22 de marzo de 2006

Herejía política

Herejía política


Octavio Quintero

Ser liberal, según la acepción 6 del diccionario de la RAE, es ser “partidario de la libertad individual y social en lo político y de la iniciativa privada en lo económico”.

Libertad individual es aquella que otorga a los ciudadanos unos derechos universales que aparentemente no implican ningún costo económico al Estado como el derecho a la vida, la libertad de expresión, de asociación, de culto, de conciencia, de movilización, etc. etc.

Ahora bien, ser partidario de la libertad social es aceptar que el Estado garantice unas necesidades básicas al individuo, sin las cuales, la libertad individual de que goza sería impracticable. Esas necesidades básicas han sido establecidas en la salud, la educación, el trabajo, la vivienda y los servicios públicos.

Dentro de la acepción liberal que se cita arriba viene la última parte que dice (…) “ser partidario de la iniciativa privada en lo económico”.

Pareciera que los redactores de esta proposición no intuyeron en su momento que los seres humanos nacen unos con más saliva que otros, con lo que los primeros siempre tragarán más hojaldre que los segundos. Es entonces cuando la iniciativa privada en lo económico tiene que ser regulada por el Estado con el fin de que funcionen de la mejor manera posible la libertad individual y social.

Es aquí en donde parece que está el nudo gordiano del liberalismo colombiano ya que, según la definición semántica que venimos comentando, se puede ser liberal en lo político y liberal en lo económico. Habrá que esclarecer si estos dos conceptos de liberalismo son indivisibles o, como parece ser, más bien antagónicos, pues, no se pueden practicar al unísono sin que el uno tribute al otro parte de su libertad, o toda.

Ahora ya puedo decir lo que sigue:

La paradoja política del liberalismo en Colombia es que los que ahora se creen más liberales son los menos liberales, hablando en términos ideológicos.

Pasadas las elecciones parlamentarias, quienes ahora se consideran liberales puros son los que salieron elegidos por las listas del partido que dirige el ex presidente César Gaviria, comprometido (no el director sino el partido), con las primeras libertades, es decir, las de tipo individual y social; en tanto que los que salieron elegidos por las listas uribistas tienen un claro compromiso con las libertades económicas. Esto es tan evidente como que están dispuestos a firmar el TLC “cueste lo que cueste”, como en algún instante dijo el presidente Uribe, jefe visible de esa facción liberal.

Son tan diferentes los liberales de la línea social de los liberales de la línea económica como diferentes son sus filósofos e ideólogos: Los primeros abrevan en fuentes de Marx, Engels y León XXIII, por citar los más conocidos; en tanto que los segundos se nutren de los conceptos establecidos en las teorías de Hume, Jhon Locke, Adam Smith y David Ricardo, también por mencionar solo a los precursores de la apertura económica y el libre mercado; de la privatización y desmantelamiento del Estado; de la comercialización de la salud y la educación, de la eficiencia por encima de la justicia; del éxito individual a costa del descalabro social, en síntesis, del laissez-fair, laissez-passe.

Así las cosas, parecen más liberales los que siguen al presidente Uribe que los que siguen a Serpa. Hasta donde se y lo dice, Serpa no es amigo a ultranza de la apertura económica ni del libre mercado; tampoco comparte el desmantelamiento del Estado y la privatización de los servicios públicos, incluyendo la salud y la educación.

Por eso, otra catarsis que tenemos que hacer quienes anteponemos la integración social y el interés general a la lucha de clases y el beneficio individual es cortar ese cordón umbilical que nos asoció por tantos años al liberalismo colombiano, cuando éste, ciertamente, era un partido comprometido con las necesidades de los más débiles y a la vez, con las prosperidades generales de la población.

Hoy por hoy, el liberalismo que ha desembocado en Uribe y Cía es una mentira organizada de la que son muy pocos los dirigentes liberales que se salvan, al menos en la parte de la historia que me ha tocado vivir.

El título para quienes entendemos que el liberalismo es más una doctrina económica que un movimiento ideológico es el de social demócratas; título que empezaron a darse hace años los liberales de Europa, región donde precisamente nació el liberalismo económico de Hume, Ricardo, Locke y Smith y que le dio cimientos al posterior capitalismo de Estados Unidos montado básicamente sobre la propiedad individual y la explotación laboral.

Tal vez en algún momento de nuestra historia colonial e independentista se entendió el liberalismo como un partido político que luchó por los derechos humanos, la libertad de expresión y la independencia política, básicamente. Pero vean ustedes que al no tener garantizadas unas libertades de orden económico como la salud, la educación, la vivienda, el trabajo y los servicios públicos, autonomías individuales como la libertad de expresión y el derecho al voto pasan a ser secundarias, pues, finalmente, las personas terminan ofrendando éstas a aquellas que son las que le permiten subsistir, mal que bien, pero al fin y al cabo subsistir.

Así como el Precursor Nariño y el Libertador Simón Bolívar libraron su lucha por darnos libertad y legarnos los primeros derechos adscritos a todo ser humano, así la lucha de los socialdemócratas se circunscribe a lograr que todo ser humano tenga derecho a vivir dignamente sobre la tierra. Y esta lucha no se da desde la derecha donde habitan las libertades individuales sino desde la izquierda donde nacen el interés general y la justicia social.

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