencias del bloque dominante, quizá para incrementar su masa de ganancias y comenzar a invertir en algunas ramas menores de la economía. La persistente fuga de capitales, por parte de la gran burguesía argentina e internacional, guardaba relación con la zozobra que se fue dando a nivel sistémico, y por la que los capitales de la pequeña, media y gran burguesía buscaron refugio en la moneda más fuerte y en los paraísos fiscales, capitales que, obviamente, no fueron reinvertidos en la producción.
A ello se sumó –en nuestro caso- la particular crisis de estructura, la supervivencia de rasgos precapitalistas en el campo, rasgos que la burguesía nacional con Perón a la cabeza no quiso o no pudo liquidar y menos aún lo hicieron regímenes posteriores.
La desocupación, el ejército industrial de reserva y la exclusión
La desocupación, en tiempos de los clásicos, resultaba principalmente –como ya hemos visto- de la disgregación de la economía precapitalista. El ejército industrial de reserva surgió en Europa como un elemento exógeno, con el aporte de millones de campesinos expropiados y de artesanos medievales.
Ya habíamos visto que algunos economistas -Celso Furtado, entre otros- creen refutar a Marx acusándolo de introducir en el modelo este elemento externo, señalando dichos economistas que el ejército industrial de reserva no era inherente al propio régimen capitalista ni fruto de sus contradicciones internas. Decían y dicen que el ejército de reserva surgió como un elemento externo, y que Marx lo introdujo en el modelo para que le fuese posible explicar que, con la acumulación y el adelanto de la técnica, aumentaría la presión para reducir los salarios.
Si bien el ejército de reserva provenía de la disgregación precapitalista, en dicha disgregación ya estaban actuando los atractores extraños que, como dijimos, llevaban al sistema hacia la futura formación económico-social. ¿A cuento de qué se disgregaba, sino, la sociedad feudal? En ese sentido, también habría que pensar en que la acumulación temprana, sobre todo en metálico, también constituyó un elemento externo al sistema, sobre todo por el aporte de los grandes tesoros habidos en América y que constituyeron el botín más fabuloso en la historia de la humanidad.
Como hemos señalado, los principios de legitimidad no coexisten sino que se suceden en el tiempo. Los principios de legitimidad del sistema social feudal –en realidad, la forma y el tiempo de trabajo- no poseían el mismo contenido que los del sistema capitalista, sistema éste en el que el hombre es jurídicamente libre y vende su fuerza de trabajo, y donde aquel principio de legitimidad no podría constituir el elemento fundamental del sistema capitalista si previamente no desintegraba al principio anterior, principio que se basaba en la relación de señorío y servidumbre.
En el sistema feudal, el tiempo se medía por cosechas o por pariciones. Por eso en el capitalismo la categoría de tiempo de trabajo posee otro contenido, pues el trabajador, contrariamente a lo que realizaba el siervo de la gleba, ya no entregaba su fuerza de trabajo y la de su familia para laborar las tierras de su señor -a cambio del usufructo de una parcela- sino que vendía esa fuerza de trabajo durante un período limitado de horas y de años. Y esa venta de una parte de sí mismo, era realizada en el mercado y cobrada por ello en moneda de curso legal. Es más, el tiempo de trabajo se abstraía del obrero para transformarse en elemento del sistema, en tanto que el resto del ser humano se transformaba en parte del entorno interno.
No hay bien más valioso ni más escaso para el ser humano que el tiempo, y por lo tanto, cuando ese tiempo debe ser enajenado para subsistir, se produce un desgarramiento de su ser. Para mayor claridad, digamos que el obrero posee la fuerza de trabajo como un valor de uso, valor de uso que debe poner en venta para poder sobrevivir. En tanto esa fuerza de trabajo no sea vendida y luego se transforme en tiempo de trabajo, no se constituye en elemento del sistema capitalista, porque el proceso legitimador pasa por la temporización del trabajo a partir de su venta, a partir de la venta de una parte de sus facultades creativas y laborales, que es lo que el obrero realiza en el mercado.
La relación entre aquel principio del pasado que constituyó la base del sistema feudal, la existente en la actualidad y la que vendrá no desaparece. Los principios de legitimidad del pasado y del futuro acechan constantemente para disputar el principio de legitimidad al actual elemento del sistema. Los resabios atrasados, en un país como la Argentina, siguen actuando subsumidos en el sistema capitalista, al cual en cierta medida traban o frenan. Tal es el caso del régimen de tenencia de la tierra, porque la renta absoluta precapitalista sustrae y licúa una parte del ingreso, una parte del capital social y de esa manera, en lugar de subsidiar a la gran industria se subsidia al terrateniente o al oligarca parasitario. Por ello, a la crisis del sistema capitalista se suma otra, que es la de estructura, y cuya expresión más notoria es la inflación en los precios de los productos básicos de la canasta familiar y la menos notoria, pero más dañina, es la fuga de capitales convertidos así, en dinero de humo.
El pato de la boda
Y los principios de legitimidad del futuro también traban o frenan a las fuerzas productivas y así aparecen las grandes masas desposeídas que cuestionan, aún inconscientemente, el principio de legitimidad del régimen y plantean que así no podemos seguir. En efecto, la desocupación y la exclusión, la desaparición de una parte sustancial de la clase obrera y de la burguesía industrial implican la desaparición, en esa misma medida, del principio legitimador del sistema capitalista, que no es otro que el de la comercialización de la fuerza de trabajo medida en tiempo.
Actualmente los aspectos psíquico y físico del ser humano, que son parte del entorno, en realidad ya están pugnando para legalizarse como nuevas partes del elemento, ya están participando de un caos altamente estructurado y que proviene de cómo el sistema social actual se prepara para sucederse a sí mismo. Los atractores extraños trabajan en ese sentido.
En otros tiempos, como hemos dicho, la acumulación tuvo su aceleración a partir de la desintegración feudal y de la ascensión del nuevo principio de legitimidad, que por cierto tiene poco y nada que ver con la legalidad jurídica burguesa, pues en la acumulación capitalista no intervinieron, ni menos intervienen actualmente, mecanismos puramente lícitos o que puedan registrarse en las teorías de los clásicos o en las del ampuloso Harvard.
Como ya señaláramos, además de la obtención de plusvalía que constituye la esencia del régimen, la piratería, el saqueo, la acción mafiosa y otras lindezas constituyeron y constituyen elementos funcionales a la acumulación capitalista. Don Carlo Gambino (don Corleone) hace mucho tiempo que tiene butaca en todos los grandes directorios. Baste observar, en las revistas del corazón, la vida novelesca de ciertos ejecutivos vicunlados con las celebrities como el jefe del banco Goldman Sachs, Lloyd Blankfein. Los medios han registrado la conducta de este filántropo que además de dar dinero –ajeno- a las instituciones de caridad, tenía un harén propio, mixto.
Gran ejecutivo que guió a Goldman Sachs a través de la crisis financiera, casi sin perjuicios y recibió un suculento bonus de cien millones de dólares por ello. Su nombre no está incluido en la demanda, sólo la del gerente responsable de la transacción, Fabrice Tourre, que resulta así un perejil.
En tanto, "Whitehall Street International", el fondo inmobiliario de Goldman Sachs, registró una fuerte caída de su patrimonio, de los antiguos 1.800 millones a apenas 30 millones de dólares, según el último informe anual del banco. Una portavoz del banco se negó hoy a comentar las cifras del informe enviado a los accionistas ya el pasado mes. Goldman Sachs presentará en pocos días su actual balance. El propio banco es uno de los más grandes inversores del fondo. Recientemente el "Whitehall Street International" registró fuertes pérdidas con sus propiedades inmobiliarias en Estados Unidos y en Japón. El hecho de que el fondo haya comprado muchas de sus propiedades con dinero ajeno dificulta aún más la situación. El "Whitehall Street International" debe afrontar así deudas gigantescas en medio de la crisis que afecta a todo el sector.
Otro que bien baila es el competidor directo del fondo de Goldman Sachs que también hace frente a fuertes pérdidas: el valor del Morgan Stanley Real Estate Fund VI podría retroceder de 8.800 millones a 3.400 millones de dólares. Varios expertos temen que la situación pueda desatar una segunda crisis financiera. Según estimaciones del Congreso estadounidense, casi la tercera parte de los más o menos 8.100 bancos del país podría verse afectada por impagos en el sector inmobiliario. En realidad, el pato de la boda es, como siempre, el deudor hipotecario más pobre, que es despojado de la vivienda familiar adquirida con enormes sacrificios.
Ley general absoluta de acumulación capitalista
Volviendo al tema de la acumulación, Marx señalaba que cuanto mayor es la riqueza social, tanto mayor es el ejército industrial de reserva. Constituía parte del razonamiento conducente a verificar el funcionamiento de la ley general absoluta de acumulación capitalista y también, de la anexa ley de población.
De esa manera se llegaba a la conclusión de que el hecho más importante de la dinámica del capitalismo se hallaba en el aumento de la riqueza, que implicaba necesariamente el aumento de los desocupados, de la cantidad de quienes no podían acceder a puestos de trabajo.
Por consiguiente, las causas de la lucha de clases se incrementaban con el aumento de la riqueza social. Podríase deducir, de esa circunstancia, que la situación de la clase capitalista sería cada vez mejor, como consecuencia de la presión sobre los salarios ejercida por la oferta de mano de obra, pero en realidad no ha sido ni es exactamente así.
En la economía clásica se afirmaba que la tasa de ganancia tendía a declinar, a largo plazo. Remitámonos a las conclusiones a que llegaba J.S.Mills, deduciéndolas del reaccionario principio de población de Malthus, así como también de la ley de la renta diferencial descubierta por Ricardo; de ahí partía para tratar de demostrar que toda tentativa de elevación arbitraria de los salarios reales carecería de alcances prácticos.
Marx percibió el meollo del asunto para demostrar la temporalidad del capitalismo. De esta manera, si el índice de ganancia tiende a descender -siendo su límite cero- está claro que no solamente la clase obrera sino también la burguesía, como clase, tiende a desaparecer, habida cuenta que las inversiones aumentativas de la productividad del capital son aquellas que reducen, en forma relativa y absoluta, el incremento del mismo. Veamos cómo es esto. En su lucha por impedir el descenso del mentado índice de ganancias, los capitalistas echan mano a todos los arbitrios, particularmente a los siguientes: a) explotación más intensa de la fuerza de trabajo, b) exportación de capitales, especialmente hacia las colonias y países dependientes (idea que V.I. Lenin desarrollaría en su teoría sobre el imperialismo, y que tenía como uno de sus elementos la mención de la realidad argentina) y c) intensificación de la acción de acumulación con el objetivo de aumentar la cantidad absoluta de la masa de ganancias. Este tercer argumento es destacado especialmente por Marx, aunque nosotros debemos prestar atención a una nueva modalidad en la exportación de capitales, llevándose capital genuino e importando “dinero de humo”, especulativo.
Constituye característica general de las economías subdesarrolladas la existencia de un grado elevado de asincronía en cuanto a la formación del capital, y en su correspondencia entre los sectores I y II. No solamente existe dependencia en lo que respecta al aporte neto de capitales productivos y a la formación del ahorro nacional, sino sobre todo en lo que hace a la transformación de dicho ahorro en inversión real. Un hecho llamativo –y que ya hemos apuntado- es la fenomenal fuga de capitales, más allá del envío de remesas de las filiales hacia sus casas centrales, y además, la licuación del capital productivo debido a las rentas parasitarias. Por otra parte, los fondos buitres y toda una caterva de truhanes importan dinero de humo, especulativo, sin base en la producción industrial y luego, sacan del país capital genuino.
De manera que aumentando la explotación de la masa de obreros empleados y de todo el país, concentrándose los capitales en manos cada vez más reducidas, en los países periféricos, un índice declinante de la tasa de ganancias podría coincidir con el crecimiento de la ganancia absoluta, sobre todo ligándolo a procedimientos non sanctos, especulativos, lavado de dinero y tráficos diversos.
Pero no es menos cierto que por la declinación permanente del índice de ganancias, llega el momento en que el sistema global tiende a traumatizarse, enfilando hacia el colapso total. Marx vio en las crisis cíclicas una anticipación de los hechos que ahora se manifiestan crudamente en los países centrales.
Al incrementarse la desocupación e imponer ésta el descenso salarial –eliminando, por otro lado, a la pequeña y media burguesía, facilitando una acelerada concentración- dichas crisis permiten el saneamiento y recuperación del sistema, pero acentúan las tendencias catastróficas de largo plazo. Una sucesión de crisis conduce ineludiblemente a la quiebra final del sistema con la eliminación de la clase capitalista, ya por entonces simple factor de entorpecimiento para el desarrollo de las fuerzas productivas.
Marx percibió que el adelanto de la técnica constituía un elemento de acción más profunda que la mera acumulación. Y de allí dedujo que, por intensa que resultase la acumulación, la oferta de mano de obra sería cada vez más elástica hasta transformarse en una creciente desocupación tecnológica.
Como ya dijimos, los profundos cambios socioeconómicos y la crisis doméstica dentro de lo que se llamó el campo socialista hicieron que muchos intelectuales decretaran la muerte del marxismo, y entre ellos Ludolfo Paramio (3), quien hizo un vibrante llamamiento a repensar la sociedad descartando el análisis de clase. Confundía los cambios habidos en la manifestaciones del sistema, su comouflage, sus estrategias de supervivencia, con el despliegue de las distintas fases de la acumulación del capital, que respondía a situaciones históricas concretas, pero en ningún momento suponían el cambio de esencia del capitalismo, el reemplazo de su principio de legitimidad.
Las corrientes regulacionistas decían que las crisis se encuadraban en la caída de la tasa de ganancia (1873 y 1973) o de realización (1930) y de esta manera entendían que sólo se trataba de redifiniciones del régimen de acumulación, sin atender o negando la acción de los atractores extraños, o la existencia de la contradicción fundamental del capitalismo.
Ricardo Romero (4) comunicaba, glosando a Ernest Mandel, que el aspecto central residía ahora en la modificación de los procesos de extracción de plusvalor, proceso provocado por los cambios en la tercera revolución industrial, donde la innovación tecnológica se convertía en parte esencial de los mecanismos de explotación. Esto estaría combinado con la reducción de la rotación del capital fijo y la concentración y centralización internacional del capital que trasmutaba el ciclo largo tradicional, debido a que así se evitaba la caída de la tasa de ganancia por el aumento de la composición orgánica del capital. A su vez el Estado, con su gasto público, que no disminuía siquiera en la era neoliberal, garantizaría el proceso de valorización y por último, la intensificación del comercio internacional contribuiría a evitar la crisis de realización.
Los hechos que se están viviendo en el mundo contradicen o desmienten estas afirmaciones, en particular porque el principal arbitrio para aumentar la masa de ganancia no es solamente una modificación tecnológica sino las nuevas –y viejas- relaciones de sujeción que implican el saqueo liso y llano, en una economía de guerra desatada sobre los países más débiles y sobre las poblaciones desposeídas de los propios países centrales.
Entendía que la forma adoptada por la mercancía en la era del capital tecnológico trasmutaba las leyes generales del capital. Las determinaciones específicamente históricas de la mercancía y, por tanto, del capital, fueron analizadas por Marx sólo en el ámbito del capital no-diferenciado, predominante en el siglo XIX. Pero la nueva fase del capitalismo nos muestra un capital diferenciado, potenciado por el cambio tecnológico, y que domina la sociedad capitalista actual.
Algunos regulacionistas establecían la diferenciación del capital en diversos planos, a partir de las formas empíricas: industrial, bancario y comercial, donde el capital real es la unidad de estas tres formas y el capital formal pertenece a los capitales comerciales y financieros; el desarrollo del capital no-diferenciado, está caracterizado por la preponderancia del capital real. Con la diferenciación del capital, se observará una preeminencia del capital formal sobre el Capital genuino.
Pero la diferenciación del capital es, en gran parte, sólo formal; se torna real en cuanto la innovación tecnológica pasa a ser parte inseparable de la relación capitalista, y no se ve trabada, como lo señala Mandel, mediante los procesos que pudieran contrarrestar las baja tendencial de la tasa de ganancia.
Esta innovación constituye un dinero diferenciado que genera ganancias extraordinarias y tiende a evitar la igualación de dichas tasas de ganancia, lo cual propicia crisis sustancialmente diferentes. Por otra parte, subordina al subsistema del capital no-diferenciado, con sus leyes clásicas. Recordemos lo que anteriormente decíamos, en el sentido de que puede aumentar la tasa de ganancia pero disminuir, como acontece, la cuota de plusvalía e inclusive aumentar la masa de ganancia pero disminuir la masa del capital genuino.
Ricardo había percibido ya que la técnica debe ser económica para lograr aprovecharla. En otras palabras, las máquinas nuevas son adquiridas cuando su precio, en comparación con el de la mano de obra ahorrada, resulta compensatorio. De este modo, existe una interdependencia entre la asimilación de nuevas técnicas y el precio de dicha mano de obra. El propio Marx nos da un ejemplo de esta interdependencia cuando pasa a analizar el caso de la agricultura inglesa entre 1849 y 1859. En sólo diez años se había producido una suba de los salarios reales correspondientes a los obreros rurales, y como consecuencia fueron introducidas máquinas mejores y más modernas y así, el precio de la mano de obra volvió a bajar.
Esta también –junto a otras causas- ha sido una constante en la agricultura argentina. Otra de las causas, y que agrava la crisis de estructura, consiste en que la tierra y las máquinas se separan. El terrateniente hace trabajar sus campos desde afuera, en base a contratistas rurales que son quienes aportan el capital genuino, en tanto la mano de obra empleada es mínima e inclusive, en la mayoría de los casos, no registrada o en negro.
Es preciso recordar que tanto la acumulación como la asimilación de nuevas técnicas eran, en tiempos de Marx, iniciativas del capitalista individual, y la variable independiente resultaba el índice de acumulación. Hoy en día, no es tan así porque el sistema hace que las empresas se vean masivamente compelidas a tecnificarse so pena de sucumbir, y la mayoría de ellas, tecnificándose también sucumben. Por eso en la actualidad numerosas empresas que no han podido amortizar sus inversiones en nuevas tecnologías debido al constante decrecimiento de la tasa y la masa de plusvalía, o a que la velocidad del cambio tecnológico las deja out, han pasado a manos del sector financiero, que a veces no saben qué hacer con ellas.
Solamente debe considerarse ganancia extraordinaria aquella que es lograda por el capitalista individual adelantándose a sus competidores en la innovación tecnológica; pero cuando ésta ya se ha generalizado deja de existir dicha ganancia extraordinaria y sólo rige la tasa media.
Hablar de un capital diferenciado en estas circunstancias induce a engaño, por cuanto lo que en realidad aparece, junto al capital genuino, es dinero de humo, sin respaldo en el trabajo.
De todas maneras, el sistema siempre ha tenido necesidad de mantener desocupada a una parte de la fuerza de trabajo, que se constituye así en el ejército de reserva. La contradicción consiste en que los capitalistas consiguen pagar salarios bajos, pero como contrapartida dejan de beneficiarse con una mayor masa de valor, que podría ser creado por los ahora desocupados. Como el gran problema es invertir su nuevo capital, tanto más si es aceptada la tesis de que el índice de ganancias del capital ya invertido tiende permanente a declinar, cabría preguntarse cómo es posible que la desocupación tecnológica aumente constantemente. No es difícil conciliar esa desocupación con la existencia de capitales ociosos que dejan de serlo y derivan luego en las burbujas financieras, crisis inmobiliarias y deudas tóxicas..
