17 de marzo de 2006

Reflexiones sobre infamias

El sector financiero arrojó utilidades el año pasado por 5,5 billones de pesos; y el reporte de utilidades a enero de este año ya mostraba un incremento del 12% sobre las utilidades del mismo mes del año 2005.

El sector financiero sigue su racha de buenos resultados al igual que los pocos ricos del país, algunos de los cuales tienen curul en la lista Forbes de los 100 más ricos del mundo.

Al anverso de esta bonanza financiera y capitalista, crece el desempleo y la pobreza se acentúa, mientras pequeñas y medianas empresas quiebran por falta de crédito y la gente sigue perdiendo su vivienda, ayer a manos de Upac y hoy a manos de UVR.

En lo que respecta al sistema financiero se encuentra abierto un viejo pleito entre los ex deudores morosos y la moralidad crediticia. Quien, por cualquier circunstancia haya tenido la desgracia de caer en la central de riesgos financieros, está muerto en vida. Aunque se ponga al día, e inclusive cancele por completo el crédito, sigue figurando en la lista negra como una persona que en algún instante de la vida no pudo pagar una cuota en los primeros cinco días del mes y, por tanto, es un ladrón en potencia.

Tal vez por estar en campaña reeleccionista, el presidente Uribe endulzó por ahí el oído a estos parias del mundo financiero diciéndoles que iba a expedir un decreto de perdón y olvido a los deudores reportados que actualmente se encuentran al día en sus obligaciones.

¡Quién dijo miedo! El introvertido ministro de Hacienda dejó su timidez en el ropero y enfrentó al Presidente diciendo que no era conveniente porque, perdonar a los caídos alguna vez en desgracia encarecía el crédito a quienes tenían un comportamiento intachable en su vida crediticia.

Como el Presidente insistió, entonces el sector financiero ha mandado otro escudero de peso pesado, Rudolf Hommes, quien considera que (…) “si se elimina la información sobre los deudores que tienen historia de incumplimiento, los bancos no podrán discriminar y tendrán que cobrarles más a los que tienen un buen historial de crédito. Es un caso clásico en el que pagarían justos por pecadores, porque, por favorecer a los que no han pagado en el pasado, se les elevan los costos a los que han pagado cumplidamente”.

Esa lógica que se observa en las razones de estos dos nefastos hacendistas del neoliberalismo constituye, fuera del sistema financiero, un mundo de absurdidades para el resto de los mortales. Las paradojas que encierra la racionalidad del sector financiero no caben ni en el extraño mundo de Subuso.

La joya de la corona es la que se conoce como ‘Gerencia de Riesgo’. Consiste en poner mayor tasa de interés a quien menor posibilidad tenga de pagar un crédito.

Yo que pasé por afición, buena parte de mi juventud en el mundo de la hípica y por profesión, buena parte de mi madurez en el mundo financiero, nunca pude entender esa racionalidad, pues, en ese mundo de los hípicos, que por tradición, historia y necesidad todos caminan al filo de la mafia, se admite la equidad en el sentido en que, al animal que menor posibilidad tenga de ganar la carrera, hay que echarle menos peso. Baludín, un supercampeón de los años 60 del siglo pasado, por ejemplo, llegó a correr hasta con 65 kilos contra 48 de Sin Duda, una yegua más escuálida que Rocinante y que el día que le ganó a Baludín me quitó un seis… y la afición.

Si se puede tildar de mafioso ese mundo de la hípica en el que la lógica todavía no atropella el sentido común, ¿qué decir de este mundo financiero en el que se carga más al que menos puede?

En este mundo financiero la lógica es siniestra… y las utilidades también, pues, cuando le ajustan la tasa a los más débiles, la banca está ganando por partida doble ya que termina embargando al infeliz y quedándose con su patrimonio que, finalmente, traslada a manos de alguno de sus elegidos a quien le adjudica el remate.

Juan Pérez (nombre ficticio) me contó otra absurdidad financiera: hace un dos años tenía en hipoteca un apartamento con Granahorrar, y la persona que lo habitaba en arriendo se colgó en seis cuotas que, en total, no valían más de un millón de pesos. Juan pagó las cuotas atrasadas y, de contera, canceló la hipoteca con Granahorrar.

Hace unas semanas, Juan fue al mismo Granahorrar y solicitó un préstamo de 10 millones de pesos, entregando como garantía un patrimonio 20 veces superior al crédito solicitado… y le negaron el préstamo porque la Cifin (Central de Información Financiera), reportó que hacía un año, Juan se había colgado en unas cuotas de crédito hipotecario y así… ni pío.

El coraje es que Juan no entiende cómo es que se les va a perdonar a los paramilitares hasta los delitos atroces y, sin embargo, él sigue convicto de un delito que jamás fue suyo.

Tampoco entiende eso de la Constitución que protege dizque el derecho al buen nombre y, primero, el Congreso no haya podido aprobar una ley que obligue a estas empresas secuestradoras de la moral pública a borrar de esas listas a las personas que ya hayan pagado sus deudas y, segundo, ¿cómo se permite que la banca no le otorgue a sus clientes la presunción de inocencia, sino que le aplique la presuntiva de ladrón?

Juan salió pensando del banco en una noticia que hace poco vio en los medios en el sentido de que la Corte Suprema de justicia ordenó devolver las acciones que el ex ministro Fernando Londoño Hoyos obtuvo mal habidas de Ecopetrol y pensó: “Al parecer, en Colombia hay que matar al por mayor y robar al por mayor para poder alcanzar perdón y olvido”.

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