27 de marzo de 2006

Democracia al banquillo

Nota de MIS-XXI

El ex candidato a la Cámara por Bogotá, Eduardo Sarmiento, denuncia que en Colombia se acabó el voto de opinión. A su juicio, por lo menos el 90 por ciento del electorado nacional está influenciado de distintas formas, entre otras, por el dinero mal y bien habido.

Sarmiento, uno de los economistas latinoamericanos más sólidos en su cuestionamiento al modelo neoliberal, explica que en la política colombiana se está dando eso que en economía se conoce como ‘información asimétrica’ porque, en su opinión (…) “las empresas electorales tienen una información clara de los beneficios de la compra del voto y el vendedor no tiene ninguna información sobre su valor de mercado”.

El análisis de Sarmiento está contenido en su habitual columna de la edición impresa de El Espectador www.elespectador.com, sección ‘negocios’, (25-03-06).

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Bogotá, lunes 27 de marzo de 2006

La estadística de las elecciones


Eduardo Sarmiento

Sin duda, el resultado más alarmante en las elecciones al Congreso fue la extinción del voto de opinión. El sistema electoral, por la vía de la confusión, retornó al país a las épocas de peor clientelismo y utilización del dinero lícito e ilícito en la contienda. La abstención en las listas del Senado correspondió a 65% y la de la Cámara a 70%. Aún más diciente, las personas conocidas por sus contribuciones a la nación y su comportamiento ético, corrieron con menor fortuna que aquellas cuestionadas por sus vínculos con los grupos ilegales.

En Bogotá, considerada como la ciudad del electorado de opinión, la votación para la Cámara de Representantes bajó considerablemente en relación con 2002. El representante más votado apenas alcanzó el 1,5% de la votación total, lo que revela el predominio de pequeños crepúsculos electorales. En algunos partidos, las primeras votaciones las obtuvieron los candidatos con empresas electorales y relaciones familiares con el Concejo y otros grupos políticos.

Lo más preocupante es la enorme discrepancia entre las encuestas y la realidad. En todas las encuestas, la abstención correspondía al 30% de los votantes y la cifra real fue del doble.

El primer golpe al voto de opinión provino de la Registraduría. En abierta contradicción con la Constitución, que establece el voto preferente como un medio para que los electores escojan el nombre del candidato, la Registradora redujo este mandato a una sigla del partido y a un número. Personas que construyeron un nombre durante treinta años, se vieron abocadas a incurrir en cuantiosos gastos de publicidad para que los electores memorizaran su número. En la práctica, el sistema electoral es tan absurdo como una lista telefónica en la cual aparece primero el barrio y la dirección de la casa, y luego el nombre del ciudadano.

El aspecto más grave es el del poder del dinero en un juego en donde unos pocos individuos están en condiciones de explotar a muchos asediados por las necesidades. Es la típica situación de información asimétrica, que constituye una de las teorías económicas modernas de mayor aceptación general. Las empresas electorales tienen una clara información de los beneficios de la compra del voto y el vendedor no tiene ninguna información sobre su valor de mercado y está expuesto a grandes presiones por la subsistencia. En la práctica adquieren un poder monopólico que redunda en un incentivo infinito para adquirir y comprar los votos. Por eso, no son extrañas las altas votaciones de los candidatos cuestionados por vínculos con el paramilitarismo.

Lo anterior fue exacerbado por la reforma política que institucionalizó la comercialización del voto. En la actualidad los candidatos obtienen una reposición de 3.500 pesos por cada voto. Quienes tienen mayor disponibilidad de recursos para comprar votos, son los mismos que reciben una mayor subvención del Estado.

En las últimas décadas el país adoptó todo tipo de reformas para fortalecer el voto de opinión. Se modificaron los sistemas electorales, se introdujo el voto preferente, se estableció la financiación de las campañas, se adopto la cifra repartidora para desestimular las operaciones avispa. Al igual que ocurrió en muchos frentes de la vida nacional, las reformas han sido un total fracaso. El sistema electoral, el ingreso del dinero en las campañas políticas y la financiación introducida por la reforma política incrementaron la influencia del clientelismo, las empresas electorales y la compra de votos, y terminaron bloqueando el voto de opinión. El balance no podía ser más preocupante. La abstención electoral representa el 65% de los votantes, el 15% de los votos son anulados y más de las dos terceras partes de la votación provienen de maquinarias electorales y de la movilización de recursos para influir el voto.

No es aventurado afirmar que la votación libre para Congreso no corresponde a más de 10% de la población. En tales condiciones, no puede haber corte de cuentas sobre la gestión de los congresistas, ni sanciones por el comportamiento ético y profesional, ni fidelidad entre lo que se promete y lo que se hace.

Definitivamente, los congresos no son capaces de reformarse a sí mismos. La sociedad colombiana quedó en deuda de acudir al constituyente primario para adelantar una gran reforma que amplíe la participación ciudadana en las elecciones, le ponga freno a la afluencia de los recursos privados y públicos y proteja el voto de opinión.

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