El capital tecnológico
El capital tecnológico al que se refería Mandel, que encuentra ganancias extraordinarias por el uso de fuerza de trabajo con capacidad productiva extraordinaria, se diferenciaría así del trabajo social Pero está claro que con la disminución del capital variable y la ampliación del capital constante, que es una ley del capitalismo, las ganancias extraordinarias pueden producirse sólo cuando una innovación es singular, patrimonio de algún capitalista, y no cuando se han generalizado. Recordemos que la innovación tecnológica puede incrementar la plusvalía solamente en el caso de que las nuevas máquinas trasmitan al capital lo que se llamó trabajo muerto, trabajo que anteriormente fuera realizado por obreros y no por robots.
En crisis anteriores, escribe Romero, donde primaba el capital no diferenciado, el conflicto entre el capital-trabajo se expresaba en la política, en cada crisis económica, y por ende se manifestaba en una crisis del Estado. En la era del capital tecnológico -continuaba Romero- tenemos una exclusión que condena a los individuos al calvario de la marginación o a la subsistencia individual o familiar, con lo cual la identificación inmediata en la política, como sujeto colectivo, se torna remota, debido a que el conflicto no se plantea en primera instancia contra la explotación, sino por su búsqueda. Se retorna así, a la premodernidad del Estado, donde el individuo encontrará su ración de subsistencia a través de un renovado clientelismo tradicional. Y luego de varias consideraciones, escribe que de esa manera el ser humano debe vender su ciudadanía formal que ahora se encuentra así mercantilizada. De esta forma se resignará a no votar, a despolitizarse. Desde lo económico se llega así a lo no-político en esta nueva relación que impone el capital diferenciado. Estos son algunos problemas a los que la Economía Política debe dar respuesta para no perder sus objetivos de contribuir al bienestar general.
Primeramente, en estos asertos se infringe una ley de la lógica, que es la de la recta consecuencia en el razonamiento, ley que exige mantener el mismo nivel de análisis en el curso de la exposición o silogismo. Romero aquí mezcla elementos que corresponderían al principio legitimador del sistema con otros que serían propios del discurso. Y una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.
Por otra parte, ya Carlos Marx escribió acerca del capital diferenciado, al establecer los sectores I y II de la producción industrial (simplificando: sector I, industria pesada, tecnología de punta y sector II, industria liviana y media). Y es más, explicó cómo ambos sectores se interconectan y retroalimentan.
Lo cierto es que la desocupación tecnológica avanza más rápidamente que la acumulación, lo que produce un fuerte aumento de la productividad sin contrapartida en el aumento salarial o de puestos de trabajo, y consiguientemente en la capacidad de consumo de grandes sectores sociales.
Esto permite creer que los mayores interesados en destruir al sistema son los propios capitalistas que, aumentando el capital constante con mayor rapidez que la población –lo que constituye un hecho de observación diaria- dejan afuera del mercado a una masa creciente de consumidores. Pero, como la acumulación resulta inseparable del adelanto de la técnica, y la orientación de la tecnología es dada por los capitalistas, estos tratan de corregir dicha tendencia. Cuando ello no se consigue, las oportunidades para lograr nuevas inversiones productivas disminuyen, y la disminución en el índice de acumulación frena el alza de los salarios reales y produce más desocupación. Ahí, pues, con la enorme masa de dinero excedente –que ya dejó de ser capital y yira que te yira por el mundo- se inflan las burbujas financieras y entra a tallar con más fuerza la venta del ocio y producción espiritual mediática, es decir, el discurso legitimador del capitalismo, que encubre la realidad con sus cuentitos de hadas.
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Notas:
1) Ver: The Influence of Mary Bentham on John Stuart Mills. By Catherine Pease-Watkin. Journal of Bentham Studies, London, 2006. Ver, asimismo, Principios de economía política; con algunas de sus aplicaciones a la filosofía social y “A brief discussion of the life and works of John Stuart Mill, ... Mill's greatest contribution to political theory occurs in On Liberty (1859)”, London, 2005
2) Aglietta Michel, A Theory of Capitalist Regulation: The US Experience, N.Y., 2005. Ver, asimismo, entrevista a Michel Aglietta, IADE, 19/10/2007
3) Paramio Ludolfo. Tras el diluvio: la izquierda ante el fin de siglo, Madrid: Siglo XXI, 1988
4) Romero Ricardo, Democracia Participativa, Una Economía en Marcha, EC Red Argentina de Ciencia Política, Buenos Aires, 2002 Fundamento de ingreso al Doctorado.
Acumulación y fuerzas productivas, hoy
Ricardo San Esteban
(Desde Buenos Aires, Argentina. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)
Viernes 23 de abril de 2010
Como hemos visto, el modelo de acumulación ha variado a través de los tiempos, aunque sin perder su esencia. También lo han hecho las fuerzas productivas, con la ciencia aplicada como uno de sus componentes más notorios, y con ello, también, el desplazamiento del centro de acumulación de capitales hacia el este y, especialmente, la profundización de la crisis cíclica y general en el mundo desarrollado. Naturalmente que la gran burguesía internacional nos dice -refiriéndose a dicha crisis- que ya se superó e infla con entusiasmo su nuevo gran globo y de paso, nos provee de globitos multicolores.
Para entender qué es lo que está pasando, veamos, en primer término, la categoría excedente de producción. La categoría excedente de producción fue muy estudiada por los clásicos, denominándola net produce o surplus of produce, diferenciando así entre el producto bruto y las necesidades de vida de todos aquellos que se encuentran relacionados con la producción, según escribía, por ejemplo, John Stuart Mill en sus Principles (1).
Cuando Carlos Marx logró desentrañar lo misterioso de esta categoría, derivando de la misma el concepto de índice de explotación de la clase obrera, los economistas burgueses –en primer lugar el propio Stuart Mill- la dejaron de lado y haciéndose los distraídos, hablaron entonces del producto social como costo de factores, y consideraron que el ahorro que implica no es consecuencia de la plusvalía sino de una loable acción de abstinencia de la burguesía.
Es más que notorio: la acumulación resulta de la explotación de los trabajadores –y del pobrerío en general- y no de la moral circunspecta de los patrones. Cualquier sistema productivo viable se halla en condiciones de proporcionar un excedente, es decir, un producto mayor del que resulta necesario para mantener a la totalidad de la población. Es también notorio que el excedente de producción implica excedente de población, pues el uno no podría darse sin el otro.
En casi todas las sociedades divididas en clases han existido grupos sociales minoritarios que, astutamente, se las ingeniaron para apropiarse del excedente de producción. Recordemos aquel grito desgarrado de Túpac Amaru: “campesino, el patrón no comerá más de tu sudor” Creo que nadie puede negar este hecho que si es moralmente detestable, es también necesario para que pueda darse la acumulación y el avance de las fuerzas productivas capitalistas.
Michel Aglietta (2), en su teoría de la regulación, puso el acento en el proceso de valorización que trascendía las formas mercantiles de apropiación del plusvalor (absoluto y relativo), formas que se ampliaban con las modalidades de organización de la fuerza de trabajo, las cuales posibilitaban intensificar su uso en el proceso productivo mediante mecanismos de reducción de tiempos muertos.
El tema planteado por éste -en cuanto a que el salario o valor mercantil del trabajo no depende sólo de la forma institucional en que ha sido pactado- estaba ya previsto por Marx. Aglietta señalaba que dicho salario se hallaba supeditado a lo que ocurría en la esfera de la circulación, con la baja del salario real debido a la inflación, pero ya el marxismo había formulado innumerables veces la tesis de que el salario depende de muchas variables y no equivale al valor de la fuerza de trabajo. La inflación logra una redistribución a favor de los capitalistas, pero –obviamente- no crea nuevo valor. El poder adquisitivo real de los asalariados dependía y depende, entre otras cosas, de los precios de mercado y de la capacidad de negociación de las asociaciones de trabajadores.
El regulacionismo, pues, entendía al Estado según su forma de intervención, bajo las particulares instituciones que surgían en cada régimen de acumulación y por su relación con cada momento específico de un determinado tipo de regulación social. Ejemplificaba, por ejemplo, que en el caso del fordismo, la forma de intervención estatal era la de proveer a su estado de bienestar o welfare state de mecanismos reguladores propios. Esta corriente consideraba las crisis como etapas superables, negando la crisis final, por lo que proclamaba rearticular la relación capital-trabajo para cada momento concreto en las distintas fases de la acumulación, tarea que correspondía al Estado capitalista, utilizando métodos sutiles como la “inflación controlada”, los mecanismos supranacionales e inclusive, el discurso legitimador. Este detalle fue el que no vio, lamentablemente, nuestro querido Antonio Gramsci cuando pregonaba las bondades del fordismo como modelo para armar.
En una entrevista realizada en el 2007 Aglietta –sin renunciar a su prédica a favor de las regulaciones- admitía que, ahora, se pasa de burbuja en burbuja porque el sistema carece de cualquier freno interno.
El sistema de acumulación ha cambiado y así declaraba que China es el pivote de la integración asiática y Asia el lugar adonde se trasladan los fenómenos más significativos. China es el taller industrial del mundo que recibe las materias primas de Australia, los bienes de equipo de Corea, de Taiwán y de Japón y los servicios financieros de Hongkong y de Singapur. Diez años después de sus crisis, Asia se ha convertido en un polo ineludible de la acumulación capitalista. El mundo se ha polarizado por la relación entre los EEUU y el grupo de países emergentes, entre ellos China. Esa relación es de colusión tácita y de rivalidad latente a causa de la inversión de los movimientos de capitales y de la deuda norteamericana.
Aglietta proponía la necesidad de un equilibrio ordenado en EEUU, restableciendo la tasa de ahorro. En Asia, un reajuste de las tasas de cambio y el crecimiento de las demandas internas. Europa, -decía- a falta de una política monetaria exterior, se verá muy perjudicada si el reequilibrio se traduce sólo en una presión sobre el euro, ya sobrevaluado. Son las monedas asiáticas las que tienen que revaluarse. Por consiguiente –continuaba Aglietta- el error en Europa es separar las políticas macro de las políticas micro. Urge su conexión para definir dinamismos industriales y sostener las innovaciones con políticas de crecimiento.
En estas fechas China acaba de declarar que no devaluará pese a los sueños de Aglietta y por otra parte, pensamos nosotros, la crisis no se superará con piruetas monetaristas porque ése no es el fondo de la cuestión. Por caso, la economía de la eurozona se mantuvo en los mismos niveles en el cuarto trimestre de 2009 en comparación con los tres meses anteriores, según informó la oficina estadística de la Unión Europea (UE), Eurostat, publicando que en toda la Unión Europea (27 países), el PBI experimentó un crecimiento trimestral de 0,1 por ciento. Pero, medido en términos interanuales, se contrajo 2,3 por ciento. Según Eurostat, el mayor crecimiento trimestral del PBI se produjo en Eslovaquia, con un 2 por ciento, seguido por Malta (0,9 por ciento) y Francia (0,6 por ciento). En cambio, las mayores contracciones del PBI se registraron en Irlanda (2,3%), Grecia (0,8%) e Italia (0,3%).
Estas mediciones resultan engañosas porque en el mejor de los casos se trata de rebotes momentáneos. Y a más, como hemos sostenido, las mediciones tomando en cuenta el PBI son falaces, porque la que debería estimarse es la renta nacional, para con ello obtener datos más precisos. El PBI engloba cifras comerciales, industriales y de servicios y de esa manera infla la cifra real, que es la que, en cambio, muestra la renta nacional basada solamente en la producción del capital genuino. La recuperación de la economía mundial se ralentizará durante el primer semestre de 2010, según adelantó la OCDE en un informe publicado en París.
En Estados Unidos la recuperación seguirá siendo, igual que en Japón y en los países de la zona del euro, un sueño, y su ritmo será menos vigoroso en los dos primeros que el registrado a finales de 2009. Dice que el aumento del PBI estadounidense será "más sostenido" que el de los países de la zona euro, donde se detectan aún "importantes desequilibrios externos", indicó la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). "Los países de la OCDE se beneficiarán en los primeros seis meses de 2010 del empuje de las economías emergentes", destacó el economista jefe de la Organización, Pier Carlo Padoan. "Los países de la OCDE se han beneficiado, por medio de los intercambios comerciales, de la viva expansión de la actividad en las grandes economías emergentes, especialmente China, India y Brasil", precisó en su informe la Organización.
En realidad, se trata de un espejismo porque los problemas centrales no sólo no se han resuelto, sino que se han profundizado, y nuevamente se infla la burbuja financiera con récords en las cotizaciones ocurridas en las Bolsas del mundo, pero que, como suele repetirse en esas mismas Bolsas, los árboles no crecen hasta el cielo. La emisión desenfrenada de dólares y bonos del tesoro, cuya paridad es sostenida por el mundo, tarde o temprano terminará por sincerarse.
El caso argentino
En Argentina, a partir del primer peronismo hubo salarios de nivel más alto pero también una inflación importante y fue inútil el llamado de Perón para controlarla. Con la caída del peronismo y la subsiguiente adhesión del gobierno militar al FMI y al Banco Mundial se aplicó un modelo que llevaba a equiparar aquel nivel salarial con el más bajo del continente, aún por debajo del mínimo psicológico.
Esta rebaja salarial fue parte de un paquete encaminado a redefinir la estructura productiva de la Argentina de acuerdo a la división internacional del trabajo, y el resultado quedó a la vista pues hubo una acelerada desinversión y con ello, pues, un retroceso hacia la etapa pastoril con un adicional en el sector servicios. La clase obrera junto con el aparataje industrial habría de ser prácticamente demolida, y el campo, despoblado de arrendatarios y obreros rurales, reprodujo la gran extensión latifundista y la agricultura extensiva.
No se puede borrar impunemente la estructura socioeconómica de un país, so pena de incurrir en el peligro de su desintegración y la Argentina estuvo muy cerca, sobre todo cuando culminó este proceso de desmantelamiento, en el año 2001, proceso que al bloque dominante le había tomado cincuenta años realizarlo.
Leyendo esto, uno recuerda aquella expresión de Juan Carlos Pugliese, Ministro de Economía de Raúl Alfonsín, cuando exclamó: yo les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo.
Cuando el desarrollo de los sectores productivos I y II no guardan una determinada sincronía y ocurre una deliberada desintegración productiva, los desequilibrios resultan nefastos, máxime si ha existido una destrucción casi total del sector I (medios de producción de la industria de punta).
Sabido es que en la economía capitalista clásica se verificaban dos tendencias. Por un lado, una creciente demanda de mano de obra especializada, y por el otro, un ejército de reserva de trabajadores, conformado este último –en general- por la gente de menor calificación.
La introducción de la técnica en la agricultura, el régimen de tenencia de la tierra y las crisis agrícolas desalojaron hacia las ciudades a una parte creciente de la población que se sumó al remanente ya instalado –sobre todo- en los barrios marginales, fruto del cierre masivo de empresas industriales. Como ya dijimos, durante la cruel y estúpida dictadura de Onganía se produjeron centenares de miles de desalojos rurales, la destrucción de las cooperativas y de las Juntas nacionales de granos y de carnes.
No se dio, como en la época de los clásicos, una disgregación de la economía precapitalista sino una destrucción masiva de fuerzas productivas (más allá de un nivel de destrucción que es normal en todo avance tecnológico capitalista). Con ello se fortaleció la estructura atrasada. Indudablemente, se trató de una desacumulación, de una colosal descapitalización nacional, del saqueo y desguace.
La ley de flexibilización laboral aprobada en la época del gobierno de De la Rúa, en realidad constituía una de las exigencias del bloque dominante, quizá para incrementar su masa de ganancias y comenzar a invertir en algunas ramas menores de la economía. La persistente fuga de capitales, por parte de la gran burguesía argentina e internacional, guardaba relación con la zozobra que se fue dando a nivel sistémico, y por la que los capitales de la pequeña, media y gran burguesía buscaron refugio en la moneda más fuerte y en los paraísos fiscales, capitales que, obviamente, no fueron reinvertidos en la producción.
A ello se sumó –en nuestro caso- la particular crisis de estructura, la supervivencia de rasgos precapitalistas en el campo, rasgos que la burguesía nacional con Perón a la cabeza no quiso o no pudo liquidar y menos aún lo hicieron regímenes posteriores.
La desocupación, el ejército industrial de reserva y la exclusión
La desocupación, en tiempos de los clásicos, resultaba principalmente –como ya hemos visto- de la disgregación de la economía precapitalista. El ejército industrial de reserva surgió en Europa como un elemento exógeno, con el aporte de millones de campesinos expropiados y de artesanos medievales.
Ya habíamos visto que algunos economistas -Celso Furtado, entre otros- creen refutar a Marx acusándolo de introducir en el modelo este elemento externo, señalando dichos economistas que el ejército industrial de reserva no era inherente al propio régimen capitalista ni fruto de sus contradicciones internas. Decían y dicen que el ejército de reserva surgió como un elemento externo, y que Marx lo introdujo en el modelo para que le fuese posible explicar que, con la acumulación y el adelanto de la técnica, aumentaría la presión para reducir los salarios.
Si bien el ejército de reserva provenía de la disgregación precapitalista, en dicha disgregación ya estaban actuando los atractores extraños que, como dijimos, llevaban al sistema hacia la futura formación económico-social. ¿A cuento de qué se disgregaba, sino, la sociedad feudal? En ese sentido, también habría que pensar en que la acumulación temprana, sobre todo en metálico, también constituyó un elemento externo al sistema, sobre todo por el aporte de los grandes tesoros habidos en América y que constituyeron el botín más fabuloso en la historia de la humanidad.
Como hemos señalado, los principios de legitimidad no coexisten sino que se suceden en el tiempo. Los principios de legitimidad del sistema social feudal –en realidad, la forma y el tiempo de trabajo- no poseían el mismo contenido que los del sistema capitalista, sistema éste en el que el hombre es jurídicamente libre y vende su fuerza de trabajo, y donde aquel principio de legitimidad no podría constituir el elemento fundamental del sistema capitalista si previamente no desintegraba al principio anterior, principio que se basaba en la relación de señorío y servidumbre.
En el sistema feudal, el tiempo se medía por cosechas o por pariciones. Por eso en el capitalismo la categoría de tiempo de trabajo posee otro contenido, pues el trabajador, contrariamente a lo que realizaba el siervo de la gleba, ya no entregaba su fuerza de trabajo y la de su familia para laborar las tierras de su señor -a cambio del usufructo de una parcela- sino que vendía esa fuerza de trabajo durante un período limitado de horas y de años. Y esa venta de una parte de sí mismo, era realizada en el mercado y cobrada por ello en moneda de curso legal. Es más, el tiempo de trabajo se abstraía del obrero para transformarse en elemento del sistema, en tanto que el resto del ser humano se transformaba en parte del entorno interno.
No hay bien más valioso ni más escaso para el ser humano que el tiempo, y por lo tanto, cuando ese tiempo debe ser enajenado para subsistir, se produce un desgarramiento de su ser. Para mayor claridad, digamos que el obrero posee la fuerza de trabajo como un valor de uso, valor de uso que debe poner en venta para poder sobrevivir. En tanto esa fuerza de trabajo no sea vendida y luego se transforme en tiempo de trabajo, no se constituye en elemento del sistema capitalista, porque el proceso legitimador pasa por la temporización del trabajo a partir de su venta, a partir de la venta de una parte de sus facultades creativas y laborales, que es lo que el obrero realiza en el mercado.
