Nota de MIS-XXI
El ex candidato a
Sarmiento, uno de los economistas latinoamericanos más sólidos en su cuestionamiento al modelo neoliberal, explica que en la política colombiana se está dando eso que en economía se conoce como ‘información asimétrica’ porque, en su opinión (…) “las empresas electorales tienen una información clara de los beneficios de la compra del voto y el vendedor no tiene ninguna información sobre su valor de mercado”.
El análisis de Sarmiento está contenido en su habitual columna de la edición impresa de El Espectador www.elespectador.com, sección ‘negocios’, (25-03-06).
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Bogotá, lunes 27 de marzo de 2006
La estadística de las elecciones
Eduardo Sarmiento
En Bogotá, considerada como la ciudad del electorado de opinión, la votación para
Lo más preocupante es la enorme discrepancia entre las encuestas y la realidad. En todas las encuestas, la abstención correspondía al 30% de los votantes y la cifra real fue del doble.
El primer golpe al voto de opinión provino de
El aspecto más grave es el del poder del dinero en un juego en donde unos pocos individuos están en condiciones de explotar a muchos asediados por las necesidades. Es la típica situación de información asimétrica, que constituye una de las teorías económicas modernas de mayor aceptación general. Las empresas electorales tienen una clara información de los beneficios de la compra del voto y el vendedor no tiene ninguna información sobre su valor de mercado y está expuesto a grandes presiones por la subsistencia. En la práctica adquieren un poder monopólico que redunda en un incentivo infinito para adquirir y comprar los votos. Por eso, no son extrañas las altas votaciones de los candidatos cuestionados por vínculos con el paramilitarismo.
Lo anterior fue exacerbado por la reforma política que institucionalizó la comercialización del voto. En la actualidad los candidatos obtienen una reposición de 3.500 pesos por cada voto. Quienes tienen mayor disponibilidad de recursos para comprar votos, son los mismos que reciben una mayor subvención del Estado.
En las últimas décadas el país adoptó todo tipo de reformas para fortalecer el voto de opinión. Se modificaron los sistemas electorales, se introdujo el voto preferente, se estableció la financiación de las campañas, se adopto la cifra repartidora para desestimular las operaciones avispa. Al igual que ocurrió en muchos frentes de la vida nacional, las reformas han sido un total fracaso. El sistema electoral, el ingreso del dinero en las campañas políticas y la financiación introducida por la reforma política incrementaron la influencia del clientelismo, las empresas electorales y la compra de votos, y terminaron bloqueando el voto de opinión. El balance no podía ser más preocupante. La abstención electoral representa el 65% de los votantes, el 15% de los votos son anulados y más de las dos terceras partes de la votación provienen de maquinarias electorales y de la movilización de recursos para influir el voto.
No es aventurado afirmar que la votación libre para Congreso no corresponde a más de 10% de la población. En tales condiciones, no puede haber corte de cuentas sobre la gestión de los congresistas, ni sanciones por el comportamiento ético y profesional, ni fidelidad entre lo que se promete y lo que se hace.
Definitivamente, los congresos no son capaces de reformarse a sí mismos. La sociedad colombiana quedó en deuda de acudir al constituyente primario para adelantar una gran reforma que amplíe la participación ciudadana en las elecciones, le ponga freno a la afluencia de los recursos privados y públicos y proteja el voto de opinión.
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