9 de octubre de 2010

De Wells a Welles

¿Quiénes son H. G. Wells y Orson Welles, y qué representan para la literatura y el cine?
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Aunque sus apellidos sean similares, fonéticamente tocayos, Wells es un novelista inglés, considerado “padre de la ciencia ficción”. Todas sus obras son cumbre, pero su éxito más reconocido mundialmente es “THE WAR OF THE WORLDS” (La guerra de los mundos), publicada por primera vez en 1898, que describe una invasión marciana a la tierra, de la que posteriormente, otros novelistas, escritores y guionistas desprenden toda la literatura sobre la ciencia ficción desarrollada por la industria del cine con su meca en Hollywood, hasta llegar a “STAR WARS” (La guerra de las estrellas), la más emblemática de todas.
Es aquí donde entra en acción Welles, nacido en Kenosha, Estados Unidos, uno de los mayores genios de la industria del cine, capaz de alumbrar "Citizen Kane" (El ciudadano Kane), considerada por los expertos como una de las mejores películas de la historia.
Pero el mundo no recuerda tanto a Welles por este portento de película, sino porque en 1938 adaptó a la radio la novela de Wells, La guerra de los mundos. Y fue tan vibrante su papel que paralizó a Nueva York, y muchos oyentes creyeron que en ese mismo instante, el mundo estaba siendo invadido por los marcianos. Lo de las Torres Gemelas en el reciente 11S, era un pálido reflejo de la angustia que vivían de costa a costa los estadounidenses. El propio Orson Welles, al siguiente día, pidió perdón al público por haber sido tan real en su dramatización.
Pero esa poderosa voz de Orson Welles, le devela también al mundo otro gran poder: el de los medios de comunicación que ya, aterrizando en el presente, nos muestran su inmensa influencia global, a tal punto, que grandes analistas políticos y aún filósofos, desde Marshall McLuhan en adelante (“la aldea global” y “el medio es el mensaje”), nos hablan de la era de la “mediocracia”, aquella como la que está dirigida principalmente por los medios de comunicación: grandes, medianos y pequeños. Si grandes, en el mundo; si medianos, en los países; si pequeños en las ciudades y poblaciones. Pero resulta difícil, por no decir imposible (inclusive a un anacoreta), escapar a algún nivel de influencia decisiva en la vida cotidiana, proveniente de los medios de comunicación.
Orson Welles falleció el 10 de octubre de 1985 en los Ángeles; y eso es lo que recordamos hoy: 25 años de haber desaparecido la voz radial más portentosa que haya pisado la tierra en todos los tiempos (entre otras de sus muchas genialidades).

3 de octubre de 2010

Así no, Procurador

No se podría defender a la senadora Piedad Córdoba diciendo, por ejemplo, que es falso que haya tenido contactos con las Farc; o que en desarrollo de esos contactos no les haya sugerido hacer una cosa en vez de otra. Inclusive, no se le puede negar su muy probable afecto por una lucha, a pesar de su evolución desde una posición de genuina ideología hacia una innegable conexión con el narcotráfico.
Pero es que la senadora no se ha escondido de nadie en los últimos 18 años que lleva como combativa y combatida militante de la izquierda liberal colombiana. Muchos de esos contactos los ha adelantado, inclusive, debidamente autorizada por el gobierno nacional, unas veces, y el resto, a plena luz del día y en presencia de todo el establecimiento.
Y esa lucha por la paz dialogada y negociada; por la liberación de los secuestrados y, aún, por el canje de presos de guerra de lado y lado, la ha enmarcado en un derecho constitucional prescrito en el artículo 22 de la Carta, que a la letra dice:
“La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”
Es decir, todos tenemos no sólo el legítimo derecho sino la obligación misma de luchar por la paz en la medida de nuestras capacidades y en el ámbito de nuestros escenarios de participación en la vida nacional. Y por hacer eso, sin traspasar la delicada línea que divide lo legal de lo subversivo, nadie puede ser sancionado, perseguido o estigmatizado, y menos con argumentos tan débiles y falaces, y por demás cargados de un repudiable subjetivismo, en boca de quien, por demás, debe ser el más imparcial juez de todos los jueces, pues, encarna nada más ni nada menos que el Ministerio Público.
Es una vergüenza pública que este Procurador, quien hace un año no halló méritos en una condena de cohecho expedida, no por cualquier juez, sino por la misma Corte Suprema de Justicia, para condenar a la contraparte de Yidis Medina, el ministro del Interior de entonces, Sabas Pretelt de la Vega, ahora venga a hallar méritos para destituir e inhabilitar por 18 años a la senadora Piedad Córdoba, basado en pruebas de un computador –el de Reyes- que ni siquiera ha sido reconocido por las autoridades nacionales e internacionales como prueba fehaciente de delito alguno, al punto que, hace poco, la misma Fiscalía General de la Nación desestimó esos archivos en el proceso que se le sigue a Liliany Obando, acusada de pertenecer a las FARC.
Así no, Procurador:
Si a Piedad no se le ha visto comandar, dirigir o integrar un grupo guerrillero; si no hay registros fehacientes de su militancia subversiva, como por ejemplo, fotos suyas empuñando un fusil, enfundada en un camuflado, con pasamontaña al rostro; si no se le tienen evidencias consistentes, serias, medibles, verificables y comprobables, su decisión de sancionarla es una infamia cargada de sevicia.
¡Su Ministerio Público es un asco nacional y una vergüenza internacional!

Le sonó la flauta a Correa

Con frecuencia cito la hermosa composición de don Ramón de Campoamor: “Y es que en el mundo traidor, nada hay verdad ni mentira. Todo es según el color del cristal con que se mira”.
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No se pueden asumir los acontecimientos en Ecuador como un intento de golpe al Presidente Rafael Correa. Es evidente que si esa hubiera sido la intención de los sublevados, alguien hubiera reclamado el puesto del primer mandatario una vez retenido, como sucedió el 11A del 2002 en Venezuela, cuando el empresario Pedro Carmona, que entre otras cosas anda por aquí en Bogotá exiliado, se sintió sucesor accidental de Hugo Chávez.
Lo que pasó en Ecuador, sin más preámbulo, fue una imprudencia del Presidente al confrontar de manera desafiante y altanera (…) “Si me quieren matar ¡mátenme!”, a unos huelguistas que, por demás, eran parte de un cuerpo legalmente armado (la policía).
Ningún presidente que se defina democrático puede confrontar a sus gobernados en la forma en que lo hizo Correa. La democracia, antes que nada, es diálogo y, confrontación también, pero dialéctica.
Cosa distinta es que un Presidente se haga matar por defender la democracia, como lo hizo Allende. Pero es que Correa no estaba siendo atacado, sino que atacó y provocó verbalmente a los huelguistas en su propio terreno.
Correa fue imprudente, y lo demás es historia.
Pero esa imprudencia, fruto de su propia intemperancia, nos acaba de revelar un par de portentosas evidencias políticas que deben marcar los siguientes procesos sociales de los países latinoamericanos: el ladino golpe de Honduras no es replicable. Correa –sin querer queriendo- como diría el Chavo, congregó de inmediato a su alrededor –alrededor de su legítimo gobierno basado en elecciones populares- a todos los mandatarios del continente, incluyendo al de Estados Unidos, que esta vez no manejó el silencio que aplicó al golpe de Honduras, en elocuente evidencia de que las cosas en su “patio trasero” han cambiado.
Ese masivo respaldo que trascendió inclusive las fronteras latinoamericanas, aborta también, quien lo duda, la escalada opositora derechista a Correa y, quizás, lo proyecte en el cargo un buen tiempo más, tal como sucedió con Chávez que indudablemente debe la prolongación de su régimen a la intentona del 11A.
Y otra enseñanza es que los privilegios entronizados en estos países de largo régimen capitalista, dentro del cual y por su propia conveniencia afloran los de las Fuerzas Armadas y de Policía, no se pueden desmontar así como así, sino a través de un largo proceso de cambio hacia una sociedad más justa y más igualitaria, si eso es lo que se busca con lo que Chávez ha dado en llamar, muy bien concebido por demás, el Socialismo del siglo XXI.
En síntesis: ayer intentaban derrocar a Chávez por empezar a desmontar los privilegios empresariales en Venezuela; y hoy, unos miembros del Ejército y la Policía se sublevan contra Correa en Ecuador, por desmontar en parte los privilegios castrenses.

27 de septiembre de 2010

El fin del principio

El eterno retorno: Todo tiene un principio y un fin y todo fin es un principio de otro fin.
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La baja de Jojoy, como se esperaba, nos ha puesto muy optimistas en cuanto el final de la lucha del Estado contra la subversión. “Es el principio del fin”, acaba de decirlo el presidente Santos al pasar revista in situ a las tropas que coronaron la hazaña.
Por supuesto, nadie con razón podría desconocer que se trata de un golpe de gracia a las Farc. Lo que sigue en discusión es el hecho de que se venda la idea de que las Farc son el único y principal problema de la problemática nacional.
Creo que pensando también en esa victoria castrense, el analista, Salomón Kalmanovitz, sostiene en su columna de El Espectador que (…) “si la insurgencia es derrotada y se hace reforma agraria, Colombia podrá entrar al territorio de la anhelada paz y contará, además, con las bases de un profundo desarrollo económico”.
Aquí hay dos elementos condicionantes que nos hacen menos optimistas de lo que Kalmanovitz pretende porque, una cosa es derrotar la insurgencia y otra es hacer la reforma agraria. La primera no conlleva la segunda, y ni siquiera la facilita. Es decir, se puede derrotar la insurgencia y no hacer reforma agraria con lo que, es muy probable que con el tiempo otra insurgencia, o la misma pero de nuevo cuño, se fortalezca, precisamente por las injusticias sociales que conlleva la concentración de la tierra en pocas manos, casi siempre untadas de sangre.
Digamos, en gracia de discusión, que la baja de Jojoy pone en punto de no retorno el abatimiento de las Farc por la vía militar o por rendición.
¿Y de la reforma agraria qué?
La lucha apenas comienza; y comienza hacia atrás. Lo que la nueva y anhelada ley de tierras busca inicialmente es retrotraer las cosas como estaban hacia 1990. Es decir, desconocer prácticamente todas las operaciones que se dieron en los últimos 20 años, en los que se cree que los paramilitares, principalmente, se apoderaron de por lo menos 5 millones de hectáreas que arrancaron a pequeños y medianos propietarios y prósperos empresarios agropecuarios.
El primer anuncio en ese propósito se dio al revelarse que en esos años se conformó a lo largo y ancho del país un cartel de ladrones de tierras expandido ya no sólo por los tradicionales terratenientes que no han dejado hacer reforma agraria en Colombia (recuérdese la contrarreforma de Chicoral), sino por altos funcionarios públicos en los que se entremezclan políticos de alto vuelo; militares de alta gradación; testaferros bien conectados; mandos medios inamovibles y notarios casa fortunas.
“Es conocida la feroz reacción de los violentos propietarios frente a las víctimas que se atreven a demandar la restitución” de sus tierras, dice Kalmanavitz, quizás pensando también en Hernando Pérez, el humilde campesino asesinado en Apartadó, dos horas después de que el ministro de Agricultura le entregó la nueva escritura de la finca que le habían robado años atrás.
Tras los despojos de las Farc, si ese es el nuevo escenario al final de Jojoy, hay que emprender otra guerra más dura del Establecimiento legal contra un Establecimiento paralelo; y averiguar cuanto antes, dentro de este último, quién mandó matar a Pérez, antes de que, como sospecho, detrás de Pérez rueden muchas más cabezas hacia las nuevas tumbas de NNs que se abrirán en reemplazo de las que hasta ahora apenas estamos escarbando.

23 de septiembre de 2010

Réquiem también por él

Estaba terminando un “Réquiem por él”, para recodar la muerte de Hernando Pérez, el humilde campesino de Apartadó que asesinaron dos horas después de que el ministro de Agricultura le devolvió la finca que le habían robado los paramilitares, cuando los reflectores del mundo se enfocaban sobre el cadáver del mono Jojoy, “muerto en combate”, según el parte militar.
Se notaba el entusiasmo de los relatores de los medios masivos de comunicación quienes, al igual que millones de colombianos, han sido convencidos por el gobierno de que el único problema de Colombia es la guerrilla.
Ante el despojo mortal de Jojoy, que en este mismo instante cruza por las pantallas de televisión empacado en bolsa de polietileno, muchos darán en pensar que ahora sí ha llegado el “fin del fin”.
Con perdón, mi entusiasmo no llega a tanto. Esta muerte de Jojoy, no es más que un fin muy al estilo de José Asunción Silva quien, al llegar a la “cumbre prometida”, sólo alcanzó a ver “el sol tras otra cumbre más lejana”. Aquí, cuando cae una cabeza importante de la guerra, mil cabezas más andan en ciernes en el albañal de las injusticias sociales, que terminan por arrastrarlas a nuevas cumbres de soles imbatibles.
Cada vez que se le da un golpe de gracia a una de las tantas cabezas de la hidra, como la de Pablo Escobar, por ejemplo, se nos presenta como el fin del fin, en ese caso específico del narcotráfico. Quizás también la muerte de Carlos Castaño pudo tomarse a la ligera como el fin del fin del paramilitarismo. O, más lejos en la historia, la crucifixión de Espartaco y sus secuaces, era el fin del fin de la sublevación de los esclavos. O, más cerca de nosotros, el descuartizamiento de Galán pudo significar para el Pacificar Morillo (ahora que estamos tan de bicentenario) el fin del fin del anhelo independentista.
El fin del fin en el caso de la guerra –de cualquier guerra- no es la muerte o abatimiento del enemigo. Esto lo sabemos –o debiéramos saberlo- por la historia de muchos años. El fin del fin de toda guerra es la conquista de esos principios y valores subjetivos que son la sabia de toda sociedad civilizada, entre estos otros:
- La familia como núcleo esencial de la sociedad.
- La educación como motor de las transformaciones sociales requeridas.
- Políticas y culturas demográficas responsables y visionarias.
- Igualdad como objetivo moral y ético.
- La solidaridad y responsabilidad social.
- La superación del individualismo capitalista.
- El respeto por el medio ambiente y el desarrollo sostenible.
- La Justicia, la No Violencia y la Seguridad Ciudadana.
- El tratamiento de la drogadicción como una enfermedad, antes que como delito.
- El rechazo a la corrupción como viveza humana.
Fin de folio: No resultó oportuno el presidente Santos cuando desde Nueva York se sacó el clavo diciendo que la muerte del mono Jojoy, era su saludo a las Farc, en respuesta a rellenos de prensa que dicen que la escalada de actos terroristas de las Farc eran el saludo al nuevo gobierno. Si a ese nivel de metaforismo revanchista se eleva el diálogo con las Farc, también podría decirse que a más de las Farc, también los grupos violentos de otras pelambres, acaban de saludar la proyectada ley de tierras del presidente Santos, con el asesinato de Pérez, ese por quien lanzaba el réquiem cuando mataban a Jojoy, a quien también, humanamente extiendo mi lamento por su triste vida y muerte, por si le alcanza…