La relación entre aquel principio del pasado que constituyó la base del sistema feudal, la existente en la actualidad y la que vendrá no desaparece. Los principios de legitimidad del pasado y del futuro acechan constantemente para disputar el principio de legitimidad al actual elemento del sistema. Los resabios atrasados, en un país como la Argentina, siguen actuando subsumidos en el sistema capitalista, al cual en cierta medida traban o frenan. Tal es el caso del régimen de tenencia de la tierra, porque la renta absoluta precapitalista sustrae y licúa una parte del ingreso, una parte del capital social y de esa manera, en lugar de subsidiar a la gran industria se subsidia al terrateniente o al oligarca parasitario. Por ello, a la crisis del sistema capitalista se suma otra, que es la de estructura, y cuya expresión más notoria es la inflación en los precios de los productos básicos de la canasta familiar y la menos notoria, pero más dañina, es la fuga de capitales convertidos así, en dinero de humo.
El pato de la boda
Y los principios de legitimidad del futuro también traban o frenan a las fuerzas productivas y así aparecen las grandes masas desposeídas que cuestionan, aún inconscientemente, el principio de legitimidad del régimen y plantean que así no podemos seguir. En efecto, la desocupación y la exclusión, la desaparición de una parte sustancial de la clase obrera y de la burguesía industrial implican la desaparición, en esa misma medida, del principio legitimador del sistema capitalista, que no es otro que el de la comercialización de la fuerza de trabajo medida en tiempo.
Actualmente los aspectos psíquico y físico del ser humano, que son parte del entorno, en realidad ya están pugnando para legalizarse como nuevas partes del elemento, ya están participando de un caos altamente estructurado y que proviene de cómo el sistema social actual se prepara para sucederse a sí mismo. Los atractores extraños trabajan en ese sentido.
En otros tiempos, como hemos dicho, la acumulación tuvo su aceleración a partir de la desintegración feudal y de la ascensión del nuevo principio de legitimidad, que por cierto tiene poco y nada que ver con la legalidad jurídica burguesa, pues en la acumulación capitalista no intervinieron, ni menos intervienen actualmente, mecanismos puramente lícitos o que puedan registrarse en las teorías de los clásicos o en las del ampuloso Harvard.
Como ya señaláramos, además de la obtención de plusvalía que constituye la esencia del régimen, la piratería, el saqueo, la acción mafiosa y otras lindezas constituyeron y constituyen elementos funcionales a la acumulación capitalista. Don Carlo Gambino (don Corleone) hace mucho tiempo que tiene butaca en todos los grandes directorios. Baste observar, en las revistas del corazón, la vida novelesca de ciertos ejecutivos vicunlados con las celebrities como el jefe del banco Goldman Sachs, Lloyd Blankfein. Los medios han registrado la conducta de este filántropo que además de dar dinero –ajeno- a las instituciones de caridad, tenía un harén propio, mixto.
Gran ejecutivo que guió a Goldman Sachs a través de la crisis financiera, casi sin perjuicios y recibió un suculento bonus de cien millones de dólares por ello. Su nombre no está incluido en la demanda, sólo la del gerente responsable de la transacción, Fabrice Tourre, que resulta así un perejil.
En tanto, "Whitehall Street International", el fondo inmobiliario de Goldman Sachs, registró una fuerte caída de su patrimonio, de los antiguos 1.800 millones a apenas 30 millones de dólares, según el último informe anual del banco. Una portavoz del banco se negó hoy a comentar las cifras del informe enviado a los accionistas ya el pasado mes. Goldman Sachs presentará en pocos días su actual balance. El propio banco es uno de los más grandes inversores del fondo. Recientemente el "Whitehall Street International" registró fuertes pérdidas con sus propiedades inmobiliarias en Estados Unidos y en Japón. El hecho de que el fondo haya comprado muchas de sus propiedades con dinero ajeno dificulta aún más la situación. El "Whitehall Street International" debe afrontar así deudas gigantescas en medio de la crisis que afecta a todo el sector.
Otro que bien baila es el competidor directo del fondo de Goldman Sachs que también hace frente a fuertes pérdidas: el valor del Morgan Stanley Real Estate Fund VI podría retroceder de 8.800 millones a 3.400 millones de dólares. Varios expertos temen que la situación pueda desatar una segunda crisis financiera. Según estimaciones del Congreso estadounidense, casi la tercera parte de los más o menos 8.100 bancos del país podría verse afectada por impagos en el sector inmobiliario. En realidad, el pato de la boda es, como siempre, el deudor hipotecario más pobre, que es despojado de la vivienda familiar adquirida con enormes sacrificios.
Ley general absoluta de acumulación capitalista
Volviendo al tema de la acumulación, Marx señalaba que cuanto mayor es la riqueza social, tanto mayor es el ejército industrial de reserva. Constituía parte del razonamiento conducente a verificar el funcionamiento de la ley general absoluta de acumulación capitalista y también, de la anexa ley de población.
De esa manera se llegaba a la conclusión de que el hecho más importante de la dinámica del capitalismo se hallaba en el aumento de la riqueza, que implicaba necesariamente el aumento de los desocupados, de la cantidad de quienes no podían acceder a puestos de trabajo.
Por consiguiente, las causas de la lucha de clases se incrementaban con el aumento de la riqueza social. Podríase deducir, de esa circunstancia, que la situación de la clase capitalista sería cada vez mejor, como consecuencia de la presión sobre los salarios ejercida por la oferta de mano de obra, pero en realidad no ha sido ni es exactamente así.
En la economía clásica se afirmaba que la tasa de ganancia tendía a declinar, a largo plazo. Remitámonos a las conclusiones a que llegaba J.S.Mills, deduciéndolas del reaccionario principio de población de Malthus, así como también de la ley de la renta diferencial descubierta por Ricardo; de ahí partía para tratar de demostrar que toda tentativa de elevación arbitraria de los salarios reales carecería de alcances prácticos.
Marx percibió el meollo del asunto para demostrar la temporalidad del capitalismo. De esta manera, si el índice de ganancia tiende a descender -siendo su límite cero- está claro que no solamente la clase obrera sino también la burguesía, como clase, tiende a desaparecer, habida cuenta que las inversiones aumentativas de la productividad del capital son aquellas que reducen, en forma relativa y absoluta, el incremento del mismo. Veamos cómo es esto. En su lucha por impedir el descenso del mentado índice de ganancias, los capitalistas echan mano a todos los arbitrios, particularmente a los siguientes: a) explotación más intensa de la fuerza de trabajo, b) exportación de capitales, especialmente hacia las colonias y países dependientes (idea que V.I. Lenin desarrollaría en su teoría sobre el imperialismo, y que tenía como uno de sus elementos la mención de la realidad argentina) y c) intensificación de la acción de acumulación con el objetivo de aumentar la cantidad absoluta de la masa de ganancias. Este tercer argumento es destacado especialmente por Marx, aunque nosotros debemos prestar atención a una nueva modalidad en la exportación de capitales, llevándose capital genuino e importando “dinero de humo”, especulativo.
Constituye característica general de las economías subdesarrolladas la existencia de un grado elevado de asincronía en cuanto a la formación del capital, y en su correspondencia entre los sectores I y II. No solamente existe dependencia en lo que respecta al aporte neto de capitales productivos y a la formación del ahorro nacional, sino sobre todo en lo que hace a la transformación de dicho ahorro en inversión real. Un hecho llamativo –y que ya hemos apuntado- es la fenomenal fuga de capitales, más allá del envío de remesas de las filiales hacia sus casas centrales, y además, la licuación del capital productivo debido a las rentas parasitarias. Por otra parte, los fondos buitres y toda una caterva de truhanes importan dinero de humo, especulativo, sin base en la producción industrial y luego, sacan del país capital genuino.
De manera que aumentando la explotación de la masa de obreros empleados y de todo el país, concentrándose los capitales en manos cada vez más reducidas, en los países periféricos, un índice declinante de la tasa de ganancias podría coincidir con el crecimiento de la ganancia absoluta, sobre todo ligándolo a procedimientos non sanctos, especulativos, lavado de dinero y tráficos diversos.
Pero no es menos cierto que por la declinación permanente del índice de ganancias, llega el momento en que el sistema global tiende a traumatizarse, enfilando hacia el colapso total. Marx vio en las crisis cíclicas una anticipación de los hechos que ahora se manifiestan crudamente en los países centrales.
Al incrementarse la desocupación e imponer ésta el descenso salarial –eliminando, por otro lado, a la pequeña y media burguesía, facilitando una acelerada concentración- dichas crisis permiten el saneamiento y recuperación del sistema, pero acentúan las tendencias catastróficas de largo plazo. Una sucesión de crisis conduce ineludiblemente a la quiebra final del sistema con la eliminación de la clase capitalista, ya por entonces simple factor de entorpecimiento para el desarrollo de las fuerzas productivas.
Marx percibió que el adelanto de la técnica constituía un elemento de acción más profunda que la mera acumulación. Y de allí dedujo que, por intensa que resultase la acumulación, la oferta de mano de obra sería cada vez más elástica hasta transformarse en una creciente desocupación tecnológica.
Como ya dijimos, los profundos cambios socioeconómicos y la crisis doméstica dentro de lo que se llamó el campo socialista hicieron que muchos intelectuales decretaran la muerte del marxismo, y entre ellos Ludolfo Paramio (3), quien hizo un vibrante llamamiento a repensar la sociedad descartando el análisis de clase. Confundía los cambios habidos en la manifestaciones del sistema, su comouflage, sus estrategias de supervivencia, con el despliegue de las distintas fases de la acumulación del capital, que respondía a situaciones históricas concretas, pero en ningún momento suponían el cambio de esencia del capitalismo, el reemplazo de su principio de legitimidad.
Las corrientes regulacionistas decían que las crisis se encuadraban en la caída de la tasa de ganancia (1873 y 1973) o de realización (1930) y de esta manera entendían que sólo se trataba de redifiniciones del régimen de acumulación, sin atender o negando la acción de los atractores extraños, o la existencia de la contradicción fundamental del capitalismo.
Ricardo Romero (4) comunicaba, glosando a Ernest Mandel, que el aspecto central residía ahora en la modificación de los procesos de extracción de plusvalor, proceso provocado por los cambios en la tercera revolución industrial, donde la innovación tecnológica se convertía en parte esencial de los mecanismos de explotación. Esto estaría combinado con la reducción de la rotación del capital fijo y la concentración y centralización internacional del capital que trasmutaba el ciclo largo tradicional, debido a que así se evitaba la caída de la tasa de ganancia por el aumento de la composición orgánica del capital. A su vez el Estado, con su gasto público, que no disminuía siquiera en la era neoliberal, garantizaría el proceso de valorización y por último, la intensificación del comercio internacional contribuiría a evitar la crisis de realización.
Los hechos que se están viviendo en el mundo contradicen o desmienten estas afirmaciones, en particular porque el principal arbitrio para aumentar la masa de ganancia no es solamente una modificación tecnológica sino las nuevas –y viejas- relaciones de sujeción que implican el saqueo liso y llano, en una economía de guerra desatada sobre los países más débiles y sobre las poblaciones desposeídas de los propios países centrales.
Entendía que la forma adoptada por la mercancía en la era del capital tecnológico trasmutaba las leyes generales del capital. Las determinaciones específicamente históricas de la mercancía y, por tanto, del capital, fueron analizadas por Marx sólo en el ámbito del capital no-diferenciado, predominante en el siglo XIX. Pero la nueva fase del capitalismo nos muestra un capital diferenciado, potenciado por el cambio tecnológico, y que domina la sociedad capitalista actual.
Algunos regulacionistas establecían la diferenciación del capital en diversos planos, a partir de las formas empíricas: industrial, bancario y comercial, donde el capital real es la unidad de estas tres formas y el capital formal pertenece a los capitales comerciales y financieros; el desarrollo del capital no-diferenciado, está caracterizado por la preponderancia del capital real. Con la diferenciación del capital, se observará una preeminencia del capital formal sobre el Capital genuino.
Pero la diferenciación del capital es, en gran parte, sólo formal; se torna real en cuanto la innovación tecnológica pasa a ser parte inseparable de la relación capitalista, y no se ve trabada, como lo señala Mandel, mediante los procesos que pudieran contrarrestar las baja tendencial de la tasa de ganancia.
Esta innovación constituye un dinero diferenciado que genera ganancias extraordinarias y tiende a evitar la igualación de dichas tasas de ganancia, lo cual propicia crisis sustancialmente diferentes. Por otra parte, subordina al subsistema del capital no-diferenciado, con sus leyes clásicas. Recordemos lo que anteriormente decíamos, en el sentido de que puede aumentar la tasa de ganancia pero disminuir, como acontece, la cuota de plusvalía e inclusive aumentar la masa de ganancia pero disminuir la masa del capital genuino.
Ricardo había percibido ya que la técnica debe ser económica para lograr aprovecharla. En otras palabras, las máquinas nuevas son adquiridas cuando su precio, en comparación con el de la mano de obra ahorrada, resulta compensatorio. De este modo, existe una interdependencia entre la asimilación de nuevas técnicas y el precio de dicha mano de obra. El propio Marx nos da un ejemplo de esta interdependencia cuando pasa a analizar el caso de la agricultura inglesa entre 1849 y 1859. En sólo diez años se había producido una suba de los salarios reales correspondientes a los obreros rurales, y como consecuencia fueron introducidas máquinas mejores y más modernas y así, el precio de la mano de obra volvió a bajar.
Esta también –junto a otras causas- ha sido una constante en la agricultura argentina. Otra de las causas, y que agrava la crisis de estructura, consiste en que la tierra y las máquinas se separan. El terrateniente hace trabajar sus campos desde afuera, en base a contratistas rurales que son quienes aportan el capital genuino, en tanto la mano de obra empleada es mínima e inclusive, en la mayoría de los casos, no registrada o en negro.
Es preciso recordar que tanto la acumulación como la asimilación de nuevas técnicas eran, en tiempos de Marx, iniciativas del capitalista individual, y la variable independiente resultaba el índice de acumulación. Hoy en día, no es tan así porque el sistema hace que las empresas se vean masivamente compelidas a tecnificarse so pena de sucumbir, y la mayoría de ellas, tecnificándose también sucumben. Por eso en la actualidad numerosas empresas que no han podido amortizar sus inversiones en nuevas tecnologías debido al constante decrecimiento de la tasa y la masa de plusvalía, o a que la velocidad del cambio tecnológico las deja out, han pasado a manos del sector financiero, que a veces no saben qué hacer con ellas.
Solamente debe considerarse ganancia extraordinaria aquella que es lograda por el capitalista individual adelantándose a sus competidores en la innovación tecnológica; pero cuando ésta ya se ha generalizado deja de existir dicha ganancia extraordinaria y sólo rige la tasa media.
Hablar de un capital diferenciado en estas circunstancias induce a engaño, por cuanto lo que en realidad aparece, junto al capital genuino, es dinero de humo, sin respaldo en el trabajo.
De todas maneras, el sistema siempre ha tenido necesidad de mantener desocupada a una parte de la fuerza de trabajo, que se constituye así en el ejército de reserva. La contradicción consiste en que los capitalistas consiguen pagar salarios bajos, pero como contrapartida dejan de beneficiarse con una mayor masa de valor, que podría ser creado por los ahora desocupados. Como el gran problema es invertir su nuevo capital, tanto más si es aceptada la tesis de que el índice de ganancias del capital ya invertido tiende permanente a declinar, cabría preguntarse cómo es posible que la desocupación tecnológica aumente constantemente. No es difícil conciliar esa desocupación con la existencia de capitales ociosos que dejan de serlo y derivan luego en las burbujas financieras, crisis inmobiliarias y deudas tóxicas..
El capital tecnológico
El capital tecnológico al que se refería Mandel, que encuentra ganancias extraordinarias por el uso de fuerza de trabajo con capacidad productiva extraordinaria, se diferenciaría así del trabajo social Pero está claro que con la disminución del capital variable y la ampliación del capital constante, que es una ley del capitalismo, las ganancias extraordinarias pueden producirse sólo cuando una innovación es singular, patrimonio de algún capitalista, y no cuando se han generalizado. Recordemos que la innovación tecnológica puede incrementar la plusvalía solamente en el caso de que las nuevas máquinas trasmitan al capital lo que se llamó trabajo muerto, trabajo que anteriormente fuera realizado por obreros y no por robots.
En crisis anteriores, escribe Romero, donde primaba el capital no diferenciado, el conflicto entre el capital-trabajo se expresaba en la política, en cada crisis económica, y por ende se manifestaba en una crisis del Estado. En la era del capital tecnológico -continuaba Romero- tenemos una exclusión que condena a los individuos al calvario de la marginación o a la subsistencia individual o familiar, con lo cual la identificación inmediata en la política, como sujeto colectivo, se torna remota, debido a que el conflicto no se plantea en primera instancia contra la explotación, sino por su búsqueda. Se retorna así, a la premodernidad del Estado, donde el individuo encontrará su ración de subsistencia a través de un renovado clientelismo tradicional. Y luego de varias consideraciones, escribe que de esa manera el ser humano debe vender su ciudadanía formal que ahora se encuentra así mercantilizada. De esta forma se resignará a no votar, a despolitizarse. Desde lo económico se llega así a lo no-político en esta nueva relación que impone el capital diferenciado. Estos son algunos problemas a los que la Economía Política debe dar respuesta para no perder sus objetivos de contribuir al bienestar general.
Primeramente, en estos asertos se infringe una ley de la lógica, que es la de la recta consecuencia en el razonamiento, ley que exige mantener el mismo nivel de análisis en el curso de la exposición o silogismo. Romero aquí mezcla elementos que corresponderían al principio legitimador del sistema con otros que serían propios del discurso. Y una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.
Por otra parte, ya Carlos Marx escribió acerca del capital diferenciado, al establecer los sectores I y II de la producción industrial (simplificando: sector I, industria pesada, tecnología de punta y sector II, industria liviana y media). Y es más, explicó cómo ambos sectores se interconectan y retroalimentan.
Lo cierto es que la desocupación tecnológica avanza más rápidamente que la acumulación, lo que produce un fuerte aumento de la productividad sin contrapartida en el aumento salarial o de puestos de trabajo, y consiguientemente en la capacidad de consumo de grandes sectores sociales.
Esto permite creer que los mayores interesados en destruir al sistema son los propios capitalistas que, aumentando el capital constante con mayor rapidez que la población –lo que constituye un hecho de observación diaria- dejan afuera del mercado a una masa creciente de consumidores. Pero, como la acumulación resulta inseparable del adelanto de la técnica, y la orientación de la tecnología es dada por los capitalistas, estos tratan de corregir dicha tendencia. Cuando ello no se consigue, las oportunidades para lograr nuevas inversiones productivas disminuyen, y la disminución en el índice de acumulación frena el alza de los salarios reales y produce más desocupación. Ahí, pues, con la enorme masa de dinero excedente –que ya dejó de ser capital y yira que te yira por el mundo- se inflan las burbujas financieras y entra a tallar con más fuerza la venta del ocio y producción espiritual mediática, es decir, el discurso legitimador del capitalismo, que encubre la realidad con sus cuentitos de hadas.
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Notas:
1) Ver: The Influence of Mary Bentham on John Stuart Mills. By Catherine Pease-Watkin. Journal of Bentham Studies, London, 2006. Ver, asimismo, Principios de economía política; con algunas de sus aplicaciones a la filosofía social y “A brief discussion of the life and works of John Stuart Mill, ... Mill's greatest contribution to political theory occurs in On Liberty (1859)”, London, 2005
2) Aglietta Michel, A Theory of Capitalist Regulation: The US Experience, N.Y., 2005. Ver, asimismo, entrevista a Michel Aglietta, IADE, 19/10/2007
3) Paramio Ludolfo. Tras el diluvio: la izquierda ante el fin de siglo, Madrid: Siglo XXI, 1988
4) Romero Ricardo, Democracia Participativa, Una Economía en Marcha, EC Red Argentina de Ciencia Política, Buenos Aires, 2002 Fundamento de ingreso al Doctorado.
