21 de marzo de 2006

La enseñanza de la economía

Nota de la redacción

(El ex candidato a la Cámara por Bogotá, Eduardo Sarmiento, retornó a sus dos principales funciones cotidianas: catedrático y columnista de El Espectador. Con su autorización, y por supuesto citando la fuente, en este caso, El Espectador, el Movimiento de Integración Social (MISXXI), registra su primera columna de esta nueva etapa de su vida en la que analiza los excelentes resultados de la facultad de economía de la Escuela Colombiana de Ingeniería y presenta algunas inquietudes educativas que forman parte de su propia experiencia).

Eduardo Sarmiento P.

La semana pasada fueron divulgados los resultados de los exámenes de Estado (ECAES). En economía el primer puesto lo ocupó la Universidad de los Andes, el segundo la Universidad Nacional y el tercero la Escuela Colombiana de Ingeniería. Luego de ocho años de haber sido fundada, nuestra Facultad de Economía se coloca al mismo nivel de los Andes y la Nacional, que llevan más de 60 años de funcionamiento, y supera universidades acreditadas y reconocidas.

A finales de 1994, a raíz de un abierto conflicto con los funcionarios del Gobierno, renuncié a la decanatura de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes. Por invitación del rector de ese entonces, doctor Eduardo Silva, ingresé a la Escuela Colombiana de Ingeniería (ECI). A los pocos meses fundamos el centro de estudios económicos y a los dos años entró en operación la Facultad de Economía. En el fondo, pretendíamos conformar un ente que se apartara, tanto en materia administrativa como académica, de los dogmas neoliberales predominantes en ese momento.

La Facultad de Economía de la ECI es un buen ejemplo de cómo hacer un centro de la enseñanza con recursos modestos. No es necesario acudir a salarios de las multinacionales ni a matrículas de las universidades de Estados Unidos. Las matrículas de la facultad son cuatro veces menores que las de los Andes.

Tampoco estamos interesados en embarcarnos en monumentales proyectos ideológicos sustentados por los organismos internacionales y cuyos resultados están determinados de antemano en trabajos mecánicos de consultoría que no dejan mayor espacio para la imaginación y la iniciativa individual. Frente a la opción del lucro, preferimos que los trabajos de investigación contribuyan al conocimiento y a la enseñanza. Sin duda, el mejor incentivo académico es concederle el tiempo al docente para que elabore sus ideas, las incorpore en los cursos, y las materialice en artículos y libros.

En realidad, nuestra fortaleza reside en una gran actividad de investigación que se traslada a los estudiantes en los cursos aplicados, los talleres y, sobre todo, en los trabajos de tesis, que tienen una importancia esencial. No obstante que el grupo de docentes es menor que el de las facultades tradicionales, nuestros libros y publicaciones están mejor posicionados en las librerías, y han tenido una amplia influencia nacional.

De ninguna manera estamos en el afán de captar los estudiantes de los colegios más connotados. Nuestra mayor eficacia se encuentra en el estudiante promedio que podemos preparar en cuatro años y medio y, tal como lo están demostrando los ECAES, equipararlo con aquellos de mayor tradición familiar. Una parte importante de nuestros estudiantes ingresan con becas y provienen de los estratos uno, dos y tres, y muchos de ellos están dando el mismo resultado de los estudiantes de los colegios bilingües. Es el milagro de la educación integrada.

A la luz de los resultados de la Facultad de Economía de la ECI, algunos amigos me preguntan cuál es la fórmula. En adición de las orientaciones administrativas y académicas antes descritas, es indispensable cumplir una serie de criterios pedagógicos, técnicos y profesionales, que se conocen de tiempo atrás, pero que no siempre se ponen en práctica. Ante todo se requiere un programa curricular que distinga las áreas de formación básica y profesional, defina sus contenidos, y concrete los medios para desarrollar las competencias descriptivas, argumentativas y propositivas. En los cursos básicos los estudiantes deben adquirir un amplio conocimiento de los principios fundamentales de la ciencia económica y sus áreas afines y competencias, y desarrollar capacidades para analizarlas críticamente, confrontarlas empíricamente y aplicarlas en el mundo real. En razón de que la universalidad de la ciencia económica disminuye en la medida en la que se entra en detalles, los cursos de especialización deben contener un elevado componente de ilustración práctica y tener como referencia la economía colombiana y de América Latina. El desarrollo de las competencias debe ser el resultado de la combinación de las asignaturas teóricas y las áreas prácticas, la elaboración de ensayos, ejercicios diarios de interpretación de los hechos y formulación de recomendaciones, manejo de biblioteca, participación en los foros profesionales y discusión abierta y colegiada de los trabajos de tesis.

La calidad universitaria se asocia con las matrículas y salarios, memorización de los libros de texto, réplica de los programas de las universidades prestigiosas de Estados Unidos y la selección de los estudiantes de mejor rendimiento del bachillerato. La experiencia de la facultad de economía de la ECI revela una realidad distinta: la excelencia universitaria es un problema de integración social, vocación de los docentes, motivación de los estudiantes, cultura investigativa propia, diseño adecuado de los contenidos de los currículos y desarrollo de competencias profesionales.

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