Réquiem por él

Pérez le estrechó la mano al ministro de Agricultura, Juan Camilo Restrepo, ese feliz domingo 19 de septiembre, al salir del salón comunal del centro de este pequeño municipio de Turbo, en el corazón del violento Urabá antioqueño, y se echó al bolsillo de atrás la escritura de la finca que años atrás le habían arrebatado los paramilitares, y que ese día, gracias a la nueva política del gobierno de Santos sobre la restitución de tierras a los campesinos, había podido rescatar.
Como en la canción del Jibarito, Pérez “salió, loco de contento”… Pero desgraciadamente, le fue peor que al Jibarito: dos horas más tarde lo hallaron asesinado en uno de los potreros de la finca que en antes, era “toda su ilusión”.
Este asesinato que, si el país recupera la memoria perdida, deberá recordarlo como el primero de una cadena que, hablando en términos hipotéticos, enlutó la triste historia de un nuevo intento de reforma agraria.
Paz en la tumba de Hernando Pérez que, al menos y para triste consuelo, se escapó de caer con sus huesos en una de esas tantas tumbas de NNs que a cielo raso pueblan la tierra de Colombia, como lo dijo la senadora Piedad Córdoba, ganándose un tremendo mentís del Presidente Santos y ofuscada desautorización de su ex glorioso Partido Liberal.
Un inmenso y criminal cartel de ladrones de tierras opera a lo largo y ancho del territorio nacional. Ya se sabía, pero que lo reconozcan las autoridades, no deja de tener su recóndita satisfacción en la psique de quienes por anticiparlo, también han sido perseguidos no sólo por los violentos de fusil en mano sino por la SD (Seguridad Democrática) del pasado gobierno, armada de lenguas viperinas que les colgó al cuello el título de “terroristas” de oficina y enemigos de la Patria…
Cartel integrado por inescrupulosos funcionarios públicos y alharaquientos políticos, como también acaba de denunciarlo en el propio Congreso el senador, Juan Manuel Galán, al matricularlos en el cuarto anillo de los Jinetes del apocalipsis que se atravesarán a la llamada ley de tierras de la actual administración. Otros “ilustres” integrantes de este cartel de ladrones de tierras, para que se tenga una idea del agazapado enemigo, son muchos notarios, jueces, testaferros, militares y paramilitares que sellaron o hicieron firmar escrituras a punta de bala, asesinatos y suplantaciones.
A manera de epitafio sobre la tumba de Pérez debiera inscribirse la declaración del ministro Restrepo en torno a su asesinato: “los enemigos de la ley de restitución de tierras están empezando a salir de sus escondites. Ya están empezando a sacar los dardos”.

17 de septiembre de 2010

¿Cuánto debe valer un dólar?

El problema del dólar es un asunto muy complejo. Y utilizo este término plenamente consciente de que unas veces se puede usar como excusa de algo que uno no sabe explicar, y entonces se escapa diciendo que es un asunto “muy complejo”, o que no quiere explicar, porque el asunto resulta tan “complejo” que se corre el riesgo de que la consiguiente explicación no se entienda.
Me explico: si uno defiende la apreciación del dólar frente a la moneda local, está a favor de las empresas y los trabajadores que se dedican especialmente a las exportaciones; y si uno defiende la depreciación, está a favor de aquellas empresas y trabajadores cuyo radio de operaciones se circunscribe especialmente al mercado interno.
Es preciso matizar este comentario con una anécdota que creo haber citado varias veces: Un ministro de agricultura le pidió a su departamento técnico que le preparara un documento sobre la reforma agraria para un debate que esa noche tenía en el Congreso. El técnico asignado no pudo comenzar el estudio hasta que el ministro no le dijo si lo que pedía lo quería favorable o desfavorable.
Eso resume todo el debate sobre el dólar. Cualquier comentario que se haga sobre la relación puede ser favorable o desfavorable. Ahí sí, como se dice, depende del cristal con que se mire.
Los comentaristas enfrente de estas ambivalencias analíticas debiéramos ser lo más honestos posible. Yo estoy seguro que todos los analistas que se sumergen en este tema saben las ventajas y desventajas de una u otra dirección del precio del dólar. Y sabemos también, como se pregona, que todo extremo es vicioso.
En palabras más simples, la autoridad monetaria debe mantener una relación que no sea ni tan, tan; ni muy, muy. Eso es lo que hace, o debe hacer, el Banco Central: comprar o vender dólares en el mercado, según las circunstancias de apreciación o depreciación.
No hay que ser apologéticos en uno u otro sentido. Y menos aseverar cosas que no son ciertas, en aras de pasar de eruditos.
En el caso colombiano, algunos analistas han dado en decir que somos presa del virus holandés. ¡Por Dios!
En reciente columna expliqué que la apreciación del peso frente al dólar obedece a la adopción de una política económica, la neoliberal, que nos ha hecho muy competitivos con los productos colombianos, gracias a la miserabilización de los salarios de los trabajadores, de un lado; y a la generosidad tributaria y jurídica, en materia económica, con que estamos premiando a las empresas extranjeras que vienen a comprar nuestras empresas insignias, especialmente las estatales, a precios de gallina vieja.
No puedo cerrar este comentario sin mostrar, muy sucintamente, que la apreciación del peso frente al dólar, y en general de cualquier moneda local, tiene sus bondades, y muy buenas, si uno quisiera mostrar, objetivamente, la otra cara de la moneda:
1) Hace menos costosa la financiación externa, tanto del gobierno como de las empresas privadas. 2) Incentiva la inversión y mitiga los costos, induciendo competitividad e incremento en la producción. 3) Hace menos costoso el pago de la deuda externa pública y privada, lo que permitirá tener, en el caso de la deuda pública, un ahorro fiscal que podría redireccionarse a una mayor inversión social. 4) Incentiva a las empresas a adquirir materias primas y bienes de capital de origen importado a un bajo costo, aumentando por esa vía la productividad y posiblemente incrementando los niveles de empleo. 5) la moneda local revaluada genera beneficios para la sociedad, dados los efectos positivos que esto tiene sobre el nivel de precios y de ingresos.
En resumen, lo que debe discutirse es si la relación es equilibrada o no. Si lo es, de malas los exportadores. Lo que tienen que hacer es revisar sus procesos de producción a fin de volverse más competitivos, no a punta de salarios bajos y subsidios a través de la tasa de cambio, sino de sus propios méritos productivos, y punto.
Y esto último lo digo consciente de que se trata de una utopía económica, ya que no sólo en Colombia sino en todo el mundo capitalista, la competitividad de los empresarios siempre viene dada por unos subsidios directos e indirectos del Estado, es decir, de todos los contribuyentes, y por unos salarios que roban, cuanto más, mejor, la plusvalía laboral.

9 de septiembre de 2010

La paz como problema económico

Fue Keynes quien aseguró que la Segunda Guerra Mundial le cayó como del cielo a Estados Unidos para ayudarlo a salir de la Gran Depresión del ’29. Desde entonces, nadie ha puesto en duda que la guerra es a las naciones más poderosas una palanca de desarrollo económico, sino la mejor.
Quizás haya mucha gente que no crea en esta tesis, e incluso, la considere una exageración de la extrema izquierda. El asunto es que hoy resulta de una evidencia incuestionable, a tal punto que ya ni siquiera los halcones se toman la molestia de velar a sus perros de guerra: las grandes corporaciones productoras de armas, desde una pistola a una ojiva, o una bomba nuclear.
Todavía nos preguntamos qué sería hoy del mundo gobernado por un paradigma hitleriano… Y la respuesta seguirá siendo una hipótesis imposible de resolver… Pero lo que sí nos queda claro es que la bomba de Hiroshima que detuvo la historia, dejó sembrada la teoría –también keynesiana- del belicismo como locomotora del enriquecimiento corporativo, y de vuelta, del enriquecimiento de las naciones poderosas.
En este orden de ideas, ya no debiéramos seguir llamando “gasto” a la inversión militar mundial que, según el informe de junio del Instituto Internacional de Estudios por la Paz con sede en Estocolmo (SIPRI), alcanzó la impresionante cifra de 4.194 millones de dólares diarios (1’530.810 miles de millones al año), con un crecimiento del 5,9 por ciento con respecto al gasto de un año atrás.
Y, obviamente, al frente del TOP TEN: Estados Unidos, seguido de China. Y ¡OJO! La proyección indica que China pronto alcanzará el primer lugar, pues, en la última década (1999/2008), es la nación que más ha hecho subir su presupuesto de inversión militar con un crecimiento del 194% en el período, seguida de –OJO también- Rusia, y de –más OJO- Arabia Saudí. Pareciera que la guerra fría está por hervir de nuevo.
Resultaría dispendioso, y no viene al caso, detenernos sobre la inversión de guerra de cada país. Pero el belicismo es algo que atrae a los halcones como la sangre a las pirañas. Las sucesivas escaramuzas que los perros de la guerra han lanzado en Suramérica, especialmente las belicosas bases militares impuestas por Estados Unidos a Uribe en Colombia (“Peón del Imperio”), fungieron de anzuelo para que gobiernos socialistas como Chávez y Lula hicieran sonar sus tambores de guerra: Venezuela, con una inversión de 4.400 millones de USD en misiles rusos “que no fallan”; y Brasil, 8.500 millones de euros en helicópteros franceses de última generación. Hasta Perú, Ecuador y Bolivia, metidos en esa zona de candela colombo-venezolana, se han lanzado a la compra de armamento.
Y los perros de la guerra, dichosos, facturando.

Epílogo

Acabo de leer un sesudo artículo de Miguel Guaglianone de ‘Barómetro Internacional’, especial para ARGENPRESS.info.
Tras analizar con mucho tino lo que él, a manera de interrogante se pregunta en el artículo… “¿Cuál y cómo será el próximo conflicto?: Perros de la guerra”, concluye que (…) “Muchos de los puntos de tensión han “aflojado”. Y en una muy apretada síntesis (mía), destaca: (1) la distensión colombo-venezolana; (2) La invasión a Somalia se encuentra demorada o suspendida; (3) Las coreas parecen estar de acuerdo en no caer en la posibilidad de un enfrentamiento armado; (4) El devastador invierno en Pakistán, donde entre seis y ocho millones de personas quedaron a la intemperie, sin comida ni ningún tipo de atención, ha provocado de hecho un alejamiento de toda posibilidad de conflicto; (5) La retirada de Estados Unidos de Irak y, (6) Los acercamientos entre Israel y Palestina que, aunque sin mucho entusiasmo, de todas maneras alivia la tensión en la franja de Gaza.
La macabra conclusión de Guaglianone, es que (…) “Aparentemente vamos directo a un conflicto en Irán, un conflicto convencional que constituiría una peligrosa aventura para los Estados Unidos e Israel. Un conflicto con resultados muy difícilmente previsibles”.
Quizás Guaglionone terminó su artículo sin que hubiera aparecido la más sutil, provocadora y eficiente gasolina al eterno conflicto entre Occidente y el Islam: un desconocido pastor de una pequeña iglesia evangélica de Florida –Terry Jones- ha saltado a la cresta de los mass media, al proponer que el próximo sábado, novena conmemoración del 11S, se queme el Corán frente al sitio en donde una vez se elevaba el orgullo del “Destino Manifiesto”: las Torres Gemelas.
Fue precisamente un poeta judío, Heinrich Heine, quien dijo que “Donde los libros son quemados, al final la gente será quemada”.
El diario GARA, se refiere a este hecho en contundente epílogo: (…) “El Corán es el libro sagrado depositario de la historia, la identidad y los valores del mundo islámico. No serán pocos los que prefieran quemarse vivos o inmolarse antes de ver el Corán quemándose. No se trata de un pastor más o menos en sus cabales. Poderosas agendas, en ambas partes, están utilizando estas cuestiones altamente inflamables y emocionalmente explosivas para alimentar una política fundamentada en el paradigma de un conflicto abierto entre Occidente y el Islam, con fines que nada tienen que ver con el espectro religioso”.

