OCTAVIO QUINTERO
12-01-09
Mucha tinta y verbo ha corrido en los medios de comunicación masiva en torno al derrumbe de las pirámides en Colombia.
Supimos por Cosongo (30-11-08), un blog que se establece en el diario El Tiempo y se alimenta de las ideas de Mario Lamus, quien también funge como coordinador de La Hojarasca, un portal riquísimo en estética, poética, dialéctica e información, que “la pirámide mas grande del mundo es la economía gringa”.
Según Lamus, quien se basa en el historiador Eric Zencey, la genial idea de captar dinero mediante la promesa de altísimas tasas de interés fue aplicada por primera vez en Estados Unidos por un tal Carlo Ponzi en 1920.
Otro columnista, Eduardo Pizarro Leongómez, nos informa en El tiempo (12-01-09), que fue en Albania en donde se produjo por los años de 1996 y 1997 la defraudación más grande del mundo con el cuento de las pirámides y, basándose también en otro historiador, Chistopher Jarvis, nos indica que hay dos modelos de pirámides: una que se basa en la captación de dineros a altas de tasas de interés que se van pagando con la captación sucesiva de otros ahorradores hasta que revientan; y otra clase que capta e invierte en actividades ilícitas, como el lavado de activos para poder sostener los altos rendimientos a sus ahorradores, que sería el caso concreto de la DMG en Colombia.
Ni Cosongo ni Pizarro se refieren a la tercera modalidad de pirámide, la más conocida, la más antigua y universal, legalizada por el capitalismo, que es el sector financiero que puede apalancarse (así dicen los banqueros) en depósitos del público; en emisiones de la banca central o también, se da el caso, en lavado de activos.
La diferencia es que esta banca no retorna a los ahorradores las jugosas ganancias que así obtiene con la plata de sus clientes. Todas quedan en las arcas particulares de sus principales accionistas. Cuando estas pirámides se revientan, y ocurre cíclicamente, muchas veces ni cuenta nos damos porque el Estado, hablo entonces de estos estados capitalistas, salen en su rescate dentro de lo que alguien con mucho seso llamó “socialización de las pérdidas y privatización de las utilidades”.
La crisis económica que sacude actualmente al sistema financiero internacional es fruto de un reventón piramidal que arrastra a la ruina a millares de personas en Estados Unidos y Europa, entre las que, por supuesto, no se encuentran los heliotropos más altos en la cúspide de la pirámide porque estos están siendo salvados en sus patrimonios y jugosos honorarios por los gobiernos de turno. En sólo Estados Unidos van acordados más de un millón de millones de dólares (o lo que entre nosotros conocemos como billón), y el rancho ardiendo. La crisis, al promediar este año, nos mostrará heridas más profundas y sangrientas cuando aterrice de barriga en la parte más débil de la sociedad, convertida en millones de empleos destruidos; pequeños patrimonios evaporados; restricción crediticia; cierre de importaciones; alza de tasas de interés, déficit fiscales insondables y proteccionismo a ultranza en los países industrializados que inevitablemente contagiarán a toda la economía mundial.
Pero volviendo al tema de las pirámides, que es el cuento, y la forma como el sector financiero se apalanca, vean si no es lo mismo a lo que pasó en ese 1920 de Carlos Ponzi que nos recuerda Cosongo, o en la Albania que trae a colación Pizarro Leongómez, con una profunda carga de nostalgia ideológica cuando recuerda que en antes, cuando se entonaba el canto “El pueblo, unido, jamás será vencido”, era para reivindicar cuestiones sociales y no para apoyar a “delincuentes” como David Murcia Guzmán.
Pues, mi apreciado Eduardo, si pone la retrospectiva ideológica en contexto, verá que entre este David y un tal Luis Carlos Sarmiento Angulo, la única diferencia es que el que se rubrica como DMG, sí estaba retornando buena parte de sus jugosas ganancias a los ahorradores y, en cambio, el que se anuncia como OLCS, se queda con todo, y todo es todo: con el pan y con el queso porque, averígüelo y verá con tristeza, si aún le late el corazón a la izquierda, cuántas familias quedaron sin vivienda en la crisis del UPAC y cuántas más quedarán en el inmediato futuro ante la crisis de la UVR, embargadas por OLCSA.
