23 de marzo de 2006

¿A dónde va la democracia?

Nota de MIS-XXI

En su última edición, Unperiódico, órgano de expresión de la Universidad Nacional de Colombia, publica un interesante análisis de los resultados electores del pasado 12 de marzo.

Suscrito por el politólogo Alejo Vargas Velásquez, el análisis contempla dos escenarios paradójicos en los que podría moverse la agenda política y la democracia colombiana en el futuro inmediato: “entre la modernización y la regresión”, dice el profesor.

Quizás sin proponérselo, el analista no incluye en lo que se ha dado en llamar la derrota del partido liberal, el hecho de que éste aparece por primera vez en unas elecciones fraccionado en, por lo menos, cuatro fuerzas importantes: La U, Cambio Radical, Colombia Democrática y el Partido Liberal propiamente dicho. Hay que tener en cuenta esta división porque, como el mismo analista lo advierte, a la hora que los jefes naturales del Partido decidan cancelar la división, el liberalismo volvería a ser el “glorioso Partido Liberal”, elector de presidentes liberales y conservadores desde mediados del siglo pasado hasta nuestros días, con excepción de Uribe que ha logrado llevarse en su disidencia a la mayoría.

El texto de UNperiódico es el siguiente:

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Marzo 22 de 2006

Elecciones parlamentarias trajeron

sorpresas, riesgos y posibilidades

Alejo Vargas Velásquez

Profesor del Departamento de Ciencia Política e investigador del equipo Observatorio Electoral de la Universidad Nacional de Colombia.

Entre la modernización y la regresión se movería la agenda política y la democracia en Colombia, dependiendo del juego entre bancadas.

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Las elecciones a Congreso para el periodo 2006-2010, presentaron una cantidad de sorpresas, lo cual va a incidir en la configuración de fuerzas políticas en Senado y Cámara, en la definición de los candidatos presidenciales y en el desarrollo de la agenda política del próximo gobierno.

Pero igualmente derivan en posibles riesgos para nuestro funcionamiento democrático –la democracia no es solamente el juego mecánico de mayorías y minorías, sino la vigencia de una serie de valores y principios -y potencialidades hacia el futuro de mediano plazo.

No hay duda que los electores que participaron se conectaron de manera muy fuerte con el presidente Uribe, su imagen y discurso –algunos consideran que se ha producido una interiorización del autoritarismo en sectores amplios de la sociedad colombiana-, lo cual explica el resultado ampliamente favorable a los partidos uribistas y les permite el control mayoritario de las dos cámaras del Congreso, dejando a nuestro presidencialismo sin mayores controles políticos.

La gran pregunta es qué pasa con el alto nivel de electorado que no participa, los verdaderos triunfadores cuantitativamente y quienes si las reglas del juego fueran similares a las que se aplican, por ejemplo, para la circunscripción indígena en relación con el voto en blanco, deberían forzar a repetir la elección –más del 60% de los votantes potenciales no participaron-.

Sobre este interrogante, seguramente no tendremos respuestas satisfactorias, van desde las que dicen que son comportamientos políticos indiferentes, o que están contentos con la situación existente y por ello no ven necesario participar, o que son críticos e incrédulos del sistema electoral y por tal razón no lo hacen; seguramente es una mezcla de todo lo anterior, pero no hay duda de que dejan un interrogante acerca de la legitimidad de los resultados.

Es probable, sin embargo, que se presente una situación paradójica y es que el debate y la negociación de los proyectos bandera de las próximas legislaturas –sobre todo los más controvertidos como el estatuto antiterrorista, el TLC, la reforma tributaria y otras reformas estructurales-, antes que con la oposición, se deban realizar inicialmente en el interior de la propia bancada uribista.

Ésta, sin duda, es un universo muy disímil y seguramente los une solo el apoyo al presidente Uribe, como una forma de disfrutar de las mieles del poder. Es decir, habrá necesidad de hacer intensas negociaciones dentro de unas bancadas poco homogéneas que reflejan claramente las coaliciones de oportunidad que se conformaron para superar con éxito el umbral.

El gran declive –cercano a la catástrofe- que mostró la elección fue el del Partido Liberal, otrora hegemónico y ahora en un modesto tercer lugar y con tensiones internas que no parecen augurarle mucho futuro.