3 de septiembre de 2010

Vuelve el "Bolígrafo"

“Todo pasa y todo queda”, dice Serrat en una de sus aplaudidas interpretaciones extraídas de la pluma del filósofo español Antonio Machado.
Es el caso del llamado “Bolígrafo” (así con mayúscula), expresión con la que se describía en la política colombiana, la conformación de las listas en las jornadas electorales de antes de la Constitución del ’91 que introdujo el llamado “voto preferente”.
En verdad, el voto preferente fue recibido con aplausos en la galería, pues, le daba la oportunidad a los electores de votar por el candidato de sus preferencias, independientemente del puesto que ocupara en la lista del Partido. Era lo contrario del bolígrafo con el que los llamados “Caciques” imponían a sus “guerreros” preferidos, ubicándolos a la cabeza de la lista o en renglones fuera de peligro. Así que los primíparos tenían que empezar de la cola hacia arriba hasta que, al cabo de una larga tarea de “cargar ladrillo”, podían ir subiendo hasta coronar.

Vuelve y juega

El bolígrafo vuelve y juega, enganchado a la reforma política que se está cocinando en la Comisión Primera del Senado en busca de depurar de dineros sucios las elecciones de gobernadores, alcaldes, diputados y concejales del año entrante.
Resulta que el voto preferente, en vez de seleccionar a los mejores y los preferidos del electorado, terminó por imponer en las administraciones seccionales y locales a unos testaferros del poder económico –en su mayoría- que terminaron corrompiendo con tejas, ladrillos, comida y pola a los electores. A tal punto llega la corrupción que ahora las campañas no se miden por las propuestas políticas sino por la cantidad de plata que fulano o zutano tenga disponible para la elección. Es decir, las elecciones hoy en día no se ganan sino que se compran… Y se pagan después con contratos.

Se vende canapé

Se dice también con sarcasmo que cuando el cornudo descubre el engaño de la mujer pone en venta el canapé que servía de tálamo.
Es así. Las autoridades electorales y las de vigilancia y control, que son muchas: la Registraduría, el Consejo Electoral, la Procuraduría, la Fiscalía, el Defensor del Pueblo y las personerías municipales, no pudieron, no quisieron o hicieron manguala con los corruptos y, en vez de meterlos en cintura, lo que se decide ahora es…volver al viejo vicio que intentó corregirse con el voto preferente.
La Unidad Nacional (de aquí en adelante, la aplanadora de Santos), está tan decidida a dar marcha atrás en este campo, que ahora se habla de una reforma política de un solo artículo: la eliminación del voto preferente (o sea el retorno al bolígrafo), con el fin de que pueda surtir los cuatro debates en la presente legislatura; darle los otros cuatro en la legislatura del año entrante y ponerla en vigencia en las elecciones seccionales y locales del 2011.
En este orden de ideas, veremos resurgir también los directorios departamentales y municipales de los distintos partidos, porque de ellos dependerán la conformación de las listas cerradas o únicas, y los avales de las próximas elecciones.
“Caminante no hay camino”, llama esta canción del “Todo pasa y todo queda…

31 de agosto de 2010

No permitas que te frustren

No permitas que nadie
le diga NO a tus sueños

Sin entrar a analizar qué tanto y en qué dirección ha cambiado Colombia tras la expedición de la Constitución del 91, lo que todavía puede recogerse como ejemplo es la decisiva participación en ese magno evento de los jóvenes, la mayoría estudiantes, que lograron la inclusión de la llamada ‘Séptima Papeleta’ en las elecciones parlamentarias de ese mismo año en que se aprobó la convocatoria de la Asamblea Constituyente.
A esos jóvenes los movió el cataclismo político de los años 80, encendido por el tristemente célebre narcotraficante, Pablo Escobar, que culminó en 1989 con el magnicidio de su líder, Luis Carlos Galán.
“Misión cumplida”, podrían decir los estudiantes de entonces… ¿Y los de hoy, qué dicen?...
Porque resulta evidente que si hoy no levantamos cuerpos de mártires ilustres, sí asistimos al desvelamiento de fosas comunes –la de la Macarena, por ejemplo- con miles de NNs que al igual que Galán, han derramado su sangre por clamar por un país “más justo y más igualitario”, como reza la cantinela electoral.
El triste legado del narcotráfico de los ‘80 nos arropa, y basta mirar al Congreso, untado hasta los tuétanos de “honorables” que han vuelto a asomar su cabeza por encima de la dignidad nacional, alcanzando con el PIN (reducto y herencia de la desvergüenza legislativa que anda por fuera de las cárceles), un escaño en el Consejo Nacional Electoral, aplastando las aspiraciones y el derecho constitucional del único partido declarado en oposición: el PDA.
Es, por demás, un demo bien diciente de la “Unidad Nacional” de Santos que, a diferencia de Uribe, no sólo cuenta con las mismas fuerzas que le empujaron su aplanadora, incluyendo al repatriado Cambio Radical de Vargas Lleras, sino con la doble (hablando en términos mecánicos) del Partido Liberal, sin contar los escarceos políticos, no bien disimulados, de visibles figuras del Polo y los Verdes.
En este vuelo de la Unidad Nacional, a los del Polo debieran encenderles esa alarma de los aviones cuando se aproximan turbulencias: ¡Fasten your belts!
Lástima grande que la Ola Verde, junto con su Girasol, no hayan sido más que flor de un día, al parecer y esto es lo macabro, creación de los medios de comunicación para capitalizar momentáneamente la inmensa inconformidad social que a lo largo de ocho años había acumulado el régimen de Uribe.
Por eso resulta interesante la conmemoración anual que de este símbolo conocido como la “Séptima Papeleta” hace la fundación que lleva su nombre, dedicada a fortalecer el espíritu cívico de las nuevas generaciones y a mantener su compromiso en el debate público.
El asunto es que la presencia de los estudiantes y los jóvenes en la vida nacional no debe circunscribirse solo a esporádicas manifestaciones en las que la violencia, inducida a veces por las mismas fuerzas del orden, termina por imponer la foto de primera página, el video en las pantallas de los noticieros o el perifoneo matutino de los medios radiales.
Los jóvenes tienen otros caminos a su vera que deben transitar en busca del poder que es lo que finalmente mueve toda conducta humana. Entre otros, la Fundación Líderes y Emprendedores que orientan destacados protagonistas de la Séptima Papeleta del 91 (como la periodista Claudia López), quienes con el apoyo de la revista Semana, acaban de concluir el llamado Foro de Bogotá 2010 con una nutrida participación de 1.700 estudiantes universitarios de todo el país.
El próximo encuentro de los universitarios alrededor de esta fundación será en Pereira y ojalá que hasta entonces les acompañe esa estrofa de J. Balvin que les amenizó el cierre en Bogotá cuando dice: “No permitas que nadie le diga NO a tus sueños. Cada vez que te cierren una puerta, que sea gasolina que te impulse a perseguir lo que quieres, siempre hacia arriba”.

27 de agosto de 2010

Sangre cafetera a lo Santos

Juan Valdez está cumpliendo 50 años y anda por el mundo con una marca de café en la mano entregándosela a todo el que lo saluda, con el INRI de no poder decir nada porque le tienen prohibido dar declaraciones.
Parece que todavía buena parte de los colombianos creen que somos un país cafetero y que el café sigue siendo nuestro principal producto de exportación, o que la Federación sigue siendo esa sombrilla bajo la cual pelecharon no solo ‘el caturra’ sino los elegidos de la clase política gobernante como el delfín de la casa Santos. Es tan así, que en la celebración de estos 50 de Juan Valdez, el Presidente dijo que llevaba en las venas “sangre cafetera”, no de la que derramaron en los surcos del viejo caldas los campesinos y las ‘chapoleras’, sino de la que probablemente todavía le queda de sus dorados años en Londres.
Ciertamente la economía cafetera fue una época dorada, incluso para los campesinos de pata al suelo que salían de sus fincas con su arroba de café a mercar, porque el grano era “moneda corriente” y en cualquier tienda de pueblo se lo compraban o se lo cambiaban por lo que pidiera.
Esa vida –y la misma cultura cafetera- es cosa del pasado. En 1989, siendo Gerente Comercial de la Federación de Cafeteros, Juan Camilo Restrepo (hoy ministro de Agricultura), se dejó romper el pacto de cuotas que permitía la estabilidad de los precios, y se le entregó al libre mercado. Las consecuencias no se hicieron esperar. Pocos días después los precios del grano cayeron aceleradamente hasta niveles nunca sospechados. Hoy, según los datos más recientes, la cosecha cafetera cayó de 12 a 8 millones de sacos, y así mismo las exportaciones, con lo que, los buenos precios del momento (US$2,37 la libra), sólo están beneficiando a los ‘pulpos’ que pudieron sobrevivir a la voraz competencia del mercado.
El “Juan Valdez”, ese que según el presidente Santos debiéramos ser todos los colombianos, ya ni siquiera abastece la demanda interna, pues, actualmente estamos importando 500.000 sacos del mercado internacional.
Por supuesto, esta hecatombe cafetera, que llevó a la ruina a millones de familias campesinas, no se dio silvestre ni intempestivamente. Los índices comenzaron a deteriorarse aceleradamente a partir del momento en que le entregamos al mercado la economía cafetera, y en general, la de todo el país.
¿Y, quién responde? Nadie, porque en este país al perderse la memoria histórica se ha perdido también la responsabilidad política. Por ahí se oye en el eco de estos 50 de Juan Valdez que el gobierno nacional y el gremio cafetero llegaron a un acuerdo para aprovechar la bonanza del momento.
¡Aleluya! No se requiere ir al oráculo de Delfos para descubrir la demagogia del acuerdo, pues, mal podría esperar el país que los daños a la economía cafetera (y a la economía en general), se puedan reparar con las mismas teorías que los provocaron.
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A propósito, no parece ético ni legal que se haya usurpado comercialmente un ícono que fue creado como símbolo de la caficultora nacional. La marca pudiera demandarse como un robo a la Federación.

26 de agosto de 2010

El motor de las contradicciones

Jorge Majfud
Escritor uruguayo
Tomado de GARA 26/08/10
http://www.gara.net/index.php

Las diferentes tendencias ideológicas ligan el valor de las contradicciones a sus adversarios «sin advertir la naturaleza diversa de las contradicciones, como las bacterias», afirma el autor, el cual sospecha que, sin embargo, no habría historia sin cierto tipo de contradicciones sustanciales, y se muestra convencido de que en los individuos «las contradicciones son una condición humana», y en los pueblos «abren y cierran caminos».
Siempre que nos enfrentamos a un fenómeno físico o cultural buscamos en el aparente caos de datos y de observaciones el orden subyacente que lo explica. Una paradoja, por ejemplo, es una contradicción aparente que exige el descubrimiento de su lógica interna, la proeza intelectual, según Ernesto Sábato, de advertir que «una piedra que cae y la Luna que no cae son el mismo fenómeno».
La unidad y el orden han sido premisas en casi todas las teorías y cosmogonías a lo largo de la historia humana. La palabra «cosmos», de origen griego, significa «orden» (maat para los antiguos egipcios). En numerosos mitos cosmogónicos el universo surge del caos, incluso en aquellos que afirman la intervención de un Creador personal. Para la tradición judeocristianomusulmana, el bien es la unidad, Dios, Uno. El demonio era el Heterodoxo o era la dualidad, el dos, la maldición de lo femenino que lo masculino, el tres, repara (Dorneus, 1602).
Sin embargo, sin el conflicto, sin la dualidad y la diversidad no hubiese historia bíblica ni hubiese Dios creando el mundo. Los conflictos y las contradicciones son un atributo de la diversa narrativa bíblica que nunca sería reconocido por un creyente tradicional.
Desde un punto de vista teológico, también la dualidad, la creación y el pecado, el Bien y el Mal inevitablemente surgen del Uno, Dios. Lo mismo podemos entender de las religiones asiáticas. No así las religiones amerindias, sobre todo las prehispánicas, donde el conflicto es, de forma explícita, combustible del Cosmos, orden casi amoral del equilibrio de lo diverso y de los opuestos.
La ciencia moderna, surgida del neoplatonismo de los copérnicos y los galileos, no podía ser una excepción. Einstein se maravillaba que el mundo sea inteligible y nunca dejó de buscar la teoría que unificara el macro y el microcosmos y evitara el juego de probabilidades e incertidumbres. Uno de los principios de esa razón inteligible es el principio de unidad, que no permitía a la naturaleza (mejor dicho, a las representaciones de la naturaleza) afirmaciones contradictorias. Algo no podía ser y no ser al mismo tiempo, como la luz no podía ser onda y fotón a principios del siglo XX.
Stephen Hawking, en «A Brief History of Time» (1988), resolvió estas perplejidades epistemológicas con una tautología: «vemos el universo de la forma que es porque existimos». El Universo posee un orden del cual extraemos leyes generales o las leyes generales, las teorías y hasta los actos de fe, son la forma que tenemos los humanos de relacionarnos con ese Universo diverso, cúmulo caótico de impresiones sobre nuestros sentidos.
Ahora, en la naturaleza física las contradicciones son apenas fuerzas opuestas. En filosofía clásica las contradicciones eran pruebas de un razonamiento defectuoso cuyo nombre ha pasado a la lista de palabras obscenas. En la naturaleza psicológica las contradicciones son expresiones de represión.

Pero para la historia, quizás las contradicciones sean el motor creador.