Así que su nostalgia ideológica no parece tan legítima y, en cambio, da nostalgia de verdad, ver a un ex combatiente social fungiendo como esbirro y secuaz de los enemigos del pueblo. Eso sí es humillación.
¿En dónde reposa la estrategia del sector financiero? En la confianza. Si en usted confían 100 personas y le depositan de a peso cada una y como garantía usted les expide un papel que puede llamarse pagaré a la vista, que es el más comerciable, díganme: ¿Quién se quedó con la plata? El banco. ¿Y cree alguien que ese banco bajó al sótano y guardó su plata en una caja fuerte esperando a que usted regrese por ella? No, él, con la plata suya, empezó a especular en el mercado y tan sólo dejó en depósito, como apalancamiento, se dice, un 10 por ciento del total depositado por si alguien, en algún momento, llega y le dice, por ejemplo: “Déme mi plata”.
Así que, para quebrar un banco, cualquier banco, el más grande del mundo, sólo basta con que los ahorradores vayan todos al mismo tiempo a pedirle la plata. Seguro que no la tiene.
Como ellos saben eso, por ahí dicen, con mucha lógica y buen sentido, que la primera estrategia de OLCSA para desacreditar a DMG fue entrenar a 10 personas y darles el capital semilla para que salieran por los lados de Pasto y Putumayo a montar pirámides y luego quedarle mal a la gente para que se fuera perdiendo la confianza y empezaran todos a retirar sus fondos. También entrenaron personas para que hicieran camorra a las puertas de las oficinas con el fin de infundir pánico entre los ahorradores
Pero DMG no caía en descrédito sencillamente porque cumplía a cabalidad con sus clientes. Entonces, tuvo que intervenir, seguramente a petición de parte, el presidente Uribe quien, de la noche a la mañana “descubrió” que DMG era en realidad un lavadero de dólares del narcotráfico y decidió intervenirla generando pánico económico. Por cosas más graves como, por ejemplo, robo continuado, pudieran ser intervenidos todos los bancos de Colombia y el mundo; o por estafa mayor, que, quien trabaja con plata ajena en su propio beneficio, no merece más que el mote de ESTAFADOR.
Esto mismo se descubrió por allá por la década de los 90 en el siglo pasado cuando, pocos deben recordar ya, Pablo Escobar firmaba desde su cárcel particular llamada “La Catedral”, papelitos que presentaban en los bancos las personas, y era suficiente para que les dieran el dinero que el capo pedía.
La banca, aquí y en todas partes, siempre ha combinado las tres modalidades de pirámide que ahora escandaliza a los medios, tan sólo porque apareció una especie de Robin Hood financiero que decidió no ser tan agalludo como los banqueros formales. Si los gobierno realmente fueran defensores de la clase menos favorecida, debieran obligar a los bancos a retornar a sus clientes tasas de interés en proporción directa a sus utilidades porque, quién lo niega, sus ganancias todas provienen de los dineros de la gente.
Cuando haya un gobierno que obligue a la banca, diga usted, a retornar en tasa de interés al menos el 50 por ciento de sus utilidades, seguramente desparecerán las pirámides de por vida; y lo contrario, resulta cierto: mientras la banca siga esquilmando a los ahorradores, quedándose con el pan y con el queso, protegida por el mismo gobierno, las pirámides, o cualquier otra figura que se le parezca, que las hay, las hay, como las brujas, seguirán apareciendo en el firmamento.
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Nota; hay en http://www.voltairenet.org/es, un excelente artículo titulado en general como “Globalización Económica, privatización de los servicios públicos”, pero que al abrirlo aparece el subtítulo “El sistema financiero internacional un sistema mafioso”, que me permito recomendarles para mayor ilustración.
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