23 de abril de 2010
Economía política y filosofía de la historia
Ricardo San Esteban
Especial para ARGENPRESS CULTURAL
Un tipo nuevo de relación personal y de personas Menudean las publicaciones de autores -nuevos y viejos- que versan acerca de los vaticinios más negros, sobre el fin del mundo, o el fin de la historia, o terroríficos presagios. A Nostradamus, por ejemplo, le son cepillados un poco los murciélagos y ya está nuevamente en las vidrieras, junto con los libros de autoayuda y los horóscopos.
Prediciendo el fin de los tiempos aparecen las sectas y las propias religiones oficiales. El pecado es exhibido como la causa de la polución, de la aparición del SIDA, del efecto invernadero, de la anorexia y de la bulimia, del embarazo adolescente, del acné juvenil, de las deudas tóxicas. El mundo vive no solamente muerto de hambre y de conocimientos, sino también con sus minúsculos pecados de supervivencia, agigantados por el culto al hedonismo y la muerte, plantado éste cotidianamente frente a las pantallas de TV junto con culebrones, chusmeríos y noticias predigeridas.
La información periodística y los motivos de charla radiofónica rondan, generalmente, en torno a los crímenes, la inseguridad, el fin del mundo, el Llanero Solitario de los EE.UU. o de la OTAN buscando terroristas, los extraterrestres, los gurúes financieros, el periodismo lacayuno, el trasero de alguna diva, la pobreza, las supersticiones o cualquier tontaina que dé pingües ganancias y entretenga a la tribuna.
Leyendo un viejo libro de un publicista argentino que ha sido olvidado, Juan Antonio Salceda (1), éste indagaba el porqué de aquella filosofía de posguerra que enarbolaba su angustiada soledad y el sino fatal que perseguía al hombre. Y se preguntaba ¿no está acaso vinculada esta fatalidad a una sociedad que desprecia los valores humanos?
Entonces recordaba la figura de Prometeo encadenado que hacía pensar, a los del Fondo Monetario Internacional y a sus mandantes -que sienten íntimamente los temblores seniles de dicha sociedad- que Prometeo está mal encadenado y que se hace necesario, a fin de conservar esta sociedad, encadenarlo bien. Como Francisco Franco, que ya en plena agonía, dijo que dejaba las cosas atadas y bien atadas. Y vaya si las dejó. La cuestión era y es encadenar a Prometeo no solamente con cadenas sino, como decía Marx, recubriendo las cadenas con flores o con esta imbecilidad parroquial que se presenta junto con la globalización, la guerra y la exclusión.
Si alguien se niega a ser tonto, las Naciones Unidas, la OTAN o los Estados Unidos tienen sus bombas. Lo más grave es que a esta política se atan no solamente los gobiernos reaccionarios sino también aquellos que empuñan la rosa. Su bandera de la tercera vía ha sido enterrada junto con sus manuales de marxismo y por eso mismo viven una profunda crisis.
La teoría que intentara traducir los acontecimientos como hechura de sí misma constituiría una gran hipótesis ad hoc que, como dice Lakatos(2) del marxismo del siglo XX, en lugar de originar hechos nuevos tuvo que correr detrás de los hechos y no logró alcanzarlos.
En defensa del marxismo y del materialismo dialéctico debo decir que las ideas de Marx aún están siendo masticadas por ciertas gentes que no han entendido lo fundamental. Los que entendieron a Marx en el nivel óptimo, caben en un taxi. Lo prueba, entre otras cosas, el hecho de que muchos lo plagian sin entenderlo, o sin indicar las fuentes, o lo someten al reduccionismo para luego rebatirlo. Y además está el discurso legitimador del sistema, con sus salivadores de micrófonos entonteciendo a diestra y siniestra.
La primer medida de Hitler en Francia fue la de confiscar las estilográficas. Todo el que tenga más de dos libros en su casa es sospechoso ¿recuerdan? todo científico es demoníaco. Para justificar esta actitud se dice que Jesús nunca escribió -salvo una vez, sobre la arena- a la mujer adúltera. Sócrates tampoco escribió -pese a Carlos Saúl Menem que leyó sus ocho tomos-. Los regímenes totalitarios -y la democracia central de este momento lo es más que ninguno- han tratado o tratan (por el terror o como sea) de descalificar al pensamiento, a la ciencia, a la cultura. Boris Karloff es el ministro de cultura de Estados Unidos.
Esa vasta sociedad anónima que integran los filósofos de verdad, agrupa a seres casi siempre subterráneos e impopulares, y esto cabe para los científicos en general, que perciben, a veces, tal como cristos desclavados y andantes, un sueldito en el CONICET. Y encima son plagiados, pero, como decía un amigo mío, nadie llama a un patrullero cuando descubre que lo han plagiado.
Ya en su tiempo, Jacques Monod (3) decía que la antigua alianza está rota; que el hombre sabe ahora que está solo en la inmensidad indiferente del Universo, en el cual ha emergido por azar. Igual que su destino, su deber no está escrito en ninguna parte y a él le toca escoger entre el Reino y las tinieblas.
¿Ciencia versus cultura?
Como siguiendo este razonamiento, la cuestión ya no es más ciencia versus cultura, los globalizadores no sólo impiden que la gente escriba y tome decisiones (los chicos no entienden lo que leen) sino que la investigación científica -salvo la dedicada al armamentismo- tampoco puede escapar a las dificultades.
No ya desviando la atención hacia teorías confusas, cuestión usual, por ejemplo, en los tiempos de W. James (4) y su pragmatismo, sino cerrando el grifo de las inversiones en la investigación científica no ligada al armamentismo.
Marie Curie (5), otra desterrada de la memoria, escribía en sus buenos tiempos que nuestra sociedad, donde reina un áspero deseo de lucha y de riqueza, no comprende el valor de la ciencia. Ni los poderes públicos, ni la generosidad privada conceden actualmente a la ciencia y a los sabios el apoyo y subsidios indispensables para un trabajo plenamente eficaz.
Y ella hablaba como científica y como mujer. En una película de María Luisa Bemberg -Miss Mary- un representante de la oligarquía argentina expresaba que a las mujeres no hay que educarlas, sino darles mucha religión, meterles mucho miedo con lo del pecado.
Los medios masivos, la seudociencia y el arte toman entonces ese camino antiprometeico, comercial, estúpido, siniestro.
Viene a cuento aquello que formulaba John Ziman (6) acerca del inquietante éxito de la consigna: saber cada vez más pero de menos cosas. Ciertos filósofos tienden a convertirse en una especie de periodistas cajetillas que saben cada vez menos pero de más cosas, y allá van los sesudos, ocupando espacios de TV o de distintos medios comerciales. Quienes sufrimos de argentinitis conocemos bien a estos loritos parlanchines.
Y como añadía Wagensberg (7), estas tendencias tienen un límite patético; saber todo de nada -o sea nada- o bien saber nada de todo, o sea igualmente nada. Nos preguntamos cuándo se hartará la gente de consumir tanta chatarra intelectual y además, de temerle a la verdad. Una de las cosas de las cuales se jactaba Prometeo era la de haber infundido en el pecho de los hombres el ansia de libertad, quitándoles el temor. La liberación de Prometeo se halla de nuevo sobre el tapete y parte de una consigna: pensar con libertad y nunca aceptar que venga un lenguaraz a explicarte la realidad de acuerdo a su visión.
La Cultura Griega y la de los Pueblos Originarios
Prometeo era griego pero hubo prometeos de todas las nacionalidades. Goethe veía a los griegos forjando el sueño más hermoso de la vida, y tal cosa, si fue y es así ¿cómo se explica que actualmente se los descalifique en aras de enarbolar filosofías/religiones orientales –como ocurre con el “Nuevo Paradigma de la Ciencia” de Capra (8)y otros “científicos” – si dichas religiones han sido iguales o peores aún que las occidentales y que han encadenado a más prometeos que nadie?¿Alguien tiene idea de los giordano brunos que han sido quemados o muertos por las inquisiciones orientales, por no ser budistas, mahometanos, hinduistas, etc.? Y con esto no quiero dar pasto a los leones, tipo Huntington (9), quien vulgarizaba el actual conflicto global diciendo que se trataba de un choque de civilizaciones y que la más terrorista era la mahometana.
¿Es necesario repetir que somos, en parte, herederos de la cultura andina y mexicana, pero especialmente de la griega, que ilumina todas las épocas, que constituye un ansia de libertad (no ya la libertad en sí, porque admitía la esclavitud) sino aquella desde la que han extraído sus cosas el Nuevo Testamento (Cristo era aristotélico), Virgilio, Cervantes, Quevedo, Shakespeare, Pushkin, Camoens, el pensamiento maya e incaico como bien lo hubo de reflejar Rodolfo Kush? Nadie desprecia la cultura oriental, sino que los despreciables son los mercaderes que la trafican para encadenar bien a Prometeo.
La filosofía de la libertad, un viejo sueño
Luciano (10) trató el tema de la libertad, presente en él como estaba aquella efervescencia de los esclavos peleando junto a Espartaco, cuya derrota permitiría luego el surgimiento de Cristo. Luciano no creía en la fuerza de los esclavos e inclusive se sonreía ante su ingenua fe explotada por embaucadores como Peregrinus (11). Tertuliano (12), contemporáneo de Luciano, veía en Prometeo la imagen de Jesucristo. Pero uno y otro, sin coincidir ni complementarse, actualizaron en esa época un tema que expresaba el descontento real de las masas esclavizadas por invasiones, por deudas o por los sistemas. Si tenemos en cuenta la afirmación de Federico Engels en el sentido de que todos los elementos que produjo el proceso de disolución del mundo antiguo fueron seducidos por el centro de atracción del cristianismo, es fácil comprender por qué los cristianos primitivos identificaron a Prometeo con Cristo.
Es claro que un Prometeo cristiano no podía jugar el papel de ladrón del fuego sagrado y por lo mismo quedar en la otra cruz. Cristo era el legítimo dueño del fuego y no podía robárselo a sí mismo.
Casi contemporánea con Esquilo (13), la filosofía Griega, en la que Tales de Mileto (14) -el único filósofo de verdad, de los que yo conozca, que haya ganado plata, y lo que es más, comprando cosechas de aceitunas- fue, desde su nacimiento, fundamentalmente materialista. El hecho de haber nacido en las costas jónicas, costas de piratas y comerciantes de ultramar, aventureros de toda laya que iban y venían ¿no nos está diciendo que es precisamente allí donde el comercio florecía, el desarrollo artesanal era mayor, el lugar indicado para el nacimiento de los milésicos? Los barcos mercantes que comerciaban con oriente o con las costas italianas y españolas, traían y llevaban, además, ideas, escritos, papiros, códices, tablillas, libros. Cada comerciante, desde entonces, sabe más historias que las de las mil y una noches. Podemos resumir diciendo que los griegos no tomaron de oriente sólo su filosofía, ni su ciencia, sino también su fantasía. Pero, junto con el mercantilismo, recibieron de Egipto y de Babilonia la matemática, la cosmología y la indagación del hombre acerca de sí mismo..
Los descubrimientos se producen antes que la necesidad de utilizarlos
La utilización del papiro en la escritura tuvo una significación parecida a la invención de la imprenta. Werner Jaeger (14) decía que en ese momento asistimos al nacimiento de la filosofía científica. Esta es, tal vez, la hazaña histórica de Grecia. Verdad es que su liberación de los mitos fue sólo gradual. Pero el simple hecho de que fuera un movimiento espiritual unitario, conducido por una serie de personalidades independientes, pero en íntima conexión recíproca, demostraba ya su carácter científico y racional.
La concepción del mundo por los griegos era amplia y tan genialmente avanzada, que tuvieron que pasar muchos siglos para que la filosofía, desvinculada por los oscurantistas de las ciencias naturales y constituida en logos puro, recuperara su verdadero camino. No obstante, hubo una línea de Platón (15) -idealista- y otra de Demócrito (16) -materialista-.
En cuanto teoría que sintetiza los progresos de las ciencias naturales, que lucha contra la religión y la mística, el materialismo ha sido en general la visión del mundo de las clases avanzadas, revolucionarias, interesadas en el progreso social y científico. Los sueños y las fantasías son más reales que todo el discurso legitimador de las clases dominantes y esos sueños y fantasías han sido bandera de los prometeos, de los libertadores. Toda ciencia, y en especial la física, como ya hemos dicho, ha sido y es en cierto sentido ciencia-ficción. Y si no, veamos cuánto de ficción tiene la teoría cuántica, y cuánto de libertad ha conseguido.
Vivimos una época más problemática que afirmativa. Hemos señalado y señalaremos los problemas que han traído los nuevos adelantos científicos, sobre todo el ciberespacio en manos del bloque dominante. El tiempo de la computadora incluye horarios, una nueva orientación temporal y junto a ella una nueva imagen del futuro. La “era del progreso” está a punto de abrir paso a la era de la simulación. La nueva visión simulada del futuro se incorpora a los apetitos prometeicos de la era anterior del tiempo, aquella que rechazaba las restricciones que lo encadenaron a la conciencia histórica y lógica. La nueva visión ya no considera al futuro como algo que se desarrolla de una manera lineal, estricta, estirada a lo largo de un plano histórico. En lugar de ello, es algo que se reprograma continuamente para adecuarse a las necesidades transitorias de la realidad emergente. Los términos históricos como destino e inevitabilidad que tanto habían dominado el pensamiento de la era del progreso están siendo reemplazados por términos que hablan de la geometría fractal, de la teoría del caos (17). La nueva imagen del futuro concibe la realidad como un gran receptáculo de información, de un caos.
Todavía, sin embargo, tanto en la mecanocuántica como en la organización a nivel del gigamundo, se utilizan conceptos e ideas correspondientes a otro marco, lo cual hace ilógico el discurso. A parte de ello, nada existe como absoluto, por sí mismo, al margen de su vínculo con lo demás; tampoco la práctica.
Quizá en la idea de la autopoiética y de que todo está gobernado por todo se halle una parte del problema y de la solución, la búsqueda del infinito que a lo peor esté montado sobre nuestras narices. Ya Espinosa (18) decía que la Naturaleza es causa sui. Pero en el gigasistema o sistema de todos los sistemas no existe la homogeneidad y está claro que el movimiento -siempre hacia un objetivo- se produce a partir de una estrategia situada en las zonas de mayor complejización orgánica. Todo sistema posee su cabeza, su memoria y su sistema nervioso.
Habría que preguntarse, asimismo, si la realidad puede ser abarcada totalmente por el pensamiento. Y si lo impensable de hoy puede ser pensable mañana. Las realidades virtuales, por ejemplo, constituyen un momento problemático, dentro del autoconocimiento del sistema. Esto quiere decir que en la etapa actual del conocimiento, se pone el acento no sólo en las cosas o no tanto en las cosas, sino fundamentalmente en su problematicidad. Los problemas insolubles son ociosos -decía Francisco Romero (19)- pero ¿quién determina qué es lo insoluble o lo no insoluble, lo ocioso o lo no ocioso? Muchos descubrimientos e invenciones fueron utilizados bastante después de ser inventados.
El enfoque correcto o incorrecto puede llevarnos a soluciones o a confusiones. Decíamos antes que en el análisis del gigamundo o en el de la mecanocuántica se utilizan conceptos e ideas correspondientes a otro marco, lo cual hace ilógico el discurso, o cierta parte del discurso.
Se piensa con coordenadas y velocidades a escala media, o se indaga hacia lo ultrapequeño o hacia lo mundial con medidas, lenguaje e instrumentos confeccionados para escalas medias.
Además, no tiene sentido indagar acerca de la órbita de algo que no describe órbitas -caso de las partículas-. Pero quizá podamos, a nivel sistema de la materia, preguntarnos acerca de su órbita. Si decimos que un electrón que posee un impulso X debería hallarse en un lugar K, podría caber entonces la pregunta acerca de en qué lugar se hallará el gigamundo que posee un impulso X.
Tanto en la teoría cuántica de campo como en la teoría sistémica (esta última mucho menos elaborada) no tiene sentido preguntarse acerca de en qué punto del espacio tiempo relativista se encuentra una forma de la materia u objeto.
Naturalmente que aquellos interrogantes y muchísimos otros, tanto en una microgeometría cuanto en una hipergeometría a crearse, no poseerán validez lógica si aplicamos predicados que no casan con los sujetos. Es como buscarle ruedas a un elefante y al no hallarlas, declarar que es inobservable.
El fin de la historia y el confín del mundo
Usualmente ciertos relatores, ciertos cosmólogos, físicos y filósofos conciben el confín del mundo como un punto alcanzable en línea recta viajando a través del espacio durante un tiempo. En realidad, tal confín del mundo o límite del sistema materia quizá se halle entre nosotros, en el medio correspondiente a este sistema materia. Es probable que tal sistema materia posea no solamente un entorno sino también un antisistema.
Por cierto que para describir este modelo no podemos ajustarnos a la estrechez del determinismo laplaceano. Debemos acudir a los conceptos de probabilidad y posibilidad potencial. En esta organización sistémica de la materia, los fenómenos no surgen y varían de manera absolutamente independiente de otros fenómenos, pues la correlación de sus indeterminaciones (al igual que en la física de las micropartículas) no es resultado solamente de la limitada capacidad de conocimiento del hombre sino también producto de su estructura compleja. Por sus propiedades físicas, la materia a nivel sistémico posee fenómenos conocidos y desconocidos y seguramente una estructura sistémica cualitativamente distinta. Así como se ha establecido que el electrón no constituye una simple partícula-bola, es muy probable que los fenómenos a nivel sistémico conjuguen propiedades nuevas. Inclusive pudiera ocurrir que el gigamundo que tenemos ante nosotros y en el cual vivimos sea parte correspondiente al cuerpo de un universo (o de varios) muchísimo más vasto o con otra estructura.
En este entendimiento, la aparición del hombre como fuerza auxiliar del medio había de ser una necesidad, en el preciso momento en que este medio se encontraba incapacitado para emprender una nueva etapa en la formalización de la materia, es decir, para entender su propia lógica, para pasar a un nuevo sistema. El hombre podía actuar desde afuera del sistema o ser un intermediante entre el sistema y el medio. Espinosa decía que era la Naturaleza y no el hombre quien permanecía alienada.
El planteo del extrañamiento del hombre se hallaría cabeza abajo, el vacío que llenó el homo sapiens se referiría a su capacidad reflexiva y creadora, indagadora y cognoscente de la cosa en sí. Ninguna sumatoria de elementos puede llevarnos a la esencia, y es como si sometiéramos al universo o al hombre a un mismo análisis.
Las investigaciones actuales en los diversos campos de la ciencia refirman el comportamiento de todas las cosas por paquetes (o cuantos) y bandas, en determinados tiempos y en forma sistémica. Los sistemas se mueven -mientras son- dentro de ciertas cantidades, bandas y tiempos. Los grados de libertad de que gozan se refieren a esas bandas, y si un elemento de tales sistemas o el sistema mismo se excede o excede sus bandas, cambia de identidad o muere. La noción de espacio, campo, se entiende dentro de esos parámetros, por lo cual el concepto de nexo causal adquiere otra dimensión. Pero la definición esencial de las cosas y procesos permanece dentro de esa caja negra de la que hablan algunos científicos.
