Pérez le estrechó la mano al ministro de Agricultura, Juan Camilo Restrepo, ese feliz domingo 19 de septiembre, al salir del salón comunal del centro de este pequeño municipio de Turbo, en el corazón del violento Urabá antioqueño, y se echó al bolsillo de atrás la escritura de la finca que años atrás le habían arrebatado los paramilitares, y que ese día, gracias a la nueva política del gobierno de Santos sobre la restitución de tierras a los campesinos, había podido rescatar.
Como en la canción del Jibarito, Pérez “salió, loco de contento”… Pero desgraciadamente, le fue peor que al Jibarito: dos horas más tarde lo hallaron asesinado en uno de los potreros de la finca que en antes, era “toda su ilusión”.
Este asesinato que, si el país recupera la memoria perdida, deberá recordarlo como el primero de una cadena que, hablando en términos hipotéticos, enlutó la triste historia de un nuevo intento de reforma agraria.
Paz en la tumba de Hernando Pérez que, al menos y para triste consuelo, se escapó de caer con sus huesos en una de esas tantas tumbas de NNs que a cielo raso pueblan la tierra de Colombia, como lo dijo la senadora Piedad Córdoba, ganándose un tremendo mentís del Presidente Santos y ofuscada desautorización de su ex glorioso Partido Liberal.
Un inmenso y criminal cartel de ladrones de tierras opera a lo largo y ancho del territorio nacional. Ya se sabía, pero que lo reconozcan las autoridades, no deja de tener su recóndita satisfacción en la psique de quienes por anticiparlo, también han sido perseguidos no sólo por los violentos de fusil en mano sino por la SD (Seguridad Democrática) del pasado gobierno, armada de lenguas viperinas que les colgó al cuello el título de “terroristas” de oficina y enemigos de la Patria…
Cartel integrado por inescrupulosos funcionarios públicos y alharaquientos políticos, como también acaba de denunciarlo en el propio Congreso el senador, Juan Manuel Galán, al matricularlos en el cuarto anillo de los Jinetes del apocalipsis que se atravesarán a la llamada ley de tierras de la actual administración. Otros “ilustres” integrantes de este cartel de ladrones de tierras, para que se tenga una idea del agazapado enemigo, son muchos notarios, jueces, testaferros, militares y paramilitares que sellaron o hicieron firmar escrituras a punta de bala, asesinatos y suplantaciones.
A manera de epitafio sobre la tumba de Pérez debiera inscribirse la declaración del ministro Restrepo en torno a su asesinato: “los enemigos de la ley de restitución de tierras están empezando a salir de sus escondites. Ya están empezando a sacar los dardos”.
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