Los ejemplos abundan. Norman Cantor ha observado en «The American Century» (1997) una incompatibilidad sustancial entre el marxismo y el modernismo. Como la teoría de Charles Darwin, el marxismo es heredero no sólo del heguelismo sino del pensamiento victoriano en general desde el momento en que explica un fenómeno recurriendo a su historia. La Modernidad o, mejor dicho, el movimiento moderno de finales de siglo XIX y principios del siglo XX representado particularmente en el Art Nouveau y las vanguardias que le siguieron, desde el futurismo hasta el surrealismo, es una reacción «por agotamiento» del pensamiento y la moral victoriana. El pensamiento victoriano se funda en el historicismo y su miedo y reacción ante el caos de las primeras etapas de la Revolución Industrial -pobreza, criminalidad y diversos movimientos sociales- funda la policía moderna y la moral rígida, al menos en el discurso, el sermón y el castigo.
El pensamiento moderno no. Fue parricida; por momentos pretendió establecerse como una nueva historia y una nueva naturaleza, como una fórmula matemática que es producto de una larga historia pero no la reconoce en sí misma ni la necesita para evidenciarse verdadera.
El marxismo y el pensamiento moderno, el primero de raíz victoriana (lo cual es por lo menos otra paradoja) y el segundo antivictoriano, antiautoritario por lo que tenía de iluminista, fueron socios en su ataque al orden burgués y conservador, sobre todo en el siglo XIX y hasta el tercer cuarto del siglo XX. Sin embargo este conflicto se evidencia con la condena al arte moderno y al resto del pensamiento moderno luego del triunfo de la revolución rusa de 1917 y, sobre todo, del posterior estalinismo que condenó las vanguardias y la libertad creadora del individuo moderno.
El arte y el pensamiento moderno apuntaron contra el poder establecido de los estados, se enfocaron -aquí el aspecto romántico del que carecía la mentalidad victoriana y el marxismo científico- en la subjetividad y la libertad del individuo sobre las fuerzas deterministas de la historia, de la economía o de la religión.
En el siglo XX, sobre todo en América Latina, podemos encontrar esta unión conflictiva de ambas fuerzas. Bastaría con leer las acciones y toda la obra escrita de Ernesto Guevara y de los intelectuales de izquierda más importantes del continente: el modernismo en la valoración de la libertad creativa del individuo y la época victoriana en el valor de la moral sobre las condiciones económicas; la realidad de cierto determinismo económico en la cultura popular que hunde sus raíces en el marxismo y el romanticismo del individuo que quiere ser pueblo pero ante todo es un individuo vanguardista. La razón marxista del progreso de la historia a través de una clase industrial, proletaria, y la valoración del origen perdido, de los valores agrícolas propio de los pueblos originarios.
Éstas y otras contradicciones serán valoradas por los militantes de izquierda como inexistentes o circunstanciales o propias de un contexto contradictorio, como lo es el capitalismo y el orden burgués. Y como defectos de la narrativa política e ideológica, por la derecha. Todos unirán el valor de las contradicciones a sus adversarios sin advertir la naturaleza diversa de las contradicciones, como las bacterias o los tipos de colesterol.
Sospecho que no habría historia, de la buena y de la mala, sin cierto tipo de contradicciones sustanciales.
En nosotros, los individuos, las contradicciones son una condición humana. En nosotros, los pueblos, las contradicciones abren y cierran caminos, provocan revoluciones y largos períodos de statu quo.
¿Qué seríamos sin nuestras contradicciones? ¿Quién puede reclamar una perfecta coherencia en su vida y en sus ideas? ¿Qué sería la historia sin esa permanente tensión que la mantiene en marcha, en un estado de fiebre inestable, siempre en búsqueda de la lógica de la perfecta coherencia, que es el mayor de todos los delirios?

24 de agosto de 2010

Noticias de otra parte

El Estado español, que tanta influencia tiene sobre nuestras vidas y conductas en Colombia, acaba de culminar un exitoso proceso de negociación que le permitió rescatar con vida, de manos de declarados terroristas, a dos importantes miembros de la sociedad española.
El suceso viene al caso, junto con los hechos que le precedieron (como el pago de un abultado rescate y la liberación de un importante activista de Al-Qaeda), en momentos en que, henchido el pecho y altiva la cerviz, el ministro de Defensa de Colombia, Rodrigo Rivera, se apresura a dictar norma de conducta a UNASUR en torno a la solicitud de una audiencia de las FARC para intentar reabrir la vía política del diálogo de paz en Colombia.
El diario GARA (http://www.gara.net/index.php), en su edición de hoy 24 de agosto, registra el hecho en los siguientes términos:
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Desenlace feliz del secuestro de Pascual y Vilalta.
Al-Qaeda libera a los cooperantes tras nueve meses de negociación.

268 días después de que fueran secuestrados por Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), los miembros de la ONG Barcelona Acció Solidària Roque Pascual y Albert Vilalta fueron rescatados y viajaban ya ayer a casa. En una breve intervención para felicitarse por la noticia, el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, no hizo ninguna referencia a ello, pero diversas fuentes aseguran que se han pagado entre 5 y 10 millones de euros como rescate.
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Y, a renglón seguido, el diario catalán suelta este editorial que es el que, a juicio nuestro, nos debe poner a pensar en estas latitudes latinoamericanos en donde diversos grupos revolucionarios, con mayor o menor énfasis en unos y otros países, persisten en empuñar las armas como único medio –según ellos-, de presionar el cambio de las cosas que ciertamente no son buenas, o mejor, están muy mal llevadas, al decir de tirios y troyanos, esto es, desde una honesta perspectiva de derecha hasta el apasionado análisis de la izquierda:
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Dogmas y lecciones de un desenlace feliz

Los cooperantes catalanes de la ONG Barcelona Acció Solidaria, Roque Pascual y Albert Vilalta, fueron liberados ayer tras 268 días de secuestro a manos de Al Qaeda del Magreb Islámico. El feliz desenlace de este secuestro ha confirmado que se han satisfecho ciertas demandas políticas y económicas de los secuestradores. Y a su vez, vuelve a destrozar el mito, que algunos quieren elevar a categoría de dogma, que dice que el estado «no negocia con terroristas» y «nunca cede al chantaje». La entrega del considerado cerebro del secuestro, Omar Sahraoui, desde Mauritania a su país natal, Mali, y el pago de un rescate millonario, que es un secreto a voces, así lo atestiguan. El Estado español ha cumplido con lo que pedían los secuestradores; económicamente con el pago del rescate, y facilitando mediante presión diplomática el cumplimiento de la demanda política, el traslado del cerebro de la operación. No lo confirmará, como no lo hace ningún estado, pero sí lo ha hecho, como lo han hecho todos los estados.
Canadá, Austria o Alemania ya habían actuado de la misma forma cuando sus ciudadanos estaban en poder del mismo grupo. Israel negocia con Hamas la liberación de su soldado Shalit o con Hizbulah la recuperación de los restos óseos de sus pilotos derribados. Estados Unidos negocia y paga a Abu Sayyaf por la liberación de sus misioneros en Filipinas; Corea del Sur, China o los armadores vascos negocian y pagan a los piratas somalíes. Los ejemplos no tendrían final posible. Y demuestran que cuando se trata de resolver problemas, la negociación y el hacer concesiones son instrumentos de sentido común y, no por ser negados u ocultados, ampliamente utilizados.
Hoy es un día para celebrar la suerte de los dos cooperantes catalanes. La fortuna, sin embargo, es una rueda cuyo movimiento nunca deja gozar largo tiempo de felicidad. Volverán a producirse hechos de este tipo. Que la cultura de la negociación se imponga siempre a los dogmas y tabúes de estado. Lo celebraríamos todos.
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Epílogo
En nuestro caso colombiano, podría agregarse al editorial de GARA, la liberación del canciller de las Farc, Rodrigo Granda, como anticipo de la liberación de Ingrid Betancourt que finalmente parece que, inclusive con la venia de las Farc, se disfrazó de ingenioso rescate (Operación Jaque) que ya anda por ahí en el celuloide, como se le decía antes a la industria de Hollywood,

23 de agosto de 2010

Sacando las uñas

Quizás, el presidente JM Santos deba su elección más a Pastrana que Uribe. Quizás, también, ello explica el porqué la alta cuota que “sin querer queriendo”, ha alcanzado en el nuevo gobierno el ex presidente Pastrana.
Es evidente que la nueva administración arranca dominada en partes muy sensibles de la formación de gobierno por la élite pastranista: Juan Carlos Echeverri, en Hacienda; Juan Camilo Restrepo, en Agricultura; Hernando José Gómez, en Planeación y, si nos apuramos, el mismo presidente Santos quien fue su ministro de Hacienda.
En la trama de la política cruzan caminos que sólo la especulación explica y la historia recoge como hipótesis… Nada más.
En ese orden de ideas, al caer el referendo reeleccionista que daba a Uribe una segunda oportunidad de reelección, saltaron del partidor aspiraciones presidenciales que se mantuvieron represadas a lo largo de –y largos- ocho años. Era un manojo de candidatos sedicentes uribistas mientras Uribe mantuviera el cetro… Nada más.
El único realmente uribista hasta los tuétanos –y es aquí donde empieza la trama- era “Uribito”, ese ministro de Agricultura que al cabo del tiempo pocos recuerdan ya por su propio nombre de Andrés Felipe Arias.
Todos los demás; Santos, Noemí y Vargas Lleras tenían –y tienen- su historia antiuribista: Santos le hizo oposición desde el predio liberal hasta que lo reclutó a su cauda; Noemí llegó a decir que elegir a Uribe era elegir a Carlos Castaño (el poderoso paramilitar) y, Vargas Lleras se atravesó como ningún otro a su reelección, al punto de jugarse un retiro anticipado del gobierno, lo que le costó un ojo de la cara, metafóricamente hablando y, literalmente, dos dedos de la mano.
En algún momento de la campaña estos aspirantes tuvieron que llegar a la lapidaria conclusión de que el candidato a derrotar era Uribito, y por nock out en el primer round, si de verdad querían ganarle el pulso a Uribe.
La especulación que sigue es sencilla: si Uribito hubiera ganado la consulta interna del conservatismo a Noemí, es indudable que las fuerzas uribistas se habrían ido con Uribito antes que con Santos… Y, colorín colorado, el cuento para el delfín de El Tiempo, habría terminado.
En el escenario entra entonces Pastrana. Agrupa a sus insobornables generales en torno a Noemí. La lucha se torna cerrada. Casi, casi de hecatombe. Finalmente, en alguna mesa electoral del Valle, precisamente donde el gobernador Abadía jugo su corazón a Uribito y le costó el puesto, a Noemí le aparecieron los “milagrosos” 33 mil votos con los que derrotó al clon.
De aquí en adelante, la historia ya resulta lógica: Uribe- Santos conforman un matrimonio de conveniencia, es decir, a la fuerza y por sólo tres meses que durará la campaña. Por eso, al llegar a la Presidencia, Santos empieza a desprenderse del cohete-madre como las cápsulas espaciales cuando alcanzan la órbita. Ahí se mantendrán algunas formalidades, como resultan ser esos encuentros sociales entre parejas divorciadas… Nada más…
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Sacando las uñas: Mientras mis asesores están siendo llamados al nuevo gobierno, los de Uribe están siendo llamados a indagatoria: Andrés Pastrana.

19 de agosto de 2010

Beethoven es un perro y Miguel Ángel un virus

Así va el mundo

La sociedad presente está construyendo un ser humano sin memoria histórica; un ser humano sin vínculos emotivos con sus predecesores más inmediatos, lo cual significa la construcción de un ser humano sin ataduras morales y éticas; un ser humano que se inventa cada día a semejanza e imagen de las circunstancias, del vaivén y de la idolatría y culto a la persona. Es decir, un ser humano más mercado que humano.
José Saramago, el recién desaparecido de la vida; de esta vida que se va transformando en algo light como la coca cola y el sexo, decía: “Hay qué recuperar, mantener y transmitir la memoria histórica porque se empieza por el olvido y se termina en la indiferencia”.
Bueno, indiferencia es la escala superior y más despectiva del olvido porque, indiferencia es todo aquello que nos rodea sin que tengamos en mente su presencia; sin que le demos ni siquiera al desgaire una mirada.La indiferencia que tenemos, por ejemplo, por el medio ambiente que nos rodea o por el otro que pasa al lado.
Y en este proceso, la sociedad colombiana sí que ha avanzado en la indiferencia: ya nos importa un bledo la constante violación de los derechos humanos; el hallazgo impresionante de fosas comunes con miles de NNs; la guerra territorial de las bandas criminales en las principales ciudades del país; el despilfarro y robo de los dineros públicos por parte de los gobernantes; el desempleo, la salud, la vivienda, la dignidad y el honor.
Somos tan indiferentes a todo esto que hemos dejado pasar un proceso electoral de la mayor importancia y oportunidad para enmendar la plana, y lo que hemos convenido es renovar en ese marco del mal gobierno a otros actores con el mismo libreto.
Pero como dicen… “mal de muchos, consuelo de tontos”…
Ese proceso de desmemorización histórica resulta universal, pues, no sólo se presenta en el barrio Eduardo Santos de Bogotá en donde a raíz de la elección del presidente Juan Manuel Santos le preguntaban a sus habitantes si sabían quién había sido el presidente Eduardo Santos (1938/1942) y no tenían ni idea, sino que los universitarios de Estados Unidos creen que Beethoven es un perro y que Miguel Ángel es un virus de ordenador, según acaba de divulgar la lista 'Mindset' (modo de pensar).que viene haciéndole un seguimiento a estas cuestiones desde 1998.
Que horror: nunca pudimos precisar bien de dónde venimos y ya ni siquiera nos interesa saber quiénes somos…

12 de agosto de 2010

¡Terroristas!: ¿Quiénes son y qué diablos quieren?