Black Box
La caja negra, como antes decíamos, quizá no exista. La clave acerca del problema del infinito y de las fuerzas fundamentales es más que probable resulte relacionada con la mediación del ciberespacio. De todas maneras, cabe recordar que la existencia de cajas negras o de regiones desconocidas pertenecen a la visión humana del mundo, que casi siempre anexa el infinito a su ignorancia o a su propia aspiración de inmortalidad individual.
Precisamente, el sentido de la vida quizá esté lejos de aquello que imaginan los aspirantes a una inmortalidad y creyentes de su prosapia divina o de la trascendencia mágica de sus actos. Sin caer en ninguna clase de escepticismos, es casi seguro que la existencia humana no tenga ni el sentido ni la trascendencia (entendida como categoría filosófica o teológica) que las aspiraciones de inmortalidad del homo sapiens burgués le atribuye. Es cierto que ni el libreto ni el proyecto del mundo le pertenecen, pero quizá no pertenezcan a nadie o pertenezcan a todos o al todo.
Se habla de la muerte del hombre en términos apocalípticos, pero lo cierto es que todos los descubrimientos realizados en medicina espacial y en el terreno de la biología apuntan a una prolongación de la vida humana. Estos hechos se contradicen con el actual sistema socioeconómico, que desecha a las personas en aras del desarrollo de una economía apátrida y ahumana.
Es evidente que los avances científicos en este terreno son premisas -como ya señalaba Condorcet(20) hace doscientos años- para el surgimiento de una sociedad de hombres longevos habitando un mundo mejor que éste.
Sin embargo, como decíamos antes, la Naturaleza enfrenta una disyuntiva parecida a la que ocurrió con el nacimiento del homo sapiens, pues nuevamente no puede equilibrarse por sí misma y tampoco puede ahora acudir al hombre-mercancía para hacerlo, pues el metabolismo de éste -como miembro del sistema social que le es propio- la desequilibra irremediablemente, por lo que la agudización de la entropía choca más que nunca contra el principio conservacionista.
Pero no solamente eso: cualquier sistema (y cualquier elemento) para conservar su identidad tiene que afirmar su metabolismo, por lo que aparece en una lucha irreconciliable con su propia Naturaleza. De ello podría desprenderse que el próximo cambio social no se basará solamente en una remoción del sistema sino también en un cambio cualitativo del elemento humano.
Es evidente que a medida que crece la entropía, los nexos entre las personas y de éstas con las cosas adquieren un grado de abstracción cada vez más elevado, hasta parecerse mucho a la definición del concepto de concreto teórico.
Pero el nexo fundamental entre los hombres y de los hombres con el sistema y su medio ya no será ni el trabajo abstracto, ni el mercado, ni el valor de la mercancía, ni el dinero. El nexo pasaría a ser, principalmente, la información-mercancía. Esto en una primera etapa, pues en una segunda la información sería tan accesible y barata que no resultaría mercancía.
La ley del valor, reguladora de la producción capitalista y su sucesora, la ley de la información
La ley del valor es la reguladora de la producción capitalista, su gran nexo. Con el desarrollo de la informática, ésta –la informática- se transformará gradualmente en la reguladora de la producción, por lo cual bien puede hablarse de una ley de la información que será sucesora de la ley del valor, y esta ley de la información se basaría en el conocimiento y en la fantasía creadora, en el reencuentro del hombre consigo mismo. La gran lucha actual, a nuestro modo de ver, es ampliar y democratizar constantemente el ciberespacio –debemos establecer zonas liberadas en los medios de comunicación masiva- como una de las premisas para poder liberar a Prometeo de la discontinuidad propia del sistema social capitalista. Precisamente, a eso tendía la aprobación de la ley de medios en Argentina, aunque lamentablemente no ha podido cumplimentarse porque las fuerzas populares aun son débiles y la “justicia”responde en general a los intereses más concentrados.
En esos términos, probablemente, el ser humano que quizá suceda al homo sapiens, no será, como muchos creen, un tonto inalámbrico. Tendrá una visión mucho más rica y profunda de la realidad. No se sabe si inventará alguna utopía, pero el crecimiento de una información precisa le llevará a asistir al fin del mercado y al triunfo de un socialismo científico. Esencialmente, él ya no se hallará en la base de la producción, sino en la base de la información. Ello implicaría el fin del fetichismo de la mercancía y un retorno a las relaciones concretas con la Naturaleza -pero en otro plano, mucho más elevado y abstracto- y a la gradual sustitución del nexo esencial del valor de la mercancía y el mercado, reemplazado principalmente por un nexo a través del ciberespacio. Desaparecería la discontinuidad y el homo sapiens no asistiría al fin de la historia, sino al fin de la prehistoria. El medio no eliminará al ser humano, sino que eliminará violentamente al principio legitimador del viejo sistema, eliminará la contradicción fundamental de esta vieja sociedad. Acecha desde el futuro a partir de los nuevos principios de legitimidad que pugnan por legalizarse, habida cuenta que el sistema capitalista ya no puede resolver ninguno de los problemas actuales. Así lo indican numerosos indicios como lo son -por ejemplo- aquellos que la sociedad prepara para sucederse a sí misma. La globalización, que pese a sus maldades actuales abona el camino para el futuro internacionalismo, la probable sustitución del vínculo esencial (el capital) por el vínculo de la información y la solidaridad, la creciente longevidad humana, los logros de la ciencia en los diversos campos, la creciente liberación de las mujeres, la libertad sexual, en fin, todo indica que, pese a las dificultades actuales, el porvenir es venturoso. El ser humano se prepara para abordar al cosmos y poblarlo -entre otras grandes tareas- pero sólo podrá realizarlas a través de un tipo nuevo de relación personal y de personas, con una nueva cooperación a gran escala en un esfuerzo común imposible de realizar sobre la base del actual sistema capitalista.
Notas:
1) Juan Antonio Salceda, Prometeo (El Humanismo del Mito), 1953, Bibliot. Bernardino Rivadavia, La Plata, Arg.
2) Lakatos Imre (Imre Lipschitz), La Metodología de los Programas de Investigación Científica, Alianza, Madrid, 1993
3) Monod Jackes, Le hasard et la nécessité. Essai sur la philosophie naturelle de la biologie moderne, Paris, Le Seuil, 1970
4) James W.Pragmatismo: un nuevo nombre para viejas formas de pensar. Madrid: Alianza.,2000
5) Marie Curie, Wojciech A. Wierzewski, "Mazowieckie korzenie Marii"
Un. De Warz., 1998
6) Ziman John,(1994): Prometheus Bound. Science in a Dynamic Steady State, Cambridge, UK, ...(2000): Real Science: What It is and What It Means, ...
arbor.revistas.csic.es/index.php/arbor/article/.../326
7) Wagensberg Jorge, prólogo a Galileo Galilei, Balcells, Barcelona, 1996
8) Capra Fritjof, El tao de la física, Alianza, Madrid, 1998
9) Huntington Samuel, El choque de las civilizaciones, Foreign Affairs, 1993
10) Luciano de Samosata, Obras compl., T 1, Madrid, Gredos, 1997
11) Peregrinus, Res publica oppressa, prol. De José María Arbizu Echegoyen, ed. Complutenses , Madrid, 1997
12) Tertuliano (Quinto Septimius) Acerca del alma, Textos latinos, Madrid, 1999
13) Esquilo, (en griego antiguo: Αισχύλος, Aiskhúlos) (Eleusis, 525 AC–Gela, 456 AC), es considerado como el creador de la tragedia griega.. Fragmentos. Testimonios. Madrid,:editorial Gredos, 2008. Tragedias: Persas. Siete contra Tebas. Suplicantes. Agamenón. Coéforas. Euménides. Prometeo, Madrid: Editorial Gredos, 2002..
14) Tales de Mileto, Álgebra. (Dr. Aurelio Baldor, 1985. Ed. Ediciones y Distribuciones CODICE, S.A., Madrid).
15) Platon (2003). Diálogos. Obra completa en 9 volúmenes. Editorial Gredos Madrid.
16) Democrito, Novack, George 1977. Los orígenes del materialismo. Bogotá: Editorial Pluma
17) Teoría del Caos. Sobre Ilya Prigogine y la teoría del Caos ver (en castellano): Enciclopedia Temática Guiness, Barcelona, Folio ed., 1994,
18) Baruj Spinoza o Benedicto Espinosa. Las obras completas de Baruch Spinoza, incluido su epistolario y las biografías que se compusieron sobre él, han sido traducidas al español (Madrid: Alianza Editorial, 2003).
19) Romero Francisco, Revista Cubana de Filosofía. La Habana, julio-diciembre de 1951 Editado por la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación La Habana , Cuba
20) Condorcet Nicolás de: Esquisse d'un tableau historique des progrès de l'esprit humain (posthume, 1795).Encyclopédie de l’agora, Accuil, 2009
Especial para ARGENPRESS CULTURAL
Un tipo nuevo de relación personal y de personas Menudean las publicaciones de autores -nuevos y viejos- que versan acerca de los vaticinios más negros, sobre el fin del mundo, o el fin de la historia, o terroríficos presagios. A Nostradamus, por ejemplo, le son cepillados un poco los murciélagos y ya está nuevamente en las vidrieras, junto con los libros de autoayuda y los horóscopos.
Prediciendo el fin de los tiempos aparecen las sectas y las propias religiones oficiales. El pecado es exhibido como la causa de la polución, de la aparición del SIDA, del efecto invernadero, de la anorexia y de la bulimia, del embarazo adolescente, del acné juvenil, de las deudas tóxicas. El mundo vive no solamente muerto de hambre y de conocimientos, sino también con sus minúsculos pecados de supervivencia, agigantados por el culto al hedonismo y la muerte, plantado éste cotidianamente frente a las pantallas de TV junto con culebrones, chusmeríos y noticias predigeridas.
La información periodística y los motivos de charla radiofónica rondan, generalmente, en torno a los crímenes, la inseguridad, el fin del mundo, el Llanero Solitario de los EE.UU. o de la OTAN buscando terroristas, los extraterrestres, los gurúes financieros, el periodismo lacayuno, el trasero de alguna diva, la pobreza, las supersticiones o cualquier tontaina que dé pingües ganancias y entretenga a la tribuna.
Leyendo un viejo libro de un publicista argentino que ha sido olvidado, Juan Antonio Salceda (1), éste indagaba el porqué de aquella filosofía de posguerra que enarbolaba su angustiada soledad y el sino fatal que perseguía al hombre. Y se preguntaba ¿no está acaso vinculada esta fatalidad a una sociedad que desprecia los valores humanos?
Entonces recordaba la figura de Prometeo encadenado que hacía pensar, a los del Fondo Monetario Internacional y a sus mandantes -que sienten íntimamente los temblores seniles de dicha sociedad- que Prometeo está mal encadenado y que se hace necesario, a fin de conservar esta sociedad, encadenarlo bien. Como Francisco Franco, que ya en plena agonía, dijo que dejaba las cosas atadas y bien atadas. Y vaya si las dejó. La cuestión era y es encadenar a Prometeo no solamente con cadenas sino, como decía Marx, recubriendo las cadenas con flores o con esta imbecilidad parroquial que se presenta junto con la globalización, la guerra y la exclusión.
Si alguien se niega a ser tonto, las Naciones Unidas, la OTAN o los Estados Unidos tienen sus bombas. Lo más grave es que a esta política se atan no solamente los gobiernos reaccionarios sino también aquellos que empuñan la rosa. Su bandera de la tercera vía ha sido enterrada junto con sus manuales de marxismo y por eso mismo viven una profunda crisis.
La teoría que intentara traducir los acontecimientos como hechura de sí misma constituiría una gran hipótesis ad hoc que, como dice Lakatos(2) del marxismo del siglo XX, en lugar de originar hechos nuevos tuvo que correr detrás de los hechos y no logró alcanzarlos.
En defensa del marxismo y del materialismo dialéctico debo decir que las ideas de Marx aún están siendo masticadas por ciertas gentes que no han entendido lo fundamental. Los que entendieron a Marx en el nivel óptimo, caben en un taxi. Lo prueba, entre otras cosas, el hecho de que muchos lo plagian sin entenderlo, o sin indicar las fuentes, o lo someten al reduccionismo para luego rebatirlo. Y además está el discurso legitimador del sistema, con sus salivadores de micrófonos entonteciendo a diestra y siniestra.
La primer medida de Hitler en Francia fue la de confiscar las estilográficas. Todo el que tenga más de dos libros en su casa es sospechoso ¿recuerdan? todo científico es demoníaco. Para justificar esta actitud se dice que Jesús nunca escribió -salvo una vez, sobre la arena- a la mujer adúltera. Sócrates tampoco escribió -pese a Carlos Saúl Menem que leyó sus ocho tomos-. Los regímenes totalitarios -y la democracia central de este momento lo es más que ninguno- han tratado o tratan (por el terror o como sea) de descalificar al pensamiento, a la ciencia, a la cultura. Boris Karloff es el ministro de cultura de Estados Unidos.
Esa vasta sociedad anónima que integran los filósofos de verdad, agrupa a seres casi siempre subterráneos e impopulares, y esto cabe para los científicos en general, que perciben, a veces, tal como cristos desclavados y andantes, un sueldito en el CONICET. Y encima son plagiados, pero, como decía un amigo mío, nadie llama a un patrullero cuando descubre que lo han plagiado.
Ya en su tiempo, Jacques Monod (3) decía que la antigua alianza está rota; que el hombre sabe ahora que está solo en la inmensidad indiferente del Universo, en el cual ha emergido por azar. Igual que su destino, su deber no está escrito en ninguna parte y a él le toca escoger entre el Reino y las tinieblas.
¿Ciencia versus cultura?
Como siguiendo este razonamiento, la cuestión ya no es más ciencia versus cultura, los globalizadores no sólo impiden que la gente escriba y tome decisiones (los chicos no entienden lo que leen) sino que la investigación científica -salvo la dedicada al armamentismo- tampoco puede escapar a las dificultades.
No ya desviando la atención hacia teorías confusas, cuestión usual, por ejemplo, en los tiempos de W. James (4) y su pragmatismo, sino cerrando el grifo de las inversiones en la investigación científica no ligada al armamentismo.
Marie Curie (5), otra desterrada de la memoria, escribía en sus buenos tiempos que nuestra sociedad, donde reina un áspero deseo de lucha y de riqueza, no comprende el valor de la ciencia. Ni los poderes públicos, ni la generosidad privada conceden actualmente a la ciencia y a los sabios el apoyo y subsidios indispensables para un trabajo plenamente eficaz.
Y ella hablaba como científica y como mujer. En una película de María Luisa Bemberg -Miss Mary- un representante de la oligarquía argentina expresaba que a las mujeres no hay que educarlas, sino darles mucha religión, meterles mucho miedo con lo del pecado.
Los medios masivos, la seudociencia y el arte toman entonces ese camino antiprometeico, comercial, estúpido, siniestro.
Viene a cuento aquello que formulaba John Ziman (6) acerca del inquietante éxito de la consigna: saber cada vez más pero de menos cosas. Ciertos filósofos tienden a convertirse en una especie de periodistas cajetillas que saben cada vez menos pero de más cosas, y allá van los sesudos, ocupando espacios de TV o de distintos medios comerciales. Quienes sufrimos de argentinitis conocemos bien a estos loritos parlanchines.
Y como añadía Wagensberg (7), estas tendencias tienen un límite patético; saber todo de nada -o sea nada- o bien saber nada de todo, o sea igualmente nada. Nos preguntamos cuándo se hartará la gente de consumir tanta chatarra intelectual y además, de temerle a la verdad. Una de las cosas de las cuales se jactaba Prometeo era la de haber infundido en el pecho de los hombres el ansia de libertad, quitándoles el temor. La liberación de Prometeo se halla de nuevo sobre el tapete y parte de una consigna: pensar con libertad y nunca aceptar que venga un lenguaraz a explicarte la realidad de acuerdo a su visión.
La Cultura Griega y la de los Pueblos Originarios
Prometeo era griego pero hubo prometeos de todas las nacionalidades. Goethe veía a los griegos forjando el sueño más hermoso de la vida, y tal cosa, si fue y es así ¿cómo se explica que actualmente se los descalifique en aras de enarbolar filosofías/religiones orientales –como ocurre con el “Nuevo Paradigma de la Ciencia” de Capra (8)y otros “científicos” – si dichas religiones han sido iguales o peores aún que las occidentales y que han encadenado a más prometeos que nadie?¿Alguien tiene idea de los giordano brunos que han sido quemados o muertos por las inquisiciones orientales, por no ser budistas, mahometanos, hinduistas, etc.? Y con esto no quiero dar pasto a los leones, tipo Huntington (9), quien vulgarizaba el actual conflicto global diciendo que se trataba de un choque de civilizaciones y que la más terrorista era la mahometana.
¿Es necesario repetir que somos, en parte, herederos de la cultura andina y mexicana, pero especialmente de la griega, que ilumina todas las épocas, que constituye un ansia de libertad (no ya la libertad en sí, porque admitía la esclavitud) sino aquella desde la que han extraído sus cosas el Nuevo Testamento (Cristo era aristotélico), Virgilio, Cervantes, Quevedo, Shakespeare, Pushkin, Camoens, el pensamiento maya e incaico como bien lo hubo de reflejar Rodolfo Kush? Nadie desprecia la cultura oriental, sino que los despreciables son los mercaderes que la trafican para encadenar bien a Prometeo.
La filosofía de la libertad, un viejo sueño
Luciano (10) trató el tema de la libertad, presente en él como estaba aquella efervescencia de los esclavos peleando junto a Espartaco, cuya derrota permitiría luego el surgimiento de Cristo. Luciano no creía en la fuerza de los esclavos e inclusive se sonreía ante su ingenua fe explotada por embaucadores como Peregrinus (11). Tertuliano (12), contemporáneo de Luciano, veía en Prometeo la imagen de Jesucristo. Pero uno y otro, sin coincidir ni complementarse, actualizaron en esa época un tema que expresaba el descontento real de las masas esclavizadas por invasiones, por deudas o por los sistemas. Si tenemos en cuenta la afirmación de Federico Engels en el sentido de que todos los elementos que produjo el proceso de disolución del mundo antiguo fueron seducidos por el centro de atracción del cristianismo, es fácil comprender por qué los cristianos primitivos identificaron a Prometeo con Cristo.
Es claro que un Prometeo cristiano no podía jugar el papel de ladrón del fuego sagrado y por lo mismo quedar en la otra cruz. Cristo era el legítimo dueño del fuego y no podía robárselo a sí mismo.
Casi contemporánea con Esquilo (13), la filosofía Griega, en la que Tales de Mileto (14) -el único filósofo de verdad, de los que yo conozca, que haya ganado plata, y lo que es más, comprando cosechas de aceitunas- fue, desde su nacimiento, fundamentalmente materialista. El hecho de haber nacido en las costas jónicas, costas de piratas y comerciantes de ultramar, aventureros de toda laya que iban y venían ¿no nos está diciendo que es precisamente allí donde el comercio florecía, el desarrollo artesanal era mayor, el lugar indicado para el nacimiento de los milésicos? Los barcos mercantes que comerciaban con oriente o con las costas italianas y españolas, traían y llevaban, además, ideas, escritos, papiros, códices, tablillas, libros. Cada comerciante, desde entonces, sabe más historias que las de las mil y una noches. Podemos resumir diciendo que los griegos no tomaron de oriente sólo su filosofía, ni su ciencia, sino también su fantasía. Pero, junto con el mercantilismo, recibieron de Egipto y de Babilonia la matemática, la cosmología y la indagación del hombre acerca de sí mismo..
