Por Frat Quintero
El gobierno colombiano, en particular el Ministerio de Comunicaciones, ha venido postergando la definición política de una serie de temas estructurales que indudablemente requieren de un proceso profundo de análisis y de una pronta resolución.
En primer lugar está la reglamentación de todos aquellos servicios, tradicionales y nuevos que hagan uso del protocolo Internet (IP) como la Telefonía IP; está también el tema de la distribución de los recursos del Fondo de Comunicaciones a los programas de servicio universal y el mecanismo de subsidios y contribuciones, y por último, las necesarísimas reformas a los servicios postal y de televisión (incluida la Comisión Nacional de Televisión en el paseo).
La demora en fijar posiciones frente a cada uno de los anteriores temas influye negativamente en la confianza de los inversionistas y de los operadores establecidos, y aunque lo anterior pudiera sonar paradójico debido a que en estos momentos inversionistas como TELMEX, TELEFONICA y VODAFONE han declarado su interés en invertir en el sector (subastas de TELECOM y OLA), lo cierto es que lo anterior corresponde a una estrategia de mercado en el continente y no a méritos propios del mercado nacional de las telecomunicaciones.
En últimas, la desconfianza de los inversionistas y operadores mueve hacia abajo la valoración de los servicios y activos del sector con la consecuente destrucción y pérdida de valor de las empresas.
El sector colombiano de las telecomunicaciones está a punto de sufrir, tal vez la más grande transformación desde que se liberalizó la prestación de lo servicios y el uso de las redes hace ya más de un decenio. Ahora, las grandes ligas van a competir en nuestro patio, es decir, con nuestras reglas de juego; con todo su poder económico y político. Si no encuentran un sector estructurado, bien parado y fortalecido, van a pasarnos por encima.
Espero que no sea demasiado tarde.
El gobierno colombiano, en particular el Ministerio de Comunicaciones, ha venido postergando la definición política de una serie de temas estructurales que indudablemente requieren de un proceso profundo de análisis y de una pronta resolución.
En primer lugar está la reglamentación de todos aquellos servicios, tradicionales y nuevos que hagan uso del protocolo Internet (IP) como la Telefonía IP; está también el tema de la distribución de los recursos del Fondo de Comunicaciones a los programas de servicio universal y el mecanismo de subsidios y contribuciones, y por último, las necesarísimas reformas a los servicios postal y de televisión (incluida la Comisión Nacional de Televisión en el paseo).
La demora en fijar posiciones frente a cada uno de los anteriores temas influye negativamente en la confianza de los inversionistas y de los operadores establecidos, y aunque lo anterior pudiera sonar paradójico debido a que en estos momentos inversionistas como TELMEX, TELEFONICA y VODAFONE han declarado su interés en invertir en el sector (subastas de TELECOM y OLA), lo cierto es que lo anterior corresponde a una estrategia de mercado en el continente y no a méritos propios del mercado nacional de las telecomunicaciones.
En últimas, la desconfianza de los inversionistas y operadores mueve hacia abajo la valoración de los servicios y activos del sector con la consecuente destrucción y pérdida de valor de las empresas.
El sector colombiano de las telecomunicaciones está a punto de sufrir, tal vez la más grande transformación desde que se liberalizó la prestación de lo servicios y el uso de las redes hace ya más de un decenio. Ahora, las grandes ligas van a competir en nuestro patio, es decir, con nuestras reglas de juego; con todo su poder económico y político. Si no encuentran un sector estructurado, bien parado y fortalecido, van a pasarnos por encima.
Espero que no sea demasiado tarde.
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