Ahora no nos vengan a decir, ni siquiera como hipótesis, que el carro-bomba que estalló esta madrugada en las instalaciones de Caracol-Radio fue puesto por las Farc.
Un principiante en investigaciones comenzaría por sorprenderse que a los pocos días de concluir los ocho largos años del gobierno de la “Seguridad Democrática”, subsista un grupo terrorista con la logística capaz de llegar hasta el corazón de la capital colombiana; y hasta el corazón mismo del imperio radial más importante del país; poner un carro-bomba y desaparecer sin más ni más…
Atando cabos, ese principiante podría interpretar el hecho como un “saludo” al nuevo gobierno de Santos que ha dado puntadas hacia un rápido distanciamiento de su antecesor, a pesar de haber sido su principal elector.
Y, una tercera suspicacia holmesiana es que el acto terrorista haya ocurrido pocas horas después que Santos-Chávez estrecharan sus manos en señal de paz.
A partir de estas suspicacias surgen inevitablemente cavilaciones más profundas que sólo podrían formularse como preguntas en ausencia de información confidencial y buena fuente:
¿Y si no fueron las Farc, entonces quién?
¿Quién quiere saludar en forma tan macabra al gobierno del presidente Santos?
¿De qué “Seguridad Democrática” nos hablaban en el pasado gobierno?
¿Tiene algo que ver esto con el evidente distanciamiento Santos-Uribe?
¿O, tiene más bien qué ver con el acercamiento Santos-Chávez?
¿La rápida reconciliación de Chávez con el nuevo gobierno es un mensaje al mundo de que “el palo en la rueda” era Uribe?
¿O, tiene que ver algo con la muy próxima sentencia de la Corte Constitucional declarando inconstitucional el Acuerdo Uribe-Bush sobre las bases militares en Colombia, en aviso de que Santos pueda “flexibiliar” el Convenio?
¿O, quizás también tenga algo que ver este mensaje con el hecho de que tanto Colombia como Venezuela hayan privilegiado a UNASUR en su pasado encuentro presidencial, en evidente mensaje al Imperio de que sin su intromisión también pueden arreglar sus cargas?
¿Y si no quiere decir nada de lo anterior, entonces qué diablos quiere decir?
Se reciben respuestas en oquinteroefe@yahoo.com

10 de agosto de 2010

Con los dedos cruzados

Es impensable una guerra a punta de misilazos entre Colombia y Venezuela. Eso no cabe ni en la cabeza más calenturienta –sin hablar de Uribe.
Pero, que no se dispare un solo tiro, no significa que muchas personas puedan morir –o ya estén muriendo- de hambre a cuenta de un nacionalismo insano puesto en boga por Uribe-Chávez y/o Chávez-Uribe. Es decir, unas veces el uno, otras el otro. Las relaciones colombo-venezolanas entre estos dos enfermos de opinión popular, fueron utilizadas para cultivar el más crudo y peligroso instinto del ser humano: el fanatismo.
Resulta evidente que la salida de Uribe comenzó a apaciguar los ánimos de Chávez, al punto que anda echando candela contra las Farc… Y eso es bueno, porque, ¿quién duda hoy que Uribe en el fondo tenía razón al reclasificar la insurgencia colombiana devenida en grupos de terroristas y narcotraficantes?
Pasada la página de Uribe –y ojalá lo más pronto posible la de Chávez-, Colombia y Venezuela tienen que formalizar sus relaciones, no porque se quieran mucho, sino porque la simbiosis establecida entre los dos resulta insuperable.
Es inexplicable la pasividad de los industriales y comerciantes colombianos frente a este tema, que confirma, además, la pusilanimidad que se ha apoderado de la dirigencia nacional.
Yo –y usted-, me imagino la “descabezada” que el sector privado estadounidense le pegaría a Obama el día en que por cualquier gracia nacionalista ponga en riesgo el comercio con la China, del cual depende hoy en día como el pez del agua.
Aquí no pasó nada, aunque todo pasó: las exportaciones a Venezuela cayeron de 6.000 a 4.000 millones de dólares entre el 2008/09; y en lo corrido del 2010, la caída va por arriba del 80 por ciento.
Entre los sectores más afectados se encuentran los de confecciones, autopartes, textiles, cosméticos, perfumería, carne, leche, derivados lácteos y en general las llamadas exportaciones menores. Mención especial merece el sector automotriz por constituir un verdadero record Guiness “irrepetible” –como el mismo Uribe- al decir del presidente del Congreso, Armando Benedetti: las exportaciones de automóviles y camiones pasaron de 45.000 unidades en el 2007 a 0 (SÍ, CERO) unidades en el 2009.
Vimos todos al presidente de la ANDI en repetidas ocasiones decir que la caída del comercio con Venezuela era fácil de sustituir con otros mercados. El más ilustre vocero de los empresarios colombianos debe saber lo difícil que resulta –y más en este mundo globalizado e internacionalizado- abrir y sostener nuevos mercados. La realidad es tozuda: de esos casi 4.000 millones de dólares que se han perdido en el comercio con Venezuela en los últimos dos años, sólo unos 20 o 30 millones se han podido reponer con mercados sustitutivos.
Estos “ilustres” dirigentes del sector privado también debieran estar de salida…
Buena parte del alto desempleo que registra el país –12%, la tasa más alta de Latinoamérica- se debe a la pérdida del mercado venezolano.
Por eso, esa comunidad empresarial y esos millares de desempleados colombianos, deben tener los dedos cruzados hoy rogando a Santos-Chávez que arreglen el problema “civilizadamente”, como dice la gente, y no a los gritos de “quédese, sea varón” o “lárgate pa’l carajo”, que fue la tónica de ayer entre estos atizadores de vanidosas hogueras.

4 de agosto de 2010

El legado de Uribe

Dentro de poco terminará oficialmente el gobierno del presidente más popular de todos los tiempos que haya ocupado el solio de Bolívar en Colombia: Álvaro Uribe Vélez. Ese sólo hecho podría catapultarlo a la historia sin más comentarios.
Su legado indiscutido entre sus fan –y el más discutible para mi- es la seguridad democrática, entendida ésta como cada quien quiera entenderla y acomodarla a su propia circunstancia, conveniencia e inteligencia. Una clara definición de esta ‘Seguridad Democrática’ podría ser algo tan maquiavélico y anticristiano como que el fin justifica los medios. Algo que en términos castrenses como los que rigieron al país en estos ocho años que han pasado a llamarse “la era de Uribe”, podría calificarse como el gobierno de… primero los resultados antes que las reglas. Y eso le bastó para pasarse por la faja –como se dice vulgarmente hablando- toda la cultura ética y moral, y la estructura jurídica de este país que acaba de cumplir dizque 200 años de independencia.
Se que no resulta agradable la comparación, pero la despedida que los colombianos del montón le están dando a Uribe, a pesar de los escándalos de sus allegados, de sus familiares y de él mismo, es muy parecida a la despedida bañada en lágrimas que los antioqueños dieron a Pablo Escobar, el capo de capos de todos los tiempos a quien, pese a todo, aún le llevan flores al cementerio y prolongarán su recuerdo más allá de Gardel.
Uribe vivirá en el recuerdo de esos colombianos que hacen perdurable la historia porque la guardan en el corazón y la transmiten con candorosa ingenuidad de boca en boca hasta la eternidad… Pero si alguien pudiera amarrar su existencia a la longevidad de la misma historia podría contar que la gente de su tiempo adoró a Uribe a pesar de…
1.- Haber llegado a la Presidencia en el 2002 combinando todas las formas de lucha, especialmente la armada a manos de paramilitares que ahogaron en sangre a los opositores, cuyas tumbas a cielo abierto apenas empiezan a aflorar.
2.- Haberse tejido la idea de que la muerte “accidental” o el asesinato de otrora cercanos amigos suyos cuyas investigaciones murieron también en las gavetas judiciales (Pedro Juan Moreno, por ejemplo), se debieron a que sabían demasiado.
3.- Haber comprado mediante cohecho una reforma constitucional que le permitió su reelección en el 2006.
4.- El escandaloso enriquecimiento ilícito de sus hijos mediante el uso de información privilegiada, el tráfico de influencias y el favoritismo de autoridades que se plegaron a sus intereses por orden o insinuación del papá-presidente; o mera lambonería subalterna.
5.- Abrir las puertas del Palacio de los Presidentes a mafiosos (el alias Job –que se sepa hasta ahora), entrando por detrás a llevarle información o recibirle órdenes sobre el espionaje que montó contra la oposición, la Corte Suprema de Justicia, los periodistas críticos de su gestión, los sindicalistas inconformes y hasta contra sus propios servidores inmediatos.
6.- El pago de recompensas por manos amputadas como prueba fehaciente de traiciones entre guerrilleros que supera con creces la conquista del Viejo Oeste a manos de los pistoleros gringos.
7.- Las interceptaciones ilegales del DAS que servirán de guiones a los futuros cinematógrafos nacionales e internacionales hasta bien entrada esta centuria del XXI, y que estimularán el masoquismo de futuras generaciones de la misma forma y manera como nos atraen hoy las sangrientas historias judías y su dios protector; las conquistas romanas y, más acá para abreviar, los bombazos de Hiroshima y Nagasaki, el exterminio judío o las clamorosas y a veces glamorosas Brigadas Rojas…
8.- Los escándalos de las yidis-políticas (en plural) para resumir todo lo que fue la profunda corrupción que Uribe inoculó a un Congreso que prometió curar o cerrar.
9.- Los agros-ingresos-seguros (también en plural) para resumir todo el favoritismo clientelista que hasta última hora de su gobierno (literalmente hablando) se practicó.
10.- La entrega total de la soberanía nacional al Imperio estadounidense, prestándose además como pívot para golpear a los vecinos indisciplinados.
La más somera puntualización de la era Uribe resultaría extensa y no queda más que poner punto final en cualquier parte, en tratándose como es el caso, de una mera columna periodística.
Pero sería bueno –finalmente- preguntarle a los hombres sabios si en su inteligencia se explican la adoración popular a Uribe por parte de un pueblo que deja en el más alto desempleo del continente latinoamericano; con la pobreza manifiesta en uno de cada dos colombianos; con los enfermos muriéndose a la puerta de los hospitales por falta de atención médica; con una diáspora de 5 millones de desplazados; 30 millones de pordioseros viviendo de “Familias en Acción” y del Sisbén; ciudades como su propia Medellín en poder de las mafias o la Cali de hoy bañada en sangre.
Quisiera preguntarle a quien sepa responderme si la seguridad democrática de la que tanto se ufana no le dio ni para salir de Palacio a vivir en paz con su familia, como lo hicieron todos sus antecesores, y tener que refugiarse en un bunker de la policía con dos anillos de seguridad a su alrededor para que sólo tengan acceso al ex presidente los mismos que le rodearon como presidente que no fueron propiamente los colombianos de mayor pudor… de los que también habrá que abrir capítulos anexos a la historia de Uribe para que las futuras generaciones no se pierdan ni un detalle del candidato a la inmortalidad.
Mientras no se me explique este contrasentido, seguiré creyendo que el poeta Epifanio Mejía, el mismo que compuso ese hermoso himno antioqueño que dice (…) “llevo el hierro entre las manos porque en el cuello me pesa”, tenía razón cuando en sus atardeceres se paraba en el balcón de su casa en Yarumal diciendo… “Todos estamos locos, dice la loca, qué verdad tan amarga dice su boca”.

19 de julio de 2010

Vamos llegando a la sentencia preventiva

Se está abriendo paso en el mundo judicial de este sacro país del Corazón de Jesús y la Virgen de los Sicarios, la tesis de que sólo constituyen peligro para la sociedad colombiana los delincuentes comunes, y en especial los homicidas, pero sobre todo, aquellos que no tienen recursos con qué proveerse de buenos abogados; es decir, los que recurren por necesidad a los ‘defensores de oficio’. Todos los demás, no importa el delito que hayan cometido, son sujetos de la casa por cárcel. Es lo que se ha venido denunciando como “Justicia a la Carta”.
La juez que le dio casa por cárcel a Mario Aranguren (ex director de la Unidad Administrativa Especial de Información y Análisis Financiero –UIAF- del Ministerio de Hacienda), dice en la sentencia que como no se especificó qué peligro podía correr la sociedad en caso de que el sindicado no fuera recluido en una cárcel convencional, entonces era lo indicado darle la casa por cárcel.
Es una interpretación, ya no traída de los cabellos sino arrastrada de las greñas. El sentido común nos avisa que la casa por cárcel se concibió en el ordenamiento judicial, en primer lugar (que no debió haber sido lo más importante), como una medida para descongestionar las cárceles del país; y en segundo lugar (que debió haber sido lo prioritario), como sanción penal a aquellas personas que de alguna manera fortuita incurrían en algún delito que son, de hecho, muchas las personas que pueden caer en esta desgracia y muchos los casos a considerar.
La laxa interpretación judicial que se le ha venido dando al peligro social como atenuante de casa por cárcel, permitiría que mañana, el gerente del Banco de la República, demos por caso, pueda limpiar la bóveda del Emisor y una vez descubierto, y como de ahí en adelante no puede volverlo hacer, le dan la casa por cárcel porque, no pudiendo volver a cometer el delito, no constituye peligro para la sociedad.
Si aceptamos la tesis de que alguien puede tener casa por cárcel porque en la subjetividad del juez, ya no constituye peligro social, también tendríamos que admitir que sumariamente se pudiera llevar a la cárcel a alguien que potencialmente pudiera resultar un peligro social, porque en ambos casos, la justicia se estaría apoyando en una deducción y no en una comprobación de los hechos que deberían analizarse en su gravedad para determinar la reclusión en la casa o en la cárcel del condenado.
Mejor dicho, si por mera subjetividad se puede eximir de sujeto de peligro social a alguien, y en consecuencia asignarle un sitio de reclusión distinto al que por la gravedad del delito cometido debiera tener, por simple analogía se pudiera encarcelar a alguien sobre quien recayera sospechas de que constituye un inminente peligro social.
Ciertamente Aranguren ya no constituye un peligro social porque ya no es director de la UIAf, pero eso no atenúa el grave daño social que cometió al suministrar al DAS sin orden judicial, a sabiendas de lo grave que era, la información más secreta que persona alguna pueda tener, como es la confidencialidad de su patrimonio económico y sus movimientos financieros, y en especial en un país de guerras intestinas como Colombia,
¡Ojo!, juristas, que sobre esta peculiar interpretación del Código Penal, no les he visto opinar…
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Colofón.- Como contrasentido judicial es también que un monstruo criminal como ‘El Pingüino’, confeso de haber matado a 2.200 personas, esté próximo a salir ligeramente condenado en gracia de la ley de Justicia, Verdad y Reparación.