Los descubrimientos se producen antes que la necesidad de utilizarlos
La utilización del papiro en la escritura tuvo una significación parecida a la invención de la imprenta. Werner Jaeger (14) decía que en ese momento asistimos al nacimiento de la filosofía científica. Esta es, tal vez, la hazaña histórica de Grecia. Verdad es que su liberación de los mitos fue sólo gradual. Pero el simple hecho de que fuera un movimiento espiritual unitario, conducido por una serie de personalidades independientes, pero en íntima conexión recíproca, demostraba ya su carácter científico y racional.
La concepción del mundo por los griegos era amplia y tan genialmente avanzada, que tuvieron que pasar muchos siglos para que la filosofía, desvinculada por los oscurantistas de las ciencias naturales y constituida en logos puro, recuperara su verdadero camino. No obstante, hubo una línea de Platón (15) -idealista- y otra de Demócrito (16) -materialista-.
En cuanto teoría que sintetiza los progresos de las ciencias naturales, que lucha contra la religión y la mística, el materialismo ha sido en general la visión del mundo de las clases avanzadas, revolucionarias, interesadas en el progreso social y científico. Los sueños y las fantasías son más reales que todo el discurso legitimador de las clases dominantes y esos sueños y fantasías han sido bandera de los prometeos, de los libertadores. Toda ciencia, y en especial la física, como ya hemos dicho, ha sido y es en cierto sentido ciencia-ficción. Y si no, veamos cuánto de ficción tiene la teoría cuántica, y cuánto de libertad ha conseguido.
Vivimos una época más problemática que afirmativa. Hemos señalado y señalaremos los problemas que han traído los nuevos adelantos científicos, sobre todo el ciberespacio en manos del bloque dominante. El tiempo de la computadora incluye horarios, una nueva orientación temporal y junto a ella una nueva imagen del futuro. La “era del progreso” está a punto de abrir paso a la era de la simulación. La nueva visión simulada del futuro se incorpora a los apetitos prometeicos de la era anterior del tiempo, aquella que rechazaba las restricciones que lo encadenaron a la conciencia histórica y lógica. La nueva visión ya no considera al futuro como algo que se desarrolla de una manera lineal, estricta, estirada a lo largo de un plano histórico. En lugar de ello, es algo que se reprograma continuamente para adecuarse a las necesidades transitorias de la realidad emergente. Los términos históricos como destino e inevitabilidad que tanto habían dominado el pensamiento de la era del progreso están siendo reemplazados por términos que hablan de la geometría fractal, de la teoría del caos (17). La nueva imagen del futuro concibe la realidad como un gran receptáculo de información, de un caos.
Todavía, sin embargo, tanto en la mecanocuántica como en la organización a nivel del gigamundo, se utilizan conceptos e ideas correspondientes a otro marco, lo cual hace ilógico el discurso. A parte de ello, nada existe como absoluto, por sí mismo, al margen de su vínculo con lo demás; tampoco la práctica.
Quizá en la idea de la autopoiética y de que todo está gobernado por todo se halle una parte del problema y de la solución, la búsqueda del infinito que a lo peor esté montado sobre nuestras narices. Ya Espinosa (18) decía que la Naturaleza es causa sui. Pero en el gigasistema o sistema de todos los sistemas no existe la homogeneidad y está claro que el movimiento -siempre hacia un objetivo- se produce a partir de una estrategia situada en las zonas de mayor complejización orgánica. Todo sistema posee su cabeza, su memoria y su sistema nervioso.
Habría que preguntarse, asimismo, si la realidad puede ser abarcada totalmente por el pensamiento. Y si lo impensable de hoy puede ser pensable mañana. Las realidades virtuales, por ejemplo, constituyen un momento problemático, dentro del autoconocimiento del sistema. Esto quiere decir que en la etapa actual del conocimiento, se pone el acento no sólo en las cosas o no tanto en las cosas, sino fundamentalmente en su problematicidad. Los problemas insolubles son ociosos -decía Francisco Romero (19)- pero ¿quién determina qué es lo insoluble o lo no insoluble, lo ocioso o lo no ocioso? Muchos descubrimientos e invenciones fueron utilizados bastante después de ser inventados.
El enfoque correcto o incorrecto puede llevarnos a soluciones o a confusiones. Decíamos antes que en el análisis del gigamundo o en el de la mecanocuántica se utilizan conceptos e ideas correspondientes a otro marco, lo cual hace ilógico el discurso, o cierta parte del discurso.
Se piensa con coordenadas y velocidades a escala media, o se indaga hacia lo ultrapequeño o hacia lo mundial con medidas, lenguaje e instrumentos confeccionados para escalas medias.
Además, no tiene sentido indagar acerca de la órbita de algo que no describe órbitas -caso de las partículas-. Pero quizá podamos, a nivel sistema de la materia, preguntarnos acerca de su órbita. Si decimos que un electrón que posee un impulso X debería hallarse en un lugar K, podría caber entonces la pregunta acerca de en qué lugar se hallará el gigamundo que posee un impulso X.
Tanto en la teoría cuántica de campo como en la teoría sistémica (esta última mucho menos elaborada) no tiene sentido preguntarse acerca de en qué punto del espacio tiempo relativista se encuentra una forma de la materia u objeto.
Naturalmente que aquellos interrogantes y muchísimos otros, tanto en una microgeometría cuanto en una hipergeometría a crearse, no poseerán validez lógica si aplicamos predicados que no casan con los sujetos. Es como buscarle ruedas a un elefante y al no hallarlas, declarar que es inobservable.
El fin de la historia y el confín del mundo
Usualmente ciertos relatores, ciertos cosmólogos, físicos y filósofos conciben el confín del mundo como un punto alcanzable en línea recta viajando a través del espacio durante un tiempo. En realidad, tal confín del mundo o límite del sistema materia quizá se halle entre nosotros, en el medio correspondiente a este sistema materia. Es probable que tal sistema materia posea no solamente un entorno sino también un antisistema.
Por cierto que para describir este modelo no podemos ajustarnos a la estrechez del determinismo laplaceano. Debemos acudir a los conceptos de probabilidad y posibilidad potencial. En esta organización sistémica de la materia, los fenómenos no surgen y varían de manera absolutamente independiente de otros fenómenos, pues la correlación de sus indeterminaciones (al igual que en la física de las micropartículas) no es resultado solamente de la limitada capacidad de conocimiento del hombre sino también producto de su estructura compleja. Por sus propiedades físicas, la materia a nivel sistémico posee fenómenos conocidos y desconocidos y seguramente una estructura sistémica cualitativamente distinta. Así como se ha establecido que el electrón no constituye una simple partícula-bola, es muy probable que los fenómenos a nivel sistémico conjuguen propiedades nuevas. Inclusive pudiera ocurrir que el gigamundo que tenemos ante nosotros y en el cual vivimos sea parte correspondiente al cuerpo de un universo (o de varios) muchísimo más vasto o con otra estructura.
En este entendimiento, la aparición del hombre como fuerza auxiliar del medio había de ser una necesidad, en el preciso momento en que este medio se encontraba incapacitado para emprender una nueva etapa en la formalización de la materia, es decir, para entender su propia lógica, para pasar a un nuevo sistema. El hombre podía actuar desde afuera del sistema o ser un intermediante entre el sistema y el medio. Espinosa decía que era la Naturaleza y no el hombre quien permanecía alienada.
El planteo del extrañamiento del hombre se hallaría cabeza abajo, el vacío que llenó el homo sapiens se referiría a su capacidad reflexiva y creadora, indagadora y cognoscente de la cosa en sí. Ninguna sumatoria de elementos puede llevarnos a la esencia, y es como si sometiéramos al universo o al hombre a un mismo análisis.
Las investigaciones actuales en los diversos campos de la ciencia refirman el comportamiento de todas las cosas por paquetes (o cuantos) y bandas, en determinados tiempos y en forma sistémica. Los sistemas se mueven -mientras son- dentro de ciertas cantidades, bandas y tiempos. Los grados de libertad de que gozan se refieren a esas bandas, y si un elemento de tales sistemas o el sistema mismo se excede o excede sus bandas, cambia de identidad o muere. La noción de espacio, campo, se entiende dentro de esos parámetros, por lo cual el concepto de nexo causal adquiere otra dimensión. Pero la definición esencial de las cosas y procesos permanece dentro de esa caja negra de la que hablan algunos científicos.
Black Box
La caja negra, como antes decíamos, quizá no exista. La clave acerca del problema del infinito y de las fuerzas fundamentales es más que probable resulte relacionada con la mediación del ciberespacio. De todas maneras, cabe recordar que la existencia de cajas negras o de regiones desconocidas pertenecen a la visión humana del mundo, que casi siempre anexa el infinito a su ignorancia o a su propia aspiración de inmortalidad individual.
Precisamente, el sentido de la vida quizá esté lejos de aquello que imaginan los aspirantes a una inmortalidad y creyentes de su prosapia divina o de la trascendencia mágica de sus actos. Sin caer en ninguna clase de escepticismos, es casi seguro que la existencia humana no tenga ni el sentido ni la trascendencia (entendida como categoría filosófica o teológica) que las aspiraciones de inmortalidad del homo sapiens burgués le atribuye. Es cierto que ni el libreto ni el proyecto del mundo le pertenecen, pero quizá no pertenezcan a nadie o pertenezcan a todos o al todo.
Se habla de la muerte del hombre en términos apocalípticos, pero lo cierto es que todos los descubrimientos realizados en medicina espacial y en el terreno de la biología apuntan a una prolongación de la vida humana. Estos hechos se contradicen con el actual sistema socioeconómico, que desecha a las personas en aras del desarrollo de una economía apátrida y ahumana.
Es evidente que los avances científicos en este terreno son premisas -como ya señalaba Condorcet(20) hace doscientos años- para el surgimiento de una sociedad de hombres longevos habitando un mundo mejor que éste.
Sin embargo, como decíamos antes, la Naturaleza enfrenta una disyuntiva parecida a la que ocurrió con el nacimiento del homo sapiens, pues nuevamente no puede equilibrarse por sí misma y tampoco puede ahora acudir al hombre-mercancía para hacerlo, pues el metabolismo de éste -como miembro del sistema social que le es propio- la desequilibra irremediablemente, por lo que la agudización de la entropía choca más que nunca contra el principio conservacionista.
Pero no solamente eso: cualquier sistema (y cualquier elemento) para conservar su identidad tiene que afirmar su metabolismo, por lo que aparece en una lucha irreconciliable con su propia Naturaleza. De ello podría desprenderse que el próximo cambio social no se basará solamente en una remoción del sistema sino también en un cambio cualitativo del elemento humano.
Es evidente que a medida que crece la entropía, los nexos entre las personas y de éstas con las cosas adquieren un grado de abstracción cada vez más elevado, hasta parecerse mucho a la definición del concepto de concreto teórico.
Pero el nexo fundamental entre los hombres y de los hombres con el sistema y su medio ya no será ni el trabajo abstracto, ni el mercado, ni el valor de la mercancía, ni el dinero. El nexo pasaría a ser, principalmente, la información-mercancía. Esto en una primera etapa, pues en una segunda la información sería tan accesible y barata que no resultaría mercancía.
La ley del valor, reguladora de la producción capitalista y su sucesora, la ley de la información
La ley del valor es la reguladora de la producción capitalista, su gran nexo. Con el desarrollo de la informática, ésta –la informática- se transformará gradualmente en la reguladora de la producción, por lo cual bien puede hablarse de una ley de la información que será sucesora de la ley del valor, y esta ley de la información se basaría en el conocimiento y en la fantasía creadora, en el reencuentro del hombre consigo mismo. La gran lucha actual, a nuestro modo de ver, es ampliar y democratizar constantemente el ciberespacio –debemos establecer zonas liberadas en los medios de comunicación masiva- como una de las premisas para poder liberar a Prometeo de la discontinuidad propia del sistema social capitalista. Precisamente, a eso tendía la aprobación de la ley de medios en Argentina, aunque lamentablemente no ha podido cumplimentarse porque las fuerzas populares aun son débiles y la “justicia”responde en general a los intereses más concentrados.
En esos términos, probablemente, el ser humano que quizá suceda al homo sapiens, no será, como muchos creen, un tonto inalámbrico. Tendrá una visión mucho más rica y profunda de la realidad. No se sabe si inventará alguna utopía, pero el crecimiento de una información precisa le llevará a asistir al fin del mercado y al triunfo de un socialismo científico. Esencialmente, él ya no se hallará en la base de la producción, sino en la base de la información. Ello implicaría el fin del fetichismo de la mercancía y un retorno a las relaciones concretas con la Naturaleza -pero en otro plano, mucho más elevado y abstracto- y a la gradual sustitución del nexo esencial del valor de la mercancía y el mercado, reemplazado principalmente por un nexo a través del ciberespacio. Desaparecería la discontinuidad y el homo sapiens no asistiría al fin de la historia, sino al fin de la prehistoria. El medio no eliminará al ser humano, sino que eliminará violentamente al principio legitimador del viejo sistema, eliminará la contradicción fundamental de esta vieja sociedad. Acecha desde el futuro a partir de los nuevos principios de legitimidad que pugnan por legalizarse, habida cuenta que el sistema capitalista ya no puede resolver ninguno de los problemas actuales. Así lo indican numerosos indicios como lo son -por ejemplo- aquellos que la sociedad prepara para sucederse a sí misma. La globalización, que pese a sus maldades actuales abona el camino para el futuro internacionalismo, la probable sustitución del vínculo esencial (el capital) por el vínculo de la información y la solidaridad, la creciente longevidad humana, los logros de la ciencia en los diversos campos, la creciente liberación de las mujeres, la libertad sexual, en fin, todo indica que, pese a las dificultades actuales, el porvenir es venturoso. El ser humano se prepara para abordar al cosmos y poblarlo -entre otras grandes tareas- pero sólo podrá realizarlas a través de un tipo nuevo de relación personal y de personas, con una nueva cooperación a gran escala en un esfuerzo común imposible de realizar sobre la base del actual sistema capitalista.
Notas:
1) Juan Antonio Salceda, Prometeo (El Humanismo del Mito), 1953, Bibliot. Bernardino Rivadavia, La Plata, Arg.
2) Lakatos Imre (Imre Lipschitz), La Metodología de los Programas de Investigación Científica, Alianza, Madrid, 1993
3) Monod Jackes, Le hasard et la nécessité. Essai sur la philosophie naturelle de la biologie moderne, Paris, Le Seuil, 1970
4) James W.Pragmatismo: un nuevo nombre para viejas formas de pensar. Madrid: Alianza.,2000
5) Marie Curie, Wojciech A. Wierzewski, "Mazowieckie korzenie Marii"
Un. De Warz., 1998
6) Ziman John,(1994): Prometheus Bound. Science in a Dynamic Steady State, Cambridge, UK, ...(2000): Real Science: What It is and What It Means, ...
arbor.revistas.csic.es/index.php/arbor/article/.../326
7) Wagensberg Jorge, prólogo a Galileo Galilei, Balcells, Barcelona, 1996
8) Capra Fritjof, El tao de la física, Alianza, Madrid, 1998
9) Huntington Samuel, El choque de las civilizaciones, Foreign Affairs, 1993
10) Luciano de Samosata, Obras compl., T 1, Madrid, Gredos, 1997
11) Peregrinus, Res publica oppressa, prol. De José María Arbizu Echegoyen, ed. Complutenses , Madrid, 1997
12) Tertuliano (Quinto Septimius) Acerca del alma, Textos latinos, Madrid, 1999
13) Esquilo, (en griego antiguo: Αισχύλος, Aiskhúlos) (Eleusis, 525 AC–Gela, 456 AC), es considerado como el creador de la tragedia griega.. Fragmentos. Testimonios. Madrid,:editorial Gredos, 2008. Tragedias: Persas. Siete contra Tebas. Suplicantes. Agamenón. Coéforas. Euménides. Prometeo, Madrid: Editorial Gredos, 2002..
14) Tales de Mileto, Álgebra. (Dr. Aurelio Baldor, 1985. Ed. Ediciones y Distribuciones CODICE, S.A., Madrid).
15) Platon (2003). Diálogos. Obra completa en 9 volúmenes. Editorial Gredos Madrid.
16) Democrito, Novack, George 1977. Los orígenes del materialismo. Bogotá: Editorial Pluma
17) Teoría del Caos. Sobre Ilya Prigogine y la teoría del Caos ver (en castellano): Enciclopedia Temática Guiness, Barcelona, Folio ed., 1994,
18) Baruj Spinoza o Benedicto Espinosa. Las obras completas de Baruch Spinoza, incluido su epistolario y las biografías que se compusieron sobre él, han sido traducidas al español (Madrid: Alianza Editorial, 2003).
19) Romero Francisco, Revista Cubana de Filosofía. La Habana, julio-diciembre de 1951 Editado por la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación La Habana , Cuba
20) Condorcet Nicolás de: Esquisse d'un tableau historique des progrès de l'esprit humain (posthume, 1795).Encyclopédie de l’agora, Accuil, 2009
21 de abril de 2010
Un fallo contradictorio
José Gregorio Hernández Galindo
Ex presidente de la Corte Constitucional
Tomado de Razón Pública
19 – 04 - 2010
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La sentencia de la Corte que declaró inexequible la Emergencia Social establece un antecedente nefasto: que un gobierno, aduciendo urgencia, puede decretar medidas inconstitucionales.
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Este viernes 16 de abril, después de prolongadas deliberaciones, la Corte Constitucional, en ejercicio del control automático previsto para los estados de excepción, resolvió declarar inexequible la Emergencia Social en salud con base en la cual el gobierno había dictado numerosas disposiciones.
Las primeras decisiones al respecto, comunicadas por el Presidente de la Corporación, aparecen así en la página web de la misma y corresponden a la parte resolutiva de los dos fallos iniciales:
Sentencia C-252/10
Primero.- Declarar INEXEQUIBLE el Decreto 4975 de 2009, "Por el cual se declara el Estado de Emergencia Social".
Segundo.- Los efectos de la presente sentencia respecto de las normas que establecen fuentes tributarias de financiación se determinarán de acuerdo con el considerando 5.2.
Considerando 5.2.
Se diferirán los efectos de la presente sentencia respecto de las normas contenidas en decretos legislativos que establezcan fuentes tributarias de financiación orientadas exclusivamente al goce efectivo del derecho a la salud.
Sentencia C-253/10
Primero.- Declarar INEXEQUIBLE el Decreto 127 de 2010 "Por el cual se adoptan medidas en materia tributaria."
Segundo.- Diferir los efectos de lo resuelto en esta sentencia hasta el 16 de diciembre de 2010.
Tercero.- Los recursos recaudados en la aplicación del Decreto 127 de 2010, deberán ser dirigidos en su totalidad a la red hospitalaria pública y a garantizar el derecho a acceder a los servicios de salud de aquellas personas que se encuentran en el régimen subsidiado o tan sólo vinculadas al sistema de salud".
Un análisis de lo ocurrido nos permite establecer lo siguiente:
- Como era previsible, la Corte reiteró su consolidada jurisprudencia en el sentido de que al Estado de Emergencia en cualquiera de sus modalidades -económica, social, ecológica o por calamidad pública- únicamente puede acudir el Ejecutivo cuando los hechos que configuran la crisis que se pretende controlar son sobrevinientes, esto es, aparecen o irrumpen sin que antes el Gobierno y las autoridades hayan podido hacer uso de los instrumentos ordinarios o de sus facultades normales para evitar el colapso o para contrarrestar la amenaza del mismo.