Una dirigencia más empeñada en despotricar de sus colegas, que controvertir con sus adversarios, probablemente porque un sector importante de la misma –especialmente los ex presidentes- anhelan llevarlo de nuevo al gobierno, no importa si ello implica un declinar poco honorable ante el uribismo, pero siempre habrá la justificación de que se trata de un partido que es una coalición de matices, para tratar de mimetizar así las profundas incoherencias en su discurso.

Quizá se avecinan tiempos tempestuosos para el Partido Liberal y habría el riesgo de un naufragio. Por el contrario, un Partido Conservador que al tiempo que disfruta de los beneficios del poder, adelanta un interesante proceso de reingeniería y logró un buen resultado electoral. En igual sentido hay que destacar el desempeño del Partido Mira que ha mostrado una alta disciplina en su militancia.

Pero también tienden a desaparecer las propuestas personalistas y caudillistas en la política electoral colombiana; la reforma política está orientada a sancionar este comportamiento y los resultados negativos de varias iniciativas de este tipo lo evidencian con claridad.

Los tiempos de los pequeños caudillos, no importa si son ilustrados, parecen haber quedado atrás. Lo que no significa que las actuales agrupaciones de conveniencia puedan considerarse verdaderos partidos políticos, pero sí inicios de agrupamiento político.

Uno de los mayores riesgos que se presentan con el resultado electoral y la probable reelección de Uribe, es que puedan colocarse sobre el tapete las iniciativas más retardatarias que han estado rondando el proyecto uribista y que apuntan a remodelar a fondo la Constitución Política de 1991 –demoler sería la mejor expresión para otros-, en lo atinente a los estados de excepción, la tutela, los alcances de la Corte Constitucional, la autonomía de la Junta Directiva del Banco Central, el unicameralismo en el Congreso y en fin, medidas para fortalecer aún más el poder presidencial.

Varias de estas iniciativas estuvieron en la propuesta del actual gobierno Uribe y podrían “resucitar” con fuerza, aupadas por la existencia de un Congreso ampliamente favorable al Presidente. Igualmente, es posible que no falte la iniciativa que permita de nuevo otra reelección presidencial inmediata. Todo esto para crear una “nueva democracia”, más a tono con los tiempos del auge de la globalización neoliberal y con una nueva gobernabilidad, que responda más a la lógica del poder que a la lógica de la igualdad.

Vaticinios para la oposición

Frente a lo anterior, no parecen existir por el momento muchas talanqueras. Quizá la más importante es la bancada del Polo Democrático Alternativo (PDA), que se consolida como la fuerza política de oposición más sólida y sobre todo con mayor perspectiva.

Aumentó el número de congresistas, amplió su presencia regional y consolidó un porcentaje importante de la votación nacional que lo sitúa en posibilidad de crecer vertiginosamente. Ello, si su candidato presidencial, Carlos Gaviria –una de las verdaderas sorpresas electorales, quien puede llegar a constituirse en la revelación de la contienda presidencial que se avecina- logra realizar una audaz e innovadora campaña presidencial, puede convertirse en un fenómeno político y echa las bases para que en las elecciones regionales y locales de 2007 coseche respaldo y se consolide como fuerza de gobierno. Así se podrá crear un dique de contención a eventuales tendencias autoritarias que puedan emerger en el Congreso.

Pero en aras de abrir un compás de espera, cabría la posibilidad –por lo menos como hipótesis-, de que un eventual gobierno Uribe II, sea capaz de administrar democráticamente las mayorías de que dispone en el Congreso, con la idea de avanzar en nuestra democracia y de manera eventual permitir un recambio en 2010 hacia un proyecto de centro-izquierda como el que encarna el PDA. Siempre y cuando este joven partido político logre convertirse en verdadera opción de gobierno y atraer a las mayorías electorales a sus tesis.

Incluso el gobierno Uribe parece iniciar la etapa de campaña reeleccionista con procesos de acercamiento y diálogo como el que se adelanta con el ELN, y haciendo llamados a una negociación directa con las Farc, con lo que introduce elementos novedosos en su gobierno y en la política nacional. Así, muestra el gobierno Uribe una gran capacidad para tomar decisiones pragmáticas, lo que se reflejará en el comportamiento y la dirección de la disímil bancada uribista.

Pareciera que la democracia colombiana está frente a la posibilidad de avanzar en la senda de su modernización y consolidación, o entrar en el camino resbaloso de su regresión, paradójicamente apoyada en mayorías electorales.

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