16 de julio de 2010

El concierto de Santos apenas comienza

Uno pudiera llamar locos a unos espectadores que en el preámbulo de un concierto empezaran a aplaudir la templada de los instrumentos.
Hay mucho entusiasmo mediático con el nombramiento de Juan Camilo Restrepo en el Ministerio de Agricultura; como hay mucho entusiasmo, también mediático, con el acercamiento de Petro a Santos sobre la base de comprometer al nuevo Presidente con una política de tierras que resarza a los campesinos de la vieja deuda que desde los lejanos años de sus ancestros aborígenes hasta hoy, los dueños del establecimiento han venido acumulando con ellos.
Me supongo que el entusiasmo de los opinantes mediáticos se debe más a la emoción personal y grupal que sienten por las nuevas caras en los carros oficiales, que en el caso de Juan Camilo proviene de otro trono, el de Pastrana (Hijo), que va pasando a la historia con más pena que gloria.
Si alguien con buen juicio nos dice que el desempeño de Juan Camilo como ministro de Hacienda fue bueno, obviamente desde el punto de vista social, en lógica esperemos también que sea bueno su ejercicio, socialmente hablando, como ministro de Agricultura.
En esos términos sociales de Juan Camilo como ministro de Hacienda, podríamos recordar que enfrentó la caída del UPAC (Unidad de Poder Adquisitivo Constante) decretada por la Corte Constitucional con ponencia del magistrado, José Gregorio Hernández, con la creación de otro UPAC (la UVR: Unidad de Valor Real), que hoy tiene a los deudores hipotecarios tan ensartados en una deuda sin fin como lo estaban antes; y que diseñó un plan de rescate financiero que le costó al Estado unos 12 billones de pesos de 1998, en vez de haber diseñado un plan de rescate social de los deudores hipotecarios que habría logrado con la mitad de lo que le costó el financiero.
Es difícil entusiasmarse con un neoliberal en el Ministerio de Agricultura, adelantando una política social agraria que por necesidad tiene que basarse en subsidios agrícolas y créditos de fomento (para los campesinos, se sobreentiende), que precisamente es lo que ha mandado a recoger el neoliberalismo en estos últimos 20 años, a pedido del FMI, el Banco Mundial y la OMC. Retornar a esa política, sería romper con la ortodoxia económica impuesta por estos organismos, y no creo que el entusiasmo llegue a tanto.
El caso Petro-Santos alcanza la misma connotación por el lado de Santos: un neoliberal que ha hecho neoliberalismo desde el inicio mismo desde su ya lejana carrera burocrática. No se por qué dicen que lo adoran en la Federación de Cafeteros ya que, en su ejercicio como representante de Colombia ante la OIC (Organización Internacional del Café), Estados Unidos le dio el golpe de gracia a esa organización que mantenía la estabilidad de los precios por fuera de la especulación del mercado. La OIC era a los países cafeteros, y Colombia era alternativamente con Brasil el primer país cafetero del mundo, como lo es hoy en día la OPEP a los países petroleros.
Si uno admite que Petro es inteligente (y Petro es inteligente), no se entiende entonces por qué se acerca a Santos dizque a que le compre el discurso de tierras. Eso es como comprar un tiquete al infierno y esperar ir al cielo. A no ser que Petro ande más bien en busca de un interés particular y haya puesto de mampara esta solemne y maltratada bandera social.
En su columna de El Tiempo (15-07-10), Hommes da unas puntadas muy sutiles sobre la difícil tarea que le espera a Juan Camilo, especialmente en el orden legal, si es que quisiera entregar parte de las tierras en poder de los narcos y los paramilitares a los campesinos.
En sus propias palabras, lean: (…) “La solución no es solamente un reto jurídico, sino que se ha convertido en un problema político porque los grandes propietarios temen que con ella se le abra un boquete al derecho de propiedad (que en Colombia ha sido mucho más sagrado que la vida). No se augura, entonces, que el Congreso facilite una solución. Pero si alguien puede lograrlo es Santos durante su luna de miel, porque cuenta con una mayoría abrumadora. Si a lo anterior se le suma que el ministro a cargo es un prestigioso conservador con aspiraciones presidenciales, es mayor la probabilidad de éxito del proyecto. Si este se traduce efectivamente en un programa exitoso de distribución de tierras a los campesinos con adecuado respaldo técnico y financiero, puede llevar a Restrepo a la Presidencia en un futuro”.
Y ahí es donde se equivoca Hommes. Nadie en Colombia ha llegado a la Presidencia porque lo quieran los campesinos, sino porque lo imponen a conveniencia los empresarios, entre quienes están, y por supuesto, los terratenientes con esa reverencia tan sagrada a la propiedad privada que hizo que en 1978 impusieran a Turbay por encima de Lleras Restrepo, a quien ya le habían revocado su reforma agraria mediante el Acuerdo de Chicoral con el que le pagó Pastrana (padre) todo lo que hizo, hasta robarse las elecciones, para que él fuera Presidente.
Colofón: cito con frecuencia a un locutor argentino que cuando la pelota pega en el palo y la gente se levanta a celebrar, con el mismo entusiasmo con que venía narrando la jugada le dice a los fanáticos: “no lo griten, no se besen no se abracen”…

28 de junio de 2010

Réquiem por el PDA

Luis Alberto Matta, militante del PDA, es un exiliado colombiano en Canadá. El 29 de septiembre del año pasado, días después de la consulta interna que dejó a Petro como candidato presidencial, Matta escribe en una columna que le reproduce ARGENPRESS.info, esta frase premonitoria y lapidaria:
“Aunque lo dudo, ojalá que Petro recapacite y no destruya al Polo con una alianza reaccionaria, clientelista e inmoral con la derecha. Amanecerá y veremos”.
Si alguna frase debiera un analista político enmarcar como piedra filosofal de su cotidiano trabajo es esa del hoy presidente Juan Manuel Santos cuando en defensa de sus muchas volteretas dadas a lo largo de su carrera política y burocrática dijo: (…) “Sólo los estúpidos no cambian cuando cambian las circunstancias”.
Bueno, Petro es un aventajado alumno de Juan Manuel en esta filosofía, inclusive desde antes de que el presidente electo se escudara en este inmarcesible pragmatismo para esconderle el bulto a sus eclécticas metamorfosis.
Es imposible olvidar un reportaje de Petro a la desaparecida revista Cambio hace más de dos años cuando dijo que el problema no era Uribe y que la izquierda en Colombia tenía que volverse pragmática si quería sobrevivir al medio hostil que le rodea.
Pragmatismo que aplicó muy bien cuando con su concurso y trabajo parlamentario respaldó el nombramiento del actual Procurador de cuyos autos es mejor no hablar, aunque no debiéramos olvidar esa magistral pieza de ignorancia jurídica en la que avala el referendo reeleccionista porque las trampas que se urdieron en su trámite eran menores.
Partiendo de esa misma entrevista es que Petro lanza la batalla interna por desplazar al ex magistrado Carlos Gaviria de su preeminencia en el Polo como único dirigente político capaz de retar con éxito al establecimiento, como ya lo había demostrado en las elecciones del 2006, cuando en condiciones más hostiles de las que Petro se queja ahora, lo dobló en votos como candidato presidencial enfrentado él, entonces, no al amasijo político de un Santos, sino a un monolítico e inamovible Uribe.
Ahora, en reportaje a María Isabel Rueda (El Tiempo, 28 – 06 – 10), Petro se encarga él mismo y solo de correr la lápida sobre el Polo, proclamando una alianza reaccionaria, clientelista e inmoral que, como lo vaticinó Mattos hace ya casi un año, ha decidido emprender al lado del presidente Santos haciéndole dúo a su aplaudida filosofía: “Sólo los estúpidos no cambian cuando cambian las circunstancias”.
Acá, al otro lado del río, quedan como 21 millones de estúpidos colombianos en la eterna espera, a veces activa, pero en especial pasiva, de que aparezca alguien que, al contrario de Santos y Petro no se acomoden a las circunstancias sino que hagan que las circunstancias se acomoden a las expectativas de la gente.

19 de junio de 2010

Democracia no es igual a República

Vicente Massot
18 – 10 – 06
Diario La Nación de Argentina
El último libro del autor es La excepcionalidad argentina
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Fundidas y confundidas como si fuesen hermanas gemelas, o poco menos, la República y la Democracia parecen destinadas –por de pronto en estas latitudes– a obrar a la manera de los sinónimos. En parte debido a la tentación, tan común entre nosotros, de generalizar al voleo términos y realidades que desconocemos, y, en parte, merced a ciertas razones de concesión política, la citada coyunda conceptual ha echado raíces en estas playas, al extremo de presentarse cual si fuese una verdad revelada.

Si todo no pasase de una disputa académica, el asunto carecería de importancia, más allá, claro, de los cenáculos dedicados al estudio de las ideas. Pero el asunto excede con creces el ámbito de la reflexión teorética. Entre otros motivos, porque, aun cuando no lo parezca, puede condicionar el derrotero institucional del país.

Sin necesidad de desandar la historia para prestarles atención a los orígenes del problema, la Democracia y la República ni son gemelas ni nacieron hermanadas ni arrastran en su trajinar características semejantes que permitan trazar, a su respecto, un denominador común. Las dos hicieron su aparición en el mundo antiguo –una, en Grecia, y la restante, en Roma– y desde entonces siguieron caminos coincidentes o divergentes según las circunstancias. La democracia ateniense no era republicana, de la misma manera que la república romana no era democrática.

Traer a comento estos datos no tiene por objeto ensayar una comparación imposible entre Pericles, Cicerón y nosotros, sino poner sobre el tapete un principio –el mayoritario– que el gran ateniense apuntó en su famoso discurso del año 431 antes de Cristo, al despedir a los primeros ciudadanos muertos en la Guerra del Peloponeso. Cuanto en esa oportunidad dijo el orador –que el gobierno democrático recibe su nombre en razón de que no depende de unos pocos, sino de la mayoría– sigue siendo, aún hoy, la condición necesaria de este régimen político. La democracia es, al mismo tiempo, una ideología de la igualdad y una técnica –no necesariamente neutral– para determinar la manera como se distribuye y ejerce el poder en correspondencia con los votos obtenidos por los partidos.

Tiene, pues, por base liminar, el número. De aquí que no haya faltado a la verdad Carl Schmitt al sostener: “El 51% de los votos en las elecciones da por resultado la mayoría parlamentaria; el 51% de los votos del Parlamento produce el derecho y la legalidad”. Es cierto que si la mitad más uno se obtuviera aherrojando los derechos y garantías de las demás facciones políticas y de la ciudadanía en general para competir electoralmente en igualdad de condiciones, no habría democracia, sino alguna variante devaluada que haría usurpación de título.

Por eso, nadie consideraría seriamente que las democracias populares de la Europa comunista o el PRI mexicano en sus épocas de dominio hegemónico o las denominadas democracias orgánicas de ciertos regímenes con reminiscencias fascistas fuesen sistemas en los que la legitimidad descansara sobre la voluntad de la mayoría trasparentada en elecciones libres de toda coacción. Salta a la vista que, en cualquiera de las experiencias mencionadas, ni el principio mayoritario era tomado en cuenta ni existía una oposición digna de ese nombre que tuviera la posibilidad de transformarse en alternativa de poder.

Pero ¿cómo calificar, en cambio, a aquellos regímenes en los que una mayoría electoral legítima gobierna con absoluta prescindencia de los pareceres de la minoría y enarbola su derecho a hacerlo en consonancia con el siguiente razonamiento? En una democracia indirecta –no las hay de otro tipo en el mundo moderno–, la voluntad de la mayoría parlamentaria libremente elegida se identifica con la voluntad popular y, por lo tanto, lo que sostenga y decida es legal. Si su acción quedara circunscripta a la esfera de los asuntos políticos –sin asomarse a esa otra esfera donde señorean los derechos fundamentales a la vida, la libertad de conciencia, la propiedad y la libertad de expresión– no habría razones para negarle credenciales democráticas. Ello permitiría, por ejemplo, en países de tradición presidencialista, que el Poder Ejecutivo dominase a voluntad al Legislativo y, por intermedio de la facultad que posee este de nombrar y remover a los jueces, controlara también la judicatura. Sin contar con que tendría la potestad de reformar la Constitución si lo creyese necesario y de elegir una Corte Suprema adicta. Con lo cual controlaría, en la práctica –cualesquiera que fueren sus protestas en contrario–, los tres poderes. Son los casos, salvando las inocultables distancias que existen entre ellos, de Hugo Chávez y Néstor Kirchner.

Cuando los opositores del venezolano cargan en su contra lanza en ristre, lo califican de antidemocrático, acusación que es falsa. Cuando aquí algunos se la toman con Kirchner y le revolean por la cabeza el mismo argumento, creyendo con eso perjudicarlo, en realidad yerran el blanco. Lo que a Chávez y Kirchner les tiene sin cuidado –y a buena parte de los gobernantes latinoamericanos de nuestro tiempo– son los principios republicanos. Dicho sin vueltas: son brutalmente democráticos y, a la vez, poco o nada republicanos.