Quien esto escribe lo manifestó en RAZÓN PÚBLICA el 15 de febrero
[1]:
"El carácter sobreviniente de los hechos que configuran la crisis económica, social o ecológica, o la grave calamidad pública, resulta esencial para entender que el Presidente de la República, mediante la sola declaración del Estado de Emergencia, quede dotado de atribuciones extraordinarias. Las medidas excepcionales que puede adoptar, ejerciendo inclusive como legislador extraordinario, se justifican sólo en la medida en que los hechos sean para el Gobierno imprevisibles, porque si los hubiera podido prever y afrontar antes mediante el uso de sus normales atribuciones, ha debido obrar y gestionar de manera oportuna.
En el caso del Estado de Emergencia, existe una reiterada jurisprudencia constitucional según la cual los hechos que comportan la crisis, y que dan lugar a la asunción de mayores poderes presidenciales, no pueden ser problemas endémicos, estructurales, tradicionales, inveterados, enraizados en las costumbres, sino que debe tratarse de hechos sobrevinientes, lo cual significa que han de surgir inopinadamente, de modo sorpresivo, o irrumpir, sin que se los haya podido atacar oportunamente gracias a la previsión o a la acción estatal.
Esta exigencia es razonable, pues si tales hechos, siendo de vieja data, pudieron ser afrontados con apoyo en las facultades ordinarias del Ejecutivo, o mediante la presentación y trámite de proyectos de ley, no es lícito que el Gobierno asuma facultades extras para definir de afán y tardíamente las soluciones, invocando a favor suyo su propia negligencia".
Pues bien, los problemas del sistema de salud en Colombia son crónicos. No aparecieron el 23 de diciembre de 2009, y más todavía, la propia Corte Constitucional lo había advertido y había señalado desde 2008 todo un conjunto de medidas por adoptar. No podía ahora, al fallar sobre la emergencia, aceptar el carácter sobreviniente de los hechos [2].
- Cómo sería de ostensible la inconstitucionalidad de la emergencia que hasta el Procurador General Alejandro Ordóñez, no muy dado a reconocer los errores del Gobierno, lo entendió así, y en el concepto que emitió dentro del proceso iniciado respecto al Decreto 4975 de 2009 solicitó a la Corte que declarara su inexequibilidad. Ésta era manifiesta, y el Magistrado Jorge Iván Palacio proyectó el fallo de inexequibilidad que fue acogido por sus colegas de la Sala Plena el 16 de abril.
- La sentencia de la Corte no podía ser distinta. Haber declarado la constitucionalidad de lo actuado por el Gobierno significaba no solamente contradecir su propio dictamen de 2008 sino modificar para el caso específico una afianzada y bien sustentada jurisprudencia sentada desde el Fallo C-004 de 1992, que además había reiterado a comienzos de 2009, al declarar inexequible la segunda emergencia social puesta en vigor por el Presidente Uribe para continuar legislando sobre el caso de las "pirámides".
En efecto, por Sentencia C-254 del 2 de abril de 2009 (M.P.: Dr. Nilson Pinilla Pinilla), la Corte determinó la inexequibilidad del Decreto 4704 de 2008, que declaraba el Estado de Emergencia por treinta días más, y señaló al respecto:
"El juicio de suficiencia tiene asidero en los principios de necesidad y proporcionalidad consagrados en la LEEE [3], y parte de la regla según la cual sólo se puede acudir al estado de emergencia cuando las herramientas jurídicas a disposición de las autoridades, no permiten conjurar la grave calamidad pública o la grave perturbación del orden económico, social y ecológico.
Así, corresponde al Presidente apreciar la aptitud de las atribuciones ordinarias para superar la crisis, facultad que no es absoluta ni arbitraria pues debe respetar el marco normativo de los estados de excepción, conformado por la Constitución, los tratados internacionales sobre derechos humanos ratificados por Colombia y la Ley Estatutaria de Estados de Excepción".
De suerte que, existiendo unos antecedentes jurisprudenciales tan claros, sumados a la evidencia de que el Gobierno habría podido adoptar medidas mucho antes respecto al sistema de salud -no solamente presentando al Congreso y tramitando los proyectos de ley que hubiesen sido necesarios, sino dictando normas administrativas y ejerciendo a cabalidad funciones de inspección y vigilancia-, desde los primeros estudios jurídicos acerca de su viabilidad constitucional, estaba echada la suerte del Decreto por el cual el Presidente había asumido poderes excepcionales para poner en vigencia el conjunto de medidas preparado a altísimo costo por asesores externos del Ministerio de la Protección Social. Sencillamente, no resistía el menor análisis.
- El Gobierno lo entendió así también. De una parte, ante la protesta pública generada por la divulgación de los decretos expedidos en enero, emprendió toda una campaña mediática de "pedagogía" sobre la emergencia -con presencia y participación directa del Presidente en largas audiciones radiales y su presencia en los call center-, prometiendo solucionar las fallas por la vía reglamentaria (ya había vencido el término en que podía legislar), o asegurando que los decretos estaban siendo mal interpretados y que en todo caso pediría al Congreso que derogara algunas de las medidas en razón de la protesta pública. Y es que la reacción general en el país fue de rechazo hacia tales improvisadas reglas, en especial las consistentes en favorecer financieramente a las EPS; en gravar a los usuarios, poniendo sobre sus hombros la carga de pagar (inclusive apelando a sus pensiones y cesantías y a créditos bancarios) los tratamientos y medicamentos necesarios para atender sus dolencias si aquéllos no estaban dentro del desactualizado Plan Obligatorio de Salud POS; en restringir la discrecionalidad profesional de los médicos y sus principios éticos, obligándolos a formular dentro de rígidos cartabones, bajo amenaza de multas millonarias. Aparte de otras medidas, a cual más controvertidas, y muchas de ellas también contrarias a la Constitución.
A partir de la filtración de la ponencia del Magistrado Palacio, que se orientaba a la caída del decreto declaratorio del Estado de emergencia, el Ejecutivo pasó de la pedagogía a la presión, y principalmente a través de los ministros de Hacienda y de Protección Social, anunció grandes catástrofes si la decisión de los jueces constitucionales le era adversa.
- Los magistrados dijeron no sentirse presionados, pero todos los colombianos conocimos a diario los fatales vaticinios gubernamentales, y después las solicitudes -procesalmente extemporáneas- en el sentido de que la Corte, si declaraba la inexequibilidad, y no obstante ésta, le diera un plazo al Gobierno dejando los decretos legislativos en vigor por el tiempo suficiente para que fueran aprobados por la vía del Congreso.
- No me atrevo a pensar que las presiones ejercidas hayan tenido verdadero impacto en los magistrados, pero pienso que en todo caso, como dice mi colega Carlos Gaviria Díaz, "les hizo mella" la consideración de que se afectaría gravemente el sistema de salud si todas las medidas, en especial las tributarias, dejaban de regir de manera inmediata. En los últimos días, el Contralor General de la República, doctor Julio César Turbay Quintero, pidió a la Corte - también extemporáneamente- que difiriera en el tiempo el fallo de inexequibilidad, en caso de ser esta última la decisión que se adoptara.
- Sobre esa posibilidad, me permití escribir:
"Se ha pedido a la Corte Constitucional, que, si encuentra configurada la inexequibilidad del Decreto por el cual el Gobierno declaró el estado de emergencia social, falle al respecto con un efecto diferido - es decir, que la inconstitucionalidad no tenga una consecuencia inmediata sino algún tiempo después- para dar tiempo al Congreso de convertir los decretos inconstitucionales en leyes de carácter permanente.
La solicitud implica, a mi juicio, pedir a la Corte Constitucional que no haga efectivo el control de constitucionalidad que le corresponde, y que permita la prolongación en el tiempo de unas medidas incompatibles con la Carta, facilitar que el Congreso las incluya en ley, y seguir así violando la Constitución.
Esta es una intromisión indebida del Gobierno en el trámite de la revisión que le corresponde como guardiana de la integridad y supremacía del Estatuto Fundamental del Estado. Ni más ni menos, se le está pidiendo a la Corte que, aunque encuentre vulnerados los mandatos constitucionales que debe preservar, autorice que durante unos meses esa vulneración continúe, a ciencia y paciencia del juez de constitucionalidad". [4]
- La Corte Constitucional, como puede verse al comienzo de estas líneas, terminó aceptando la propuesta y, con muy buena intención respecto a la salud pero con muy poco tino en el aspecto jurídico, con el salvamento de voto de cuatro magistrados, plasmó en sus dos primeros fallos sobre el asunto algo completamente incomprensible e
ilógico: basada en el antecedente -a mi juicio nefasto, como lo he pensado siempre y como lo puse de presente en la aclaración de voto presentada en esa ocasión junto con el Magistrado Alfredo Beltrán Sierra- sentado por la propia Corporación en la Sentencia C-700 de 1999, sobre UPAC [5], resolvió en esta oportunidad declarar inexequible el Decreto declaratorio del Estado de emergencia, lo cual de suyo implicaba la caída de todos los decretos legislativos por consecuencia [6], permitir la continuidad en la vigencia de los decretos que contemplaron impuestos hasta el 16 de diciembre del presente año.
Recientemente, la misma Corte había explicado así el fenómeno de la inconstitucionalidad por consecuencia:
"Al haber desaparecido del ordenamiento jurídico el fundamento normativo que sirvió de sustento a la expedición del Decreto Legislativo 045 del 14 de enero de 2009, éste deviene en inconstitucional. En efecto, el decreto declaratorio del estado de emergencia social es el instrumento jurídico a través del cual el Presidente de la República se reviste de facultades de excepción, incluidas las de legislar a través de decretos con fuerza de ley. Una vez excluida del orden jurídico, mediante sentencia de inexequibilidad, la norma de autohabilitación, los decretos legislativos dictados a su amparo corren igual suerte.
Se ha presentado así el fenómeno que la jurisprudencia de esta Corporación ha denominado "inconstitucionalidad por consecuencia, consistente en que la declaración de inexequibilidad del decreto declaratorio del estado de excepción produce, como efecto obligado, la inexequibilidad de los decretos legislativos que lo desarrollan" [7].
En efecto, la Corte lo había indicado así desde la Sentencia C-488 del 2 de noviembre de 1995:
"Se trata de una inconstitucionalidad por consecuencia, es decir, del decaimiento de los decretos posteriores a raíz de la desaparición sobreviniente de la norma que permitía al Jefe del Estado asumir y ejercer las atribuciones extraordinarias previstas en la Constitución.
Cuando tal situación se presenta, la Corte Constitucional no puede entrar en el análisis de forma y fondo de cada uno de los decretos legislativos expedidos, pues todos carecen de causa jurídica y son inconstitucionales por ello, independientemente de que las normas que consagran, consideradas en sí mismas, pudieran o no avenirse a la Constitución.
En el fondo ocurre que, declarada la inexequibilidad del decreto básico, el Presidente de la República queda despojado de toda atribución legislativa derivada del estado de excepción y, por ende, ha perdido la competencia para dictar normas con fuerza de ley.
Desde luego, la declaración de inconstitucionalidad que en los expresados términos tiene lugar no repercute en determinación alguna de la Corte sobre la materialidad de cada uno de los decretos legislativos que se hubieren proferido, ya que aquélla proviene de la pérdida de sustento jurídico de la atribución presidencial legislativa, mas no de la oposición objetiva entre las normas adoptadas y la Constitución Política".
- En esta ocasión, pese a ratificar la inconstitucionalidad por consecuencia, la Corte deja vigentes por unos meses -hasta el 16 de diciembre- unos decretos dictados en desarrollo del decreto declaratorio de la emergencia, a su vez declarado inexequible.
Nunca he estado de acuerdo con fallos mediante los cuales se difieren en el tiempo los efectos de una declaración de inconstitucionalidad.
Me parece que no significan nada distinto de una claudicación del juez constitucional ante el acto violatorio de la Constitución, y que implican, ni más ni menos, que, habiendo ya establecido que la norma declarada inexequible lo es por cuanto resulta incompatible con la Constitución, ese juez constitucional, de manera consciente, permite que se prorrogue la violación de la Constitución que él está obligado a salvaguardar. Es decir, hace que prevalezca por un tiempo - caprichosamente dispuesto- la norma inconstitucional sobre los mandatos constitucionales.
- La expresión "inexequible" significa "inejecutable". La norma inconstitucional debe salir expulsada del sistema jurídico por violar la Constitución. Entonces resulta extraño y absurdo que la corporación encargada de velar por el imperio de la Constitución entre en consideraciones de conveniencia -esto es, extrajurídicas- y facilite la continuidad de la vulneración.
- En este caso, la contradicción en que incurre la Corte Constitucional es palmaria: declara que el Presidente de la República jamás tuvo facultades para expedir decretos con fuerza de ley por cuanto las asumió sin que se cumplieran los requisitos ni las hipótesis constitucionales, pero sin embargo les reconoce validez y obligatoriedad a unos decretos que fueron dictados invocando pero no teniendo esas facultades.
Si observamos, lo que dice la Corte al declarar la inexequibilidad del Decreto declaratorio del Estado excepcional es que el Presidente invadió la órbita del Congreso, ya que asumió una potestad legislativa que no podía tener, y en consecuencia las medidas adoptadas sobre esa base inexistente no podían nacer a la vida jurídica. ¿Cómo entender que, por fuera de todo sustento constitucional, esas medidas puedan obligar a unos contribuyentes a seguir pagando los impuestos solamente allí contemplados, a sabiendas de que quien expidió la norma que los establece carecía de facultades para expedirla? ¿Será legítimo el gravamen, y se justificará en Derecho solamente teniendo en cuenta que la destinación de los recursos correspondientes tendrá, por voluntad de la Corte, un fin loable? ¿Si el Presidente no podía -lo dice la Corte- dictar las normas que consagraron los impuestos, quién impone a los contribuyentes esos tributos de aquí hasta el 16 de diciembre? ¿Quién legisla para hacer exigible la obligación tributaria? ¿La Corte Constitucional? ¿No dice la Constitución (arts. 150 y 338) que en tiempo de paz ello corresponde exclusivamente al Congreso en cuanto a los tributos nacionales? ¿Se puede hablar de que continúe el tiempo de perturbación del orden social cuando la misma Corte declara con fuerza de cosa juzgada que el Estado de emergencia es inexequible? ¿Podrían los contribuyentes interponer válidamente la excepción de inconstitucionalidad, habida cuenta de que el artículo 4 de la Constitución dispone que "en todo caso de incompatibilidad entre la Constitución y la ley u otra norma jurídica se aplicarán las disposiciones constitucionales"?
Además, con estos fallos la Corte Constitucional incurre en otra contradicción monumental: si estima necesaria, urgente e imprescindible la supervivencia de los impuestos, hasta el punto de prorrogar la vigencia de los decretos tributarios para atender a la financiación del sistema hospitalario y del régimen subsidiado, porque en su criterio el problema financiero de la salud es muy grave, está reconociendo que la crisis sí existía, y ha debido entonces, para ser coherente, declarar la exequibilidad de la emergencia.
Aparte de las contradicciones e incoherencias que presentan estas decisiones de la Corte, dejando viva una parte de lo que había matado, me parece necesario llamar la atención acerca de la gravedad del precedente que se sienta: en adelante, cualquier gobierno abusivo que desee establecer impuestos, lo hará invocando una emergencia social o económica, aún a sabiendas de su inconstitucionalidad, los recaudará y después le pedirá a la Corte, como lo ha hecho Uribe, que le deje regir los decretos de los impuestos mientras los saca por ley, no importa si le declaran inexequible el decreto básico. Siempre se podrá invocar la situación extrema de las carencias económicas del Estado, que no son difíciles de demostrar. ¿Cómo podrá la Corte Constitucional negarse a eso con semejante antecedente?
Muy grave, por cuanto se ha perdido el carácter estricto y extraordinario de estas facultades, y además se ha invadido el ámbito funcional del Congreso en la materia.
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Notas de pie de página
[1] Ver el artículo titulado "La Constitución y la emergencia social en salud". Razón Pública, 15 de febrero de 2010.
[2] En el mismo artículo se ponía de presente: "La mejor demostración de que los problemas invocados como razones de la Emergencia no eran sobrevinientes se encuentra en la Sentencia T-760 del 31 de julio de 2008 (Magistrado ponente: Manuel José Cepeda), cuya lectura permite apreciar los numerosos interrogantes que despertaba, de tiempo atrás, la actitud del Estado y de las entidades prestadoras de los servicios de salud. En la providencia la Corte destaca los varios vacíos y deficiencias estructurales y no estructurales que presentaba, para ese momento y desde la Ley 100 de 1993, el sistema de salud, y justamente la existencia de esas dificultades sistémicas llevó a la Corte a impartir numerosas órdenes al Ejecutivo para que, dentro de sus facultades ordinarias, buscara eliminar las causas de la protuberante y masiva violación del derecho fundamental a la salud.
En la parte motiva del Decreto declaratorio se invocan precisamente problemas que no surgieron en diciembre de 2009; que habrían debido ocupar su atención oportuna, y que se habrían podido evitar, para muchos de los cuales no hacían falta normas con fuerza de ley sino gestión y control, cumplimiento de las órdenes impartidas por la Corte Constitucional en la Sentencia T-760 de 2008, y en todo caso, los que requirieran disposiciones legales han debido ser objeto de los respectivos proyectos, que el Ejecutivo ha podido presentar al Congreso, y que se han debido debatir ampliamente".
[3] Se refiere a la Ley Estatutaria de Estados de Excepción, Ley 137 de 1994.
[4] Columna titulada "Una solicitud improcedente", publicada el 8, 9 y 10 de abril de 2010 en los diarios "El Frente", "El Nuevo día", "La Nación", "La Tarde", "La Opinión", "Crónica del Quindío", entre otros, y en "Elementos de Juicio.com".
[5] Mediante esa sentencia la Corte Constitucional declaró inexequibles todas las normas del Decreto 663 de 1993, Orgánico del Sistema Financiero, que consagraban el sistema UPAC, pero dio una vigencia "ultractiva" a esas disposiciones, lo que dio tiempo al Gobierno de tramitar en el Congreso la Ley 546 de 1999, que estableció la UVR.
[6] En la Sentencia C-488 del 2 de noviembre de 1995 (M.P.: Dr. José Gregorio Hernández Galindo), la Corte Constitucional aludió por primera vez a la inconstitucionalidad por consecuencia.
[7] Sentencia C-256 del 3 de abril de 2009. M.P.: Dr. Luis Ernesto Vargas Silva.
Ex presidente de la Corte Constitucional
Tomado de Razón Pública
19 – 04 - 2010
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La sentencia de la Corte que declaró inexequible la Emergencia Social establece un antecedente nefasto: que un gobierno, aduciendo urgencia, puede decretar medidas inconstitucionales.
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Este viernes 16 de abril, después de prolongadas deliberaciones, la Corte Constitucional, en ejercicio del control automático previsto para los estados de excepción, resolvió declarar inexequible la Emergencia Social en salud con base en la cual el gobierno había dictado numerosas disposiciones.
Las primeras decisiones al respecto, comunicadas por el Presidente de la Corporación, aparecen así en la página web de la misma y corresponden a la parte resolutiva de los dos fallos iniciales:
Sentencia C-252/10
Primero.- Declarar INEXEQUIBLE el Decreto 4975 de 2009, "Por el cual se declara el Estado de Emergencia Social".
Segundo.- Los efectos de la presente sentencia respecto de las normas que establecen fuentes tributarias de financiación se determinarán de acuerdo con el considerando 5.2.
Considerando 5.2.
Se diferirán los efectos de la presente sentencia respecto de las normas contenidas en decretos legislativos que establezcan fuentes tributarias de financiación orientadas exclusivamente al goce efectivo del derecho a la salud.