Porque, cuanto más nos choca de los regímenes democráticos no republicanos la ausencia de ese acuerdo entre dos tradiciones que en Occidente no sólo ha sabido construir el espacio público de la ciudadanía respetando a mayorías y minorías, sino resolver el problema –vaya si agudo– de cómo gestionar las discrepancias en un ámbito de pluralidad e inclusión. Es evidente que, ante la ausencia de unanimidad en cuanto hace al manejo de los asuntos públicos de una sociedad cualquiera, debe gobernar el más votado. Pero si todo se agotara en este dato, quedaría satisfecha la democracia e insatisfechos el Estado de Derecho y la República.

Lo antes expuesto lleva a conclusiones que no riman con lo que es costumbre escuchar en las discusiones de carácter político. La idea de que la democracia –dicha así, a secas, sin ningún calificativo ulterior– es santa, inmaculada e inmarcesible en cuanto a sus valores resulta una falsedad manifiesta, como también lo es suponer que siempre resulta una forma legítima de participación en el gobierno de la ciudad, capaz de construir una ciudadanía moldeada por los hábitos de obediencia y respeto a la ley.

La cuestión no se prestaría a tantos y tan dolorosos malentendidos si no diéramos por sentada la sinonimia conceptual a la que hicimos referencia al principio de este artículo. En realidad, la consonancia de dos tradiciones diferentes –la democrática y la republicana– sólo se ha dado de una manera acabada –y ello luego de siglos de desencuentros– en los Estados Unidos, y en Europa después de la Segunda Guerra. Inversamente, esas tradiciones todavía se miran con ceño o lisa y llanamente se ignoran en buena parte del mundo.

El error de creer a pie juntillas que la democracia supone necesariamente el respeto a las minorías, la división de poderes, la periodicidad de los cargos y la renovación permanente de los funcionarios que los ejercen, importa una confusión peligrosa. La democracia puede ser republicana y atenerse a los preceptos del Estado de Derecho, aunque no siempre lo hace porque no está obligada a ello. Pero también puede hacer valer el peso del número, y el número –ya lo sabemos– es indistintamente liberal, conservador, radical, peronista, fascista o comunista.

CGT traiciona la clase laboral

Los historiadores del sindicalismo en Colombia van a encontrar serios problemas de logística cuando intenten explicarse los postulados laborales de una central de trabajadores tan importante en el 2010 como la CGT, y la militancia política de su principal dirigente Julio Roberto Gómez Esguerra, quien, en sólo 10 años ha saltado de la centro-derecha (democracia Cristiana) a la izquierda (Polo democrático) para terminar acomodándose en la ultraderecha de Santos.
Tengo ante mí un folleto: -28 cápsulas para generar empleo- editado por la CGT, que constituye una catilinaria contra la política laboral del gobierno de Uribe. Y es lo que los historiadores seguramente se preguntaran, ya quizás sin que nadie pueda brindarles una respuesta, cómo es que el Secretario General de dicha confederación, quien personalmente suscribe dicho documento, termina adhiriendo al continuismo de Santos.
Entre los muchos comensales que van llegando en procesión a trinchar al barril de los puercos sobresale este dirigente sindical. Reúne todos los asquerosos requisitos que identifican a los garantes de la “unidad nacional” propuesta por Santos. Este Julio Roberto nos ha salido más trásfuga que su predecesor en estas artimañas sindicales, Angelino Garzón, y por el cual acaba de ser arrastrado a la U.
¿Cómo es que este hombre termina adhiriendo a la U. de Santos? Sólo se explica por el oportunismo y por su desfachatez cuando dice que para ahorrarle al comité de ética del Polo su expulsión, él mismo renuncia.
El primer ministro obrero que tuvo Colombia, Antonio Díaz, en uno de los últimos reportajes que concedió al periódico Concertación de Fetraboc, al preguntarle sobre Tulio Cuevas, ese ícono del sindicalismo colombiano a mediados del siglo pasado, decía que según el presidente Lleras Restrepo, lo mismo cobraba por armar una huelga que por desmontarla.
Parece que Julio Roberto el de la CGT anda en las mismas, dando unos saltos mortales en el trapecio de la política nacional, igual que Angelino; igual que Lucho… Lamentablemente igual que los más importantes dirigentes sindicales de este país que terminan medrando al calor de todos los gobiernos a costa de los intereses de los trabajadores.
Todo lo que uno le puede desear a este nuevo puerco que llega al barril de la U. es que ojalá se harte pronto y salga de la vida sindical del país, que con tal de que se vaya, aunque le vaya bien…

9 de junio de 2010

¿Quién le pone el cascabel al gato?

Muchas personas, a no dudarlo, convendrán conmigo en que, el mundo en que vivimos hace cualquier cantidad de millones de años, ha atravesado por diversas etapas surgidas de fenómenos naturales que resultan ser como los estornudos humanos.
Nada –creo- está molestando tanto al mundo en toda su historia como el actual modelo económico neoliberal, insostenible por la sencilla razón de que la economía es apenas un subsistema de la biosfera finita de la que depende su existencia.
Por desgracia, el mundo entero ha dado en creer que el crecimiento económico puede sostenerse a perpetuidad, sin parar mientes en las continuas burbujas que revientan en Estados Unidos, en Europa y en Latinoamérica, haciendo pedazos el modelo que vuelve a levantarse a costa de grandes sacrificios sociales, algo a lo que tampoco podrá apelarse indefinidamente.
El Asunto ya no es de principios ideológicos, si eso es lo que nos mantiene agarrados de las mechas, sino de supervivencia. Cuando estamos a punto de rodar al abismo, –todos- creyentes y ateos, creo que podríamos ponernos de acuerdo en exclamar ¡Virgen Santísima!, si eso es lo que nos salva.
Ahora estamos ante una aparente paradoja: buscar hacer posible lo menos imposible. Es imposible, pensarán algunos, retrotraer a su punto de partida las reformas neoliberales. Tendríamos que cambiar la voluntad política de los gobiernos que bajo el esquema neoliberal gobiernan hoy al mundo; o seguir en la ruta de un modelo económico que mientras más avanza más antieconómico se vuelve en términos sociales y de medio ambiente, esto último que ya no va a golpear a los más débiles de la tribu sino a la tribu entera.
Y entonces, la tesis, la antítesis y la síntesis, podrían ser:
1).- Tesis: La teoría del crecimiento económico perpetuo es social y biofísicamente imposible.
2).- Antítesis: Hay que cambiar el modelo económico por otro que sea sostenible en términos sociales y ambientales. Pero entrañaría un cambio tan radical que, políticamente, parece imposible.
3).- Síntesis: Entre una imposibilidad de orden biofísico y una imposibilidad de orden político, pues, es evidente que resulta más viable cambiar la política que cambiar el mundo.
¿Quién le pone el cascabel al gato?

7 de junio de 2010

El estado y el crimen

Antonio Alvarez-Solis
Periodista

Comienza su reflexión Alvarez-Solís poniendo en tela de juicio la definición de la palabra «crimen» si su acepción viene determinada por lo que establece un Estado deslegitimado por la situación social actual. Un Estado que no duda en calificar de «viciado y abusivo [...] donde la justicia es transeúnte y capciosa».


Lo más inconveniente del momento histórico que vivimos es la desmedulación de las palabras, su pérdida de identidad. ¿Verdaderamente qué quiere decir lo que se dice? Por ejemplo, a qué se refiere concretamente la voz «crimen». Según la lengua castellana certificada por la Real Academia, que la cela y la esclarece, «crimen» equivale a algo tan amplio como la comisión de un delito grave. Pero para definir el delito es preciso, ante todo, saber cómo ha de contrastarse con la justicia y con la forma en que el Estado -ese gran coto de caza en donde actúan las escopetas poderosas- concibe e interpreta esa justicia. Ahí empieza Cristo a padecer ¿Estamos viviendo un mundo justo? Es decir: ¿puede el Estado actual decir que administra con veracidad algo a lo que debamos llamar justicia? ¿Qué significan la Trilateral, el Club Bilderberg, la Ronda Doha, el poder judío internacional...?

La situación social desmiente que la justicia real sea ese conjunto de normas y métodos que maneja el Estado. El Estado siempre ha sido una herramienta de la clase dominante puesta en manos de sus minorías depredadoras. Pero en el momento actual esa depredación ha alcanzado su máximo límite de descaro, de impudicia. Es una depredación doble y ostensiblemente armada. Una impudicia que se corresponde con el grado de deterioro moral que corroe el sistema orgánico estatal. ¿A qué llaman realmente justicia los maquinistas del monstruo estatal, con vida propia e independiente?

Busque cada cual, en la historia de la filosofía del Derecho, el metro de iridio para definir la justicia. Para mi visión iusnaturalista, la justicia enraíza en la igualdad. Pero también debemos tener un concepto claro de la igualdad. Yo me quedo con la definición de Cesare Beccaria, el gran creador del Derecho penal moderno: dice el maestro Beccaria que la justicia tiene como base una voluntad de convivir con los prójimos de modo que todos tengamos dignidad de personas, de forma tal que podamos construir con ella la ciudad de los pares. Dignidad.

A propósito de esto último, el profesor Recasens Siches cita a Antonio Genovesi, humanista también italiano del siglo XVIII «que pone como fundamento de la justicia -la principal administración del Estado- la igualdad de los hombres en cuanto tales» y añade el Dr. Recasens una frase textual del gran Genovesi: «En todo país donde se cree que los hombres no son de una misma especie sino que unos son hombres-dioses, otros hombres-bestias y, otros, semihombres, no puede reinar sino la injusticia».

Bien, ya hemos llegado a Pénjamo. Ya se ven las negras cúpulas de su Estado viciado y abusivo. Un Estado donde la justicia es transeúnte y capciosa, donde la igualdad es una otorgación unilateral de los que conceden a los que mendigan, donde la libertad está encorsetada en leyes en las que el interés de los pocos o el capricho forman su sistema cardiovascular. ¿Es eso a lo que llaman los hierofantes Estado de Derecho? Tengamos valor para el lenguaje, sobre todo ante quienes dicen batirse desde el blocao sindical por los trabajadores a los que no sabemos si consideran hombres-bestias o semihombres.

Espero que algún día los dirigentes de Comisiones Obreras o de la UGT hayan de explicar el sistema de señales que unía sus corazones con la cúpula del poder irrestricto. Dirigentes hechos con los recortes del latón con que protegen su Estado los que dicen tener la ley dictada en el Sinaí.

Creo, sin embargo, que estamos perdiendo el tiempo ocupándonos de quienes dicen dirigir el Estado en vez de ocuparnos del Estado mismo. Mientas exista ese Estado, tres veces secular, el crimen, y con ello volvemos al principio de esta modesta meditación, seguirá creciendo como «un delito grave». Hablamos del crimen social, que es mucho más grave y sangriento que el crimen al menudeo definido de mil maneras distintas en los códigos penales.

La identificación de este tipo de crimen es el crimen universal: la explotación del hambriento hasta su muerte física, la deslegitimación de los pueblos hasta dejarlos inermes moralmente, la extensión del negocio de la guerra como una donación de seguridad, la conversión del trabajo en una mercancía absolutamente desprovista de su dimensión humana, la globalización cultural como esterilización de las conciencias generadas en la sucesión del tiempo y en la identidad del lugar, la eliminación de las referencias para sumirlas en una única y dogmática exigencia, la imposición del negocio sobre las necesidades, la lógica construida tras el fin que se desea alcanzar, las iglesias que eliminan con los catecismos el sentimiento religioso como un «religare» del alma con el mundo... Todo eso es un «delito grave». Todo eso es crimen. Todo eso es Estado, fuerza bruta, acción armada, justicia prevaricadora, economía de asalto.

¿Pero quién puede restaurar la política para que constituya una conjunción realmente democrática; una República en todos sus precedentes históricos frente a la autocracia, la monarquía, la dictadura, el fascismo moral y material? No pueden culminar esa aventura las naciones que se han travestido de Estados. Esas naciones han destruido su creadora horizontalidad social para alzar una exánime pirámide que se exige a sí misma para sostenerse. Lo que sustituya al Estado ha de estar formado por confederaciones de intereses que rijan la nación libre y la etnicidad que sirva de molde a los acuerdos multigenerados en encuentros de base y en activas participaciones. Hacer lo que realmente se desea solamente es posible si se sabe en profundidad lo que se desea. En el contacto de todas las instituciones que han brotado del quehacer y el deseo cotidiano de una comunidad surge la perfección de lo que se hace.

Pero esas instituciones seculares y naturales han sido agostadas por el Estado y sus órganos rígidos y soberanos. Los parlamentos ya no valen, la justicia se tambalea, el poder ejecutivo está intervenido por quienes viven al margen de las urnas y tienen los recursos suficientes para encontrar quienes las rellenen. La división de los poderes ahora clásicos es una coartada para gobernar al margen de las auténticas ideas que viven acobardadas en la cueva de una intimidad pocas veces revelada. Hay que eliminar esos tres poderes -del que sólo uno es realmente válido por su capacidad de creación normativa, aunque sea sirviéndose del parlamento y la administración de justicia- y retornarlos al control auténticamente popular.

La ejecutividad del poder ha de trocearse de forma que la ciudadanía pueda personificarlo de modo directo y trabarla en acuerdos con auténtico contenido de conciencia. Dirán que se pierde efectividad con esa multiplicación de instituciones y formas sociales, pero pregunto ¿de qué efectividad hablan los que piensan en esa extraña eficacia que nos ha llenado de automovilistas y nos ha privado de peatones? Necesitamos refundar la libertad de opinión pública, pero necesitamos con mayor urgencia crear esa opinión pública que ahora se ha convertido en mostrenca. ¿Quiénes pueden encargarse de construir el arca para superar el diluvio que nos lleva? Evidentemente naciones y pueblos que no estén agusanados por el Estado; es irritante decirlo, pero se trata paradójicamente en muchos casos de pueblos que están bajo el pie de la ley por cometer todos los días el «crimen» de la libertad. Naciones sin Estado capaces de construir la república del Ática o el pueblo de las colinas de Roma. No se trata de retroceder en la historia sino de liberarla de sus plagas. Hacen falta pueblos en la calle. Pueblos para entender a los pueblos, gentes, ciudadanos capaces de recuperar el pulso libre, que siempre es un pulso peligroso. Pero...

6 de junio de 2010

El Neoinstitucionalismo

Y el proyecto económico de Antanas Mockus
Juan Federico Moreno

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Con la aguda crisis de desempleo, pobreza y desigualdad a la que nos ha conducido la implementación del modelo económico del neoliberalismo en Colombia, pocos dirigentes políticos y económicos se atreverían hoy a defender, abiertamente y sin algunos atenuantes, los principios de este espécimen desacreditado del fundamentalismo de mercados. Ahora lo hacen con subterfugios. Con “nuevos” términos acuñados por el uribismo: confianza inversionista, cohesión social y seguridad democrática. Los tres huevos que los candidatos Mockus y Santos se comprometen a defender a ultranza.

Podemos leer en la gran prensa, casi a diario, las conversiones y los nuevos acomodamientos de algunos paladines de la apertura económica en Colombia, como Rudolf Hommes y Guillermo Perry –ambos ex ministros de Hacienda en épocas de revolcones- e incluso, los inevitables nuevos dogmas neoliberales, aunque “legalistas”, de un ex director del Banco de la República, para la misma época (Salomón Kalmanovitz).

Si bien las adhesiones al neoliberalismo aperturista no han variado, en esencia, por parte de los dos candidatos que quedaron en la competencia por la presidencia, Juan Manuel Santos y Antanas Mockus, no usan, en público, la palabra neoliberalismo. Pero eso sí, tienen una convicción firme en las supuestas ventajas de la libertad absoluta de los mercados. El costo político de una adhesión abierta al neoliberalismo o a la apertura económica, ante un electorado golpeado por la falta de empleo, la carestía de la vida, los bajos salarios, la pobreza y desigualdad consecuentes, tendría efectos adversos para sus pretensiones gubernativas.

En lugar de un reconocimiento directo de adhesión a la ortodoxia, estos candidatos prefieren explicar sus programas de gobierno en términos diferentes y, sobre todo, que despierten menos rechazo que los del crudo decálogo del Consenso de Washington y las interesadas recomendaciones del Fondo Monetario Internacional.

Juan Manuel Santos, apela al término propagandístico del “buen gobierno”, en alusión a la célebre denominación que uno de los Padres fundadores de los Estados Unidos, Madison, dio a su ideal de gobierno. Un gobierno capaz, entre otras cosas, de impedir la “tiranía mayoritaria”– es decir, el peso excesivo de la mayoría electoral en las decisiones de gobierno- en un marco de república liberal-aristocrática, que hizo todo –como dice Atilio Borón– para impedir la intervención de “la plebe”, en los manejos de los asuntos del Estado.

Entre tanto, la idea aparentemente “renovadora”, que presenta Antanas Mockus, nos remite a los lineamientos que el Banco Mundial dio, desde mediados de los años 90, para consolidar y profundizar la apertura neoliberal de la economía, en base no ya en las medidas estrictamente económicas (privatización de empresas públicas, liberalización comercial y de mercados financieros, reducción del gasto público, entre otras) sino, en especial, consolidando una reforma en las instituciones jurídico-legales.

El fortalecimiento del sistema judicial, el aumento de sus niveles de autonomía y de independencia frente a las decisiones de los poderes representativos del Estado (legislativo y ejecutivo) y el establecimiento de las altas cortes como poder supremo del Estado. De aquí que, ante cualquier pregunta que ataña a sus futuras decisiones de gobierno, Mockus se limite a declarar: “Lo que decida la Corte Constitucional”. Vale decir que, en su sistema de gobierno, el presidente electo presidirá, pero no gobernará. Las Cortes –no electas- lo harán por él, así sus decisiones no coincidan con los designios de la voluntad general y mayoritaria del pueblo.

La corriente de pensamiento económico que da soporte y en la cual se fundamenta el Banco Mundial, y también el BID, para introducir e impulsar la reforma neoliberal es llamada “Neoinstitucionalismo” y su representante más reconocido es Douglas North, premio Nobel de economía de 1993.

¿Qué es el neoinstitucionalismo?

El sentido histórico que ha adquirido el institucionalismo, desde sus orígenes en los Estados Unidos, se asocia a la necesidad de imponer frenos a las olas de democratización y de ascensos populares, cuando éstos eran juzgados como “excesivos” por los sectores dirigentes del Estado.

El diseño constitucional norteamericano, había previsto la puesta en plaza de un poder judicial federal que fuese independiente, por su origen y por el carácter vitalicio de los altos magistrados, de los designios de la voluntad popular. Mientras que los otros poderes, surgidos de elecciones populares periódicas –como el legislativo y el ejecutivo- podían cambiar sus orientaciones, siempre permanecerían las instituciones de la justicia –supuestamente independiente- que pudieran impedir cambios significativos en la organización liberal del Estado.

Desde finales del siglo XIX, al mismo tiempo que se consolidaban procesos de democratización en las sociedades desarrolladas, como la extensión del sufragio universal masculino, la adquisición de derechos de asociación y expresión, se afirmaban también las tendencias de pensamiento económico, que ubican a las instituciones liberales, diseñadas en la constitución estadounidense, como el modelo óptimo de desarrollo económico, político y social.

El llamado institucionalismo norteamericano –desde fines del siglo XIX- coloca al poder judicial del Estado, como el garante supremo y como la salvaguarda fundamental de los principios liberales (derecho de propiedad y estabilidad en el cumplimiento de los contratos entre particulares).

Desde esa época agitada, algunos economistas pusieron en relieve el papel fundamental de las instituciones y las leyes en el mantenimiento de orden liberal y el funcionamiento eficiente del mercado. Commons formuló el principio, desde la economía, que la escasez económica conduce a la competencia entre diversos intereses por capturar los recursos disponibles. La presencia de sólidas instituciones estatales y de reglas de negociación evitaría, o por lo menos podría contrapesar, los desbordamientos de la democratización o la excesiva energía de los reclamos populares, por una eventual distribución, al tiempo que se reducirían los costos de transacción, implícitos en todo conflicto de intereses que no estuviera previsto por el aparataje legal–institucional.

El llamado neoinstitucionalismo, que se derivará de estas posturas, y en la actualidad, muy particularmente, de los trabajos de Douglass North. Este autor se interesa en el afianzamiento de los derechos de propiedad y en asegurar el cumplimiento de los contratos entre los agentes económicos, como pueden ser los inversionistas extranjeros y los gobiernos de las naciones que hayan recibido esas inversiones.

Estableciendo un nuevo tipo de determinismo judicial, North podría jactarse de haber formado un modelo en donde Carlos Marx está puesto “patas-arriba”, pues según el neoinstitucionalismo, la configuración del sistema institucional y jurídico-legal, no está condicionado –en última instancia– por el desarrollo y características de las relaciones socio-económicas, sino, por el contrario, son las normas e instituciones legales, las que determinan –de una manera bastante mecánica- el crecimiento y desarrollo económico de los países. Vale decir, si queremos alcanzar niveles de desarrollo semejantes al de los Estados Unidos, no tenemos más que copiar sus instituciones y normas legales.

Según este enfoque, si la reforma aperturista neoliberal falló, si creó, por ejemplo, en Colombia condiciones de desigualdad, pobreza y desempleo, mayores que antes de su implementación, esto no se debió a que fuese un modelo del capitalismo financiero, por el capitalismo financiero y para el capitalismo financiero, sino porque nuestras instituciones jurídico-legales, son “débiles”. Se hace necesario, entonces, fortalecerlas, aumentar su independencia, dotarlas de más autoridad que las instancias elegidas por el pueblo.

Para el neoliberalismo neoinstitucionalista, en este momento, se trata de bajar “los costos de transacción”. Entre estos costos de transacción, se incluyen: las regalías que las empresas transnacionales deben pagar al Estado o a sus regiones para la explotación y usufructo de sus recursos naturales, los costos de los estudios de impacto ambiental y social, que algunas legislaciones incorporaron como obligatorios, los altos salarios, cargas sociales y cargas fiscales sobre las grandes empresas.

¿Cómo se logra este nuevo ajuste estructural de la economía? Pues fortaleciendo las instituciones judiciales, haciendo cumplir las normas, incorporando a las altas cortes como poder supremo del Estado. Para decirlo en palabras de Antanas Mockus: “Colombia debe entrar en la Legalidad”, “Se deben bajar los costos de transacción”, “el Estado debe estar presente en cada región, en lo posible en cada municipio, no sólo con el ejército, como sucede ahora, sino que al lado de cada unidad del ejército debe haber una unidad de la fiscalía y un juez”.

Ese es el cambio educativo-dirigista que le propone Mockus a Colombia: la “interiorización” de las leyes que favorezcan el neoliberalismo, y la inclusión, al lado de las instituciones del garrote, de las otras instituciones, menos violentas, por cierto –pero no menos autoritarias– de la Ley, de la zanahoria.

La opción verde, es la opción más avanzada y legal del neoliberalismo en Colombia

Varios son los obstáculos que la democracia, el socialismo y las instituciones republicanas en Colombia -a las que se tilda sistemáticamente y sin discriminación de “corruptas”- oponen a esta profundización del neoliberalismo institucionalizado. Como atravesamos una nueva etapa de “democratización”, los gobiernos, en los sistemas representativos, cambian. Como cambian también las inclinaciones del electorado, y ante las crisis recurrentes que produce el neoliberalismo – financieras, de recesión, de desempleo, de desigualdad – se abren fuertes posibilidades de ascenso de gobiernos populares y democráticos, es decir del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.

La reforma neoinstitucional, defendida punto por punto por el programa verde, debería impedir, imponiendo límites severos, este desbordamiento democrático de la voluntad popular. ¿Cómo hacerlo? Imponiendo el imperio de la Ley como limitante de las eventuales tiranías mayoritarias. Claro que pasaríamos al extremo contrario, a establecer lo que Salomón Kalmanovitz, llama una “tiranía de los magistrados”.

Evidentemente –para el enfoque neoliberal y neoinstitucionalista– en épocas de crisis, no son los órganos representativos del Estado (Congreso o Presidencia de la República) los que pueden asegurar la estabilidad y la seguridad en el cumplimiento de ese tipo de contratos, destinados a favorecer la inversión extranjera en el país, sino el mecánico accionar del aparato jurídico–legal, supuestamente libre él, de “puja de intereses”, de “corrupción” y de nefastas influencias “populistas”.

En esta perspectiva neoliberal, de avanzada, refinada, sin duda, pero también engañosa y cubierta de un cierto halo místico, de una ética metafísica, de un autoritarismo difuso, se inscribe el programa de gobierno del doctor Mockus.

¿Mejoraría las actuales condiciones de vida de los colombianos? ¿Atenuaría la alarmante inequidad social, siempre en provecho de los sectores financieros y oligárquicos del país y en desmedro de las amplias mayorías nacionales? ¿Crearía más empleo y desarrollo económico endógeno, local? ¿Facilitaría una mejor y más equitativa distribución de las tierras productivas entre la población campesina? ¿Aumentarían los salarios reales de los trabajadores, su cobertura de salud, jubilación, servicios sociales?

A todas a estas preguntas, Antanas Mockus, ha dado respuestas, en sus diversas intervenciones, generalmente negativas. Por supuesto, sus adherentes, tienen todo el derecho a descreer de las propias declaraciones públicas del candidato. Adjudicarlas a un momento de confusión, de impericia, de oportunismo o a una supuesta “genialidad ultramundana” fuera del alcance cognitivo del común de los mortales.

Cubriéndose de esperanza, a la que muchos pintan de verde, sus adherentes quieren soñar con una Colombia mejor, uniéndose detrás de su programa y pensando que, tal vez, si se “legalizan” los actuales procesos, aunque tibiamente, se alcanzarán a la larga, mejores condiciones de vida. Nada es menos seguro que esta esperanza institucionalista. El infierno –según nos cuenta el Dante–, también está sometido a leyes.

No obstante, el desarrollo de la segunda vuelta y el muy seguro triunfo del candidato del gobierno, los verdes aspiran a recoger el rechazo a las políticas uribistas de los votantes de otros proyectos políticos y de los abstencionistas, y así canalizar a través de lo que han llamado una alianza ciudadana una adhesión a sus postulados. La experiencia histórica y política de un pueblo, no se puede remplazar por el análisis que los sectores sociales, algunos intelectuales, socialistas, demócratas, nacionalistas de izquierda, podamos hacer a su propósito. Pero también nuestro deber, como tales, nos lleva a tratar de dilucidar los contenidos y las intenciones de uno de los programas que están en la recta final por la Presidencia de la República. Nos parece un programa neoliberal, tanto como el de Santos. Una propuesta de gobierno que profundiza las condiciones de un modelo económico, basado casi exclusivamente en la atracción de la inversión extranjera y que, en vista de reducir los costos de transacción para las empresas, arriesga recrudecer, aún más, las condiciones de pobreza y desigualdad existentes en el país.

A pesar de ser partícipe de esta marea de oposición a la candidatura de Juan Manuel Santos y de haber liderado la oposición y la denuncia a los desmanes del uribismo durante estos duros años de desgobierno, el Polo Democrático Alternativo no puede aunar sus votos a otro programa neoliberal, neoinstitucionalista, sin renunciar a su propósito de dotar de un sentido social a las políticas económicas de la nación colombiana. Nuestra intención no es la de destruir una esperanza, sino la de construir la fe y esperanza de nuestro pueblo sobre una base social, de mayor equidad y, sobre todo, verdadera.