Sentencia C-253/10
Primero.- Declarar INEXEQUIBLE el Decreto 127 de 2010 "Por el cual se adoptan medidas en materia tributaria."
Segundo.- Diferir los efectos de lo resuelto en esta sentencia hasta el 16 de diciembre de 2010.
Tercero.- Los recursos recaudados en la aplicación del Decreto 127 de 2010, deberán ser dirigidos en su totalidad a la red hospitalaria pública y a garantizar el derecho a acceder a los servicios de salud de aquellas personas que se encuentran en el régimen subsidiado o tan sólo vinculadas al sistema de salud".
Un análisis de lo ocurrido nos permite establecer lo siguiente:
- Como era previsible, la Corte reiteró su consolidada jurisprudencia en el sentido de que al Estado de Emergencia en cualquiera de sus modalidades -económica, social, ecológica o por calamidad pública- únicamente puede acudir el Ejecutivo cuando los hechos que configuran la crisis que se pretende controlar son sobrevinientes, esto es, aparecen o irrumpen sin que antes el Gobierno y las autoridades hayan podido hacer uso de los instrumentos ordinarios o de sus facultades normales para evitar el colapso o para contrarrestar la amenaza del mismo.
Quien esto escribe lo manifestó en RAZÓN PÚBLICA el 15 de febrero
[1]:
"El carácter sobreviniente de los hechos que configuran la crisis económica, social o ecológica, o la grave calamidad pública, resulta esencial para entender que el Presidente de la República, mediante la sola declaración del Estado de Emergencia, quede dotado de atribuciones extraordinarias. Las medidas excepcionales que puede adoptar, ejerciendo inclusive como legislador extraordinario, se justifican sólo en la medida en que los hechos sean para el Gobierno imprevisibles, porque si los hubiera podido prever y afrontar antes mediante el uso de sus normales atribuciones, ha debido obrar y gestionar de manera oportuna.
En el caso del Estado de Emergencia, existe una reiterada jurisprudencia constitucional según la cual los hechos que comportan la crisis, y que dan lugar a la asunción de mayores poderes presidenciales, no pueden ser problemas endémicos, estructurales, tradicionales, inveterados, enraizados en las costumbres, sino que debe tratarse de hechos sobrevinientes, lo cual significa que han de surgir inopinadamente, de modo sorpresivo, o irrumpir, sin que se los haya podido atacar oportunamente gracias a la previsión o a la acción estatal.
Esta exigencia es razonable, pues si tales hechos, siendo de vieja data, pudieron ser afrontados con apoyo en las facultades ordinarias del Ejecutivo, o mediante la presentación y trámite de proyectos de ley, no es lícito que el Gobierno asuma facultades extras para definir de afán y tardíamente las soluciones, invocando a favor suyo su propia negligencia".
Pues bien, los problemas del sistema de salud en Colombia son crónicos. No aparecieron el 23 de diciembre de 2009, y más todavía, la propia Corte Constitucional lo había advertido y había señalado desde 2008 todo un conjunto de medidas por adoptar. No podía ahora, al fallar sobre la emergencia, aceptar el carácter sobreviniente de los hechos [2].
- Cómo sería de ostensible la inconstitucionalidad de la emergencia que hasta el Procurador General Alejandro Ordóñez, no muy dado a reconocer los errores del Gobierno, lo entendió así, y en el concepto que emitió dentro del proceso iniciado respecto al Decreto 4975 de 2009 solicitó a la Corte que declarara su inexequibilidad. Ésta era manifiesta, y el Magistrado Jorge Iván Palacio proyectó el fallo de inexequibilidad que fue acogido por sus colegas de la Sala Plena el 16 de abril.
- La sentencia de la Corte no podía ser distinta. Haber declarado la constitucionalidad de lo actuado por el Gobierno significaba no solamente contradecir su propio dictamen de 2008 sino modificar para el caso específico una afianzada y bien sustentada jurisprudencia sentada desde el Fallo C-004 de 1992, que además había reiterado a comienzos de 2009, al declarar inexequible la segunda emergencia social puesta en vigor por el Presidente Uribe para continuar legislando sobre el caso de las "pirámides".
En efecto, por Sentencia C-254 del 2 de abril de 2009 (M.P.: Dr. Nilson Pinilla Pinilla), la Corte determinó la inexequibilidad del Decreto 4704 de 2008, que declaraba el Estado de Emergencia por treinta días más, y señaló al respecto:
"El juicio de suficiencia tiene asidero en los principios de necesidad y proporcionalidad consagrados en la LEEE [3], y parte de la regla según la cual sólo se puede acudir al estado de emergencia cuando las herramientas jurídicas a disposición de las autoridades, no permiten conjurar la grave calamidad pública o la grave perturbación del orden económico, social y ecológico.
Así, corresponde al Presidente apreciar la aptitud de las atribuciones ordinarias para superar la crisis, facultad que no es absoluta ni arbitraria pues debe respetar el marco normativo de los estados de excepción, conformado por la Constitución, los tratados internacionales sobre derechos humanos ratificados por Colombia y la Ley Estatutaria de Estados de Excepción".
De suerte que, existiendo unos antecedentes jurisprudenciales tan claros, sumados a la evidencia de que el Gobierno habría podido adoptar medidas mucho antes respecto al sistema de salud -no solamente presentando al Congreso y tramitando los proyectos de ley que hubiesen sido necesarios, sino dictando normas administrativas y ejerciendo a cabalidad funciones de inspección y vigilancia-, desde los primeros estudios jurídicos acerca de su viabilidad constitucional, estaba echada la suerte del Decreto por el cual el Presidente había asumido poderes excepcionales para poner en vigencia el conjunto de medidas preparado a altísimo costo por asesores externos del Ministerio de la Protección Social. Sencillamente, no resistía el menor análisis.
- El Gobierno lo entendió así también. De una parte, ante la protesta pública generada por la divulgación de los decretos expedidos en enero, emprendió toda una campaña mediática de "pedagogía" sobre la emergencia -con presencia y participación directa del Presidente en largas audiciones radiales y su presencia en los call center-, prometiendo solucionar las fallas por la vía reglamentaria (ya había vencido el término en que podía legislar), o asegurando que los decretos estaban siendo mal interpretados y que en todo caso pediría al Congreso que derogara algunas de las medidas en razón de la protesta pública. Y es que la reacción general en el país fue de rechazo hacia tales improvisadas reglas, en especial las consistentes en favorecer financieramente a las EPS; en gravar a los usuarios, poniendo sobre sus hombros la carga de pagar (inclusive apelando a sus pensiones y cesantías y a créditos bancarios) los tratamientos y medicamentos necesarios para atender sus dolencias si aquéllos no estaban dentro del desactualizado Plan Obligatorio de Salud POS; en restringir la discrecionalidad profesional de los médicos y sus principios éticos, obligándolos a formular dentro de rígidos cartabones, bajo amenaza de multas millonarias. Aparte de otras medidas, a cual más controvertidas, y muchas de ellas también contrarias a la Constitución.
A partir de la filtración de la ponencia del Magistrado Palacio, que se orientaba a la caída del decreto declaratorio del Estado de emergencia, el Ejecutivo pasó de la pedagogía a la presión, y principalmente a través de los ministros de Hacienda y de Protección Social, anunció grandes catástrofes si la decisión de los jueces constitucionales le era adversa.
- Los magistrados dijeron no sentirse presionados, pero todos los colombianos conocimos a diario los fatales vaticinios gubernamentales, y después las solicitudes -procesalmente extemporáneas- en el sentido de que la Corte, si declaraba la inexequibilidad, y no obstante ésta, le diera un plazo al Gobierno dejando los decretos legislativos en vigor por el tiempo suficiente para que fueran aprobados por la vía del Congreso.
- No me atrevo a pensar que las presiones ejercidas hayan tenido verdadero impacto en los magistrados, pero pienso que en todo caso, como dice mi colega Carlos Gaviria Díaz, "les hizo mella" la consideración de que se afectaría gravemente el sistema de salud si todas las medidas, en especial las tributarias, dejaban de regir de manera inmediata. En los últimos días, el Contralor General de la República, doctor Julio César Turbay Quintero, pidió a la Corte - también extemporáneamente- que difiriera en el tiempo el fallo de inexequibilidad, en caso de ser esta última la decisión que se adoptara.
- Sobre esa posibilidad, me permití escribir:
"Se ha pedido a la Corte Constitucional, que, si encuentra configurada la inexequibilidad del Decreto por el cual el Gobierno declaró el estado de emergencia social, falle al respecto con un efecto diferido - es decir, que la inconstitucionalidad no tenga una consecuencia inmediata sino algún tiempo después- para dar tiempo al Congreso de convertir los decretos inconstitucionales en leyes de carácter permanente.
La solicitud implica, a mi juicio, pedir a la Corte Constitucional que no haga efectivo el control de constitucionalidad que le corresponde, y que permita la prolongación en el tiempo de unas medidas incompatibles con la Carta, facilitar que el Congreso las incluya en ley, y seguir así violando la Constitución.
Esta es una intromisión indebida del Gobierno en el trámite de la revisión que le corresponde como guardiana de la integridad y supremacía del Estatuto Fundamental del Estado. Ni más ni menos, se le está pidiendo a la Corte que, aunque encuentre vulnerados los mandatos constitucionales que debe preservar, autorice que durante unos meses esa vulneración continúe, a ciencia y paciencia del juez de constitucionalidad". [4]
- La Corte Constitucional, como puede verse al comienzo de estas líneas, terminó aceptando la propuesta y, con muy buena intención respecto a la salud pero con muy poco tino en el aspecto jurídico, con el salvamento de voto de cuatro magistrados, plasmó en sus dos primeros fallos sobre el asunto algo completamente incomprensible e
ilógico: basada en el antecedente -a mi juicio nefasto, como lo he pensado siempre y como lo puse de presente en la aclaración de voto presentada en esa ocasión junto con el Magistrado Alfredo Beltrán Sierra- sentado por la propia Corporación en la Sentencia C-700 de 1999, sobre UPAC [5], resolvió en esta oportunidad declarar inexequible el Decreto declaratorio del Estado de emergencia, lo cual de suyo implicaba la caída de todos los decretos legislativos por consecuencia [6], permitir la continuidad en la vigencia de los decretos que contemplaron impuestos hasta el 16 de diciembre del presente año.
Recientemente, la misma Corte había explicado así el fenómeno de la inconstitucionalidad por consecuencia:
"Al haber desaparecido del ordenamiento jurídico el fundamento normativo que sirvió de sustento a la expedición del Decreto Legislativo 045 del 14 de enero de 2009, éste deviene en inconstitucional. En efecto, el decreto declaratorio del estado de emergencia social es el instrumento jurídico a través del cual el Presidente de la República se reviste de facultades de excepción, incluidas las de legislar a través de decretos con fuerza de ley. Una vez excluida del orden jurídico, mediante sentencia de inexequibilidad, la norma de autohabilitación, los decretos legislativos dictados a su amparo corren igual suerte.
Se ha presentado así el fenómeno que la jurisprudencia de esta Corporación ha denominado "inconstitucionalidad por consecuencia, consistente en que la declaración de inexequibilidad del decreto declaratorio del estado de excepción produce, como efecto obligado, la inexequibilidad de los decretos legislativos que lo desarrollan" [7].
En efecto, la Corte lo había indicado así desde la Sentencia C-488 del 2 de noviembre de 1995:
"Se trata de una inconstitucionalidad por consecuencia, es decir, del decaimiento de los decretos posteriores a raíz de la desaparición sobreviniente de la norma que permitía al Jefe del Estado asumir y ejercer las atribuciones extraordinarias previstas en la Constitución.
Cuando tal situación se presenta, la Corte Constitucional no puede entrar en el análisis de forma y fondo de cada uno de los decretos legislativos expedidos, pues todos carecen de causa jurídica y son inconstitucionales por ello, independientemente de que las normas que consagran, consideradas en sí mismas, pudieran o no avenirse a la Constitución.
En el fondo ocurre que, declarada la inexequibilidad del decreto básico, el Presidente de la República queda despojado de toda atribución legislativa derivada del estado de excepción y, por ende, ha perdido la competencia para dictar normas con fuerza de ley.
Desde luego, la declaración de inconstitucionalidad que en los expresados términos tiene lugar no repercute en determinación alguna de la Corte sobre la materialidad de cada uno de los decretos legislativos que se hubieren proferido, ya que aquélla proviene de la pérdida de sustento jurídico de la atribución presidencial legislativa, mas no de la oposición objetiva entre las normas adoptadas y la Constitución Política".
- En esta ocasión, pese a ratificar la inconstitucionalidad por consecuencia, la Corte deja vigentes por unos meses -hasta el 16 de diciembre- unos decretos dictados en desarrollo del decreto declaratorio de la emergencia, a su vez declarado inexequible.
Nunca he estado de acuerdo con fallos mediante los cuales se difieren en el tiempo los efectos de una declaración de inconstitucionalidad.
Me parece que no significan nada distinto de una claudicación del juez constitucional ante el acto violatorio de la Constitución, y que implican, ni más ni menos, que, habiendo ya establecido que la norma declarada inexequible lo es por cuanto resulta incompatible con la Constitución, ese juez constitucional, de manera consciente, permite que se prorrogue la violación de la Constitución que él está obligado a salvaguardar. Es decir, hace que prevalezca por un tiempo - caprichosamente dispuesto- la norma inconstitucional sobre los mandatos constitucionales.
- La expresión "inexequible" significa "inejecutable". La norma inconstitucional debe salir expulsada del sistema jurídico por violar la Constitución. Entonces resulta extraño y absurdo que la corporación encargada de velar por el imperio de la Constitución entre en consideraciones de conveniencia -esto es, extrajurídicas- y facilite la continuidad de la vulneración.
- En este caso, la contradicción en que incurre la Corte Constitucional es palmaria: declara que el Presidente de la República jamás tuvo facultades para expedir decretos con fuerza de ley por cuanto las asumió sin que se cumplieran los requisitos ni las hipótesis constitucionales, pero sin embargo les reconoce validez y obligatoriedad a unos decretos que fueron dictados invocando pero no teniendo esas facultades.
Si observamos, lo que dice la Corte al declarar la inexequibilidad del Decreto declaratorio del Estado excepcional es que el Presidente invadió la órbita del Congreso, ya que asumió una potestad legislativa que no podía tener, y en consecuencia las medidas adoptadas sobre esa base inexistente no podían nacer a la vida jurídica. ¿Cómo entender que, por fuera de todo sustento constitucional, esas medidas puedan obligar a unos contribuyentes a seguir pagando los impuestos solamente allí contemplados, a sabiendas de que quien expidió la norma que los establece carecía de facultades para expedirla? ¿Será legítimo el gravamen, y se justificará en Derecho solamente teniendo en cuenta que la destinación de los recursos correspondientes tendrá, por voluntad de la Corte, un fin loable? ¿Si el Presidente no podía -lo dice la Corte- dictar las normas que consagraron los impuestos, quién impone a los contribuyentes esos tributos de aquí hasta el 16 de diciembre? ¿Quién legisla para hacer exigible la obligación tributaria? ¿La Corte Constitucional? ¿No dice la Constitución (arts. 150 y 338) que en tiempo de paz ello corresponde exclusivamente al Congreso en cuanto a los tributos nacionales? ¿Se puede hablar de que continúe el tiempo de perturbación del orden social cuando la misma Corte declara con fuerza de cosa juzgada que el Estado de emergencia es inexequible? ¿Podrían los contribuyentes interponer válidamente la excepción de inconstitucionalidad, habida cuenta de que el artículo 4 de la Constitución dispone que "en todo caso de incompatibilidad entre la Constitución y la ley u otra norma jurídica se aplicarán las disposiciones constitucionales"?
Además, con estos fallos la Corte Constitucional incurre en otra contradicción monumental: si estima necesaria, urgente e imprescindible la supervivencia de los impuestos, hasta el punto de prorrogar la vigencia de los decretos tributarios para atender a la financiación del sistema hospitalario y del régimen subsidiado, porque en su criterio el problema financiero de la salud es muy grave, está reconociendo que la crisis sí existía, y ha debido entonces, para ser coherente, declarar la exequibilidad de la emergencia.
Aparte de las contradicciones e incoherencias que presentan estas decisiones de la Corte, dejando viva una parte de lo que había matado, me parece necesario llamar la atención acerca de la gravedad del precedente que se sienta: en adelante, cualquier gobierno abusivo que desee establecer impuestos, lo hará invocando una emergencia social o económica, aún a sabiendas de su inconstitucionalidad, los recaudará y después le pedirá a la Corte, como lo ha hecho Uribe, que le deje regir los decretos de los impuestos mientras los saca por ley, no importa si le declaran inexequible el decreto básico. Siempre se podrá invocar la situación extrema de las carencias económicas del Estado, que no son difíciles de demostrar. ¿Cómo podrá la Corte Constitucional negarse a eso con semejante antecedente?
Muy grave, por cuanto se ha perdido el carácter estricto y extraordinario de estas facultades, y además se ha invadido el ámbito funcional del Congreso en la materia.
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Notas de pie de página
[1] Ver el artículo titulado "La Constitución y la emergencia social en salud". Razón Pública, 15 de febrero de 2010.
[2] En el mismo artículo se ponía de presente: "La mejor demostración de que los problemas invocados como razones de la Emergencia no eran sobrevinientes se encuentra en la Sentencia T-760 del 31 de julio de 2008 (Magistrado ponente: Manuel José Cepeda), cuya lectura permite apreciar los numerosos interrogantes que despertaba, de tiempo atrás, la actitud del Estado y de las entidades prestadoras de los servicios de salud. En la providencia la Corte destaca los varios vacíos y deficiencias estructurales y no estructurales que presentaba, para ese momento y desde la Ley 100 de 1993, el sistema de salud, y justamente la existencia de esas dificultades sistémicas llevó a la Corte a impartir numerosas órdenes al Ejecutivo para que, dentro de sus facultades ordinarias, buscara eliminar las causas de la protuberante y masiva violación del derecho fundamental a la salud.
En la parte motiva del Decreto declaratorio se invocan precisamente problemas que no surgieron en diciembre de 2009; que habrían debido ocupar su atención oportuna, y que se habrían podido evitar, para muchos de los cuales no hacían falta normas con fuerza de ley sino gestión y control, cumplimiento de las órdenes impartidas por la Corte Constitucional en la Sentencia T-760 de 2008, y en todo caso, los que requirieran disposiciones legales han debido ser objeto de los respectivos proyectos, que el Ejecutivo ha podido presentar al Congreso, y que se han debido debatir ampliamente".
[3] Se refiere a la Ley Estatutaria de Estados de Excepción, Ley 137 de 1994.
[4] Columna titulada "Una solicitud improcedente", publicada el 8, 9 y 10 de abril de 2010 en los diarios "El Frente", "El Nuevo día", "La Nación", "La Tarde", "La Opinión", "Crónica del Quindío", entre otros, y en "Elementos de Juicio.com".
[5] Mediante esa sentencia la Corte Constitucional declaró inexequibles todas las normas del Decreto 663 de 1993, Orgánico del Sistema Financiero, que consagraban el sistema UPAC, pero dio una vigencia "ultractiva" a esas disposiciones, lo que dio tiempo al Gobierno de tramitar en el Congreso la Ley 546 de 1999, que estableció la UVR.
[6] En la Sentencia C-488 del 2 de noviembre de 1995 (M.P.: Dr. José Gregorio Hernández Galindo), la Corte Constitucional aludió por primera vez a la inconstitucionalidad por consecuencia.
[7] Sentencia C-256 del 3 de abril de 2009. M.P.: Dr. Luis Ernesto Vargas Silva.
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